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domingo, 12 de abril de 2020

Capítulo 8


Mientras entraba en el aparcamiento de Thornway, Vanessa pensó que no resultaba tan difícil estar enamorada. No tenía que comportarse, ni vivir de un modo diferente ni ser diferente. No había que cambiar y abrir su vida. Tal vez nunca había pensado que le sería posible hacer algo así, pero Zac le había demostrado que estaba equivocada. Aunque fuera solo por eso siempre le estaría agradecida.

Si era capaz de amarlo sin cambiar quién era, ¿no significaba también que cuando llegara el momento de que él se marchara podría retomar su vida donde la había dejado y vivir como lo había hecho antes? Quería creerlo. Tenía que creerlo.

Con las llaves en la mano, cruzó el aparcamiento para llegar al edificio. Sabía que el sol no brillaba con más fuerza aquella mañana, pero, en su corazón, le parecía más dorado y más hermoso que antes.

Sabía que todo era cuestión de perspectiva.

Una aventura amorosa podía diseñarse como cualquier otra cosa. Si los dos miembros de la pareja se amaban, disfrutaban el uno con el otro y se respetaban, contaban con unos cimientos sólidos. A partir de eso, solo era cuestión de ir añadiendo acero y hormigón. Después del fin de semana que habían compartido, Vanessa estaba segura de que habían hecho progresos. Sin la tensión del trabajo interfiriendo entre ellos, habían descubierto los placeres de dentro y de fuera de la cama.

Zac le gustaba. Parecía algo casi elemental, pero para ella era una revelación. No solo era cuestión de necesidad, de atracción, de enamoramiento. Le gustaba quién era, cómo pensaba y cómo escuchaba. No había buscado ni su compañía ni su pasión, pero, en un solo fin de semana, había descubierto que podía tener las dos.

Cruzó el vestíbulo y se dirigió al ascensor. Apretó el botón de llamada y sonrió al recordar los diferentes momentos del fin de semana. Zac la había hecho tan feliz… Eso, en sí mismo, era mucho más de lo que nunca había esperado de cualquier hombre. Estaban construyendo una relación sólida y fuerte. Cuando llegara el momento de prescindir de ella, podría mirar hacia atrás y recordar que algo maravilloso había formado parte de su vida.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron, entró y sintió que unas manos le rodeaban la cintura.

Zac: ¿Subes?

Mientras las puertas se cerraban, Zac le dio la vuelta y capturó su boca con la suya. Ella respondió al beso tal y como él había esperado. Casi no había pasado ni una hora desde que la había dejado para marcharse al hotel y cambiarse para la reunión, pero parecían días.

Zac comprendió que ella le había llegado muy dentro. De todas las formas posibles. Solo estaba empezando a planear cómo enfrentarse a los resultados.

Zac: Sabes muy bien, morenita -susurró, deteniéndose sobre los labios de ella durante un instante-. Y me gusta tu cara.

Ness: Gracias. Has tardado muy poco en llegar aquí.

Zac: Solo tenía que cambiarme. Lo que podría haber hecho en tu casa si me hubieras dejado llevar algunas cosas.

Vanessa no estaba lista para eso. Si Zac viviera allí, el apartamento quedaría demasiado vacío cuando se marchara. Sonrió y miró para ver por qué planta estaban. Se dio cuenta de que estaban todavía en el vestíbulo. Sacudió la cabeza y apretó el botón que los dos habían olvidado.

Ness: No me gustaría que tuvieras que renunciar al servicio de habitaciones y al jacuzzi.

Zac: Sí…

Zac sabía que lo estaba evitando. Por mucha intimidad que alcanzaran, ella seguía negándose a dar el paso y a cerrar el espacio que aún los separaba. Se dio un momento para controlar su frustración y apretó el botón que detenía el ascensor entre plantas.

Ness: ¿Qué estás haciendo?

Zac: Quiero preguntarte algo antes de que regresemos al trabajo. Es personal. Según creo recordar, una de las reglas es no mezclar el trabajo con el placer.

Ness: Así es.

Zac: Cena conmigo.

Ness: Zac -dijo tras lanzar un larga suspiro-, no tenías que atraparme en el ascensor para invitarme a cenar.

Zac: ¿Significa eso que aceptas?

Ness: A menos que nos quedemos aquí encerrados.

Zac: Cenaremos en mi hotel. Y te quedarás conmigo a pasar la noche.

