topbella

viernes, 8 de diciembre de 2023

Capítulo 6


Besar a Vanessa no había sido una buena idea, pensó Zac mientras salía del jardín. Se había quedado tan inquieto y alterado que no sabía qué hacer para mitigar la tensión sexual. No estaba vestido para correr, pero decidió que al menos podía volver a pie al hotel. Aunque dudaba mucho que la caminata lo ayudase. En todo caso le daría mucho más tiempo para pensar en los suaves labios de Vanessa, en su fragancia primaveral, en el ruidito que había hecho con la garganta y que demostraba que no era tan inmune a su fuerza masculina…

Zac: Maldita sea -masculló-.

El problema era muy serio. Zac tenía planes para su futuro, y no incluían quedarse en Serenity para siempre. Hasta el momento había tenido mucho cuidado para no complicarse la vida con mujeres. Pero Vanessa llevaba la palabra «complicación» escrita en la frente.

Gracias a Dios, su teléfono móvil empezó a sonar antes de que se perdiera en divagaciones y reflexiones absurdas.

Zac: ¿Sí? ¿Diga? -preguntó, esperando no parecer tan desesperado como se sentía-.

Cal: Zac, soy Cal.

A punto estuvo de suspirar de alivio por la distracción.

Zac: Hola, Cal. Iba a llamarte para decirte que aún no he tenido tiempo para ponerme con la liga juvenil, pero no pienses que me he olvidado.

Cal: No hay problema. En realidad, te llamo para preguntarte si te gustaría venir esta noche con Ronnie Sullivan… creo que lo conoces del comité navideño, Erik Whitney del restaurante Sullivan's y conmigo. Vamos a jugar al fútbol en el parque y luego a tomar unas cervezas. ¿Te apetece?

Cal: ¿Cuándo? 

Zac: Dentro de veinte minutos. Estaremos junto al cenador. ¿Te apuntas, entonces?

Zac: Por supuesto. Voy al hotel a cambiarme y os veré allí.

Excelente, pensó mientras se guardaba el móvil en el bolsillo. Un partido de fútbol y una charla exclusivamente masculina era justo lo que necesitaba para sacarse aquel beso de la cabeza.


Dos horas después, Zac había consumido todas sus energías mentales y físicas en un frenético partido de fútbol y estaba por su segunda cerveza, lo que le había soltado la lengua considerablemente.

Zac: ¿Qué sabéis de Vanessa? -preguntó antes de poder pensar en las consecuencias que tendría hablar de ella con aquellos hombres en particular-. Todos la conocéis, ¿no?

Cal, Ronnie y Erik intercambiaron unas miradas divertidas.

Cal: Os lo dije -dijo tendiendo la mano hacia los otros-. A pagar.

Zac: ¿Qué les dijiste? -preguntó con el ceño fruncido-.

Cal: Que te gustaba Vanessa y que no harían falta más de dos cervezas para que empezaras a preguntar por ella.

Zac: ¿Habéis hecho una apuesta? -preguntó absolutamente incrédulo-.

Ronnie: Siempre estamos apostando -dijo entregándole cinco dólares a Cal-. Somos un equipo muy competitivo, como tú mismo has podido ver.

Erik: Pago bajo protesta -dijo mientras le daba a Cal el dinero-. La apuesta estaba a tu favor. Tú los viste a los dos juntos. Nosotros no.

Cal. Deja de quejarte. Sé muy bien que Helen o Dana Sue te han puesto al corriente. Y Ronnie está en el comité navideño, así que al menos los ha visto juntos en una ocasión.

Erik sonrió.

Erik: Bueno, tal vez haya oído algo, pero cuando estoy en Sullivan's tengo mucho trabajo y no siempre prestó atención a lo que está haciendo Dana Sue en la cocina.

Cal: ¿Y a tu mujer tampoco la escuchas? 

Erik: ¿A Helen? ¡Es imposible no escucharla! Recuerda que es abogada.

Zac: ¿Podemos volver al tema que nos ocupa, por favor? -sugirió levantando una mano-. ¿Todos vosotros, esposas incluidas, habéis estado especulando sobre mí y Vanessa?

