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jueves, 7 de diciembre de 2023

Capítulo 5


Cuando Vanessa volvió finalmente al Corner Spa, estaba más irritada y enfadada que nunca con Maddie por haberla implicado en los preparativos de la Navidad. ¡Ahora tendría que perder dos horas cada semana hasta principios de diciembre! Era absurdo. Y encima Maddie había elegido aquel momento para reprenderla por la intolerable actitud que había tenido hacia Zac el domingo por la noche. Vanessa se esperaba el sermón, pero no por ello le resultó más soportable.

Seguía farfullando en voz baja cuando se tropezó con Helen en la cafetería.

Helen: Ah, aquí estás -dijo alegremente-. ¿Cómo ha ido la reunión con el comité? He oído que el nuevo gerente municipal está como un queso.

Vanessa frunció el ceño.

Ness: Tú también no… -murmuró, y se giró sobre sus talones para volver a su despacho-. Ya he oído todos los comentarios posibles de Dana Sue y Maddie -junto al humillante sermón por su mal comportamiento del domingo-.

Antes de que pudiera cerrar la puerta, Helen entró tras ella.

Helen: De acuerdo. Disculpa si he dicho algo que no debía. ¿Te importa decirme qué te pasa?

Ness: En pocas palabras, no quiero que Maddie, Dana Sue o tú os penséis que va a haber algo entre Zac Efron y yo. Si alguna vez quiero salir con un hombre, yo misma me lo buscaré.

Los ojos de Helen destellaron de regocijo.

Helen: Entendido.

Ness: No me estás tomando en serio -la acusó-. ¿Por qué ninguna me tomáis en serio?

La expresión de Helen se puso seria al instante.

Helen: Oh, cariño, claro que te tomamos en serio. Valoramos mucho tus opiniones sobre el centro de belleza.

Ness: Pero no sobre mi vida amorosa.

Helen: Eso es porque nos recuerdas a nosotras antes de casarnos.

Vanessa soltó un profundo suspiro.

Ness: Lo mismo que me dijo Dana Sue.

Helen: Todas hemos pasado por esa fase.

Ness: ¿Qué fase?

Helen: La fase de rechazo.

Ness: ¿Rechazo? He visto a Zac Efron tres veces y puedo decir que no es mi tipo. Es demasiado rígido y estirado -el comentario estaba muy lejos de ser sincero, pero de ningún modo iba a admitir que tenía un hoyuelo irresistible y un encanto natural-.

Helen: No es así como lo ha descrito Maddie. Ni Dana Sue.

Ness: ¿Cómo lo han descrito? -preguntó con curiosidad-.

Helen: Alto, atractivo, listo y muy sexy. Tiene un hoyuelo. Creo que fue Maddie quien se fijó.

Ness: Oh, yo no me he fijado. Pero en cualquier caso, no creo que esas virtudes sean suficientes para basar un compromiso de por vida.

Helen: Puede que no. ¿Te he dicho que también es rico? Su familia está forrada. Creo que me he cruzado con sus padres en algunos actos benéficos en Charleston.

Ness: Tampoco basta con eso. Si me importara el dinero, me habría quedado en Charleston. Además, si de verdad es rico, ¿qué hace trabajando en Serenity? ¿Acaso sus padres lo han desheredado? ¿O es su buena obra del siglo? ¿Y qué haría un hombre rico con una simple esteticista?
 
Helen: Y masajista -añadió reprimiendo una sonrisa-. No olvides que también das excelentes masajes. Erik me ha sugerido más de una vez que aprenda de ti.

Ness: Oh, por amor de Dios, ya sabes a lo que me refiero. Un hombre rico, de buena familia, buscaría a alguna debutante, una mujer reconocida y respetada en las clases altas de la sociedad.

Helen: Bueno. No sé las razones que tendrá Zac Efron para hacer lo que hace. Nunca hemos hablado. ¿Por qué no se lo preguntas tú?

Ness: Porque eso insinuaría un interés que yo no siento -declaró obstinadamente-. Y ahora, si no te importa, necesito un café de verdad con cafeína de verdad, no el té que nos sirven aquí. Tengo que preparármelo a puerta cerrada, y tengo clientas esperando.

Helen: Que no se diga que entorpezco la marcha del negocio -dijo sonriendo. Se disponía a alejarse cuando volvió a girarse-. Eh, ¿por qué no vienes a cenar el próximo domingo? Vendrá todo el mundo.

