topbella

miércoles, 10 de junio de 2015

Capítulo 8


Zac entregó un cheque al agente inmobiliario y le estrechó la mano. Por primera vez en muchos años, estaba convencido de haber hecho lo correcto. El puesto de entrenador en Greenville seria suyo, si aún lo deseaba, cuando transcurrieran un par de años. Para entonces, suponía que ya habría decidido qué camino tomar. De momento, necesitaba algo de tiempo para adaptarse a su nueva vida, y el mejor lugar para hacerlo era Crooked Oak. Debía admitir que no estaba seguro de hasta que punto Vanessa Hudgens había influido en su decisión de no trasladarse a Greenville de inmediato. Solo sabía que la idea de no ver a Vanessa regularmente no le atraía en absoluto. No había dejado de pensar en ella día y noche en las dos semanas que habia estado ausente. Y en Andrew. Vanessa y su hijo tenían algo especial.

¿Sería eso lo que necesitaba, lo que realmente quería? ¿Una familia?

No estaba seguro de nada, y menos de sus pensamientos acerca de un posible futuro con Vanessa. Pero supuso que alquilando un local en el pueblo para poner una tienda de artículos de béisbol podría distraerse, ocupar las horas, mientras aclaraba sus ideas y decidía qué deseaba en realidad. Zac había tomado esa decisión la noche anterior, mientras aún estaba en casa de Dan y Linda, en Atlanta. Había llamado a la inmobiliaria a primera hora de la mañana. Y sintió un gran alivio al tomar una serie de decisiones definitivas de cara al año siguiente. Se quedaría en Crooked Oak, abriría la tienda, restauraría coches antiguos y quizá incluso trabajaría de vez en cuando en la granja.

Y cortejaría a la viuda de Hudgens. Deseaba tenerla en su cama día y noche. Simplemente recordar la última vez que hicieron el amor le provocaba una excitación casi dolorosa.

Pero sabía que tendría que aclarar las cosas con ella. La había llamado casi a diario la primera se mana que estuvo fuera, pero luego, al darse cuenta de lo mucho que Vanessa significaba para él, se asustó y se echó atrás, esperando que sus sentimien tos por ella cambiasen. Llevaba una semana sin lla marla, y seguro que estaba disgustada.

Zac se guardó en el bolsillo las llaves del local que acababa de alquilar, salió de la inmobiliaria y se sentó tras el volante del Porsche. ¿Debía ir a la granja antes de hablar con Vanessa, o llegarse directamente al taller? Decidió que lo mejor sería ir a verla, afrontar su enfado, sacarla del taller y llevarla hasta la cama más cercana.

Vanessa dio un puntapié al neumático del Honda e hizo una mueca de dolor. ¡Maldición! Llevaba una semana descargando su frustración sobre cual quier objeto inanimado siempre que el nombre de Zac Efron se cruzaba por su mente. ¡Canalla egoísta y desconsiderado!

Debió habérselo esperado. Ya no era una quinceañera ingenua y bobalicona. ¿Por qué no siguió los dictados de su mente, en lugar de dejarse llevar por el corazón? De haberlo hecho, ahora no estaría tan dolida y furiosa. No había tenido noticias de Zac desde hacia una semana. Y eso que había planeado estar solo unos cuantos días. Seguramente, no pensaba regresar a Crooked Oak. Y a Vanessa no le importaba lo más mínimo.

«Mentirosa» se burló de ella una voz interior. «Si que te importa. Te importa muchísimo. Te mueres por dentro y lo sabes. Todos tus sueños y tus esperanzas se han evaporado. Zac Efron te ha vuelto a utilizar. Y te ha dejado, igual que hace doce años.»

