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jueves, 4 de junio de 2015

Capítulo 5


**: Cielo santo, ¿a qué viene todo este jaleo?

Ashley Speer se giró en las gradas y alargó el cuello para mirar a la multitud que se había congregado en la entrada del campo de béisbol.

Ness: No tengo ni idea. Ni que hubiera llegado el presidente del gobierno.

Ash: ¿No será Will, verdad? Hablé con Miley ayer mismo y no dijo que pensaran venir este fin de semana.

*: Será mejor que eche un vistazo -el sheriff Scott Speer se levantó y bajó por las gradas, con cuidado de no pisar a nadie-. ¡Eh, si es Zac! -gritó a su esposa y a Vanessa una vez que hubo echado un vistazo de cerca-. Es incluso mejor que una visita del gobernador.

Ness: Debí haberlo imaginado -murmuró-.

Ash: ¿Qué te pasa? -Luego echó una ojeada rápida a su alrededor, se acercó a Vanessa y le susurró al oído-: ¿No te preocupará que se quede en Crooked Oak el tiempo suficiente para sospechar lo de Andrew?

Vanessa lanzó a su amiga una mirada asesina.

Ness: ¡Baja la voz! Alguien podría oírte.

Ash: Ya sabes cómo se chismorrea en este pueblo. Deberías saber que Grace Baker...

Ness: ¡Ya sé que ha estado saliendo con ella!

Ash: No te pongas así. Por lo visto, han salido dos veces, pero Grace no consiguió seducirlo. Tú ya me entiendes.

Ness: ¿Cómo diablos puedes saber una cosa así, Ashley?

Ash: Al parecer, Grace se lo ha dicho a algunos clientes de Amber's. A mí me lo contó Becky McKinney. Por lo visto, se piensa que hay otra mujer en la vida de Zac. Una mujer de Crooked Oak -hizo una pausa, sonrió y preguntó provocativamente-: ¿Tienes idea de quién puede ser esa mujer?

Ness: No deberías prestar atención a las habladurías.

Ash: Quizá no, pero cuando tienen que ver con Zac Efron y una de mis mejores amigas, las escucho.

Ness: Si sigues hablando, alguien acabará oyéndote.

Ash: Mira, ya vuelve Scott. Y Zac viene con él.

Vanessa se encogió. Zac se dirigía directamente hacia ella, atravesando la multitud de amigos y curiosos, que no dejaban de pararlo para estrecharle la mano y darle la bienvenida al pueblo.

Scott se sentó junto a su esposa, que se corrió un poco para dejar sitio libre entre ella y Vanessa.

Ash: Hola, Zac. Me alegro mucho de verte. ¿Qué te parece nuestro nuevo campo de béisbol?

Zac: Es mucho mejor que el que solíamos utilizar nosotros, ¿eh, Scott? -se sentó entre las dos mujeres, y luego se giró hacia la que tenía a la izquierda-. ¿Cómo estás esta noche, Vanessa?

Ness: Bien, gracias -contestó con una sonrisa forzada-.

Scott: ¿Cómo es que has venido a ver el partido de béisbol? Ashley y yo procuramos no perdernos ningún partido de Andrew. Ya sabes que es nuestro ahijado.

Zac: He venido por el mismo motivo que vosotros. Para ver a Andrew jugar.

Vanessa se mordió el labio inferior y rezó por que Ashley mantuviera la boca cerrada. Aparte de Mike, su amiga era la única persona del mundo que sabía que Andrew no era hijo de Drew Hudgens.

Ash: Así que Andrew te ha conquistado. Seguro que te invitó a venir y no has podido resistir la tentación de ver a un joven lanzador que te recuerda a ti mismo a su edad.

Vanessa notó un fuerte pellizco en el estómago. Deseó decirle a Ashley que se callara, pero protestando no haría sino empeorar las cosas.

Zac: Sí, supongo que tienes razón. Lo vi en el entrenamiento del otro día, y es muy bueno. Quizá incluso mejor que yo cuando tenía su edad.

Scott: Le he dicho a Vanessa que Andrew debería cambiar de equipo, que los Bulldogs de Austin nunca han ganado un campeonato -explicó-. Pero Andrew y ella son leales al equipo en el que ha jugado desde el principio.

Zac: Creo que Vanessa ha hecho lo correcto. Le ha enseñado a su hijo lo que en realidad es importante en la vida -colocó la mano sobre la de Vanessa y la miró directamente-. Yo apenas estoy empezando a aprender esa lección.

