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martes, 12 de diciembre de 2023

Capítulo 10


Aunque le había dicho a Vanessa que la llamaría, Zac había encontrado al menos cien excusas para no hacerlo. Su desgana no tenía nada que ver con la orden de su madre. Aún se sentía un poco aturdido por la reacción que había tenido el ataque de su madre a una mujer a la que él apenas conocía. Había sentido un deseo incontenible de proteger a Vanessa con uñas y dientes, algo que nunca había sentido con otra mujer.

Vanessa no necesitaba su protección. Tal vez pareciera ingenua y vulnerable, pero le había hecho frente a una mujer temida por muchos ricos y poderosos. Sin embargo, Zac no creía que entendiera el verdadero alcance de la amenaza. Su madre tenía un vasto círculo de amistades y una vena vengativa que podía llevar a sus últimas consecuencias. Tal vez hubiera tenido la culpa en el incidente de Chez Bella, pero su vanidad le impedía reconocerlo, y culparía a Vanessa por muy absurdas que fueran sus acusaciones.

Ni siquiera su ultimátum podría impedir que su madre siguiera buscando venganza, especialmente si conseguía que su padre también se involucrara. Entre los dos podían destruir la vida de cualquiera. Zac lo sabía muy bien, y el miedo era la verdadera razón por la que no quería hacer esa llamada. Cuando Vanessa lo miraba con sus grandes ojos marrones, algo en su interior se removía y perdía la concentración, algo que nunca le había pasado en sus treinta y cinco años.
 
Durante toda su vida se había mantenido libre y sin compromiso, disfrutando de la compañía de mujeres agresivas y seguras de sí mismas como Mary Vaughn. Tal vez fuera un poco mayor para él, pero era obvio que quería una aventura. Zac se había quedado sin excusas para declinar sus invitaciones, y en el fondo sabía que la había rechazado porque sentía algo por Vanessa. Nunca se había atado a una mujer, y menos a una mujer que no tuviera el menor interés en él. Las mujeres sofisticadas y poco exigentes eran lo mejor para mantenerse centrado en su carrera.

Ya le había dicho a Vanessa que no tenía intención de pasar el resto de su vida en Serenity. Era un lugar demasiado pequeño y provinciano para él, y aunque su trabajo como gerente municipal era mucho mejor que sus anteriores responsabilidades administrativas, no dejaba de ser un paso más en su ascenso. Dos años en Serenity, tres más en otro lugar, y estaría preparado para ocupar un puesto en una ciudad mayor. Una ciudad como Charleston, tal vez, lo que acabaría de matar a sus padres. Aún no le habían perdonado su decisión de trabajar como funcionario público, y si lo hacía delante de sus narices no podrían superar la humillación.

Thomas: Ningún Efron ha trabajado nunca al servicio de un consejo municipal compuesto por paletos y pueblerinos idiotas -le había dicho en más de una ocasión-.

Zac: Entonces yo seré el primero -había replicado-. Es mi vida. Es mi elección.

Thomas: Bien, pues no vayas a acudir a mí cuando no tengas dónde caerte muerto.

Zac: Jamás lo haría -era siempre su orgullosa respuesta-.

A veces se preguntaba si había elegido aquella carrera sólo para escupirle en la cara a su familia. Pero no. Lo había hecho porque disfrutaba ayudando al desarrollo y crecimiento de un pueblo.

Serenity lo había seducido porque estaba experimentando un cambio inmenso. Hasta el momento había conservado su encanto rural, pero gracias a unas pocas personas visionarias y emprendedoras, como las mujeres que habían abierto el Corner Spa, y Ronnie Sullivan y su ferretería y empresa de suministros, Serenity había evitado el triste destino de muchas poblaciones pequeñas cuya economía local había sido absorbida por las grandes superficies comerciales.

Era irónico que una de las mayores atracciones del pueblo, el festival navideño, fuera el mayor engorro en la vida de Zac. Y que una mujer tan poco interesada como él en la Navidad tuviera el potencial de trastocar todos sus planes.

Zac: Maldita sea -masculló, arrojando su bolígrafo sobre la mesa-. 

Como siempre, estaba analizando demasiado las cosas. Si quería pasar la tarde con Vanessa, no podía quedarse encerrado en su despacho. A aquellas horas ya debía de estar pensando que él se lo había pensado mejor y que había optado por apoyar a su madre.

