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sábado, 4 de abril de 2020

Capítulo 4


Trabajo. Vanessa decidió que, desde ese momento y hasta que terminara el proyecto, mantendría con Zac una relación estrictamente profesional. De ingeniero a arquitecto. Hablarían de detalles de su trabajo. Con un poco de suerte, no hablarían de nada en absoluto.

Lo que había ocurrido en la terraza de la suite se había debido a un ataque temporal de locura heredada. Estaba claro que se parecía a su madre mucho más de lo que había querido admitir. Un hombre atractivo, un poquito de polvo de estrellas y ¡bum! Estaba lista para hacer el ridículo.

Tomó la carpeta que le entregó el capataz, examinó los papeles y los firmó. Había llegado hasta ese momento de su vida sin permitir que, las debilidades congénitas, se la arruinaran. Tenía la intención de seguir así. Tal vez había heredado aquel pequeño defecto de su madre, pero, al contrario que la dulce y eternamente optimista Jessie, no tenía intención de dejarse llevar por el romanticismo para acabar de bruces contra el suelo. Aquel momento de debilidad había pasado y todo había vuelto a la normalidad.

Se pasó la mañana entre el balneario y el edificio principal, con una breve visita al lugar en el que se estaban llevando a cabo los trabajos de excavación de las cabañas. Los trabajos en las tres secciones del proyecto avanzaban de acuerdo con los plazos. Además, tuvo una conversación telefónica con el ingeniero mecánico de Thornway, tras la cual Vanessa decidió ir a las oficinas de la empresa para examinar los prototipos del ascensor y del techo mecanizado que se iba a colocar sobre la piscina. Disfrutaba tanto con aquellos aspectos de su trabajo como lo hacía con la elaboración de planos.

Ninguna de las personas con las que trató aquel día habrían podido adivinar los pensamientos que la distraían y la atenazaban bajo su competente comportamiento exterior. El que buscara constantemente a Zac con la mirada, era porque no quería que la sorprendiera totalmente desprevenida. A mediodía, creyó que no aparecería, y enmascaró la desilusión en forma de alivio.

Pasó la hora del almuerzo en el tráiler con una botella de zumo de naranja bien frío, una bolsa de patatas fritas y los planos. Desde la conversación que había tenido con el ingeniero mecánico, había decidido que había algunos problemas para calcular la dinámica del tejado que Zac quería sobre la piscina. Si no fuera por la cascada que él había insistido en que cayera desde la pared hasta uno de los rincones de la piscina… Vanessa sacudió la cabeza. Era un maniático de las cascadas. Bueno, básicamente, era un maniático. Y eso la ayudó pensar que era un arquitecto con delirios de grandeza en vez de un hombre que podía arrebatarle el sentido común a una mujer con un beso.

Decidió que iba a darle su tejado de cristal, sus cascadas, sus espirales y sus cúpulas. Iba a utilizar aquel diseño alocado para lanzar su propia carrera.

Como casi nunca estaba satisfecha, realizó un boceto de algunos de los detalles y llevó a cabo unos nuevos cálculos. Se recordó que su trabajo no consistía en aprobar lo que realizaba, sino realizar lo que aparecía en los planos.

Cuando la puerta se abrió, no se molestó en levantar la mirada.

Ness: Cierra la puerta rápidamente, ¿quieres? Vas a dejar que entre el calor.

Zac: Sí, señora.

Aquella voz hizo que Vanessa levantara la cabeza inmediatamente. Vio cómo Zac entraba por la puerta del tráiler.

Ness: No creí que te veríamos hoy por aquí.

Él simplemente sonrió y se hizo a un lado para dejar paso a Tim Thornway y William Walton Barlow. Al verlos, Vanessa se puso inmediatamente de pie.

Tim: Vanessa… W. W. supongo que recordarás a la señorita Hudgens, nuestra ingeniero de estructuras.