Vanessa no retiró la mano ni desvió la mirada. En vez de eso, le sonrió, conmovida por el cumplido y cautivada por la profundidad de sus ojos azules.

Conforme el partido avanzaba, Zac reparó en algunos errores que Austin permitía a los chicos. Errores que, seguramente, le costarían el partido, a pesar de la brillante actuación de Andrew. Cuanto más observaba al hijo de Vanessa, más lo maravillaba su talento innato. Y sentía algo más, algo extraño, una insistente sensación en la boca del estómago. Ver a Andrew era como retroceder en el tiempo y verse a sí mismo de niño. Alto, esbelto, perfectamente coordinado. Entregado con pasión al juego. Agraciado con una habilidad natural muy superior a la de cualquier jugador medio.

Notó una punzada de arrepentimiento, un efímero momento de tristeza al comprender lo que se había perdido. La dicha de la paternidad.

«Pero aún no es demasiado tarde» le dijo una voz interior. «Solo tienes treinta años. Dispones de mucho tiempo.»

Pero no le preocupaba tanto el tiempo como encontrar a la mujer ideal. Una mujer como Vanessa Hudgens.

Meneó la cabeza. ¡Diablos! ¿De dónde había sacado semejante idea? Él no era partidario del matrimonio, ni pretendía serlo en muchos años. Quizá nunca. No era propio de él ponerse sentimental por un crío, aunque ese crío le recordara a sí mismo.

Scott: Eh, Zac, deberías bajar ahí y darle a Austin unas cuantas indicaciones -sugirió-. El equipo necesita ayuda para no perder el partido.

Zac: Puede que Austin no agradezca unos consejos que no ha solicitado.

Scott: Qué diablos, seguro que no le importa. Al contrario, te lo agradecerá mucho. De hecho, he visto cómo miraba hacia aquí un par de veces.

Ash: Adelante, Zac -le dio un codazo-. Andrew no podrá ganar el partido solo.

Zac: ¿Qué opinas tú, Vanessa?

Ness: Si quieres ayudar al equipo de Andrew, baja y dale a Austin los consejos que creas convenientes. Que sea un hombre estupendo no significa que tenga que ser también un gran entrenador.


Los Bulldogs ganaron el partido gracias a un tanto marcado por Andrew. Los hinchas del equipo se volvieron locos, pues no estaban acostumbrados a ganar muchos partidos, y menos contra equipos de la categoría de los Eagles.

Tras el frenesí posterior al final del encuentro, Zac rodeó a Vanessa con el brazo y la retuvo a su lado, mientras los agradecidos padres acudían a dar las gracias al famoso ex jugador de béisbol.

Andrew se acercó corriendo a Zac, que instintivamente alargó los brazos para darle al pequeño un efusivo abrazo de enhorabuena.

Andrew: Uauh, qué partido -sonreía con la alegría de la victoria-. Nunca había sido tan feliz.

Austin: Debemos agradecer a Zac que nos haya ayudado a ganar -dijo sonriendo de oreja a oreja, con una mano en el hombro de Ben Flecher y la otra en el de Dylan Baker-. Un gran partido, chicos. Sabía que teníais lo que hay que tener.

Zac: Ésta es vuestra noche, muchachos. ¿Qué tal si os invito a una pizza?

Los niños dieron gritos de alegría. Los padres acordaron en que todo el equipo se reuniera en la pizzería de Martino para celebrar la victoria, por cortesía de la leyenda local del béisbol.

Andrew: ¿Puedo ir con Zac? -pidió-. Por favor, mamá, por favor.

Sin retirar el brazo de los hombros del niño, Zac dijo:

Zac: Sí, mamá, por favor.

Ness: Está bien. Ve con Zac. Les pediré a Ashley y Scott que me dejen en Martino.

Zac: ¿No has traído tu coche?

Andrew: No, hemos venido en el de Scott -explicó-.

Zac: Entonces, ¿por qué no dejamos que tu madre venga con nosotros? Así los Speer se ahorrarán el viaje.

Andrew: Sí. Es una idea genial. Ven con nosotros, mamá.

Ness: Iremos muy apretados en el Porsche de Zac -objetó-.

Andrew: No importa, mamá. Yo me encogeré para que haya más sitio. Ven con nosotros. Por favor.

Vanessa sabía que no tenía elección. Igual que Zac, quien le sonrió con aquella sonrisa confiada y perversa que la había atormentado en sueños durante doce años.

