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lunes, 2 de marzo de 2015

Capítulo 3


La cocina estaba vacía. Le temblaban las piernas y se apoyó sobre el marco de la ventana, de espaldas a la puerta. Respiró profundamente, pero contuvo el aire en sus pulmones al ver el reflejo de Zac en el cristal de la ventana, junto al suyo. No se volvió, se limitó a observar su reflejo, reconfortada por una sensación de distanciamiento que sabía que no era cierta.

Él, de pie tras ella, apoyó las manos sobre las de ella, aprisionándola con sus brazos.

Ness: Así que tú eres Zachary Efron.

Se forzó a decir, incapaz de soportar el silencio y rezando que el sonido de su voz acallara el de los fuertes latidos de su corazón.

Zac: Y tú eres Vanessa Hudgens -dijo lentamente-.

Ness: ¿Por qué no me lo dijiste?

Zac: ¿Por qué no me lo dijiste tú?

Ness: Tenía mis razones, y probablemente son más fuertes que las tuyas.

Zac: Cuéntamelas.

Ness: Intimidad. Me gusta mantener mi vida privada. Nueva York se ocupa de publicar mis libros, yo no -explicó-. Me gusta ir y venir sin que la gente me mire... o me analice.

Zac: ¿Por qué tenían que hacerlo?

Ness: La gente se queda mirando a un escritor famoso. Y lo analizan si es un escritor famoso de novelas de amor. No me digas que tú no sientes curiosidad -le espetó cínicamente-. No me digas que no le has empezado a dar vueltas al asunto. Que no te estás preguntando qué es lo que hay en mis libros y hasta dónde llega. Hace demasiado tiempo que me dedico a esto como para no darme cuenta. Nueva York está llena de tipos como tú.

Zac: Y por eso viniste aquí.

Ness: Sí.

Zac: Y quisieras que te dejara en paz.

Ness: Sí.

Zac: ¿Por qué, Ness? -pregunto dirigiéndose al reflejo de la cara femenina en el cristal-. ¿De qué tienes miedo?

Ness: No tengo miedo -mintió-. Lo único que ocurre es que no quiero nada de ti.

Zac: Eso es lo que dice tu cabeza. ¿Por qué estás temblando?

Ness: Por... porque estoy desconcertada.

Zac: ¿Por mí? ¿Por quién soy?

Ness: Quizá. Tendrías que habérmelo dicho. ¿Por qué no lo hiciste?

Zac: Por muchas de las razones por las que tú tampoco me lo dijiste. Tenía mis motivos para venir a vivir aquí.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Para escapar de un estilo de vida que no me gustaba. Para intentar descubrir qué es lo que quiero, hacia dónde quiero ir.

Ness: Suena como que ya has llegado.

Zac: ¿Has llegado tú?

Ness: Sí. Tengo lo que quiero.        

Zac: ¿Un hombre?

Ness: No quiero un hombre.

Zac: ¿Y por eso escribes el tipo de historias que escribes?

Ness tragó saliva, incapaz de apartar los ojos del doble reflejo del cristal. Su cuerpo, más pequeño, se ajustaba perfectamente al de Zac. Su cabeza apenas rozaba la barbilla masculina.

Ness: ¿Ya hemos vuelto a lo mismo? -musitó en voz muy baja-.

Zac: Me gustaría saber la respuesta -murmuró bajando la cabeza y cerrando los ojos para aspirar la suave fragancia de su pelo-. Me atraes mucho. Lo sabes -confeso con voz ronca-.

Ella lo sabía. Y no podía negar el calor que sentía en todo su cuerpo al tenerlo tan cerca.

Zac: Dame una oportunidad, Ness. Es todo lo que te pido.

Hipnotizada por la sensual imagen que tenía ante ella, no podía moverse, y menos respirar. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, apoyó su cuerpo sobre el pecho masculino, absorbiendo la fuerza viril y siguiendo sus instintos. El hecho de que era un hombre al que apenas conocía era irrelevante.

Zac: No te haré daño -murmuró acariciando su mejilla con los labios-. Por favor, créeme.

Ness: Pero...

No pudo recordar qué era lo que iba a decir, pues las manos del hombre se posaron en sus caderas y le acariciaron despacio la cintura, el estómago, dibujando círculos de placer en su piel satinada antes de alcanzar sus senos. Antes de que pudiera protestar, él estaba susurrándole frases deliciosas al oído.

Zac: Eras tan suave. Tan suave y delicada...

