topbella

lunes, 25 de diciembre de 2023

Capítulo 17


Vanessa odiaba el olor a antiséptico del hospital. Odiaba las pisadas de las enfermeras corriendo por los pasillos. Los pitidos de las máquinas y monitores que controlaban la frecuencia cardíaca. Si Zac no la hubiera agarrado de la mano, habría salido despavorida de allí.

Dudó un momento antes de entrar en la UCI.

Ness: Tal vez debería buscar a mi madre primero. Seguramente está en la sala de espera.

Zac: Si eso es lo que quieres, adelante -la animó-. Creo que está al final del pasillo.

Vanessa permaneció inmóvil, debatiéndose entre dos decisiones igualmente desagradables.

Ness: Sigo muy enfadada con mi madre -dijo finalmente-. No quiero empezar una pelea con ella.

Zac: Entonces entra y pasa unos minutos con tu padre. Voy a por un poco de café -la miró con preocupación-. ¿O prefieres que entre contigo? Puedo quedarme al margen. Tu padre ni siquiera sabrá que estoy ahí.

Ness: Sólo pueden entrar los familiares -dijo ella, señalando las normas colgadas en la puerta-.

Lo vio alejarse y tuvo que reprimir el impulso de seguirlo. ¿Cómo podía haberse transformado en un apoyo tan sólido y fiable? ¿Alguien en quien podía confiar completamente? No lo sabía.
 
Respiró profundamente y pulsó el botón que abría las puertas de la UCI. Dentro había media docena de habitaciones alrededor de un puesto central de enfermería. Vanessa detuvo a una enfermera que pasaba a su lado.

Ness: Estoy buscando a Michael Hudgens.

#: ¿Es usted familiar?

Ness: Soy su hija.

#: Por aquí -dijo la enfermera, mirándola con compasión-. Su estado es muy delicado, pero confiamos en que los antibióticos hagan efecto. No se asuste por los tubos y el respirador.

Vanessa tragó saliva con dificultad.

Ness: ¿No puede respirar por sí mismo?

#: Tranquila. Sólo es algo temporal, hasta que sus pulmones puedan tomar aire suficiente.

Ness: ¿Está despierto?

#: Lo mantenemos sedado casi todo el tiempo, para que no tenga problemas con el respirador.

Vanessa entró en la habitación y ahogó un gemido. Su padre tenía las dos piernas escayoladas y estaba muy pálido y demacrado. Su abundante cabellera, tan negra como la de ella, estaba blanca casi por completo. Apenas podía reconocer al hombre robusto y fornido al que había visto un año antes, en su última visita a casa.

Se acercó lentamente a la cama y se sentó en una silla a su lado. Tan absorta estaba intentando reconocer a su padre en aquel cuerpo inerte y consumido que no se dio cuenta de que la enfermera salía de la habitación.

Ness: Papá -susurró, tocándole la mano-.

Parecía la única parte de él que no estaba conectada a un tubo o un cable. Su tacto era cálido y calloso, como ella recordaba, y su piel lucía el bronceado característico del trabajo al aire libre, aunque una franja blanca señalaba el lugar del anillo de bodas. La ausencia de la alianza lo hacía parecer aún más vulnerable.

Entrelazó los dedos con los suyos.

Ness: Oh, papá, ¿qué has hecho? -preguntó con los ojos llenos de lágrimas-.

Para su asombro, su padre se movió ligeramente, como si la hubiera oído.

Ness: No te muevas. Descansa y recupera tus fuerzas. Me quedaré contigo hasta que te pongas bien.

Tal vez sólo fuera el respirador, pero pareció que su padre emitía un débil suspiro. Vanessa quería creer que era consciente de su presencia y que se alegraba de tenerla allí, pero no podía hacerse ilusiones.

Fuera como fuera, no tenía intención de marcharse hasta que su padre estuviese fuera de peligro y pudiera decirle por sí mismo que se marchara… Aunque quizá, por una sola vez, le pidiera que se quedase.


Al volver de la cafetería con tres tazas de café, Zac vio a la madre de Vanessa en la sala de espera. Era imposible no reconocerla. Tenía los mismos ojos que Vanessa, aunque los suyos estaban hundidos y llenos de angustia. Su vestido de algodón estaba desteñido por demasiados lavados, pero estaba pulcramente planchado. Tenía un rosario entre los dedos y sus labios se movían en silencio.