Ness: Sí, me gustaría. ¿A qué hora?

Zac: Cuanto antes mejor.

Vanessa se echó a reír y apretó el botón de la planta donde se encontraba el despacho de Tim.

Ness: En ese caso, es mejor que nos pongamos pronto a trabajar.

Tim los estaba esperando con una bandeja de café y pasteles que Vanessa ignoró. Solo tardó unos segundos en reconocer las señales de estrés, a pesar de que Tim se comportaba tan jovial y simpático como siempre. Se vio obligada a refrenar su propia impaciencia cuando comenzaron a discutir detalles de los planos una y otra vez. Si no estaba en la obra a las diez, se perdería otra inspección. Cuando Tim empezó a presentarles unos diagramas que mostraban la secuencia de la construcción y las fechas estimadas de finalización, se reclinó sobre el asiento y se dio por vencida. Tendría suerte de estar en el trabajo a mediodía.

Tim: Como podéis ver -prosiguió-, la roturación de los terrenos y la colocación de los cimientos se completaron en sus plazos correspondientes. Empezamos a retrasarnos al instalar los tejados. Y ahora tenemos otro retraso con la fontanería y el balneario.

Ness: No supondrá más de uno o dos días. Podremos compensarlo cuando empecemos con las cabañas. Si seguirnos a este ritmo, el complejo estará terminado y operativo dentro de los plazos que se habían calculado.

Tim: No llevamos más de tres meses construyendo y ya estamos retrasados en un diez por ciento del tiempo. Eso afecta al presupuesto. A menos que podamos encontrar maneras de reducir costes, el presupuesto se va a disparar.

Zac: El presupuesto no tiene nada que ver conmigo ni con Vanessa, pero, según mis propias cifras, creo que vas a estar todo lo cerca que sea posible.

Ness: Zac tiene razón. No hemos tenido contratiempos de importancia. Todo ha ido mucho mejor que otros proyectos en los que he trabajado, Tim. Los gastos extraordinarios han sido mínimos. Creo que…

Se interrumpió cuando empezó a sonar el teléfono.

Tim: Perdonadme -dijo antes de tomar el auricular-. Julie, no quiero que me pases ninguna llamada hasta que… Oh, sí, por supuesto… Si, Marci. Todavía no. Estoy en una reunión. No, no ha habido tiempo. Ya lo sé -añadió, tras tomarse un sorbo de café-. Lo haré. Esta misma tarde. Si, si, te lo prometo. Tú… -se frotó la nuca y se interrumpió-. Bien. Está bien. Las veré cuando llegue a casa. A las seis. No, no me olvidaré. Adiós.

Colgó el teléfono. A Vanessa le pareció que la sonrisa de Tim era algo forzada cuando se volvió a mirarlos.

Tim: Siento mucho la interrupción. Estamos planeando un pequeño viaje para el mes que viene y Marci está muy emocionada con él. ¿Qué estábamos diciendo?

Ness: Yo iba a señalar que creo que puedes estar muy contento con el modo en el que este proyecto está progresando -no estaba segura de que Tim la estuviera escuchando-.

Tim: Estoy seguro de que tenéis razón -dijo después de unos instantes. Les dedicó una sonrisa a ambos-. Simplemente quiero controlar las cosas. Ahora, estoy seguro de que os estoy apartando a los dos de vuestro trabajo, así que no alargaremos más esta reunión.

Cuando Zac y Vanessa salieron del despacho, el primero preguntó:

Zac: ¿A qué crees que ha venido eso?

Ness: No estoy segura -respondió mientras se dirigían hacia los ascensores-. Supongo que tiene derecho a estar algo nervioso. Este es el primer proyecto del que se hace cargo en solitario. Todo lo demás ya estaba más o menos encarrilado cuando su padre murió.

Zac: Thornway tiene una buena reputación -comentó después de que entraran en el ascensor-. ¿Qué opinión tienes sobre Tim?

Ness: No quiero hablar. Yo estaba muy unida a su padre. Lo apreciaba mucho. Él conocía el negocio de la construcción desde todos los ángulos. Era… Con él se trataba de algo personal. Creo que ya sabes a lo que me refiero.

Zac: Sí.

Ness: Tim no es la clase de hombre que era su padre, pero este le dejó un listón muy alto que superar.

Cruzaron el vestíbulo y se dirigieron juntos al aparcamiento.