Por desgracia, cuando llamó al Corner Spa le comunicaron que Vanessa había acabado su jornada. En la guía no aparecía el número de su casa, lo que significaba que no quería darlo a conocer. Podría llamar a alguna de sus amigas y pedírselo, pero entonces se expondría a un aluvión de consejos indeseados por parte de ese grupo conocido como las Magnolias.

Pero estaba decidido a encontrar a Vanessa y pasar la tarde con ella. Una de las ventajas de trabajar en el ayuntamiento era que tenía acceso al registro informatizado de la propiedad. Tecleó el nombre de Vanessa, pero no apareció nada. Eso significaba que vivía en una casa o apartamento alquilados. Los edificios de apartamentos eran pocos y estaban muy dispersos en Serenity, pero una casa de alquiler podía estar en cualquier parte. Frustrado, apagó el ordenador.

Sólo había un puñado de sitios donde la gente iba los viernes por la noche. Sullivan’s era uno de ellos. Rosalina's era otro. No le llevaría mucho tiempo echar un vistazo en ambos.

Pero al salir a la calle oyó una especie de rugido lejano. Levantó la vista al cielo de octubre y vio unas luces en la distancia. ¡Fútbol! Debía de estar jugándose un partido en el instituto. Seguro que allí no sólo encontraría a Cal y a Maddie, sino también a sus amistades, incluida Vanessa.

Atravesó el pueblo en coche hacia el instituto, pero tuvo que rodear varias manzanas hasta encontrar un sitio para aparcar. Los silbidos y el griterío fueron subiendo de intensidad mientras se acercaba corriendo al estadio. En el interior, compró un perrito caliente y un refresco y examinó las gradas en busca de algún rostro familiar.
 
Cal: ¡Zac! ¡Aquí arriba!

Levantó la mirada y vio a Cal haciéndole señas. Maddie estaba a su lado, junto a todos sus hijos. Vanessa estaba sentada al final de la fila y tenía a Jessica Lynn en su regazo. Ni siquiera miró a Zac, y él sonrió por la deliberada muestra de desaire. Demostraba que había notado su ausencia y que había sacado una conclusión equivocada. Y eso quería decir que Zac le importaba…

Subió rápidamente los escalones y pasó junto a Cal, Maddie y los niños para sentarse junto a Vanessa.

Zac: Pensé que te encontraría aquí -dijo, mientras Jessica Lynn agarraba el perrito caliente con sus diminutas manos y se ponía perdida de mostaza-.

Vanessa le quitó el perrito y lo devolvió al bocadillo.

Ness: Puede que ya no quieras comértelo -le dijo mientras limpiaba las manos y la cara de la niña-. 

Con las manchas de su camiseta rosa ya no se podía hacer nada.

Zac se encogió de hombros, envolvió el perrito y lo dejó a sus pies.

Zac: Compraré otro más tarde. ¿Vamos ganando?

Ness: Ahí está el marcador -dijo asintiendo hacia el extremo del campo-.

Zac: ¿Estás enfadada conmigo?

Ness: ¿Por qué habría de estarlo? -preguntó, evitando su mirada-.

Zac: Porque te dije que te llamaría y no lo he hecho.

Ness: No he estado esperando tu llamada, si es eso lo que piensas.

Zac: Oh, ya lo sé… Pero aun así lo siento. Tenía muchas cosas en la cabeza.

Ness: ¿Como por ejemplo que no querías que te vieran con una mujer que ha insultado a tu madre?

Zac: No, no tenía nada que ver con eso -respondió sonriéndole-. 

Ella lo miró finalmente a los ojos.

Ness: ¿Entonces de qué se trataba?
 
Zac: Me preguntaba si no estarías empezando a importarme demasiado -admitió mientras una ola de calor lo recorría. Aquél era el problema. Una mirada de Vanessa bastaba para dejarlo fuera de combate. Pero por mucho que odiara aquella sensación, no quería dejar de sentirla-. ¿Podemos hablar en otro sitio?

Ness: Estoy en un partido de fútbol con mis amigos.

Zac: Ni siquiera sabes cómo va el marcador -observó, intentando no reírse-. 

Vanessa tendría que esforzarse más para rechazarlo, porque Zac confiaba en que la atracción era compartida y sabía que ella acabaría sucumbiendo, igual que él.

Ness: Claro que lo sé -lo contradijo-. Pero no quería decírtelo. No sabía si quería hablar contigo.

Zac: ¿Y ahora lo sabes?

Ness: Casi te has redimido por completo al decir que te importo demasiado.

Zac: ¿Casi? ¿Qué más necesitas oír?