Vio cómo movía las manos sobre su pecho. Aquel hombre era un desconocido, un extraño, pero la estaba seduciendo de tal forma, que sentía oleadas de calor por todo el cuerpo. No tenía miedo, el miedo era algo que pertenecía a otro tiempo, a otro mundo. Lo que Zac le estaba haciendo era difícil de rechazar.

Zac: ¡Tan dulce! -susurró con la voz áspera-. Pequeña, ha sido todo muy rápido, pero si supieras cuánto te deseo...

Ness se sentía deseada y, por primera vez en su vida,  muy, muy femenina. Su cuerpo anhelaba algo que ella solo había soñado.

Una repentina carcajada proveniente del salón los devolvió a la realidad, recordándoles lo que estaban haciendo y dónde lo estaban haciendo. Ness se irguió y, con los ojos abiertos, se apoyó de nuevo contra el marco de la ventana.

Zac también se sintió desconcertado al darse cuenta de dónde estaba, y se apartó jadeando.

Zac: Diablos, Ness. No sé qué es lo que me ha pasado. Durante toda la semana no he podido pensar en otra cosa más que en abrazarte, en besarte otra vez.

Ness: No has venido a verme -acertó a decir en un susurro-.

Zac: No estaba seguro de si querías que lo hiciera. -Como ella no contestó, siguió hablando-. ¿Te encuentras mejor? -Ella asintió en silencio-. No habrás venido conduciendo la moto, ¿verdad?

Ness: No. Todavía está en el taller.

Zac: Bien. Entonces te llevaré a casa.

Ella alzó la vista.

Ness: ¡No! -exclamó-. Tengo coche.

Zac: Bueno, entonces te seguiré hasta casa. Tenemos que hablar.

Ness: No -se negó-.

Zac, en silencio, le apartó un mechón de pelo de la cara. Iba a seguir hablando cuando la puerta de la cocina se abrió de par en par y Miley apareció ante ellos.

Miley: ¡Eh! Esta es mi cocina -exclamó sonriendo mientras se dirigía al horno-. No deberíais estar aquí, sino ahí fuera, degustando los canapés que he preparado y hablando con el resto de los invitados.

Les señaló la puerta.

Zac: Sí, señora -dijo corno un niño aplicado. Y antes de salir dejó que Ness lo hiciera primero-. Luego -le murmuró al oído-.

Como si lo hubiera gritado o pintado en la pared con enormes letras rojas, aquella palabra estuvo resonando en los oídos de Ness durante el resto de la velada. Para su sorpresa, Zac le dejó sola para que hablara con sus amigos, y mantuvo la distancia, parándose a hablar en los distintos grupos que se habían ido formando a lo largo de la noche. Se preguntó si sería un hombre tan seguro de sí mismo como parecía; cada vez que sus ojos se encontraban, leía lo mismo que le había dicho en la puerta de la cocina. «Luego». La palabra se hacía más tangible a medida que pasaba el tiempo y Ness tenía cada vez más miedo.

Zac también estaba asustado. Nunca había conocido a una mujer como Ness. Su inocencia lo inquietaba. Porque eso era lo que él había notado en la respuesta femenina a su beso la mañana que desayunaron juntos, y a sus caricias aquella noche. Inocencia. Sencillez. Pero ella estaba en lo cierto: a pesar de que no sabía lo que ocurría en las escenas del dormitorio de sus libros, sentía especial curiosidad. ¿Era tan inocente como parecía? ¿Era una mujer de mundo, segura e independiente?

Durante toda la serrana se la había imaginado en su casa sentada en su estudio y escribiendo, rezando para que el nuevo libro fuera un éxito. Qué diablos, seguro que solo con lo que le proporcionaban los derechos de autor de sus otros libros era ya millonaria. Y allí estaba él, pensando en los pequeños lujos con que podría deslumbrarla. Era una experiencia totalmente nueva, pensar que no había nada que ella no pudiera comprarse a sí misma si quisiera... era bastante frustrante. Como lo era la excitación que sentía cada vez que la miraba. ¡Aquella fiesta parecía no terminar nunca!

No era lo mismo para Ness. Si no le hubiera prometido a Miley que se quedaría hasta el final, se hubiera ido nada más terminar el postre. Pero se lo había prometido. Además, Miley, quizá temiendo que su amiga desapareciera, no se separó de ella hasta que, uno a uno, los invitados fueron marchándose. Habiendo perdido la oportunidad para escaparse, Ness esperó, prolongando lo inevitable. Porque si había pensado que Zac se iría tranquilamente con los demás, se había equivocado. Cuando ya solo quedaban Ness, Zac, Miley y Will charlando y tomando una última taza de café en el salón de los Hemsworth, Ness se decidió por fin.