Ness: ¿Todo el mundo? -preguntó con los ojos entornados-.

Helen: Maddie, Cal y los niños. Dana Sue y Ronnie. Maddie dice que quizá venga Ty también, y Dana Sue está intentando que Annie pase el fin de semana en casa. Y por si tienes dudas, será Erik quien cocine, no yo. Así nadie morirá envenenado.

Ness: Es bueno saberlo -dijo sopesando la idea. No quería asistir a una cena donde volvieran a sacar el tema de su vida amorosa, aunque podría aprovechar la oportunidad para reafirmar su postura-. De acuerdo -aceptó finalmente-. ¿Quieres que lleve algo? ¿Vino? ¿Refrescos? ¿Un pastel?

Helen: Olvida el pastel. Erik es un repostero de primera. Los postres y pasteles son su especialidad. Una noche llevé una tarta de fruta congelada y duró más de un mes. Puedes traer un poco de tequila, y así prepararemos unos margaritas.

Ness: Oh, Cielos… ¿te refieres a los margaritas letales?

Helen: ¿Los hay de alguna otra clase? -preguntó Helen con una sonrisa-. Ninguna de nosotras está embarazada ni nada por el estilo. Te veré a las cuatro, ¿de acuerdo?

Ness: De acuerdo -aunque no confiaba del todo en la lista de invitados que le había dicho Helen-. 

Tenía el presentimiento de que también invitaría a Zac Efron, aunque sólo fuera para comprobar si los rumores sobre su aspecto eran ciertos.

Y tal vez para intentar entrometerse ella también en su vida amorosa.


Mary Vaughn pasó junto a una soliviantada Teresa y entró en el despacho de Zac Efron justo antes de la hora del almuerzo, sin cita previa. Su plan era preguntarle algo sobre los preparativos de la Navidad y luego buscar la manera de invitarlo a comer.

Pero al cruzar el umbral se detuvo bruscamente y se giró hacia Teresa.

Mary: No está aquí.

Teresa: Eso mismo te habría dicho si te hubieras esperado un segundo -dijo con un brillo de satisfacción en los ojos-.

Mary: ¿Dónde está?

Teresa: Tenía una reunión fuera del ayuntamiento.

Mary: ¿Cuándo volverá?

Teresa: No sabría decirte. ¿Quieres que le diga que has venido?

Mary Vaughn pensó qué hacer. Si no le explicaba a Teresa por qué quería ver a Zac, cualquiera con dos dedos de frente sabría que sus motivaciones eran personales. Sabía muy bien que todo el pueblo la veía como una cazadora de hombres. En realidad, sólo había habido un hombre por el que había perdido la cabeza, y era Ronnie Sullivan. Pero después de haberlo perdido dos veces a manos de Dana Sue, era hora de renunciar a aquel sueño en particular. Lo único que le había causado era dolor.

En cuanto a Sam Lewis, se había casado con él de rebote, y no había un solo día en que no se lamentara por ello. No había sido ninguna sorpresa que el matrimonio apenas durase diez años. Lo que sí la había sorprendido era que fuese Sam, tan dulce, simple y despreocupado, quien le pusiera fin. Ella había tenido una hija a la que adoraba, un buen trabajo e independencia económica. Casarse con Sam le había brindado la respetabilidad que había anhelado desde niña. Si por ella fuera, podría haber permanecido casada durante mucho más tiempo.
 
Teresa: ¿Y bien? -le preguntó devolviéndola al presente-.

Mary: ¿Y bien qué?

Teresa: ¿Quieres que le diga a Zac que has venido a verlo o no?

Mary: No -respondió rápidamente-. Gracias, Teresa. Ya lo veré en otro momento.

Teresa murmuró algo incomprensible, pero adoptó una expresión perfectamente inocente cuando Mary Vaughn la fulminó con la mirada.

Teresa: Que tengas un buen día.

Mary: Lo mismo te digo -respondió con la misma hipocresía-.

Al salir del ayuntamiento, se disponía a cruzar la calle cuando vio a Zac saliendo de su coche. El rostro se le iluminó al instante.

Mary: ¡Hola! -lo llamó-. Te estaba buscando.

Por un momento él la miró confundido, pero enseguida pareció reconocerla.

Zac: ¿Mary Vaughn?

