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martes, 22 de agosto de 2023

Capítulo 6


En la actualidad

En la fría y despejada mañana, con el cielo de levante impregnado de tonalidades rosas y doradas, Vanessa cogió su maletín y se dirigió a las caballerizas a zancadas.

Oyó que los pollos piaban como cada mañana mientras Chester y Clyde libraban su combate matutino de lucha libre junto al barracón. Los perros interrumpieron sus cabriolas para correr a su encuentro, con las lenguas colgando y la mirada alegre, como si llevaran un mes sin verla.

Apenas había nada mejor para empezar el día con buen pie que dos perros eufóricos, de manera que los acarició y rascó hasta volverlos tan locos que decidieron retomar su combate cuerpo a cuerpo.

Saludó con la mano a un par de mozos que ya estaban trabajando, charló con otros dos ocupados en limpiar de estiércol las casetas de la caballeriza.

Se paró de golpe cuando vio a Zac con su chaqueta de piel de carnero, unas cómodas botas y un sombrero Stetson marrón estiércol colocando una silla de montar en el impresionante lomo de Atardecer.

Ness: ¿Os vais de paseo? 

Él la miró.

Zac: Atardecer necesita estirar las patas, y creo que voy a utilizarlo hoy en el resort.

Ness: Es un buen fichaje. También puedo ponerlo en nómina, si quieres.
 
Zac: No hace falta. -Mientras cinchaba la silla, el caballo volvió la cabeza y le quitó el sombrero con la boca-. ¿Qué te he dicho sobre esto?

Atardecer se limitó a sacar la cabeza por encima de la puerta y ofrecerle el sombrero a Vanessa.

Ness: Vaya, gracias. Es un sombrero muy bonito.

Zac: No lo será si sigue jugando con él. ¿Necesitas algo?

Ness: Tengo lo que necesito, y también tengo en propiedad un caballo que necesita estirar las patas. Esta mañana iré al trabajo a caballo.

Zac: Hace una mañana ideal para eso. Te esperaré. Podemos ir juntos, ¿no? ¿Me devuelves el sombrero, jefa?

Vanessa se lo pasó y se dio la vuelta para ir a la caseta de Leo. Oyó que Zac gritaba, frustrado:

Zac: ¡Venga, para ya!

Mientras ensillaba a Leo, Vanessa se preguntó si podría enseñarle un par de trucos. Considerando que le pirraban las zanahorias y los caramelos de menta, el soborno podía funcionar.

Oyó que los mozos se reían a carcajadas. Cuando sacó a Leo, descubrió el motivo. Atardecer estaba sentado en la rampa de hormigón, pacientemente, lo mismo que un hombre se toma un descanso en su butaca, mientras Zac estaba apoyado en la puerta de las caballerizas, mirando el móvil.

**: Este caballo es un portento, Zac -gritó uno de los mozos-. Un verdadero portento.

Zac se volvió, sonrió a Vanessa.

Zac: ¿Lista?

Ness: Sí. ¿Y tú?

Él empujó la puerta y asió las riendas de Atardecer.

Zac: En marcha.

El caballo se levantó con la misma calmosa soltura que su dueño.
 
Después de una breve inspección y unos cuantos resoplidos, pareció que los caballos se daban mutuamente el visto bueno.

Vanessa montó a Leo en el patio.

Ness: Tenía pensada una ruta, para que Leo haga ejercicio.

Zac: Me parece bien.

Comenzaron yendo al paso, calentando los músculos, mientras el día clareaba y el cielo rosado se tornaba azul. El viento, suave y vivificante, acarició la cara de Vanessa, oliendo a una aromática mezcla de nieve y pino.

Ness: ¿Has tenido tiempo para echar un vistazo al programa? 

Zac: Sí. He visto que mañana viene el herrador y pasado mañana la veterinaria. Me presentaré a los dos. El mozo nuevo empieza esta mañana, así que lo vigilaré para ver si hemos hecho bien en contratarlo.