Vanessa dio un puñetazo en la capota del Honda, soltó la llave inglesa en la caja de herramientas y se sacó un trapo del bolsillo trasero del mono. Echando un vistazo al reloj, cayó en que era bien entrada la hora del almuerzo. El estómago empezaba a gruñirle. Tenía por delante una tarde muy ajetreada. Mike se había tomado el día libre para acompañar a Christie al ginecólogo. Por fin iban a saber el sexo de su futuro hijo, y Mike estaba entusiasmado. Mientras se limpiaba las manos en el trapo, Vanessa recordó su propio embarazo. Por aquel entonces tenía dieciocho años y estaba sola y asusta. Drew Hudgens la había rescatado, casándose con ella, amándola y siendo un buen padre para su hijo. ¿Qué habría hecho sin él? Ninguna mujer debia pasar el embarazo sola, sin un hombre a su lado. Zac Efron se había perdido una de las experiencias más preciosas que existían en la vida de una persona.

«¡Deja de pensar en él!» se reprendió a si misma. «Deja de torturarte pensando en lo que hubiera podido ser. Zac ha desaparecido de tu vida. Y a bien gracias. Solo os habría causado problemas a ti y a Andrew.»

Vanessa se aseó apresuradamente, sacó el bocadi llo y las patatas fritas de la bolsa, se sirvió una taza de café y se sentó a la mesa de la oficina. Al cabo de un rato, cuando hubo terminado de almorzar y se disponía a tirar los envoltorios de la comida en la papelera, oyó que un coche se detenía en el exte rior del taller. Estiró el cuello para echar una oje ada por la ventana y vio el Porsche de Zac.

Todos los músculos del cuerpo se le paralizaron.

¿Qué diablos hacía allí? ¿Habría ido a despe dirse? Bien, pues no tenía por qué haberse moles tado. Ella ya se había despedido de él. Lo había ex pulsado de su corazón.

«Otra vez te estás mintiendo a ti misma», le dijo la vocecita interior.

Oh, cielos, debía de tener un aspecto horrible. Sin maquillaje. Con el pelo recogido con un pa ñuelo y aquel mono abombado y manchado de grasa.

Se lamió los labios. Zac caminaba hacia la puerta. Ni siquiera le daría tiempo a peinarse un poco, pensó Vanessa mientras él abría la puerta de la oficina.

«Finge despreocupación» le aconsejó la voz. «Finge que no te importa lo más mínimo que haya vuelto al pueblo. Que nada de lo que tenga que de cir te interesa.»

Zac puso el pie en el umbral y dudó.

Zac: Hola, cariño -dijo con aquella profunda voz de barítono-.

Ness: Hola, Zac.

Zac: ¿Y Mike? Parece que hoy estás aguantando el fuerte tú sola.

Ness: Ha ido al ginecólogo con Christie. Hoy sabrán por fin el sexo del bebé.

Zac: Eso es estupendo -dio un paso dubitativo hacia ella, pero se detuvo al ver que Vanessa le volvía la espalda y salía al patio del taller-. Supongo que estás muy ocupada.

Ness: Sí, mucho.

«¡Vete, Zac!» quiso gritarle. «Y déjame en paz. No quiero volver a verte más.»

Zac: Sé que debí llamarte esta semana -dijo mientras la seguía-. Pero preferí esperar a tomar algunas decisiones firmes antes de volver a hablar contigo.

Ness: No tenías ninguna obligación de llamar. No me prometiste nada. Ni tenemos ningún compromiso.

Zac: Estás enfadada, ¿verdad? Sabía que lo estarías. Lo siento mucho, cariño. Es que...

Vanessa se colocó las manos en las caderas y se volvió hacia él, con los ojos inflamados de rabia.

Ness: Mira, Zac, di lo que tengas que decir y márchate. ¿De acuerdo? No tienes por qué consolarme con palabritas amables. No te molestaste en hacerlo hace doce años, y tampoco es preciso que te molestes ahora.

Zac: ¿Quieres darme una bofetada? ¿Te sentirías mejor así?

Ness: ¡No quiero darte una bofetada! Solo que me dejes en paz. Vete y no vuelvas a molestarme.

Zac empezó a caminar hacia ella con pasos lentos y esbozó una sonrisa ladeada.

Zac: Me temo que no puedo complacerte. No tengo la intención de irme. Y he planeado molestarte durante todo el año que viene.

Ness: ¿Qué?

Zac: Francamente, no sé qué nos tiene reservado el destino a ambos, pero pienso quedarme a averiguarlo -siguió acercándose-.

