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jueves, 14 de diciembre de 2023

Capítuo 12


Lo último que Mary Vaughn deseaba era pedirle algo a su ex marido, pero necesitaba la ayuda de Sam si quería que aquella Navidad fuese especial para Rory Sue. Su hija seguía malhumorada por la prohibición de ir a esquiar a Aspen, de modo que Mary Vaughn tendría que cumplir su promesa y conseguir que aquellas vacaciones fueran tan mágicas y especiales como años atrás.

También necesitaba dejarle muy claro a Sam que Rory Sue no podía jugar con ellos para sacar provecho de su enfrentamiento mutuo. Tenían que trabajar como un equipo. Howard le había prometido que le dejaría vía libre con Sam, pero si aplazaba aquella conversación durante demasiado tiempo, su ex suegro acabaría metiendo las narices en el asunto.

Tenía que hacer la llamada ahora, mientras esperaba la visita de posibles compradores a la casa que acababa de ponerse en venta. Hablar con Sam siempre sería mejor que quedarse sentada y muerta de aburrimiento. Tan sólo media docena de personas habían visitado la propiedad y ninguna de ellas había mostrado mucho interés. La noche anterior se la había enseñado a una joven pareja, pero no habían vuelto como prometieron.

Marcó el número de Sam y se sorprendió a sí misma cuando la voz de su ex marido le provocó un pequeño vuelco en el corazón. Entre Sam y ella nunca hubo mucha química cuando estaban casados. Era imposible que la hubiera ahora.
 
Al igual que su padre, Sam era un tipo alegre y jovial. El divorcio había sido amistoso, aunque ella se propuso no volver a verlo más de lo estrictamente necesario. Aún se sentía humillada porque hubiera sido Sam y no ella quien rompiera el matrimonio.

Sam: ¿Qué ocurre, cariño? ¿Nuestra pequeña tiene algún problema?

Mary: Rory Sue está bien -le aseguró-. Pero te llamo por ella.

Sam: ¿Y eso? -preguntó, y le murmuró algo a otra persona-. Disculpa, cariño. Dame un momento, ¿quieres?

Mary Vaughn dio golpecitos con el pie mientras esperaba a que Sam le dedicara su atención exclusiva. Hubo un tiempo en que para él lo había sido todo. Por eso se quedó con él en el instituto cuando Ronnie Sullivan la rechazó. Sam siempre la estaba esperando, como un perrito fiel. Fue una conmoción descubrir que ya no era así. Aunque llevaban nueve años divorciados, Mary Vaughn siempre había creído que podría recuperarlo con un simple chasquido de sus dedos. Pero parecía que ya ni siquiera podía acaparar su atención durante una llamada telefónica. Aquel descubrimiento la irritó aún más.

Sam: Lo siento. Hoy está siendo un día frenético. Todo el mundo se ha puesto de acuerdo para comprar una furgoneta nueva en este preciso instante. Te juro que nunca había tenido tanto trabajo desde que abrí el concesionario hace veinticinco años. Dime, ¿qué pasa?

Mary: Tenemos que hablar.

Sam: Estamos hablando.

Mary: En persona -aclaró cada vez más impaciente-.

Sam: ¿Es por esa excursión de esquí? Le dije a Rory Sue que era decisión tuya.

Mary: Y ya le he dicho que no puede ir. Gracias por tu apoyo -añadió con sarcasmo-.

Sam: Eh, no lo pagues conmigo -replicó-. Rory Sue no me dijo que ya lo había consultado contigo.
 
Mary: Claro que no te lo dijo. ¿Es que aún no la conoces? Desde que era una niña ha acudido a ti después de que yo le prohibiera algo. El otro día tuve que intervenir para que no intentara camelar a tu padre. Por una vez, Howard está de mi lado. No podemos pasar la Navidad sin Rory Sue… Me sorprende que hayas pensado en semejante posibilidad.

Sam: Si te soy sincero, me pilló en un mal momento y sólo la escuché a medias -admitió-. Y después de haber aceptado no podía echarme atrás.

Justo lo que Mary Vaughn había pensado, aunque no era ningún consuelo.

Mary: Seguro que te llamó a propósito en mitad de tu reunión de ventas, ¿verdad? Sería muy propio de ella.

