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miércoles, 27 de diciembre de 2023

Capítulo 18


Zac estaba muy preocupado por Vanessa. Cada vez que hablaba con ella la notaba más y más cansada, pero por fin iba a volver a casa. Sólo había dejado el hospital durante unas cuantas horas en Acción de Gracias, y había vuelto inmediatamente a Charleston para supervisar la recuperación física y emocional de su padre.

Maddie había ido a recogerla aquella mañana, ya que Zac quería reunir a todo el comité en la plaza del pueblo para la colocación de los adornos navideños, aunque de la tarea se encargaban unos operarios bajo la supervisión de Ronnie.

Zac: Nunca he decorado un árbol -había protestado en un vano intento por escabullirse-. Ni he colgado copos de nieve en las farolas.

Sus palabras sólo se toparon con oídos sordos.

Howard: He visto fotos de tu casa en Navidad -le había recordado-. Seguro que se te ha pegado algo de los decoradores profesionales.

Zac: Nada de eso.

Howard: Imagina que surge algún contratiempo… Como gerente municipal, es tu deber estar mañana en la plaza cuando traigan el árbol.

Por tanto, Zac estaba esperando en la calle a las siete en punto de una mañana tan fría como las de Nueva York. Ni siquiera su jersey más grueso lo protegía del aire glacial que le congelaba los huesos. Gracias a Dios, Ronnie había llevado un gran termo de café de Sullivan’s.

Ronnie: ¿Esa mala cara es porque no quieres estar aquí, porque tienes frío o porque echas de menos a Vanessa? -le preguntó mientras el árbol era descargado de la camioneta y colocado en el centro de la plaza-. 

Una vez cortada la red que lo envolvía, sus ramas se desplegaron en toda su exuberancia. No era el árbol de Rockefeller Center ni de la Casa Blanca, pero seguía siendo impresionante.

Zac: Por todo eso. Soy yo quien debería haber ido a recogerla hoy.

Ronnie: Maddie puede traerla a casa sana y salva.

Zac: Ésa no es la cuestión -murmuró-.

Ronnie: ¿Intentas ganar puntos con ella? -preguntó sonriendo-. Sé de buena tinta que tu balance es muy positivo hasta la fecha.

Zac: Ésa tampoco es la cuestión.

Ronnie: ¿Cuándo la viste por última vez?

Zac: Hace cuatro días. Me pasé por el centro de rehabilitación dos días después de Acción de Gracias, pero desde entonces Howard no me ha dejado en paz. Parece que la Navidad dependiera exclusivamente de mí. Está obsesionado con que me haga cargo de todos los detalles.

Ronnie: Eres el gerente municipal -le recordó con expresión divertida-. Es normal que te encargue a ti todo el trabajo.

Zac se fijó en el árbol, el cual se balanceaba peligrosamente.

Zac: ¿Cómo demonios van a sujetarlo? No quiero ni imaginarme las consecuencias si se cae y aplasta a un puñado de críos.

Ronnie: Así me gusta… Un perfecto Ebenezer Scrooge para amenizar la Navidad.

Zac: Alguien tiene que ser práctico.

Ronnie: Y esto lo dice un hombre que pagó el árbol de su propio bolsillo sólo para ganarse el corazón de Vanessa.

Zac frunció el ceño.

Zac: ¿Cómo lo has sabido?

Ronnie: Teresa me dijo que pagaste la factura con un cheque a tu nombre.

Zac: Esa mujer es una bocazas. No sé por qué no la he despedido ya.

Ronnie: Porque es la mejor en su trabajo.

Zac: Cierto -concedió, y justo en ese instante sonó su móvil. Al ver que se trataba de Vanessa sintió como se relajaba por primera vez en toda la mañana-. Hola, ¿vas de camino a casa?

Ness: Maddie me recogerá dentro de unos minutos. Debería llegar al pueblo dentro de una hora, más o menos.

