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sábado, 18 de abril de 2020

Capítulo 11


Vanessa y Zac se necesitaban el uno al otro desesperadamente. Posiblemente debido a la tensión y la incomodidad de ver la desesperación y la humillación de otros. Se metieron en la cama furiosos, sin hablar, solo buscando lo que podían darse el uno al otro y olvidar la ira y la desilusión.

Habían construido algo muy fuerte… o al menos eso creían, y se habían enterado de que había sido construido sobre mentiras y engaños. Se poseyeron con gran frenesí, posiblemente para asegurarse a sí mismos que lo que habían construido en la intimidad no era ninguna mentira.

Aquello era algo sincero y sólido. Ella lo comprendió cuando sintió la boca de Zac posesivamente sobre la suya, cuando sus lenguas se unieron, cuando sus cuerpos se acoplaron. Si él necesitaba olvidar lo que existía en el exterior de aquel dormitorio, solo por una noche, Vanessa lo comprendía perfectamente. Ella también lo necesitaba, por lo que se entregó a él en cuerpo y alma.

Zac quería reconfortarla. Había parecido tan desilusionada al escuchar la confesión de Tim… Con Vanessa todo era personal y él sabía que estaba aceptando parte de aquel fracaso como propio. No lo consentiría. Ya hablarían por la mañana, cuando los sentimientos no estuvieran tan en carne viva. Por el momento, le daría alivio con su pasión.

En aquellos momentos, ella lo tenía atrapado bajo la maraña de su cabello y su ágil cuerpo, recorriéndole el cuerpo con los labios, dándole placer y buscando el propio. Sentía cierta excitación al tomarse la libertad de explorar a placer al hombre que amaba. Tocarlo y hacerlo temblar. Saborearlo y oírlo suspirar.

La luz del pasillo estaba encendida, y veía, perfectamente, su silueta, sus firmes músculos, sus ojos… Estaban tan oscuros, tan pendientes de ella…

Notaba algo diferente en él, aunque era incapaz de comprenderlo. En un momento Zac se mostraba impaciente, casi brutal, en sus artes amatorias. En otro, la abrazaba y la besaba como si fuera muy frágil. No obstante, las pasiones se solapaban tan estrechamente con las emociones que Vanessa no podía ni necesitaba separar el deseo del amor.

Cuando la penetró, encontró ambas.

Cuando se despertó mucho más tarde, cuando se despertó turbada por algún ruido o un mal sueño, Vanessa extendió la mano y notó que él no estaba a su lado.

Ness: ¿Zac?

Zac: Estoy aquí.

Lo vio de pie al lado de la ventana. La punta del cigarrillo relucía en la oscuridad.

Ness: ¿Qué ocurre?

Zac: Nada. No puedo dormir.

Vanessa se incorporó en la cama y se apartó el cabello del rostro. La sábana se le deslizó por el cuerpo hasta la cintura.

Ness: Puedes regresar a la cama. No tenemos por qué dormir.

Zac se echó a reír y apagó el cigarrillo.

Zac: Nunca pensé encontrar a una mujer que me agotara.

Ness: ¿Se supone que eso es un cumplido? -preguntó tras arrojarle una almohada-.

Zac: Solo una observación -se acercó y se sentó en el borde de la cama-. Eres la mejor, morenita.

No estaba hablando sobre sexo, lo que ella entendió perfectamente.

Ness: Me alegro de que pienses así. Estás vestido -observó, cuando los ojos se le acostumbraron a la oscuridad-.

Zac: Iba a salir a dar una vuelta en coche. No sabía si despertarte o no.

Ness: ¿Adónde vas?

Zac: Tengo que verlo. Tal vez pueda sacármelo de la cabeza durante unas horas si lo hago.

Ness: Iré contigo.

Zac: No tienes que hacerlo. Es muy tarde… supongo.

Ness: Quiero hacerlo. ¿Te importa esperarme?

Zac: Claro que no -le tomó la mano y se la llevó a los labios-. Gracias.

El aire era fresco y claro. El cielo se veía como un plácido mar cuajado de estrellas. No había tráfico, tan solo una larga carretera rodeada primero de casas y tiendas y luego de kilómetros y kilómetros de desierto. Vanessa escuchó en la distancia el aullido de un coyote.