Sam: Pues sí, así fue. Esa chica es más astuta de lo que pensaba. Tendré que estar más atento de ahora en adelante.

Mary: Mientras tanto, ¿podemos cenar en Sullivan’s el martes por la noche para pensar lo que vamos a hacer en vacaciones? Invito yo, naturalmente 

Se enorgullecía de ser independiente y no haber aceptado la pensión de Sam. Sólo había tomado la ayuda necesaria para Rory Sue y la mitad de las tasas académicas.

Sam: ¿Quieres cenar conmigo?

Mary: No voy a arrojarme sobre ti -dijo irritada por el tono de sorpresa de Sam.

Sam: Jamás pensaría algo así -respondió riendo-. Muy bien. Cenaremos el martes si quieres.

Mary: ¿A las siete te parece bien? Tengo que enseñar una casa a las seis.

Sam: Entonces llegarás a las siete y media. Pero estaré a las siete en punto.

Mary: Si no te supone mucha molestia -espetó perdiendo la poca paciencia que le quedaba-.

¿Qué le había hecho pensar que ella y Sam podían colaborar lo suficiente para cenar juntos, y mucho menos para pasar unas navidades en paz y armonía por el bien de su hija?
 
Pero por muy irritada que estuviera con Sam, no fue nada comparado con lo que sintió al mirar por la ventana y ver a Zac y a Vanessa acercándose a la casa que ella estaba vendiendo.

Tres personas distintas le habían dicho que la noche anterior se habían enrollado en un partido de fútbol, pero Mary Vaughn no había creído una palabra. Y sin embargo allí estaban, buscando casa juntos un sábado por la tarde. No era extraño que Vanessa hubiese guardado silencio cuando ella sugirió que Zac era gay. Sabía que no lo era. Lo sabía porque había estado viéndolo a escondidas… Aquella zorra se la había jugado bien.


Vanessa reconoció el coche de Mary Vaughn aparcado junto a la casa que ella y Zac se disponían a visitar. La puerta principal estaba entreabierta y había globos de colores atados a un letrero promocional en el jardín delantero. Las flores y el césped ofrecían un aspecto muy cuidado, y las persianas habían sido pintadas de blanco para contrastar con las cortinas grises.

Pero por muy bonita que fuera la casa, a Vanessa se le formó un nudo de pánico en el estómago.

Ness: Es la agencia inmobiliaria de Mary Vaughn -le dijo a Zac-. Está aquí…

Zac: ¿Es un problema para ti?

Ness: Para mí no, pero los dos sabemos que va detrás de ti. No creo que le haga mucha gracia vernos juntos -especialmente si había oído lo del beso de la noche anterior-.

Zac: ¿Estás preocupada, cariño? -le preguntó con una sonrisa-.

Ness: No, pero tú sí deberías estarlo. No es una mujer que acepte el rechazo así como así.

En aquel momento apareció Mary Vaughn luciendo una radiante sonrisa.

Mary; Vaya, ¡mira quién está aquí! No esperaba veros a los dos juntos, y menos en una de mis casas.

Zac: Ha sido un imprevisto -dijo, lo que no era del todo cierto-. Vanessa accedió a acompañarme mientras le echaba un vistazo a unas cuantas viviendas.

Mary Vaughn se transformó al instante en una agente inmobiliaria y le tendió a Zac una hoja informativa.

Mary: Creo que esta casa te va a encantar. Es ideal para un hombre soltero -dijo alegremente-. O para una joven pareja que está pensando en formar una familia -añadió, mirando a Vanessa-. Las habitaciones son muy acogedoras.

Con el mismo tono alegre y animado les enseñó la planta baja, compuesta de dos dormitorios, un baño y una gran cocina, más un salón atestado de muebles. La decoración abusaba tanto del calicó que Zac se estremeció de horror, pero Vanessa pudo ver el potencial de un hogar cálido y acogedor, tal y como Mary Vaughn había asegurado.

Mary: Hay otra habitación y otro baño en el piso superior. Ahora mismo no es gran cosa, pero con unos cuantos retoques sería el dormitorio perfecto - dijo mientras los conducía por una estrecha escalera-.

Era obvio que, al no poder tener a Zac, la intención de Mary Vaughn era salvar con una venta aquel encuentro tan embarazoso.