Ness: La próxima semana es Acción de Gracias.

Zac: Eso me han dicho.

Ness: Ese puente vienen muchos grupos y familias. He pensado que podríamos probar vuestro numerito, si te parece bien. No lo anunciaríamos en la página web, solo sería un pequeño premio para la gente que ya está aquí.

Zac: Supongo que podemos ver cómo va.

Ness: Lo programaré.

Bajaron una cuesta, cruzaron un estrecho barranco y volvieron a subir hasta el lugar donde una manada de ciervos atravesaba el bosque, tan silenciosos como espíritus. Las copas de los pinos susurraban mecidas por el viento.

Ness: Es hora de estirar las patas. 

Vanessa espoleó a Leo para que echara a galopar.

El frío le azotó las mejillas cuando los cascos de su montura repicaron en la carretera. El caballo tenía las orejas levantadas y la cabeza erguida, mostrándole que estaba disfrutando tanto como ella. Zac galopaba a su lado, y Atardecer se acoplaba al tranco de Leo como si estuvieran uncidos con el mismo arnés.
 
Cuando la carretera se bifurcó, Vanessa giró a la derecha, puso a Leo a medio galope y después a un relajado trote. Disfrutando del paseo, el aire, la mañana, se pasó la larga trenza por encima del hombro y decidió que quería más.

Ness: Podemos ir por el camino que sube y da la vuelta. -Señaló la pista entre los árboles indicada con el logotipo de un trébol del resort-. Es un bonito paseo en invierno y nos proporcionará otro buen tramo de pista antes de que nos separemos.

Zac: Guía tú. De críos, Alex y yo cabalgábamos de vez en cuando por estos caminos, cuando tu padre lo soltaba durante un par de horas. Recuerdo cuando construisteis esas cabañas que acabamos de pasar.

Ness: Hay tanto silencio que puedes olvidarte de que están ahí.

Ascendieron hasta el lugar donde la nieve se apilaba en las ramas como un blanco manto de pieles. A un lado y otro del camino, Vanessa vio huellas y excrementos de ciervos y zorros.

Ness: Se alcanza a oler el humo de las cabañas donde los huéspedes ya están levantados y tienen la chimenea encendida. Pero sobre todo se respira aire puro.

Zac: ¿Por qué elegiste el despacho en vez de los caballos?

Ness: Se me da bien -se volvió en la silla para mirarlo-. Los caballos se me dan bien, pero se les da bien a muchos. Me gusta estar en la sala de máquinas, asegurarme día tras día de que todo funciona. O hacer que lo parezca aunque tengamos problemas de puertas adentro. Supongo que también me gusta no saber nunca exactamente qué va a depararme la jornada, pero me reconforta disponer de una lista de las cosas que pueden pasar, e ir tachando para anticiparme a casi todo y resolver lo demás sobre la marcha. -De nuevo se colocó de frente cuando la pista empezó a descender-. Echo de menos los caballos, claro, estar con ellos todos los días y a cualquier hora. Voy a empezar a ir a trabajar a caballo más a menudo. -Acarició el cuello de Leo-. A los huéspedes les encantará ver a la directora general cabalgando por el resort. Crea ambiente.

Zac: Tú siempre dándole a la cabeza.

Ness: Oh, sí. -Riéndose, se dio otra vez la vuelta cuando los caballos entraron de nuevo en la carretera-. Mi cabeza no para nunca, Efron. Me gusta ir a caballo y dejar que se vacíe durante un rato. ¿Estás listo para volver a galopar?

Zac: Preciosa, yo siempre estoy listo para galopar.

Ness: No me cabe la menor duda.

Vanessa gritó «¡Arre!» y Leo echó a galopar. Una vez más, Zac hizo que su caballo se acoplara a su ritmo y velocidad.

Ella se alegraba de haber tomado el camino largo, el que daba un rodeo. La obligaba a volver sobre sus pasos en el último tramo, pero tenía tiempo. Llevada por un impulso, tomó la curva que se alejaba del Pueblo Hudgens.

