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sábado, 9 de diciembre de 2023

Capítulo 7


Clarisse: ¿Quién era esa joven y por qué ha salido huyendo? -preguntó nada más llegar junto a él-. Me resulta vagamente familiar.

Zac no estaba dispuesto a recordar el incidente de Chez Bella, al menos hasta que hubiera escuchado la versión completa de Vanessa. Sabía que su madre era capaz de plantear una demanda federal por algo tan nimio como una piel irritada, aunque la responsable fuera ella misma por ignorar sus alergias. Tenía la costumbre de negar todo lo que no encajara con ella.

Pero ¿por qué Vanessa no le había dicho nada hasta ahora? Seguro que se había preguntado si su madre y la mujer que la había denunciado estaban relacionadas o si eran la misma persona. De momento tenía demasiadas preguntas y ninguna respuesta, así que se obligó a sonreír.

Zac: No ha salido huyendo. Trabaja conmigo en el comité navideño y estábamos discutiendo algunos detalles. Sabe que no tenemos mucho tiempo y no quería molestarnos.

Su madre no parecía creerse una sola palabra, pero su padre no mostró el menor interés.

Thomas: ¿Esto es Serenity? -preguntó en tono desdeñoso-. ¿Y qué vamos a hacer por aquí? No parece que haya mucho que ver.

Zac: Esto es el centro -dijo intentando no mostrar una actitud defensiva-. Los grandes centros comerciales estuvieron a punto de destruir a los pequeños comercios, pero consiguieron salir adelante. La parafarmacia se ha mantenido a pesar de la crisis, la ferretería ha vuelto a abrirse y se han arrendado otros dos locales desde que estoy aquí. En uno de ellos se ha abierto una boutique y en el otro una floristería. Una de mis prioridades es atraer más negocios a esta zona. Y el club de jardinería ha organizado un programa de ayuda. Se encargarán de colocar macetas en las puertas de todos los locales y de cuidar las flores. Dentro de un par de años este lugar será irreconocible.
 
Thomas: Vaya pérdida de tiempo -espetó-. Los pequeños comercios no pueden competir en el mercado.

Zac: Pueden, si las condiciones son las adecuadas -levantó una mano antes de que su padre pudiera discutírselo-. Vamos a dar una vuelta. ¿Os gustaría ver el ayuntamiento? Se construyó a principios del siglo XIX, y está catalogado como lugar de interés histórico. Alguien del pueblo tuvo el sentido común de luchar por su conservación, y las reformas realizadas a lo largo de los años han respetado el diseño original en la medida de lo posible.

Clarisse: Me encantaría verlo -dijo con el rostro iluminado-.

Thomas: No sé por qué te interesa tanto un montón de ladrillos viejos -farfulló su padre, pero echó a andar junto a su mujer y su hijo-. 

Mientras, Zac explicaba cómo la arquitectura de estilo colonial había inspirado la construcción del pequeño edificio con sus columnas blancas en la fachada. Estaba situado en un extremo de Town Square, en lo que una vez fue el centro neurálgico de la próspera comunidad de Serenity. El estado del césped era impecable, y varios robles proporcionaban sombra al edificio y a los bancos cuidadosamente situados. El club de jardinería cuidaba de las flores y arriates que adornaban el perímetro, y acababan de cambiar las flores de verano por brillantes crisantemos amarillos.

Dentro del edificio, a la izquierda, había una zona abierta donde los residentes podían pagar sus impuestos, y a la derecha había una sala de juntas donde se celebraban las sesiones mensuales. Una amplia escalera conducía a los despachos de los concejales y administrativos, incluido el gran despacho de Zac que dominaba la plaza desde una esquina. No podía compararse al lujo de Charleston, pero su mobiliario tenía más de un siglo de antigüedad y el escritorio cautivó al instante a su madre.

Clarisse: Oh, mira esta madera -murmuró, pasando la mano por la suave y oscura superficie-. Es increíble que se conserve tan bien después de tantos años. Seguro que te hace pensar en todos los que trabajaron aquí antes que tú, Zac.

Thomas: No es más que un trozo de madera vieja. ¿Cuándo vamos a comer? Me muero de hambre.

Zac intentó no alterarse por el continuo desdén que mostraba su padre.

Zac: Si no os importa hacer un poco de ejercicio, podemos ir caminando hasta Sullivan’s. No tiene mucho sentido mover el coche.

