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viernes, 18 de agosto de 2023

Capìtulo 4


En la actualidad

Con el retiro de escritores y el festival de esculturas de nieve ya incluidos en el programa, así como los diversos eventos navideños y ofertas especiales pensadas para mantener el interés hasta el día de San Valentín, Vanessa se concentró en leer currículums y las recomendaciones de sus diversos encargados.

Apartó sus preferidos: la universitaria recién graduada que buscaba un puesto en hostelería, la madre cuyos hijos acababan de abandonar el nido y tenía experiencia previa como limpiadora, el joven vaquero que buscaba trabajo a jornada completa o parcial, un par de solicitudes para camarero, una fisioterapeuta con experiencia que acababa de mudarse desde Boulder.

Seleccionó unos cuantos más y sopesó las prioridades.

Necesitaban otra limpiadora, pues la mujer de Andy, Emma, dejaría ese puesto vacante cuando se marcharan a Arizona. Y la aspirante parecía seria. Desde luego, otro vaquero les vendría muy bien, y los camareros.

Reflexionó sobre la graduada universitaria, que parecía dispuesta a desempeñar cualquier trabajo. Un buen currículum, buenas notas, de la zona.

Con su carpeta bajo el brazo, fue a buscar a Jessica.

La encontró en el Comedor, hablando con el encargado del restaurante.

Ness: Estupendo. Dos personas que quiero ver. Jake, he leído las dos solicitudes para camarero que me mandaste.

Jake: Carrie les ha dado su aprobación -dijo refiriéndose a la camarera con ojos de lince que llevaba doce años con ellos-.

Ness: Entiendo. Cuentas con mi autorización si quieres incorporarlos. Tendrás tiempo de ver si dan la talla antes de Navidad.

Jake: Muy bien. ¿Estamos de acuerdo, Jessica?

Jessie: Por completo. Creo que el evento de los Hobart va a ser todo un éxito. Muchas gracias, Jake.

Jake: Seguro que sí. Me ocuparé de que los nuevos empiecen esta semana. 

Cuando Jake se alejó, Vanessa se volvió hacia Jessica.

Ness: ¿Qué te parecería contar con una aprendiz?

Jessie: Tengo a Will. -La alarma tiñó sus plácidos ojos azules-. ¿No irás a quitarme a Will?

Ness: No, voy a ponerte a otra persona. Posiblemente. Es la sobrina de una amiga de mi madre, pero está muy capacitada. Se especializó en hostelería, empezó a trabajar en un hotel de Billings después de graduarse. Sin embargo, su madre tuvo una mala caída el mes pasado y ha vuelto a casa para echar una mano. Quiere quedarse cerca de ella. Aunque es joven, tiene unas referencias excelentes. Me llama la atención. Tengo la sensación de que podrías formarla como a mí me gusta.
 
Jessie: Tú eres la jefa.

Ness: Bueno, eso es verdad, y voy a contratarla de todas formas. Pero, si después de leer su currículum, prefieres no tenerla en tu departamento, la pondré en actividades o ventas para empezar.

Jessie: Echaré un vistazo a su currículum -cogió la carpeta que Vanessa le ofrecía-. Dile que venga para una entrevista.

Ness: Me parece bien. Dime cuándo puedes, lo antes posible.

Jessie: De acuerdo -dejó la carpeta sobre la mesa, debajo de su tableta-. ¿Has hablado con Mike?
 
Ness: No desde el desayuno. ¿Por qué?

Jessie: Tenemos dos reservas para el festival de esculturas de nieve.

Ness: ¿Ya? Acaba de salir publicado en la web esta mañana.

Jessie: Así es. 

Con una sonrisa de satisfacción, Jessica brindó con su botella de agua.

Vanessa tocó la carpeta que tenía en la mano.

Ness: Parece que voy a tener que darme prisa en contratar a más personal para el invierno. ¿Puedo hacerte una pregunta?

Jessie: Claro.

Ness: ¿Por qué vienes todos los días con zapatos de tacón cuando pasas el mismo tiempo corriendo que sentada? Probablemente más -se corrigió-. Tienen que dolerte al final del día.

