topbella

miércoles, 6 de diciembre de 2023

Capítulo 4


Debido a que la mayoría de sus mejores clientas eran mujeres trabajadoras que sólo podían ir al centro de belleza los sábados, Vanessa rara vez tenía un fin de semana entero para ella sola. Pero le gustaba que así fuera. Los domingos le parecían interminables, sobre todo los que no iba a la iglesia. Una larga y soporífera sucesión de horas vacías que se extendía delante de ella.

¿Cuánto tiempo podía pasar haciendo la colada o llenando la nevera para las pocas comidas que hacía en casa? Serenity no tenía cine y a Vanessa no le gustaba el golf, remar en kayac ni ninguna de las otras actividades que ofrecía el pueblo. Era el único inconveniente que había encontrado en vivir en una pequeña localidad después de pasar varios años en Charleston. A pesar de todos sus encantos y de su maravillosa gente, la paz y tranquilidad que se respiraban en Serenity podían crisparle los nervios de vez en cuando, sobre todo por no tener a nadie con quien compartir su vida.

El domingo era el peor día de la semana. Tenía demasiado tiempo para pensar en la Navidad, en su familia y en todas las razones por las que esa fecha había perdido su significado para ella. A las tres de la tarde empezó a inquietarse seriamente. Miró el teléfono y pensó en el tiempo que hacía que no hablaba con sus padres. Vivían a menos de dos horas en coche, pero hacía meses que no sabía nada de ellos. Al marcharse de casa había aprendido que tendría que ser ella quien se pusiera en contacto con ellos. De lo contrario sus padres parecían olvidarse de su existencia.

Siguiendo un impulso, agarró el teléfono y marcó el número antes de que pudiera pensarlo mejor. Sonó varias veces antes de que su madre respondiera.

Ness: Hola, mamá.

**: ¿Vanessa? ¿Eres tú?

Ness: Sí, mamá. Soy yo -no era ninguna sorpresa que su madre no estuviera segura-. ¿Cómo estás?

**: Bastante bien -respondió su madre, sin ofrecer más información-.

Ness: ¿Y papá? -insistió a pesar de la frialdad-. ¿Cómo está? 

Su padre tenía casi setenta años, pero parecía mucho mayor. El trabajo al aire libre y lo que sus padres llamaban «la tragedia» lo habían envejecido antes de tiempo.

**: Trabajando duro, como siempre. La granja es demasiado para él, pero es la única vida que conoce.

Ness: ¿Ha contratado ayuda este año? -preguntó decidida a seguir hablando con la esperanza de abrir una vía de comunicación verdadera-.

**: Contrató a varios jornaleros para la cosecha, pero ya sólo quedan las calabazas. Él mismo se encarga de recogerlas y llevarlas al mercado de los sábados.

Ness: ¿Está ahí? Me gustaría saludarlo.

Hubo un tiempo en que su padre la había colmado de atenciones, igual que Cal hacía con Jessica Lynn. Todo cambió en un abrir y cerrar de ojos, y aunque Vanessa comprendía la razón a un nivel intelectual, la herida nunca había dejado de dolerle.

**: Está fuera, trabajando con el tractor -respondió su madre. No se ofreció a avisarlo, pero tras una breve duda pareció sucumbir a los buenos modales-. Le diré que has llamado.

Vanessa apenas pudo contener un suspiro. No recordaba la última vez que había hablado con su padre. Su madre siempre encontraba alguna excusa por la que su padre no pudiera ponerse al teléfono. Algunas parecían sinceras, como la del tractor. Pero otras no. A veces Vanessa tenía la impresión de que su padre había dejado de hablar con todo el mundo tras la muerte de su hijo.

Se obligó a adoptar el tono más animado posible.

Ness: Cuéntame qué has estado haciendo, mamá. ¿Sigues haciendo pasteles para la iglesia?