Will: Por supuesto, por supuesto -respondió el interpelado, un hombre de baja estatura, cabello blanco y ojos astutos. Rápidamente extendió la mano-. Un Barlow nunca olvida un rostro hermoso.

Ness: Me alegro de volver a verlo, señor Barlow -repuso sin hacer ningún gesto-.

Tim: W. W. creyó que había llegado el momento de que viniera a echar un vistazo a la obra. Por supuesto, no queremos interrumpir…

Will: Yo no sé mucho sobre cómo se levantan mis empresas -comentó Barlow-, aunque sí sé cómo dirigirlas. Sin embargo, me gusta lo que he visto. Me gustan las curvas y los arcos. Muy elegante. Barlow y Barlow se inclina siempre por las operaciones con clase.

Vanessa no prestó ninguna atención a la sonrisa que Zac tenía en los labios y rodeó la mesa.

Ness: Ha escogido un día muy caluroso para venir de visita, señor Barlow. ¿Le apetece tomar algo frío? ¿Un té? ¿Un zumo?

Will: Tomaré una cerveza. Nada ayuda mejor a tragar el polvo que una cerveza bien fría.

Zac abrió la pequeña nevera y sacó unas botellas.

Zac: Estábamos a punto de mostrarle a W. W. los progresos del balneario.

Ness: ¿Sí? -sacudió la cabeza cuando se le ofreció una cerveza, aunque estuvo a punto de esbozar una sonrisa cuando vio que Tim aceptaba torpemente una botella-. Vienen en buen momento. Acabo de calcular los detalles finales del tejado de la piscina. Creo que Lafferty y yo hemos solucionado la mayoría de los problemas estaba mañana por teléfono.

Barlow miró los planos y los papeles cubiertos de cifras y de cálculos.

Will: Eso os lo dejaré a vosotros. Los únicos números que se me dan bien son los de mi talonario de cheques. Sin embargo, me alegra ver que sabe lo que tiene que hacer, señorita Hudgens -dijo Barlow, tras dar un trago de la cerveza-. Thornway siempre dijo que usted tenía la cabeza sobre los hombros. Unos hombros muy bonitos, por cierto -añadió, guiñándole un ojo-.

En vez de enfurecerla, aquel gesto la hizo sonreír. Aquel hombre tenía la edad suficiente para ser su abuelo y, por muy multimillonario que fuera, tenía un cierto encanto.

Ness: Gracias. Él también habló siempre muy bien de usted.

Will: Lo echo de menos. Bueno, empecemos con nuestra visita, Tim. No hay que desperdiciar el tiempo.

Tim: Por supuesto -dejó a un lado inmediatamente la cerveza que ni siquiera había tocado-. Esta noche voy a dar una pequeña cena en honor del señor Barlow, Vanessa. A las siete. Tú acompañarás al señor Efron.

Dado que no era una pregunta, Vanessa abrió la boca con la intención de presentar una excusa. Antes de que pudiera hacerlo, Zac tomó la palabra.

Zac: Yo iré a recoger a la señorita Hudgens. ¿Por qué no os dirigís al balneario? Estaremos enseguida con vosotros.

Will: ¿Por qué no te aflojas esa maldita corbata, Tim? -le preguntó Barlow, mientras salían del tráiler-. Te podría estrangular con este calor.

Zac cerró la puerta y se apoyó contra ella.

Zac: Efectivamente, son unos hombros muy bonitos. Por lo que he podido ver.

Ness: No es necesario que vayas a recogerme esta noche.

Zac: No -la estudió atentamente, sin saber si aquel rechazo lo divertía o lo enojaba. No había dormido bien y sabía que la culpa recaía precisamente sobre aquellos bonitos hombros, que, en aquellos momentos, estaban preparados para atacar-. Sin embargo, lo haré.

Vanessa se dijo que se lo permitía solo por motivos de trabajo y que como tal debía pensar en ello.

Ness: Muy bien. Necesitarás mi dirección.