Ness: Nunca había conducido por aquí a estas horas de la noche -dijo tras apartar el rostro de la ventanilla bajada-. Está todo tan tranquilo… Le hace a una preguntarse…

Zac: ¿Preguntarse qué?

Ness: Que si ha estado tan tranquilo durante siglos, ¿no sería mejor que siguiera estándolo durante muchos más?

Zac: Se supone que los que trabajamos en este mundo debemos transformar la tierra que no se utiliza y usarla para algo. No obstante, hay lugares, a ambos lados del canal, que recorre la costa de Florida, en los que la vegetación es tan densa que no se ve más allá de media metro. Están llenos de vida. Aunque el canal los divide, debido a la contribución del hombre, algunas veces, hay que dejar las cosas tal y como están.

Ness: Me gustas mucho, Efron -dijo con una sonrisa-.

Zac: Gracias, Hudgens. Tú también me gustas. Cambiando de tema, recuerdo algo que dijiste acerca de que el proyecto Barlow iba a ser el último que realizaras para Thornway.

Ness: Sí. Llevaba pensándolo mucho tiempo. Después de que Tim se hiciera cargo de la empresa, decidí que había llegado el momento de pasar a la acción.

Zac: ¿Tienes otra oferta?

Ness: Oficialmente, no he presentado mi dimisión, pero no estoy buscando otra oferta. Voy a trabajar por libre, tal vez incluso monte mi propia empresa. Una pequeña. He estado ahorrando durante el tiempo suficiente como para poder superar los malos momentos.

Zac: ¿Quieres establecerte sola o simplemente cambiar de ambiente?

Ness: Creo que las dos cosas -admitió tras pensárselo durante un momento-. Le debo mucho a Thornway, a Thornway padre en realidad. Él me dio la oportunidad de demostrar mi valía. Durante el último año, las cosas han cambiado mucho. Nunca pensé que Tim se metería en algo como esto, a pesar de que no me gusta la forma que tiene de hacer negocios. Antes de mirar el proyecto en general, siempre miraba primero las hojas del libro de cuentas, la nómina en vez de a quienes estaban ganándose ese dinero. Nadie se mete en un negocio sin pensar en ganar dinero, por supuesto, pero cuando es lo único…

Zac: Cuando es lo único, se acaba en una situación como en la que estamos ahora.

Ness: Aún no puedo creérmelo. Pensaba que lo conocía, pero… ¿Cómo puede un hombre arriesgarlo todo por a una mujer?

Zac: Yo diría que la ama, aunque, evidentemente, más de lo que debería.

Ness: Tal vez ella también lo ame y todas las joyas, los coches y los cruceros no le importen tanto.

Zac: Claro que le importan. A una mujer como esa, siempre importan. Estoy seguro de que, cuando Marci Thornway se entere de todo esto, se marchará.

Ness: Eso es una crueldad. Sigue siendo su esposa.

Zac: ¿Te acuerdas de la noche de la fiesta? Entonces también era su esposa, pero me invitó a… Digamos que me invitó a pasar la tarde con ella.

Ness: Oh -susurró. Toda la simpatía que pudo haber sentido por Marci Thornway se desvaneció-. ¿La rechazaste?

Zac: No me resultó muy difícil. Además, tenía otras cosas en mente. En cualquier caso, no creo que debamos culpar de todo a Marci. Tim quería conseguir demasiado en muy poco tiempo, posiblemente porque está acostumbrado a tener demasiado desde el principio. Según parece, ha estado persiguiendo el éxito de la manera equivocada.

Ness: Mencionó que debía dinero a las personas equivocadas.

Zac: No sería el primer hombre de negocios que tiene vínculos con el crimen organizado, ni el primero qué lo pierde todo por esa relación… ¿Qué es eso?

Cuando se acercaron al desvío que llevaba a la obra, Zac vio otro coche. Este dudó un momento en el cruce, pero finalmente se echó a la derecha y siguió adelante.