**: Hoy llevé una tarta de coco -dijo su madre-. La semana que viene la haré de chocolate. Es la favorita de todos.

Ness: La mía también. Tal vez vaya a haceros una visita y puedas hacerme una.

Hubo otro momento de duda antes de que su madre respondiera.

**: Avisanos cuando pienses venir, Vanessa.

Esa vez Vanessa ni siquiera intentó reprimir un suspiro. Ya se había acostumbrado al rechazo implícito en las palabras de su madre.

Ness: Te avisaré, mamá -dijo, resignándose a acabar otra decepcionante llamada-. Me alegro de haber hablado contigo.

**: Yo también -dijo su madre-.

Sólo después de colgar, Vanessa se dio cuenta de que su madre no le había hecho ni una sola pregunta sobre su vida. La falta de interés le seguía doliendo después de tantos años. Aún recordaba cuando volvía del colegio cargada de noticias y su madre le servía un vaso de leche con galletas para escuchar hasta el último detalle. Ahora apenas podían mantener una conversación fría y forzada de cinco minutos.

Ness: Si me quedo aquí un momento más, empezaré a regodearme en la autocompasión -murmuró para sí misma, y agarró el bolso para dirigirse hacia la puerta-.

Dos horas después estaba sentada en un cine de Charleston con un cartón gigante de palomitas de maíz, un refresco y una bolsa de pastillas de menta. La película de acción apenas le provocaba interés, pero era mucho mejor que quedarse sola en casa un domingo por la tarde, pensando en la deteriorada relación con sus padres.

Al salir del cine, oyó una voz familiar y se giró para encontrarse con Kyle, el hijo de Maddie, acompañado de algunos amigos y de Cal.
 
Kyle: ¿No te ha encantado la peli? -le preguntó con entusiasmo, pero Cal intervino antes de que Vanessa se viera obligada a mentir-.

Cal: Algo me dice que a Vanessa le hubiera gustado más una película romántica.

Kyle: Entonces, ¿por qué has venido a ver esta película? -preguntó desconcertado-.

Vanessa se encogió de hombros.

Ness: Pensé que sería entretenida y trepidante.

Cal: ¿Y que te ayudaría a no pensar en otra cosa? 

Ella frunció el ceño.

Ness: ¿Te han dicho alguna vez que tu intuición es tan irritante como la de tu mujer?

Cal se echó a reír.

Cal: ¿Qué puedo decir? Es Maddie quien me la está pegando. Por cierto, vamos a tomar una pizza en Rosalina's de camino a casa. Maddie también estará allí. ¿Quieres venir con nosotros? Te servirá para matar el tiempo, si es ése tu objetivo.

La invitación era interesante, pero los inconvenientes superaban con creces los beneficios.

Ness: ¿Y someterme a un interrogatorio implacable? Me parece que no.

Cal: ¿Crees que podremos hablar con toda esta panda, además de Jessica Lynn y Cole? Vamos, Vanessa. Te prometo que no habrá preguntas incómodas.

Ness: Es imposible detener a Maddie -dijo con una sonrisa-. Y últimamente no para de intentar entrometerse en mi vida.

Cal: Ahora es distinto. Maddie está demasiado ocupada con Jessica Lynn como para prestar atención a otra cosa. Las comidas ya no son esas reuniones tranquilas y apacibles que recuerdas, y menos con los amigos de Kyle.

Vanessa vio que Cal parecía muy feliz con su nueva vida. Ser padrastro y luego padre no le había supuesto el menor problema.

Basándose en las garantías de Cal y en el recuerdo del caos que Jessica Lynn había creado en su última visita al gimnasio, Vanessa acabó por ceder.
 
En parte porque las palomitas de maíz no habían saciado su apetito, y en parte porque la perspectiva de pasar un rato en buena compañía era mucho más agradable que pasar el resto del día frente al televisor, lamentándose por la conversación tan breve y vacía que había mantenido con su madre.

Ness: En ese caso, os veré allí. La verdad es que me apetece tomar una pizza.

