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viernes, 22 de diciembre de 2023

Capítulo 16


Vanessa entró por la puerta trasera de Sullivan’s, atravesó la cocina y se asomó al comedor para ver si Zac y su horrible madre habían llegado.

Erik: No es que no me alegre de verte. Pero, ¿quieres decirme qué haces en mi cocina en vez de estar sentada en una mesa?

Ness: La madre de Zac -respondió en voz muy baja-.

Erik: ¿La estás espiando?

Ness: No me hace falta. Ya conozco a esa vieja arpía. 

Erik hizo una mueca.

Erik: ¿Sabe Zac la buena opinión que tienes de su madre?

Ness: Lo sabe -respondió sentándose en un taburete-. Y aun así quiere que comamos los tres juntos.

Erik se echó a reír y apuntó hacia la puerta del comedor.

Erik: Fuera de mi cocina. A mí no me metas en líos.

Ness: Dana Sue dejaría que me quedara.

Erik: Dana Sue no está. Así que… largo.

Ness: De acuerdo, pero será mejor que no saques tu mejor vajilla. Algo me dice que va a acabar hecha añicos.

Salió a regañadientes de la cocina y se dirigió hacia la mesa donde Zac y su madre acababan de sentarse. La expresión de Zac se iluminó nada más verla, y Vanessa sospechó que aquél sería el momento álgido de la comida. A partir de ahí, la situación no haría más que empeorar.

Zac: ¿De dónde sales? -le preguntó apartándole una silla-.
 
Ness: Me he pasado por la cocina para hablar con Erik.

Clarisse: Seguramente para decirle que eche arsénico en mi comida -murmuró-.

Zac: ¡Madre!

Vanessa sonrió alegremente.

Ness: ¿Por qué no se me habrá ocurrido antes?

Zac: ¡Vanessa!

Para sorpresa de Vanessa, los labios de la mujer se curvaron en un atisbo de sonrisa, pero rápidamente lo ocultó bebiendo un sorbo de agua. Tal vez fuera una de esas mujeres de carácter obstinado y retorcido a quienes les gustaba provocar, pero que les gustaba aún más que la gente respondiera a su provocación con un mínimo de ingenio y descaro. Era muy posible que admirase a una mujer con agallas. Y ella tenía agallas de sobra…

Ness: Erik ha preparado una quiche de brócoli exquisito. Lo estaba sacando del horno hace un momento.

Clarisse: Nunca me ha gustado la quiche.

Ness: La de carne está deliciosa -siguió haciendo lo posible por mantenerse animada-. Y a nadie le sale mejor la de pescado que a Erik.

Zac: Es cierto. He probado las dos y las recomiendo encarecidamente. Creo que voy a tomar el especial de hoy: lubina al vapor con verduras. ¿Y tú, madre?

Clarisse: Un cuenco de sopa -respondió sin mirar el menú-.

Ness: El gazpacho es excelente.

Clarisse: Demasiado picante.

Zac: Le echan fideos caseros a la sopa de pollo -dijo empezando a parecer desesperado-.

Clarisse: No estoy enferma. Creo que probaré la sopa de lentejas.

Zac la miró con alivio.

Zac: Avisaré a la camarera. 

Al parecer, había perdido el entusiasmo por aquella aventura y ahora estaba tan impaciente como Vanessa por acabar.
 
Pidieron la comida y los tres se quedaron en silencio, hasta que Zac le puso a Vanessa una mano en el muslo por debajo de la mesa y le lanzó una mirada suplicante.

Ness: Señora Efron, tengo entendido que ha participado en muchas obras benéficas. ¿Está trabajando actualmente en alguna?

Zac le sonrió agradecido y le frunció el ceño a su madre, quien parecía ignorar la pregunta.

Clarisse: El baile para la Asociación contra el cáncer -respondió de mala gana-.

Ness: Siempre ha sido uno de los eventos con más éxito en Charleston. En los días previos recibíamos a muchísimas clientas. Todo el mundo quería tener el mejor aspecto posible.

Nada más pronunciar las palabras supo que había metido la pata. Acababa de recordarle a la señora Efron cómo se ganaba la vida y dónde había trabajado anteriormente. Peor aún, la señora Efron había ido a Chez Bella's para recibir un tratamiento antes de aquel baile en particular.

Clarisse: ¿Lo ves, Zac? -dijo con expresión de suficiencia-. Ya te dije que esos eventos no son una pérdida de tiempo para los ricos. Mucha gente depende de ellos para ganar dinero -se volvió hacia Vanessa-. Seguro que contabas con esas propinas para llegar a fin de mes, ¿verdad? La vivienda está muy cara en Charleston, incluso en los barrios más marginales.

