topbella

lunes, 11 de diciembre de 2023

Capítulo 9


Vanessa escuchaba cómo Mary Vaughn le enumeraba la lista de intentos por ganarse la atención del gerente municipal, y no pudo evitar una sensación de gratitud porque Zac no hubiera sucumbido a los encantos de aquella mujer.

Tal vez el interés que decía sentir por ella fuese cierto, pensó mientras le colocaba a Mary Vaughn toallas calientes en el rostro al acabar el tratamiento.

Mary: ¿Crees que es gay? -le preguntó con la voz ahogada por las toallas-. Eso lo explicaría todo…

Aunque Mary Vaughn no podía verle la cara, Vanessa tuvo que reprimir una carcajada. Tal vez Zac no fuese para ella, pero era el hombre más varonil que había conocido. Los besos que se habían dado lo corroboraban. Tal vez debería describírselos a Mary Vaughn para borrar sus dudas.

O mejor no. Una información de ese calibre alimentaría los rumores en Serenity durante un mes.

Mary: Tú también lo piensas, ¿verdad? -le dijo tomando el largo silencio de Vanessa como una respuesta afirmativa-.

Ness: No, en absoluto. De hecho, estaba pensando de dónde has sacado una idea tan disparatada. No puedes ir por ahí insinuando esas cosas, Mary Vaughn. La gente de este pueblo es muy tradicional… Imagina los problemas que podrías causarle a Zac.
 
Mary: ¡Oh, vamos! No hay nada malo en ser gay.

Ness: Puede que algunas personas no piensen lo mismo, incluido Zac. Sea como sea, no puedes sacar conclusiones precipitadas. Apenas lo conoces.

Mary: El instinto no me suele fallar con los hombres. Además, ya te he dicho que siempre rechaza mis invitaciones para comer o para tomar una copa. Siempre tiene una excusa -se quitó la toalla y miró a Vanessa en el espejo-. Oh, no pongas esa cara… Ya sé lo que se espera de las mujeres: tenemos que esperar a que los hombres den el primer paso. Pero si sólo hiciéramos eso nos pasaríamos muchas noches en casa. ¡No le he pedido que se case conmigo, por amor de Dios!

Ness: ¿Sabes si está disponible?

Mary: Claro que sí. Tengo a una amiga en el ayuntamiento que le echó un vistazo a su ficha. No está casado, y hasta donde he podido averiguar, nunca lo ha estado.

Ness: Puede que tenga una novia en Charleston o en el último lugar donde trabajó -dijo improvisando a marchas forzadas para no insinuar que Zac podía estar interesado en otra mujer de Serenity-. Puede que todos los viernes por la tarde se vaya a pasar el fin de semana con su prometida.

Mary: Sí, supongo que es posible -concedió con expresión pensativa, pero enseguida rechazó la posibilidad-. Vamos, Vanessa. Está en medio de la treintena y nunca se ha casado. ¿No te parece extraño?

Ness: Yo tampoco me he casado nunca. ¿Eso también te parece extraño?

Mary: Claro que no, cariño. Simplemente eres una mujer muy selectiva que no va a conformarse con el primer hombre que te proponga matrimonio. ¿Y por qué habrías de hacerlo? Mírate bien… Puedes tener a cualquier hombre que quieras.

Ness: Ojalá fuera cierto.

Ni una sola de sus relaciones supuestamente serias había llevado al matrimonio. Siempre había sido el segundo plato de alguien, por detrás de otra mujer, de los deportes, de un trabajo, incluso de una madre.
 
Pero finalmente había decidido acabar con ese papel secundario. Si un hombre no la colocaba por delante de todo y de todos, ella no quería saber nada de él.

Y basándose en la intención de Zac por marcharse de Serenity, por no hablar de su parentesco con la mujer que había intentado destruirla, no se podía decir que una relación con él fuese muy prometedora.

Decidida a cambiar de tema, volvió a colocar la toalla sobre el rostro de Mary Vaughn.

Ness: No te la quites -le ordenó-. Vuelvo enseguida. Mientras tanto, intenta relajarte y deja que las cremas hagan efecto.

Mary Vaughn murmuró algo incomprensible bajo la toalla, y Vanessa prefirió no entenderla. Le caía bien Mary Vaughn, pero sus ofensivos comentarios sobre alguien que a ella le gustaba iban a hacerle perder la paciencia un día de ésos.


Zac levantó la mirada del montón de revistas que llenaban su mesa y se encontró a su madre en la puerta, con expresión dubitativa y los brazos cargados de telas.

Zac: Madre, ¿qué estás haciendo aquí? -le preguntó, apresurándose a aliviarla de la carga-.