Solo unos minutos más, antes de dirigirse al despacho para empezar a trabajar, a tachar casillas. Justo cuando se dijo que era hora de parar, de dar media vuelta, vio un coche estacionado en el arcén.

No le prestó atención, casi pasó de largo. Aflojó el paso.

Ness: Tenemos que... Espera un momento. Parece el coche de Bonnie Jean. -Se acercó a lomos de Leo-. Es su coche.

Zac: ¿Quién es Billy Jean?

Ness: Trabaja en la Cantina. Es camarera -desmontó-. Debió de trabajar anoche, tendría que comprobarlo. Parece que ha tenido una avería. -Con el ceño fruncido, Vanessa miró por la ventanilla y se alarmó de verdad-. Su bolso está en el asiento. Ella no dejaría el bolso en el asiento así como así.

Zac: Espera.

Zac desmontó, le pasó las riendas de los dos caballos y rodeó el coche.

Vanessa se sacó el móvil de la chaqueta y buscó el número de Bonnie.

Zac: Ness.

Ness: Espera, espera, la estoy llamando. Puede que solo... -Se calló al oír los primeros compases del éxito de Michael Jackson, la canción que Bonnie tenía como tono de llamada-. Es su móvil. Es su móvil. ¿Qué...?

Zac: El teléfono está ahí en el suelo. Y parece que alguien ha pisoteado esta nieve para luego ir hacia los árboles.

Ness: Ella no haría eso -repitió, aunque veía la nieve y los arbustos pisoteados con la misma claridad que Zac-.

De pronto vio algo más.

Fijó la vista en la silueta, la chaqueta azul, apenas un instante antes de que lo hiciera Zac, y echó a correr sin que él pudiera detenerla.

Zac: ¡Ness! ¡Maldita sea! Espera.

Ness: ¡Está herida! ¡Está herida!

Zac la agarró, tiró de ella. Hundidos en la nieve, que le llegaba a las rodillas, forcejearon hasta que Vanessa consiguió soltarse un brazo y le dio un puñetazo.

Ness: ¡Suéltame, maldito hijo de puta! Está herida.

Sin darle opción, Zac la inmovilizó rodeándola con los brazos.
 
Zac: Es más que eso, Ness. Para. Para ya. No puedes hacer nada por ella. 

La furia y el miedo revolvieron las entrañas de Vanessa.

Ness: Quítame las manos de encima. Te juro que te mataré. 

Él no hizo sino agarrarla con más fuerza.

Zac: No puedes tocarla, ¿me oyes? No servirá de nada y podría empeorar las cosas. Se ha ido, Ness. ¡Se ha ido!

Frenética, Vanessa forcejeó con Zac unos segundos más, y luego dejó de hacerlo. Se quedó quieta, respirando de forma entrecortada, llenando el aire de vaho, temblando de la cabeza a los pies.

Ness: Necesito verla. No la tocaré si... Necesito verla. Suéltame.

Zac aflojó la presión con que la sujetaba y cambió de postura para dejar de tapar el cadáver con su cuerpo.

Zac: Lo siento. Lo siento, Ness.

Ness: Se... -«¡Se ha ido!» Las palabras de Zac resonaron en su cabeza, y la amarga verdad le desgarró el corazón, las entrañas-. Se ha dado en la cabeza con esa piedra. Se ha dado en la cabeza. Hay mucha sangre. Ha... Suéltame. Estoy bien. Suéltame.

Cuando Zac la soltó, ella siguió con los ojos clavados en la cara de Bonnie, y volvió a sacar el móvil.

Ness: ¿Puedes llamar a urgencias, Zac? -Quizá hubiera hablado con la voz ronca, pero no le había temblado-. Llama tú, yo pediré a seguridad que... que... corten la carretera. Que la corten para que nadie se acerque.

Zac: Volvamos al arcén y hagámoslo desde allí.