Zac se acercó, se sentó junto a ella y esperó a que levantara la mirada.

Zac: ¿Señora Hudgens?

Los ojos de la mujer se llenaron de pánico.

**: ¿Es Michael? ¿Está bien? ¿Ha ocurrido algo?

Zac: Todo va bien, hasta donde yo sé. Lamento haberla asustado. No soy médico. Soy un amigo de Vanessa. La he traído en coche al hospital.

Ella recorrió la sala de espera con la mirada.

**: ¿Está aquí?

Zac: Está ahora mismo con su marido. Yo he ido a por café. ¿Quiere un poco? -le ofreció una de las tazas y ella la aceptó, pero en vez de beberla la sostuvo con ambas manos, como si estuviera absorbiendo su calor-. Me llamo Zac Efron, por cierto. Soy el gerente municipal de Serenity.

**: Entiendo -dijo ella distraídamente, y se puso en pie-. Será mejor que vaya en busca de Vanessa. No quieren que nos quedemos aquí mucho tiempo.
 
Zac: Seguro que no tarda en salir. ¿Por qué no descansa mientras pueda? Puedo traerle un sándwich o un poco de sopa, si le apetece.

Ella negó con la cabeza.

**: Es usted muy amable, pero no, no tengo hambre -miró hacia la UCI-. Ya que Vanessa está ahí con su padre, creo que iré a la capilla. No quería alejarme mucho, por si pasaba algo.

Zac: Ahora puede irse -la animó-. Le diré a Vanessa dónde puede encontrarla.

Zac la vio marcharse y tomó un sorbo de café. Estaba amargo, pero caliente. Pensó en el encuentro con la señora Hudgens. Era obvio que estaba preocupada por su marido, pero apenas había pensado en Vanessa y en cómo se debía de estar sintiendo. Empezaba a comprender el trauma familiar de Vanessa, y tenía que admitir que, en comparación, la suya era una familia modelo. A pesar de sus desavenencias y discusiones sobre el estatus social, nunca había dudado del cariño que sus padres les profesaban a él y a sus hermanas.

Levantó la mirada y vio a Vanessa caminando lentamente hacia él, con las mejillas empapadas por las lágrimas.

Zac: ¿Estás bien? -le preguntó levantándose al momento-. 

Ella asintió. Tenía la mirada apagada.

Ness: Lo tienen conectado a un respirador y tiene las piernas escayoladas. Es horrible -miró a su alrededor-. Creía que mi madre estaría aquí.

Zac: Estaba. He hablado un poco con ella. Ha ido a la capilla.

Ness: A ver si lo adivino. Estaba manoseando su rosario.

Zac: Así es.

Vanessa suspiró.

Ness: Antes de que Ben muriera apenas íbamos a la iglesia, salvo en Pascua y en Navidad. No es que no fuéramos religiosos, sino que mi padre trabajaba siete días a la semana intentando mantener la granja a flote. Mi madre lo ayudaba en el campo, y lo mismo hicimos Ben y yo al crecer -tomó un sorbo de café y cerró los ojos mientras una sonrisa se dibujaba en sus labios-. Era muy duro, pero recuerdo aquellos días con mucho cariño. Tras la muerte de Ben, todo se vino abajo. Mi padre trabajaba de sol a sol, volvía a casa para comer y se iba a la cama sin decirnos una palabra a mi madre ni a mí. Mi madre empezó a ir diariamente a la iglesia y a hacer pasteles para las ventas benéficas. No sé si lo hacía por el alma de Ben o si solamente intentaba escapar de aquel ambiente tan sofocante.

Zac: Si aquello la consolaba… -empezó-.

Ness: No fue así. Fue la manera que tuvo de evadirse de la realidad. Mi padre trabajaba. Ella iba a la iglesia. Y parece que lo sigue haciendo -parpadeó para contener las lágrimas-. Me acabo de dar cuenta de que mi padre no podrá trabajar durante mucho tiempo en su estado actual. ¿Cómo va a soportarlo?

Zac: Poco a poco -le aconsejó-. Primero vamos a centrarnos en su recuperación.

