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domingo, 10 de diciembre de 2023

Capítulo 8


Mary Vaughn se había pasado el fin de semana esperando con impaciencia la reunión del comité. Soportar a su ex suegro era un precio muy bajo por la oportunidad de pasar más tiempo con el nuevo gerente municipal. El hombre más atractivo y prometedor de Serenity desde el regreso de Ronnie Sullivan.

Había empleado media hora más de lo habitual para elegir la ropa adecuada. Un traje ligero de lana color turquesa, ideal para principios de octubre siempre que las temperaturas no subieran, unos zapatos de tacón alto que realzaban sus piernas largas y torneadas, unos pendientes plateados y un brazalete a juego que había comprado en Nuevo México. Se había arreglado el pelo para sugerir el aspecto que tendría si acabara de acostarse con un hombre. Sexy y sensual pero con un toque de sofisticación. Pocos hombres eran inmunes a esa imagen.

Al entrar en la sala de juntas del ayuntamiento, Ronnie Sullivan le dedicó un silbido y un guiño.

Ronnie: ¿Te has fijado un nuevo objetivo, cariño? -le preguntó insolentemente-.

Mary: Vete al cuerno, Ronnie -espetó, y se sentó a propósito en el otro extremo de la mesa, aunque aquello le supusiera estar más lejos de Zac de lo que le habría gustado-.

Nada más sentarse empezó a sonar su BlackBerry. Finalmente había aprendido a usarlo, por lo que pudo sacarlo del bolso con más seguridad de la que hubiera tenido semanas antes.

Mary: Mary Vaughn Lewis, ¿diga? -preguntó en aquel tono bajo y sensual que había perfeccionado por si era un hombre quien la llamaba-.

Rory: Mamá, ahórrate esa voz conmigo, ¿quieres? -se burló Rory Sue-.

Mary: Oh, lo siento, cariño. No he mirado el identificador de llamada. ¿Qué ocurre? Estoy a punto de empezar una reunión -dijo, manteniendo la mirada en la puerta que conducía al despacho de Zac-. 

Se desabrochó otro botón de la chaqueta para mostrar un poco más de la camisola negra de encaje, pero al ver la expresión divertida de Ronnie volvió a abrochárselo.

Entonces se dio cuenta de que no estaba escuchando a su hija.

Mary: Lo siento, cariño, ¿qué has dicho?

Rory: ¿No has oído nada de lo que te estaba diciendo?

Mary: Me temo que no.

Rory: ¿Por qué? ¿Hay algún hombre en la sala?

Mary Vaughn se puso colorada.

Mary: Me queda sólo un minuto -le recordó a su hija, ignorando la embarazosa pregunta-.

Rory: Quería hablar contigo de mi viaje en navidades. Ahora que ya has tenido tiempo para pensarlo.

Mary: No tengo que pensar nada. Ya te dije que no, y no voy a cambiar de idea.

Rory: ¿De verdad quieres que pase las peores vacaciones de mi vida? Me moriré de aburrimiento en Serenity.

Mary: Tus amigas estarán aquí, y podrás hacer muchas cosas. Y ya sabes que a tu padre y a tu abuelo les gusta verte en vacaciones.

Rory: Ya he hablado con papá. Me dijo que por él no había ningún problema si a ti te parecía bien.

¡Maldito Sam! Seguramente había estado cerrando la venta de algún coche mientras Rory Sue le hablaba, sin prestar la menor atención a sus ruegos.

Mary: Pues a mí no me parece bien, y eso ya lo sabías antes de llamarlo a él. Vamos a celebrar la Navidad en familia y punto. Escucha, ¿por qué no organizas una gran fiesta con todas tus amigas? Puedes hacerlo en casa, o en el club, o donde quieras. Así podréis hacer planes para las vacaciones. Tendrás tantas cosas que hacer que no te acordarás de ese viaje.

Rory: El club es asfixiante, y si la hacemos en casa te obsesionarás con todos los detalles.

Mary: Te prometo que me quedaré al margen. Puedes organizar la fiesta tú sola, como tú quieras.

Rory: ¿Como yo quiera? ¿Vas a dejar que lleve cerveza?

Mary: Por supuesto que no. Sois todas menores de edad. No podéis beber.

Rory: Entonces ¿dónde estará la diversión?

