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jueves, 3 de diciembre de 2020

Capítulo 5


La cita fue todo un éxito, teniendo en cuenta que estaban uno en brazos del otro, besándose apasionadamente, antes de entrar en casa de Zac. Todavía era lo suficientemente temprano como para tener una sesión de besos en el sofá, y cayeron juntos en él, ayudándose por turnos a quitarse las chaquetas y las botas. En pocos segundos estaban en su posición favorita en el enorme sofá, explorando la suavidad de sus labios y sus bocas. El cuerpo de Vanessa se volvió suave y dócil, como era de esperar, y el de Zac, duro y urgente.

Zachary le susurró al oído:

Zac: Vanessa. Ven a mi cama.

Ness: No.

Zac: ¿No? -preguntó débilmente-. Vanessa, no lo dices en serio.

Ness: Sí lo digo en serio. No.

Zac: Pero… me besas como si estuvieras preparada. ¿Por qué no?

Ness: Sólo nos conocemos desde hace tres semanas, para empezar.

Zac: Más o menos te conozco de toda la vida, aunque no hubiera vuelto a verte desde que te quitaron el aparato. Pero te he conocido intensamente durante estas tres últimas semanas.

Ness: Nos hemos conocido superficialmente durante una semana e intensamente durante las dos siguientes. Tal vez yo necesite un poco más.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Porque sólo hace seis meses que rompí con Ed. No ha pasado demasiado tiempo.

Zac: Una eternidad. A estas horas yo ya debería haber conseguido que te olvidaras de su existencia.

Ness: Creo que la habré olvidado en un par de semanas. Y me gustaría saber lo que sientes tú después de haber tenido la oportunidad de estar tirado en una playa, rodeado de mujeres bellas con trajes de baño muy pequeños.

Zac: Oh, eso. Escucha, eso ni siquiera forma parte de la ecuación. De verdad. Ese viaje no tiene nada que ver con lo que siento.

Ness: Tiene que ver con lo que siento yo.

Zac: Vanessa, si no lo hubiera preparado todo para estas vacaciones tanto tiempo antes de conocerte, ahora no lo haría. Y era algo más que mi deseo de perderme entre biquinis, créeme. Era un plan conveniente, convincente. Si iba a ese viaje no tendría que ser rehén en un crucero con todas mis hermanas y sus hijos. Ya te he explicado que mis cuñados son estupendos, pero cuando sus mujeres están cerca…

Ness: ¿Se comportan como esposos y padres?

Zac: Se comportan al contrario que los tipos normales -dijo asintiendo-. Hemos estado en un par de viajes de pesca juntos, y sé que son gente magnífica. Son como mis hermanos. Pero cuando están con mis hermanas y con mis sobrinos…

Ness: Se comportan como esposos y padres.

Zac: Pero yo no lo soy. Me aburro indeciblemente. Mi único escape es tomar un brandy y fumar un puro con mi padre, y mantener con él una conversación sobre medicina veterinaria. Vamos, ¿no sientes pena por mí? Es como un asesinato.

Ness: Entonces, ¿no estabas deseando ver a tus antiguos compañeros de la universidad?

Zac: Claro que sí. Estudiábamos juntos varias noches a la semana. Y, después de la licenciatura, todos nos fuimos en direcciones distintas. A Jerry se le ocurrió esta gran idea del viaje, pero ahora hay otras cosas que yo preferiría estar haciendo… -arqueó una ceja con lascivia-. 

Ella se rió.

Ness: De todos modos, no estoy lista. No lo estaré hasta que hayan pasado tus vacaciones del Club Med.

Zac: Ya te he dicho que no tiene nada que ver con el Club Med. ¿Estás esperando a que te diga que te quiero? Porque si estás esperando a que te diga que te quiero…

Ella le puso un dedo sobre los labios para acallarlo.

Ness: No te metas ahí, Zachary.