Zac: Bueno, creo que podré encontrarte, morenita -afirmó con una sonrisa-. Igual que tú me encontraste a mí.

Dado que él había sacado el tema, Vanessa decidió que lo mejor sería enfrentarse a lo ocurrido la noche anterior.

Ness: Me alegro de que tengamos un minuto a solas. Así podremos aclarar las cosas.

Zac: ¿Qué cosas? -preguntó alejándose de la puerta para acercarse a ella-. En la granja teníamos una mula que también era algo asustadiza.

Ness: Yo no soy asustadiza. Simplemente creo que tienes la impresión equivocada.

Zac: Tengo la impresión correcta -extendió la mano para juguetear con la punta de la trenza de Vanessa-. Sé perfectamente lo que siente tu cuerpo cuando está contra el mío. Es una impresión muy normal y agradable.

Ness: Todo fue un error.

Zac: ¿El qué?

Ness: Lo de anoche -decidió que iba a comportarse de un modo tranquilo y razonable-. Nunca debería haber ocurrido.

Zac: ¿De verdad crees eso?

Ness: Supongo que nos dejamos llevar por el momento. Lo mejor que podemos hacer es olvidarlo y seguir con nuestras vidas.

Zac: Muy bien. -Vanessa vio la sonrisa de Zac, pero no se dio cuenta de lo fría que era-. Nos olvidaremos de lo ocurrido anoche.

Contenta por la facilidad con la que se había solucionado el problema, Vanessa sonrió también.

Ness: Muy bien, en ese caso, ¿por qué no…?

Se interrumpió cuando notó que él la estrechaba contra su cuerpo y le cubría la boca con la suya. Notó que el cuerpo se le tensaba. De sorpresa. De furia. Aquello era lo que deseaba creer. En aquel beso no había nada de la suave y sensual exploración de la noche anterior. Aquel beso era osado y brillante como el sol que relucía al otro lado de las ventanas. Igual de tórrido. Trató de liberarse de él, pero no pudo hacerlo. Los músculos de Zac parecían de acero. Se encontró presa de un abrazo que amenazaba casi tanto como prometía.

A Zac no le importaba. Ella podía hablar todo lo que quisiera con aquella voz tan razonable sobre los errores. Había cometido muchos errores antes. Tal vez Vanessa fuera el mayor de ellos, pero no iba a echarse atrás. Recordó lo que había sentido al tenerla entre sus brazos la noche anterior y comprendió que nunca había sentido nada parecido por otra mujer. No iba a consentir que todo aquello cayera en el olvido.

Ness: Basta -consiguió decir antes de que él volviera a besarla-.

Se estaba ahogando y sabía que nada podría salvarla. Ahogándose contra los labios de Zac, en sensaciones, en anhelos, en deseos. ¿Por qué se aferraba a él cuando sabía que todo aquello era una locura? ¿Por qué respondía a aquel beso cuando sabía que solo podía conducir al desastre?

A pesar de todo, tenía rodeado el cuerpo de Zac con los brazos, los labios separados y su corazón latía al ritmo del de él. Aquello era mucho más que una tentación, mucho más que una rendición. Lo que sentía en aquellos momentos no era la necesidad de dar, sino la de tomar.

Cuando se separaron, ella respiró profundamente y colocó una mano sobre la mesa para recuperar el equilibrio. En aquel momento comprendió que se había equivocado. En los ojos de Zac había ira, furia y determinación, además de un deseo que parecía pegarla al suelo. Sin embargo, cuando él habló, lo hizo con voz suave.

Zac: Parece que vamos a tener otro punto de referencia, morenita -se dirigió hacia la puerta-. Hasta las siete.


Aquella tarde Vanessa pensó, al menos una docena de ocasiones, en una buena excusa y comenzó a marcar el número del hotel de Zac. Pero en cada una de ellas la detuvo saber que, si realizaba aquella llamada, estaría reconociendo, no solo la relación entre ellos, sino su cobardía, que ella reconocía, pero que consentiría que él viera.