Ness: Supongo que será mejor que me ponga en camino -anunció-. Me gustaría levantarme mañana a las cinco para trabajar.

Mily: Mañana no, querida, hoy .Y no puedes hacer eso. Es domingo. Te mereces un día de descanso.

Ness se levantó y los otros tres siguieron su ejemplo.

Ness: El descanso puede esperar hasta que termine el manuscrito. Y puesto que acabo de empezar...

Lo que quiso ser una indirecta para Zac solo consiguió provocar las protestas de Will y Miley.

Will: Trabajas demasiado. El libro puede esperar. Te mereces un día de descanso de vez en cuando.

Miley: Estábamos pensando en tomar el ferry hasta Falmouth y pasar el día en Boston -añadió-. ¿Por qué no vienes con nosotros?

Ness: No, no puedo...

Miley: ¿Por qué no? Nos divertiríamos.

Zac: El caso es que -interrumpió con su voz sensual- ...estaba esperando que me enseñara la isla mañana por la tarde. No puede negarse.

Miley: ¡Ness! -exclamó-. ¿Por qué no? Zac es nuevo en Vineyard, y si pudieras trabajar un rato por la mañana...

Ness miró a Zac como si quisiera fulminarlo, e ignoró su oferta al instante. Se dirigió a Miley y a Will.

Ness: Sois muy amables, pero no. Me quedaré trabajando.

Will arqueó las cejas y se encaminó hacia el ropero, de donde sacó la chaqueta de Ness. Antes de que pudiera entregársela, Zac se la quitó de las manos y la colocó sobre los hombros femeninos con delicadeza.

Ness sonrió a sus anfitriones.

Ness: Ha sido una velada encantadora. Me alegro de haber venido.

Mily: Deberíamos reunirnos todos más a menudo -contestó dándole un abrazo-.

Will le dio un beso en la mejilla y luego estrechó la mano de Zac.

Zac: Gracias a los dos -añadió-. Tenéis un grupo de amigos estupendo.

Miley sonrió con picardía.

Miley: Espero que la próxima vez te veamos también por aquí.

Zac: Encantado. -Y poniendo una mano sobre la espalda de Ness, la escoltó hasta la puerta de la casa. Cuando la puerta se cerró tras ellos, extendió la mano y tomó la de ella-. ¿Adónde vas tan deprisa?

Ness: A mi coche.

Zac: ¿Te sigo?

Ness: No.

Zac: Me gustaría hablar contigo.

Ness: Es muy tarde. Como les he dicho a Will y Miley, tengo que...

Zac: ¿Qué más da una hora más? Además, tú no querrás mandarme a una enorme casa llena de paquetes amontonados, ¿verdad?

La oscuridad de la noche ocultaba la expresión de su cara y Ness no sabía si estaba hablando en serio o si le estaba tomando el pelo.

Ness: ¿Quieres decir que llevas un mes viviendo en la isla y todavía no has desempaquetado tus cosas?

Zac: No llevo un mes, pero todavía no he desempaquetado nada. Ese tipo de cosas no se me da muy bien.

Ness: ¿No tienes criada o alguien que se ocupe de la casa?

Zac: No -contestó leyendo sus pensamientos-. Dejé a los criados en Nueva York. Yo creía que te lo habías imaginado después de lo entusiasmado que estaba el otro día con tu desayuno.

Ness: Pobre Zac.

Zac: No tanto. Me gusta tener un sitio para mí solo. Es la primera vez en muchos años que no tengo que oír otros pasos que no sean los míos.

Ness se paró delante de un Mercedes y abrió su bolso para sacar las llaves.

Zac: Mmmm. ¿Es este tu coche?

Ness: No está mal. Un paso más arriba que la Suzuki. -La noche ocultó el rubor de sus mejillas-. Puedes entender por qué me gusta la Suzuki.

Zac: No sé. Pero de lo que estoy seguro es de que mucha gente mataría por tener un coche como este -dijo. Y echándose hacia atrás para admirarlo, silbó-. Un Mercedes de dos asientos. No está mal.

Ness: Mercedes, Maserati... no hay mucha diferencia -murmuró abriendo la puerta y deslizándose rápidamente en su interior-.

Pero Zac no iba a dejarla escapar tan fácilmente.

Antes de que ella pudiera cerrar la puerta, él puso la mano y la mantuvo abierta.

Zac: Te sigo.

Ness: Por favor. No tienes por qué hacerlo. Estoy segura de que nos volveremos a ver en alguna otra ocasión.

Zac: Espero que no sea en otro accidente. Mi coche todavía no se ha repuesto. Y yo tampoco.