Mientras hablaba, miró hacia la puerta de la sala de espera y vio a la madre de Vanessa esperando. No le gustaba la manera en que había echado a Vanessa de su vida, pero no podía evitar sentir lástima por ella, viéndola tan perdida y sola.

Zac: Señora Hudgens -la llamó-.

Ness: ¡Mamá! 

**: Hola, Vanessa -la saludó su madre en tono dubitativo-.

Zac vio el profundo anhelo en los ojos de Vanessa y la inseguridad en los de su madre. Y quizá algo más… Se inclinó para susurrarle a Vanessa al oído.

Zac: Te necesita tanto como tú a ella. Voy a dar un paseo para daros un poco de tiempo -le tocó la mejilla-. ¿De acuerdo?

Por un momento pareció que Vanessa se disponía a discutir, pero entonces asintió.

Ness: No tardes, por favor.

Zac: Sólo serán unos minutos. Te lo prometo.

Al pasar junto a la señora Hudgens le dio un apretón en la mano. Dudaba que unos cuantos minutos, o incluso unos cuantos días, fueran suficientes para que madre e hija se reconciliaran.
 

A pesar de su enojo inicial, Vanessa sintió una punzada de compasión por su madre. Parecía tan afligida y asustada como había estado después de la muerte de Ben, cuando todo lo demás había perdido sentido para ella.

Ness: Mamá, siéntate, por favor -le dijo finalmente-. A menos que quieras ir a ver a papá.

**: No, es demasiado pronto. Acabas de salir de la habitación. Necesita descansar entre las visitas.

Ness: Entonces siéntate -insistió observando el cansancio en los ojos de su madre-. ¿Has descansado?

Su madre se encogió tímidamente de hombros y se sentó junto a Vanessa.

**: Pasaba las noches en casa, pero desde que lo trasladaron a la UCI no me he movido de aquí.

Ness: ¿Por qué no entras a verlo y luego te vas a casa a dormir un poco? Te sentirás mejor después de ducharte y cambiarte de ropa. Yo me quedaré hasta que vuelvas.

**: Tu amigo, el señor Efron, dijo que te había traído en coche. ¿No tiene que regresar al pueblo?

Ness: Él puede marcharse cuando quiera. Alguien me recogerá en cualquier otro momento

Sabía que Maddie, Helen o Dana Sue irían sin dudarlo, pero no era necesario. Zac no iba a marcharse sin ella.

**: ¿Estás…? ¿Él es importante para ti? -le preguntó su madre-.

Ness: Es un amigo.

Por un instante fugaz los ojos de su madre brillaron de entusiasmo.

**: Eso puede significar muchas cosas hoy día. Veo la tele… Lo sé todo sobre esos «amigos con derecho a roce».

Sorprendida, Vanessa no pudo evitar una risita.

Ness: ¡Mamá!

**: Es cierto -corroboró su madre-. 

Sus labios se curvaron en un atisbo de sonrisa, recordando que una vez había tenido sentido del humor.
 
Ness: Zac no es esa clase de amigo -dijo poniéndose colorada-.

Y no por falta de deseo…

**: Aun así, me alegra saber que puedes contar con alguien -dijo su madre-. 

Pareció que iba a decir más, pero se quedó callada y bajó la mirada a sus manos.

Vanessa tuvo la impresión de que un momento de complicidad acababa de deslizarse entre ellas.

**: ¿Cómo has visto a tu padre? -le preguntó su madre al volver a mirarla-.

Ness: Estaba muy quieto. No parecía papá.

**: Lo sé. Apenas puedo quedarme sentada a su lado -admitió-. En los últimos años estaba muy callado y distante, pero siempre irradiaba una fuerza y vitalidad especial -su expresión se cubrió de nostalgia-. ¿Alguna vez te he contado la primera vez que lo vi?

Ness: Creo que no. 

La muerte de Ben se había llevado consigo cualquier posibilidad de mantener conversaciones íntimas con su madre.