Jessica enarcó las cejas y bajó la vista para mirarle a ella los pies.

Jessie: ¿Por qué llevas tú unas botas estupendas todos los días? Llevamos lo que somos, Vanessa.

Vanessa se miró las botas Dingo de un gris humo con hebillas en los lados.

Eran bastante estupendas.

Ness: Yo soy mis botas.

Jessie: Y tus Levi’s, y casi todos los días, como hoy, tu elegante chaleco. Admiro tu colección de chalecos elegantes.

Divertida, Vanessa se tiró del borde del chaleco de finas rayas azules y verdes. Podía considerarse elegante, suponía.

Ness: Son mi solución entre vestirme de traje y llevar solo vaqueros.

Jessie: Te quedan muy bien.

Ness: Bueno -se pasó el pelo, que ese día llevaba recogido en una larga trenza, por encima del hombro-. Voy a llevarme mis botas estupendas y mi elegante chaleco a otra parte para hablar con Andy. Aquí también tengo una solicitud para él y otra para el Pueblo Zen. -Echó a andar, pero se dio la vuelta-. Con esos zapatos tuyos yo estaría llorando en menos de dos horas.
 
Jessie: Tú aguantas más que eso.

Ness: Por dentro -matizó-, lloraría por dentro.

Cogió el abrigo y el sombrero de su despacho. Según el programa, Andy debía de estar terminando un par de clases en el Centro Ecuestre.

Subió a la camioneta para recorrer el tortuoso trayecto de diez minutos por el resort hasta el centro.

Cuando entró en el espacioso picadero, olió a caballo y oyó risitas nerviosas.

Zac: Vas bien, Deb, muy bien. Baja los talones, Jim. Perfecto.

Con el ceño fruncido, se acercó y vio a Zac, no a Andy, subido a un caballo y dando una clase.

Eran dos principiantes, de eso no cabía duda, pero Zac lo tenía todo bajo control.

Sabía cómo montar a caballo, pensó. Estaba tan relajado en la silla como otro podría estarlo en un sillón reclinable.

Tenía a los novatos montados en dos mansos jamelgos, aunque el bayo llamado Bofetón podía ser tan perezoso como un adolescente en una mañana de verano. Caminaba desganado con el hombre subido a su lomo mientras la responsable de las risitas nerviosas montaba a la colaboradora Maybelle.

Zac: ¿Listos para volver a trotar? 

Deb: Oh, cielos, vale -miró a Jim desde el otro extremo del picadero-. Vale, ¿no?

Jim: Venga, sí.

Zac: Decidles lo que queréis -les aconsejó-.

Los culos chocaron tan fuerte contra las sillas de montar que Vanessa hizo una mueca, pero los dos alumnos consiguieron dar una vuelta entera a un relajado trote.

Zac: Vamos, cambiad de dirección, dad otra vuelta en el sentido contrario. Ya lo habéis pillado. Espoléalo, Jim. Preferiría quedarse quieto a moverse. Eso es.

Zac hizo girar a su caballo, un bayo impresionante que Vanessa no reconoció, para no perder de vista a ninguno de los dos jinetes. Cuando vio a Vanessa, se tocó el ala del sombrero.

Zac: ¿Listos para probar el medio galope? Baja los codos, Deb -ordenó a la mujer cuando los subió con otra risita nerviosa-. Puedes hacerlo. Enséñale lo que quieres.

Deb: Estoy un poco... Vale. -Con los labios apretados, Deb se balanceó en la silla y dio un gritito justo en el momento en que la yegua comenzó a ir a medio galope-. ¡Oh, Dios mío! Lo estoy haciendo. ¡Jim!

Jim: Te estoy viendo, nena. ¡Estamos montando a caballo!

Dieron dos vueltas, y aunque la mujer oscilaba en la silla como un metrónomo, lucía una sonrisa perpetua en la cara.

Zac: Id aflojando el ritmo, eso es, hasta que vuelvan al paso. Lo habéis hecho genial.

Jim: ¿Podemos repetir? La clase ya ha terminado -añadió Jim mirando su reloj-, pero...

Zac: Una vuelta más.

Jim: ¡Arre! -exclamó y, echándole ganas, consiguió que Bofetón diera otra vuelta a regañadientes-.