Clarisse: Lo que tú digas -aceptó su madre, echándole un último vistazo al despacho-. ¿Sabes, cariño? Unas cortinas nuevas le darían mucha más luz… ¿Qué te parece? Me encantaría hacerlas para ti. Algo alegre pero con gusto, naturalmente.

Zac: No sé si podría aceptarlo.

Clarisse: ¿No puedes aceptar un regalo de tu propia madre? No digas tonterías. No voy a esperar ningún favor especial a cambio. Ni siquiera vivo aquí.

Zac: De acuerdo, quizá esté siendo demasiado escrupuloso con las normas -dijo con una sonrisa-. Pero antes déjame ver si a alguien le importaría que hubiera cortinas nuevas en el despacho del gerente.

Al salir, su padre echó a andar por delante de ellos, aunque no tenía ni idea del camino que debían tomar. En la esquina se detuvo y miró hacia atrás.

Thomas: ¿Derecha, izquierda, o recto?

Zac: Recto. Dos manzanas más y a la izquierda. 

Su padre asintió bruscamente y siguió caminando.

Clarisse: No sé qué mosca le ha picado. Estaba impaciente por venir, pero es incapaz de admitirlo.

Zac: No espero que lo haga. 

Todo lo que no fuera un despacho en el Congreso no merecería más que desprecio por parte de su padre.
Su madre guardó silencio e hizo una mueca de perplejidad.

Clarisse: Sigo pensando en esa joven… Estoy segura de haberla visto antes, pero no logro recordar dónde.
 
Y ojalá siguiera sin recordarla, pensó Zac. Lo último que quería era que su madre tuviera alguna impresión equivocada de Vanessa. Aunque, en honor a la verdad, Vanessa ya tenía una opinión de su madre, y no era precisamente favorable.


Ness: ¡Esa mujer me acusó de haberla marcado de por vida! -le dijo a Maddie-. Y pensar que Zac es su hijo…

Dana: No irás a culparlo por lo que hizo su madre, ¿verdad? -le preguntó mientras le daba los últimos retoques a un inmenso cuenco de fruta fresca-.

Ness: No, claro que no. Pero ¿te imaginas lo que habría pasado si nos hubiera visto juntos? Me habría rajado con lo primero que tuviese a mano.

Helen: No creo que las damas de Charleston lleven navajas o cosas similares en el bolso.

Ness: No conoces a la señora Efron.

Helen: En realidad sí la conozco. Hace años, en un acto benéfico.

Vanessa no hizo caso a la observación.

Ness: Apuesto a que lleva alguna clase de arma en ese bolso de Gucci -miró fijamente a sus amigas-. Espero que esto acabe con vuestras intenciones casamenteras. No voy a salir con el engendro de una mujer como ella.

Helen se echó a reír, pero enseguida se contuvo.

Helen: Lo siento. No he podido evitarlo. ¿Engendro? ¿Cómo puedes definir así a un hombre tan guapo como Zac?

Ness: Sabes a lo que me refiero. No puedo salir con él y al mismo tiempo querer clavarle una estaca a su madre en el corazón.

Maddie: Pareces un poco obsesionada con tantas navajas y estacas. Toma un margarita. Te sentará bien.

Dana: Y te ayudará a tranquilizarte antes de que llegue Zac. No creo que sea conveniente que te vea en este estado… y menos si la persona a la que quieres matar es su madre.

Vanessa tomó un trago de la fuerte bebida, pero no se sintió mejor ni más tranquila.

Ness: Iban a comer en Sullivan’s -le dijo a Dana Sue-. Tú has trabajado hoy. ¿Los has visto?

Dana Sue asintió de mala gana.

Dana: Zac nos presentó.

Ness: ¿Y?

Dana: Les encantó la comida.

Ness: Pues claro que les encantó la comida. Es deliciosa. Pero ten cuidado… Si esa mujer siente unas mínimas náuseas en las próximas veinticuatro horas, te demandará sin dudarlo.

Maddie le dio unas palmaditas en el hombro.

Maddie: Toma un poco más de margarita…

Vanessa tomó otro trago y esperó a que el alcohol le hiciera efecto.

Ness: Tendría que haberme enfrentado a ella, en vez de huir como una cobarde.