Ronnie: Así es -admitió dándole una palmada en la espalda-. Bienvenido al mundo de las Magnolias.

Zac: Maldición -murmuró-. Me dijo que se entrometían en todo, pero no imaginaba hasta qué punto.

Cal: Funcionan como un equipo perfectamente compenetrado. Si muestras el mínimo interés en Vanessa, las tendrás a todas encima.

Zac: No sé si eso es bueno o malo. Vanessa asegura que no tiene el menor interés en mí ni en los hombres en general.

Cal: Todas ellas pensaban lo mismo antes de casarse. Entre Maddie y yo estaba la cuestión de la edad, además de que mi trabajo se vio amenazado por el escándalo que suponía que ella saliera con un hombre más joven, quien además era el entrenador de béisbol de su hijo. Con Ronnie y Dana Sue… digamos que él tuvo que dejar atrás cierta historia bastante complicada.

Erik: Por decirlo de un modo suave -añadió golpeándole amistosamente el brazo a Ronnie-.

Cal: Y en cuanto a Erik, era tan reacio al compromiso como Helen. Ronnie y yo nos lo pasamos muy bien viendo la caída de ambos.

Zac: ¿Y Vanessa? -preguntó quizá demasiado ansioso-. ¿Por qué es tan desconfiada?

Cal: Ni idea. Vino sola al pueblo y desde entonces no ha estado con nadie.

Ronnie: Espera un momento. ¿No estaba viviendo con un hombre antes de venir aquí? Creo que Dana Sue dijo que rompieron por culpa del trabajo de Vanessa y porque ella quería marcharse de Charleston.

Zac: ¿Vanessa vivía en Charleston? No lo sabía. ¿Es de allí?

Erik: No. Es de un pequeño pueblo al sur de aquí. 

Ronnie le puso a Zac otra cerveza delante.

Ronnie: Vamos a lo que importa. ¿Estás pensando en algo serio con ella o sólo buscas una distracción?

Zac lo miró fijamente. Llevaba allí menos de un mes y sólo hacía un par de semanas que conocía a Vanessa, ¿y ellos querían saber si buscaba algo serio?

Zac: Vamos… -protestó-. ¿Algo serio, dices? ¿Te refieres a si estoy buscando esposa?

Cal: Eso mismo.

Zac: Apenas la conozco. Y si de verdad no tiene interés en los hombres, no hay nada que hacer.

Cal: Nosotros podríamos echarte una mano. Si supiéramos que vas en serio.

Zac: ¿Ayudarme cómo? 

No le hacía gracia que aquellos tres se pusieran a conspirar a sus espaldas, y menos con el beneplácito de sus respectivas mujeres.

Erik. Para empezar, este domingo van a venir todos a cenar a casa, incluida Vanessa. Podría invitarte a ti también.

Zac: Pero sólo si mis intenciones son honestas. 

Los tres hombres asintieron seriamente.

Ronnie: De lo contrario, le harías daño y nos veríamos obligados a darte una paliza.

Zac se echó a reír, pero a ninguno de ellos pareció hacerle gracia, de modo que él también se puso serio.

Zac: De acuerdo. Mensaje recibido. Vanessa tiene a tres hombres velando por ella.

Cal: Y a tres mujeres muy peligrosas.

Ronnie: Dana Sue levanta pesas -le advirtió-. 

Zac sacudió la cabeza.

Zac: Quizá debería irme con Mary Vaughn…

Los tres hombres volvieron a intercambiar una mirada, esa vez de sincera preocupación.

Erik: Puede que nos hayamos pasado un poco.

Cal: Puede -corroboró-.

Zac: ¿Así que esto era una prueba? 

Ronnie: Me temo que sí -admitió sin parecer muy arrepentido-.

Cal: Seguimos órdenes.

Zac: ¿La he superado? -preguntó más intrigado que ofendido-.

Cal: Pareces un buen tío, pero no creo que mi opinión cuente mucho.