Zac: ¿Quieres que comamos juntos?

Ness: Tendría que ir directamente al trabajo.

Zac: Antes tienes que comer -insistió-. Sé que estos últimos días no has comido muy bien.

Ness: Me he comido todo lo que me has traído -protestó-.

Zac: Una comida cada pocos días… ¿Eso es comer bien? Iremos a Sullivan’s y dejaremos que Dana Sue te cebe como es debido.

Ness: ¿No deberías estar supervisando la decoración navideña?

Zac: Todo el mundo hace un descanso para comer. Pero insisto en que vengas a la plaza cuando llegues al pueblo. Me vendría bien oír una opinión más.

Ness: ¿Ya han llevado el árbol?

Zac: Aquí está, tambaleándose mientras hablamos.

Ness: ¿Es bonito? -preguntó en un tono repentinamente melancólico-.

Zac: Es perfecto. Tienes que verlo por ti misma.

Ness: Enseguida estoy ahí.

Zac se guardó el móvil y vio la expresión de satisfacción de Ronnie.

Zac: ¿Qué?

Ronnie: No has parado de gruñir desde que estás aquí, y sólo han hecho falta dos minutos al teléfono con Vanessa para transformarte en un sentimental.

Zac: Yo no soy un sentimental -protestó-.

Ronnie: Claro que lo eres -afirmó con una sonrisa-. Bienvenido al club.

Zac: ¿Qué club?

Ronnie: Los Hombres que aman a las Magnolias. Es un club muy selecto… y afortunado.

Zac pensó en lo que Vanessa le hacía sentir. Tal vez se había vuelto un poco sentimental, después de todo. Y tenía que admitir que no era algo tan horrible.


Dana Sue estaba encima de Vanessa como si hubiera estado ausente un año, en vez de tres semanas. Vanessa sólo había pedido una ensalada, pero Dana Sue le había llevado una enorme ración de carne con puré de patatas y había insistido en que se comiera hasta el último bocado.

Dana: Has perdido unos kilos que no te puedes permitir perder -la reprendió-. Ya sé que me he vuelto un poco neurótica desde la anorexia de Annie, pero si no pones un poco de carne en tus huesos saldrás volando en cuanto sople viento.

Vanessa le apretó la mano cariñosamente. Todas sabían cuánto había sufrido por su hija, pero Annie ya había superado sus trastornos y estudiaba felizmente en la universidad.

Ness: Deja de preocuparte, Dana Sue. Sólo me he saltado algunas comidas -le aseguró-. Ahora que he vuelto a mi rutina no tardaré en ganar peso.

Zac: Estoy deseando verlo. 

Dana Sue le sonrió.

Dana: Voy a ver si Erik ha sacado la tarta de manzana del horno.

Ness: No puedo comer más -protestó-.

Dana: Zac te ayudará, ¿verdad, Zac?

Zac: Desde luego.

Dana Sue se dirigió hacia la cocina y Vanessa se volvió hacia Zac.

Ness: ¿Por qué has aceptado? No puedo tragar nada más.

Zac: ¿Quieres que se preocupe por ti?

Ness: No.

Zac: Pues yo tampoco. Tengo un pueblo que decorar. No puedo permitir que un soplo de viento te lleve volando hasta el próximo condado.

Ness: No he perdido tanto peso -dijo empezando a perder la paciencia-.

Zac: No tanto, pero sí bastante -replicó tocándole la mejilla-. Te he echado de menos. Me alegra que hayas vuelto.

Vanessa tragó saliva al recibir su penetrante mirada.

Ness: Me alegra haber vuelto.

Zac: ¿Cómo está tu padre?

Ness: Mejor. El médico lo convenció para que tomara un antidepresivo. Espero que le haga efecto… -sacudió la cabeza-. Y pensar que hemos perdido todo este tiempo sin hacer nada por ayudarlo. Supongo que ni mi madre ni yo nos dimos cuenta de que su dolor se había convertido en una depresión.