Zac: Puedo llamar a la agencia de viajes mañana mismo y sacarte un billete. Ven conmigo.

Ella se echó a reír nuevamente. Le había agradado la invitación.

Ness: Dios Santo, eres capaz de meterte en muchos problemas y en muchos gastos por el sexo.

Zac: Por ti. No sólo por el sexo, sino por ti.

Ness: Estoy impresionada, pero no, gracias.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: En cualquier otro momento del año te habría dicho que sí, pero en Navidad no. Mi familia no consigue estar reunida muy a menudo, y mi madre ha trabajado mucho para que las fiestas sean estupendas.

Él la besó profundamente. La hundió en el sofá con su cuerpo y le sujetó las manos a los lados, entrelazando sus dedos con los de ella.

Zac: ¿Y si yo decido no ir de vacaciones?

Ness: ¿Cancelar unas vacaciones que ya has pagado? ¿Dejar de ver a tus amigos de la facultad? No seas ridículo.

Zac: Entonces, ven conmigo.

Ness: No.

Zac: Entonces yo tampoco voy.

Ness: Tienes que ir. Esto es importante, Zachary. Tienes que irte y ampliar horizontes. Seguramente se te ha olvidado lo mucho que añoras a tus amigos, lo mucho que te gustaría ver a cientos de mujeres en tanga. Tienes que ir. Tengo interés en comprobar cómo serás cuando vuelvas.

Él lo meditó durante unos segundos.

Zac: De acuerdo -susurró-. Quiero un trato.

Ness: ¿Qué trato?

Zac: Yo iré a la playa sin ti, mi novia virtuosa, y tú pasarás la Navidad con tu familia, y esta noche dormirás conmigo.

Vanessa se rió.

Ness: No. No hasta que hayas pasado tu tiempo entre tangas. Y con las veterinarias con las que salías. ¿Son guapas?

Zac: ¿Tina y Cindy? Sí, son muy guapas, pero como ya te he dicho, estábamos mejor como compañeros de estudio. Cariño, he perdido por completo el interés en los tangas. A no ser que tú quieras ponerte uno para que nos divirtamos.

Ness: No creo que eso vaya a suceder.

Zac: Vanessa, no me interesan los tangas. Ya no. Sólo me interesas tú. Esto no tendrá nada que ver con la delgaducha de Susanna, ¿verdad? Porque yo no estoy molesto por Ed.

Ella cabeceó.

Ness: Lo único que todavía me queda por superar con respecto a Susanna es que era guapa, femenina y delgada, salvo por un busto excepcional, y elegante, mientras que yo soy bajita y sé cortarle la cabeza a una gallina. Pero lo estoy trabajando.

Zac: No eran de verdad. Se compró un par de pechos por su vigésimo cumpleaños. Yo prefiero acariciar pechos más pequeños y auténticos.

Ella le dio un beso corto en los labios.

Ness: Bueno, Zachary, si esto sale bien, creo que tienes posibilidades -le sonrió-.

Él se quedó en silencio durante un momento, con una mirada seria.

Zac: ¿Sabes? Si no hubiera pagado ya las estúpidas vacaciones, las cancelaría. No es lo que quiero ahora mismo.

Ness: Pues yo quiero que vayas y te lo pases muy bien. No estoy preocupada por los biquinis. No mucho.

Él se estrechó contra ella para demostrarle que todavía seguía excitado.

Zac: Pues resulta que tres semanas es tiempo suficiente para mí. Prefiero no ir.

Ella le puso la mano en la mejilla y sonrió de nuevo.

Ness: Ni siquiera un gran gesto como ése te serviría de nada esta noche.

Él cabeceó.

Zac: No quiero estar lejos de ti durante diez días. Acabo de encontrarte. ¿Qué pasaría si el idiota de Ed apareciera y consiguiera convencerte de que se merece otra oportunidad?

Ness: Eso no puede suceder. Casi no me acuerdo de cómo era. Estaré aquí misino cuando vuelvas.