Mary: Tienes una memoria prodigiosa. Supongo que al principio debe de ser difícil trasladarse a una ciudad nueva. Yo no puedo saberlo, claro, pues he vivido aquí toda mi vida. Me conozco Serenity como la palma de mi mano, y también los secretitos de todo el mundo.

Zac: ¿Ah, sí?

Mary Vaughn se ruborizó al recibir una mirada vagamente reprobatoria.

Mary: No es que haya muchos secretos… Quiero decir que conozco muy bien a todo el mundo. Podría ponerte al día, si quieres. Y si tienes tiempo me encantaría invitarte a comer en Wharton's o en Sullivan's. Sobre todo en Sullivan's. ¿Has comido allí alguna vez?

Zac: Sí, lo he hecho. Es fantástico, y agradezco tu invitación, pero hoy tengo mucho trabajo y apenas tengo tiempo para tomarme un sándwich en mi despacho. Espero que Teresa ya me lo haya encargado.
 
Mary: En otro momento, entonces. ¿Qué tal va tu búsqueda de casa? Howard me dijo que has estado mirando. Con mucho gusto te enseñaría algunos sitios. Puedo enviarte la información, si quieres.

Zac: Gracias, pero no sé cuándo podré echarles un vistazo. Te llamaré, ¿de acuerdo?

Mary Vaughn reprimió un suspiro. Había jugado todas sus bazas, sin éxito, pero esbozó una alegre sonrisa y mantuvo su dignidad. Era lo que llevaba haciendo toda su vida.

Mary: Cuando quieras -le dijo, y se alejó con la cabeza muy alta y el orgullo casi intacto-.

Teresa: ¿Te ha clavado Mary Vaughn sus garras? -le preguntó Teresa en cuanto Zac entró en su oficina-.

Zac: ¿Qué? -preguntó distraído-. ¿Mary Vaughn? Acabo de encontrarme con ella en la calle. No tengo ni idea de lo que quería.

Teresa: A ti -respondió iguiéndolo a su despacho-. ¿No te avise el otro día? Te lo aseguro, ya he visto ese brillo en sus ojos. La última vez fue detrás de Ronnie Sullivan, pero Dana Sue se encargó de pararle los pies.

Zac levantó la mirada.

Zac: Teresa, no me interesan los cotilleos.

Había sido consciente del interés de Mary Vaughn, naturalmente. Lo había invitado a comer, y su ofrecimiento para ayudarlo a buscar casa había parecido una ocurrencia tardía. Pero no quería compartir aquella información con Teresa.

Zac: Su único interés es venderme una casa. 

Teresa puso los ojos en blanco.

Teresa: ¡Hombres! -murmuró con un bufido-. Tienes el sándwich en tu mesa. Jamón y queso con pan de centeno. También lleva lechuga y tomate, así que puedes fingir que es comida sana.

Zac: Gracias. No me pases ninguna llamada durante quince minutos, ¿de acuerdo?

Teresa: También es mi hora del almuerzo. Dejaré activado el contestador automático.

Mejor todavía, pensó Zac. Probó el sándwich y el refresco que Teresa le había dejado y marcó el número del Corner Spa para preguntar por Vanessa. Tenía un motivo legítimo para llamar y una nueva estrategia que probar. Y estaba impaciente por hacerlo.

Vanessa parecía agotada cuando respondió a la llamada.

Zac: ¿Estás ocupada? Soy Zac.

Ness: Estoy en mitad de un tratamiento. ¿Puedo llamarte después?

Zac: ¿Lo harás?

Ness: Pues claro -dijo aparentemente ofendida-. A menos que me estés llamando para pedirme una cita. Si ése es el caso, te digo ahora mismo que no y así nos ahorramos tiempo los dos.

Zac se echó a reír.

Zac: Me encantaría pedirte una cita, pero no creo que mi ego pudiera soportar otro rechazo. Quería discutir contigo el asunto de los vendedores para Navidad.

Ness: ¿En serio? -le preguntó con tono escéptico-.

Zac: Te doy mi palabra. Howard querrá conocer mis progresos al respecto y quiero estar preparado.

Ness: ¿Quieres que nos reunamos para hablar de negocios… en tu despacho? -no parecía muy convencida, pero sí un poco decepcionada-.

Justo lo que él esperaba.