Mary: No necesitas alcohol para divertirte. Vamos, Rory Sue, ¿por qué no encontramos un punto medio? Te prometo que te lo pasarás muy bien. ¿Alguna vez he roto una promesa?

Rory: La más importante de todas -respondió sin dudarlo-. Me dijiste que siempre tendría una familia en la que poder confiar. Hace años que no es cierto.

Mary Vaughn sintió la acusación como una punzada.

Mary: Siempre podrás contar conmigo, con tu padre y con tu abuelo -le dijo en voz baja pero vehemente, evitando la penetrante mirada de Ronnie y el ceño fruncido de su ex suegro-. Sólo porque tu padre y yo no estamos juntos no significa que no te queramos más que nada.

Rory: Si me quisieras, me dejarías ir a esquiar.

Mary: Tengo que dejarte, Rory Sue. Y no se te ocurra llamar a tu padre para suplicarle que me haga cambiar de opinión. Hoy quiero hablar con él y decirle lo que pienso al respecto -tendría que haber hablado con Sam después de la primera llamada de su hija, pero no había sabido qué decir-. No hay más que hablar, Rory Sue.

Rory: De acuerdo -colgó sin despedirse siquiera-.

Unos segundos más tarde sonó el móvil de su ex suegro. Howard respondió y su rostro se iluminó al instante.

Howard: Hola, cariño, ¿cómo estás?

Mary Vaughn rodeó la mesa y le arrebató el móvil de la mano.

Mary: ¡No metas a tu abuelo en esto! -le espetó a Rory Sue, y le devolvió el teléfono a Howard-.
 
Ronnie: ¿Problemas? -preguntó cuando volvió a su asiento-.

Mary: Nada que no pueda manejar.

Ronnie: Me resulta familiar esa técnica de «divide y vencerás». Mientras se recuperaba de su anorexia, mi hija Annie lo intentó todo con Dana Sue y conmigo, hasta que descubrió lo contraproducente que sería volver a juntarnos.

Mary: ¿Y qué hicisteis? -preguntó, aunque no quería recibir consejos del hombre que la había rechazado dos veces-.

Ronnie: Dana Sue y yo cambiamos impresiones y presentamos un frente unido.

Mary Vaughn consideró aquella idea. Hacía meses que Sam y ella no mantenían una conversación. De hecho, se comportaban como si apenas se conocieran y no tuvieran una hija y diez años de matrimonio en común. Si Ronnie tenía razón y persistían en aquella actitud, Rory Sue haría todo lo posible por aprovecharse de la situación.

Por mucho que le desagradara, tenía que hablar con su ex marido e idear un plan conjunto. Y quizá pudieran encontrar la manera de que aquéllas fueran las mejores navidades para Rory Sue.

Mary: Gracias por el consejo -le dijo a Ronnie de mala gana-. 

Howard apagó su móvil y la miró con el ceño fruncido.

Howard: ¿Qué problema tenéis Rory Sue y tú?

Mary: ¿No te lo ha contado ella?

Howard: ¿Después de la manera en que se lo has prohibido? Claro que no. Me ha estado hablando de la escuela. ¿Puedes contármelo tú?

Mary: No quiere pasar las vacaciones en casa. Quiere irse a esquiar con la familia de su compañera de habitación.

Howard: ¿No quiere venir a casa por Navidad? -preguntó visiblemente abatido-. ¡No podemos permitirlo! Su sitio está aquí.

Mary: Por una vez, estamos de acuerdo.

Howard: ¿Qué ha dicho Sam?

Mary: Dice que por él no hay problema si a mí me parece bien. 

Howard sacudió la cabeza.

Howard: Hablaré con él.

Mary: No. Yo me encargo de esto. Sam y yo tenemos que presentar un frente unido, para variar.

Howard: Dile que la Navidad no será igual sin nuestra pequeña. Y si necesitas ayuda, avísame.

Howard sería capaz de revolcarse en el fango antes que apoyar en nada a Mary Vaughn. Pero adoraba a su nieta y haría lo que fuera por ella.

Mary: Te lo agradezco -le dijo con toda sinceridad-. Me rompería el corazón tenerla tan lejos.

Howard: A mí también -afirmó dándole una palmadita en la mano-. Todo va a salir bien, Mary Vaughn. No te preocupes por eso.

La seguridad de Howard la animó un poco, pero no tanto como la llegada de Zac. No parecía muy contento de estar allí, pero seguía siendo el hombre más atractivo que Mary Vaughn había visto en mucho tiempo.