Cal la miró con expresión dubitativa.

Cal: Es un camino muy largo… Lo suficiente para que cambies de opinión varias veces. ¿Tengo que decirle a Kyle y a un amigo que vayan contigo para asegurarnos de que apareces? Una vez que le haya dicho a Maddie que vas a venir no hay vuelta atrás.

Ness: No cambiaré de opinión -le aseguró-. No tienes por qué asignarme una escolta.

Cal asintió, satisfecho.

Cal: Te veré allí, entonces.

Vanessa vio como se alejaba con los chicos y entonces se dirigió hacia su coche. Bajó la capota, introdujo un CD en el reproductor y subió el volumen a toda pastilla.

Al llegar a las afueras de Serenity estaba completamente despeinada por el viento, pero su humor había mejorado considerablemente. Lo cual fue una suerte, porque la primera persona a la que vio cuando entró en Rosalina's fue el sexy desconocido que había encontrado en el porche del Corner Spa… y estaba sentado con Maddie.


Zac estaba sosteniendo la muñeca que Jessica Lynn Maddox le había puesto en los brazos cuando levantó la mirada y vio a su mujer misteriosa de pie en la puerta. Estaba mirando directamente hacia él, y por un momento, Zac tuvo la impresión de que iba a salir huyendo. Pero entonces Maddie Maddox se levantó de su asiento, al otro lado de la mesa, y corrió hacia ella con Jessica Lynn pisándole los talones, dejando a Zac a cargo del bebé que dormía en un carrito junto a él. Zac tenía mucha experiencia con los hijos de su hermana, pero una vez que habían dejado los pañales. Nunca se había tragado la idea de que los niños no eran tan frágiles como parecían.

Cuando Maddie volvió a la mesa, agarrando firmemente por la muñeca a la otra mujer, Zac se puso en pie.

Maddie: Vanessa, quiero presentarte a Zac Efron, el nuevo gerente municipal de Serenity -dijo prácticamente tirando de la mano de Vanessa hacia la suya. Zac la aferró instintivamente-. Zac, ésta es Vanessa Hudgens, que se encarga de los tratamientos de belleza en el Corner Spa.

Zac: Hola otra vez -dijo sujetándole la mano unos segundos más de lo necesario-. 

Su piel, exquisitamente suave, era la mejor publicidad posible para un centro de belleza.
Los ojos oscuros de Vanessa lo miraron con recelo, pero sonrió de todos modos.

Ness: Me alegra saber que mi primera impresión no estaba muy lejos de la realidad.

Zac: ¿Ah, no?

Ness: Le dije a Edward, nuestro entrenador, que no parecías peligroso. A pesar de estar espiando por las ventanas del gimnasio y asustando a las mujeres.

Maddie lo miró, horrorizada.

Maddie: ¿Eso es cierto?

Zac: No es lo que parece -se apresuró a aclarar con una mueca-. Estaba buscando un sitio para entrenar un poco. Me dijeron que aquel lugar era sólo para mujeres, pero quería comprobar por mí mismo si era cierto. Vanessa me detuvo en la puerta y me dejó muy claro que no podía entrar.

Ness: Lo siento -aunque no parecía muy sincera-. Sólo estaba cumpliendo las normas.

Maddie: Tal vez tú y Cal podáis hacer montar algo para hombres en el pueblo -sugirió-. Así no tendré que hacer la vista gorda cada vez que se cuela en el gimnasio por la noche.

Zac: Supongo que no me dejarías colarme con él, ¿verdad? -preguntó esperanzado-.

Ness: Ni hablar -dijo ganándose una mirada extrañada de Maddie-. Quiero decir… Lo de Cal es especial. Está casado con una de las propietarias. Pero si dejamos que te cueles, habrá más hombres que nos pidan lo mismo y al final dejará de ser un gimnasio especial para mujeres.

Zac sonrió por la precipitada explicación.