Ness: No pienso dejarla.

Vanessa tenía que pensar, actuar, dar el siguiente paso. Aunque, gracias a Dios, era demasiado temprano para que llegaran huéspedes al resort o se marcharan de él, muchos empleados utilizaban esa carretera para ir a trabajar si no vivían en las instalaciones.
 
Ordenó a seguridad que cortaran el tráfico en un tramo de ochocientos metros en ambos sentidos, y que solo dejaran pasar a los agentes de la ley; también llamó para que un empleado le llevara las llaves de la cabaña vacía más próxima.

Ness: No creo que deba decirle por qué. -Aún con la nieve hasta las rodillas, se quedó mirando el móvil-. No creo que deba hacerlo todavía. Debería llamar a mis padres. Tienen que saberlo, pero... Los padres de Bonnie, viven... cerca de Helena. No, no. -Tuvo que apretarse la frente para intentar extraer la información de su cerebro-. Su madre vive cerca de Helena. Están divorciados. Su padre... No me acuerdo. Tiene un hermano en alguna parte. En la Armada. No, no, es marine. -Como Zac no decía nada, le soltó-: Es importante.

Zac: Lo sé. Yo no la conocía, Vanessa, pero eso no significa que no sepa que es importante. El sheriff está de camino y podrás decirle cómo ponerse en contacto con su familia.

Ness: Necesito hablar con ellos -se notaba reseca y caliente por dentro, como la tierra quemada-. Trabajaba para nosotros. Era de los nuestros. Necesito hablar también con ellos. Alguien la perseguía. Se ve dónde... -Volvió la cabeza, vio las zanjas en la nieve. El punto donde alguien había perseguido a Bonnie. Y donde Zac había ido tras Vanessa, para detenerla-. La he fastidiado -masculló-. Lo he pisoteado todo, y la habría cogido, movido, de no haber sido por ti. Es la escena de un crimen, eso es lo que es. Sé de sobra que no hay que ponerse a pisotear la escena de un crimen.

Zac: Has visto a una mujer tirada en la nieve. Has visto sangre. Estabas pensando en ella, no en la dichosa escena de un crimen.

Había actuado pensando en ella: una amiga, una empleada, una mujer de risa fácil. Pero también sin pensar en absolutamente nada, reconoció Vanessa.
 
No podía permitirse volver a hacer lo mismo.

Ness: Lo habría empeorado. Siempre puede ser peor, y yo lo habría empeorado. -Tuvo que respirar hondo antes de poder mirarlo. Cuando lo hizo, vio el cardenal que había empezado a salirle debajo del ojo derecho-. Siento mucho haberte pegado. De veras.

Zac: No eres la primera, tampoco espero que seas la última.

Aun así, Vanessa le pasó la yema del dedo por el cardenal sin apenas rozárselo.

Ness: Ponte un poco de hielo cuando... La cabaña. Tengo que hacerme con las llaves en cuanto se las lleven a Mike, de seguridad. La policía puede utilizarla si lo necesita. Tendrán que tomarnos declaración, hablar quizá con la última persona que la vio antes de que saliera de la Cantina.

Piensa, piensa, se ordenó mientras temblaba por dentro. Haz una lista, ve tachando casillas.

Ness: Y... no sé qué más. Me veo impotente para ordenar las ideas en mi cerebro.

Zac: Pues a mí me parece que te funciona bastante bien.

Ness: A lo mejor podrías adelantarte, ver si ya le han llevado las llaves a Mike.

Zac: Si tú no la abandonas a ella, yo no te abandono a ti. Vanessa, volver a la carretera, que está ahí mismo, no es abandonarla.

Ella se volvió. Habían dejado los caballos justo en mitad de la carretera.

Ness: Tienes razón. Tenemos que atar los caballos -dijo, y echó a andar-. Y tenemos que llevarlos al CAH. Cuando los agentes hayan terminado con nosotros, podrías irte con Atardecer y llevar a Leo de las riendas.