Y sin traje debía de estar aún mejor.


Zac no se molestó en ocultar su decepción al no encontrarse a Vanessa en el comité. Había retrasado su aparición todo lo posible, pero a las nueve y cuarto tuvo que aceptar que Vanessa no iba a acudir y que la reunión debía empezar sin ella.

Zac: Buenos días a todos -dijo mientras ocupaba su asiento-. Siento llegar tarde.

Howard: La puntualidad es una muestra de respeto -observó Howard en el mismo tono que hubieran empleado sus padres-. Ninguno de nosotros tiene tiempo que perder.

Zac: Claro que no. No volverá a pasar. Empecemos directamente con los informes. Mary Vaughn, ¿qué tal van los contactos con los coros?

Mary: Los baptistas y los metodistas se han comprometido. Ya sé que nunca se lo habíamos pedido al coro de la Iglesia Baptista, pero creo que los tiempos han cambiado y que toda la comunidad debería estar representada.

Zac asintió para mostrar su aprobación.

Zac: ¿Te parece bien, Howard?

Howard pareció un poco desconcertado, pero también asintió.

Howard: Creo recordar que ya los habíamos invitado otras veces y que siempre se habían negado.

Mary: Sabes que no es así -lo contradijo-. Tú y todos siempre estáis pasando de puntillas por este asunto, pero la verdad es que nadie quería buscarse problemas. En mi opinión, deberíamos borrar cualquier atisbo de discriminación en Serenity.

Ronnie: Estoy de acuerdo. Tienen un coro excelente y deberían incluirse en el programa. La raza no puede ser un obstáculo.

Zac: Asunto zanjado. Mary Vaughn, encárgate de hablar con la directora del coro y haznos saber su respuesta la semana que viene.

Mary: Te llamaré o me pasaré por tu oficina en cuanto haya hablado con ella -le dijo con una sonrisa-.

Zac: Bien. Ronnie, ¿qué hay de los adornos?

Durante la hora siguiente estuvieron mirando fotos de adornos navideños de todas las clases imaginables. Para Zac era un asunto de importancia menor, pero para Howard y Mary Vaughn parecía que el éxito de la Navidad dependía de la adecuada selección de luces y adornos.

Zac: No os olvidéis del presupuesto -les recordó-. Sólo he podido encontrar un pequeño fondo discrecional que podemos usar para esto. No podemos permitirnos gastar más de la cuenta.

Ronnie: Si nos decantamos por los copos de nieve, puedo conseguir un descuento -sugirió-. Es el mismo proveedor que me suministra casi toda la mercancía.

Howard: Decidido -declaró muy complacido-. Iluminaremos el centro con copos de nieve y bombillas de colores en los árboles, además del árbol de Navidad que alumbraremos la primera noche del festival. Ronnie, tú te encargarás de supervisar la iluminación, ¿verdad?

Ronnie: Descuida.

Zac empleó menos de un minuto en presentar su informe sobre los vendedores. Al acabar la reunión, le hizo un gesto a Ronnie para que lo siguiera a su despacho.
 
Zac: ¿Dónde está Vanessa? 

Ronnie le dirigió una mirada compasiva.

Ronnie: Ni idea. Anoche tuviste que enfadarla mucho para que decidiera saltarse esta reunión. ¿Se puede saber qué hiciste?

Zac: No tengo ni idea. ¿Cómo se supone que voy a solucionar algo si no sé cuál es el problema? 

Se sentía muy frustrado por la situación y por la importancia que le estaba dando al comportamiento de Vanessa. Durante todos esos años se había preocupado de evitar complicaciones románticas por esa misma razón. Eran una distracción innecesaria.

Pero no podía ignorar la fascinación que sentía por Vanessa. El deseo formaba parte de esa atracción, pero había algo más. Vanessa lo afectaba como ninguna otra mujer lo había afectado.

Ronnie: Podrías preguntarle a ella por qué está tan enfadada. O podrías probar a humillarte y ver qué resulta.

Zac: Nunca me he humillado ante nadie -protestó, pero la arrogancia implícita del comentario le hizo poner una mueca-.

Ronnie: ¿Alguna vez una mujer se ha enfadado tanto contigo como parece estarlo Vanessa?