Erik: Creo que deberías venir el domingo -insistió-. Las mujeres te darán su veredicto.

Zac no estaba seguro de querer someter su vida amorosa al escrutinio de las denominadas Magnolias. Pero si conseguía ganárselas, ellas podrían darle a Vanessa un pequeño empujoncito sin hacerle daño a nadie.

Zac: De acuerdo -dijo finalmente-.

Cal: ¡Bravo! 

Ronnie: Acabas de ganar muchos puntos.

Erik sonrió comprensivamente, como un hombre que había estado una vez en su misma situación.

Zac sacudió la cabeza y apuró el resto de su cerveza. ¿Dónde demonios se había metido? Un solo beso y ya estaba con la soga al cuello.
 
Una noche más, las Magnolias se reunían para tomar margaritas y ponerse al corriente sobre sus respectivas vidas y la marcha del Corner Spa. Normalmente a Vanessa le encantaban aquellos encuentros, pero algo le dijo que aquella vez iba a ser distinta. Y sus sospechas se vieron confirmadas cuando entró en casa de Helen y las demás se callaron al instante.

Ness: ¿Qué ocurre? 

Las tres mujeres la miraron con expresión inocente. Helen llenó de inmediato un vaso y se lo tendió a Vanessa, quien lo aceptó recelosamente y se sentó en el suelo.

Ness: ¿Vais a decirme por qué os habéis callado en cuanto he aparecido?

Maddie: Tiene razón. Debería saberlo.

Dana: Pues claro que debe saberlo -afirmó, volviéndose hacia Helen-. Tú lo has organizado todo. Díselo.

Helen: Yo no he hecho nada -protestó-.

**: Díselo -le ordenaron Maddie y Dana Sue a la vez-.

Helen: Zac va a venir a cenar el domingo. Los chicos lo invitaron anoche.

Vanessa examinó a sus amigas una por una.

Ness: ¿Y ha sido idea tuya? -le preguntó a Helen-.

Helen: No exactamente -dijo mirando a las otras con expresión desafiante-. Las tres queríamos veros a los dos juntos. Bueno, Maddie tal vez no, puesto que ya ha presenciado las chispas en directo. Pero Dana Sue y yo estamos impacientes por verlo.

Ness: ¿Y cómo vieron los chicos a Zac para poder invitarlo? 

Dana: Oh, ya sabes cómo son los hombres. Cal llamó a Zac para que fuera a jugar al fútbol con ellos y luego se fueron a tomar unas cervezas. Típico.

Ness: Lo estaban poniendo a prueba, ¿verdad? No eran unas simples cervezas. Conozco vuestras tácticas.

Maddie: Sólo estábamos protegiendo tus intereses. Sabemos lo que piensas de las relaciones, y pensamos que si vas a estar con alguien, debe ser con una persona digna de confianza.
 
Ness: No quiero tener la menor relación con Zac -insistió por vigésima vez-. ¿Por qué no os entra en la cabeza?

Helen: Porque no pareces muy convincente. Soy abogada. Sé cuándo las personas me mienten… y cuando se mienten a sí mismas.

Ness: Muy bien. Vosotras podéis analizar cuanto queráis al gerente municipal. Pero yo no voy a estar presente.

Maddie: No puedes echarte atrás ahora -protestó-. Vamos… Queremos que vengas.

Helen: Y te invité a ti en primer lugar -le recordó-. Ibas a traer tequila y todo. Si te mantienes en tu postura, le diremos a Zac que no venga.

Vanessa las miró con el ceño fruncido.

Ness: No puedo permitirlo. Sería una descortesía imperdonable retirarle la invitación. Es nuevo en el pueblo y seguramente no conoce a mucha gente. ¿Por qué no invitáis a alguien más? A Mary Vaughn, por ejemplo. Sé de buena tinta que se siente atraída por él.

Dana: Entonces sería yo la que no viniera -dijo tajantemente-. Y Ronnie tampoco.

Maddie: A Ronnie le importa un pimiento Mary Vaughn.