Ness: Bella me pagaba un buen sueldo, y mis clientas también eran muy generosas -dijo negándose a morder el anzuelo-. Igual que aquí. Me gusta pensar que lo son porque les ofrezco un servicio excelente -se obligó a sonreír-. Pero el dinero no es lo más importante para mí. Me encanta lo que hago. Y ha sido muy gratificante levantar un nuevo centro de belleza desde los cimientos y satisfacer la enorme demanda que había en el pueblo hasta entonces.

Clarisse: Entonces, ¿esos tratamientos se ofrecen para todo el mundo? -preguntó en tono despectivo-. Siempre he creído que los buenos servicios se pagan.
 
Vanessa estaba perdiendo la paciencia. Y Zac pareció darse cuenta.

Zac: Madre, ¿por qué no le hablas a Vanessa del crucero que tú y papá estáis pensando hacer en enero?

Su madre le sonrió con afecto, e incluso Vanessa pudo ver el cariño que le tenía a su hijo. Tal vez no fuera tan mala persona.

Clarisse: Me sorprende que te acuerdes de eso, con todo lo que tienes en la cabeza -se volvió hacia Vanessa-. Vamos a hacer un crucero de dos semanas por el Caribe… En primera clase, con un exclusivo centro de belleza.

Ness: ¿Qué empresa de cruceros? -preguntó, y la señora Efron se lo dijo con su tono más altivo y arrogante-. Sí, conozco muy bien a Laine Walker. Está a cargo del centro de belleza.

Clarisse: ¿Conoces a Laine? -preguntó visiblemente desconcertada-.

Ness: Estudió conmigo en París.

La señora Efron la miró boquiabierta.

Clarisse: ¿Has estudiado en París?

Ness: Durante varios años -respondió deleitándose con su pequeño triunfo-. Fue allí donde Bella me encontró. Estaba trabajando en uno de los centros más exclusivos de la ciudad cuando me convenció para que fuera a Charleston. Echaba de menos mi tierra, así que acepté encantada.

Clarisse: No tenía ni idea -murmuró-.

El resto de la comida transcurrió sin incidentes. Zac llevó las riendas de la conversación y se esforzó por incluirlas a las dos. Se mantuvo en temas sin importancia: la comida, el tiempo, los mejores restaurantes de Charleston… Cuando acabaron los temas, Vanessa miró su reloj y se levantó.

Ness: Siento tener que marcharme, pero debo regresar al trabajo.

Zac: Te acompaño a la salida. Madre, ¿por qué no vas echándole un vistazo a los postres?

Ness: Adiós, señora Efron -se despidió, incapaz de añadir que había sido un placer-.

Una vez fuera, Zac dejó escapar un suspiro de alivio.

Zac: No ha sido tan horrible, ¿verdad?

Ness: Al menos no me ha tirado la comida encima. Aunque por su expresión parecía estar deseándolo.

Zac: Eso fue antes de que dijeras haber estudiado en París. ¿Por qué no me lo habías contado?

Ness: Nunca me lo preguntaste -repuso simplemente-. Y no creo que tu madre vuelva a mirar Paris con los mismos ojos, ahora que sabe que la ha pisado gente como yo.

Zac: ¿De verdad no te parece que haya ido bien?

Ness: ¿A ti sí? -le preguntó mirándolo con asombro-.

Zac: Pues claro que sí. No ha habido derramamiento de sangre. Eso es todo un éxito.

Ness: Se ve que te conformas con poco.

Zac: ¿Y qué se puede esperar? No vais a firmar la paz de un día para otro… Pero al final os acabaréis riendo de todo esto.

Vanessa sacudió enérgicamente la cabeza.

Ness: No, por favor. No vuelvas a pedirme algo así. Ella es tu madre y no quiero faltarle al respeto, pero no me gusta ni yo le gusto a ella. Vamos a dejar las cosas como están.

Zac: No creo que pueda.

Ness: ¿Por qué no?

Zac: Porque sería un problema en la boda -respondió, y la besó rápidamente antes de volver a entrar en el restaurante-.

Vanessa se quedó inmóvil, boquiabierta por la conmoción. ¿Boda? ¿Se había vuelto loco? Por muy halagada que pudiera sentirse, estaba completamente segura de que jamás podría entrar en una familia como la suya. Ni siquiera había llegado al punto de querer salir con él.