Los Bulldogs y sus padres ocuparon la pizzería esa noche y celebraron la victoria a lo grande. Grace Baker, que había aparecido quince minutos antes de que concluyera el partido, pasó la velada entera observando a Zac. El escrutinio de la mujer se extendía a Vanessa cada vez que Zac le sonreía o la tocaba, lo que sucedía bastante a menudo. Y dicho escrutinio incomodaba a Vanessa, puesto que los manifiestos celos de Grace resultaban evidentes a ojos de todo el mundo.

**: Si las miradas matasen, ya serías un cadáver -susurró Teresa Flecher a Vanessa-. Grace no está acostumbrada a que le den calabazas, y parece que le da rabia que Zac te preste tanta atención. Seguro que se pregunta por qué te prefiere a ti.

Vanessa se ruborizó ligeramente. Cielo santo, ¿tan obvio era que Zac Efron estaba cortejándola, prácticamente, delante de docenas de amigos y vecinos?

Zac le echó a Vanessa el brazo por los hombros y la atrajo hacia sí.

Zac: ¿Se puede saber de qué cuchicheáis las dos?

Teresa: De la furia del infierno -respondió con una sonrisa que acentuaba los hoyuelos de su cara regordeta-.

Zac: ¿Qué? -la miró con perplejidad-.

Ness: Es una broma privada -explicó-.

Zac: Cosas de mujeres, ¿eh?

Al final de la velada, todos los padres fueron acercándose a Zac para estrecharle la mano y darle las gracias de nuevo. Todos salvo Grace Baker, que se marchó con Dylan un poco antes.

Zac: Bueno, ya es hora de que os lleve a casa -dijo al ver cómo Andrew bostezaba-.

Alargó la mano y torció la gorra del pequeño.

Andrew: Eh, si estoy despierto -se rió-. ¿Puedes quedarte un rato con nosotros cuando nos lleves a casa? No quiero que esta noche acabe nunca.

«Ni yo» se dijo Zac. «Nada me gustaría más que quedarme con vosotros un rato cuando os lleve a casa. Me gustaría ayudar a tu madre a acostarte, y ver cómo me miras con ojos llenos de felicidad cuando des las buenas noches. Y me gustaría que tu madre me invitase a dormir con ella.»

Zac: Eso debe decidirlo tu madre -dijo al fin-.

Andrew: ¿Podrá quedarse, mamá? ¿Por favor?

Ness: Solo unos minutos -accedió-.

Cuando Andrew se quedó dormido sobre su madre, en el estrecho asiento del Porsche, Zac pensó en lo inadecuado que era un coche deportivo para un padre de familia. Entonces se recordó que él no era un padre de familia, sino un tipo solitario que hacía de padre por una sola noche.

Cuando Zac detuvo el Porsche junto a la casa, Vanessa miró con ternura a su hijito.

Ness: Despierta, dormilón.

Andrew: ¿Eh? -pestañeó, pero no llegó a abrir los ojos-.

Zac: Podría llevarlo yo, de no ser por el brazo lastimado -dijo mientras abría la portezuela-.

Ness: Puede caminar -tomó la barbilla de Andrew y la sacudió con suavidad-. Vamos, campeón. Ya estamos en casa.

Andrew: Está bien -bostezó, abrió los ojos y dirigió una somnolienta sonrisa a su madre-. Zac es un gran tipo, ¿verdad? Ojalá fuera mi padre.

Vanessa miró de reojo a Zac, que acababa de abrir la portezuela del pasajero, y notó que el corazón se le subía a la garganta.

«Dios mío, ¿por qué has permitido que esto suceda? Todo iba bien hasta que Zac regresó a nuestras vidas.»

Suprimiendo sus caóticos pensamientos, salió del coche y tomó las manos de Andrew para ayudarlo a salir.

Ness: Gracias por habernos traído -le dijo a Zac-.

Zac: Creía que me habíais invitado a quedarme un rato.

Ness: Andrew se cae de sueño. No sé si lograré ponerle el pijama antes de que caiga dormido como un tronco.

Zac: Deja que lo acueste yo -sugirió-. Mientras, tú puedes preparar algo de beber... café, o...

Ness: ¿Por qué no te vas a tu casa, Zac?

Andrew: Ah, mamá, deja que entre y me ayude a acostarme -pidió-.