Zac: ¿Cómo de ajustado crees que es el presupuesto que ha realizado para este trabajo?

Ness: Muy justo. Tal vez demasiado, pero no creo que sea tan estúpido como para arriesgarse en un proyecto de esta envergadura. Las cláusulas de penalización son inmensas. Eso sí lo sé. Lo suficiente para meterle el miedo en el cuerpo a cualquiera. Se contrarresta con una buena recompensa si el trabajo se termina antes de lo previsto.

Zac: En ese caso, tal vez esté pensando demasiado en la recompensa -se encogió de hombros y se apoyó sobre el coche de Vanessa-. A mi me parece que su esposa le resulta muy cara. Es solo una observación, pero el collarcito que llevaba la otra noche le habrá costado a Tim unos cinco o seis mil dólares.

Ness: ¿De verdad? -preguntó cuando estaba a punto de meterse en el coche-.

Aquel comentario sacó a Zac de sus especulaciones. Sonrió.

Zac: Eres tan mona, morenita.

Ness: ¿De verdad crees que ese collar le costó tanto dinero? -insistió-.

Zac: Las mujeres como esa no se conforman con joyas de cristal.

Ness: No, supongo que no -murmuró, aunque le costaba creer que alguien pudiera gastar tanto dinero en un collar-.

Zac: ¿En qué estás pensando?

Ness: En que Tim debe de estar loco, aunque puede gastarse su dinero como le plazca.

Zac: Tal vez lo considera como una inversión -al ver que Vanessa lo observaba sin comprender, se apresuró a explicarse-. Podríamos decir que algunas mujeres necesitan muchos incentivos para permanecer al lado de un hombre.

Ness: Bueno, creo que es su problema. En cualquier caso, no tenemos tiempo para permanecer aquí cotilleando sobre Tim y su esposa.

Zac: Solo son especulaciones. Escucha, tengo que realizar una parada de camino al trabajo. ¿Puedes seguirme?

Ness: Sí, pero ¿por qué…?

Zac: Tengo que recoger una cosa. Me vendría muy bien tu ayuda.

Le dio un beso y se marchó hacia su coche.

Diez minutos más tarde, Vanessa entró tras él en Neumáticos Jerry.

Ness: ¿Qué vas a comprar aquí?

Zac: Un traje nuevo. ¿Tú qué crees?

Descendió de su coche y la sacó a ella del suyo. Entonces se dirigieron juntos al taller. Detrás de un raído mostrador había un hombre muy calvo con gafas que se dirigió inmediatamente a atenderlos.

**: Buenos días -gritó, por encima del ruido del taller-. ¿Qué puedo hacer por vosotros?

Zac: ¿Ve ese coche? -Se había vuelto y estaba señalando el vehículo de Vanessa-. Quiero que le cambie todas las ruedas. Hasta la de repuesto.

Ness: Pero yo…

Antes de que ella pudiera terminar, el hombre empezó a revisar los catálogos.

**: Tenemos unos neumáticos de oferta muy buenos.

Zac: Quiero los mejores.

Los ojos del hombre empezaron a brillar detrás de los cristales de las gafas.

Ness: Zac, esto es…

**: Muy bien -afirmó el dependiente. Evidentemente había empezado a calcular los beneficios, porque no perdió el tiempo a la hora de rellenar el albarán-. Tengo algo en el almacén que irá a la perfección.

Zac miró el albarán, se fijó en la marca y asintió.

Zac: ¿Lo tendrá listo para las cinco?

**: Por los pelos -respondió el dependiente, tras mirar el reloj y consultar la lista de trabajos del día-.

Zac: Muy bien -Le quitó a Vanessa las llaves de la mano y se las entregó al hombre-. Volveremos a esa hora

Antes de que ella pudiera completar una frase, Zac la sacó del taller.

Ness: ¿Qué es lo que te crees que estás haciendo?

Zac: Te estoy haciendo un regalo de cumpleaños.

Ness: Mi cumpleaños es en diciembre.

Zac: En ese caso, ya estoy cubierto.

Ness: Mira, Zac, no tienes ningún derecho a tomar esta clase de decisiones en mi nombre. No puedes… meter a nadie en un taller de neumáticos y encargarlos sin consultar.

Zac: Es mejor aquí que en el supermercado. Además, no he metido a cualquiera en este taller, sino a alguien muy importante para mí, alguien a quien no me gusta ver conduciendo un coche con cuatro neumáticos que consumieron las cubiertas hace seis meses. ¿Quieres que nos peleemos por eso?