Vanessa cogió un escalón de montar y echó a andar por la blanda tierra cuando Zac desmontó. Enseñó la mano a su caballo, que resopló y dobló una de las patas traseras, con las riendas echadas por encima del cuello.
 
Algo jadeante y un poco colorada, Deb miró a Zac desde su montura con una sonrisa radiante.

Deb: Jim me ha sobornado para hacer esto con unas botas de las que me he enamorado en la tienda del resort. ¡No me puedo creer lo divertido que ha sido! ¿Cómo bajo?

Con una carcajada, Zac sujetó la montura de Deb.

Zac: Pasa la pierna a este lado y déjate caer. La banqueta está aquí mismo. 

Torpe pero dispuesta, Deb consiguió poner los pies en el escalón y sonrió a Vanessa cuando desmontó.

Deb: ¡Hola! ¿Trabajas para Zac?

Zac: Es la jefa. Todos trabajamos para ella.

Deb: ¡Oh! Encantada de conocerte -le tendió la mano-. Nos hemos divertido muchísimo, ¿verdad, Jim? He pasado de no haber montado nunca en mi vida a poder probar el... ¿Qué era, Zac?

Zac: Medio galope.

Deb: Exacto. Ay, voy a tener agujetas durante una semana, pero estoy deseando repetir. Demos un paseo a caballo, Jim.

Jim: Apúntanos. -Con una pizca más de elegancia que su mujer, Jim desmontó-. O ya lo hago yo. Tengo la aplicación del resort en el móvil. Es una idea estupenda. Jim Olster.

Ness: Vanessa Hudgens.

Deb: Vaya, hasta tu nombre suena a Montana. Me encanta esto. Llegamos ayer, y me encanta. ¿Puedes hacernos una foto? ¿Te importa? -Sacó el móvil-. Con Zac y los caballos. Me encanta tu sombrero. Ahora también necesitaré uno. Me gusta ese estilo con el ala plana. Nos vamos de compras, Jim, y lo celebraremos en la Cantina. ¡Es genial! ¡He montado a caballo!

Vanessa les tomó las fotos, la última de Deb con la mejilla pegada a la de la yegua.
 
Cuando la pareja se alejó, ella todavía parloteando, Vanessa llevó a la yegua hasta la cerca para desensillarla.

Ness: Yo diría que ahí van dos clientes satisfechos.

Zac: Más que satisfechos. Ella debe de querer esas botas de verdad. Le temblaban las manos cuando han llegado.

Ness: Llevamos botas bien bonitas. ¿Dónde está Andy? Tenía que dar la clase a los Olster.

Zac: ¡Hostia! -llevó la silla de Bofetón a la cerca-. Todavía no te has enterado. A su mujer le dolía el pecho, así que...

Ness: ¿A Emma? ¿Le dolía el pecho? ¿Qué ha pasado, dónde está? 

Mientras lo acribillaba a preguntas, Vanessa se apresuró a sacar el móvil.

Zac: Frena. He recibido un mensaje de Andy más o menos a mitad de clase. Parece que le ha dado un pequeño ataque al corazón.

Casi le da uno a ella también.

Ness: Un... un... ¿pequeño?

Zac: Bueno, él me ha escrito «leve». De momento sigue ingresada, pero está estable. Yo me encontraba con él cuando recibió la llamada. Emma había salido, es su día libre, ¿verdad?, con un par de amigas y ha empezado a dolerle el pecho. Le he dicho que se marchara, que yo lo sustituía.

Ness: Te lo agradezco, de veras, pero alguien tendría que haberme avisado.

Zac: Andy estaba un poco distraído... Se ha ido pitando. Yo estaba un poco liado asegurándome de que la clienta no se me desmayara.

Ness: Vale, tienes razón. -Para tranquilizarse, se quitó el sombrero y se dio en el muslo con él mientras andaba de un lado para otro-. Solo... necesito conocer los detalles. ¿Emma está estable? ¿Seguro?

Zac: Andy ha dicho, y cito textualmente: «Está dando la lata con irse a casa. Pero van a quedársela hasta mañana, para hacerle pruebas».