Zac: O donde mejor te venga -sugirió despreocupadamente-. Puedo ir al gimnasio o podemos vernos para tomar un café. No creo que eso pueda considerarse una cita. En cualquier caso, tú eliges.

Ella guardó silencio durante tanto tiempo que Zac pensó que se había perdido la conexión.

Zac: ¿Vanessa?

Ness: Estoy pensando. Puedes venir a las seis. Tomaremos un té helado en el jardín. Está muy tranquilo a esa hora.
 
Zac: ¿Vas a permitirme entrar en el Corner Spa? -le preguntó con fingido asombro-.

Ness: En absoluto. Tendrás que rodear el edificio y encontrarte conmigo en el jardín. Ningún hombre se colará aquí por mi culpa.

Zac: Vaya… He estado a punto -dijo con una decepción no tan fingida-. Te veré a las seis.

Ness: Muy bien. 

De nuevo parecía distraída.

Zac: Vanessa… Estoy impaciente por verte.

Ness: ¡Son negocios! -gritó cuando Zac se disponía a colgar-.

Zac: Lo que tú digas, cariño -murmuró mientras colgaba-. Lo que tú digas.


Ness: ¡Negocios! -se repitió a sí misma al menos cincuenta veces a lo largo de la tarde-. 

Y un cuerno. Zac se había aprovechado de los preparativos navideños para saltarse las normas y proponerle una cita.

Bien, pues ella no iba a ceder lo más mínimo. Si Zac no empezaba a hablar de negocios a los cinco segundos de su llegada, lo echaría a patadas de allí. Y si tenía que llamar a Edward para usar sus músculos, no dudaría en hacerlo.

Maddie: Pareces un poco nerviosa -observó asomando la cabeza al despacho de Vanessa, justo antes de las seis-. ¿Hay algo que deba saber?

Vanessa no estaba dispuesta a contarle que Zac iba a ir a verla por cuestiones de trabajo. Sabía que Maddie no la tomaría en serio.

Ness: Nada. Todo está bajo control.

Maddie: De acuerdo. Me voy a casa a mi hora por una vez. Nos vemos mañana.

Ness: Que pases una buena tarde.

Maddie: Y tú también. ¿Tienes algún plan especial?

Ness: Sólo una reunión de negocios -respondió, y enseguida se arrepintió de haberlo dicho-. 

Aunque disfrutaba de bastante autonomía en su trabajo, normalmente mantenía informada a Maddie sobre cualquier decisión laboral. No tendría que haber mencionado aquella estúpida reunión.

Maddie: ¿Qué clase de reunión?

Ness: Nada que ver con el centro -suspiró y decidió decirle la verdad-. Es una reunión sobre los preparativos de la Navidad.

Los ojos de Maddie destellaron de malicia.

Maddie: Vas a reunirte con Zac, ¿verdad? Bien… Tal vez puedas compensar lo de la otra noche.

Ness: No vayas a sacar conclusiones equivocadas por esta reunión -le advirtió-.

Maddie: Claro que no -le aseguró Maddie con una sonrisa-. Mañana me lo contarás todo.

Vanessa la fulminó con la mirada, pero Maddie ya se estaba retirando.

De camino al jardín, se detuvo en la cafetería para recoger los tés y los dos últimos bollos que quedaban. Si Zac no era puntual se lo pensaba comer todo ella.

Por suerte para su figura, Zac apareció en el jardín a las seis en punto.

Zac: ¿Es seguro? -preguntó, mirando dramáticamente a su alrededor-. ¿No hay ninguna mujer salvaje correteando desnuda por el jardín?

Ness: Tú alucinas.

Zac: Bueno, tendrás que admitir que un lugar exclusivo para mujeres invita a toda clase de conjeturas -repuso sentándose frente a ella-. ¿Uno de esos bollos es para mí? Preferiblemente el que está entero.

Ella empujó a regañadientes el bollo hacia él. Zac lo aceptó y le lanzó una mirada tan intensa y prolongada que Vanessa se estremeció por dentro.

Zac: ¿Qué tal tu día?

Ness: Mucho trabajo -respondió secamente, pero recordó las amonestaciones de Maddie y se esforzó por ser educada-. ¿Y el tuyo?

Zac: Mucho trabajo. Mary Vaughn vino a verme. 

Vanessa no pudo evitar enfadarse.

Ness: ¿Qué quería?