Clarisse: Te dije que iba a comprar cortinas nuevas para tu despacho -le dijo con un tono de impaciencia-. He traído unas cuantas muestras para que elijas la que más te guste.

Zac se había olvidado por completo de las cortinas y de cerciorarse de que a nadie del pueblo le importara.

Zac: Me temo que has hecho el viaje en balde -dijo, dejando las telas en una silla-. Aún no he hablado con el alcalde sobre esto.

Clarisse: ¿Dónde está el alcalde? Vamos a preguntárselo ahora mismo. ¡A nadie puede importarle que tu madre te compre unas cortinas!

Tal vez no, pero a Zac le importaba un bledo la clase de cortinas que colgaran de sus ventanas. Y tampoco creía que a su madre le importase mucho, a pesar de su aparente entusiasmo.
 
Zac: Siéntate. Y cuéntame qué ocurre. Siempre estás tan ocupada que pueden pasar semanas sin saber nada de ti, y de repente te obsesionas con mis cortinas. ¿Te aburres, madre?

Clarisse: No, por Dios. Tengo tantas obligaciones que a veces no puedo ocuparme de todas -a pesar de sus convincentes palabras evitó la mirada de Zac mientras hablaba-.

Zac: Entonces, ¿por qué pierdes tiempo eligiendo cortinas para mi despacho?

Su madre se removió incómoda en el asiento.

Clarisse: Porque te echo de menos -admitió finalmente-. Sé que quieres evitar a tu padre y sus críticas, pero eso no significa que no puedas pasar más tiempo conmigo. Eres mi hijo menor. Y el único varón.

Zac: Y tu favorito -bromeó con una sonrisa-.

Clarisse: No te hagas ilusiones. Las madres no tienen favoritos.

Zac: Entonces, ¿por qué no te basta con mis hermanas y sus familias?

Clarisse: Porque son mayores y tienen su propia familia. Pero tú estás solo y me preocupo por ti. Yo no estaré siempre aquí, Zac. Necesitas a una mujer en tu vida.

Zac apenas pudo contener un suspiro.

Zac: No empieces otra vez con eso, madre. Me casaré cuando encuentre a la mujer adecuada -entonces pensó en lo que acababa de oír-. ¿Por qué has dicho que no estarás siempre aquí? No estás enferma, ¿verdad?

Clarisse: Claro que no -respondió rápidamente-. En Charleston insinuaste que habías conocido a esa mujer, pero cuando tu padre y yo vinimos al pueblo con la esperanza de verla, sólo vimos a aquella mujer que salió corriendo antes de que pudieras presentarnos.

Zac: Ya te dije que…

Clarisse: Ya sé, ya sé, los dos estáis en una especie de comité -lo interrumpió con impaciencia-. Pero, ¿es ella?

Zac: Madre, de nuevo te estás precipitando en tus conclusiones. Te prometo que si tengo algo serio con alguien, tú serás la primera en saberlo -se acercó a ella y le dio un beso en la frente-. Y no vuelvas a decir que no estarás siempre con nosotros. Ni siquiera tienes sesenta años, por amor de Dios. Aún nos queda mucho por aguantarte -añadió en tono cariñoso-.

Clarisse: Eso espero -dijo con una débil sonrisa-. 

Zac se inclinó y recogió las muestras.

Zac: ¿Qué te parece si llevamos todo esto a tu coche y te llevo a comer a Sullivan’s?

Los ojos de su madre se iluminaron al instante.

Clarisse: ¿Tienes tiempo? Me encantó la comida que nos sirvieron. Se lo he comentado a varias amigas.

Zac: Estoy seguro de que Dana Sue apreciará el detalle -dijo en tono irónico-. 

El restaurante Sullivan’s estaba al completo casi todos los días.

Condujo el Cadillac de su madre hasta el aparcamiento del restaurante, que ya estaba atestado de coches. Dana Sue los saludó en la puerta, visiblemente agotada.

Dana: Está claro que no formáis parte de esta invasión de la Red Hat Society -le dijo a Zac-. Hola, señora Efron. Me alegro de volver a verla. Estamos completos, pero si pueden esperar un par de minutos les prepararé una mesa en la zona del bar. ¿Les parece bien?

Zac: Perfecto. Gracias, Dana Sue.

 Su madre paseó la mirada por la abarrotada sala.

Clarisse: He oído hablar de esas mujeres de la Red Hat Society. Parece que se lo pasan muy bien, ¿verdad? Y me encantan esos sombreros rojos. Son un poco chillones, pero muy alegres.