Ness: No lo sé -contestó mirando las luces del otro vehículo-. Probablemente sean unos muchachos. Muchas veces, las obras terminan convirtiéndose en lugares de encuentro para los enamorados.

Zac: Tal vez, pero es algo tarde para que los adolescentes anden por aquí -dijo, al ver que en el horizonte aparecían las primeras luces del alba-.

Aparcó el coche al lado del tráiler. En silencio descendieron y observaron, entre las sombras del amanecer, el edificio principal, con su cúpula y sus espirales. Permanecieron allí unos minutos, con las manos entrelazadas observando lo que habían creado entre ambos.

Zac: Van a tener que demolerlo -murmuró-. Todo o gran parte de ello.

Ness: Eso no significa que no pueda volver a construirse. Podemos volver a levantarlo.

Zac: Tal vez -le rodeó los hombros con un brazo-, pero no va a ser fácil. Ni rápido.

Ness: No tiene por qué serlo -en aquel momento se dio cuenta, como no lo había hecho antes, lo mucho que Zac había puesto de sí mismo en aquel proyecto. No solo se trataba de paredes y vigas, sino de su imaginación y de su corazón. Se volvió hacia él y lo abrazó-. Supongo que ya va siendo hora de que te diga la verdad.

Zac: ¿Sobre qué?

Ness: Sobre este lugar. Tú tenías razón. Yo me equivoqué.

Zac la besó, tomándose su tiempo para hacerlo.

Zac: Eso no es nada nuevo, morenita.

Ness: Sigue así y no te diré lo que pienso de verdad.

Zac: Ni hablar. Tú siempre me dices lo que piensas, tanto si quiero escucharlo como si no.

Ness: Esta vez lo harás. Tal vez incluso tengas derecho a sentirte orgulloso.

Zac: No puedo esperar.

Ness: Creo que este edificio es maravilloso.

Zac: ¿Cómo dices? -preguntó muy sorprendido-. Debe de ser la falta de sueño, Hudgens. Estás algo mareada.

Ness: No estoy bromeando ni tampoco te digo esto para que te sientas mejor… ni peor. Te lo digo por qué ya iba siendo hora de que lo hiciera. Durante las últimas semanas he podido comprender lo que habías imaginado para este lugar, lo que querías decir y cómo querías decirlo. Es muy hermoso, Zac. Cuando esté acabado, y lo estará algún día, va a ser una obra de arte.

Zac la miró asombrado. En aquel momento, el sol empezó a asomarse por encima de las rocas.

Zac: Sé que se supone que debo sentirme muy halagado, pero no puedo conseguirlo.

Ness: Puedes sentirte muy orgulloso. Yo me siento muy orgullosa de todo esto y de ti.

Zac: Vanessa… Me dejas sin palabras -susurró-.

Suavemente, le acarició la mejilla con los nudillos.

Ness: Quiero que sepas que, cuando llegue el momento de reconstruirlo, me gustaría formar parte del equipo, aunque piense que debería haber algunos ajustes.

Zac se echó a reír y la estrechó entre sus brazos.

Zac: Cómo no.

Ness: Serían pequeños. Y razonables.

Zac: Por supuesto.

Ness: Ya hablaremos de ellos -prometió, tras morder la oreja de él-. Profesionalmente.

Zac: Estoy seguro de ello, pero te advierto que no voy a cambiar nada.

Ness: Zac…

Zac: No te he dicho que eres una de los mejores… los ingenieros, claro está.

Ness: Muchas gracias. Ahora ya me siento mucho mejor. ¿Y tú?

Zac: Sí, yo también me siento mejor. Gracias.

Ness: En ese caso, vamos a dar una vuelta. Para eso hemos venido aquí.

Agarrados del brazo, los dos se dirigieron hacia el edificio principal.

Zac: La investigación va a ser muy dura. Podría entorpecer tus planes de empezar tu propia empresa, al menos durante un tiempo.

Ness: Lo sé. He estado intentando no pensar en ello. Todavía no.

Zac: Tendrás a Barlow apoyándote. Al igual que a Powell y a Efron.

Vanessa sonrió cuando él abrió la puerta del edificio.