Zac: Por un momento pensé que tenías algo personal en mi contra.

Ness: ¿Cómo? Ni siquiera te conozco.

Zac: Eso tiene fácil remedio -sugirió, y tuvo el placer de ver cómo se ponía colorada-.

Ness: No lo creo -dijo ganándose otra severa mirada de Maddie-. Gracias de todos modos.

Él la miró por un momento, antes de retirar una silla junto a la suya. Pero antes de que Vanessa pudiera sentarse, Jessica Lynn se subió a la silla y le tiró del brazo.

Jessica: Tengo hambre -declaró-. ¿Dónde está mi muñeca?

Zac: Aquí -dijo agarrando la muñeca de su propia silla para entregársela a la niña-. Yo también me muero de hambre -le confesó a Jessica, sentándose junto a ella-.

Ness: Y yo -afirmó sorprendiéndolo-.

Maddie: Entonces vamos a pedir. Cal llegará de un momento a otro con los chicos.

Ness: ¿Dónde está Katie? 

Maddie: En casa de una amiga, supuestamente haciendo los deberes. Aunque con una piscina en casa de los Graham… lo dudo.

Zac miró a Maddie con curiosidad. Ya había intuido que la diferencia de edad entre ella y su marido era considerable, diez años por lo menos, pero parecía que formaban una familia muy numerosa. Y Cal sólo tenía treinta y pocos años, como él.

Zac: ¿Cuántos hijos tienes?

Maddie: Cinco -señaló a Jessica Lynn y a Cole-. Éstos dos los he tenido con Cal, pero tengo otros tres de mi primer matrimonio. Ty está estudiando en Duke. Katie, como ya he dicho, está con una amiga esta noche, y Kyle llegará en cualquier momento con Cal.

Zac: ¿Y trabajas en el gimnasio a jornada completa? -le preguntó impresionado-.

Ness: Y hace un trabajo formidable. Las mujeres somos muy polivalentes.

Zac frunció el ceño al percibir una nota de reproche femenino en su voz.

Zac: Desde luego. Sólo intento aprender lo que hace cada uno en Serenity. 

Maddie le lanzó una mirada más de advertencia a Vanessa.

Maddie: Bien, pues te alegrará saber que Vanessa es la mejor organizadora de eventos que puedas encontrar en Serenity. Será la que represente al Corner Spa en el comité navideño. ¿Serás tú el presidente?

Zac: Sí. 

De repente, la perspectiva de planificar las fiestas del pueblo adquiría un nuevo interés. Seguía pensando que podría emplear su tiempo en otras cosas más útiles, pero si aquello le daba la oportunidad de pasar más tiempo con Vanessa, no sería tan horrible.

En aquel momento, sin embargo, ella lo miraba sin ocultar sus recelos.

Ness: Ya que Maddie y tú no os conocéis, ¿puedo saber qué estás haciendo aquí?

La expresión de Maddie pasó del asombro al horror.

Maddie: Yo lo he invitado. Fue Cal quien lo sugirió. Me llamó de camino a casa y me dijo que se había encontrado contigo en el cine y que te había invitado a tomar pizza con nosotros. Pensó que a Zac le gustaría conocer a alguien más del pueblo.

Vanessa no pareció muy satisfecha con la respuesta, pero no insistió más y se escondió detrás de su menú. El color de sus mejillas era lo único que delataba su vergüenza.

Llegaron Cal y los chicos, y toda la tensión que se respiraba en la mesa se esfumó al instante. Básicamente porque a Zac y a Vanessa les resultó imposible comunicarse entre ellos. No fue hasta que salieron al aparcamiento cuando Zac tuvo la oportunidad de hablar con ella a solas.

Zac: Lamento si mi presencia ha sido un problema para ti -le dijo, observándola intensamente-. ¿Te he ofendido de alguna manera? Cuando Maddie me llamó, no sabía quién más vendría a la cita. Estaba harto de quedarme en la habitación del hotel, así que acepté encantado la invitación.
 
