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martes, 10 de marzo de 2015

Capítulo 7


La noche anterior, cuando Ness le había contado algunas cosas, lo había hecho para poner un ejemplo sobre su fértil imaginación. Ahora, no parecían ser simples coincidencias y, aunque no lo deseaba, necesitaba compartirlas, tenía que contarlas en voz alta.

Ness: No estoy segura de por dónde empezar -murmuró-.

Zac la presionó con sumo tacto y paciencia.

Zac: ¿Por qué no lo haces por el principio? Cuéntame lo primero que sucedió y, cuándo.

Ness frunció el ceño intentando recordar. Era difícil, porque entonces ella no le había dado la menor importancia.

Ness: Supongo que fue hace cinco o seis semanas. Cuando creí quedarme encerrada en la casita del jardinero. Bueno, lo cierto es que logré salir enseguida y era algo que se podía comprender fácilmente. La casita es casi tan antigua como la casa en la que vivo, pero no ha sido cuidada con el mismo esmero.

Zac: ¿Qué fue lo que ocurrió después?

Ness: Las luces, un par de veces. Un apagón que duró un rato, aunque -aseguró intentando relacionarlo- es frecuente en Vineyard porque el viento enreda las líneas del tendido eléctrico.

Zac: ¿Les pasó lo mismo a otras personas en aquellas dos ocasiones?

Ness: No lo sé. No hablé con nadie sobre el tema, no se me ocurrió preguntarle a nadie. No duró más de cinco minutos.

Zac: ¿Durante el día?

Ness negó con la cabeza y se estremeció.

Ness: No, siempre por la noche.

Zac: Dejándote en la oscuridad, sola y asustada.

Ness: Bueno, no soy tan miedosa, y además tengo velas y un buen juego de linternas. Y, como ya te he dicho, no duró mucho rato.

Zac: ¿Nunca se te ocurrió llamar a la compañía eléctrica?

Ness: No. Si los apagones hubieran sido más largos lo habría hecho, supongo, pero una vez que la luz volvía no me parecía necesario hacerlo. Pensé que ya tendrían bastantes llamadas y que no necesitaban la mía.

Zac la miró reprochándole no haber sido más cuidadosa y no haberle dado mayor importancia.

Zac: A veces es preferible preocuparnos demasiado que ser descuidados, por nuestra propia seguridad -suspiró-. De acuerdo. ¿Qué más?

Ness: Me parece que lo siguiente fine el accidente con la moto.

Zac: Pero estaba lloviendo. Resbalaste -dijo haciendo el papel de abogado del diablo-.

Ness: Eso es lo que me dije a mí misma. Y nunca podré estar segura de nada.

Zac: Ahora la moto ya está reparada. ¿Te ha dicho algo el mecánico?

Ness: No le he preguntado. Puede ser que resbalara, pero también podría ser...

Zac: ...una pequeña bala en la rueda.

Ness lo miró alarmada.

Ness: Me parece que estoy influyendo en tu imaginación.

Zac: No -le aseguró-. Simplemente estoy anticipando lo que puede pasar en uno de tus libros. -Como ella continuó mirándolo con expresión de asombro, él le contó lo que había estado haciendo la noche anterior-. Ya he terminado de leer La venganza del cuervo y El diablo del bosque, y he leído más de la mitad de Delincuente de medianoche.

Ness: ¿De verdad?

Zac: Totalmente en serio. -Por primera vez desde que ella había llegado a su casa, él sonrió-. No podía concentrarme en nada después de estar contigo anoche. Y tampoco podía dormir, así que me he pasado la mayor parte de la noche leyendo. En La venganza del cuervo está la escena de las escaleras del sótano; y en Delincuente de medianoche la de los barriles cayendo de un tejado y, si cambiamos la casita del jardinero por la bodega, tenemos el primer incidente. Aunque todavía no ha ocurrido nada que hayas plasmado en El diablo del bosque.

Ness: ¡Y espero que no! -exclamó con temor-. En ese hay escenas de serpientes y lobos que no me gustaría tener que revivir.

Ness tembló de nuevo ante la idea. Zac volvió a sonreír, esta vez con afecto.

Zac: ¿Cómo se te ocurrió escribir sobre cosas ante las que sientes tanto asco? -preguntó recorriéndole la espalda con los dedos-.

Ness: Cuando escribí ese libro no dejé de tener pesadillas, una tras otra. Creo que fue el mismo miedo el que creó el libro.

Zac: Lo dudo -dijo imaginando la riqueza de sentimientos reflejados en aquel libro. Incorporándose de la mesa, condujo a Ness hasta una silla y la ayudó a sentarse, poniendo otra silla enfrente de ella y sentándose con las piernas abiertas-. Lo que es seguro es que quienquiera que sea está siguiendo tus libros. ¿Algo más que puedas recordar? Las cosas que aparecen fuera de lugar en tu casa. Mencionaste esa noche.