Ness: No, pero yo podría haberme ocupado de comprar los neumáticos. De hecho, ya estaba pensando en hacerlo.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Pronto -respondió vagamente-.

Zac: Pues ahora ya está hecho. Feliz cumpleaños.

Vanessa decidió que lo mejor era rendirse. Se inclinó sobre él y le dio un beso.

Ness: Gracias.


Vanessa regresó aquella noche a su casa con mucha prisa. Había vuelto a perderse la visita del inspector, pero los cimientos para las primeras cabañas habían superado la prueba con creces. Además, había podido ver en funcionamiento la cubierta retráctil y por fin los ascensores no tenían ningún problema.

No obstante, la reunión con Tim le había dado algunos problemas y el tiempo que había perdido le había hecho prolongar su jornada laboral hasta las seis. A continuación, había tardado casi una hora más en ir a recoger su coche.

Ness: Nunca están listos cuando dicen que lo estarán -musitó mientras subía a toda velocidad las escaleras de su edificio. Cuando llegó al descansillo de su puerta, vio algo que la iba a retrasar aún más-. Mamá, no sabía que ibas a venir a verme.

Jessie: Oh, Vanessa, estaba a punto de dejarte una nota. ¿Tienes prisa?

Ness: Llevo corriendo todo el día.

Abrió rápidamente la puerta de su apartamento.

Jessie: ¿He venido en mal momento?

Ness: No… Sí. Es decir, voy a volver a salir dentro de unos minutos.

Jessie: En ese caso, no te entretendré mucho. -Suspiró mientras entraban en el salón-. ¿Has salido tarde del trabajo?

Ness: Sí -se dirigió rápidamente al dormitorio. No iba a cenar con Zac vestida con vaqueros y botas-, y después tuve que ir a recoger mi coche.

Jessie: ¿Se ha vuelto a estropear? -quiso saber entrando también en el dormitorio-.

Ness: No. Me han cambiado los neumáticos. En realidad, Za…, un amigo mío me los ha regalado.

Jessie: ¿Dices que alguien te ha regalado unos neumáticos?

Ness: Sí -sacó un vestido de color verde-: ¿Qué te parece esto?

Jessie: ¿Para una cita? Precioso. ¿Tienes unos pendientes llamativos?

Ness: Tal vez.

Abrió un cajón, y comenzó a rebuscar.

Jessie: ¿Y por qué te regaló ese amigo unos neumáticos?

Ness: Porque los míos estaban muy desgastados y le preocupaba que tuviera un accidente.

Jessie: ¡Vaya! Eso es lo más romántico que he oído en mucho tiempo.

Ness: ¿Los neumáticos te parecen románticos?

Sacó un pendiente de plata, con unas cuentas en color cobre.

Jessie: Estaba preocupado por ti y no quería que sufrieras daños. ¿Qué puede haber más romántico que eso?

Vanessa dejó caer el anillo en el cajón.

Ness: A mí no me lo pareció.

Jessie: Eso es porque tú no miras casi nunca el lado romántico de las cosas. Ya sé que me vas a decir que yo lo miro con demasiada frecuencia, pero soy así, cielo. Tú te pareces mucho más a tu padre. Práctica, sensata y directa. Tal vez si él no hubiera muerto tan joven…

Ness: ¿Lo quisiste mucho? -preguntó mientras empezaba a buscar una bolsa de viaje-. Lo siento. No debí preguntarte eso.

Jessie: ¿Y por qué no? Lo adoraba. Éramos jóvenes, no teníamos dinero y estábamos completamente enamorados. Algunas veces, creo que nunca he sido más feliz en toda mi vida y sé que son unos años que jamás olvidaré y por los que siempre me sentiré agradecida. Tu padre me mimó mucho, Vanessa. Se ocupó de mí y me trató del modo en el que todas las mujeres deberían ser tratadas. Supongo que lo he buscado en todos los hombres con los que he estado. Tú solo eras una niña cuando él murió, pero, cuando te miro, lo veo en ti.

Ness: Nunca me di cuenta de que era eso lo que sentías por él -dijo tras volverse muy lentamente-.