Ella suspiró profundamente.

Ness: Lo siento. Ya sé que me he comportado como una idiota, pero aún no conoces a Maddie ni a sus amigas. Siempre se están metiendo donde no las llaman.

Zac empezó a comprender.

Zac: Les encanta hacer de celestinas, ¿no?

Ness: Ni te lo imaginas. Era divertido cuando se buscaban maridos unas a otras, pero ahora han puesto sus miras en mí. Me resulta muy humillante, por no decir algo peor. Y es muy embarazoso ver cómo intentan tenderte la misma trampa a ti.

Zac: No me ha resultado embarazoso en absoluto. De hecho, me alegraste el día cuando entraste en el restaurante. Tenía la esperanza de volver a tropezarme contigo.

Su comentario pareció volver a indignarla.

Ness: Yo no salgo con nadie -declaró-.

Pero Zac no se dejó intimidar. Con su rechazo, Vanessa había creado un desafío para él. Zac siempre daba lo mejor de sí mismo cuando algo quedaba fuera de su alcance.

Zac: Supongo que habrá una historia detrás de esa actitud -dijo, manteniéndole la mirada hasta que ella apartó la suya-.

Ness: Varias, por desgracia.

Empezó a alejarse, pero él echó a andar a su paso.

Zac: Tendremos que vernos alguna vez para que me las cuentes.

Ness: ¿Eso no sería una cita? -preguntó con una sonrisa torcida-.

Zac: No si no queremos que lo sea -respondió muy serio-. Dos amigos charlando con una buena cena y una botella de vino… Es algo perfectamente inocente.

Ness: No si uno de esos amigos eres tú. Puede que me equivoque, pero algo me dice que no hay nada inocente en ti.

Zac ni siquiera intentó negarlo.

Zac: Es el hoyuelo, ¿verdad? -preguntó con exagerada consternación-.

Ness: Estás muy seguro de ti mismo, señor Efron. Debes de ser un jugador o algo así.

Zac: Siempre me han dicho que la seguridad en uno mismo es una virtud. ¿Lo habré entendido mal?

Ness: Para ti es seguridad. A mí me parece arrogancia -se burló-.

Zac: Me ocuparé de ello.

Ness: Ya lo veremos.

Zac: Eh, estoy dispuesto a mejorar lo que haga falta, sobre todo si con eso consigo que cenes conmigo.

Ness: Hay que mejorar por uno mismo, no para conseguir nada. Buenas noches.

Zac: ¿Necesitas que te lleve?

Ness: No, gracias. Tengo mi coche.

Zac: Entonces, ¿puedes llevarme tú a mí?

Ness: ¿Te has ofrecido a llevarme a casa sin coche?

 Él se encogió de hombros.

Zac: Mañana habré conseguido uno.

Por primera vez, Vanessa se echó a reír.

Ness: Eres incorregible.

Él volvió a encogerse de hombros.

Zac: No eres la primera persona que me dice eso este fin de semana.

Ness: Parece que las mujeres de tu vida te conocen muy bien.

Zac: La otra mujer que me lo dijo era mi madre.

Ness: Me reafirmo en lo que he dicho. Está claro que tu madre te conoce.

Se subió a su pequeño descapotable, se despidió con la mano y se alejó a toda velocidad. El rechazo de Vanessa Hudgens era un duro golpe a su ego, pero sólo reforzaba su decisión de conquistarla. Zac tenía el presentimiento de que conocía las reglas del juego mucho mejor que ella, y él nunca perdía una partida. Especialmente cuando la partida le interesaba.
 
Aun sabiendo que el comité navideño le permitiría estar en contacto directo con la esquiva Vanessa, Zac tenía la esperanza de que Howard pospusiera el asunto por un tiempo. Por desgracia, cuando llegó a la oficina el lunes por la mañana, descubrió que aquélla era una tarea en la que el alcalde destacaba especialmente por su eficiencia.