Ness se irguió en la silla.

Ness: ¿Te acuerdas del despertador que sonó aquella noche a las dos de la madrugada? Puede ser que me hubiera confundido al ponerlo en hora, pero quizá no sea una confusión. Aquella misma noche encontré un libro sobre la repisa de la chimenea que hacía años que no tocaba. Después de que te fueras, subí a mi dormitorio y me encontré el cepillo del pelo sobre la cama y el frasco de perfume abierto -le contó suspirando y encogiéndose de hombros-. Puede que haya sido por mi culpa, que no me diera cuenta, pero normalmente soy bastante cuidadosa y ordenada.

Zac: ¿En qué libro?

Ness: En Emboscada en otoño.

Zac: ¿Y la moto?

Ella eludió su mirada.

Ness: En el mismo.

Zac quedó en silencio durante un largo rato.

Cuando habló, lo hizo en un tono serio y controlado.

Zac: ¿Has llamado a la policía?

Ness: ¡No! -exclamó mirándolo aterrorizada-.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Porque es absurdo.

Zac: ¿Por eso es por lo que has recurrido a mí, porque es absurdo?

Ness: Necesitaba apoyo.

Zac: Porque tú crees que es real.

Ness: Estoy empezando a creerlo -confesó débilmente-.

Zac: Entonces, ¿por qué no acudir a la policía? Si alguien va a por ti...

Ness: La policía va a pensar que soy una estúpida. O eso, o creerán que es una treta mía para conseguir publicidad.

Zac: Pero a mí me lo has dicho. Y yo no pienso que seas una estúpida, y mucho menos que estés buscando publicidad.

Ness: Eso es porque me conoces.

Zac: Gracias -dijo con sequedad agarrándole una mano para contrarrestar el tono de su voz con la ternura de sus manos-. Pero creo que deberías llamar a la policía.

Ness: No -negó con firmeza-.

Sin renunciar a su idea, Zac se decidió por otro camino.

Zac: De acuerdo. Entonces, ¿quién podría ser? ¿Quién podría estar al acecho para hacerte daño?

Ness: Eso es lo más raro de todo. No tengo la más remota idea. Quiero decir que no soy una persona cruel y no he ido por la vida haciendo daño a otras personas.

Zac: Pero a veces la gente está enferma.

Ness: Dímelo a mí -dijo con humor-. El malo del libro que estoy escribiendo es un maníaco en busca de venganza por algo que cree que ocurrió.

Zac frunció el ceño.

Zac: ¿Un maníaco?

Ness: Sí, pero es todo imaginario -dijo moviendo una mano para quitarle importancia-. Yo no tengo enemigos. Y no puedo imaginar quién podría odiarme tanto.

Zac: Piensa.

Así lo hizo, mirando la mano que rodeaba la suya e intentando concentrarse en recordar algún incidente desagradable con algunas de las personas que vivían en Vineyard. Al cabo de un rato, suspiró confusa.

Ness: Supongo que hay personas que se han podido enfadar conmigo en alguna u otra ocasión.

Zac: ¿Corno quién?

Ness: Ruth Bruke, la bibliotecaria que cree que lo que escribo es basura. Hank Mosby, el mecánico a quien le doy calabazas cada vez que me pide que salgamos juntos, Joseph Marovich, el tipo de la oficina de correos... No sé, la lista podría continuar. También está el viejo Billie Dunton, que odia a todo el mundo. Pero esto es ridículo. Nunca he discutido con ninguno de ellos, ni siquiera les he dado una mala contestación....

Zac: Lo sé, pequeña, lo sé -aseguró apretándole la mano-. Pero si te estás enfrentando con una mente enferma no puedes descartar ninguna posibilidad. ¿Quién más?

Ness: Supongo que podría añadir a Jason Blake. Ya escuchaste sus quejas.

Zac: Sí. Lo oí.

Ness: Pero no puedo ir a la policía, Zac. Son todas personas respetables y decentes a pesar de las pequeñas diferencias que pueda tener con ellos.

Soltándole la mano, Zac se recostó en la silla y se quedó pensativo con la barbilla apoyada en el puño.

Zac: ¿Qué me dices de tu ex marido?

Ness: ¿Drake? ¡No! Drake nunca haría una cosa así.

Zac: Estás divorciada. Eso quizá le haya dejado un sentimiento de frustración y ahora está celoso de tu éxito profesional.