Zac: Yo me ocupo.

Zac cogió las cuatro riendas y entonces dio media vuelta al oír que un coche se acercaba. Llevó los caballos hasta el otro arcén, agradecido de que la policía hubiera respondido antes de lo que esperaba. Por encima de todo, quería sacar a Vanessa de allí, llevársela del arcén nevado, alejarla del cadáver de su amiga.
 
La camioneta negra con el emblema del departamento del sheriff del condado en los lados se detuvo a unos metros del coche de Billy Jean.

Zac vio apearse a un hombre. Tenía la espalda ancha de un jugador de fútbol americano, el sombrero color crema le tapaba el corto pelo pajizo y unas gafas de espejo ocultaban unos ojos que Zac sabía que eran fríos como el hielo. De mandíbula cuadrada y labios finos, volvió la cabeza lo suficiente para mirar a Zac durante diez segundos antes de dirigirse hacia donde estaba Vanessa.

«Estoy jodido», pensó, y ató las riendas a una rama antes de cruzar otra vez la carretera.

Ness: Es Bonnie Jean Younger. Es una de nuestras camareras. 

Garrett Clintok asintió.

Garret: El sheriff está de camino. Voy a necesitar que los dos os alejéis. Había oído que estabas de vuelta, Efron. 

Al menos no era sheriff.

Zac: Yo no había oído que eras ayudante. Vanessa ha pedido que manden las llaves de esa cabaña de ahí. Voy a llevarlos a ella y a los caballos.

Garret: Tú vas a esperar hasta que yo diga lo contrario. -Escrutó los vaqueros y las botas de Zac-. Has ido derecho a la nieve, has comprometido la escena de un crimen.

Ness: He sido yo -se apresuró a decir-. La he visto y no he pensado, solo he intentado ir con ella. Zac me lo ha impedido. Lo siento, Garrett, pero ha sido una reacción instintiva.

Garret: Es comprensible. ¿La has tocado?

Ness: Zac me ha detenido antes de que pudiera hacerlo. He visto... Cualquiera se habría dado cuenta de que estaba muerta, pero ha sido una reacción instintiva.
 
Zac: Su móvil está en el suelo, al otro lado de su coche -añadió Zac-. Tampoco lo hemos tocado. Ayudante.

Ness: Me gustaría ir a la cabaña, de veras, necesito sentarme. Beber un poco de agua, quizá. -Vanessa se movió, solo un poco, justo lo suficiente para colocarse entre los dos hombres y las amenazantes vibraciones que flotaban en el ambiente-. Me siento un poco débil. ¿Crees que Zac podría bajar hasta donde tengo a Mike cortando la carretera para coger las llaves? Estaríamos ahí mismo. En la Cabaña del Cielo Grande. No queríamos dejarla sola, pero ahora que has llegado tú...

Garret: Adelante. No quiero que habléis de esto con nadie, hasta que lo tengamos todo controlado.

Ness: Gracias. Gracias, Garrett.

Cruzaron juntos la carretera, desataron los caballos y los condujeron carretera arriba.

Zac: Te lo has metido en el bolsillo. 

Vanessa suspiró.

Ness: No me importa hacer el papel de mujer débil, pero había olvidado cómo os enzarzáis vosotros dos.

Zac: Yo me he defendido, que es distinto.

La crispación de su voz hizo que a Vanessa le entraran ganas de resoplar.

Ness: Puede, pero no sé qué sentido tenía pelearos como gallitos con Bonnie tirada en la nieve a seis metros de vosotros. Como se supone que soy una debilucha, ve a llevar los caballos a Mike. Pídele que llame a alguien para que venga a buscarlos. Yo esperaré en el porche, en una condenada mecedora.


En menos de media hora, Vanessa había preparado café; los dos habían encendido la chimenea. Y ella había andado unos tres kilómetros paseándose por el salón de la cabaña.

Los nervios no se apaciguaron cuando, en lugar del sheriff, entró Clintok.