Zac: No eras más que una niña cuando sucedió -le recordó-. Y hacía tiempo que no estabas con ellos. En cuanto a tu madre, sospecho que no es la primera persona que no sabe cómo manejar la depresión de un ser querido, especialmente cuando es más fácil echarle la culpa de todo.

Ness: Le gustas, ¿sabes? La dejaste impresionada al llevarnos comida y quedarte conmigo…

Zac: ¿En serio? -preguntó sonriente-. ¿Y tú qué piensas?

Ness: Pienso que te he echado de menos mucho más de lo que podría haber esperado -respondió mirándolo fijamente-. Mucho más.

Zac: ¿Cuánto? -insistió-.

Ella le mantuvo la mirada unos segundos.

Ness: Todavía no me has besado.

Zac: Eso tiene fácil arreglo -dijo, y le tomó el rostro entre las manos para besarla en los labios-.

Empezó siendo un beso tierno y suave, pero pronto derivó en un duelo encarnizado de lenguas y jadeos.

Zac: Santo Dios… -murmuró al apartarse-. ¿Qué te ha pasado?

Ness: Tú, creo -respondió con una media sonrisa-. 

El teléfono de Zac empezó a sonar, pero lo ignoró.

Ness: ¿No crees que deberías responder?
 
Zac: Te estás insinuando -dijo mirándola con expresión esperanzada-. O al menos eso creo.

Ness: Lo estoy haciendo.

Zac: ¿Y quieres que responda al teléfono?

Ness: Tienes que hacerlo. Eres el gerente municipal y estás a cargo de la Navidad. Es una labor muy importante.

Zac: No tanto como tú -dijo mientras el teléfono seguía sonando-. 

Vanessa le metió la mano en el bolsillo y sacó el móvil.

Ness: Responde.

Zac se lo quitó de la mano y lo apagó.

Zac: ¿De qué estábamos hablando?

Ness: De la Navidad -sugirió-.

Zac: De la seducción -corrigió-.

Ness: Ah, sí… -suspiró-. Pero tengo que ir a trabajar.

Zac: ¿A trabajar? -repitió desconcertado-. ¿Quieres ir a trabajar… ahora?

Ness: No quiero hacerlo, pero no puedo ausentarme por más tiempo del trabajo.

Dana: Podrías hacerlo -dijo mirándolos con regocijo desde el extremo de la mesa-.

Vanessa le lanzó una mirada ceñuda.

Ness: ¿Cuánto tiempo llevas ahí?

Dana Sue sonrió y mostró la tarta de manzana.

Dana: El suficiente para que se enfríe la tarta y se derrita el helado. Aunque si te soy sincera, mi calor corporal ha aumentado considerablemente… Puedo llamar a Maddie y decirle que te has ido a casa a descansar. O que te he ordenado que te vayas a casa a descansar.

Zac: Hazlo -la acució sin apartar la vista de Vanessa-.

Ness: Pero… -empezó-.

Zac: Hazlo -repitió-. 

Dana Sue miró a Vanessa.

Dana: Depende de ti.
 
Vanessa sintió la mano de Zac avanzando lentamente por su muslo, bajo la mesa. Una ola de calor la invadió por dentro.

Ness: Hazlo -murmuró, levantándose del asiento y dejando el abrigo tras ella-. 

Estaba tan acalorada que no lo necesitaba-.

Un día de ésos tendría que preguntarse por qué estaba tan dispuesta a acostarse con un hombre con el que llevaba semanas negándose a salir. En aquel momento sólo sabía que quería hacerlo. Ya se ocuparía más tarde del resto de sus emociones.


Zac no dejaba de mirar de reojo a Vanessa mientras la llevaba a su apartamento en coche.

Zac: No vas a cambiar de opinión, ¿verdad?

Ella le devolvió la mirada con expresión muy seria.

Ness: Creo que no.