Ness: Mira -empezó con un suspiro de cansancio-. Esto no va a funcionar. Por favor, tengo prisa.

Zac se la quedó mirando durante un largo rato y, con un gesto de asentimiento, cerró la puerta y dio un paso hacia atrás. Sin más, Ness puso el coche en marcha y se dirigió hacia la carretera. No había pasado ni un minuto cuando vio los faros del Maserati en el espejo retrovisor.

Maldiciendo para sus adentros, apretó las manos sobre el volante. Todavía quedaba la posibilidad de que él se dirigiera a su casa. Después de todo, aquella era la carretera principal de la isla, que la cruzaba de norte a sur, y él había dicho que su casa estaba junto al océano. Cualquiera de los desvíos que salían de la carretera conducían a casas con vistas del océano. Cualquiera...

Para cuando llegó al cruce de Menemsha Road ya estaba segura. Él la estaba siguiendo, tal y como había dicho. ¿Qué iba a hacer ella ahora? Lo último que necesitaba era «hablar» con un hombre que despertaba tan nuevas y profundas sensaciones en su interior. Lo cierto era que sentía curiosidad, e incluso excitación cuando pensaba en ello. Pero le habían hecho mucho daño en una ocasión, y no solo físicamente. No quería pasar por ello otra vez.

Él siguió pegado a su coche hasta que llegó al desvío que conducía a su casa. Ness aparcó el coche en el garaje a la vez que el Maserati lo hacía ante la puerta principal. Cuando ella llegó allí, él ya la estaba esperando.

No dijo nada mientras buscaba la llave y abría la puerta de la casa. Encendió las luces del vestíbulo y luego se enfrentó a él.

Ness: ¿Querías hablar?

Zac: Sí.

Ness: ¿Y bien?

Él miró a uno de los sillones del salón.

Zac: Como quieras.

Se dejó caer en el sofá y se puso cómodo. Luego, sintiéndose un poco incómoda, se refugió en el otro extremo del sofá.

Ness: Bien... ¿qué es eso tan urgente de lo que quieres hablar?

Zac: Tus amigos son muy amables. Me gustan.

Ness: Urgente, Zac. No hay nada sobre mis amigos que no pueda esperar -dijo. Quedándose pensativa por un momento-. A propósito, ¿cómo es que estabas allí?

Zac: Maggie y yo tenemos algunos conocidos comunes en Nueva York. Cuando Miley la invitó a la fiesta, ella mencionó mi nombre. Y Miley, consumada anfitriona, me llamó a mí.

Ness: Ya veo.

Zac: Es un grupo muy interesante -comentó-. ¿Es cierto que Jason ha intentado fotografiarte?

Ness: Es un pelmazo.

Zac: Pero con mucho talento, eso tienes que admitirlo.

Ness: Sí, es cierto -contestó de mala gana.

Zac: Y es bastante atractivo.

Ness: Es un excéntrico.

Zac: ¿Porque tiene el pelo largo y lleva unos vaqueros que se caen a pedazos?

Ness: Porque su idea de fotografiarme es solo montar el escenario adecuado para seducirme. Vamos, Zac, Jason no es un asunto urgente. ¿Qué es lo que tienes en mente?

Zac tomó aire y luego lo exhaló lentamente. Había esperado que ella se relajaría, que incluso le ofrecería un café.

Zac: ¿Quién fue él, Ness?

Ness: ¿Quién? -contestó poniéndose a la defensiva-.

Zac: El tipo que te hizo tanto daño.

Dejando escapar un hondo suspiro, movió la cabeza y miró hacia otro lado.

Ness: No te andas por las ramas, ¿verdad?

Zac: Tú querías saber lo que era tan urgente, ¿no? Bien, te lo estoy diciendo. Algo está ocurriendo entre nosotros y creo que, sea quien sea, se está interponiendo en nuestro camino.

Ness: ¿Qué es lo que te hace pensar eso?

Zac: Tú. Tu reacción ante mí.

Ness: Esto se está complicando mucho -comentó tratando de hacer una broma que relajara la tensión que se había creado entre ambos-.

Pero a Zac no le pareció divertido.

Zac: No hay razón para ello. Dime quién es, o fue. Así tendré una idea de a lo que me estoy enfrentando.

Ness: No te estás enfrentando a nada... ni a nadie. Yo soy yo. Lo que quiero es lo que quiero.

Zac: Mira quién está jugando ahora con las palabras, Ness. Los dos somos personas bastante inteligentes y sabemos que lo que somos es producto de una serie de experiencias vividas a lo largo de los años.