Garret: Sé que esto es duro para ti, Ness. ¿Por qué no te sientas un rato? Te tomaré declaración enseguida. Antes, Efron y yo saldremos a hablar al porche.

Ness: Ha llegado el sheriff. He visto las camionetas por la ventana.

Garret: Así es. Están haciendo lo que hay que hacer, igual que yo. ¿Efron? 

Clintok señaló la puerta con el pulgar y volvió a salir.

Ness: No lo provoques -le advirtió-.

Garret: Mi respiración lo provoca.

Zac salió. Clintok se apoyó en un poste del porche, asintió con la cabeza.

Garret: Oigamos tu versión.

Zac: Es una forma curiosa de expresarlo. Íbamos de camino al trabajo.

Garret: ¿Vanessa y tú? ¿Lo hacéis a menudo?

Zac: Es la primera vez, pero, por otra parte, no hace mucho que he vuelto, y solo trabajo oficialmente en el resort desde anoche.

Clintok se bajó las gafas de sol y lo miró con su habitual dureza.

Garret: Me habían dicho que trabajabas en el Rancho Hudgens.

Zac: Las cosas han cambiado.

Garret: ¿Te han despedido?

«No lo provoques», le había pedido Vanessa, pero era demasiado tentador.

Sabía cómo irritar a Clintok, así que esbozó una sonrisa.

Zac: Por lógica, si lo hubieran hecho, yo no estaría trabajando en su resort. Íbamos de camino al trabajo.

Garret: ¿De quién ha sido la idea?
 
Zac: Yo diría que de los dos. Yo lo tenía en mente. Ella también. Hemos acabado haciéndolo a la vez.

Garret: Parece que habéis dado un buen rodeo. Hay maneras más rápidas de ir del rancho al resort a caballo.

Zac: Nos apetecía dar un paseo.

Garret: ¿Quién ha decidido la ruta?

Zac: Vanessa.

Clintok crispó la boca, llamándolo «mentiroso» sin articular palabra.

Garret: Ajá. ¿Conocías bien a Bonnie Jean Younger?

Zac: Yo no la conocía. Nunca llegamos a coincidir.

Garret: ¿En serio? -Clintok se agarró el cinturón de la pistola con una mano-. Trabajas en el resort, pero no habéis coincidido ni una sola vez.

Zac: Así es, acabo de empezar a trabajar ahí.

Garret: ¿Dónde estuviste anoche, Efron?

Zac: Me alojo en el Rancho Hudgens, y allí es donde estuve.

Garret: ¿En el barracón?

Zac: No, estoy en la choza. 

Asintiendo despacio, Clintok se acercó más, invadiendo el espacio personal de Zac.

Garret: Entonces, estuviste solo.

Zac: Casi todo el tiempo. Por la noche, Vanessa se tomó una cerveza conmigo cuando vino para hablarme de sustituir a Andy Kotter mientras está de viaje. -En lugar de retroceder un paso, avanzó un poco más-. ¿De verdad estás intentando endosarme lo que le ha pasado a esa chica? ¿Tanta mierda sigues llevando dentro, Clintok?

Garret: Te conozco, siempre he sabido quién eres. ¿Se resistió Bonnie Jean anoche cuando te echaste encima de ella? ¿Te puso el ojo así?

Zac: No conocía a Bonnie. Ness me ha dado un puñetazo.
 
Garret: Anda, ¿y eso por qué?

Zac: Pregúntaselo a ella.

Garret: Ten por seguro que lo haré. -Torciendo la boca con desdén, Clintok le clavó un dedo en el pecho-. Llevas aquí unos pocos días y ya tenemos a una mujer muerta. ¿Llevas aquí unos pocos días y quieres que crea que nunca has puesto un pie en la Cantina del resort ni te presentaste a la guapa mujer que llevaba la barra? Reconozco la mierda en cuanto la huelo, Efron.