Ness: ¿Vas... vas a quedarte? ¿En Crooked Oak?

Zac: Sí.

Ness: Pero, ¿y el puesto de entrenador en Greenville?

Zac: Será mío dentro de dos años, si lo quiero.

Ness: ¿Y vas a pasar esos dos años aquí, en el pueblo?

«Aunque se quede, eso no significa que lo haga por ti.»

Zac: Uno, como mínimo. He alquilado un local para abrir una tienda de artículos de béisbol. Así tendré algo que hacer cuando no esté arreglando coches antiguos o trabajando en la granja.

Ness: ¿Y cuándo has tomado esa decisión?

Zac: Anoche, exactamente -alargó la mano, pero ella lo eludió apretándose contra la pared. Sonriendo, él la arrinconó con su enorme cuerpo-. Nada de promesas. Ni de compromisos. Aún no. Pero de una cosa estoy seguro. No quiero perderte, Vanessa. Te necesito. Jamás había necesitado así a una mujer. Jamás.

Vanessa no podía pensar, ni siquiera respirar. Zac estaba demasiado cerca. Cerrando los ojos para no verlo, recostó la cabeza en la pared y apretó los dientes.

Él le acarició la mejilla con la suya, bañándole la piel con su cálido aliento.

Zac: ¿No puedes cerrar el taller durante una hora? -le preguntó en tono seductor-. Te he echado mu cho de menos, cariño -su enorme y duro cuerpo se apretó contra ella, mostrándole cuánto la deseaba-.

Vanessa abrió los ojos y lo miró.

Ness: ¿Vas a quedarte en Crooked Oak por mí?

Zac: ¿Acaso no me has escuchado? -le frotó la nariz con la suya-. Solo me quedo por ti. No estoy dispuesto a renunciar a lo que he encontrado con tigo. Quiero quedarme para ver qué sucede.

Ness: ¿Qué... qué crees que sucederá?

Dese aba acariciarlo, abrazarlo para darle la bienvenida a casa. Pero sus instintos le advertían que no se apre surara, que fuese cauta.

Zac: No lo sé. Cualquier cosa. Todo.

Ness: O nada.

Zac: Algo ha sucedido ya -tomó su rostro entre sus grandes manos-. He conocido a una mujer a la que necesito, además de desearla.

Ness: Zac, no puedo andarme con juegos. Tengo una vida aquí. Un trabajo. Y, lo más importante, tengo un hijo que depende por completo de mi.

Zac: No te estoy pidiendo que renuncies a nada de eso -agachando la cabeza, le rozó los labios con los suyos-. Solo quiero formar parte de tu vida. Quiero que seamos amantes y amigos.

Ness: ¿Y Andrew? -inquirió sin aliento-.

Zac: Creo que Andrew y yo podemos ser amigos. Le dejaría bien claro que aún no sabemos a donde llevará nuestra relación, y que quizá acabe trasladándome a Greenville.

En ese momento, sonó el teléfono. Vanessa dio un salto y acudió presurosa a la oficina para contestar.

Ness: Taller Montez, ¿dígame? -escuchó unos momentos y dijo-: ¡Oh, Dios mío! Sí, iré enseguida.

Zac: ¿Qué sucede? No será Andrew, ¿verdad?

Ness: No. No. Era Scott. Ha habido un grave accidente en la autopista 20, y necesitan una grúa.

Zac: ¿Alguien que conozcas?

Ness: Sí, Misty, la hija de Jef y Rachel Holder, una amiga suya. Tengo que ir enseguida. Scott dice que Misty está atrapada en la furgoneta. Pero debemos seguir hablando, Zac. Ven a mi casa esta noche, y...

Zac: Iré al lugar del accidente contigo.

Ness: Pero no tienes por qué... De acuerdo, esta bien. ¡Vamos!

Tardaron diez minutos en llegar.

Scott: Una ambulancia ya está en camino -les explicó en cuanto Vanessa detuvo la grúa-. Paula Carlow salió despedida a través del parabri sas. Mi ayudante le ha hecho la respiración artificial y parece que reacciona, pero está muy mal. Y Misty sigue atrapada en el interior del vehículo. Temo que ese amasijo de metal pueda incendiarse de un momento a otro.