Zac: Igual que ellas -corroboró oyendo las carcajadas que llenaban el local-.

Clarisse: He visto a varios grupos como éste en algunos restaurantes de Charleston. Casi todas las mujeres parecen tener mi edad o ser mayores que yo. Me pregunto qué harán.

Zac: Tal vez Dana Sue pueda decírtelo -sugirió justo cuando ella volvía para llevarlos a una mesa lo más lejos posible del bullicio-. Dana Sue, ¿sabes lo que hacen las mujeres de la Red Hat?

Dana: No sé si hacen algo en particular. Sólo sé que vienen a comer una vez al mes y que parecen pasárselo estupendamente. Siempre he pensado que todo el mundo debería tomarse un respiro en sus frenéticas vidas y reunirse con los amigos para charlar y reír. Helen, Maddie, Vanessa y yo lo hacemos de vez en cuando, pero últimamente no mucho.

Una joven camarera se acercó corriendo.

***: Dana Sue, ¡hay un problema en la cocina!

Dana: Voy para allá. Disculpadme. Enseguida viene alguien a tomar nota.

Zac: No tenemos prisa.

Entonces levantó la mirada y vio a Vanessa entrando por la puerta. Ella le sonrió al verlo, pero en cuanto vio a su madre pareció que el pánico se apoderaba de ella y echó a correr hacia la cocina.

Zac: Enseguida vuelvo -le dijo a su madre, y fue rápidamente tras Vanessa-.

Entró en la cocina detrás de ella y se encontró con Dana Sue, Erik y el chef moviéndose frenéticamente de un lado para otro mientras intentaban preparar el aluvión de pedidos. Dana Sue vio primero a Vanessa y luego a Zac.

Dana: Si necesitáis un lugar tranquilo para hablar, me temo que os habéis equivocado de sitio -dijo mientras servía ensalada de pollo con uvas y nueces en una fila de platos-. Id a mi despacho.

Ness: Sólo he venido para recoger el pedido de Maddie -dijo ignorando a Zac-.

Dana: Espera cinco minutos. Y ahora largaos de mi cocina los dos.

Zac salió al momento y sostuvo la puerta para Vanessa.

Zac: Ya que tienes que esperar, es el momento ideal para saludar a mi madre. Tal vez podáis olvidaros de aquel desafortunado incidente de una vez por todas.

Vanessa frunció el ceño.

Ness: ¿Desafortunado incidente? -repitió en voz baja-. No voy a permitir que le restes importancia a lo que ocurrió, Zac. Tu madre intentó destruirme. Y lo habría conseguido si Bella no hubiese sido mi jefa.
 
Zac se disponía a decirle que no fuera tan dramática cuando su madre apareció a su lado.

Clarisse: ¿Va todo bien? 

Sus palabras iban dirigidas a él, pero tenía la mirada fija en Vanessa.
Por la expresión de su rostro, como si se hubiera tragado un limón, era obvio que la había reconocido.

Clarisse: ¡Tú! -exclamó, casi temblando por la indignación-. La verdad es que no me sorprende encontrarte en este pueblo perdido. Supongo que Bella te echó de Charleston.

Las mejillas de Vanessa se cubrieron de color. Le lanzó una mirada de disculpa a Zac y se preparó para enfrentarse a su madre.

Ness: En realidad, Bella me brindó todo su apoyo. Estoy en Serenity porque me surgió la oportunidad de dirigir los tratamientos de belleza en un centro exclusivo. Llevo aquí tres años, y hemos recibido las mejores críticas posibles de las clientas y los medios de comunicación -clavó la mirada en los ojos de la madre de Zac-. ¿Y sabe lo mejor de todo? Ni una sola clienta se ha quejado de nada, lo que me lleva a pensar que soy muy buena en mi trabajo y que si alguien tuvo un problema con un tratamiento fue porque nunca me dijo que era alérgica a determinados productos.

Lejos de amilanarse por el discurso de Vanessa, la madre de Zac la miró con su expresión más altiva y arrogante.

Clarisse: Eres una joven muy grosera. Y una incompetente, además. Estoy pensando en llamar a tu jefa y contarle lo que me hiciste.

Zac: Madre, sabes que eres alérgica.

Clarisse: ¡Ésa no es la cuestión! 

Ness: Ésa es exactamente la cuestión. Usted sabía que no tenía razón, y aun así intentó que me despidieran. ¿Qué le da derecho a jugar con la vida de alguien de esa manera? ¿Se cree que puede hacer lo que quiera sólo por ser rica? La gente como usted me pone enferma.