Ness: ¿Qué clase de pruebas? ¿Cómo vas tú a saberlo? -dijo antes de que Zac pudiera responder-. Lo buscaré. Buscaré qué es lo que hacen y llamaré a Andy. -Más tranquila, ahora que tenía algo así como un plan, volvió a ponerse el sombrero-. ¿Qué más tenía programado Andy?

Zac: Hay un paseo a caballo que sale dentro de un rato -respondió antes de que Vanessa pudiera consultarlo en su móvil-. Puede ocuparse Carol. Y hay una clase semanal a las cuatro.

Ness: Será la de Lessie Silk, tiene doce años. Puedo dársela yo.

Zac: Yo me encargo. Alex sabe dónde estoy.

Ness: Vale. Está bien. Voy a contratar otro mozo para el Centro Ecuestre. Tengo un candidato para entrevistarlo. Había venido para hablarlo con Andy, pero voy a llamarlo ya, al mozo, para que venga. Si no es imbécil, lo contrataremos.

Llamaría a Andy y le preguntaría por Emma. Llamaría al aspirante y concertaría una entrevista. Y como Emma se encargaba de organizar los turnos de limpieza, los modificaría ella misma, dado que la mujer no volvería a trabajar hasta que sus médicos le dieran permiso.

Zac: ¿Lo has resuelto? -preguntó un momento después-.

Ness: Lo resolveré. ¿Leve, has dicho?

Zac: Es la palabra que Andy ha utilizado, igual que ha utilizado «estable».

Ness: Vale -suspiró hondo y se serenó-. ¿Quién es este mozalbete tan guapo? -dijo, frotando al caballo capón en el cuello castaño claro-.

Zac: Este es Atardecer. Mi media naranja. Atardecer, te presento a Vanessa.

Zac bajó un dedo y el caballo dobló las patas delanteras, a modo de reverencia.

Ness: Vaya, qué listo eres.

Zac: Es el caballo más espabilado que he visto nunca.

Zac tocó el hombro a Vanessa. Atardecer se acercó y apoyó la cabeza justo donde Zac había indicado. 
Vanessa rio y le pasó el brazo por el cuello.

Ness: ¿Desde cuándo lo tienes?

Zac: Desde que nació, durante una puesta de sol; de ahí su nombre. Cumplió cuatro años el mayo pasado. Yo estaba echando una mano a un amigo, entre producciones, cuando su yegua lo parió. Fue amor a primera vista. Lo compré de inmediato, y cuando estuvo destetado y listo, se vino conmigo -enrolló las riendas en el pomo de la silla-.¿Quieres lucirte, Atardecer?

Bajando la cabeza, el caballo trotó hasta el centro del picadero.

Zac: ¡Serpiente de cascabel! -Al grito de Zac, Atardecer se alzó sobre las patas traseras y movió los cascos delanteros en el aire-. Puñalada trapera. -Atardecer volvió a ponerse a cuatro patas y levantó las traseras-. Dos a dos. -Con brío, el caballo bailó de lado hacia la izquierda, giró la grupa y bailó hacia la derecha-. Potra bonita.

Entre divertida y admirada, Vanessa vio que al caballo le chispeaban los ojos antes de acercarse a ella ejecutando la versión equina de un hombre pavoneándose.

Zac: Besa a la chica.

Atardecer bajó la cabeza y frotó a Vanessa en la mejilla con los labios hacia fuera.

Ness: Eres un encanto -dijo pegando sus labios a la mejilla del animal-. ¿Se lo has enseñado tú? Siempre has tenido mano, pero esto es increíble.

Zac: Los expertos me dieron algunos consejos en mis viajes, pero trabajo con material de primera. De primerísima calidad.

Ness: Eso no te lo voy a discutir. -Y el amor, la clase de amor que ella sabía muy bien que surgía entre un caballo y un ser humano, irradiaba en las palabras de Zac-. ¿Haces alguna acrobacia? Antes las hacías.
 
La fugaz sonrisa con que Zac la obsequió tenía, a criterio de Vanessa, una buena dosis de flirteo.

Zac: ¿Quieres que ahora me luzca yo?