Zac: ¿Y si me siento tan solo y consternado que me acuesto con una ninfómana de pechos enormes y vuelvo a tu lado haciéndome el inocente, sin contártelo, sólo para darte una lección?

Ness: Lo sabría.

Zac: Con Ed no te diste cuenta.

Ness: Ya lo sé. He pensado mucho en eso porque para mí ha sido un verdadero problema el hecho de no haberme dado cuenta. Pienso que Ed no era tan importante para mí, o me habría disgustado por pasar tan poco tiempo juntos, y no me ponía triste. ¿Acaso no me habría dado cuenta de que había algo raro en todo aquello si me hubiera importado más? No creo que lo quisiera tanto como me imaginaba. Pero, por mucho que me resista, contigo las cosas son distintas, Zachary.

Zac: ¿En sólo tres semanas? -le preguntó suavemente-.

Ella negó con la cabeza.

Ness: No me ha costado tres semanas enteras.

Él respiró profundamente, gruñó y le dio un beso profundo, caliente, húmedo, que duró una eternidad. Cuando finalmente levantó los labios, le dijo:

Zac: De acuerdo. Haremos las cosas a tu manera. Esperaremos hasta que estés preparada. Y cuando todo termine y estemos juntos para siempre, no te creas que vas a poder mangonearme de esta manera.

Ness: Trato hecho -respondió entre carcajadas-.

 

Zachary llamó dos veces a Vanessa antes del mediodía, el lunes. Primero quería saber si podía llevar algo a la granja.

Ness: Creo que tenemos un par de bandejas de lasaña en el horno para la cena, y mi madre está haciendo el pan. ¿Qué te parecería traer una botella de vino tinto?

La siguiente llamada, Zac dijo:

Zac: Sé que trabajas el martes. Yo me marcho el martes por la tarde. Así que esta noche, si paso el examen de tus hermanos y padres, ¿vas a venir a estar conmigo un rato?

Ness: Sólo un rato. Y no intentes convencerme de que te vas a la batalla y tengo que demostrarte mi amor antes de que partas, ¿entendido?

Zac se rió.

Aquélla era la mejor parte de Vanessa. Su sentido del humor. Y su belleza. Y su fuerza. La fortaleza siempre le había atraído. Algunas veces, cuando la estaba abrazando, se sentía como si estuviera anclado a la tierra. Ella no tenía ni idea de lo poco atractivas que le resultaban las mujeres tímidas, débiles, frágiles. ¿Acaso aquellas mujeres hacían que los hombres se sintieran fuertes y capaces? Porque para Zachary, el hecho de ser elegido por una mujer fuerte y segura de sí misma satisfacía necesidades que ni siquiera él mismo sabía que tuviera.

Tenía que hacer algunas llamadas y visitar a algunos pacientes en las granjas: un par de vacas con hongos y animales que iban a parir pronto. Llamó al veterinario de Eureka, que podría sustituirlo mientras estaba fuera, y después fue a una bodega local para elegir unas cuantas botellas de vino tinto para la cena en casa de los Hudgens.

Cuando llegó, la granja parecía una feria. Había dos caravanas aparcadas en la parte trasera de la casa, lo cual, seguramente, eliminaba la necesidad de que Vanessa prestara su casa. También había camionetas y motos de nieve. En el porche había apoyados contra la pared un montón de esquíes de travesía. Claramente, los Hudgens estaban allí para pasarlo bien. Había niños por allí corriendo, y varios sentados sobre el cercado del corral. Dentro del corral, Vanessa tenía a un par de niños pequeños montados en unos caballos. Ella sujetaba las riendas y hacía que dieran vueltas por el redondel, mientras ellos se agarraban a la perilla de las monturas. Había cuatro hombres, el padre y los hermanos, apoyados en la cerca, observando.

Zac se acercó y apoyó los brazos en la barandilla superior, junto a los demás.