Zac hizo una mueca. Vanessa había perdido la paciencia y no pensaba en las consecuencias de sus palabras. Estuvo tentado de ponerle una mano en la boca, pero no lo hizo por temor a que lo mordiera.

Ness: Olvídelo. Mi jefa lo sabe todo y no guarda una opinión muy favorable de usted. Por otro lado… mi abogada me ha aconsejado que la demande por injurias.

Clarisse: ¡No serás capaz!

Ness: Póngame a prueba -dijo echando fuego por los ojos-. 

La madre de Zac parpadeó un par de veces y giró sobre tus talones.

Clarisse: Se me ha quitado el apetito, Zac. Será mejor que nos vayamos.

Zac: Enseguida, madre -miró a Vanessa a los ojos. Apenas parecía afectada-. ¿De verdad tenías que hacerlo? -le preguntó suavemente-.

Ness: ¿El qué? ¿Defenderme a mí misma? Sí, creo que tenía que hacerlo. Es algo que tendría que haber hecho hace cuatro años, cuando tuvo lugar aquel «desafortunado incidente».

Él sacudió la cabeza y le dio un rápido beso.

Zac: Para que lo sepas… has estado formidable. Te llamaré después -le dijo, y se marchó para intentar arreglar las cosas con su madre-. 

No por el bien de Vanessa, sino por el suyo propio. Debería haber salido en defensa de Vanessa, pero se había quedado tan impresionado por su carácter que no había podido intervenir. Aquella mujer era increíble.

Se encontró a su madre sentada junto al volante, todavía temblando de furia.

Clarisse: ¿De qué conoces a esa fulana? -le preguntó a Zac-.

Zac: Cuidado, madre -le advirtió, sentándose junto a ella-. Vanessa es una amiga.

Clarisse: ¡Te prohíbo que seas su amigo! -declaró horrorizada-. 

Zac se echó a reír.

Zac: Soy un poco mayor para que decidas quién puede ser mi amigo.

Clarisse: Te estoy diciendo que esa mujer es peligrosa. Me da igual lo que diga… Voy a llamar a su jefa.

Zac se puso serio inmediatamente.

Zac: No, madre. No vas a hacerlo.

Clarisse: Por supuesto que sí. Y creo que también llamaré al responsable de conceder licencias para ese tipo de negocios, sea quien sea.

Zac: Si lo haces, te retiraré la palabra para siempre -le dijo en tono tranquilo y sereno-.

Su madre pareció horrorizada por un instante, pero entonces entornó la mirada.

Clarisse: ¿Y a ti qué te importa? Deberías estar agradecido de que me quiera ocupar del asunto antes de que empiece a ganar mala fama para su negocio y para el pueblo que tú diriges. A menos que esa mujer signifique para ti algo más de lo que me has dicho.

Zac: No metas en esto mi amistad con Vanessa. ¿Y no crees que si intentas despedirla será peor para la imagen del negocio y del pueblo? Vamos, madre, eso es lo que quieres. Tu intención es humillarla públicamente, aunque la culpa sea tuya.

Ella se llevó una mano a la mejilla.

Clarisse: Si hubieras visto lo que me hizo… -dijo en tono lastimero-. Mi cara se cubrió de ronchas. Y aquella misma noche tuve que ponerme tanto maquillaje para acudir a un evento que no sé cómo no se me agrietó el rostro.

Zac: Podrías haberte quedado en casa. No era la primera vez que la piel se te irritaba por algún ingrediente al que eres alérgica. Vanessa tenía toda la razón. Deberías haberle hablado de tu alergia.

Su madre lo miró con expresión consternada.

Clarisse: ¿Por qué te pones de su lado? -le preguntó, y entonces ahogó un gemido-. Es ella, ¿verdad? La mujer por la que estás interesado.

Zac pensó en dar una respuesta elusiva, pero ¿de qué serviría? Lo mejor era admitirlo cuanto antes.

Zac: Sí, lo es. Y te agradecería que te olvidaras de todo este disparate. La culpa fue tuya, y lo sabes.

Clarisse: Zachary Efron, ¡te prohíbo terminantemente que te relaciones con esa mujer! -le ordenó su madre en su tono más autoritario-. Es inferior a ti. Se dedica a hacer tratamientos faciales, por amor de Dios. Tú necesitas a una mujer de tu misma clase social, no a una fulana cualquiera que seguramente abandonó los estudios a la mitad.

Zac la miró con compasión.

Zac: Te lo advertí, madre -dijo tranquilamente. Abrió la puerta y salió del coche-. Hemos acabado.

Clarisse: Zachary, vuelve al coche -le ordenó-.