Ness: Solo estoy pensando que los fines de semana vienen muchas familias, muchos críos, y más aún cuando llega el verano. ¿Un numerito en el potrero junto al CAH, unas cuantas acrobacias y, para terminar, los trucos que él sabe hacer? Sería un caramelito.

Zac: Quizá.

Ness: Pongamos media hora, y otra media hora para que los niños hagan preguntas, acaricien al caballo. Te pagaríamos más. Si te lo quieres pensar, veré dónde podría encajar mejor.

Atardecer dio un topetazo a Zac en el brazo como diciendo: «¡Me apunto!».

Zac: Me lo puedo pensar.

Ness: De acuerdo, después hablaremos. ¿Necesitas ayuda con los caballos?

Zac: Me las apaño bien.

Ness: En ese caso, tengo que volver -echó a andar, dio media vuelta y siguió avanzando de espaldas mientras hablaba-: Eres buen profesor, Efron. Nunca te había tenido por una persona paciente.

Zac: He pasado un tiempo desarrollando la paciencia.

Ness: Bastante tiempo, diría yo.

Cuando Vanessa volvió a darse la vuelta, Zac admiró sus largas piernas hasta que la perdió de vista.

Zac: La paciencia no lo es todo -dijo a su caballo-. Puede que la próxima vez bese yo a la chica.

Atardecer emitió un sonido que nadie habría interpretado como otra cosa que no fuera una carcajada.
 

Vanessa ultimó todo lo que pudo en lo que quedaba de día y durante la mañana siguiente.

Citó a todas las personas que había que entrevistar. Con la inusual medida de cerrar la puerta de su despacho, se aseguró de disponer de suficiente tiempo sin interrupciones para modificar el programa y compensar la ausencia de Emma y Andy, al menos durante unos días.

Le complació, y alivió, que ni uno solo de los trabajadores a los que había cambiado el horario protestara.

Después de suplicar un brik de sopa de pollo a la cocina del Comedor, fue a visitar a Andy y a Emma. Calentó la sopa ella misma para asegurarse de que se la comían, mientras Emma insistía en que se encontraba bien.

En cuanto llegó a casa, de nuevo tarde para la cena, Vanessa sacó la chuleta de cerdo con guarnición del calentador de comida y se sentó con su plato y su portátil para echar una última ojeada a los currículums de los aspirantes que esperaba contratar.

Comió con una mano, manejó el teclado con la otra. Y alzó la vista con la boca llena cuando su madre entró en la cocina.

Ness: Mmmm...

Anne: Me ha parecido oírte llegar. No deberías trabajar siempre hasta tan tarde, cariño.

Vanessa tragó lo que tenía en la boca.

Ness: Se ha ido todo al traste. Lo estoy arreglando.

Anne: Siempre lo haces. Acabo de hablar con Emma. Parece un poco cansada, incluso avergonzada por lo que ha pasado. Creo que también voy a tomar un poco de vino. Me ha dicho que has ido con sopa, que se la has calentado -cuando iba a coger una copa, se detuvo para besar a Vanessa en la cabeza-. Eres un cielo.

Ness: Me he asustado. Emma siempre parece tan... fuerte. No tendrá que operarse, pero deberá tomar medicación. Y hacer algunos cambios en su estilo de vida. Régimen, ejercicio.

Anne: Nos ocuparemos de que se cuide más. -Después de sentarse, Anne se sirvió vino y rellenó la copa de Vanessa-. Eso también va por ti. Dormir más, comer cuando toca. Mamá y yo, y tu padre, no pusimos en marcha el Resort Hudgens para verte trabajar todo el día y la mitad de la noche.

Ness: Es una situación especial.

Anne: ¿No lo es siempre? -preguntó con su placidez habitual-.

Ness: No, en serio. Pero lo voy a solucionar. Mañana vienen cinco personas, trabajo rápido, para una entrevista. Y pasado mañana viene otra.

Anne: ¿Seis? Jessie me ha dicho que mañana hablará con Chelsea. Quiero darte mi opinión.

Ness: Sé que es la sobrina de Jane Puckett, y sé que la señora Puckett y tú sois amigas desde hace mucho tiempo.