Mientras revolvía en el armario, recordó que tenía que hacerlo. En realidad, aquella cena no era más que una reunión de negocios en la que todos llevarían un traje de noche y tomarían canapés en el elegante jardín de Tim. Era necesario demostrar a Barlow que su arquitecto y su ingeniero eran capaces de pasar una velada juntos.

Tenía que poder soportarlo. Dejando a un lado la atracción sexual, Zac Efron era su socio en aquel proyecto. Si no podía estar a su lado, ni controlar lo que él le hacía sentir, no podría ocuparse de su trabajo. Ningún arrogante arquitecto de la costa este iba a hace que admitiera que no podía enfrentarse a lo que la vida pudiera depararle.

Mientras se decidía entre dos vestidos, pensó con cierta satisfacción que, cuando estuvieran allí, habría tanta gente que no tendría que hablar con él. Seguramente Zac y ella solo intercambiarían unas pocas palabras.

Cuando él llamó a su puerta, consultó el reloj y lanzó una maldición. Había malgastado tanto tiempo hablando sola que ya era la hora y no se había vestido. Se ajustó el cinturón de la bata y salió del dormitorio para abrir la puerta.

Zac observó atentamente la bata de algodón y sonrió.

Zac: Bonito vestido.

Ness: Voy algo retrasada -musitó-. Ve tú sin mí.

Zac: Esperaré.

Sin esperar su invitación, entró en el salón e inspeccionó el apartamento. Vanessa tal vez fuera una mujer que tenía que ocuparse de datos y cifras muy precisos, pero vivía en el caos. Había cojines amontonados sobre el sofá, revistas apiladas sobre una silla… y todo tenía una espesa capa de polvo, menos una colección de cristales que colgaban al lado de la ventana y que capturaban los últimos rayos del sol.

Ness: No tardaré mucho. Si quieres algo de beber, la cocina está por ahí.

Entró en su dormitorio y echó el pestillo de la puerta. Estaba tan guapo… No era justo que tuviera un aspecto tan sexy, tan seguro de sí mismo, tan perfecto… Se pasó las manos por el cabello que tenía que peinarse. Ya era lo suficientemente malo que él tuviera tan buen aspecto con la ropa de trabajo, pero que estuviera aún mejor con una chaqueta de color crema que resaltaba su cabello rubio y su bronceada piel… No era justo. Ni siquiera vestido formalmente para una cena perdía su masculino atractivo.

¿Cómo iba ella poder deshacerse de aquella atracción cuando, cada vez que lo veía, estaba mucho más guapo?

Se enfrentó de nuevo a su armario. Decidió que iba a luchar contra la atracción que sentía por él. Eso significaba que, si iba a jugar con fuego, tendría que vestirse para la ocasión.


Zac encontró la cocina tan desordenada como el salón. Estaba claro que no se pasaba mucho tiempo cocinando y parecía demostrarlo el que tuviera una lata de galletas y otra llena de bolsas de té sobre la placa vitrocerámica.

Encontró una botella de vino en el frigorífico, junto con un tarro de mantequilla de cacahuete y un huevo solitario. Después de rebuscar en los armarios, localizó dos copas completamente diferentes y una novela de terror.

Se tomó un sorbo del vino y sacudió la cabeza. Esperaba tener la oportunidad de enseñarle algo sobre los mejores caldos. Llevó las dos copas al salón escuchando atentamente los sonidos que provenían del dormitorio. Aparentemente, Vanessa estaba buscando algo y estaba abriendo todos los cajones para encontrarlo. Mientras tomaba un poco de vino, estudió sus fotografías.

Había algunas suyas, una muy formal en la que parecía sentirse muy incómoda con un traje de organza de color rosa. En otra estaba con una rubia muy atractiva. Dado que la rubia tenía los mismos ojos que ella, Zac se preguntó si sería una hermana mayor. Había más de la rubia, una con lo que podría haber sido un traje de novia, y otra de Vanessa con casco. Había fotografías de varios hombres, pero el único al que Zac reconoció fue a Thornway padre. Se preguntó si alguno de los hombres sería su padre. Entonces, se dio la vuelta. Los ruidos procedentes del dormitorio habían cesado.