Se frotó los labios, donde persistía el hormigueo del beso. Tener sexo con él, en cambio, era algo muy distinto.
 
Vanessa se echó un severo sermón a sí misma mientras se ponía su uniforme de trabajo. No iba a permitir que aquel estúpido almuerzo con la señora Efron la afectara. No iba a pagar su frustración con las clientas. Y no iba a pensar en el beso ni en la mención del matrimonio que Zac había hecho en la puerta de Sullivan’s.

Más de la mitad del pueblo se habría enterado ya de aquel beso, Maddie incluida. Había visto el brillo de su mirada al entrar en el centro de belleza, y se había encerrado en los aseos para escapar a su interrogatorio.

Pero no tardó en comprobar que no bastaba con evitar solamente a Maddie.

Ann: ¿Qué hay entre el nuevo gerente y tú? -le preguntó Ann Smith cuando Vanessa empezaba su tratamiento facial-. Todo el mundo habla de ello.

Ness: No me explico por qué -dijo, lo que hizo reír a Ann-.

Ann: Lo besaste en mitad de un partido de fútbol. Me sorprende que no se fundieran las vigas del estadio.

Ness: Sólo intentaba demostrar una cosa.

Ann: ¿Y lo conseguiste?

Vanessa lo pensó un momento.

Ness: Oh, sí. Estoy segura -por desgracia también había descubierto que los besos de Zac podían ser adictivos-.

Ann: He oído que volvisteis a besaros hoy, enfrente de Sullivan’s -siguió, a pesar de la toalla que Vanessa le había colocado sobre la boca en un vano intento de callarla-.

Ness: ¿Por qué a todo el mundo le interesa lo que haya entre Zac y yo? 

Ann volvió a reírse.

Ann: Esto es Serenity. ¿Qué otra cosa podríamos hacer aparte de entretenernos con esas aventuras tan picantes?

Ness: Zac y yo no tenemos ninguna aventura picante. 

Ann se quitó la toalla y la miró fijamente.

Ann: ¿Me tomas el pelo? Si un hombre como Zac me lo pidiera, no me lo pensaría dos veces.

Ness: No creo que a Wendell le hiciera mucha gracia. 

Wendell era el marido de Ann y dirigía una de las dos compañías de seguros del pueblo.

Ann: Wendell seguramente estaría encantado de que le diera un descanso.

Ness: ¡Ann!

Ann: Es cierto. Desde que tuve la menopausia no hago más que pensar en el sexo. Supongo que se debe a que ya no tengo que preocuparme por quedarme embarazada.

Vanessa no sabía qué la incomodaba más, si hablar de su relación o escuchar la de Ann. Pero escuchar a sus clientas era uno de los gajes de su oficio, de modo que dejó que Ann siguiera contándole las cosas que hacía con su marido.

Cuando volvió a su despacho, estaba tan acalorada por la charla que tuvo que abanicarse y tomar un té helado. Se disponía a salir para ocuparse de su próxima clienta cuando sonó el teléfono. La recepcionista no le habría pasado una llamada si no hubiera sido importante, de modo que respondió.

**: ¿Vanessa? -preguntó la voz temblorosa de su madre-.

Ness: ¿Mamá? ¿Ocurre algo? -preguntó sintiendo un nudo en el estómago-. 

Pues claro que ocurría algo. Su madre nunca la llamaba.

**: Es tu padre. Está en el hospital. Pensé que debías saberlo. 

Vanessa se derrumbó en la silla.

Ness: ¿Qué ha pasado?

**: Tuvo un accidente con el tractor. Se metió en una zanja y el tractor volcó encima de él. Fue hace una semana y…

Ness: ¿Hace una semana? ¿Y me llamas ahora para decírmelo?

**: No queríamos preocuparte -dijo su madre-. Pero acaba de contraer una neumonía y una de esas infecciones que pilla la gente en los hospitales. El médico dice que podría ser grave y que debía avisarte.

Ness: ¿En qué hospital está?

Su madre le dio el nombre de un hospital de Charleston que Vanessa conocía. No lo habrían trasladado allí si no fuera algo grave.

Ness: Llegaré lo antes que pueda.

**: No hay por qué correr -protestó su madre-.

Ness: Si papá está enfermo, tengo que verlo -declaró Vanessa, intentando no gritar de frustración. ¿Una semana? ¿Su padre había tenido un accidente con el tractor y ella tardaba una semana en enterarse? ¿Qué clase de familia era ésa?-. Estaré ahí en una hora. Dos como mucho.