Dana: Me da igual -insistió-. No quiero verla cerca de mi marido -le frunció el ceño a Vanessa-. Y tú tampoco deberías permitir que se acercara a Zac.

Ness: ¿Cuántas veces tengo que decir que no me interesa Zac Efron?

La expresión de Maddie se tornó pensativa, aunque sus ojos brillaban de regocijo.

Maddie: Tantas como hagan falta para convencernos. Y ni siquiera te has acercado.

Vanessa cerró la boca. No tenía sentido seguir discutiendo.

Helen: Estupendo -dijo con una radiante sonrisa-. Todo arreglado. Será una velada fabulosa.

Vanessa no quería contradecirla, pero sus perspectivas eran mucho más pesimistas. El recuerdo del beso que había compartido con Zac le hervía la sangre cada vez que lo recordaba. Tendría que resistir la tentación de repetirlo, y en honor a la verdad, no estaba segura de ser lo bastante fuerte.
 

El domingo por la mañana, una llamada de teléfono arrancó a Zac del sueño erótico que estaba teniendo con Vanessa.

Clarisse: Oh, cariño. No te habré despertado, ¿verdad? 

Zac suspiró mientras la última imagen de Vanessa se desvanecía de su mente.

Zac: No pasa nada, madre. De todos modos tengo que levantarme pronto para llegar a tiempo a la iglesia. ¿Qué ocurre?

Clarisse: Tu padre y yo hemos estado hablando. Sé que no me esperabas hasta la semana que viene, pero los planes que teníamos para hoy se han pospuesto y hemos pensado que podríamos ir a comer contigo a Serenity. ¿Te parece bien?

Zac reprimió un gemido. Había pensado ver algunas casas aquella mañana, revisar el presupuesto municipal y luego ir a cenar a casa de Erik y Helen. Aunque su madre estaba sugiriendo la posibilidad de un almuerzo al mediodía, por lo que a las dos podrían estar de vuelta en Charleston. Sería tiempo suficiente, y al menos podría olvidarse de una vez de aquella visita tan esperada como temida.

Zac: Claro, madre. Sería fantástico. Podemos comer en Sullivan’s. Pero tenemos que llegar temprano. Los domingos cierran a las dos y suele estar atestado de gente después de la iglesia.

Clarisse: No hay problema. Saldremos después de ir a la iglesia y llegaremos sobre las once. Así tendremos tiempo suficiente para ver el pueblo y estar en el restaurante antes del mediodía.

Zac: Perfecto. Nos encontraremos en el ayuntamiento. Está en el centro del pueblo.

Clarisse: Oh, pero queremos ver dónde vives -protestó-.

Zac: Me alojo en un hotel, madre. No hay nada que ver. Aún no he encontrado casa.

Clarisse: Ya sé que estás en un hotel, pero me gustaría verlo -insistió-. Así podré imaginarte allí, aunque sólo sea temporalmente.

Era uno de los rasgos propios de su madre. Le encantaba saber dónde y cómo vivían sus hijos. Había visitado cada habitación, cada residencia, cada apartamento en el que se habían alojado sus hijos durante y después de sus estudios. Era lógico que quisiera ver el hotel.

Zac: Madre, vas a estar muy poco tiempo en el pueblo. Es mejor no perderlo visitando una habitación de doce metros cuadrados.

Clarisse: Supongo que tienes razón -accedió a regañadientes-. Quizá deberíamos ayudarte a buscar casa mientras estemos allí -sugirió en tono más animado-.

Zac: De ninguna manera -rechazó con más dureza de la que pretendía-. Ya he visto casi todo lo que hay a la venta. Sólo tengo que tomar una decisión.

Clarisse: Y nosotros podríamos ayudarte -insistió-. No es ninguna molestia, cariño. Ya sabes que tengo muy buen ojo para estas cosas. Y podría llevar a mi decorador para que lo pusiera a punto. Necesitas una casa lo bastante grande para recibir visitas, y tiene que estar en el mejor barrio del pueblo. No olvides que eres una figura pública…

Zac: ¡Mamá! -la cortó-. Ya es suficiente. No necesito una mansión fastuosa ni nada por el estilo. Y yo mismo puedo darle una mano de pintura si hace falta. Lo último que necesito es un decorador.