Zac: Me parece que llevas tanta mierda dentro que te sería difícil no olerla. Hay un limpiabarros junto a la puerta, si no quieres ir escampándola por ahí.

Clintok se puso como un tomate, y Zac sabía, por experiencia, que ese cambio solía presagiar un puñetazo a traición.

Zac: Venga, adelante. -La invitación fue tan cortante como el viento-. Veremos dónde nos lleva esto.

El agente apretó los dientes, Zac habría jurado que casi los oyó rechinar.

Pero en cambio, se echó atrás.

Garret: Puedes volver a tu trabajo, por el momento. No hagas planes de viaje.

Zac: Me iré cuando Vanessa se vaya.

Garret: He dicho que te largues.

Despacio, Zac fue a sentarse en una de las mecedoras del porche.

Zac: Vamos, dime qué ley estoy violando. 

Clintok apretó el puño derecho.

Garret: No tardaré en darte tu merecido. Ya queda poco.

Sin embargo, entró en la cabaña, dejando a Zac sentado en la mecedora.

Ness: Hay café -dijo de inmediato-.

Garret: No voy a decirte que no. -Clintok, aún con las mejillas arreboladas, se sentó a la larga mesa de la cocina americana-. ¿Sabes si Bonnie trabajaba anoche, y a qué hora se marchó?

Ness: Anoche trabajaba, y no puedo estar segura de cuándo se fue exactamente, pero tuvo que ser después de medianoche. Dejamos la hora de cerrar a criterio de los empleados, siempre que se queden hasta medianoche. Podría haberse quedado hasta la una. Luego hay que cerrar. Así que solo te puedo decir que tuvo que irse entre las doce y media y la una y media. -Dejó el café delante de Clintok y tomó asiento-. Necesito explicarles esto a mis padres, Garrett, y a algunos empleados.

Garret: Dentro de un rato. Nuestros hombres ya están cortando la carretera, así que puedes decirles a los tuyos que se vayan en cuanto te tome declaración.

Ness: De acuerdo.

Garret: Veamos, ¿qué hacías yendo con Efron por el camino largo? ¿Te ha pedido él que dierais un rodeo?

Ness: No. Yo quería que mi caballo hiciera ejercicio. Llevo más de una semana sin sacarlo. Por eso he salido temprano esta mañana, y cuando me he encontrado con Zac ensillando al suyo, hemos ido juntos.

Garret: ¿Ha sido idea suya?

Ness: Dios santo, no lo sé, Garrett. -Cansada y un poco mareada, se retiró el pelo de la cara-. Era lo más natural. Salíamos al mismo tiempo, íbamos al mismo sitio.

Garret: De acuerdo, pero...

Ness: Mira. -Estaba harta del papel de mujer débil-. Sé que no tragas a Zac, pero eso no viene a cuento aquí. Hemos salido juntos del rancho, y yo he decidido cómo ir al resort. Quería dar un buen paseo. Ya estaba llegando, pero he querido seguir un rato más, así que he cogido este camino para ir al galope otra vez, y he visto el coche de Bonnie. No le he dado mayor importancia, he pensado que debió de tener alguna avería y que llamó a alguien para que fuera a buscarla, pero entonces he visto que su bolso seguía dentro del coche, y me he preocupado. La he telefoneado. He sacado el móvil para llamarla al suyo, solo para ver cómo estaba. Y... -Tenía que hacer una pausa. Se levantó y se sirvió un vaso de agua-. He oído... Hemos oído... su móvil. Conozco su tono de llamada. Y el teléfono estaba en el suelo, tirado en la nieve, y luego he visto... He mirado hacia donde parecía que alguien se había alejado de la carretera, andando o corriendo por la nieve, y he visto su abrigo. La he visto a ella. Ya te lo he dicho, he reaccionado de forma instintiva, y he intentado correr, para... ir con ella, entonces Zac me ha sujetado, me ha dicho que no fuera. Que no podía ayudarla.

Garret: ¿Y cómo lo sabía él?