Anne: Es más que eso, aunque eso es importante, desde luego. Jane es como mi hermana desde que la mía..., desde que la mía se largó al día siguiente de mi boda y le rompió el corazón a nuestra madre -tomó un generoso sorbo de vino y respiró hondo-. Es como de la familia. No te recordaré que te cambió los pañales, y también a Alex y a Mike, ahora que lo pienso, igual que yo se los cambié a sus hijos. Eso es ser como de la familia, no es asunto menor.

Ness: Lo sé, mamá.

Anne solo le dirigió una mirada, la mirada que podía (y de hecho logró) echar por tierra cualquier protesta, justificación o pretexto.

Anne: No he terminado. Chelsea es inteligente, brillante y educada. Dejó un buen trabajo para volver a casa cuando su familia la necesitaba. Eso dice mucho de ella. Así que, en mi opinión, cometerías una tontería no contratándola. -Alzó una mano antes de que Vanessa pudiera hablar-. La decisión es tuya. Te pusimos al mando porque eres inteligente y brillante, y bastante educada. Y no solo lo querías, sino que también te esforzaste. Pero necesitaba que supieras lo que pienso.

Ness: Creo que es fundamental que Jessica la entreviste y que consideremos su opinión sobre cualquiera a quien vayamos a contratar para trabajar con ella.

Anne: También estás al mando por ese motivo. Porque tienes toda la razón en eso. Imagino que Jessie no será tonta y que lo demostrará con Chelsea. ¿Cinco más?

Ness: Camareros, una mujer de la limpieza, un mozo para el Centro Ecuestre y una masajista. Ahora mismo no necesitamos otro masajista en el Pueblo Zen, pero así tendría tiempo para aprender cómo hacemos las cosas. Y su solicitud me ha gustado. Los otros son necesarios, sobre todo la mujer de la limpieza y el mozo. De hecho, me vendría bien contar con otro instructor, ya que Andy está volcado en atender a Emma, que es justo lo que debe hacer. Podría pedir a Ashley que venga una o dos veces a la semana, solo para las clases, pero me preocupa que se pase de la raya.

Anne: Prueba con una vez a la semana, y déjale claro que la despedirás si se excede o monta a caballo.

Ness: Es una buena solución. -Una solución que se le habría ocurrido a ella de no haber tenido tantas cosas en la cabeza durante todo el día-. Hoy Zac ha vuelto a dar las clases de Andy. Ayer llegué cuando terminaba una, y me sorprendió lo bien que se le da. Nunca lo había imaginado como profesor.

Anne: ¿Cualidades ocultas? -sonrió-. Nunca fue tan salvaje como algunos querían pensar. Y Zac mismo era uno de ellos.

Ness: Quizá. Me quedé más impresionada con su caballo, un joven bayo capón. Hace trucos.

Anne: Me he enterado, pero me gustaría verlo con mis propios ojos.

Ness: Le he pedido que valore hacer algunas actuaciones en el potrero del CAH. A los adultos les encantaría y a los niños los volvería locos.

Anne: Siempre estás dándole a la cabeza, Ness.

Ness: Por eso soy la jefa.


A la mañana siguiente, a las nueve en punto, Vanessa se reunió con la aspirante al puesto de limpiadora. Le gustó lo que vio, lo que escuchó, de manera que llamó a una de sus limpiadoras para que la acompañara a una cabaña vacía.

Ness: Beth te traerá cuando hayas terminado. Ven a verme después, Yvonne, y dame tu opinión.

Vanessa fue del despacho al Comedor, donde el encargado estaba entrevistando a un prometedor camarero. El aspirante no aparentaba los veintiún años que tenía. Llevaba una camisa blanca de vestir con una corbata de lazo ceñida alrededor de la nuez, que le subía y le bajaba con nerviosismo.

La camarera más antigua de Vanessa estaba sentada enfrente de él, con los brazos cruzados y los ojos entornados.

Ness: Aquí hacemos las cosas de una determinada manera, y esa manera es trabajar. Si no tienes una mesa que servir, recoges otra. Si hay poca actividad, pones mesas, rellenas los saleros. Lo que no haces es el vago.