Clarisse: Bueno, pero si quieres algunas de las reliquias familiares tendrás que elegir mejor esta vez el sitio. El último cuchitril donde te alojaste no era digno para albergar piezas antiguas de un valor incalculable.

Zac preferiría vivir en una tienda de campaña antes que verse rodeado por los tesoros de la familia Efron.

Zac: Lo discutiremos cuando nos veamos.

Si se plantaba en persona tal vez conseguiría que su madre lo escuchara. Aunque no debía hacerse muchas ilusiones al respecto. Su padre nunca había conseguido imponerse en los cuarenta años que llevaban casados.
 

Vanessa salió de la iglesia y se detuvo un momento para hablar con el reverendo Drake. Al volverse, estuvo a punto de chocar con Zac.

Ness: ¡Tú! -exclamó, dando un paso atrás-.

¿Había estado en la iglesia? Aquello explicaría que fuera implacablemente vestido con un traje azul marino a medida, camisa blanca y zapatos italianos. Con aquel aspecto hacía honor a su estirpe familiar de Charleston, pero el hoyuelo de su mejilla y el brillo de sus ojos le conferían una imagen irresistiblemente sexy y… accesible. Era una combinación letal.

Zac: Justo a quien quería ver. 

Le agarró la mano y la apartó de la multitud de feligreses.

Vanessa intentó soltarse, pero Zac la agarraba con una fuerza sorprendente. Su mano era cálida y sólida, y en otras circunstancias le habría resultado muy tranquilizadora.

Ness: ¿Vas a soltarme o no? -le preguntó-.

Zac: ¿Me prometes que me escucharás?

Ness: ¿Por qué no habría de hacerlo?

 Él se encogió de hombros.

Zac: Buena pregunta, pero nuestra experiencia sugiere que no siempre estás dispuesta a pasar un rato conmigo.

Ness: No me estarás pidiendo una cita otra vez, ¿verdad?

Zac: No exactamente.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Quiero decir que mis padres van a llegar dentro de quince minutos y necesito ayuda.

Ness: ¿Ayuda? -repitió mirándolo sin comprender-. ¿Para qué?

Zac: Mi padre detesta que trabaje como gerente municipal en un pueblo como éste, y mi madre está empeñada en elegir mi casa y decorarla -dijo, visiblemente nervioso-.

Vanessa esbozó una media sonrisa. Tenía que admitir que aquella faceta asustada y vulnerable le resultaba muy atractiva.

Ness: ¿Tienes miedo de tus padres? -le preguntó en tono burlón-.
 
Zac: Tú no conoces a mis padres… Mi padre es un tirano y mi madre, una fuerza de la naturaleza.

Ness: ¿Y quieres que los conozca después de darme esta descripción tan encantadora?

Zac: De acuerdo, me he pasado un poco. El caso es que sí son encantadores cuando están con desconocidos. Mi propósito es llevarlos a comer a Sullivan's y que vuelvan a Charleston a las dos, pero necesito que me apoyes. Te juro que no es una cita…

A Vanessa le gustó verlo tan alterado. Y de hecho, le apetecía conocer a dos personas que podían inquietar de esa manera a un hombre tan seguro de sí mismo. Además, la reconfortaría ver que había más gente en el planeta con problemas familiares. Y, como él había dicho, no era una cita.

Ness: ¿Cómo piensas presentarme? -le preguntó con curiosidad.

Zac: Como una amiga -respondió al momento-. Es la verdad, ¿no? Somos amigos, o al menos lo estamos siendo.

Ness: Sería mejor decir «conocidos», pero si vamos a comer juntos entiendo que quieras presentarme como una amiga -dudó un momento y asintió-. Muy bien, pero nada de insinuaciones… -lo miró severamente-. Nada que haga pensar que somos algo más que amigos. ¿Entendido?

Zac: Entendido -dijo solemnemente-. ¿Lo harás?