Zac: No está mal -comentó después de haberle echado un breve vistazo al dormitorio-. El precio me parece un poco elevado. ¿Es negociable?

Mary Vaughn lo miró con una expresión de complicidad.

Mary: Ya sabes que trabajo para la vendedora, Zac. Pero entre tú y yo… este precio es un robo.

Ness: Puede ser -afirmó-. Pero conozco a Nancy Yates y sé que está impaciente por venderla y mudarse a Florida para estar con sus hijos. Seguro que aceptaría una oferta más razonable.

Mary Vaughn la miró con disgusto, y Vanessa se encogió de hombros.

Mary: Es lógico que Zac quiera conseguir el mejor trato posible, pero yo también tengo que velar por los intereses de Nancy.

Después de ver el piso superior, Mary Vaughn los llevó al jardín trasero, lleno de flores y con una pequeña cascada en una esquina. Y fue allí donde Vanessa se quedó cautivada por completo. La calma y la serenidad que se respiraban en el jardín la sedujeron de una manera que nunca había creído posible. Si Zac quería aquella casa, iba a tener que luchar por ella.
 
Mary: A Nancy le gustaba mucho la jardinería -explicó-. Se pasaba mucho tiempo aquí después de jubilarse. No encontrarás un lugar más agradable en todo Serenity -le sonrió a Zac-. Pero seguro que tú prefieres las barbacoas y esas cosas, ¿verdad?

Zac: De vez en cuando. Pero me gusta la tranquilidad que se respira aquí -miró a Vanessa-. ¿Qué te parece?

Ella dudó. Lo último que quería era convencerlo para que comprara aquella casa. Pero tampoco podía mentir.

Ness: Me encanta. Me recuerda al jardín trasero del centro de belleza.

Zac: No sé si podré mantenerlo en este estado -admitió-.

Mary: Para eso la gente contrata a los jardineros -sugirió-. Te puedo recomendar algunos de confianza para que no tengas que mover ni un dedo y puedas relajarte aquí por las tardes con una copa.

Zac se volvió hacia Vanessa.

Zac: Y una amiga.

Vanessa vio como Mary Vaughn entornaba los ojos por la insinuación. Tal vez estuviera manejando la situación con mucho aplomo, pero era evidente que no le hacía ninguna gracia.

Afortunadamente, la llegada de otra pareja en aquel momento salvó a Mary Vaughn de una situación muy incómoda y embarazosa.

Mary: Ah, habéis vuelto -les dijo, repentinamente más animada. Parecía ansiosa por alejarse, pero aun así se volvió hacia Zac-. ¿Os importa quedaros solos unos minutos?

Zac: Sin problema -le aseguró-.

Mary Vaughn se alejó para recibir a la joven pareja y Zac se volvió hacia Vanessa.

Zac: Muy bien, dime la verdad. ¿Qué te parece esta casa?

Ness: Creo que es muy acogedora, como dijo ella -admitió con cautela-.

Zac: ¿Pero?

Ness: Es perfecta.

Zac: Entonces, ¿por qué muestras tan poco entusiasmo? ¿Cuál es el problema?

Ella levantó la mirada y decidió ser completamente sincera.

Ness: Quiero esta casa. Me he enamorado de este lugar en cuanto salimos al jardín. Tiene el tamaño adecuado para mí. Transformaría una de las habitaciones inferiores en un estudio y dormiría en la otra mientras remodelo la del piso superior. Hay espacio para una bañera y una ducha. Y también abriría una claraboya en el techo -dejó que su imaginación se desatara-. Y una cama de matrimonio con muchos cojines, y un sofá donde pudiera acurrucarme para leer -suspiró-. Sería fantástico.

Se arriesgó a mirar a Zac y vio que la estaba observando atentamente.

Zac: ¿Hay espacio para mí? Especialmente en esa cama de matrimonio…

Ella tragó saliva.

Ness: ¿Estamos hablando hipotéticamente?

Zac: Si no hay más remedio -respondió con una media sonrisa-.

Ness: Entonces… hipotéticamente hablando, podría haber espacio para ti.

Zac: ¿Por qué no me dijiste que estabas buscando casa?

Ness: No tenía intención de buscarla hoy, pero llevaba tiempo queriendo encontrar algo permanente. Y cuando he visto esta casa, he sabido que era lo que quería -lo miró con pesar-. Lo siento.