Dana: Intentabas evitar una escena embarazosa para Zac. No hay nada de cobardía en eso.

Helen: Además, aquella demanda no llegó a perjudicarte de ninguna manera, gracias al apoyo que te ofreció Bella. Aunque si quieres denunciarla por difamación, tal vez yo podría ayudarte.

Vanessa la miró con interés.

Ness: ¿Puedo demandarla?

Helen: Bueno, podrías haberlo hecho en su día. Ahora tendría que estudiar el caso.

Maddie miró a Helen con el ceño fruncido.

Maddie: Nadie va a demandar a nadie. El asunto quedó zanjado y bien zanjado.

Vanessa empezaba a sentir los efectos del alcohol.

Ness: Seguramente tengas razón -dijo con un suspiro-.

Maddie: Pues claro que tengo razón. Además, una demanda no sería buena publicidad para el Corner Spa.

Helen puso una mueca.

Helen: Es cierto… ¿Qué demonios me pasa? Me paso demasiado en casa haciendo de madre y apenas piso un juzgado para triturar a los chicos malos. Me estoy volviendo demasiado blanda.

Maddie: Nos encanta tu nueva faceta. Al fin has encontrado el equilibrio que le faltaba a tu vida.

En aquel momento los llantos de Sarah Beth se oyeron por el monitor que había en la encimera.

Ness: Yo me encargo -se ofreció balanceándose ligeramente al ponerse en pie-. Tengo que estirar las piernas.

Poco a poco fue estabilizándose mientras se dirigía hacia el cuarto del bebé, que estaba profusamente decorado hasta el último detalle. Helen podía haber esperado hasta los cuarenta años para ser madre, pero no había escatimado en gastos al tener a Sarah Beth. Los muebles y accesorios procedían de las mejores tiendas de Charleston. La cómoda estaba llena de ropas de diseño que no tardarían en quedarse pequeñas para la niña de seis meses. Y, al igual que su madre, tenía una colección de zapatos para cada ocasión, desde Mary Janes hasta diminutas zapatillas deportivas de todos los colores posibles.

La pequeña se había incorporado en la cuna y tenía sus ojos azules llenos de lágrimas. Estaba despeinada y tenía el pañal empapado. A Vanessa se le encogió el corazón al verla.

Ness: Hola, cielo… Parece que tenemos que cambiarte el pañal, ¿eh? 

Sarah Beth le tendió los brazos y sonrió temblorosamente.

Vanessa la cambió rápidamente y le puso el vestido rosa de guinga que Helen le había preparado para la cena. Le puso además unos calcetines con ribete de encaje y unos zapatos rosas, y le pasó un cepillo por los rizos. Al acabar, sus nervios se habían calmado un poco y se había sacado de la cabeza a la señora Efron.

Ness: Muy bien, pequeña, vamos a la fiesta -dijo, levantando a Sarah Beth en sus brazos y sosteniéndola junto a ella para aspirar su dulce fragancia-. 

Las emociones que la invadían cada vez que abrazaba a Sarah Beth, Jessica Lynn o a Cole eran estremecedoras.
 
Deseaba ser madre. Lo deseaba de verdad.

Pero no lo bastante como para arriesgar su corazón.


No fue hasta después de la cena cuando Zac pudo arrinconar a Vanessa en la cocina. Ella lo había estado evitando durante toda la velada, y así se lo señaló Zac.

Ness: Yo no te he estado evitando -declaró a la defensiva-. He estado ayudando a Helen y a Erik.

Zac: La mesa se ha quitado, los platos están en el lavavajillas y todos están tomando una copa. Creo que pueden concederte unos minutos a solas conmigo.

Ness: De acuerdo. ¿De qué quieres hablar? 

Zac la miró con expresión irónica.

Zac: ¿Tú qué crees? ¿Del tiempo?

Ness: No voy a hablar de tu madre contigo.

Zac: ¿Quieres que le pregunte a ella lo que pasó?

Ness: Me sorprende que no te lo haya contado ya.

Zac: No te reconoció.

Ness: Claro que no. Para ella no fui más que una insignificante desconocida que le destrozó la vida… al menos durante el par de días que le duró el sarpullido.

Zac esbozó una sonrisa torcida.

Ness: No tuvo gracia.

Zac: No, seguro que para ella tampoco la tuvo.

