topbella

domingo, 10 de enero de 2016

Capítulo 9


Vanessa sintió un escalofrío por la piel cuando Zac se acercó a ella. Su fuerte y musculado torso resultaba tan imponente que ella, instintivamente, se alejó de él y se golpeó contra el borde de la piscina.

Él salió a la superficie justo delante de ella, dejando que el agua le cayera sobre el rostro y el cabello.
 
Zac: Ya te tengo -murmuró mientras le quitaba el preservativo de las manos y colocaba los brazos a ambos lados de ella, atrapándola contra el borde-.
 
Justo donde ella quería estar. Vanessa sintió que el aliento se le prendía en la garganta. El corazón le latía a toda velocidad. Los ojos de Zac habían perdido la expresión sombría que ella había visto en ellos tan solo hacía unos segundos, pero esa expresión se había visto reemplazada por otra que era igual de potente. El deseo.

Sin dejar de mirarla, abrió el preservativo y se lo puso.

Las bromas, los juegos previos desaparecieron para dejar paso a algo más profundo. Misterioso y embriagador. Mientras se observaban, una intimidad muda los rodeó como si fuera el pesado aroma de las flores tropicales que había en el balcón.

Vanessa podía escuchar los sonidos de los niños chapoteando en la piscina del hotel, a poca distancia de allí. Las ramas de las palmeras agitándose por el viento. La respiración de Zac. La suya propia. Se estaba enamorando de él de un modo en el que jamás se había enamorado de nadie más.

Zac no se parecía en nada a nadie que ella hubiera conocido nunca. Además, no era la clase de hombre del que se debería estar enamorando. Ella necesitaba estabilidad. Alguien que estuviera a su lado durante toda la vida. Sin embargo, le resultaba imposible resistirse a él.
 
Ness: Zac... -susurró al notar que él comenzaba a acariciarle los senos-.
 
Zac: Calla...
 
Después de lo que había ocurrido minutos antes, esperaba que él la poseyera rápidamente, con furia. Sin embargo, Zac se lo tomó con calma, casi con pereza. La larga caricia de los labios sobre el pezón. El roce de los muslos contra los suyos. El suave movimiento del agua cuando él, por fin, la penetró lentamente.

Vanessa gimió de placer y le deslizó las manos sobre la espalda, sobre los hombros, gozando con la firmeza de su cuerpo. Aquellos movimientos a cámara lenta resultaban deliciosos.

Zac se retiró un poco y levantó la cabeza para mirarla. Entonces, se hundió en ella profunda, lentamente, llenándola por completo. Llenándola de gozo.

Vanessa lo observó a través de pesados párpados. El sol de la tarde bailaba entre las hojas y le acariciaba la piel morena. Las larguísimas pestañas negras le enmarcaban los ojos. Unos ojos color cristal rodeaban los negros iris. Una vez más, ella era la presa. No podía escapar de él. Tanto la atraía dentro de su ser que a Vanessa le parecía que ya no existía fuera del cuerpo de Zac. Los lugares oscuros y profundos de su alma brillaban y rebosaban con el sentimiento que, según Vanessa estaba empezando a comprender, tan solo Zac podía inspirar en ella.
 
 
Los días pasaron demasiado rápidamente. Zac llevó a Vanessa a dar un paseo en yate a una isla cercana, en la que disfrutaron del marisco y del champán a bordo de la embarcación. Después, estuvieron buceando en las maravillosas aguas para luego descansar sobre la dorada playa. Ella sintió en un par de ocasiones la presencia de los paparazzi, pero no se acercaron por lo que ella no dejó que eso la molestara.

Asistieron a la tradicional ceremonia del lovo y kava. Un cerdo entero, envuelto en hojas de palmera y rodeado de frutas diversas, se cocinó en un horno de barro lleno de rocas volcánicas. Disfrutaron de las puestas de sol juntos. Zac conseguía que todas las ocasiones fueran únicas, tanto si estaban tomando un cóctel en uno de los restaurantes del complejo, haciendo el amor en la playa privada junto a su casa, disfrutando de una barbacoa o a bordo de un barco.