Ness: Te lo agradezco mucho. Por cierto, no me has dicho lo que te ha comentado Liam.

Zac: Me dijo que vendría en el primer avión.

Cuando atravesaban el umbral iban mirando a su alrededor. Había cubos vacíos por todas partes, algunos de ellos con maderos encima que los convertían en asientos improvisados. Los ascensores que tantos problemas les habían dado estaban ya instalados. Ya se adivinaban las formas curvadas de las escaleras y los marcos de las ventanas también estaban colocados. En vez del sonido estridente de las máquinas, solo había silencio a su alrededor.

Ness: Duele, ¿verdad?

Zac: Sí, pero pasará. Sin embargo, he de decir que no quiero estar presente cuando empiecen a desmantelarlo.

Ness: Yo tampoco -avanzó unos pasos y colocó el bolso sobre un caballete-. ¿Sabes una cosa, Efron? Siempre he querido venir a un lugar como este como cliente. Te propongo un trato, Efron. Cuando esté terminado y tus malditas cataratas estén funcionando, te invitaré a pasar un fin de semana aquí.

Zac: Hay uno en Tampa que ya está funcionando.

Ness: ¿Tiene cataratas?

Zac: No. Una laguna en el centro del vestíbulo.

Ness: Tendría que habérmelo imaginado. Bueno, creo que es mejor que nos vayamos. Aquí no se ve nada.

Zac: Espera un momento. Tengo una linterna en el coche. Me gustaría asegurarme de que quien estuvo aquí antes no husmeó donde no debía.

Ness: Muy bien -bostezó una vez, pero muy ampliamente-. Ya dormiré mañana.

Zac: Volveré enseguida.

Cuando Zac se marchó, Vanessa decidió que era una pena que tuvieran que demolerlo. Sin aquel proyecto, tal vez nunca hubiera conocido a Zac. Aquel edificio los había unido y volvería a hacerlo cuando empezara la reconstrucción. Tal vez iba siendo hora de que dejara de sentarse ante la mesa de diseño y se ocupara un poco de su propia vida. Posiblemente nunca podría admitir sus sentimientos ante Zac.

Sabía que sentía algo por ella. Y era posible que se alegrara si le decía que se trasladaría a Florida para empezar su carrera en solitario. Verían hasta dónde podría llegar su relación hasta que… No pudo pensar más allá.

No importaba. Ya se ocuparía del «hasta» cuando llegara el momento. De lo único que estaba segura era de que no iba a dejar que se marchara tan fácilmente.

Miró a su alrededor y se imaginó que algún día regresarían allí, cuando aquel vestíbulo estuviera lleno de gente. Recordarían entonces cómo había empezado todo…

Sin dejar de soñar despierta, recorrió todo el vestíbulo. De repente, algo le llamó la atención. Al principio, se preguntó cómo podían haber sido tan descuidados los obreros como para desperdiciar una carretilla entera de compuesto y, además, no recogerlo. De todos modos, se agachó para inspeccionarlo. De repente, un rayo de luz cayó sobre el montón. Vanessa decidió examinarlo más detenidamente y extendió la mano. En el momento en que lo hizo, sintió que se le detenía el corazón. Se puso de pie rápidamente y echó a correr hacia la puerta, llamando a gritos a Zac.


Encontró la linterna en la guantera y apretó el botón para probar que funcionaba. Seguramente era una tontería mirar en el edificio. ¿Qué importaba que el edificio hubiera resultado dañado por unos gamberros? No resultaría difícil, aunque sí costoso, cambiar el tableado, pero, si era cierto que se habían cometido irregularidades también en el acero y en el hormigón, toda la estructura tendría que demolerse. Se apoderó de él tal ira, que estuvo a punto de volver a dejar la linterna en el coche. Entonces, recordó que Vanessa lo había acompañado y lo estaba esperando dentro. Mirarían y se marcharían. Lo que ocurriera a partir del día siguiente no dependería en absoluto de ellos.

Su pensamiento coincidió con el de Vanessa. Mientras se dirigía hacia la puerta, llegó a la conclusión de que, sin aquel edificio, jamás la habría conocido. Por eso, cuando las autoridades se hicieran cargo del caso, iba a decirle exactamente lo que quería y necesitaba.