Zac: Bueno, aquí estoy, para la inspección.

El hombre que estaba a su lado se giró hacia él y sonrió.

Ben: ¡Eh, tío! He oído decir que estás saliendo con mi hermana. Me alegro de verte, amigo -añadió mientras le tendía la mano-. ¿Es cierto? ¿Estás saliendo con Vanessa? Porque podría darte información que te proporcionaría el control absoluto sobre ella.

Brad: Zachary Efron -le tendió la mano también-. No había vuelto a verte desde hace veinte años. Finalmente has pasado el metro sesenta. ¡Felicidades!

Zac: Sí, y me deshice del acné -dijo entre risas-. ¿Cómo te va?

Ben: Jim, ¿te acuerdas de él? -le preguntó a su hermano mayor-.

Jim: Sólo me acuerdo de Zac por el fútbol. No era capaz de hacer un placaje en condiciones, pero corría que se las pelaba.

Zac: Tenía que correr. Si alguien me alcanzaba, estaba muerto. Era el niño más pequeño del equipo.

Jim: ¿Has tomado esteroides, o algo así? Has crecido mucho.

Zac: No, sólo me he hecho mayor, como vosotros. Gracias por dejarme invadir vuestra fiesta familiar. Vanessa estaba impaciente porque llegarais.

Ben: Entonces, ¿es cierto? -insistió mientras sus hermanos y Hank Hudgens lo miraban con intensidad-.

¿Qué le había dicho Vanessa? ¿Que fuera frío? ¿Tal vez esperaba que él bromeara como lo hacían sus hermanos? Sonrió con picardía. Supuso que no era muy frío, pero no iban a poder reprocharle que no fuera sincero.

Zac: Me vuelve loco. ¿Dónde la teníais escondida? ¡Yo ni siquiera sabía que estaba aquí! ¡Me la encontré en un bar!

Ben: Esa es nuestra Vanessa. Por ahí, cazando a un tipo.

Zac volvió a reírse.

Zac: En realidad, lo que hizo fue rescatar a ocho perritos abandonados. Creemos que son collies de pastoreo. Son una monada. ¿Cuántos quieres?

Ben le puso una mano en el hombro.

Ben: Paso de los cachorros, amigo mío. Pero tenemos cerveza, Zachary. Y, en serio, podemos contarte cosas que te darán años de control. Poder. Autoridad. ¿Verdad, chicos?

Brad: Sí.

Jim: Sin duda.

 

Fue un día increíble para Zachary, aunque no fuera una experiencia del todo nueva. El lugar era un poco más pequeño y estaba más abarrotado que en las reuniones de su propia familia, pero la interacción era más o menos la misma. Los hombres hablaban un poco alto, los niños se volvían locos y las mujeres tenían pequeños roces por cosas de la cocina, como si el pan debía llevar mantequilla de ajo o no, y si la ensalada debía aliñarse o no. Movieron algunos muebles para poder acomodar a diecisiete; tuvieron que extender la mesa del comedor y montar dos mesas plegables. El niño más pequeño que estaba presente en la cena tenía tres años, y el mayor, catorce, y se sentaron todos en la mesa de los niños, algo que era igual en las familias Efron y Hudgens. Zachary se sintió a la vez como en casa, y como un invitado especial.

Los hijos del matrimonio Hudgens se habían casado bien; sus esposas eran mujeres atractivas, divertidas, llenas de energía, y había mucha comunicación entre la familia, lo cual siempre era bueno. Los niños se portaron bien. Sólo hubo un par de problemas, que las madres endosaron a los padres. La señora Hudgens agasajó a Zac de una manera muy acogedora, tal vez con esperanza, mostrándole su aprobación. El señor Hudgens, a quien Zac había llamado Hank durante los dos años que llevaba ejerciendo allí, le dio a Zac su chaqueta y le llevó al porche delantero mientras los demás recogían la mesa después de cenar. Hank le dio un puro. Ninguno de los hermanos los acompañó, así que Zac supo que aquélla era la charla que un padre mantenía con el hombre que salía con su hija.