Zac: Entonces tendré que darme una ducha helada, o tal vez un chapuzón en el lago.

Ness: Podrías pillar una pulmonía.

Zac aparcó frente a su apartamento y apagó el motor.

Zac: ¿Qué ha cambiado, Vanessa? Cada vez que te pedía que salieras conmigo me ponías una excusa. Y ahora de repente estás dispuesta a saltarte ese paso.

Ella se echó a reír.

Ness: ¿De verdad necesitas saberlo?

Zac: Tengo que saberlo. ¿Es para agradecerme que haya permanecido a tu lado mientras tu padre estaba en el hospital?

Ness: Te estoy muy agradecida, pero eso no basta para acostarme contigo.

Zac: Entonces, ¿por qué? Hace un par de semanas dejaste muy claro que no querías salir conmigo.

Ness: Creo que ambos sabemos que ese plan inicial se torció.

Zac: ¿En serio? Creía que estabas decidida a mantener las distancias.
 
Ness: Lo estaba -admitió-. Besas muy bien… ¿Alguna vez te lo han dicho?

Zac: Creo que sí -no sabía por qué necesitaba discutir aquello hasta la saciedad, pero algo le decía que no lo estaban haciendo bien. Si se aprovechaba del estado actual de Vanessa, los dos se acabarían arrepintiendo-. Entonces, ¿de eso se trata? ¿Te gusta cómo beso?

Ella sonrió lentamente.

Ness: Mucho.

Por alguna razón absurda, a Zac le resultó irritante.

Zac: Será mejor que te deje en el centro de belleza y vuelva a la plaza. 

Ella parpadeó y lo miró con desconcierto.

Ness: ¿Por qué? ¿Qué he dicho? Acabo de hacerte un cumplido.

Zac: No. Me has dicho que te atrae la perspectiva de acostarte conmigo.

Ness: Eso es un cumplido -insistió-.

Él frunció el ceño y volvió a arrancar el motor.

Zac: ¿Cómo te sentirías si yo te dijera que sólo me interesa tu cuerpo? 

Ella se quedó boquiabierta.

Ness: Eso no es lo que he dicho.

Zac: ¿No?

Ness: Pensé que te gustaría -murmuró-. Así tendrías lo que deseas.

Zac: ¿Qué crees que deseo? -le preguntó entornando los ojos-.

Ness: Sexo. Una aventura sin compromiso para entretenerte mientras estés en Serenity.

Sus palabras lo dejaron helado.

Zac: Maldita sea, Vanessa. ¿De verdad crees que tengo una opinión tan pobre de ti? Por supuesto que quiero acostarme contigo. Lo llevo deseando desde la primera vez que te vi. Pero incluso entonces sabía que iba a haber algo más entre nosotros.

Vanessa lo miró absolutamente perpleja.

Ness: Pero dijiste que… yo creía que… Zac, no vas a quedarte aquí. Tú mismo lo dijiste. Me ha costado un tiempo, pero ya puedo aceptarlo.

Su disposición a conformarse con tan poco enfadó aún más a Zac, aunque no sabía si estaba más furioso con ella o consigo mismo.

Zac: ¿Para ti sería suficiente una aventura?

Ella asintió, aunque su expresión insinuaba lo contrario.

Zac: No sólo no me conoces. Tampoco te conoces a ti misma -dijo metiendo la marcha atrás-. 

Tenía que alejarse de ella antes de que lo dominara un deseo irracional.

No volvió a dirigirle la palabra hasta que se detuvo frente al Corner Spa.

Zac: Para mí no se trata sólo de sexo, Vanessa. Que Dios me ayude, pero me estoy enamorando de ti. Avísame cuando sientas lo mismo.

Ella lo miró, compungida, y salió del coche. Zac la vio alejarse y suspiró. En vez de pasar una mañana de sexo salvaje con Vanessa, iba a tener que aguantar a un puñado de fanáticos de la Navidad.


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