Zac: Me he servido una copa de vino -gritó-. ¿Quieres la tuya?

Ness: No… Sí, maldita sea.

Zac: Deduciré que es que sí.

Se acercó a la puerta y la abrió.

Había algo muy especial en una mujer alta y esbelta con un vestido negro. Algo que hacía que la boca de un hombre se hiciera agua. El vestido tenía un profundo escote y un adorno plateado que se repetía de nuevo sobre el bajo, justo donde la falda le rozaba las rodillas. Las piernas iban cubiertas con unas medias ahumadas y transparentes. Sin embargo, lo que estaba dándole problemas a Vanessa era la espalda. Le estaba costando abrocharse los corchetes que le llegaban hasta la cintura.

Ness: Se ha atascado algo.

«Mi corazón», pensó Zac. Si ella lo atraía con un casco y una camiseta sudada, ¿cómo no iba a hacerlo en aquellos instantes?

Zac: Permíteme.

Pasó por encima de unas pesadas botas de trabajo y unas sandalias negras que no eran más que unas pocas tiras de cuero.

Ness: Estas cosas están diseñadas para que una tenga que pelearse con ellas al quitárselas y al ponérselas.

Zac: Sí -le entregó a ella las dos copas y trató de no pensar en el hecho de que sería más interesante ayudarla a quitarse aquel vestido negro que a ponérselo-. Tienes los corchetes torcidos.

Ness: Eso ya lo sé -replicó con impaciencia-. ¿Lo puedes solucionar?

Zac levantó la mirada. Las miradas de ambos se cruzaron en el espejo que había sobre la cómoda. Por primera vez desde que la conoció, vio que Vanessa se había aplicado lápiz de labios. Tenía la boca húmeda, madura, sugerente…

Zac: Probablemente. ¿Qué te has puesto?

Ness: Creo que resulta evidente. Un vestido negro con corchetes defectuosos.

Zac: Me refería al perfume.

Ness: No lo sé -dijo, mientras él se concentraba en los corchetes de la cintura-. Me lo compró mi madre.

Zac: Voy a tener que conocer a tu madre.

Ness: ¿Has terminado ya?

Zac: No -le rozó la espalda con las yemas de los dedos y tuvo el placer de ver la reacción que se producía en ella a través del espejo-. Eres muy sensible, Vanessa.

Ness: Es muy tarde.

Se dio la vuelta rápidamente.

Zac: En ese caso, creo que un par de minutos más no tendrán importancia alguna -susurró. Deslizó las manos sobre la cintura de ella. Para defenderse le colocó las dos copas contra el pecho. Él las tomó pacientemente y las colocó sobre la cómoda que ella tenía a sus espaldas-. Tienes un pésimo gusto para el vino.

Ness: Sé la diferencia que hay entre el tinto y el blanco.

Levantó las manos hasta colocarlas encima de los hombros de Zac al notar que él volvía a rodearle la cintura con las suyas.

Zac: Eso es como decir que tú eres una mujer y yo un hombre. Hay mucho más que eso -musitó. Inclinó la cabeza y empezó a mordisquearle suavemente los labios-. Mucho más…

Ness: Zac, no estoy preparada para esto…

Zac: ¿Para qué?

Ness: Para lo que está ocurriendo. Para ti y para lo que siento.

Zac le miró atentamente el rostro. Vanessa le había dado vía libre. Los dos lo sabían. En vez de presionarla, le dio más espacio.

Zac: ¿Cuánto tiempo necesitas?

Ness: No sé cómo responder a esa pregunta. No haces más que arrinconarme.

Zac: Es cierto -se apartó de ella y esperó a que se pusiera las sandalias-. Vanessa… -Cuando ella lo miró, le tomó la mano-. Esto no es el final. Me da la sensación de que esto va a llegar muy lejos.