Ness: Que a tu madre la han deportado a Siberia. 

Zac volvió a sonreír.

Zac: No ha hecho falta tanto, pero sí le dije que no escucharía ni una palabra más en tu contra.

Vanessa pareció sorprendida.

Ness: ¿En serio?

Zac: Salí del coche y la dejé en el aparcamiento de Sullivan’s.

Ness: Gracias -dijo repentinamente más animada-.

Zac: No hay de qué… Y ahora, ¿podemos hablar en otro sitio?

Un brillo inquietante destelló en los ojos de Vanessa.

Ness: Claro, pero antes tengo que hacer una cosa.

Zac: ¿El qué?

Entonces ella hizo algo tan inesperado como sorprendente. Le puso una mano en la nuca y lo besó con tal pasión en los labios que Zac perdió conciencia de todo lo demás. La sangre le hervía salvajemente en las venas y los latidos de su corazón desbocado apagaron el clamor del estadio.

Cuando finalmente se retiró, Zac se quedó aturdido por unos segundos.

Zac: ¿A qué ha venido eso?

Ella lo miró con una sonrisa de satisfacción.

Ness: Algún día de éstos te lo explicaré -le prometió con una pícara sonrisa-. O quizá no.

En ese momento Zac se dio cuenta de que Cal, Maddie y la mitad de los espectadores que estaban en las gradas los estaban mirando con asombro. Teniendo en cuenta cómo se propagaban los rumores en Serenity, todo el pueblo estaría hablando de aquel beso a la mañana siguiente. Aún no podía creerse que Vanessa se hubiera atrevido a hacer algo así a la vista de todos.

Zac: Creo que el público está más pendiente de nosotros que del partido.

Ness: Y que lo digas -corroboró-. Ya podemos irnos.

Zac seguía sin saber cuál había sido la intención de Vanessa, pero no importaba. ¿Por qué buscarle explicación a un beso que lo había estremecido hasta lo más profundo de su ser? Se levantó y echó a andar tras ella. Vanessa dejó a Jessica Lynn con Cal al pasar a su lado.

Ness: Buenas noches. Gracias por haberme invitado.

Cal: Nos alegra que hayas podido venir -dijo con una amplia sonrisa en el rostro-.

Maddie se limitó a mirarla, insinuando el interrogatorio que le tendría preparado para el sábado por la mañana.

Zac seguía sin saber qué había pasado allí, pero fuera cual fuera la intención de Vanessa era mucho más prometedora que todo lo que hubiera dicho o hecho hasta el momento. Tiempo atrás, aquella pequeña victoria habría bastado para complacerlo y curar su ego, pero ahora se moría de impaciencia por ver adónde conduciría aquel beso.


Tal vez se hubiera dejado llevar por un impulso equivocado, pero Vanessa estaba muy satisfecha por la muestra de afecto que había tenido hacia Zac en público. Aquello bastaría para convencer a Mary Vaughn y atajar cualquier rumor sobre la supuesta homosexualidad de Zac. Era lo menos que Vanessa podía hacer por un hombre que la había defendido contra su madre.

Zac: ¿Adónde te gustaría ir? -le preguntó mientras la llevaba hacia su coche-.

Ness: No sé tú, pero yo me muero de hambre.

Zac: ¿Sullivan's? -sugirió, pero ella negó con la cabeza-.

Ness: Dana Sue y Erik…

Zac: No queremos entrometidos -corroboró-. ¿Qué te parece Rosalina's?

Ness: Mucho mejor. Y si vamos antes de que acabe el partido, tendremos el local para nosotros solos.

Zac: Vaya… ¿Estás buscando un lugar íntimo porque quieres volver a besarme?

Ness: No. Porque dijiste que querías hablar.

Zac: Hay cosas más interesantes que hablar…

Ness: Temía darte una idea equivocada.

Zac: ¿Una idea equivocada sobre un beso que podría incendiar Alaska? 

Vanessa intentó ocultar la satisfacción que le producía su comentario.

Ness: La idea equivocada es pensar que puede haber más. 

Zac suspiró dramáticamente.

Zac: Entonces, ¿por qué me besaste si todo iban a ser consecuencias negativas? ¿Los rumores del pueblo, mis ideas equivocadas…?

Ness: Es mejor que no hablemos de eso -dijo pensando en la equivocada opinión de Mary Vaughn-. 