Zac cerró la puerta y se alejó. Sabía que no había acabado nada. Por la noche su padre sabría la clase de compañía femenina que había elegido, y entonces sí que empezarían los problemas. En días como aquél, desearía que sus padres lo hubieran desheredado con tal de no meterse en su vida.


Cuando Vanessa volvió a la cocina a recoger el pedido de Maddie, sintió que se le revolvía el estómago. Nunca le había hablado a nadie de la manera en que se había enfrentado a la señora Efron. Por un lado se sentía exultante por haberle plantado cara a una mujer despreciable. Por otro… esa mujer era la madre del hombre por el que se sentía atraída.

Atravesó el caos que reinaba en la cocina, encontró un taburete y se sentó para no molestar a nadie. Suspiró y le dio un mordisco a una de las galletas con azúcar que Erik había hecho para el grupo de la Red Hat Society.

Dana: Que no te pille Erik -le murmuró deteniéndose junto a ella con los brazos llenos de bolsas para el centro de belleza-. ¿Estás bien? Pareces un poco alterada.

Ness: Acabo de enfrentarme a la madre de Zac.

Dana: Oh, Cielos… ¿Cómo ha sido?

Ness: No creo que vayamos a ser buenas amigas -dijo en tono irónico-.

Dana: ¿Y Zac? ¿De parte de quién se ha puesto?

Ness: Creo que estaba demasiado aturdido para decir nada, pero al menos no parecía furioso conmigo -sonrió, a pesar de sí misma-. Si te digo la verdad, creo que estaba de mi parte. Me dijo que me llamaría más tarde.

Dana: Bien por él. Algunos hombres no se atreven a elegir a una mujer que pueda hacerle sombra a su madre.

Ness: Lo sé, ya he pasado por eso. Zac ha ganado muchos puntos por no haber salido en su defensa.

Dana: ¿Los suficientes puntos para que salgas con él? 

Vanessa suspiró.

Ness: No lo sé. Es posible.

Dana Sue se sentó en otro taburete.

Dana: Tengo dos minutos. Te sientes atraída por él, ¿verdad? 

Vanessa asintió.

Dana: ¿Y entonces qué es lo que te retiene?

Ness: Ya sé cómo acabará. 

Dana Sue arqueó las cejas.

Dana: ¿En serio? ¿También sabes adivinar el futuro?

Vanessa se echó a reír por el asombro fingido de su amiga.

Ness: Ya vale. Sabes lo que quiero decir. Mira de qué familia procede… y luego está su intención de marcharse de aquí. Este trabajo no es más que un escalón más en su carrera.

Dana: ¿Te molesta que sea rico y ambicioso?

Ness: Claro que no -dicho así sonaba ridículo-. Pero estamos hablando de su familia y su futuro, y yo no encajo en ninguna de las dos cosas. La reacción que he tenido con su madre lo demuestra.

Dana: Es Zac quien tiene que decidir si encajas o no. ¿De dónde has sacado esa ridícula idea de que no vales lo suficiente para tener a un buen hombre en tu vida?

Vanessa pensó en su historia, que tan bien demostraba aquella opinión. Pero al fin empezaba a cambiar, o al menos a intentarlo. Empezaba a valorar quién era y lo que podía ofrecer, y por eso no quería a nadie en su vida que no la colocara en primer lugar.

Ness: Puede que Zac no haya tomado partido por su madre hoy, pero no puedo confiar en que vaya a ser siempre así.

Dana: Siempre no. Nadie puede garantizarte que esto no vaya a acabar mal, pero la única forma de averiguarlo es intentándolo. Los hombres que merecen la pena no aparecen todos los días, y puede que Zac sea uno de ellos. No dejes que alguien como Mary Vaughn le ponga las manos encima.

Ness: Mary Vaughn cree que es gay. 

Dana Sue la miró boquiabierta y las dos se echaron a reír.

Dana: Supongo que lo piensa porque no quiere salir con ella -dijo cuando recuperó el aliento-.

Ness: Bingo.

Dana: Pues entonces tienes la obligación moral de demostrarle al mundo lo contrario -le dijo fingiendo que hablaba en serio-. Empieza a liarte con él en cada esquina del pueblo. Se lo debes por haberte defendido a ti antes que a su madre.

Ness: Oh, eso sería lo mejor para su reputación, desde luego.

Dana: No le hará daño a nadie -insistió con un guiño-. Y puede ser muy emocionante.

Vanessa pensó en los besos de Zac y decidió que su amiga tenía razón.
Podía ser muy emocionante… Y el origen de muchos problemas.


0 comentarios:

Publicar un comentario

Perfil