**: Fue un día de verano, extremadamente caluroso, y yo había ido a la granja con mi padre. Quería hablar con el padre de Michael sobre algún asunto y yo quise acompañarlo para escapar de las tareas en casa. Michael apareció en un gran tractor, con esos vaqueros descoloridos y una camiseta blanca ceñida al pecho. Creí que el corazón se me salía por la boca. Me miró a los ojos al bajarse del tractor y caminó hacia mí con una sonrisa. Tenía un aire de chulería, pero aquella sonrisa casi acabó conmigo. Y entonces ¿sabes lo que me dijo? Que era la chica más bonita que había visto en su vida y que iba a casarse conmigo. Allí mismo, de repente. ¿Te lo puedes creer?

Ness: La verdad es que sí -dijo sonriendo al pensar en las insinuaciones de Zac-. ¿Qué le dijiste?

**: Que iba a necesitar mucho más que unas palabras bonitas. Pero los dos sabíamos que ya me había conquistado.

Ness: ¿Cuánto tiempo pasó hasta que te casaste con él?
 
**: Bueno… la verdad es que me entregué mucho antes de aceptar su proposición.

Vanessa ahogó una exclamación de asombro.

Ness: ¡Madre!

**: La boda tuvo que esperar, naturalmente. Yo sólo tenía dieciocho años y mis padres no me permitirían casarme por capricho. Podríamos habernos fugado, pero yo quería una boda de verdad y tu padre no podía negarme nada, de modo que esperamos. Nos casamos un año exacto después de conocernos. Tu padre eligió la fecha, lo que volvía a demostrar lo romántico que era.

Ness: ¿Alguna vez te arrepentiste?

**: No, jamás -declaró su madre-. Todos los años, el día de nuestro aniversario, nos montamos en el tractor y damos una vuelta por la granja.

Ness: Sí, me acuerdo de eso. Nunca entendí por qué lo hacíais. El resto del año papá no te permitía acercarte al tractor.

**: Siempre le he tenido mucho respeto a la maquinaria de la granja. Es muy peligrosa si no se maneja con cuidado. Mira lo que le ha pasado a tu padre… Gracias a Dios no ha sido peor.

Ness: Mamá, ¿por qué has esperado una semana para avisarme? -le preguntó sin poder evitar un tono de reproche-.

Su madre esperó un largo rato antes de contestar.

**: Has estado fuera mucho tiempo… Supongo que tu padre y yo nos acostumbramos a estar solos.

Ness: Lo dices como si os hubiera abandonado -dijo perdiendo la paciencia-. Tú y papá me echasteis de vuestra vida. Por eso me marché. No había ninguna razón para quedarme. Hace dos meses te dije que quería ir a visitaros y pareció que no querías verme.

Su madre agachó la cabeza, pero al cabo de un momento miró a Vanessa a los ojos.

**: Lo siento. No sé cómo pudieron torcerse tanto las cosas. Al morir Ben me sentí perdida, sin apenas fuerzas para seguir adelante… -se encogió de hombros-. Y tu padre me necesitaba.

Ness: Yo también te necesitaba.
 
**: Lo sé -dijo su madre, agarrándola de la mano-. Siempre que te miraba veía el dolor en tus ojos, pero no sabía qué hacer. Tu padre y yo te fallamos. No sé si podríamos haberlo hecho de otro modo, pero lo siento. Lo siento de verdad.

Aquella muestra de comprensión permitió que Vanessa mirase a su madre de otro modo.

Ness: Papá y tú estabais sufriendo mucho. Lo entiendo.

**: Tú también estabas sufriendo -dijo su madre-. No entiendo por qué nos empeñamos en fingir lo contrario. Supongo que siempre habías sido tan independiente que… No, eso no es excusa. Lo que hicimos estuvo mal.

Las palabras de su madre, aunque tardías, aliviaron el dolor de Vanessa. Las heridas de su corazón tardarían tiempo en curar, pero al menos era un comienzo.

Ness: Tal vez debería haber puesto más de mi parte… visitaros más a menudo. 

No quería que su madre cargara con toda la culpa.

**: Ahora estás aquí -respondió su madre, apretándole la mano-. Tu padre se llevará una gran alegría cuando te vea al despertar. Te ha echado mucho de menos, aunque sea demasiado orgulloso para reconocerlo -suspiró-. Tal vez las cosas puedan cambiar ahora…

Vanessa lo deseaba con todas sus fuerzas. Pero no estaba segura de que fuera tan fácil.