Zac: Desde luego -admitió tristemente-. Pero nunca había sido tan importante para mí -no tenía la menor experiencia con una mujer capaz de trastocar todos sus esquemas y perspectivas-.

Ronnie: Bueno, si quieres mi opinión, te diré que nunca es tarde para aprender a pedirle disculpas a una mujer. Créeme, he tenido mucha práctica con Dana Sue -le dio a Zac una palmada en la espalda-. Y míranos ahora. No podríamos ser más felices.

Zac asintió.

Zac: ¿Flores o bombones?

Ronnie: Me parece que con Vanessa vas a necesitar algo más original…

Zac: Lo tendré en cuenta.


Durante el resto de la mañana, Zac estuvo haciendo malabares con el presupuesto municipal y con las posibles maneras de hacer las paces con Vanessa. Tan distraído estaba con lo último que Teresa tuvo que llamarle finalmente la atención.

Teresa: No estás escuchando ni una palabra de lo que digo -lo acusó, sentándose frente a él-. No es que eso sea nada nuevo, pero ¿te importaría decirme qué es más importante que tu trabajo?

Zac: Es un asunto personal.

Teresa: Y tiene que ver con la discusión que tuviste con Vanessa anoche en casa de Helen y Erik.

Zac la miró con incredulidad.

Zac: ¿Cómo demonios sabes eso? No creo que ninguna de sus amigas se haya dedicado a difundir el rumor por ahí.

Teresa: Tienes mucho que aprender de Serenity -repuso mirándolo con benevolencia-. La prima de Wharton vive en la puerta de al lado. Vio salir a Vanessa, sola y con cara de pocos amigos, y dedujo por sí misma lo que había pasado. Se lo contó a Grace y ella se lo dijo a todo el que haya ido a desayunar a Wharton's esta mañana.

Zac: ¿Y tú lo sabes por esa gente?

Teresa: No, me lo dijo la propia Grace. Cada mañana me tomo un cuenco de cereales en Wharton's, y así me entero de todo lo que pasa en el pueblo. No hay nada que se nos escape a Grace o a mí.

Zac: ¿De verdad necesita este pueblo un periódico, teniéndote a ti?

Teresa: La verdad es que no, aunque los reporteros se limitan a las noticias sin molestarse en analizarlas debidamente. O al menos así ha sido desde que intentaron airear lo que había entre Maddie y Cal antes de que se abriera el centro de belleza. Desde entonces la prensa se ha vuelto muy aburrida.

Zac: Gracias a Dios -murmuró-.

Teresa: Bueno, ¿qué es lo que te preocupa? Creo que deberías ir al centro de belleza y arreglar las cosas con Vanessa antes de seguir perdiendo el tiempo sin hacer nada.

Zac se levantó.
 
Zac: ¿Sabes qué, Teresa? Por una vez estamos de acuerdo en algo. Volveré dentro de una hora.

Teresa: Un hombre inteligente se pasaría antes por Sullivan’s a por un poco de esa tarta de manzana que tanto le gusta a Vanessa, o quizá un surtido de bollos -le aconsejó mientras él se dirigía hacia la puerta-. Llamaré a Dana Sue y le diré que vas para allá. Aún no han abierto, así que asoma la cabeza en la cocina si no la ves en el restaurante.

Zac pensó en reprocharle su intromisión, pero decidió que el plan era excelente.

Zac: Gracias.

Teresa: Tómate tu tiempo. Yo me ocuparé de todo en tu ausencia.

Zac: Estoy seguro.

Apenas había llegado a Sullivan’s cuando fue acosado por Mary Vaughn.

Mary: Por Dios… ¡Dos veces en un mismo día! -exclamó entrelazando el brazo con el suyo-. Esto sí que es tener suerte. ¿Vas a Sullivan’s? Podemos comer juntos, si quieres. Aún no han abierto, pero no creo que les importe que entremos un poco antes.

Zac maldijo en silencio. En aquella ocasión su acosadora ni siquiera intentaba camuflar la invitación con una venta inmobiliaria. Pero tenía que manejar la situación diplomáticamente, sin herirla en sus sentimientos.

Zac: Me temo que no puedo -dijo, apartándose de ella-. Voy a recoger el pedido que me ha encargado Teresa. Tengo que asistir a una reunión importante.

Mary: Eres el gerente más ocupado que hemos tenido -se quejó sin ocultar su decepción-. Supongo que tendré que llamar para pedir cita previa si quiero pasar un rato contigo.