Ness: Entonces, no hay tiempo que perder. Usaré las pinzas de la grúa para abrir la furgoneta.

Tardaron unos minutos en hacerlo. Minutos du rante los cuales Zac observó la escena, recor dando otro terrible accidente. La visión de la san gre. El olor de la muerte.

Scott: Tenemos que sacarla rápidamente. ¿Oléis la ga solina? -se adentró en el amasijo de hie rros-. No quiero moverla, pero creo que no hay más remedio.

Un minuto después de haber sacado a la chica malherida, la furgoneta estalló, y una columna de fuego y humo se elevó hacia el cielo.

Zac inhaló el olor del humo y la gasolina, ab sorbiendo el desastre con todos sus sentidos. Mien tras la humareda nublaba el cielo azul claro, per maneció allí plantado, temblando de pies a cabeza.

Cuando llegaron los bomberos y la ambulancia se hubo llevado a las dos chicas hacia el hospital de Marshallton, Vanessa reparó en Zac. Instintiva mente supo que algo iba mal. Terriblemente mal.

Salió de la grúa de un salto y corrió hacia él.

Ness: ¿Zac? ¡Zac!

Él no respondió.

Conforme se aproximaba, Vanessa vio que estaba empapado en sudor y tiritaba como si tuviera fie bre. Lo agarró por los hombros y lo sacudio con fuerza. Zac la miró con ojos apagados, ausentes. Vanessa volvió a sacudirlo.

Ness: ¡Zac! ¡Reacciona!

Zac: Todos murieron. Excepto yo.

Ness: ¿De qué estás hablando...? -de repente, lo comprendió todo-. Estás recordando el accidente, ¿verdad? El fuego, y... -lo rodeó con los brazos y lo atrajo hacia si-. Zac, eso ocurrió hace un año. Ahora ya estás bien.

Zac: Nunca volveré a estar bien -musitó con voz trémula-. ¿Por qué no pude morir yo también? Me lo he preguntado miles de veces.

Vanessa le pasó el brazo por la cintura y lo instó a caminar. Zac pareció dudar cuando ella abrió la portezuela de la grúa, pero finalmente se subió y aguardó dentro como un niño desvalido.

Mientras conducían hacia el taller, Vanessa lo miró de reojo unas cuantas veces. Ninguno habló. Ella no sabía qué decirle, cómo confortarlo. A veces, una persona debía enfrentarse a sus demonios sola.

Al llegar, Vanessa salió y abrió la portezuela del pasajero.

Ness: Pasa a la oficina y aguárdame allí.

Zac asintió y siguió sus instrucciones mientras ella estacionaba la grúa. Cuando regresó a su lado le puso la mano en el tenso hombro. Él se giró y enterró el rostro en su regazo.

Ness: Todo va bien, Zac. Ya estoy aquí -dijo en tono tranquilizador, abrazándolo-.

Durante lo que pareció una eternidad, ambos permanecieron así, oyendo a lo lejos el ruido de los coches que pasaban y el trino de los pájaros que cantaban en los árboles vecinos.

Ness: ¿Quieres que hablemos de ello? -inquirió al fin-.

Zac: ¡Dios, no! -levantándose lentamente, le echó el brazo por los hombros-. Ni siquiera deseo pensar en ello, pero no consigo desprenderme de los recuerdos.

Ness: El accidente te hizo recordarlo, ¿verdad? -estudió atentamente su expresión-.

Zac le tomó la mano entre las suyas y sentó a Vanessa en su regazo.

Zac: Todo fue culpa mía. Britt no quería ir con Chad y Maddie aquel día, pero yo insistí. Si le hubiera he cho caso, seguiría viva, y... y yo aún sería lanzador de los Braves.

Ness: No tenías modo de saber lo que iba a ocurrir. No puedes culparte.

Zac: Puedo y lo hago. Sabía que Chad bebía demasiado. Incluso intenté convencerlo de que me dejara conducir la lancha, pero no quiso es cucharme. Debí haberlo obligado. Pero, en vez de eso, opté por lo fácil...