Colgó y ahogó una maldición. Una vez más, su madre olvidaba que tenía una hija. Si el médico no se lo hubiera sugerido, tal vez nunca la habría llamado. Seguramente ya se estaba arrepintiendo de haberlo hecho.

Corrió al despacho de Maddie y le explicó rápidamente la situación.

Ness: Puedo hacer el tratamiento de Maxine, pero luego tengo que irme. ¿Puede llamar alguien para cancelar las dos últimas sesiones?

Maddie: Yo lo haré. Y también hablaré con Maxine para que venga otro día. Ahora siéntate y no se te ocurra ir a ninguna parte hasta que yo vuelva.

Salió del despacho y Vanessa soltó las lágrimas que había estado conteniendo. Muchas eran por su padre, pero la mayoría eran por la familia que ya no tenía. La familia que había llenado su infancia de cariño, de atenciones y de risas.

Cuando la puerta volvió a abrirse, se secó los ojos con un pañuelo y levantó la mirada para encontrarse con Zac.

Zac: Maddie me ha llamado. Voy a llevarte a Charleston.

Ness: No -rechazó con vehemencia-. 

No podría soportar su compañía en esos momentos.

Zac: No estás en condiciones de conducir y no hay nadie más que pueda llevarte, así que no discutas. Sabes que no te servirá de nada y que no puedes enfrentarte a mí y a Maddie a la vez.

Ness: De acuerdo -murmuró ahogando un sollozo-. ¿Qué me pasa? No puedo dejar de llorar…

Zac: Estás asustada por tu padre, pero te sentirás mejor cuando lo hayas visto y sepas cómo está.

Ness: No sólo estoy asustada por mi padre. Estoy furiosa con mi madre por habérmelo ocultado. Pensó que yo no necesitaba saber que había tenido un accidente. ¡Y podría haber muerto!

Zac se agachó a su lado y le tomó las manos.

Zac: No ha muerto. Concéntrate en eso. En cuanto a la infección y la neumonía, sólo es una recaída.

Vanessa sacudió la cabeza.

Ness: Y yo que pensaba que tu madre era horrible… La mía se lleva la palma.

Zac: ¿De verdad quieres discutir ahora cuál de las dos madres es peor? Tenemos que ir al hospital.

Ness: Será mejor que no muera antes de que pueda verlo -dijo sin poder controlarse-. O juro por Dios que nunca más volveré a hablarles a ninguno de los dos -miró a Zac y soltó una risita-. Debes de pensar que me he vuelto loca.

Él la hizo levantarse suavemente de la silla.

Zac: No, no lo pienso. Tu reacción es comprensible -le pasó un brazo por los hombros y la llevó hacia la puerta trasera-.

Ness: No quiero hacer esto -dijo arrastrando los pies-.

Zac: Eso también es comprensible -dijo con una sonrisa-.

Salieron al aparcamiento y Zac la condujo a un pequeño y lujoso deportivo de dos plazas que Vanessa nunca había visto, salvo en los anuncios más selectivos.

Ness: Realmente eres rico, ¿verdad?

Zac: Lo son mis padres -corrigió-. Este coche fue un regalo cuando acabé la universidad.

Ness: ¿Puedo llevarlo?

Zac: En tu estado actual, ni hablar -dijo abriendo la puerta del pasajero-.

Ness: ¿Qué velocidad alcanza?

Zac: Bastante -respondió mirándola con expresión divertida-. ¿Estás pensando en escaparte de casa?

Ness: ¿Podemos hacerlo? -preguntó volviendo a sonreír-.

Zac: Vuelve a preguntármelo después de haber visto a tu padre.

 La sonrisa de Vanessa se desvaneció.

Ness: Zac, ¿crees que puedes escaparte de casa cuando ni siquiera sabes dónde está tu casa?
 
La expresión de Zac también se volvió seria.

Zac: Sinceramente, no lo sé. Creo que será mejor dejar ese tema para otro día.

Vanessa se acomodó en el asiento y cerró los ojos. Ojalá pudiera cerrar también su mente, pero por desgracia era imposible. Durante todo el trayecto a Charleston, los recuerdos desfilaron por su cabeza. Recuerdos de un padre atento, cariñoso, siempre dispuesto a consolarla, a leerle un cuento o hacerla reír. Un padre orgulloso de los logros de sus hijos. Un padre que nunca volvió a ser el mismo desde la muerte de Ben.

Aquella noche quería abrazar al padre que había sido en su infancia. Pero su mayor temor era encontrarse al otro hombre… ese hombre que apenas la reconocía y que ahora yacía en una cama de hospital.


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