Ness: A mí tampoco me hizo gracia. Podría haber echado a perder mi carrera, Zac. Fueran infundadas o no, sus acusaciones podrían haber hecho que Bella me despidiera y que ningún centro de belleza se arriesgara a contratarme. Ya sabes cómo son las mujeres. La noticia se habría propagado por todo el Estado. Nadie habría querido ponerse en mis manos.

Zac: Pero nada de eso ocurrió.

Ness: Eso no importa -dijo con dureza-.
 
Zac: ¿Esto va a ser un problema para nosotros? 

Vanessa frunció el ceño.

Ness: No hay «nosotros». Y nunca lo habrá.

Zac: ¿En serio? -preguntó intentando no sonreír-.

Ness: Absolutamente.

Zac: Podría demostrarte que te equivocas.

Ness: ¿En serio? -lo imitó-.

Zac la hizo retroceder hasta atraparla entre él y la nevera.

Zac: En serio -murmuró, mirándola fijamente a los ojos-. ¿Quieres que te diga cómo, o me limito a demostrártelo?

Ella tragó saliva y un destello de pánico asomó en sus ojos oscuros.

Ness: No hagas esto -susurró-.

Zac: ¿El qué? ¿Esto? -preguntó, y descendió con su boca sobre la suya-. 

Esperó a que ella tomase aire y entonces la asaltó con sus labios y su lengua, introduciéndola en su boca y saboreándola a conciencia. Colocó las manos a cada lado de Vanessa y sin tocarla más que con sus labios la besó hasta que ella se derritió contra él, hundiéndole los dedos en los hombros y frotándose con las caderas.

Entonces, cuando Zac menos se lo esperaba, ella lo apartó de un empujón.

Ness: No -dijo, temblando de furia e indignación-. No puede ser. 

Él levantó las manos y dio un paso atrás.

Zac: Vanessa, estabas tan metida en el beso como yo.

Ness: Un caballero no me lo recordaría.

Zac: Cariño… nunca he dicho que sea un caballero.

 Ella lo miró con perplejidad.

Ness: ¿Por qué haces esto? Apenas me conoces.

Zac: Es justo lo que estoy intentando cambiar.

Ness: ¿Por qué?

Zac lo pensó un momento.

Zac: Me intrigas -le dijo finalmente-. Eres fuerte y testadura, lista y guapa. Contigo hay que estar siempre alerta…
 
Ness: En otras palabras, me ves como un desafío. Sobre todo porque no hago más que rechazarte.

Zac: No es sólo eso. Quiero saberlo todo de ti. No sé cómo explicarlo.

Ness: Bueno, pues déjame decirte que te estás equivocando. Para conocerse hay que empezar saliendo juntos, no acabar directamente en la cama.

Zac intentó ocultar su regocijo.

Zac: Te negaste a salir conmigo, ¿recuerdas? No me queda otra alternativa que probar esta nueva dirección.

Ness: ¿Qué dirección? ¿Intentar seducirme?

Zac: Ha sido un beso, no un intento de seducción.

Ness: Pues a mí me ha parecido más que un beso.

Zac: Si quieres, puedo probar una seducción total para que puedas compararlo.

Ness: ¡De ninguna manera! 

Zac sonrió.

Zac: Bueno, merecía la pena intentarlo. Estoy procurando ponértelo fácil…

Ness: ¿Ponérmelo fácil? -se rió a pesar de sí misma-. ¿Qué voy a hacer contigo?

Zac: Tengo una lista de sugerencias…

Ness: Seguro que sí, pero creo que las rechazaría casi todas.

Zac vio una abertura de la que Vanessa no debía de haber sido consciente.

Zac: ¿Casi todas? ¿Eso significa que puede haber una o dos cosas que estarías dispuesta a probar?

Ness: ¡Zac! -volvió a mirarlo con desconcierto-. ¿Por qué insistes tanto? Y no quiero más respuestas ingeniosas. Dime la verdad.

Zac se puso serio al instante. No estaba seguro de poder explicarlo, pero tenía que intentarlo.

Zac: Porque desde la primera vez que te vi, me he sentido atraído por ti -le tocó la mejilla con un dedo-. Seré sincero contigo… No estaba en mis planes buscar a una mujer cuando vine a Serenity. Quería pasar unos cuantos años haciendo mi trabajo de la mejor manera posible y luego irme a otra parte.
 