Ness: Zac, no debes...

Él tomó su barbilla entre el índice y el pulgar.

Zac: Pero por eso se me conoce, ¿verdad? Por tomar siempre la vía fácil. Siempre me he enfrentado así a los problemas de la vida. Haciendo lo más fácil, molestándome lo menos posible.

Ness: No te tortures así -le cubrió la mano con la suya-. El accidente no fue culpa tuya. No eres responsable de esas muertes.

Zac: Sí, lo soy -le pasó el pulgar por el labio inferior-. Igual que fui responsable de que sufrie ras hace doce años. Sabía que estabas enamorada de mí. Te arrebaté tu amor y tu inocencia y luego te abandoné. Me fui a la universidad y no volví nunca. Ni siquiera me molesté en llamarte ni una sola vez.

Ness: Olvídalo, Zac. Olvida todo eso. La culpa. Los remordimientos. Y el miedo. No podemos cambiar el pasado, de modo que déjalo es tar. Vive el presente.

Zac: Amaba a Britt -susurró-. En la medida en que el gran Zac Efron podía amar a alguien. Pero los dos sabíamos que no duraría. Ninguna de mis relaciones duraba. Era demasiado egoísta. De masiado egocéntrico. Y lo más absurdo es que siem pre escogía a mujeres egoístas y egocéntricas.

Vanessa no deseaba oír aquello... lo mucho que Zac había amado a Britt. Pero si así se sentía me jor, estaba dispuesta a escucharlo.

Zac: ¿Cómo demonios puede una mujer como tú sentir algo por un hombre como yo? -le frotó los labios con el pulgar-. Eres demasiado buena para mí, cariño. Siempre lo fuiste.

Ella le besó la mano y acercó los labios a los su yos.

Ness: Te quiero. Siempre te he querido -musitó con tra su boca-.

Zac: No merezco tu amor. Pero bien sabe Dios que lo deseo. ¡Y lo necesito!

La miró a los ojos y percibió la profundidad de sus emociones, la fuerza de su amor, y en ese dulce momento rezó por ser digno de aquella mujer increíble. Era mu cho más de lo que se merecía. Un regalo caído del cielo.

Mientras ella lo miraba amorosamente a los ojos, Zac reclamó su boca con un posesivo beso que le dijo a Vanessa más de lo que jamás podrían expresar las palabras. Había sido estúpida al pensar siquiera en no entregarse a Zac.

Era suya. Siempre lo había sido. Y lo sería du rante el resto de su vida.




¡Qué bonito! Un poco triste también por los recuerdos de Zac, pero Ness le hará olvidar todo.

¡Thank you por los coments!

Bienvenida a mi blog, Sara. Muchas gracias por leer las novelas que pongo. Me ha impresionado mucho que te leyeras 38 novelas en dos semanas. Es increíble. Me alegro de que te guste mi blog, las novelas que pongo y espero que esta te esté gustando también.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Sara dijo...

Me encanta el personaje de Zac en esta novela, se esta haciendo más tierno por momentos aunque creo que cuando se entere de lo del hijo no le hará ninguna gracias... Esperemos a ver que pasa.
Si, es obvio que me gusta esta novela también. Todas me han gustado muchísimo y esta no iba a ser menos.
Síguela pronto que tengo ganas de saber lo que opina Zac cuando sepa que Andrew es su hijo.
Besos

Unknown dijo...

Me sorprende lo tierno que esta Zac, pero me da mucha pena cuando se entere que el hijo de Ness es suyo y mas cuando a el le esta gustando esto de pensar de ser padre. Solo espero que el no se enoje y entienda a Ness.


Me encanto mucho este capítulo.
Sube prontob

Maria jose dijo...

Presiento que ya se aserca el momento
Que Vanessa le dirá a zac de su hijo
Solo espero que lo puedan solucionar
Ok, la novela es muy buena
Amo cada capítulo de ella
Síguela pronto por favor!!!

Saludos y besos

Publicar un comentario

Perfil