Vanessa descubrió cosas nuevas sobre él. Le encantaba que le frotaran las orejas y tenía una cicatriz sobre la cadera izquierda causada por un accidente de surf.

Él le enviaba flores todos los días y le hacía el amor como si ella fuera la única mujer del mundo, tierna y apasionadamente. Sin embargo, jamás dormía con ella. Todas las noches, regresaba a su casa de la colina. Vanessa creía que aquella era su manera de mantener la distancia que necesitaba.

Él le había sido sincero desde el principio. Un guía turístico con derecho a roce. Eso no le daba a ella derecho alguno de construir un futuro de fantasía a su alrededor. Sin embargo, eso no le impedía permanecer despierta toda la noche imaginándoselo.
 
 
Después de todo, Vanessa no era una buena musa. Zac se reclinó en su butaca mirando las pantallas del ordenador. Era de madrugada ya y nada de lo que había intentado funcionaba. Cada vez que creía que sabía qué dirección estaba tomando el juego, se encontraba con un callejón sin salida. Vanessa, o mejor dicho Reena, la heroína de su nuevo juego, bloqueaba los movimientos de Onyx One. Miraba a Onyx con sus hipnóticos ojos y lo desequilibraba. Eran los mismos ojos de Vanessa.

«Ridículo». Simplemente tenía que resolver aquella situación. Solo porque su héroe se negara a cooperar y porque el argumento no estuviera saliendo del modo que debía, no significaba que Vanessa tuviera algo que ver al respecto.

¿O acaso sí lo tenía?

Hizo girar la silla y miró hacia la ventana. Tal vez debería hacer que Reena fuera rubia. O una ardiente pelirroja. Sin embargo, ¿por qué tenía que permitir que su obsesión con una mujer dictara su trabajo, que era lo más importante de su vida?

Su creatividad parecía haberse secado misteriosamente. Se mesó el cabello con una mano y contempló las pantallas. Su manera de actuar con las mujeres había sido la misma desde hacía años. Disfrutar la diversión, pero no permitir jamás que se acercaran demasiado. No permitirse jamás olvidar a Amber y la lección que ella le había enseñado. El trabajo era su vida. No necesitaba a nadie ni a nada.

Sin embargo, por primera vez en su vida, su mundo cibernético no estaba funcionando. Quería pasar junto a Vanessa lo que le quedara a ella de sus vacaciones. Preferiblemente en la cama.

Se aseguró que, como todo lo que acaba bien, su adiós final debería ser muy satisfactorio. Así, él podría dejar atrás lo que habían compartido y seguir con lo que más le importaba en la vida.

¿Y qué diablos era lo que importaba tanto de su previsible vida que tanto le gustaba? Cerró el ordenador con una maldición y se levantó para asomarse por la ventana y contemplar los bungalows.

No era tan solo la sensualidad de Vanessa lo que le hacía pensar en ella una y otra vez. Bajo aquella apariencia de diosa de sangre caliente, tenía una vulnerabilidad que lo atraía profundamente y le hacía querer protegerla mientras que, al mismo tiempo, quería hacerla salir del refugio en el que ella se escondía.

Con Vanessa, tenía empatía. Ella tenía un magnífico sentido del humor, una manera de ser que lo atraía profundamente. Vanessa le había hecho darse cuenta de que no todas las mujeres eran como Amber, que trataban de hacerse con lo que pudieran. Había descubierto una mujer con la que no solo disfrutaba física y socialmente, sino una en la que podía confiar lo suficiente como para permitirle ver su mundo. Aquella noche era la última oportunidad que tenía para invitarla a su casa.
 
 
A la mañana siguiente, en vez del habitual ramo de flores, llegó una única orquídea en un jarrón, acompañada de un sobre.

Se quedó paralizada. Austin le había enviado una única rosa blanca la mañana después de que él terminara con su compromiso. Iba acompañada por un sobre que en su interior llevaba una tarjeta que decía: Gracias por los recuerdos.