A Zac seguramente le haría gracia, o tal vez no, y Vanessa no quería ser la responsable de que se creara una enemistad insalvable entre el gerente municipal y la presidenta de la Cámara de Comercio. Después de todo, tenían que trabajar juntos.

Llegaron a Rosalina's y, efectivamente, tuvieron el pequeño restaurante italiano para ellos solos. A Vanessa le encantaban los olores a cebolla, tomate y pasta. Le resultaban tan relajantes como algunos de los perfumes del centro de belleza.

Zac: ¿Pizza con champiñones, aceitunas y pimientos verdes? -sugirió cuando estuvieron sentados-.
 
Ness: ¿Te acuerdas de lo que pedí cuando estuvimos aquí con Maddie y Cal? -le preguntó mirándolo sorprendida-.

Zac: Siempre presto atención a las cosas importantes, Vanessa -repuso seriamente-.

Ness: ¿Qué más crees que sabes de mí?

Zac: Vamos a pedir y luego te lo contaré -dijo haciéndole un gesto a la camarera para que se acercara. Pidió pizza y refrescos y miró a Vanessa-. Sin ensalada, ¿verdad?

Ness: Con las verduras de la pizza es suficiente.

Kristi: Enseguida les traigo las bebidas -dijo Kristi Marcella, la hija de los dueños. Era una joven bonita y morena que iba a la universidad y que ayudaba en el restaurante los fines de semana-. La pizza estará dentro de quince minutos.

Ness: Gracias -clavó una mirada interrogativa en Zac-. Muy bien. Dispara.

La expresión de Zac se volvió pensativa.

Zac: Vamos a ver… Hueles a lavanda. Te pierden los bollos de naranja y arándanos y la tarta de manzana de Sullivan’s. Normalmente eres una persona tranquila y discreta, pero no dudas en sacar las uñas cuando alguien te ataca. Y hay algo que te impide acercarte a mí… Algo que no le has contado a nadie, ni siquiera a tus mejores amigas.

Vanessa estuvo a punto de corregir la última impresión, pero él le puso un dedo en los labios.

Zac: Ya sé lo que dijiste, pero no tiene nada que ver con mi intención de marcharme de Serenity. Es algo mucho más profundo que eso.

Ella se echó hacia atrás en la silla, conmocionada por la perspicacia de Zac.

Zac: ¿Qué tal lo he hecho? 

Ness: Bastante bien -admiti-. Sobre todo para ser alguien que apenas me conoce.

Zac: Eso es lo que más intrigante me resulta. Ni siquiera las personas más cercanas a ti conocen más de lo que tú les permites ver. Es evidente que ocultas una parte de tu pasado. Una parte muy importante que te ha hecho ser quien eres.
 
Vanessa no sabía qué pensar de la sorprendente capacidad analítica de Zac.

Ness: No es exactamente así -arguyó-. Hay cosas de las que no me gusta hablar ni recordar.

Zac: Si te cuesta hablar de ellas y te inquieta recordarlas, deben de ser cosas muy importantes. No creo que sea saludable mantenerlas en secreto. La carga es más llevadera cuando se comparte con los amigos, y tú tienes muy buenas amistades.

Ness: ¿Dónde tiene su consulta, doctor Efron? No sabía que fueras a psicoanalizarme esta noche.

Para su alivio, Zac dejó de indagar y sonrió.

Zac: No tengo consulta -dijo con exagerada afectación-. Ni siquiera tengo casa.

Agradecida por el cambio de tema y por la llegada de su comida, aprovechó el momento para reordenar sus pensamientos antes de volver a hablar.

Ness: ¿Dónde vives? ¿Sigues alojado en el Serenity Inn?

 Él asintió.

Ness: Esas habitaciones son minúsculas. Yo también me quedé en ese hotel cuando vine al pueblo, pero enseguida empecé a buscar algo mejor -se sirvió una porción de pizza en el plato, inhaló con deleite y sopló para enfriarla-.

La mirada de Zac parecía fija en su boca, tan intensa que resultaba inquietante.

Ness: Zac -lo llamó, pero no recibió respuesta-. ¡Zac!

Zac: ¿Mmm? -murmuró-. Lo siento. Me he distraído.

Ness: Ya me he dado cuenta.

Zac: ¿De qué estábamos hablando?

Ness: Me dijiste que te alojabas en el hotel, y yo te dije que también me hospedé allí cuando me vine a vivir al pueblo. ¿Tienes pensado quedarte ahí? Me dejaste muy claro que no tenías intención de permanecer mucho tiempo en Serenity, así que, ¿para qué molestarte en buscar una casa?
 