No, iba a decírselo en aquel mismo instante, en el lugar en el que había empezado todo. Resultaba de lo más adecuado que le pidiera matrimonio dentro del edifico que los había unido. ¿Qué momento ni qué lugar podían ser mejores?

Cuando oyó el grito, sintió que se le helaba la sangre. Echó a correr y oyó que gritaba de nuevo. Estaba muy cerca cuando la explosión rasgó el silencio. Una pared de aire caliente lo golpeó como si se tratara de un puño y lo mandó volando entre una lluvia de cristal, rocas y esquirlas de metal.

La caída lo dejó atontado durante algunos segundos. Entonces, se levantó y echó a correr. No notó el corte que tenía en la sien, donde algo agudo le había rasgado la piel. No se dio cuenta de que la caída y aquellos pocos segundos de aturdimiento le habían salvado la vida.

Lo único que vio en aquellos momentos fue cómo las llamas lamían ávidamente las ventanas rotas por la explosión. Cuando llegó a lo que había sido la puerta, se produjeron otras explosiones, hasta que el alba empezó a resonar como un campo de batalla.

La llamó a gritos, a pesar de que el miedo lo estrangulaba de tal manera que casi no podía escuchar su voz. Algo más salió volando. Un enorme trozo de algún material pasó volando a su lado como una bala. No lo golpeó por centímetros. El calor le hizo echarse hacia atrás en una ocasión, abrasándole la piel. Tosió repetidamente y, medio asfixiado, se puso de rodillas y entró arrastrándose al interior del edificio.

A través de la espesa cortina de humo, vio dónde se habían desmoronado las paredes, dónde habían caído al suelo enormes trozos de techo. Mientras avanzaba hacia el interior, pudo escuchar el angustioso sonido del acero liberándose y cayendo sobre el suelo.

A ciegas, fue apartando los escombros. Se cortó la palma de una mano en diagonal. La sangre que le goteaba de la herida de la sien empezó a metérsele en los ojos, que le escocían por el humo y el miedo.

Entonces, vio la mano de Vanessa. Solo la mano, casi cubierta por un montón de escombros. Con una fuerza que nacía exclusivamente de la desesperación empezó a tirar de ella. El fuego rugía a su alrededor, abrasándolo y consumiéndolo todo.

Cuando la vio, notó que estaba sangrando. Estaba tan confuso que ni siquiera pudo rezar para que estuviera viva. Cuando la tomó entre sus brazos, ella permaneció completamente inmóvil. Durante un instante, Zac perdió el control y se sentó con ella en el regazo, acunándola. Entonces, el terror se apoderó de él y lo hizo reaccionar. Poco a poco, comenzó a sacarla hacia el exterior.

A sus espaldas, ardía un infierno de calor insoportable e indescriptible avaricia. Faltaban pocos minutos, tal vez incluso segundos, para que todo se desmoronara y los enterrara a los dos. Fue entonces cuando Zac rezó desesperada e incoherentemente.

No se dio cuenta de que estaba fuera del edificio hasta que no hubo avanzado unos tres metros en el exterior. El terreno que los rodeaba estaba cubierto de trozos de acero, cristal y madera humeante. Cada vez que respiraba, sentía como si se le abrasaran los pulmones, pero luchó por ponerse de pie, Con Vanessa en brazos, consiguió avanzar otros pocos metros antes de desplomarse de nuevo.

Muy suavemente, como si fuera a través de un largo y estrecho túnel, oyó las primeras sirenas. Había tanta sangre… Vanessa tenía un brazo y el cabello completamente teñidos de rojo. Zac no hacía más que llamarla, mientras le limpiaba el rostro de suciedad, de hollín y de sangre. Cuando extendió la mano para tomarle el pulso, le temblaba sin control. No oyó el estruendo que provocaba el último derrumbe. Sin embargo, sí notó el leve latido del corazón de su amada.

1 comentarios:

Lu dijo...

Lo que paso seguramente no fue un accidente...que desgraciados!
Me encanto el capi


Sube pronto :)

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