Las manos le sudaban tanto que creyó que iba a dejar caer el jarrón. Lo llevó a la mesa que tenía en el balcón y se sentó. Lo estuvo observando durante un largo rato mientras sentía como si una mano gigante le estuviera apretando el corazón. Fuera lo que fuera lo que decía el mensaje, aquello servía para recordarle que sus vacaciones estaban a punto de terminar y, con ellas, su romance con Zac.

Seguía aún mirando el jarrón cuando alguien llamó a la puerta. Por el modo de llamar, supo que era Zac. Se preparó para lo peor y se levantó para ir a abrir.

Él tenía un aspecto tan fresco como la orquídea que acababa de llegar.
 
Ness: Hola -le dijo tratando de que su estado de ánimo no se reflejara en la voz-. Entra. Ya estoy casi lista.
 
Zac esperó a que ella hubiera cerrado la puerta para besarla apasionadamente. Vanessa se aferró a él durante un instante antes de recordarse que, al cabo de veinticuatro horas, se habría marchado de allí.

Se apartó de él y se dirigió hacia el balcón.
 
Ness: Gracias por la orquídea. Es muy bonita.
 
Zac: Cuando la vi en el jardín pensé en ti.
 
Ness: ¿Cultivas orquídeas en tu jardín? -le preguntó dándose la vuelta-. No pareces un hombre al que le preocupe la jardinería.
 
Zac: Malakai se ocupa de la mayor parte del trabajo. ¿Quieres subir a ver mi colección?
 
Ness: ¿No te referirás más bien a la colección de Malakai? -replicó con una sonrisa-.
 
Zac: De quien sea, con tal de que vengas.
 
Ness: ¿A tu casa? -le preguntó muy sorprendida-.

Zac: Veo que aún no has leído la nota...
 
Ness: No he tenido tiempo -mintió. Entonces, tomó el sobre y lo abrió-. En realidad, estaba pensando en no ir al mercado hoy. Necesito tiempo para... para hacer la maleta -añadió-.

Miró la mesa. Prefería mirar a la orquídea que ver la mirada que él tenía en los ojos.
 
Zac: Bien. -De repente, apareció junto a ella y le tocó suavemente la mejilla-. Si es cierto, está bien, pero te conozco mejor de lo que crees. Sé que algo ha cambiado.
 
Ness: Nada ha cambiado.
 
Zac: Siempre hemos sido sinceros el uno con el otro, Vanessa. Al menos, yo sí.
 
Vanessa se mordió el labio antes de contestar. Después de todo, ya nada importaba.
 
Ness: Resulta muy raro... Austin me envió una rosa blanca y una nota cuando... cuando decidió que su carrera en la política era más importante que yo.
 
Zac: ¿Y por qué tuvo que elegir? ¿Por qué no podía tener las dos cosas?
 
Ness: Porque yo le avergonzaba. Era un impedimento para un futuro político.
 
Zac frunció el ceño.
 
Zac: En ese caso, es un idiota y tú estás mucho mejor sin él.
 
Ness: Olvídate de él. Yo ya lo he hecho. Sin embargo, todo esto me ha recordado que me marcho mañana.
 
Zac: Entiendo... ¿Tienes planes para cuando llegues a casa?
 
Ness: Tengo entradas para la ópera y me muero de ganas por ir. Se trata de Carmen, mi ópera favorita.
 
Sabía que, seguramente, aquel día se encontraría de nuevo con la prensa y que, una vez más, le preguntarían por la ruptura. Sin embargo, aquellas dos semanas habían convertido a Vanessa en una persona mucho más segura de sí misma. Estaba empezando a creer que podría enfrentarse al público sin sus inseguridades de siempre.
 
Zac: ¿Entradas? ¿Quieres decir más de una?
 
Ness: Se suponía que Austin iba a acompañarme. Las compré hace meses. ¿Te gusta la ópera?
 