Hank le encendió el puro a Zac.

Hank: No tengo mucho que decir acerca de esto. Siempre me he llevado bien contigo, así que no tengo ninguna queja.

Zac: Eso está bien -respondió tosiendo-. 

Fumaba un puro una vez al año, y nunca se acordaba de ir despacio.

Hank: Sólo quiero decir un par de cosas.

Zac: Estoy listo.

Hank: Me cae muy bien Vanessa. Es buena gente. Es muy buena. Nunca le haría daño a nadie. Pero no te vuelvas vago con ella, porque es buena, pero también es dura. Se mantiene firme si hay alguna injusticia, y no tiene miedo a los enfrentamientos. ¿Y lista? Podría llevar esta granja con los ojos cerrados. Como sus hermanos no querían, se la ofrecí a ella. Sin embargo, ella me dijo que, si se quedaba aquí cuidando de las vacas, nunca saldría ni haría otra cosa. Si trabajaba fuera, por lo menos, hay más gente en su vida. Eso es lo que me dijo. Ella compró el salón de belleza y yo vendí el ganado. Es mejor que seas bueno con ella.

Zac: Sí, señor.

Hank: Ni se te ocurra hacerle daño, Zachary. No quiero ver sufrir a mi hija, a quien admiro y respeto.

Zac: Se lo prometo.

Hank: Porque si le haces daño…

Zac: ¿Me va a pegar un tiro?

Hank: Vaya, demonios, ¿cómo iba a hacer una cosa así? Yo no soy un hombre violento. Sólo extendería el rumor de que no vales nada como veterinario.

Sin poder evitarlo, Zac estalló en carcajadas.

Hank: Sin embargo, los chicos sí son violentos, cuando se trata de defender a Vanessa. Así que sé bueno. Probablemente es demasiado temprano como para hablar del futuro, ¿no?

Zac: No, señor. A mí, Vanessa me cae mejor incluso que a usted. Tengo intención de tratarla muy bien mientras salgamos, y creo que sería una buena relación para nosotros dos. También creo que podemos tener futuro, Vanessa y yo. Sin embargo, ella es una chica lista y decidida, y es decisión suya.

Hank: Sí, supongo que sí.

Zac: Bueno. Entonces, ¿puede desearme suerte, por lo menos?

Hank: Claro que sí, Zachary. Que tengas mucha suerte. Intenta no estropear las cosas.

Zac: No, señor. Buen puro, a propósito.

Hank: Sí, no está mal, ¿verdad? No sé de dónde los he sacado. Seguramente me los trajo uno de los chicos.

Pocos minutos después, Ben se unió a ellos en el porche. Después Brad, y después Jim. Zac se acercó a Ben y le preguntó en voz baja:

Zac: ¿Cómo sabías que ya había terminado de hablar conmigo?

Ben: Si no había terminado, era que no ibas a dar la talla -respondió encogiéndose de hombros-.

Zac: Sólo por curiosidad, ¿ha tenido muchas charlas como ésta?

Ben: Creo que tú eres el primero.

Zac: ¿Y ese perdedor de Ed?

Ben: Ah, Ed. Creo que Vanessa no lo trajo muchas veces a casa. Por lo que tengo entendido siempre estaba muy ocupado. Yo lo vi una vez, creo, y no fue en vacaciones. Le vendió un par de cosas para la granja a mi padre, antes de que Vanessa y él empezaran a salir. ¿Papá? Ed no nos caía muy bien, ¿verdad?

Hank soltó un resoplido y dijo algo despreciativo entre dientes.

Zac: ¿Y por qué no os caía bien?

Hank: Me engañó con el precio de una embaladora de heno. Dijo que era el mejor de todo el condado. Sólo tardé un mes en encontrar precios mucho más bajos.