Ness: ¡Oh, Dios santo, Garrett, cualquiera se habría dado cuenta! -El enfado se apoderó de ella, imponiéndose al cansancio y al mareo-. Yo simplemente no quería verlo, creerlo, así que he intentado soltarme. Incluso le he dado un puñetazo, pero él no me ha dejado ir hasta que me he calmado. No sé por qué estás dejando que una estúpida rencilla de cuando erais críos te lleve a acusarlo, pero puedo asegurarte sin temor a equivocarme que quien le ha hecho eso a Bonnie no es Zac Efron.

Garret: Tengo un deber que cumplir -se levantó-. Y a menos que puedas decirme que sabes exactamente dónde estaba Zac Efron cuando a Bonnie le pasó esto, yo acusaré a quien tenga que acusar. Deberías tener cuidado con él. Puedes ir al trabajo, si es a donde ibas. El sheriff pasará a hablar personalmente contigo cuando haya terminado aquí.

En cuanto Clintok salió, Vanessa cogió el café de la mesa y lo vació en el fregadero.

Ness: Sandeces de chulo tocapelotas y soplagaitas que solo piensa con la polla. -Giró sobre sus talones cuando Zac entró-. Y a ti no quiero oírte decir ni una palabra.

Zac: De acuerdo.

Ness: Maldita sea. ¿Es que queréis embestiros con los cuernos, como hacen los ciervos? Hay una mujer muerta. Una mujer que trabajaba para mí. Una mujer a la que yo apreciaba. Una mujer con familia y amigos, y... Ahí está.
 
Zac se levantó cuando Vanessa se tapó la cara y se puso a temblar. Fue a su lado y la abrazó. En esa ocasión ella no se resistió, solo se quedó tensa un momento. Después se apoyó en él, se abandonó.

Ness: Era amiga mía. Era una amiga.

Zac: Lo siento -le dio un beso en la sien, bajó la mano por su espalda-. Ojalá hubiera algo más que decir, pero no lo hay.

Ness: Necesito hacer algo. Estoy mejor si sé qué hacer.

Zac: Necesitas parar un momento. Eso también es hacer algo.

Ness: Llorar es una estupidez. Llorar no sirve de nada.

Zac: Claro que sirve. Vacías algo para poder llenarlo con otra cosa.

Ness: Quizá, pero...

Vanessa volvió la cabeza justo cuando Zac hacía lo propio. Sus labios se encontraron.

Se chocaron, pensaría ella más adelante. De hecho, solo se chocaron: de forma fortuita, una confluencia accidental en el tiempo y el espacio. Quizá se quedaran pegados unos segundos, pero no fue ni remotamente un beso de verdad.

Aun así, echó la cabeza hacia atrás.

Ness: Esto... esto es una falta de respeto.

Zac: Ha sido sin querer.

Entre frustrada y azorada, Vanessa alzó la mano y se enjugó las mejillas mientras echaba a andar.

Ness: No has sido tú, no he sido yo. Ha pasado sin más. Es una mañana espantosa, espantosa, y ha pasado sin más. Tengo que ir al Pueblo Hudgens. Mi madre ya debería de haber llegado. Tengo que explicárselo. Tenemos que... Dios mío, debemos pensar la manera de explicárselo a todos. -Se apretó los párpados con los dedos-. Tú tienes que ir al CAH. Ya andamos demasiado cortos de personal allí.

Zac: ¿Y si llamo a Alex y le cuento lo que ha ocurrido? Parece que él y tu padre van a tener que ir al resort. Querrás estar con toda la familia cuando se lo expliques.

Vanessa suspiró hondo, bajó las manos.

Ness: Tienes razón, tienes razón, y tendría que habérseme ocurrido a mí. Pediremos a Mike que nos lleve. Clintok ha dicho que la policía ya está cortando la carretera. -Cerró los ojos un momento, volvió a erguir la espalda-. Vale, sé lo que tengo que hacer. En marcha.


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