Vanessa se pasó casi toda la semana siguiente en el hospital. Su padre mejoraba rápidamente y, tal y como su madre había predicho, se alegró mucho al encontrarla junto a la cama. Lamentablemente, volvió a refugiarse en el silencio tras un intercambio inicial de lágrimas.

Maddie: Es la depresión -dijo cuando Vanessa se lo contó. Las Magnolias se habían turnado para ir al hospital y hacerle compañía en las raras ocasiones que Zac no estaba con ella-. Deberías comentárselo al médico. O sugerir que viera a un psicólogo.

Ness: Imposible. Mi padre cree que los psicólogos y los psiquiatras son una pérdida de tiempo y dinero. Y tampoco querrá tomar ningún antidepresivo. Odia las drogas.

Maddie: A lo mejor el médico puede convencerlo -insistió-.

Vanessa deseaba que fuera así de sencillo, porque temía que Maddie hubiera acertado con su diagnóstico. Miró agradecida a su amiga.

Ness: Gracias por tu apoyo, pero no tienes que seguir viniendo si no quieres. Sólo voy a quedarme un par de días más y luego volveré al trabajo. Te agradezco también el tiempo libre que me has dado. Sé que ha debido de notarse en el centro.

Maddie: De hecho, tengo que hablarte de eso. Iba a esperar a que volvieras, pero ya que has sacado el tema, te lo cuento ahora. Dana Sue, Helen y yo estamos pensando en contratar a otra persona.

Vanessa la miró horrorizada.

Ness: Puedo volver antes, si es necesario.

Maddie: Ésa no es la cuestión. La demanda no para de crecer y nos vemos obligadas a rechazar clientas. Es hora de expandirse. Helen y yo pensamos que deberíamos abrir otro centro. Y naturalmente tú estarías a cargo del proyecto.

Ness: No sabía que estuvierais pensando en un nuevo centro. ¿Ya habéis pensado el sitio?

Maddie: No, aún no lo hemos hablado en serio. Tenemos que sentarnos todas, tú incluida, y discutirlo a fondo. Mientras tanto, ¿conoces a alguien a quien te gustase contratar? ¿O quieres poner un anuncio? No tienes que decírmelo ahora, pero que sea pronto, ¿de acuerdo?

Ness: Por supuesto -respondió ella, sintiendo como le daba vueltas la cabeza-.

Maddie: ¿Estás bien, Vanessa? -le preguntó al notar su reacción-. ¿No te parece que sean buenas noticias?

Sí, tal vez lo fueran. Pero una vez más el suelo parecía tambalearse bajo sus pies. En Serenity había encontrado la estabilidad que buscaba. Tenía una casa y buenos amigos. Y ahora…

Ness: No quiero irme a vivir a otra parte.
 
Maddie se sobresaltó al oírla.

Maddie: Cariño, no te vas a ir a ninguna parte. No era lo que estaba insinuando. Sólo quería decir que vamos a contar contigo para que nos ayudes a prepararlo todo. Tal vez tengas que viajar un poco, pero de ninguna manera vamos a dejarte escapar. Creía que lo habíamos dejado claro cuando celebramos la compra de tu nueva casa.

Un alivio inmenso invadió a Vanessa.

Ness: Lo siento… Creo que me he precipitado al sacar conclusiones. Estos días me cuesta pensar con claridad.

Maddie: Por eso puedes contar con nosotras para lo que necesites. Y también con Zac, creo.

Ness: Se ha portado maravillosamente bien -corroboró, pensando en las largas horas que Zac había pasado en el hospital, la amabilidad que había mostrado con su madre, la comida que les había llevado de Sullivan’s y de los mejores restaurantes de Charleston…

Maddie: No todos los hombres son tan maravillosos en un momento de crisis-observó-. Es algo a tener en cuenta, ¿no te parece?

Vanessa sonrió por la falta de sutileza de su amiga.

Ness: Desde luego, Maddie. Está ganando muchos puntos.

Maddie: Los suficientes, espero.

Ness: Aún no los he contado.

Maddie se inclinó hacia ella y la besó en la mejilla.

Maddie: Pues deberías -le aconsejó-. Te veré en un par de días. Llámame si necesitas algo.

Ness: Gracias.

Maddie: Y no olvides que estás invitada a mi casa en Acción de Gracias. Y Zac también, siempre que no pase ese día con su familia. Dejaré que lo invites tú…

Vanessa se echó a reír.