Zac: Según Teresa, quería mi cuerpo. ¿Tú qué opinas?
 
Ness: No estaba allí. No puedo opinar -dijo, mucho más irritada de lo que pretendía-. 

No debería importarle lo que hicieran Mary Vaughn y Zac.

¿Acaso no había pensado que formaban una buena pareja?

Zac: Creía que iba a verme para intentar venderme una casa.

Ness: ¡Hombres! -murmuró-. 

Él se echó a reír.

Zac: Lo mismo que dijo Teresa.

Ness: ¿Por qué me cuentas esto?

Zac: Me has preguntado por mi día.

Ness: ¿Intentas darme celos?

Zac: Si tan segura estás de que no quieres salir conmigo, ¿cómo podría darte celos? -se lo preguntó con una expresión totalmente inocente-.

Ness: No puedes. Pero eso no significa que no vayas a seguir intentándolo.

Zac: Mi ego es demasiado frágil para arriesgarse al rechazo continuo.

Ness: ¡Ja!

Zac: Lo digo en serio -insistió-.

Ness: Me dijiste que querías hablar de negocios -le recordó-. Habla pues.

Zac: No sé si podré hablar con el estómago vacío. ¿No es hora de cenar?

Ness: Acabo de darte un bollo. Eso debería bastarte para los quince minutos que vas a estar aquí.

Zac: ¿Tenemos que cumplir un horario?

Ness: Yo sí.

Zac: Eres muy dura, ¿lo sabías?

Ness: Me enorgullezco de serlo.

Zac: En ese caso, empecemos -abrió un maletín de cuero y puso una lista en la mesa-.

Vanessa se fijó en que su mano era grande y ligeramente callosa. No era la mano de alguien que se pasaba todo el día sentado tras una mesa. Se imaginó aquella mano tocándola y sintió cómo le hervía la sangre en las venas.

Zac: He encontrado esto en un archivo -siguió ajeno a su reacción-. Son los nombres de los vendedores de los últimos diez años. ¿Tienes alguna razón para no volver a llamarlos?

Ness: No se me ocurre ninguna -admitió un poco sorprendida de que Zac empezara a hablar de negocios-. ¿Deberíamos poner un anuncio en los periódicos o emitir un comunicado de prensa solicitando nuevos vendedores? De otro modo parecerá que nadie más puede participar. Además, siempre es bueno tener caras nuevas. Cuantos más vendedores, mejor. Así la gente tiene más motivos para volver año tras año a gastar su dinero.

Ella no, desde luego. No había asistido a ninguna celebración navideña en los tres años que llevaba viviendo en Serenity. Aun así, por mucho que lo intentara, no podía abstraerse por completo del ambiente que inundaba el pueblo.

Zac: Me parece buena idea traer caras nuevas. Seguramente tengamos que hacer ese comunicado de prensa, pues no creo que tengamos dinero para los anuncios. Tenemos que emplear el presupuesto en promocionar el evento.

Catorce minutos después, cerró su maletín y se levantó.

Zac: Bueno, mi tiempo se ha acabado. Muchas gracias por tu atención.

Vanessa se quedó absolutamente aturdida por el brusco final que Zac le ponía a la discusión, aunque no supo por qué se sentía así. Era ella quien le había puesto un límite de tiempo a la reunión.

Ness: ¿Hemos zanjado todo lo que querías zanjar? 

Zac: Todo. Te mantendré informada de las respuestas que nos den los vendedores. Supongo que en algún momento tendremos que empezar a pensar en las localizaciones de los puestos y tenderetes, pero no hay prisa. A Howard le gustaría tenerlo todo listo para mañana mismo, pero aún falta más de un mes. Creo que para Acción de Gracias deberíamos tener resuelto el tema.

Ness: Muy bien. Que pases buena noche.

Zac: Y tú también -respondió sosteniéndole la mirada-. Oh, qué demonios -murmuró, y se inclinó para besarla. No en la mejilla, como ella había anticipado, sino en los labios-.
 
Antes de que Vanessa pudiera reaccionar y abofetearlo por su atrevimiento, Zac se había apartado. Ella dejó escapar un profundo suspiro. Mejor así. Un segundo más y seguramente le habría devuelto el beso sin pensar en las consecuencias.

Al parecer, no era tan inmune a los hombres como había creído. Y mucho menos a aquel hombre en particular.

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