Zac: Entonces, ¿no tuvo nada que ver con cómo trató a su hija?

Hank: Hijo, ¿de verdad piensas que si un tipo te engaña con una embaladora puedes fiarte de él cuando sale con tu hija?

Zac: Nunca lo había mirado así.

Hank: A mí no se me ocurre mirarlo de otro modo.

Zac: Vaya -dijo sintiéndose privilegiado-. 

«Sí», pensó. «Yo también voy a elegirle el novio a mi hija y le voy a dar una buena charla».


Cuando terminaron los puros, los hombres volvieron dentro y se reunieron con las mujeres, que estaban tomando café en la cocina. Zac se detuvo en la puerta y le hizo una seña a Vanessa.

Zac: ¿Puedes venir un segundo? -Cuando la tuvo frente a sí, le dijo-: Voy a adelantarme. Quédate aquí con tu familia todo el tiempo que quieras. Yo les daré de comer a los perros y los limpiaré, y me aseguraré de que su cama esté seca.

Ness: Puedo ir contigo ahora.

Zac: No, quédate. Yo cuidaré a los perritos y, cuando tú llegues, podré estar más tiempo contigo. A propósito, ¿ya está organizado todo para cuidarlos cuando yo no esté? Apenas hemos hablado de ello…

Ness: No te preocupes, Zac. Virginia y yo hemos hablado de los detalles. Vamos a compartir el trabajo. Si te parece bien, yo misma me encargaré de repartir a los que han sido adoptados en Nochebuena. Creo que Pam, la encargada de mi tienda, quiere quedarse con uno, lo cual ya sólo nos deja tres. Yo los cuidaré.

Zac: Dile a todos los que adopten a un perrito que, si los traen a la clínica dentro de un par de semanas, los examinaré y les pondré vacunas gratis.

Ness: Eso es muy amable por tu parte, Zachary.

Zac: Entonces, te veré en un rato -dijo y le dio un beso casto en la mejilla-. Gracias por todo, señora Hudgens. Me alegro de haberos conocido a todos.

**: Que tengas buen viaje -respondió alguien-.

Zac: Encantado de conocerte.

*: Buen viaje.

Les estrechó las manos a los hombres y se marchó.

Durante el trayecto de vuelta a casa, fue pensando en dos cosas. Estaba impaciente por tener a Vanessa entre sus brazos. Y que no quería estar alejado de ella durante diez días. Ninguna playa paradisíaca llena de mujeres desnudas podría hacer que cambiara de opinión. Sin embargo, había hecho las maletas un poco antes porque no quería dejarlo todo para el último minuto, y sabía que aquellas vacaciones pasarían pronto. Después, en lo concerniente a él, todo iría viento en popa con ella. Tenía treinta y dos años y había salido con bastantes mujeres, pero no recordaba haber deseado tanto a ninguna. Demonios, quería a toda su familia. Quería presentarle a la suya. Quería que los dos se unieran y crecieran juntos.

Zac había estado comprometido, incluso, y nunca había sentido nada parecido. Era raro.

Acababa de llegar a casa, y los cachorrillos estaban lamiendo la cena, cuando sonó su busca. Reconoció el número de teléfono de un criador de caballos, de cuyos animales se ocupaba Zachary. Sus pacientes favoritos, los purasangres. Aquella familia no vivía cerca. Estaban en la frontera del condado, en Mendocino.

Respondió la llamada. Una de las yeguas más valiosas estaba teniendo un aborto, y estaba aterrorizada, dando coces a las paredes del box.

Colgó el teléfono y llamó a Vanessa.

Ness: ¿Zac? ¿Qué ocurre?

Zac: Oh, Vanessa, detesto tener que decirte eso, pero tengo que atender una urgencia. Hay una yegua que está teniendo un aborto, y el establo está en Mendocino. Puede que se complique. Creo que llegaré tarde.