Teresa: El comité te está esperando en la sala de juntas -le comunicó con una amplia sonrisa-. He llevado café y rosquillas.

Zac la miró con el ceño fruncido.

Zac: ¿Qué comité? No tengo ninguna reunión en la agenda para esta mañana.

La sonrisa de Teresa no vaciló lo más mínimo.

Teresa: Oh, Cielos… He debido de olvidar apuntarlo en tu agenda particular.

Zac: ¿De qué comité estás hablando, Teresa? -volvió a preguntar impaciente-.

Teresa: Del comité navideño, naturalmente. Sé que Howard lo ha hablado contigo. Me pidió que lo organizara todo.

Zac maldijo al alcalde en silencio, y también a su secretaria por aceptar órdenes de gente como Howard Lewis. Pero Teresa sabía mejor que nadie cómo funcionaba aquel lugar y Zac la necesitaba. De lo contrario su carrera en el ayuntamiento de Serenity tendría una vida muy corta. No podía ofender a una eficiente secretaria a las dos semanas de haber empezado a trabajar con ella.

Zac: De acuerdo, hazme un rápido resumen sobre los miembros del comité -le pidió, decidido a acabar con aquello cuanto antes-.

Y cuando acabara, tal vez pudiera reconsiderar si realmente servía para trabajar en un ayuntamiento. Al principio le había parecido una dedicación muy noble, pero eso era antes de tener que discutir los adornos navideños de la plaza o si la silla de Santa Claus necesitaba una nueva mano de pintura dorada, o cualquier otra estupidez que se le ocurriera al comité para perder su valioso tiempo. Nunca en toda su experiencia profesional se había encontrado con algo semejante.

Escuchó como Teresa le describía a los miembros del comité. Además de Howard y Vanessa, estaban Ronnie Sullivan, el dueño de la ferretería, y Mary Vaughn Lewis, la presidenta de la Cámara de Comercio.
 
Teresa: Ten cuidado con Mary Vaughn -le advirtió-. Es muy probable que intente tirarte los tejos. Siempre lo hace.

Zac agradeció la advertencia, aunque se preguntó si tal vez el interés de otra mujer en él sería lo que necesitaba para avivar la relación que esperaba mantener con Vanessa.

Si bien ese tipo de planes tendía inevitablemente al fracaso, pensó mientras se disponía a acudir a la reunión.


Vanessa estaba sentada en la mesa de conferencias, golpeando la superficie de caoba con su bolígrafo. Había tenido que modificar toda su agenda en el centro de belleza para poder asistir a la reunión, y ahora no había ni rastro de Zac.

No quería decir que estuviera impaciente por volver a verlo. La cena del día anterior ya había sido bastante incómoda. Vanessa había sido increíblemente grosera y muy pronto tendría que escuchar las merecidas reprimendas de Maddie.

Ness: Esto es una pérdida de tiempo -le dijo a Mary Vaughn-. Podrías haber dedicado la mañana a vender otra casa y yo a hacer dos o tres tratamientos. Si el gerente no aparece dentro de cinco minutos, me largo de aquí.

Ronnie Sullivan, el marido de Dana Sue, le hizo un guiño desde el otro lado de la mesa.

Mary: Tranquila, cariño. Las cosas van a otro ritmo en Serenity.

Ness: Eso díselo a Maddie.

Mary: Por lo que tengo entendido, es Madeline quien te ha enviado aquí. Sin duda comprenderá tu retraso.

Había sido una sorpresa descubrir que Ronnie estaba en el comité. Dana Sue no se lo había mencionado, y Vanessa se preguntó si sabría que Mary Vaughn también formaba parte. No era probable. Si Dana Sue lo hubiera sabido, se habría apuntado al comité ella misma para proteger a su marido con uñas y dientes.