Ness: Cuéntame las tuyas, Zac -explotó-. Para mí eres un enigma. Estás aquí, un renombrado diseñador, que seguramente ha tenido a las mujeres más hermosas del mundo a sus pies y ahora está intentando cazarme a mí. ¿Por qué? ¿Qué atracción puedo tener para ti?

Él no parpadeó.

Zac: Estás aquí, estás sola y das la impresión de ser increíblemente inocente.

Ness: ¿Inocente? ¡Ja!

Zac: ¿Quién fue él? -gruñó empezando a dejarse llevar por su frustración-.

Al escuchar su tono de voz, Ness se levantó de un salto y cruzó el salón hasta la chimenea. Con las manos apoyadas en la repisa de mármol, pasó los ojos por la colección de libros sobre historia antigua y colocó uno que estaba fuera de su sitio.

Zac: ¿Quién fue? -preguntó en tono más suave, y de pie detrás de ella-.

Ness: Mi marido -contestó con desprecio-.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Hace mucho tiempo.

Zac: No puede hacer tanto. No eres tan mayor como...

Ella se volvió y lo miró a los ojos.

Ness: Tenía diecisiete años cuando me casé. Pero tienes razón, no era lo suficientemente mayor como para saber lo que estaba haciendo.

Zac: Eso no es lo que yo iba a decir.

Ness: No importa, es la verdad.

Zac: ¿Qué ocurrió?

Ness: Lo de siempre. No éramos... compatibles.

Zac: Y desde entonces desprecias a todos los hombres.

Ness: Los hombres en general pueden ser bastante crueles. Pensé que en Nueva York sería distinto, pero solo pensaban en una cosa -aseguró con desprecio-. ¿Alguna vez pensáis en algo que no sea sexo?

Zac: Puede ser muy bonito -comentó, divertido.

Ness: O muy aburrido.

Zac: ¿Te aburría? Dímelo, Ness, tengo que saberlo. ¿Sentías algo por esos hombres que conociste en Nueva York?

Ness: No -admitió bajando los ojos-.

Zac: ¿Has sentido algo conmigo antes, en la cocina de Miley? -Ness no contestó. Zac, poniéndole un dedo en la barbilla, le alzó la cara hacia él-. ¿Has sentido algo? ¿O eran imaginaciones mías porque yo lo deseaba con tanta fuerza?

Ness: No -murmuró incapaz de mentir-. No han sido imaginaciones tuyas.

Zac: ¿Entonces has sentido algo?

Ness: Sí.

Zac: ¿Y eso te asusta?

Ness: Sí -balbuceó-.

Zac: Ness -murmuró acariciándola con la voz-, yo no te haré nunca daño. Ya te lo he dicho. Eres... preciosa.

Ness: Un gatito recién nacido también lo es -susurró con los ojos muy abiertos-.

Zac: Pero no como si fuera el único en su especie.

Ness no sabía qué decir. Le habían dicho muchos piropos, pero ninguno en tono tan serio.

Ness: Zac...

Él le puso un dedo sobre los labios.

Zac: Shh. No digas nada. Bésame. He estado esperando que lo hicieras toda la noche. Necesitándolo. Bésame, por favor. Una vez.

No había manera posible de negarse, y menos sintiéndolo tan cerca.

El beso de Zac fue suave al principio, pero luego su boca se abrió, hambrienta. Y ella respondió a su demanda entregándose a él libremente, empujada por una necesidad que nacía en lo más hondo y se extendía a todas las fibras de su ser. Él le rodeó la espalda con los brazos. Ness levantó los suyos y se colgó de su cuello. Zac se separó un poco, volviendo a ella y tentándola con la punta de la lengua hasta que ella lo recibió de nuevo. Qué lejos quedaban los recuerdos de Drake, de los hombres de Nueva York que la abrazaban y la besaban así. Cuando se retiró un poco para tomar aire, él la tomó en brazos y la llevó hasta el sofá del que se había levantado de un salto unos momentos antes.

Trató de protestar, pero él la calmó con sus palabras.

Zac: Shhh, pequeña. Todo va bien. No te haré ningún daño.

Ness: Pero... pero has dicho que... una vez.

Zac: Todavía no se ha terminado.

Los labios masculinos volvieron a los suyos, explorándolos y conquistándolos como si fueran un tesoro.

Terriblemente excitada y deseando que continuara, se arqueó hacia él en busca de nuevas sensaciones. Cuando las manos del hombre empezaron a desabrochar los botones de la blusa, ella gimió, pero su protesta fue absorbida rápidamente por un nuevo beso. Al sentir la piel desnuda, musitó una frágil resistencia.