Ness: Está bien -accedió por fin-. Mientras tú acuestas a Andrew, prepararé café -echó un vistazo al reloj-. Son las once y media. Puedes quedarte hasta las doce.

Vanessa entró en la casa, seguida de Zac, quien cerró la puerta y echó el pestillo.

Zac: ¿Qué ocurrirá entonces? -preguntó en tono provocativo-. ¿Me convertiré en una calabaza? ¿Perderás tu zapatito de cristal, o...?

Ness: Nada de eso. A las doce te irás a tu casa y yo me meteré en la cama.

Zac le dirigió aquella sonrisa traviesa e irresistible que su hijo había heredado de él.

Zac: De acuerdo. Me iré a medianoche, si es necesario.

Ness: Es necesario.

Zac: Vamos, campeón, a la cama.

Siguió al pequeño hasta su cuarto, decorado con infinidad de pósters de béisbol, en su mayoría del lanzador estrella de los Atlanta Braves, Zac Efron.

Andrew se desplomó en la cama.

Andrew: Cielos, Zac, siento mucho tener tanto sueño. Apenas puedo mantener los ojos abiertos. Me gustaría haber hablado contigo del partido.

Zac: Ya hablaremos mañana. Ahora, necesitas descansar. Has jugado un gran partido, y eso cansa.

Andrew: Lo he hecho bien, ¿verdad?

Zac: Más que bien. Esta noche has sido una auténtica estrella.

Andrew: Igual que tú -bostezó-.

Zac se sentó en el borde de la cama y le quitó al pequeño el jersey de los Bulldogs.

Zac: Sí. Igual que yo.

Sintió el extraño impulso de tomar al hijo de Vanessa entre sus brazos. Percibía la necesidad del pequeño de conectar con una figura paterna, con un hombre al que respetara y admirara. Y lo raro era que le gustaba la idea de ser el padre de Andrew. El niño tenía algo que... le llegaba a lo más hondo.

Cuando hubo terminado de ponerle el pijama, le dio una palmadita cariñosa en la mejilla.

Zac: Hasta mañana. Lanzaremos unas cuantas pelotas juntos.

Andrew: ¿Me lo prometes?

Zac: Sí. Siempre y cuando tu madre esté de acuerdo.

Apagó la luz, cerró la puerta del dormitorio y se dirigió a la cocina. Encontró a Vanessa sentada a la mesa de madera, con una humeante taza de café en la mano. Cuando Zac entró, ella alzó la mirada y señaló con la barbilla la taza que había en el otro extremo de la mesa.

Zac: Se ha apagado como una vela. Estaba exhausto.

Ness: Ha sido una noche perfecta para Andrew -se acercó la taza a los labios-.

Zac: También lo ha sido para mí. No me sentía tan vivo desde... Bueno, desde hace mucho tiempo.

Ness: Siéntate, Zac. Tenemos que hablar. -Él se sentó, tomó la taza y sorbió el café-. Zac, te agradezco que hayas ayudado a los Bulldogs y le hayas brindado a Andrew una experiencia que nunca olvidará, pero... No sé cómo decirlo.

Zac: Dilo, sin más.

Vanessa soltó la taza, tomó aliento y se inclinó hacia Zac.

Ness: Andrew se está encariñando demasiado contigo. Te admira. Y esta noche ha... ha...

Zac: Ha dicho que ojalá yo fuera su padre. Y crees que eso es malo para él.

Ness: No. Sí. ¡Oh, Dios! Es malo porque sufrirá mucho cuando te vayas del pueblo para siempre. No entenderá cómo pudiste marcharte sin siquiera mirar atrás.

Zac: ¿Estamos hablando del presente? ¿De Andrew? -inquirió-.

Ness: ¿Qué insinúas? Pues claro que sí. Estoy hablando de... Oh, ya comprendo -retiró la silla y se levantó. Con los puños crispados, dirigió a Zac una mirada furiosa-. Crees que estoy hablando de mí. De hace doce años, cuando te fuiste de mi vida sin siquiera mirar atrás.

Zac: ¿Es de eso de lo que estás hablando?

Ness: No lo sé. Quizá. En parte, sí -reconoció al tiempo que daba un puñetazo en la mesa-. Maldita sea, Zac. No dejaré que le hagas a mi hijo el daño que me hiciste a mí. No permitiré que juegues a ser su padre durante unos meses mientras estás en Crooked Oak. No permitiré que llegue a quererte y luego se le parta el corazón cuando ya no tengas sitio para él en tu vida.