Vanessa miró de reojo a Mary Vaughn. Llevaba uno de sus carísimos trajes de diseño, alhajas de oro y un reloj con un diamante incrustado que debía de costar más de lo que Vanessa ganaba en un mes. De repente la asaltó la idea de que Mary Vaughn y Zac Efron podrían formar una pareja ideal. Ambos eran profesionales, ambiciosos y seductores. Sí, aquélla podía ser la solución a su problema. En cuanto se conocieran, Zac se olvidaría de ella y dedicaría sus esfuerzos a una presa más asequible.

Pero, sorprendentemente, la idea no le pareció tan sugerente como debería.

Zac entró por fin en la sala de juntas, sin parecer mucho más contento que ella por estar allí. Vanessa tuvo que admitir que, con sus pantalones azul marino, su camisa gris con gemelos dorados y una corbata ligeramente aflojada, le provocaba una inconfundible reacción aunque no fuera su tipo. Ella prefería los hombres atractivos y sencillos sin ninguna clase de pretensión.

Aunque, basándose en los resultados anteriores, su gusto masculino era muy discutible.

Zac: Buenos días a todos -dijo en un tono lento y pausado que le provocó otra descarga eléctrica a Vanessa-. 

Maldito fuera aquel hombre…

Sonrió, se presentó a sí mismo y estrechó las manos de todos los asistentes. Su actitud era cordial con casi todos, pero se volvió un poco fría cuando llegó al alcalde.

Zac: Howard -lo saludó con voz cortante-.

Howard: Buenos días -respondió ajeno a la tensión que se respiraba en la sala-. 

Él y Ronnie parecían ser los únicos que estaban encantados por estar allí.

Junto a Vanessa, y como era previsible, Mary Vaughn empezó a estudiar a Zac con una mirada que dejaba muy claras sus intenciones. Comprobó que no llevara anillo en la mano izquierda y se ajustó rápidamente la chaqueta, revelando más escote de la cuenta.

Vanessa suspiró. ¿Se podría ser más descarada?

Zac: Howard, ¿qué te parece si damos comienzo a la reunión? Seguro que tienes una agenda muy apretada. Por hoy me limitaré a tomar notas, ya que no conozco las tradiciones del pueblo. Pero si se me ocurre alguna sugerencia, la haré.

Su tono insinuaba que las sugerencias que se le pudieran ocurrir no tendrían nada que ver con el espíritu navideño. Vanessa se solidarizó en aquel aspecto con él.

Howard, sin embargo, empezó a asignar tareas con un entusiasmo desbordado. Al cabo de una hora, Mary Vaughn había recibido el encargo de hablar con todos los coros del pueblo. Ronnie era el responsable de estudiar los nuevos adornos navideños, y Vanessa tendría que negociar con los vendedores y proveedores.

Howard: Zac, tú trabajarás con ella, ¿de acuerdo? -dijo el alcalde, para gran decepción de Mary Vaughn-.

Zac: Claro -respondió el gerente, haciéndole un guiño a Vanessa-.

Howard: Intuyo que van a ser las mejores navidades que hayamos visto -declaró alegremente-. Muchas gracias a todos. Nos vemos la semana que viene a la misma hora.

Ness: ¿Vamos a reunirnos todas las semanas? -preguntó horrorizada-.

Howard: Naturalmente, tenemos que dar lo mejor de nosotros. Puede que yo sea Santa Claus, pero necesito la ayuda de mis pequeños elfos.

Por la expresión de Zac, parecía estar pensando en apuñalar al alcalde allí mismo. Vanessa volvió a solidarizarse con él.

Ness: No merece la pena ir a la cárcel por eso -le murmuró al pasar a su lado-.

Para su sorpresa, los labios de Zac se curvaron en una sonrisa irónica.

Zac: ¿Estás segura?

Ness: Ahora que lo dices… no tanto. Vuelve a preguntármelo la semana que viene y puede que sea yo quien lo mate por ti.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Perfil