Ella estaba completamente segura de que tenía razón. Eso era precisamente lo que le preocupaba.

Ness: Tengo la costumbre de querer saber cómo va a terminar una cosa antes de empezarla, Zac. Contigo, no veo un final muy claro, así que no estoy segura de querer comenzar nada…

Zac: Morenita -dijo tras llevarse la mano de Vanessa a los labios-. Ya lo has hecho.


Cuando llegaron a la mansión Thornway, la fiesta estaba en todo su esplendor. El bufé estaba a rebosar de comida mexicana y el vino y las margaritas fluían entre los invitados. Más allá del enorme rancho que Tim había construido para su esposa, había unos maravillosos jardines que rodeaban la piscina.

Los invitados estaban repartidos por el césped y la terraza de la casa. Lo mejor de la sociedad de Phoenix estaba presente en aquella fiesta. Vanessa había decidido encontrar inmediatamente un rincón tranquilo. Le gustaba construir edificios para los miembros de la clase dirigente, pero no sabía cómo socializar con ellos.

Zac: Un Chablis -explicó mientras le entregaba a Vanessa una copa-. Es de California. Buen color, aroma penetrante y mucho cuerpo.

Ness: Es blanco -comentó encogiéndose de hombros-.

Zac: Y tu vestido es negro, pero eso no hace que parezcas una monja.

Ness: El vino es vino -afirmó, aunque su paladar le decía algo muy diferente-.

Zac: Cielo -susurró mientras le acariciaba suavemente la garganta con un dedo-, tienes mucho que aprender.

**: Aquí estás -dijo una voz femenina-.

Marci Thornway, la esposa de Tim, se acercó a ellos. Iba elegantemente vestida con un vestido blanco y llevaba un collar que relucía a la luz de la luna. Saludó afectuosamente a Vanessa y levantó los ojos para mirar a Zac.

Marci: Creo que ya entiendo por qué has llegado tarde.

Ness: Marci Thornway, Zac Efron.

Marci: El arquitecto -dedujo. Entonces, entrelazó un posesivo brazo con el de él-. Tim me ha hablado mucho de ti… aunque no mencionó que eras tan atractivo-añadió, entre risas-. Sin embargo, creo que hay que perdonar a los esposos por no hablarles a sus esposas de los hombres atractivos.

Zac: O a los hombres sobre sus hermosas esposas.

Vanessa hizo un gesto de incredulidad a espaldas de Marci y comenzó a tomarse una enchilada de queso.

Marci: Eres de Florida, ¿verdad? -Con un pequeño suspiro, empezó a llevarse a Zac-. Yo crecí en Georgia, en una pequeña ciudad muy cerca de Atlanta. Algunas veces, lo echo mucho de menos.

Ness: Una mujercita del sur -musitó, que chocó directamente con el señor Barlow-. ¡Oh! Le ruego que me perdone, señor Barlow.

Will: Llámame W. W. Creo que deberías ponerte más comida en el plato, muchacha. Toma, prueba estas tortillas. No te olvides del guacamole.

Vanessa observó atónita la cantidad de comida que el anciano le había puesto en el plato.

Ness: Gracias.

Will: ¿Por qué no te sientas a mi lado y haces compañía a un viejo?

Vanessa no estaba segura de lo que esperaba de aquella velada, pero desde luego no el disfrutar de la compañía de uno de los hombres más ricos del país. Tal y como se había temido, no trató de seducirla, pero flirteó con ella como si fuera un viejo amigo de la familia.

Se sentaron en un banco al lado de la piscina y hablaron sobre el amor que ambos sentían por el cine. Aquel era el único vicio que se permitía, el único entretenimiento que no consideraba una pérdida de tiempo.

De vez en cuando su atención se desviaba, y no era porque Barlow le resultara aburrido, sino para buscar a Zac. Casi siempre en compañía de Marci Thornway.