Zac: Estos días estoy muy liado -dijo con cautela, esperando disuadirla de cualquier intento por buscarlo-. Tengo que aprender muchas cosas en mi nuevo trabajo -le echó un vistazo deliberado a su reloj-. Lo siento, Mary Vaughn. Tengo que irme.

Tal y como Teresa le había indicado, entró en el restaurante y se dirigió directamente hacia la cocina, recogió la bolsa que Dana Sue le tenía preparada y miró hacia la puerta trasera.

Dana: ¿Te estás ocultando de alguien? 

Zac: De Mary Vaughn -respondió en voz baja-.

Dana: No me digas más -dijo indicándole la puerta-. El callejón discurre paralelamente a Main Street. Si sigues hasta el final, llegarás a Palmetto.

Zac: ¿Eh? -preguntó mirándola con desconfianza-.

Dana: El pedido es para Vanessa, ¿verdad? Ronnie me dijo que ibas a intentar arreglar las cosas con ella, y cuando Teresa me llamó no me costó mucho sumar dos y dos.

Zac: ¿Todo el mundo en este pueblo tiene la misma facilidad para las matemáticas?

Dana: Me temo que sí -respondió con una sonrisa-. Te deseo suerte. Vanessa es una mujer maravillosa, pero no cuenta mucho de sí misma. La conocemos desde hace tres años y todavía no hemos conocido a su familia. Por el tiempo que pasa en el centro de belleza, da la impresión de ser un poco solitaria.

Zac: ¿Crees que tiene alguna razón para ello?

Dana: Siempre hay una razón para todo. Creo que ha levantado una barricada para proteger su corazón. Así que, si para ti sólo es un juego, no intentes derribar esas defensas.

Zac percibió el tono de advertencia.

Zac: No puedo decirlo al cien por cien, pero no creo que lo sea.

Dana: Tal vez deberías estar seguro.

Zac: ¿Cómo puedo estar seguro si no me permite que me acerque lo suficiente para comprobarlo?

Dana: Tienes razón -concedió, aunque no parecía muy convencida-.

Zac salió de Sullivan’s, siguió por el callejón hasta Palmetto y se encontró con un vendedor de flores. Compró un inmenso ramo y siguió su camino hacia el Corner Spa. Al rodear el edificio vio que el aparcamiento estaba completo.

Entonces se percató de que no había tenido en cuenta la política de admisión. ¿Intentaría echarlo alguno de esos entrenadores antes de que pudiera llegar hasta Vanessa? Tendría que arriesgarse. En aquellos momentos, estaba tan decidido a arreglar las cosas con ella que se llevaría por delante a cualquiera que se interpusiera en su camino.

Manteniendo la vista al frente, entró en el edificio y se dirigió hacia lo que parecía la zona de oficinas. Apenas había dado diez pasos en territorio prohibido cuando Maddie se interpuso en su avance. A pesar de su intento por parecer severa, una sonrisa curvaba sus labios.

Maddie: Sabes que no puedes estar aquí. 

Zac le puso las flores en los brazos.

Zac: ¿No podrías saltarte las reglas por diez minutos? -le suplicó-.

Maddie: ¿Crees que puedes ganarte a Vanessa en diez minutos?

Zac: Lo haré lo mejor que pueda. ¿Está con una clienta?

 Maddie negó con la cabeza.

Maddie: Está tomándose un descanso en el jardín. No creo que a nadie le importe mucho que vayas allí -sonrió-. Salvo a Vanessa, naturalmente. Parece estar muy enfadada contigo.

Zac: De eso ya me he dado cuenta -dijo, y se inclinó para darle un beso en la mejilla-. Gracias.

Maddie: No hay de qué -respondió devolviéndole las flores-. Algo me dice que vas a necesitar todo esto y mucho más. Buena suerte.

Zac: ¿Quién necesita suerte? Tengo flores, bollos y tarta de manzana.

Fuera, se encontró a Vanessa leyendo una novela romántica bastante manoseada. A Zac le pareció una señal alentadora… Parecía que Vanessa no era del todo inmune al amor, aunque fuera pura ficción.

Zac: ¿El chico se queda con la chica? -preguntó, sentándose junto a ella-. 

Vanessa levantó la vista del libro y parpadeó.

Ness: ¿Qué haces aquí?

Zac: He venido a verte.