Zac: Eh, eh, espera un momento -soltó la taza, se levantó y rodeó la mesa, deteniéndose delante de Vanessa-. ¿Por qué estás tan furiosa, cariño?

Oh, Dios santo. Había cometido el error que quería evitar. Había hecho que Zac sospechase. Pero no podía decirle la verdad.

«Estoy furiosa porque me dejaste embarazada y jamás pensaste en las consecuencias de la noche que pasamos juntos. Y me casé con un hombre bueno y amable, con edad para ser mi padre, porque no quería que nuestro hijo fuese un bastardo.»

Zac le tomó la barbilla y la obligó a mirarlo.

Zac: ¿Me odias de veras?

Apretando los labios, ella meneó la cabeza. ¡Oh, Dios, ojalá pudiera odiarlo!

Él la miró profundamente a los ojos y volvió a preguntar:

Zac: ¿Me odias?

Ness: No -la palabra brotó apresuradamente de sus labios-.

Zac le colocó la mano en la mejilla y le pasó el pulgar por el labio inferior. Ella suspiró, incapaz de resistirse.

Zac: No sé qué me pasa contigo -dijo con voz queda y ronca-. Quiero serte sincero... No he pensado mucho en ti durante todos estos años. Pero desde la noche que volví al pueblo y te encontré en la casa, no he podido sacarte de mis pensamientos.

Ness: Pues no me explico la razón -temblaba por dentro, y rezó por que su temblor no se reflejara también exteriormente-. No soy precisamente una mujer inolvidable.

Zac: En ese caso, ¿por qué pienso en ti sin cesar, día y noche? Pude haber poseído a Grace y a otra docena de mujeres de Crooked Oak, pero solo te deseo a ti. A ti, Vanessa.

Ness: Me deseas porque siempre te he rechazado -colocó la mano sobre la de él y se la retiró de la mejilla. Zac entrelazó los dedos con los suyos-. Pero te dije que sí una vez. ¿Recuerdas? Me poseíste. Ya soy una conquista más en la lista de Zac Efron.

Zac: Jamás fuiste eso, cariño. Créeme.

Ness: Entonces, ¿qué fui, Zac? ¿Un caso de caridad?

Zac: ¡Maldita sea, mujer!

La agarró por el cuello y la atrajo hacia sí. Le cubrió los labios con los suyos en un beso ardiente, ansioso, intenso.

Ella se estremeció conforme el deseo cobraba vida en su interior, prendiendo fuego a su vientre. Entonces, inesperadamente, Zac interrumpió el beso y la apartó de sí.

Zac: ¿Nunca has pensado que quizá ya no soy el mismo chico egoísta que te poseyó en el asiento trasero de su coche? ¿Que por entonces no era lo bastante maduro para apreciar a una chica especial como tú? ¿Y que ahora sí soy lo bastante hombre para reconocer y desear a una mujer de verdad cuando llega a mi vida?

Vanessa permanecía inmóvil, boquiabierta, mirándolo con los ojos abiertos como platos. Zac se dio media vuelta y salió de la cocina.

Ness: ¡Zac! -corrió tras él hasta el porche. Estaba a punto de subir en el Porsche cuando volvió a gritar su nombre. Se giró para mirarla-. No te odio. Nunca te he odiado.

Zac: ¿Podemos empezar de nuevo? -pidió-. ¿Hacer borrón y cuenta nueva? Si te pido que salgas conmigo, ¿aceptarás?

Ness: Puede... puede ser. ¿Por qué no me llamas y me lo propones?

Zac: Tal vez lo haga -se metió en el coche y se alejó-.

Vanessa se abrazó a sí misma y permaneció un rato en el porche, estremeciéndose con la fría brisa de primavera mientras el reloj del salón anunciaba la medianoche.




¡Qué guay! ¡Van a tener una cita! Ya era hora...

¡Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

woow wooow tendran una cita!!!!
que tierno, espero que zac cambie y se lo demuestre a vanessa
ella es buena y se lo merece
pero ahora el problema es cuando vanessa le cuente a zac lo de su hijo que pasar?
esta novela esta muy buena
siguela pronto!!!!!

como siempre tus elecciones de novelas son las mas interesantes y romanticas

Maria jose dijo...

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que tierno, espero que zac cambie y se lo demuestre a vanessa
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pero ahora el problema es cuando vanessa le cuente a zac lo de su hijo que pasar?
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