Will: Soy un egoísta -comentó Barlow-. Debería dejar que te fueras con los más jóvenes.

Ness: No, no -repuso sintiéndose algo culpable-. Me gusta hablar contigo. A decir verdad, W. W, no me gustan mucho las fiestas.

Will: Una mujer tan hermosa como tú necesita un hombre que la mime constantemente.

Ness: No me gusta que me mimen -afirmó-.

Entonces, vio que Zac encendía el cigarrillo de Marci. Barlow era muy astuto. Rápidamente, siguió la dirección de la mirada de Vanessa.

Will: Es una mujer muy hermosa -observó-. Como el cristal soplado, caro y fácil de mirar. Tim debe de estar muy ocupado con ella.

Ness: Está completamente entregado a ella.

Will: Pues esta noche la ha pasado en compañía del arquitecto.

Ness: Bueno, los dos son del este -comentó con una sonrisa-. Estoy segura de que tienen muchas cosas en común.

Will: Mmm… -musitó Barlow. Entonces, se puso de pie-. Me gustaría estirar las piernas. ¿Quieres que demos un paseo por el jardín?

Ness: Muy bien.

Se levantó, tomó el brazo de Barlow y comenzó a pasear con él.


¿A qué estaba jugando? Zac vio que Vanessa desaparecía con Barlow. Aquel hombre era suficientemente mayor como para ser su padre. Se había pasado toda la noche hablando con el anciano mientras él trataba de deshacerse de Marci Thornway.

Zac reconocía cuándo una mujer iba a la caza y, Marci le estaba enviando unas señales que a él no le interesaba recibir. Aunque no se hubiera fijado en Vanessa, no se habría sentido atraído por una mujer como Marci. Casada o no, era un problema.

No creía que Vanessa fuera la clase de mujer interesada por un anciano, sonreír y flirtear con él para ver lo que podría conseguir. No había ninguna duda de que Barlow estaba interesado en ella ni de que Vanessa se había perdido entre las rosas con una de las fortunas mayores de Estados Unidos.

Encendió un cigarrillo y entornó los ojos cuando el humo se le metió en ellos.

Tampoco había duda alguna de que Vanessa lo deseaba a él. Tal vez no había sido ella la que había iniciado el beso, pero su respuesta no había dejado lugar a ninguna duda. Nadie fingía cuando besaba de aquel modo.

No obstante, fue ella quien lo interrumpió. Cada vez, Zac había pensado que lo hacía por cautela, tal vez incluso por miedo al notar el vínculo tan fuerte que se había forjado entre ellos. Quizá él también era un idiota y ella lo había rechazado porque deseaba pescar un pez mayor.

Casi tan pronto como apareció aquel pensamiento, lo apartó. Era injusto. Pensaba así porque se sentía frustrado, ya que deseaba a Vanessa más de lo que había deseado a nadie y, lo más importante, porque no sabía qué hacer al respecto.

Zac: Perdona -le dijo a Marci, interrumpiéndola en mitad de la frase-.

Le dedicó una rápida sonrisa y se dirigió hacia el jardín.

Oyó la risa de Vanessa y la vio. Estaba debajo del rayo de luz de uno de los farolillos de colores que había colgados por todo el jardín. Estaba sonriendo y retorciendo una flor roja entre los dedos.

Will: No hay mucha carne -le decía Barlow, sonriendo también-. Lo que hay es mucha variedad.

Vanessa volvió a reír y le colocó a Barlow la flor en la solapa.

Zac: Perdón.

Tanto Barlow como Vanessa se volvieron al escuchar el sonido de su voz. A Zac le pareció que lo hacían con cierto sentimiento de culpa.

Will: Bien, Efron, ¿te diviertes? -le preguntó Barlow, tras darle una fuerte palmada en el hombro-. Te aseguro que uno se divierte más cuando da un paseo a la luz de la luna con una mujer tan hermosa como Vanessa. Los jóvenes no se toman suficiente tiempo para el romance hoy en día. Voy a ver si puedo encontrar una cerveza.