Ness: Me refiero a qué haces en el centro a estas horas. A Maddie le dará un ataque si te ve.

Zac: En realidad, ha sido ella la que me ha permitido pasar -intentó darle las flores, pero ella las ignoró y Zac las dejó sobre la mesa-. También te he traído bollos y tarta de manzana.

Ness: ¿De Sullivan’s?

Zac: Por supuesto.

Ness: ¿De quién ha sido la idea?

Zac: Ha sido una especie de consenso.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Ronnie me sugirió que agachara la cabeza. Teresa mencionó los bollos y la tarta de la manzana. Dana Sue puso su granito de arena cuando fui a recoger el pedido. Me encontré con un vendedor de flores cuando venía hacia aquí. Intenté dárselas a Maddie para sobornarla, pero me dijo que las necesitaría para ti -la miró esperanzado-. ¿Hay algo que haya surtido efecto?

Vanessa consiguió mantener su expresión imperturbable durante un minuto más, pero finalmente desvió la mirada hacia la bolsa.

Ness: ¿Te has acordado del helado con la tarta?

Zac: Debe de haberse derretido, pero creo que también hay helado.

Ness: De acuerdo -dijo, y agarró la bolsa con impaciencia. La abrió mientras respiraba hondo y suspiró-. ¿Hay algo mejor que el olor a canela o los bollos recién hechos?

Zac: Creo que el perfume que usas huele mejor. 

Ella lo miró, sorprendida por el cumplido.

Ness: ¿Lavanda?

Zac: No sabría definirlo, pero me encanta.

Ness: Zac, tienes que dejar de decirme esas cosas.

Zac: ¿Por qué? Es la verdad.

Ness: Siempre eres igual de sincero, ¿verdad?

Zac: Intento serlo.

Ness: Y por eso me advertiste que tu estancia en Serenity es temporal. 

Él parpadeó ante el tono acusatorio de su voz.

Zac: ¿Por eso te marchaste sin dar explicaciones? -le preguntó con incredulidad-.

Ella asintió.

Ness: Por una vez en mi vida no tengo la menor intención de iniciar algo que sólo puede acabar mal.

Zac: Puede que no acabe. No lo sabremos hasta que no pasemos algún tiempo juntos.

Ness: ¡Claro que lo sabemos! Ya has dejado claro que te marcharás del pueblo. Tal vez no mañana ni la semana que viene, pero sí algún día.

Zac: Y si ese día llega, ¿qué te impide venir conmigo? -le preguntó, desconcertado por la actitud que le estaba demostrando Vanessa-.

Ness: No funcionará. Lo sabes muy bien. 

Él levantó una mano.

Zac: Tranquila, cariño. Creo que nos estamos precipitando. ¿Qué te parece si salimos juntos antes de empezar a hablar de la ruptura?

Ness: Sé adónde conduce ese camino, y es un camino que no quiero tomar-dijo testarudamente-. Si quieres que seamos amigos, de acuerdo. Pero nada más.

Zac: Creo que los besos que nos hemos dado demuestran que hay algo más que amistad entre nosotros.

Ness: Vamos, Zac. Somos adultos. Los dos sabemos cómo funciona la química. Tal vez podamos iluminar el cielo por unas cuantas semanas, pero al final todo se consumirá. Uno de los dos sufrirá, y con toda seguridad sería yo.

Zac: Eres la mujer más pesimista con la que he intentado salir.

Ness: No me faltan razones para serlo.

Zac: Entonces, ¿estoy pagando lo que alguien te hizo en el pasado?

Ness: Claro que no. Simplemente soy una mujer que finalmente ha aprendido la lección.

Zac se echó hacia atrás.

Zac: No vas a ceder, ¿verdad?

Ness: No -declaró muy orgullosa de sí misma-. Por una vez, no voy a ceder.

Zac se preguntó si sabría lo tentador que era oír esa declaración.

Zac: Eso me suena a un desafío -le dijo, guiñándole un ojo-. Ya te lo advertí una vez, pero volveré a hacerlo. Nunca evito un desafío… Estaremos en contacto, cariño.

Pudo ver el destello de pánico en sus ojos antes de levantarse y alejarse. Estupendo, pensó. Hacerla cambiar de opinión se había convertido en su objetivo personal.

Y tenía el presentimiento de que iba a ser mucho más entretenido que nada que hubiera hecho hasta ahora.


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