Ness: Me sorprende que me lo dejes a mí, si tan ansiosa estás por vernos juntos.

Maddie: No puedo controlar tu vida por ti. Sólo puedo darle un pequeño empujoncito.

Vanessa se despidió riendo de su amiga y fue a ver a su padre. Lo habían trasladado a una habitación después de su mejoría y su madre se había ido a descansar a la granja para todo el día.

Encontró a su padre viendo la televisión, aunque no parecía estar prestando atención al programa de entrevistas que estaban emitiendo.

Ness: Hola, papá -lo saludó alegremente, arrastrando una silla junto a la cama-.

Su padre apenas le dedicó una mirada fugaz.

Vanessa intentó no dejarse intimidar por su falta de acogida. Se fijó en que había recuperado el color y que había intentado peinarse un poco. Alguien lo había afeitado, de modo que sus mejillas chupadas ya no estaban oscurecidas por la incipiente barba.

Ness: El médico dice que estás mucho mejor. Seguramente empieces a ir a rehabilitación dentro de un par de días. Así podrán ayudarte a que vuelvas a caminar.

Aquello atrajo la atención de su padre, quien se volvió hacia ella con el ceño fruncido.

*: No voy a ir a ninguna rehabilitación. Tu madre puede cuidar de mí en casa.

Ness: No, no podrá hacerlo hasta que no puedas moverte por ti solo -dijo con firmeza. También había tenido que discutir con su madre por ello-. No es lo bastante fuerte para levantarte o para ayudarte en el cuarto de baño, y mucho menos para subir y bajar las escaleras contigo.

*: No importa -murmuró él, y golpeó su escayola con el puño-. Esto no debería haber pasado.

Ness: ¿Cómo ocurrió? Siempre habías tenido mucho cuidado con las máquinas.

*: Me despisté, eso es todo -dijo su padre a la defensiva-. Sólo fueron unos segundos, y de repente me encontré en una zanja con el tractor encima -los ojos se le humedecieron-. Seguramente le pasó lo mismo a Ben… Sólo hace falta un instante para cambiar tu vida… o para acabar con ella.

Vanessa alargó la mano hacia la suya, pero él la retiró.

*: No necesito tu compasión.

Ness: No te compadezco, papá -dijo indignada-. Te quiero. Y siento que estés sufriendo.

*: No estoy sufriendo -espetó él-.

Ness: No me refiero al dolor físico… Tu corazón sigue sufriendo por Ben.

*: Sí, bueno, es normal -murmuró su padre-. Era mi hijo.

Ness: Y te culpas a ti mismo por haberle permitido conducir aquella noche, con las carreteras heladas… -de repente lo comprendió-. Papá, lo que pasó no fue culpa tuya. Las carreteras estaban bien cuando salimos de casa para ir a la iglesia. Ya estábamos en misa cuando se cubrieron de hielo.

*: Pero los escalones estaban resbaladizos cuando salimos de la iglesia. Sabía que tu hermano no tenía la experiencia suficiente. Tendría que haber insistido en que dejara su coche y volviera a casa con nosotros.

Ness: ¡Ya está bien, papá! Ben ya se había marchado cuando salimos de la iglesia. No podrías haber hecho nada. ¡Nada!

*: Era su padre -arguyó él, cada vez más nervioso-. Mi deber era protegerlo.

Vanessa le agarró la mano y esa vez no dejó que se soltara.

Ness: Papá, fuiste el mejor padre que nadie pudiera tener. Lo que ocurrió fue un accidente, igual que te pasó a ti. Tienes que superarlo de una vez.

Su padre levantó la mirada hacia ella.

*: Tu madre me sigue culpando.

Ness: No, no te culpa -dijo, aunque se preguntó si sería cierto.

¿Sería posible que su madre lo hubiera culpado en silencio durante todos esos años? ¿Sería otra razón que explicara el asfixiante ambiente que se respiraba en su casa?

*: No sabes nada de esto -murmuró su padre, apartando la mirada-.

Ness: Sí lo sé -repuso tranquilamente-. Aunque fueras mínimamente responsable de lo que le pasó a Ben, y no creo que lo fueras, hace tiempo que pagaste por ello. Tienes que perdonarte a ti mismo. Y si mamá te sigue culpando, también ella necesita seguir adelante.