Vanessa se quedó de piedra al oírlo.

Ness: Entiendo -dijo con voz muy rígida-. Y yo soy una diversión temporal para ti, ¿no?

Zac: Yo no he dicho eso.

Ness: Oh, creo que lo has dejado muy claro -dijo pasando a su lado-.

Zac: No he acabado.

Ness: Sí, desde luego que has acabado.

Zac se quedó donde estaba, viendo como Vanessa se alejaba e intentando averiguar en qué se había equivocado. Cuando salió a reunirse con los otros, Vanessa se había perdido de vista y seis pares de ojos acusadores lo miraban fijamente.

Helen: ¿Qué ha pasado? Parece que la has disgustado.

Zac: No ha sido mi intención -se defendió-. Le estaba diciendo lo atraído que me sentía por ella, cómo no esperaba conocer a nadie como ella cuando vine aquí, cuando de repente se marchó.

Helen: ¿Y eso fue todo lo que le dijiste? No te creo. Vanessa nunca se comporta así.

Zac: Pues esta vez sí lo ha hecho -dijo con un suspiro. Aquella noche no había nada que hacer-. Tengo que irme.

Al menos vería a Vanessa por la mañana, en la reunión del comité. Tal vez para entonces supiera cómo enmendar sus fallos.


El lunes por la mañana, Vanessa estaba contando botes de crema hidratante cuando Maddie entró en su despacho.

Maddie: ¿No tienes una reunión con el comité esta mañana? 

Ness: No voy a ir -respondió evitando la mirada de Maddie-.

Maddie: No puedes esconderte de él. No sé lo que ocurrió anoche entre vosotros, pero Serenity es un pueblo muy pequeño y os acabaréis tropezando por ahí.
 
Ness: Iré la semana que viene, o la próxima. Pero hoy no.

Maddie: ¿Puedo saber qué dijo o qué hizo para que no quieras acercarte a él?

Ness: No voy a hablar de esto contigo. Eres mi jefa.

Maddie la miró como si hubiera recibido una bofetada en la cara.

Maddie: También soy tu amiga.

Vanessa suspiró y la tomó de la mano.

Ness: Lo siento. Sé que puedo contar contigo, pero en esto no puedes ayudarme. Ni siquiera sé por qué estoy tan enfadada. Sólo sé que ese hombre me saca de mis casillas…

Maddie le apretó la mano.

Maddie: Yo podría ayudarte a averiguarlo, si me lo contaras.

Ness: Gracias, pero no hay nada que averiguar. Lo que sí espero es que tú y las demás desistáis de intentar emparejarnos. Zac y yo somos incompatibles. No hay más que hablar.

Maddie: De acuerdo.

Ness: ¿De acuerdo? -repitió sorprendida-. ¿Así de fácil?

Maddie: Lo has dejado muy claro. ¿Quieres que te ayude a desembalar los productos?

Ness: No, gracias. Necesito algo para mantenerme ocupada.

Maddie: ¿Para no pensar en lo que sucedió anoche? ¿O para no imaginarte la reacción de Zac cuando no te vea en la reunión de hoy?

Vanessa la miró con expresión avergonzada.

Ness: Ambas cosas.

Maddie: Muy bien, te dejo entonces. Si cambias de idea y quieres hablar conmigo, ya sabes dónde puedes encontrarme.

Ness: Gracias. Y Maddie… eres una gran amiga. En serio.

Maddie: No debo de serlo tanto si no puedo ayudarte a superar tus problemas.

Ness: No está en tus manos resolverlo, pero aprecio tu intención de ayudarme.
 
Maddie se marchó y Vanessa se hundió en el sillón. Su estado de ánimo era ridículo. Zac no era el primer hombre por el que se había sentido atraída. Ni era el primer hombre con el que bastara un solo vistazo para saber que no había futuro con él. Pero la noche anterior, cuando declaró que su intención era marcharse de Serenity, Vanessa se había sentido más dolida de lo que quería admitir.

Con demasiada frecuencia había sido una simple atracción pasajera para otros hombres. La diferencia era que, en esta ocasión, lo sabía de antemano. Si permitía que ocurriera, si le entregaba su corazón a un hombre que ya tenía un pie en la puerta, ella misma se estaría condenando al dolor y la desgracia.

Y de ninguna manera iba a permitir que eso volviera a sucederle.


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