Ness: Lo haré.

Él volvió a agarrarle la mano.

Zac: Estupendo. Nos encontraremos con ellos en el ayuntamiento -le echó un vistazo a su reloj-, dentro de diez minutos. No podemos hacerlos esperar. Es muy importante causarles una buena impresión.

Algo en su tono de voz le dijo que no estaba siendo del todo sincero con ella.

Ness: ¿Por qué te importa la impresión que pueda darles? No soy más que un apoyo puntual. En realidad, sería mejor que me odiaran.

Zac: Puede que tengas razón, pero no tiene sentido exponerse a una bronca de diez minutos por haber llegado tarde.

Ness: De acuerdo -aceptó divertida-.
 
Su buen humor duró hasta que vio al señor y la señora Efron saliendo de un coche negro que ocupaba casi toda la longitud de la manzana. Habían aparcado al otro lado de la plaza, frente al ayuntamiento, pero Vanessa supo sin lugar a dudas que eran ellos. Al hombre apenas le prestó atención, pero a la mujer… La habría reconocido en cualquier parte. La imagen de aquel pelo teñido de rubio, aquella piel clara y aquella barbilla operada y arrogante estaba grabada en su memoria.

Ness: ¿Son ésos tus padres? -le preguntó a Zac-. Allí, los que están saliendo de la limusina.

Zac: Sí -respondió mirándola con expresión interrogativa-. ¿Qué te pasa? Te has puesto completamente pálida.

Ness: No puedo conocer a tus padres -susurró, intentando que Zac la soltara para poder salir corriendo-. 

¿Por qué no se había percatado del vínculo hasta ahora? Sabía el apellido de Zac y sabía que procedía de Charleston… Pero no creía en las coincidencias. O al menos, no había querido creer en aquella coincidencia en concreto.
Zac seguía mirándola como si hubiera perdido el juicio.

Zac: ¿Por qué no puedes conocer a mis padres? ¿Qué ocurre, Vanessa? ¿Es el coche? ¿Tanto te afecta que tengan dinero?

Ness: No es el coche -respondió con voz ahogada y temblorosa-. Eso es lo de menos, te lo aseguro.

Zac: Entonces, ¿de qué se trata? Dímelo rápido, porque ya nos han visto y es demasiado tarde para que huyas.

Ness: Es tu madre, Zac -dijo luchando por soltarse-. La conozco. Y no puedo verla cara a cara. Tienes que confiar en lo que te digo.

Zac: ¿Conoces a mi madre? -preguntó sorprendido-. ¿Cómo es posible?

Ness: ¿De verdad quieres perder el tiempo discutiendo los detalles? Tengo que irme antes de que lleguen. Te lo explicaré más tarde.

Zac: Dímelo ahora.

Ness: La conozco de Chez Bella's, en Charleston. Le hice un tratamiento una vez.

Zac: ¿Y eso te avergüenza? No lo entiendo…

Ness: No me avergüenza -declaró con indignación-. Demandó a Bella porque dijo que casi le destrozo la piel. Esa demanda podría haberme costado mi trabajo y mi reputación. Lo único que me salvó fue que Bella había oído que tu madre había hecho lo mismo en otro centro de belleza. Es alérgica a algún producto. Su dermatólogo se lo había explicado, pero ella no quiso aceptar que no podía recibir el mismo tratamiento que sus amigas, así que fue pasando de centro en centro y montando un revuelo a su paso. ¿Y ahora puedes dejar que me vaya, por favor?

Zac seguía mirándola con expresión incrédula.

Zac: ¿Mi madre te demandó?

Ness: A mí no, al centro. Seguramente ni siquiera se acuerda de mí, pero yo sí la recuerdo. ¡Suéltame!

Volvió a tirar de su brazo y esa vez Zac la soltó. Vanessa no esperó a ver si su madre la reconocía o no. Lo único que le importaba era alejarse de allí antes de que pudiera arrancarle a aquella mujer sus perfectos cabellos teñidos.

0 comentarios:

Publicar un comentario

Perfil