Jessie: ¿Porque siempre me ha resultado fácil entablar relación con otros hombres? No me gusta estar sola. Formar parte de una pareja es tan necesario para mí como tu independencia lo es para ti. Flirtear es para mí como respirar. Creo que sigo siendo mona -comentó, tras mirarse en el espejo-. Y me gusta serlo y también que los hombres piensen que lo soy. Si tu padre no hubiera muerto, creo que las cosas hubieran sido muy diferentes. El hecho de que pueda ser feliz con otros hombres no quiere decir que no lo amara a él.

Ness: Te ha debido de parecer que te estaba criticando. Lo siento.

Jessie: No. Sé que no me comprendes. La verdad es que no siempre te comprendo, pero eso no significa que no te quiera.

Ness: Yo también te quiero. Me gustaría que fueras feliz.

Jessie: Bueno, estoy intentándolo… Siempre estoy intentándolo. Esa es una de las razones por las que he venido. Quería que supieras que me voy a marchar un par de días.

Ness: ¿Sí? ¿Adónde?

Jessie: A Las Vegas. Willie va a enseñarme a jugar al blackjack.

Ness: ¿Te vas a marchar con el señor Barlow?

Jessie: No me mires así. Willie es uno de los hombres más dulces que he conocido nunca. De hecho, es divertido, considerado y un perfecto caballero: Ha reservado suites separadas.

Ness: Bueno, pues que te diviertas.

Le resultaba difícil digerir las noticias.

Jessie: Lo haré. ¿Sabes una cosa, cielo? Si guardaras todas estas cosas en el armario y en la cómoda podrías encontrarlas cuando… ¡Oh, Dios mío! -exclamó, al ver el collar que Zac le había regalado a Vanessa-. ¿Dónde has conseguido esto?

Ness: Es un regalo -sonrió al ver que su madre se colocaba delante del espejo con el collar alrededor del cuello-. Es muy bonito ¿verdad?

Jessie: Es mucho más que eso. Creo que no deberías dejarlo tan a la vista.

Ness: Tengo la caja por alguna parte. Creo que me lo pondré esta noche.

Jessie: Si fuera mío, nunca me lo quitaría. ¿Y es un regalo? ¿De quién?

Ness: De un amigo.

Jessie: Venga ya, Vanessa…

Ness: Está bien. Zac me lo compró cuando estuvo a San Diego.

Jessie: Vaya, vaya… ¿Sabes una cosa, tesoro? Este es el tipo de regalo que un hombre le da a su esposa. O a su amante.

Al escuchar aquellas palabras, Vanessa se sonrojó. Trató de disimular cepillándose el cabello.

Ness: Solo es un detalle de un compañero de trabajo y de un amigo.

Jessie: Los compañeros de trabajo no regalan collares de diamantes.

Ness: No seas tonta. No son de verdad.

Jessie: No puedo creer que, mi única hija, tenga una carencia tan grande en su educación. No me lo puedo creer.

Ness: Venga ya mamá. Los diamantes son blancos y estas piedras no los son. Además, resulta ridículo pensar que él me compraría diamantes. Es un precioso collar con hermosas piedras de colores.

Jessie: Vanessa, eres una ingeniero muy buena, pero a veces me preocupas -se sacó la polvera del bolso y la abrió-. Cristal -la informó, mostrándole el espejo-. Diamantes.

Frotó el collar contra el espejo y se lo mostró a Vanessa.

Ness: Está rayado…

Jessie: Por supuesto que está rayado. Eso es lo que hacen los diamantes. Lo que tienes en este collar son unos cinco quilates. No todos los diamantes son blancos, ¿sabes?

Ness: Dios mío… Son de verdad -murmuró-. Yo creía que solo era un bonito collar.

Jessie: Lo que yo creo es que es mejor que termines de arreglarte para que puedas ir a darle las gracias como merece -le aconsejó tras darle un beso en la mejilla-.


Zac estaba muy nervioso. No solía fijarse mucho en el tiempo, pero, había mirado el reloj una y otra vez en los últimos minutos. Eran más de las ocho. Según sus cálculos, Vanessa ya debería haber llegado. ¿Dónde estaba?

Se sentó en una silla y encendió un cigarrillo. Tal vez aquel era el comportamiento normal de un hombre enamorado. Recordó lo hermosa que estaba cuando dormía. Tan suave, tan vulnerable…

Hasta el caos de su apartamento le parecía encantador. Le gustaba el modo en el que caminaba, en el que se sentaba… Decidió que estaba completamente loco por ella. Por eso, cuando Vanessa llamó a la puerta, se levantó y la abrió en menos de tres segundos.