Zac frunció el ceño.

Zac: En realidad, sí que he estado buscando casa.

Ness: Estoy segura de que Mary Vaughn te ayudaría encantada.

Zac: Se ofreció a hacerlo -dijo sin parecer muy contento-. Creo que puedo encontrarla yo solo -hizo una pequeña pausa-. A menos que tú quieras ayudarme…

Ness: Mañana por la tarde tengo un par de horas libres, si de verdad quieres otra opinión -dijo sin pensarlo-.

Zac pareció tan sorprendido como ella por el ofrecimiento.

Zac: ¿Estás segura?

Ness: Sí, ¿por qué no? 

Al fin y al cabo, ¿qué significaba un par de horas? Estarían conduciendo por el pueblo, sin detenerse para tener una conversación íntima y prolongada. Además, Vanessa estaba pensando en dejar su apartamento de alquiler y comprarse una casa. Sería la ocasión perfecta para ver las viviendas que estaban a la venta.

Zac: ¿Te recojo en el centro de belleza? 

Ness: Sí. Ganaremos tiempo si no tengo que ir a casa después del trabajo.

Zac: ¿A qué hora quieres que vaya?

Ness: Habré acabado con mi última clienta a las cuatro menos cuarto. Puedo estar lista a las cuatro. No tendremos mucho tiempo, pero sí el suficiente para ver un par de casas.

Zac: Llevaré el periódico con los anuncios más interesantes marcados -sugirió-.

Ness: Buena idea.

Zac: Muy bien. Entonces tenemos una cita.

Vanessa tuvo la sensación de que había elegido la palabra deliberadamente, pero prefirió no hacer ningún comentario.

Zac: Ya que estamos hablando de alojamiento, hoy me he dado cuenta de que no sé dónde vives ni cómo ponerme en contacto contigo cuando no estás en el centro. Al no encontrar tu número en la guía, me arriesgué a buscarte en el estadio.

Ness: ¿Me estabas buscando a mí? -preguntó ignorando la petición tácita que le había hecho por su dirección y número de teléfono-. Creía que Maddie le había pedido a Cal que te invitara. Ya sabes cómo es…

Zac: Sí, me lo imagino, pero Maddie no ha tenido nada que ver. Fue una decisión repentina, después de no dar contigo en el trabajo -la miró atentamente-. ¿Vas a darme tu número de teléfono, o piensas hacer todo lo posible por mantener el misterio?

Ella sopesó la pregunta y sonrió.

Ness: La verdad es que el misterio parece dar resultado, si así consigo que me busques por todo el pueblo.

Zac: Una llamada telefónica sería más rápido y gratificante.

Ness: Puede que para ti lo sea, pero yo prefiero saber que vas a esforzarte más.

Zac: Ese lado perverso es todo un desafío -le advirtió-.

Ness: ¿Y tu vida no sería espantosamente aburrida sin unos cuantos desafíos? Imagino que casi todas las mujeres caen rendidas a tus pies nada más conocerte. Eres guapo, inteligente, rico…

Zac: Pero a ti no te intereso -concluyó con un brillo de malicia en los ojos-.

Ness: Sí me interesas -admitió-. Pero tendrás que hacer mucho más para enamorarme.

Zac: Cuidado, Vanessa. Ya sabes que nunca renuncio a un desafío. ¿De verdad estás preparada?

El tono de su voz y la tensión que vibraba entre ellos hicieron que Vanessa se estremeciera.

Ness: Adelante.

Nada más decirlo, vio el peligroso brillo de su mirada y supo que había cruzado la línea. Pero, extrañamente, no se arrepentía en absoluto.

Echaba de menos aquellas sensaciones y revuelos en la boca del estómago, y quería que durasen un poco más. Dana Sue tenía razón. La precaución la mantenía a salvo, pero le impedía vivir de verdad. Hacía mucho tiempo que un hombre no la miraba como Zac la estaba mirando ahora. ¿Y qué si no era algo permanente? Había superado más fracasos emocionales de los que podía recordar.
 
Zac le agarró la mano y se la llevó a los labios para besarla, como en las películas en blanco y negro que tanto le gustaban a Vanessa. Ella suspiró y se dejó arrastrar por la incipiente ola de amor que empezaba a nacer. Ignoró todas las señales de advertencia, incluida la imagen de la madre de Zac, y rezó en silencio porque aquella vez todo saliera bien y su corazón permaneciera intacto.


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