Ness: No... -susurró contra los labios masculinos-.

Zac: Deja que te acaricie, Ness. Deja que te dé placer.

Ness: Pero apenas te conozco. Y tú... apenas me conoces...

Zac: Déjame. -Apartó sus objeciones al mismo tiempo que le apartaba la blusa y le desabrochaba el sujetador con destreza. Le acarició la piel desnuda de los senos-. ¡Es tan suave!

Su cuerpo se encendió bajo las hábiles manos que la acariciaban, abrasándola y haciéndola gemir de placer. Manos que la recorrían desde la cintura hasta los senos, como queriendo imprimir la imagen de su desnudez en su mente.

Cuando al fin él levantó la cabeza para mirar lo que había estado sintiendo a través de sus manos, ella estaba demasiado excitada para protestar.

Zac: Eres hermosa, Ness, muy hermosa. -Ella se mordió los labios, desarmada-. Me crees, ¿verdad? -preguntó con la voz enronquecida por la pasión-.

Ness: Nunca lo he creído -acertó a susurrar-. Pero tú... casi haces que lo... crea.

Zac: Créelo, pequeña.

Con los ojos fijos en ella, deslizó las manos sobre los pechos, acunándolos y acariciándolos, rozando los pezones con los dedos.

Incapaz de soportarlo, Ness cerró los ojos y escondió la cara en un cojín.

Zac: No, Ness, mírame, bésame, dime lo que sientes.

Ella dudaba de poder decir una sola palabra, pero necesitaba sus besos desesperadamente y tomó su boca con un ardor más elocuente que mil palabras.

Zac: ¿Te gusta? -susurraba entre sus labios sin dejar de acariciarle los pezones-.

Ness: Sí, sí -contestó cerrando los brazos alrededor del cuello masculino-.

Zac: Y esto, ¿te gusta?

Al decirlo, cerró los pezones entre sus dedos pulgar e índice frotándolos eróticamente.

Ness: Sí -suspiró-.

Zac: ¿Y esto otro?

Deslizó una mano hacia abajo, hacia la parte interior del muslo, y la movió lentamente hacia arriba.

Ness: ¡Oh, sí, sí!

Su voz era apenas perceptible, un gemido de pasión, cuando él encontró el calor femenino y la acarició diestramente.

Él le cubrió la boca con la suya mientras le desabrochaba el botón de los pantalones y le bajaba la cremallera, deslizando una mano bajo la tela. Encontró lo que buscaba, cálido y húmedo entre sus dedos.

Ness: ¡Zac... no! -gimió asustada-. ¡No, por favor!

Apretó las piernas, consiguiendo tan solo mantenerlo más cerca. Ningún hombre la había tocado ahí desde Drake, y este la sobaba y manoseaba hasta hacerle sentir dolor. Pero el dolor que sentía ahora era diferente, era un dolor más cálido, más dulce, más fluido y más exigente.

Zac le acarició la cara con la mano libre.

Zac: Lo necesito, Ness. Necesito darte todo el placer. Por favor, déjame. Por favor...

Con los ojos cerrados, gimió suavemente, pues su mano se había empezado a mover lenta y rítmicamente, calmándola, excitándola, desvaneciendo todo temor. Acariciándola con delicadeza, introdujo sus dedos en ella.

Ness nunca había imaginado que aquello pudiera proporcionar tanto placer. Jadeó y arqueó su cuerpo contra el calor abrasador que la consumía. Todo era nuevo para ella. Todo. Nuca se había sentido así.

Sintiendo el placer de la mujer como si fuera el suyo propio, Zac vio su aturdimiento y su confusión.

Zac: Va bien, pequeña -murmuró-. No luches contra ello. Déjalo venir.

Apartándole los mechones de pelo que le caían sobre la cara, él se movió para besarle la frente y los ojos mientras sus dedos la excitaban más y más.

Ness: ¡Zac!

Zac: ¡Sí! -dijo ronco-. ¡Eso es! Déjalo venir.

El cuerpo de Ness se tensó y, colgándose frenéticamente de sus hombros, su ser explotó en espasmos incandescentes e interminables.

Lentamente, el temblor de su cuerpo fue dejando paso a una especie de letargo. Cuando la neblina de la pasión empezaba a disiparse, Ness se dio cuenta de lo que había ocurrido.

Asombrada, abrió los ojos. Los de Zac eran cálidos, expectantes, pero su cara expresaba una sutil tensión.

Zac: ¿Te ha gustado? -preguntó suavemente-.