Zac: Nunca he estado.
 
Ness: No es para todo el mundo.
 
Zac apretó la mandíbula. Vanessa comprendió que le había ofendido. Sabía que él creía que ella pensaba que no era lo suficientemente culto para su gusto.

Sonrió y tomó de nuevo la palabra.
 
Ness: A mi padre tampoco le gustaba. No le habrían llevado a ver una ópera ni arrastrado por caballos salvajes -dijo mientras jugueteaba constantemente con el sobre entre los dedos-. Tú estarás encantado de volver a tu trabajo, estoy segura de ello. Lo has estado descuidando para entretenerme a mí.
 
Zac: Te aseguro que ha merecido la pena.
 
Zac la miró y, durante un instante, algo muy parecido a la esperanza se despertó dentro de ella. Entonces, él le quitó el sobre de las manos y lo arrugó entre los dedos.
 
Zac: Esto ha sido una mala idea -anunció mientras arrojaba la bola de papel a la papelera-. Te lo diré de palabra. Si quieres cenar conmigo esta noche, voy a cocinar una típica comida isleña -explicó. Entonces, le agarró la mano y comenzó a tirar de ella hacia la puerta-. Por eso, tenemos que ir al mercado.
 
Ella trató de agarrar el bolso al vuelo.
 
Ness: Espera...
 
Zac se detuvo y la miró profundamente.
 
Zac: A menos que, de verdad, quieras estar sola.
 
No. Vanessa vio algo en la mirada de Zac que le detuvo los latidos del corazón. Ella tomó su bolso y su sombrero.
 
Ness: Ya haré la maleta esta tarde.
 
 
La casa de Zac era amplia y acogedora, con suelos de mármol blanco y vistas panorámicas del océano.

Acababan de pisar la moderna cocina cuando el ama de llaves de Zac apareció en la puerta con una cesta de verduras recién recolectadas bajo el brazo.
 
Zac: ¡Ah! ¡Ahí estás! -exclamó sonriendo a la mujer-. Tenika, me gustaría presentarte a Vanessa. Tenika ha accedido a dejarme la cocina esta noche.
 
Vanessa asintió.
 
Ness: Hola, es un placer conocerte, Tenika.
 
Tenika: Hola -replicó mientras la observaba con un inusitado interés-.
 
En ese momento, el teléfono móvil de Zac comenzó a sonar. Él se excusó y se apartó para responder.
 
Ness. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para Zac? -le preguntó a Tenika-.
 
Tenika: Siete años. Cuando vino aquí, nos dio a mi marido y a mí trabajo. Es un buen hombre -explicó mientras dejaba la cesta encima de la encimera-. ¿Le gusta Fiji?
 
Ness: Mucho.
 
Tenika: Tiene que volver. Zac está demasiado tiempo solo después de que la mala se fue.
 
Ness: ¿La mala?
 
Tenika: Amber. Mala -murmuró-.
 
Vanessa se moría de ganas por preguntar más, pero Zac regresó en aquel instante.

Tenika sacó un par de mangos maduros de la cesta y se dirigió hacia el grifo.
 
Tenika: Mañana. ¿Vuelve a Australia?
 
Ness: Mañana, sí.
 
Tenika: Usted y él han tenido una visita agradable aquí, ¿no?
 
Zac intercambió una íntima mirada con Vanessa que expresaba exactamente lo agradable que la visita había sido.

Vanessa estaba tan ensimismada mirando a Zac que casi no se dio ni cuenta de que Tenika se había dirigido a la puerta.
 
Tenika: Regrese pronto -le dijo la mujer, sonriendo-. Ahora me voy. Disfruten kakana juntos. Adiós.
 
Zac y Ness: Adiós. Buenas noches -respondieron al unísono-.
 
Ness: ¿Agradable, eh? -comentó mientras le rodeaba el cuello con los brazos-. Supongo que kakana significa una cena y sexo apasionado, ¿no?