Zac: No lo sientas -le dijo tocándole la mejilla-. Entiendo lo que significa para ti. Y puedo imaginarte viviendo aquí… -sonrió-. Y a mí también, viviendo contigo.

Ness: ¿Y qué vamos a hacer? ¿Pelearnos en una puja?

 Él se echó a reír.

Zac: A Mary Vaughn la haríamos muy feliz, pero no. Has dicho que la dueña estaría dispuesta a negociar el precio. ¿Has pensado en alguna cantidad? ¿Estás dispuesta a hacer una oferta?

A Vanessa le daba miedo imaginarse con una hipoteca para los próximos treinta años, pero entonces se vio a sí misma sentada en el jardín, tomando margaritas con las Magnolias, y sus temores se esfumaron de inmediato.

Ness: ¿Estás seguro? Tú eres quien más necesita un lugar para vivir. No puedes quedarte en el hotel.

Zac: Si tanto te preocupa mi bienestar, aceptarías compartir esta casa conmigo.

Fue el turno de Vanessa para echarse a reír.

Ness: Eres incorregible.

Zac: Te estoy hablando en serio -insistió-. Podría ayudarte con las reformas y quedarme con esa habitación que quieres convertir en estudio. Y te pagaría un alquiler, naturalmente. Creo que ambos saldríamos ganando.

Vanessa no sabía si le estaba hablando en serio o únicamente poniéndola a prueba, pero de todos modos negó con la cabeza.

Ness: Creo que no.

Zac: No me rechaces tan rápido. Aún no has visto lo que soy capaz de hacer con unas buenas herramientas.

Ness: ¿Pero es que no te das cuenta de los rumores que provocaríamos? Tu trabajo se vería en peligro.

Zac: ¿Por qué? ¿Por haber llegado a un acuerdo entre una casera y un inquilino?

Ella hizo una mueca.

Ness: ¿Cuánto tiempo crees que se limitaría a eso?

Él se encogió de hombros con expresión inocente.

Zac: Depende de ti.

Ness: Si supiera que puedes respetar ese acuerdo, tal vez me lo pensaría. Pero los dos sabemos que te aprovecharías de la situación para intentar seducirme.

Zac: Pero no es fácil seducirte, ¿verdad? -dijo sin molestarse en negar la acusación-.

Ness: No. Pero contigo es diferente. Ejerces en mí un efecto impredecible, y creo que podrías persuadirme para que hiciera todo lo que no quiero hacer.

Zac esbozó una sonrisa de satisfacción.

Zac: Es lo más alentador que he oído en mucho tiempo. Vamos a hacer una oferta por la casa. Luego nos ocuparemos de los detalles de nuestro acuerdo.
 
Ness: No tenemos ningún acuerdo.

Zac: Más tarde -insistió-. Y ahora ve a hacer esa oferta antes de que se nos adelante la otra pareja.

Vanessa dudó. ¿De verdad podía hacerlo? ¿Podía hacer una oferta por una casa que acababa de ver? Siempre había sido muy austera con sus gastos. El dinero para la entrada estaba guardado en su cuenta de ahorro, y aunque no sabía cuánto serían la hipoteca y los impuestos, estaba convencida de que podría permitírselo. Cobraba un buen sueldo en el centro de belleza y apenas gastaba en comida y alquiler.

Zac: ¿Quieres que haga las cuentas por ti? Tengo una calculadora.

Ness: No. Sólo estoy nerviosa. Es una decisión muy importante.

Zac: Vamos a ver… ¿Tienes pensado abandonar tu trabajo y marcharte a otra parte en un futuro cercano?

Ness: No -declaró con firmeza-. Me encanta estar aquí.

Zac: ¿Tienes bastante para una entrada y que la hipoteca no te ahogue?

Ness: Sí.

Zac: Entonces tiene sentido desde un punto de vista económico, y a juzgar por el brillo de tus ojos, también desde un punto de vista emocional.

Una sonrisa empezó a asomar a los labios de Vanessa.

Ness: Sí que lo tiene, ¿verdad? -siguiendo un impulso, alargó el brazo y apretó la mano de Zac-. Gracias -le dijo, y abrió la puerta corredera de la cocina-. ¡Mary Vaughn!


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