**: Soy trabajador, señora.

Ness: Puede que lo seas, puede que no. A los vagos, yo enseguida les enseño dónde está la puerta. ¿Por qué quieres trabajar aquí?

**: Necesito un buen empleo, señora, para ahorrar y poder retomar los estudios, para sacarme la carrera.
 
Ness: ¿Por qué tienes que retomarlos? ¿Por qué dejaste de estudiar?

El chico se azoró un poco y las mejillas se le sonrosaron bajo el pelo pajizo.

**: Mis padres me han ayudado todo lo que han podido, y trabajé en el Bigsby Café, como pone en mi currículum. Pero es mucho dinero, y necesito trabajar, ahorrar, retomar los estudios y terminar la carrera. El Resort Hudgens es un buen sitio para trabajar, y está más cerca de casa que Missoula.

Vanessa vio que Carrie se ablandaba, pero dudaba de que el pobre chico se hubiera dado cuenta.

Ness: ¿Eres buen estudiante?

**: Oh, sí, señora.

Ness: ¿Qué estudias?

**: Me estoy especializando en educación. Quiero ser docente. De primaria. Quiero... -El chico se ruborizó más aún-. En fin, quiero ayudar a modelar y a formar la mentalidad de los jóvenes.

Ness: ¿En serio?

**: Sí, señora.

Carrie soltó uno de sus carraspeos y desvió la mirada hacia Vanessa.

Carrie: Ahora iremos al Morral para enseñarte cómo funciona todo. Si demuestras que no eres idiota, volverás aquí para hablar del papeleo con Sylvia, de Recursos Humanos.

**: Esto... Yo... ¿Me está contratando?

Ness: A menos que demuestres ser un idiota. Ponte el abrigo. Afuera hace frío. 

Carrie se levantó y se acercó a Vanessa.

Carrie: Nos valdrá.

Ness: Diré a Sylvia que lo prepare todo.

Cuando echó a andar para hacer eso precisamente, se cruzó con Jessica al salir del Comedor.
 
Jessie: Ness, es perfecta. Quiero que conozcas a Chelsea.

Ness: Ya nos conocemos.

Vanessa escrutó a la guapa morena con ojos de cierva.

Chelsea: Lo siento, no me acuerdo. Conozco a tus tíos.

Ness: Di mi fiesta de cumpleaños aquí cuando cumplí trece años. Tú nos llevaste de paseo a caballo. El chico con el que yo creía que me casaría y tendría seis hijos me dio mi primer beso después de ese paseo, y eso no se olvida.

Chelsea: ¿Qué ha pasado con el chico?

Ness: Resultó que simplemente le gustaba besar a las chicas, algo que a los trece años ni entendí ni me gustó.

Chelsea: Me alegro de volver a verte.

Jessie: Vanessa -rodeó a Chelsea con un brazo-. Me gusta. La quiero para mí.

Ness: No creo que te refieras solamente a que te gusta besar a las chicas, así que supongo que estás contratada, Chelsea.

Chelsea: Gracias a las dos. Quiero que os deis cuenta de que no estoy dando saltos ni chillando, lo que demuestra mi madurez y mi sentido del decoro. Porque por dentro estoy haciendo justo eso. ¡Ay! ¡Menuda pirueta acabo de hacer!

Su respuesta hizo reír a Vanessa.

Chelsea: Tengo muchas ganas de trabajar aquí. Estoy convencida de que puedo realizar una excelente labor creativa en el resort.

Chelsea guardó silencio cuando Mike se acercó acompañado de otro hombre.

Mike: Parece que el Club de Mujeres Preciosas está reunido.

Ness: Mi hermano Mike: ventas y marketing. Te presento a Chelsea Wasserman.
 
Mike: Eres la sobrina de Jane -le tendió la mano-. Siempre dice que eres guapísima, pero pensaba que solo era amor de tía.

Jessie: Chelsea va a trabajar como asistente en eventos. Así que seguirás viéndola.

Mike: Me alegra oírlo. Oh, Ness, este es Evan Lewis. Britt me ha dicho que habías quedado con él a las diez.

Ness: Sí.

Evan: He llegado un poco antes. No me importa esperar en el vestíbulo hasta que termine y pueda atenderme.