Ella lo miró y luego se cubrió los ojos con una mano.

Ness: ¡Dios mío!

Zac: ¿Te ha gustado?

Ness: Sí.

En un momento, él la sentó junto a él y la abrazó.

Zac: Entonces, ¿por qué tenías miedo?

Ness: Yo nunca... nunca...

Zac: ¿Nunca lo habías sentido así?

Ness: Nunca...

Zac: ¿Nunca habías sentido un orgasmo?

Ahora le tocaba a él asombrarse, aunque fue entonces cuando comprendió la confusión que había notado en su cara. Había estado casada. Escribía historias de amor y pasión. ¿Y no había alcanzado nunca el máximo placer?

Zac: ¡Oh, Ness! ¡Qué regalo!

Ness: ¿Regalo?

Zac: Para mí. El saber que he sido el primero que te lo ha enseñado... y hay mucho más. ¡Mucho más! -le tomó la cara entre las manos-. No lo sabías, ¿verdad? -Ella no contestó. Solo lo miraba-. Has debido de estar casada con un auténtico burro -maldijo suavemente-. ¿Pero y los otros hombres? Seguro que...

Ness: No los hubo.

Zac: ¿En Nueva York?

Ness: No.

Zac: ¡Dios mío! -suspiró-. Eres prácticamente virgen. -Ella intentó deshacerse de su brazo y alejarse, pero él la apretó con más fuerza-. ¿Qué te pasa, pequeña?

Con los ojos abatidos, se arregló la blusa.

Ness: Me siento congo una tonta.

Zac: ¿Por qué?

Ella se quedó pensativa un momento, luchando por poner en orden sus sentimientos.

Ness: Porque eres prácticamente un desconocido y esto ha sido tan... íntimo. Porque eres un hombre muy experimentado. Y sabías lo que me estaba ocurriendo antes de que yo me diera cuenta.

Zac: Tú lo sabías -replicó-. Y no soy un desconocido. Me has dejado darte placer porque no sentías que estuviera mal, y te ha gustado. Estabas asustada, pero a veces ocurre.

Ness: ¿A ti también? -preguntó alzando los ojos hacia él-.

Zac: Sí, a veces.

De repente Ness pensó que, mientras ella estaba físicamente satisfecha, él no lo estaba. Había sido tan tierno y tan generoso con ella... Estaba asustada, pero tendría que hacerlo.

Ness: ¿Zac? -empezó tímidamente-. Tú no... quiero decir que... Si quieres...

Él se quedó quieto durante un segundo.

Zac: ¿Por qué?

Ella se encogió de hombros y se dijo a sí misma que él tenía razón, que no era un extraño.

Ness: No es justo...

Zac: ¿Quieres decir que harías el amor conmigo solo para equilibrar las cosas? -Ella apartó la mirada con agonía, él le analizó la cara con tristeza. Después, muy despacio, empezó a colocarle la ropa-. De ninguna manera, Ness Hudgens -prosiguió-. Cuando hagamos el amor, será porque los dos lo deseamos.

Ness: Pero tú... -no pudo continuar-.

Esta vez, Zac se levantó y la alzó junto a él, tomándole la cara entre las manos.

Zac: Lo creas o no, me satisface verte satisfecha -dijo sin poder creerse a sí mismo-.

Ness: Entonces tu necesidad no es...

Zac: Te deseo y te necesito ahora, y seguramente cuando llegue a casa tendré que pagar mi caballerosidad. Pero por ahora -dijo bajando el tono de voz-, me basta con saber que has disfrutado conmigo.

Increíblemente conmovida, Ness no podía pensar en nada que decir. Tenía que haber algo muy especial en un hombre que era capaz de eso. ¿Anteponía el placer de una mujer al suyo propio? Los hombres no eran así. Tenia que ser parte de un sueño, de una historia imaginaria como las que ella escribía...

El sonido de un timbre en otra habitación lo hizo reaccionar.

Zac: ¿Qué es eso? ¿El teléfono? ¿El despertador?

Tan aturdida como él, Ness corrió hacia las escaleras. Volvió al cabo de unos minutos tras apagar el despertador.

Ness: Qué raro, he debido de dejarlo puesto sin darme cuenta.

Zac: Son casi las dos de la mañana. No es hora para que suene el despertador. Creía que habías dicho que te levantabas normalmente a las cinco de la mañana.

Ness: Sí -contestó con el ceño fruncido. Luego, se encogió de hombros y esbozó una sonrisa-. Debía de estar completamente dormida ayer cuando sonó y cambié la hora. Menos mal que no estaba durmiendo ahora.