Zac: Ha merecido la pena -dijo, en el momento en el que la vio-.

Ness: ¿El qué?

Zac: La espera -la tomó del brazo y la hizo entrar en la suite. Antes de que pudiera bajar la cabeza para darle un beso, vio su mirada-. ¿Ocurre algo?

Ness: No estoy segura. ¡Qué bonito! -añadió, al ver la mesa perfectamente decorada-.

Zac: Podemos pedir cuando quieras -le quitó el bolso de las manos y lo dejó a un lado-. ¿Cuál es el problema, morenita?

Ness: Mira, yo no sé mucho de estas cosas y en su momento no me di cuenta de lo que era. Ahora que lo sé, desconozco cómo he de tomármelo. Se trata de eso -afirmó, mostrándole el collar que llevaba alrededor de la garganta-.

Zac: ¿El collar? Pensé que te gustaba.

Ness: Claro que sí. Es precioso, pero pensé que era bisutería. De cristal o de esas piedras artificiales. Mi madre ha venido a verme esta tarde. Se marcha a Las Vegas con el señor Barlow.

Zac: ¿Y ese es el problema?

No lograba entender de qué estaba hablando.

Ness: No. Mi madre me dijo que este collar es de diamantes.

Zac: Eso fue lo que me dijo el joyero. ¿Y qué?

Ness: ¿Cómo que y qué? Zac, no me puedes regalar un collar de diamantes.

Zac: Está bien. Dame un minuto -tomó asiento y recordó la alegría con la que había recibido el regalo. Lo hizo sonreír, sobre todo al darse cuenta de que ella había creído que solo era bisutería-. Eres una mujer muy interesante, Hudgens. Te pusiste muy contenta cuando creíste que lo había comprado en una tienda de baratijas.

Ness: No pensé eso, pero… Yo nunca he tenido diamantes -comentó, como si eso lo explicara todo-.

Zac: Me gusta ser el primero que te los ha regalado. ¿Tienes hambre?

Ness: Zac, no me estás escuchando.

Zac: No he hecho más que escucharte desde que has entrado. Preferiría mordisquearte el cuello, pero me he estado conteniendo.

Ness: Estoy tratando de decirte que no sé si está bien que me lo quede.

Zac: Muy bien. Lo devolveré…

Ness: Pero yo quiero quedármelo… Sé que debería devolvértelo e iba a hacerlo, pero quiero quedármelo. No deberías haberme puesto en una situación como esta, Zac.

Zac: Tienes razón, morenita. Solo un estúpido compraría un collar como ese y esperaría que una mujer se pusiera muy contenta.

Ness: Eso no es lo que quería decir y lo sabes… Me estás haciendo parecer una estúpida.

Zac: No te preocupes. No me ha costado ningún trabajo.

Ness: No seas tan arrogante -comentó ahogando una sonrisa-. Aún tengo el collar.

Zac: En eso tienes razón.

Ness: Es tan hermoso -susurró, reconociendo la derrota-.

Se acercó a Zac y le rodeó el cuello con los brazos.

Zac: Lo siento -bromeó-. La próxima vez te compraré algo barato y feo.

Ness: Supongo que también debería darte las gracias por los neumáticos.

Zac: Creo que si -susurró-.

Le colocó las manos sobre las caderas y empezó a acariciárselas.

Ness: Mi madre me dijo que eran un regalo muy romántico.

Zac: Me cae muy bien tu madre -musitó-.

Sin dejar de acariciarla, empezó a trazarle la forma de los labios con la lengua.

Ness: Zac.

Zac: ¿Hmmm?

Ness: No me compres más regalos, ¿de acuerdo? Me ponen nerviosa.

Zac: No hay ningún problema. Dejaré que tú pagues la cena.

Ness: ¿De verdad tienes hambre?

Le había estado peinando el cabello con los dedos mientras lo observaba con los ojos entornados.

Zac: Depende…

Ness: En ese caso, ya comeremos más tarde -sugirió antes de apretarse contra él-.




Pobre Vanessa. Yo también me lo hubiera creído si me dice que el collar le costó un par de dólares 😆


1 comentarios:

Lu dijo...

Me encantoooo!!
Este capi y el anterior me re gustaron, por suerte por ahora todo va bien y espero que siga asi.


Sube pronto :)

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