Zac sonrió y le dio a Vanessa un beso. Entonces, se acercó al frigorífico y comenzó a sacar los ingredientes. Un trozo de pescado muy grande, un plato de tomates Cherry cortados, un plato de cebolla picada y bol de leche de coco.
 
Zac: Con Tenika, no estaría demasiado seguro. Las mujeres de Fiji son celestinas natas.
 
Ness: ¿Puedo hacer algo para ayudarte?
 
Zac: Puedes hacer rodajas esta lima si quieres.

Le entregó la lima con un cuchillo.

Vanessa se acomodó sobre un taburete y comenzó a realizar su tarea.
 
Ness: ¿Qué vas a cocinar?
 
Zac: Pescado con leche de coco. Un plato especial de Fiji -explicó mientras cortaba el pescado en trozos-.

Echó los trozos de pescado en una sartén muy caliente y colocó las espinacas y las hojas de jengibre que Tenika había recogido sobre papel de aluminio y lo puso todo sobre un plato. Añadió los tomates y las cebollas. Los fuertes aromas comenzaron a llenar la cocina.
 
Zac: Prueba esto -le dijo mientras le ofrecía una cucharada de leche de coco-. Recién exprimida.
 
Ness: ¡Dios mío! -exclamó mientras Zac colocaba el pescado sobre la cama de hojas-. Es delicioso.
 
Zac: Ahora, lo echamos por encima y añadimos la lima. Por último, cerramos bien el papel de aluminio y lo horneamos mientras nos bebemos unos cócteles y te enseño... ¿Qué pasa?
 
Vanessa trató de recuperar la compostura y se dio cuenta de que él la estaba observando con el ceño fruncido.
 
Ness: Solo estaba pensando lo mucho... lo mucho que voy a echar de menos... estar aquí.
 
«Tu compañía», debería haber dicho.
 
Zac: Me alegra escuchar eso porque significa que he hecho bien mi trabajo como guía.
 
Zac se enjuagó las manos y preparó los copas de cóctel con una bebida exótica de color rojo y azul que se estaba enfriando en el frigorífico.
 
Ness: Tiene un aspecto interesante.
 
Zac: Me gusta experimentar. Este lo he llamado «Cielo de Fiji».
 
Ella aceptó la copa que él le ofrecía y se dirigió hacia el balcón. Entonces, levantó la copa contra el cielo del atardecer.
 
Ness: Perfecto. -Cuando Zac se acercó a ella, se dio la vuelta y golpeó suavemente la copa con la de él-. Por un guía extraordinario y un creador de cócteles mágicos.
 
Zac: Por las musas -asintió-.
 
Ness: Umm -susurró mientras se tomaba un sorbo del cóctel-. Hablando de musas, ¿me vas a enseñar tu trabajo?
 
Zac: Últimamente no he sido muy productivo.
 
Ness: Es culpa mía, pero no voy a disculparme -comentó. Dado que él no ofreció más información ni le ofreció mostrarle la casa, decidió sugerírselo-. Supongo que tienes un despacho en alguna parte.
 
Zac: Arriba.
 
Cuando él no se movió, Vanessa se acercó a él y le deslizó un dedo por el torso.
 
Ness: Tú has visto mi trabajo. Ahora, es justo que tú me enseñes el tuyo.
 
Zac sonrió.
 
Zac: Es justo -musitó-.

Entonces, le dio un beso antes de conducirla al espacioso salón.

Vanessa quedó encantada por la decoración, de estilo isleño, los muebles de madera tallada y las contraventanas que permitían la circulación del aire.
 
Ness: Es una casa preciosa. ¿Colaboraste tú en su decoración?
 
Zac: Hice que se ocupara un diseñador de interiores -explicó mientras subían la escalera-. Cuando la compré, estaba en bastante mal estado.
 
Llegaron a una estancia y él encendió una luz. La habitación se iluminó con una luz fría, etérea.
 
Ness: Vaya...
 