Para ser un hombre bastante corpulento, Barlow se movía con rapidez. Muy pronto, Vanessa se encontró a solas con Zac.

Ness: Debería ir a charlar con el resto de los invitados.

Rápidamente, Zac le cortó el paso.

Zac: No has sentido la necesidad de hacerlo en toda la velada.

Ness: He estado disfrutando de la compañía de W. W. Es un hombre muy agradable.

Zac: Ya lo he notado. Hay que ser una mujer muy especial para poder saltar de un hombre a otro sin problemas. Felicidades.

La sonrisa de Vanessa se transformó en confusión.

Zac: Tal vez tenga más de sesenta años, pero supongo que dos mil o tres mil millones hacen que los años desaparezcan, ¿no?

Ness: Creo que deberías entrar y volver a salir otra vez. Creo que así podría entender de qué estás hablando.

Zac: Me parece que he hablado lo suficientemente claro. Barlow es un hombre muy rico y lleva viudo más de diez años. Evidentemente, sigue apreciando la compañía de una mujer joven y atractiva.

Vanessa estuvo a punto de echarse a reír, pero entonces vio el desdén que se reflejaba en los ojos de Zac. Comprendió que hablaba en serio. Se sintió insultada.

Ness: Se podría decir que, efectivamente, sabe cómo tratar a una mujer. Ahora, si me perdonas…

Zac la agarró por el brazo antes de que pudiera marcharse.

Zac: No encuentro ninguna excusa para ti, morenita, pero eso no impide que siga deseándote -le hizo darse la vuelta hasta que estuvieron cara a cara-. No puedo decir que me importe, pero ahí está. Te deseo y, pase lo que pase en esa calculadora cabecita tuya, pienso tenerte.

Ness: Vete al infierno, Efron -le espetó. Tiró del brazo y se soltó de él-. No me importa lo que desees ni lo que pienses de mí, pero, como siento demasiado aprecio por el señor Barlow como para dejar que sigas pensando que es un estúpido senil, te voy a decir una cosa. Esta noche hemos estado charlando, del modo en el que lo hace la gente en las reuniones sociales. Descubrimos que nos llevamos muy bien. Yo no iba detrás de él ni él detrás de mí.

Zac: ¿Y qué me dices de esa frase que escuché cuando me acerqué a vosotros?

Ness: ¿Cómo dices? -Tras dudar un instante, se echó a reír-. Era una frase de una película, idiota. Una vieja película de Spencer Tracy y Katherine Hepburn. El señor Barlow y yo somos admiradores suyos. Además, si él hubiera andado detrás de mí, no es asunto tuyo. Si quiero flirtear con él, es mi problema. Si quiero tener una aventura con él, o con cualquier otro hombre, tú no tienes nada que decir al respecto. Tal vez prefiera esa clase de atención que la tuya.

Zac: Un momento…

Ness: Eres tú el que me vas a escuchar -lo interrumpió con los ojos llenos de ira-. No tengo intención de tolerar esta clase de insultos ni de ti ni de nadie. Mantente alejado de mí, Efron, si quieres que esa cara tuya siga de una sola pieza.

Vanessa se marchó, dejando a Zac completamente atónito.

Zac: Te lo merecías, Efron -suspiró mientras se frotaba la nuca-.

Sabía lo que era meterse en un agujero y estaba en uno muy profundo. También sabía que solo había un modo de salir de él.


3 comentarios:

Caromi dijo...

Efron, eres un idiota ¬¬
Como se te ocurre pensar eso??
A ver como sales de esta
Publica pronto please, quiero saber como sigue

Jyswuelkiz dijo...

Zac se pasó a ver cómo arreglas las cosas con vane

Lu dijo...

Cuando pensas que todo puede mejorar... llega Zac y lo empeora jaja.
Amo esta nove


Sube pronto :)

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