Durante unos minutos su padre permaneció en silencio.

*: ¿Y tú? -preguntó finalmente en voz baja, casi inaudible-.

Vanessa lo miró horrorizada.

Ness: Yo nunca te he culpado, papá. Jamás. 

Él la miró con escepticismo.

*: Pero te enfadaste mucho… Te marchaste de casa y sólo venías a visitarnos de vez en cuando, como un ave de paso a la que casi era imposible ver.

Vanessa no creía que fuera el mejor momento para hablar de ello, pero su padre acababa de abrir una puerta que había permanecido cerrada durante años.

Ness: Me marché porque ni a ti ni a mamá parecía importaros. Yo no os resultaba suficiente. Sólo vivíais para el hijo que habíais perdido -lo miró fijamente a los ojos-. Y no te atrevas a pensar ni por un segundo que yo no quería a Ben. Su muerte me rompió el corazón. Necesitaba el mismo consuelo que vosotros, pero ninguno de los dos me lo ofreció. Al principio entendí que no pudierais dármelo, pero la situación no hizo más que empeorar con el tiempo -era incapaz de contener la amargura-. ¿Te acuerdas de cómo celebrábamos los cumpleaños y las navidades cuando Ben estaba vivo?

Su padre asintió. Por una vez parecía estar prestándole toda su atención.

Ness: Después de su muerte nunca más volví a tener una tarta de cumpleaños -siguió, apartándose las lágrimas que resbalaban por sus mejillas-. No me permitías poner el árbol de Navidad ni que hubiera música en casa. El primer año lo acepté, pero todo siguió igual hasta que acabé el instituto. Ni siquiera celebramos mi graduación. Me sentía como si fuera invisible. Como si yo también hubiera muerto junto a Ben.

Incapaz de contener las lágrimas, enterró el rostro en sus manos.

Ness: Lo siento. No debería haberte hablado de estas cosas… Aún te estás recuperando.

Sintió la mano de su padre acariciándole el pelo. Al principio fue un roce tan ligero que creyó haberlo imaginado.

*: No tenía ni idea -susurró él con voz ahogada-. Estaba sumido en mi propio dolor. Nunca imaginé lo que os estaba haciendo a ti o a tu madre.

Vanessa levantó la cabeza para mirarlo. Tal vez no volviera a tener aquella oportunidad.

Ness: Papá… ¿quieres hacer algo por mí?

*: Lo que sea.

Ness: Cuéntale al médico cómo te has sentido desde la muerte de Ben. Deja que intente ayudarte.

Su padre entornó la mirada con recelo.

*: ¿Ayudarme cómo?

Ness: No sé lo que te recomendará, pero, sea lo que sea, quiero que me prometas que lo harás. No por mí, sino por ti. ¿De acuerdo?

El orgullo y la obstinación se reflejaron en el rostro de su padre, y durante lo que pareció una eternidad, Vanessa pensó que iba a negarse. Pero entonces volvió a acariciarle el pelo y su expresión se suavizó.

*: Hablaré con el médico.

Ness: ¿Y escucharás lo que te diga? -insistió-. 

Necesitaba mucho más que una simple concesión.

Él se apartó y agarró con mano temblorosa la jarra de agua que tenía en la mesilla.

Ness: Por favor, papá…

Su padre tomó un sorbo de agua y frunció el ceño.

*: ¿Vas a seguir dándome la lata hasta convencerme?

Ness: Sí.

*: De acuerdo. Entonces lo escucharé.

Pero Vanessa aún no estaba convencida del todo.

Ness: Déjame que te lo pida de otro modo… ¿Harás lo que te diga?

*: Lo escucharé.

Ness: ¡Papá!

*: Está bien -concedió su padre por fin-. Por ti, seguiré su consejo. 

Ella se inclinó y posó la cabeza en su pecho.

Ness: Gracias, papá.

Sus brazos la rodearon torpemente.

*: Te quiero, cariño. De verdad. Y siento mucho no habértelo dicho lo suficiente.

Ness: Me lo has dicho ahora -susurró con el corazón henchido de alegría-.




🎅🎄MERRY CHRISTMAS🎄🎅


0 comentarios:

Publicar un comentario

Perfil