Zac le pasó un brazo por los hombros y la llevó hacia la puerta con él.

Zac: ¿Qué te parece si paso a recogerte mañana sobre las... dos?

Ness: ¿A recogerme?

Zac: Ibas a enseñarme la isla.

Ness: Llevas aquí un montón de días -contestó esintiéndose un poco rara-. No irás a decirme ahora que no la has visto. No es tan grande. Además, tengo mucho trabajo.

Zac: Trabaja por la mañana.

Ness: No creo que me pueda levantar a las cinco. Es muy tarde.

Zac: Estaré aquí a las dos.

Ness: A las cuatro.

Zac: A las dos y media.

Ness: A las cuatro.

Zac: A las tres menos cuarto.

Ness: A las cuatro.

Zac: ¡Venga, Ness! No seas tan intransigente. Las tres es mi última oferta -dijo soltándola y abriendo la puerta-, las tres. O lo tomas o lo dejas.

Mientras él esperaba su contestación. Ness sopesó las implicaciones que esta llevaba consigo. Lo que acababa de sentir bajo sus caricias la hacía estar indecisa. Por un lado, si aceptaba salir con él también admitía que quería llegar más lejos en su relación. Cierto que le había abierto los ojos respecto a unas cuantas cosas aquella noche. Pero una relación sentimental implicaba mucho más que sexo. Y a pesar del delirio al que él la había conducido, todavía le quedaban recuerdos muy dolorosos que no podía borrar de su mente ni de sus sentimientos. Pero, si rechazaba su invitación, ¿qué iba a hacer con la extraña y fuerte curiosidad que sentía?

Zac: ¿Y bien? -preguntó serio-.

Ness: A las tres -murmuró-. Hasta mañana.

Ya hacía rato que el ruido de motor se había desvanecido en la lejanía, cuando Ness cerró las dos puertas de la entrada y apagó las luces. Empezó a subir las escaleras, pero se paró y se volvió para mirar el sofá. Lo que había sucedido allí la había dejado atónita.

La semana anterior su vida parecía estar completamente en orden y más o menos completa. De repente, las cosas habían cambiado. Zac Efron suponía un reto para ella, la fascinaba.

Sin estar dispuesta a dejarse arrastrar por los recuerdos, suspiró y subió las escaleras. Entró en la habitación, se quitó los zapatos y se dispuso a quitarse los pendientes. De repente, se paró, con los brazos en el aire, y miró a la cama. Sobre ella estaba su cepillo de pelo. Estaba segura de haberlo dejado en el cuarto de baño. Desconcertada, echó un vistazo por la habitación y se dio cuenta de que el frasco de su perfume favorito estaba abierto y la caja tirada en el suelo. ¿Cómo podía haber sido tan descuidada?

Cruzando la habitación enfadada consigo misma, recogió la caja y tapó el frasco. Con el ceño fruncido, se apoyó en el tocador. Al cabo de unos segundos se acordó del despertador que había sonado a las dos de la mañana sin ningún motivo. El despertador, el cepillo del pelo, el perfume... ¿Estaría tan distraída últimamente? Recordó el libro que había colocado en la estantería, un libro que hubiera jurado que no había tocado desde hacía meses. Un estremecimiento la recorrió de la cabeza a los pies. Lentamente paseó la mirada por toda la habitación esperando encontrarse con alguien que la vigilara.

Se irguió y respiró profundamente. Coincidencias. Eso era. No había nada que temer. Si se había vuelto un poco más descuidada y olvidadiza, nadie podía culparla, teniendo en cuenta que estaba empezando un nuevo libro y que un hombre como Zac Efron jugueteaba con su paz interior. Era totalmente comprensible que hubiera dejado un libro fuera de su sitio o que hubiera cambiado la hora en su despertador sin darse cuenta. Ocurría lo mismo en Emboscada en otoño, y allí era una coincidencia. Pero la vida no reflejaba las novelas, era al revés.




¡Qué bonito capi!

Zac, ¡qué espero eres! Si te dice a las cuatro porqué te empeñas en que sea antes (¬_¬)

¡Thank you por los coments y las visitas!

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¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Wooowww que capitulo tan lindo
Zac es muy desesperado por ella
Me gusta mucho la novela
Pobre ness esta un poco traumadas por su
Antigua relación con drake
Esta novela es muy linda me gusta mucho

Síguela pronto!!!!

Unknown dijo...

Que lindo capitulo!! Me encanto!

Tengo que decirte que el final me dio mucho miedo por Ness, no se porque presiento que su ex esta por ahí dando vueltas....

Sube prontooo

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