Vanessa admiró la amplia zona de trabajo, llena de cables, pantallas de ordenador y toda clase de aparatos informáticos. Pósters fantásticos de paisajes extraterrestres cubrían las paredes y estatuas metálicas de criaturas míticas los observaban desde las estanterías. Una especie de hiedra crecía en una maceta al lado de la ventana y se iba enredando por todas partes.
 
Ness: David Efron -murmuró mientras estudiaba los premios que tenía encima del ordenador-. Ese es tu pseudónimo.
 
Sin responder, Zac encendió un ordenador y varias pantallas se iluminaron para formar prácticamente un paisaje en tres dimensiones, lleno de criaturas y de humanos.
 
Ness: ¿Quién es esa chica?
 
Maldita sea. Zac no tenía ni idea de cómo le había convencido ella para que le mostrara su despacho. Su alter ego. Efectivamente, parecía que ella era capaz de conseguir que se olvidara de cualquier cosa, incluida la cautela.
 
Zac: Es Reena.
 
Ness: Se parece un poco a mí...
 
Zac: Pues ahora que lo dices, es cierto. ¿Qué te parece esto?

Entonces, apretó un botón. Reena se envolvió en una capa plateada y desapareció inmediatamente.
 
Ness: Bueno, pues adiós, Reena -murmuró. Entonces, dio un sorbo a su copa sin dejar de mirar las pantallas-. ¿Y qué está pasando en el mundo de Reena en este momento?
 
Zac: No mucho. He estado estudiando algunas ideas para convertir los juegos en un libro cuando haya terminado. Llevo dieciocho años trabajando en juegos de ordenador. Estoy pensando que tal vez haya llegado el momento de cambiar.
 
Ness: Con el éxito de tu juego, seguramente que cualquier editor te lo quitaría de las manos.
 
Zac: No estoy seguro de que quiera publicarlo. Tal vez sea más bien un hobby, como tu ropa interior.
 
Ness: Lencería -le corrigió con una sonrisa-. ¿Cómo empezaste a trabajar con los ordenadores?
 
Zac: Cuando tenía trece años, mi instituto hizo un concurso para diseñar el sitio web del centro. No quiero sonar un poco creído, pero un profesor vio mi potencial y me puso a trabajar en un despacho de la secretaría, fuera del horario lectivo.
 
Ness: Cariño, tú puedes sonar todo lo creído que quieras.
 
Vanessa volvió a hacer aquel gesto tan erótico con el dedo, pero en aquella ocasión no se conformó con quedarse en el cinturón.

Sin dejar de mirarla, Zac le agarró la mano y se la apretó contra la potente erección.
 
Zac: El premio era un ordenador.
 
Ness: Y, por supuesto, tú ganaste.
 
Zac: Por supuesto. -Dejó la copa en la mesa para poder acariciarle los pechos con la otra mano-. Me vuelves loco cuando te pones este pareo...
 
Ness: Lo sé -ronroneó-, pero... pero creo que se nos está quemando la cena.
 
Zac: Maldita sea, te aseguro que no es la única cosa que se está quemando...
 
Vanessa dio un paso atrás y se echó a reír.
 
Ness: Estoy deseando...
 
Zac lo estaba deseando también, pero no estaba pensando precisamente en la cena. Por supuesto, Vanessa ya lo sabía.




Estos dos de cada vez se calientan más XD
Pero cuidado, porque tarde o temprano se quemarán...

¡Thank you por los coments y las visitas!
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¡Un besi!

3 comentarios:

Unknown dijo...

Me ha encantado este capitulo!
Amo como se lleva Zanessa, pero me da pena porque Ness se va a tener que ir... Y se que ella lo va a extrañar y él también la va a extrañar!
Me encanto, amo esta novela.


Sube pronto :)

Anónimo dijo...

Me encanta, saludos

Maria jose dijo...

Pero que par de enamorados tan calientes
No pueden quitarse las manos de sus cuerpos
Me encanta la novela
Cada capítulo es mucho mejor
Síguela pronto
Esta parejita me encanta


Besos

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