No era mucho mayor que el nuevo camarero, reflexionó Vanessa, pero no creía que se ruborizara como él. Sus ojos, color avellana con una tonalidad verdosa, le mantuvieron la mirada con respeto.

Ness: No hace falta. Ven a mi despacho. 

Se lo señaló y echó a andar en esa dirección.

Aunque estaban bastante gastadas, el chico se había lustrado las botas. También llevaba unos Levi’s limpios y una camisa de cuadros, una chaqueta vaquera con forro de vellón y un sombrero negro de vaquero, que se quitó educadamente y colocó en su regazo una vez se hubo sentado en la silla que ella le ofreció.

Ness: Así que eres de la zona de Garnet, Evan.

Evan: Sí, como mi padre, y su padre antes de él.

Ness: Has viajado bastante.

Evan: Un poco. Fui vaquero de rodeos durante un tiempo, trabajaba en ranchos cuando lo necesitaba. Los nombres que le he dado en ese currículum que tiene ahí le demostrarán que sé trabajar, y que sé de caballos.

Ness: ¿Por qué dejaste los rodeos?

Evan: La verdad es que no podía permitírmelo. Es caro si no se gana dinero con regularidad, y tuve un par de malas caídas. Además, mi padre está haciéndose mayor, y me he dado cuenta de que si yo tuviera que guardar cama, no habría nadie para echarle una mano cuando lo necesitara. Tenemos unas cuantas hectáreas al sur de Garnet. Es un tipo duro, y se enorgullece de eso, pero dentro de unos años quizá no pueda hacer todo lo que hace.

Ness: El trabajo tal vez sea intermitente durante la temporada de invierno. Es posible que no siempre trabajes cuarenta horas semanales.

Evan: Tomaré lo que me ofrezcan.

Ness: ¿Tienes caballo?

Evan: Ahora mismo no, ya que tuve que venderlo. Quizá podría conseguir uno si usted quiere.

Sonrió cuando lo dijo, dejando a la vista el incisivo izquierdo mellado, con un encanto un poco bobalicón.

Tiene unas facciones bonitas, pensó Vanessa. Un poco duras, un poco estropeadas, como muchos vaqueros que se han pasado horas a caballo, expuestos al sol y al viento. No movía las manos con nerviosismo. Y las palmas tenían la clase de callos que ella esperaba en alguien que trabajaba con caballos.

Ya había investigado sus antecedentes y estaba limpio. No había terminado la secundaria, pero tal como él había dicho, y sus referencias confirmaban, sabía de caballos.

Ness: No es un requisito que dispongas de tu propia montura. Nosotros tenemos caballos, y traemos más en primavera. ¿Has dado alguna vez clases de equitación?

Evan abrió la boca, volvió a cerrarla, y se tomó su tiempo antes de contestar.

Evan: Quiero el trabajo, así que me cuesta decir que no. No puedo decir que haya pasado mucho tiempo enseñando a montar a nadie. Di algunas clases a una chica que conocí en Abilene, pero fue más por diversión. En general, la gente con la que me he relacionado sabe montar.

Vanessa no podía decir que fuera ninguna lumbrera a partir de la entrevista, pero le pareció educado, sincero y suficientemente amable.

Y ella estaba en apuros.

Ness: Es más que trabajar con caballos, hay que ocuparse de los arreos, darles de comer y limpiarlos. Ofrecemos servicios a nuestros huéspedes, y algunos no han montado nunca o llevan años sin hacerlo. Los paseos a caballo tienen mucho éxito, y es preciso que los guías aprendan por su cuenta: a emparejar caballo y jinete, a estar pendientes durante la ruta para asegurarse de que un huésped que no distingue un caballo de una jirafa no se mete en problemas... y cuenta con bastante experiencia.

Evan: Es más fácil calar a los caballos que a las personas, pero eso tampoco es tan difícil, me parece a mí, si uno se fija bien.

Ness: No te lo discuto. ¿Qué te parece si vamos al Centro Ecuestre? Así podrás echar un vistazo a esa parte de tu trabajo y te presentaré al encargado.

Evan se levantó.

Evan: Será un placer.


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