Ness: No te preocupes por la hora, Zac. Ve a ocuparte de la yegua.

Zac: Cariño, no deberías esperarme aquí. Tal vez tarde mucho. Puede que tenga que estar fuera toda la noche y vuelva con el tiempo justo para ducharme y salir hacia el aeropuerto. Pero, Vanessa, no voy a marcharte sin verte. En el peor de los casos, pasaré mañana por tu peluquería para despedirme.

Ness: No tienes por qué hacerlo, Zac. Si tienes poco tiempo, llámame.

Zac: Sí tengo que hacerlo -insistió-. No puedo marcharme sin abrazarte, sin darte un beso.

Ness: Eso es muy agradable, pero si no puede ser, lo entenderé. Conduce con cuidado. Espero que todo vaya bien con la yegua.


Pese a que Zac le había advertido que quizá no volviera hasta muy tarde, Vanessa fue a su casa. Había notado en su voz que él deseaba pasar un poco de tiempo con ella, y ¿qué le impedía estar allí? Si él no había vuelto por la mañana, les daría de comer a los cachorros y volvería a casa a ducharse y prepararse para el trabajo.

Inexplicablemente, se sintió atraída hacia la habitación principal, aunque no tuviera ningún motivo para ir. Al ver un par de maletas en el suelo, abiertas y llenas de ropa, se sintió muy triste. ¡Iba a echar mucho de menos a Zac! Estaba desilusionada, porque había esperado con impaciencia poder disfrutar de un par de horas en su compañía antes de tener que separarse de él durante diez días. Y seguramente, eso no iba a suceder.

Con un suspiro, volvió a la cocina a encargarse de los perritos. Después fue a la sala de estar y se sentó en el sofá. Aquel sofá solitario. No quería marcharse tan pronto; quería darle tiempo para que llegara a casa y le contara lo que había sucedido. Miró a su alrededor por la sala y la encontró vacía. Por lo menos, comparada con la de la granja, que estaba llena de comida, adornos, gente, risas y felicidad.

Encendió la chimenea de gas para hacerla más acogedora, y después, siguiendo un impulso, fue al garaje y miró en los armarios que había en las paredes. Sonrió. La madre de Zachary se lo había puesto fácil. En uno de aquellos armarios había cajas etiquetadas. Vanessa abrió varias de ellas.

Tenía intención de darle un toque de Navidad a la casa, aunque sólo fuera para una noche, o una madrugada. Puso un centro en la gran mesa de roble de la cocina, y un par de velas gruesas y brillantes en un lecho de acebo artificial en la mesa de centro. Después colocó una guirnalda y unos calcetines para Santa Claus en la repisa de la chimenea, adornó las plantas de la casa, dos grandes ficus y un rododendro, y ató lazos rojos a los respaldos de las sillas de la cocina.

Abrió una caja de vajilla de Navidad y sacó unas tazas. Encendió el horno y rebuscó por la cocina, riéndose. Era evidente que Zachary no cocinaba mucho, y ella no sabía cuánto tiempo debía de llevar allí la lata de harina. Además, el azúcar se había quedado hecho un ladrillo. Sin embargo, tenía mantequilla y M&M, así que Vanessa sólo tardó media hora en hacer unas seudo galletas con pepitas de chocolate. Encontró polvos de cacao y puso unas cucharadas en las tazas, a la espera de rellenarlas con leche. Después cubrió las galletas con un film de plástico.

Ness: Navidad por un día -se dijo satisfecha-.

Volvió a colocar las cajas ordenadamente en el armario y miró el reloj. Casi las once, y ella tenía que levantarse pronto para ir a trabajar. Sin embargo, no tardó ni un segundo en tomar la decisión. No se encontraba un novio de calidad todos los días. Apagó algunas de las luces de la casa, se quitó las botas, se sentó en el sofá y pronto se quedó dormida.


1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy tiernos�� siguela��

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