Ness: ¿Drake, celoso? No, está demasiado metido en sus negocios para darse cuenta. Y además, él nunca dejaría su trabajo para venir hasta aquí. Y quienquiera que sea tiene que vivir en la isla. Los incidentes no han ocurrido en una semana, sino un tanto distanciados en el tiempo.

Zac: Pero cada vez son más frecuentes -sugirió-. La mayoría de las cosas han ocurrido en los últimos diez días.

Ness: Lo sé -respondió con franqueza-.

Zac: Y la policía tendrá que saberlo también.

Ness: ¡No! -exclamó negándose de nuevo. Después bajó el tono de voz-. Al menos no de momento.

Zac: ¿Tienes alguna sugerencia mejor?

Negó con la cabeza sintiéndose totalmente abatida. Después se levantó y se dirigió hacia la puerta.

Ness: No debí haber venido. Lo siento.

Pero Zac ya estaba detrás de ella, abrazándola por la espalda y apoyándola contra él. Cerró los brazos alrededor de la cintura femenina y se inclinó sobre ella hasta que sus labios se posaron en las pálidas mejillas.

Zac: Nunca vuelvas a decirme eso, Ness. Has hecho bien. Yo te quiero aquí, conmigo. -Muy lentamente la hizo girar entre sus brazos hasta que quedaron cara a cara-. Este es el lugar al que perteneces. A mi lado. ¿Todavía no te has dado cuenta de ello?

De repente todo el miedo desapareció. En su lugar apareció la atracción que había surgido entre ambos desde el principio.

Ness: Creo que estoy empezando a pensarlo -susurró tímidamente rodeándole el cuello con los brazos-. Tiene que haber alguna razón para que este sea el único lugar al que se me ha ocurrido venir.

Zac: ¿Así que admites que lo del pañuelo no era más que una excusa? -bromeó con una mueca de burla-.

Ella recorrió los labios masculinos con los dedos. Se sentía bien. Protegida por el cuerpo masculino y viril, fuerte y duro contra ella. Se sentía segura y a salvo.

Poniéndose de puntillas, sustituyó los dedos por sus labios. Zac la abrazó con fuerza y en ese momento supo que había ido a su casa. Eso era lo que ella quería. Esa sensación de necesitar y ser necesitada que él le estaba trasmitiendo con sus besos. Era una mujer que necesitaba a aquel hombre y nada más que a él para que su vida fuera completa.

Abrió los labios bajo la boca masculina, ambos hambrientos y encendidos por la pasión. Ness tembló y, queriendo más, se arqueó y le pasó los dedos por el cuello atrayéndolo hacia sí. Nunca hubiera imaginado que podría sentir tanto deseo, tanta necesidad de formar parte de otra persona. Y era Zac quien le inspiraba dichos sentimientos, solo Zac.

Repentinamente, un pensamiento le vino a la mente, y, con una fuerza nacida de su propio orgullo, se separó de él.

Nes: ¡Oh, no, Zac Efron! -exclamó mirándolo a los ojos-. Si crees que vas a hacerme eso de nuevo estás muy equivocado. Ya me has dejado plantada en dos ocasiones después de haberme excitado. Pero esta vez no te lo voy a permitir, ¿me oyes? No sé lo que le ha ocurrido a mi vida en las dos últimas semanas, pero le has dado la vuelta por completo. Y yo creía que estaba satisfecha... si ni siquiera sé el significado de la palabra -afirmó bajando el tono de voz-. Pero, Dios, te deseo, te deseo tanto... Y si estás pensando en llevarme por un sendero de pasión para luego dejarme tirada a mitad de camino, ¡olvídalo!

Durante lo que le pareció una eternidad, Zac se quedó inmóvil, mirándola. Después, la expresión de sus ojos pasó del asombro al deseo. Sin pronunciar una palabra ni apartar sus ojos de los de Ness, Zac se quitó los zapatos y la camisa. Luego, desató el nudo que le ataba los pantalones de deporte que llevaba y, junto con los calzoncillos, los empujó hacia abajo y se los quitó.

Entonces le tocó a ella asombrarse. Zac estaba totalmente desnudo, tan gloriosamente viril corno ella había imaginado. Lo recorrió con la mirada, de su cara pasó a los hombros y luego al musculoso pecho, cubierto de fino vello negro.

Era como un dios de bronce. Los ojos de Ness se vieron irresistiblemente atraídos hacia la esencia de la virilidad masculina, que respondía de forma natural a las caricias de la mirada femenina.

Se sintió completamente desnudo. Aunque era consciente de su propio cuerpo y del hecho de que Ness lo admiraba con deleite, lo era más de las implicaciones que aquello llevaba consigo. Al ofrecerse de esa manera a sí mismo, estaba exigiendo un compromiso parecido por parte de Ness; y aunque había sido ella quien lo había retado ante la posibilidad de que la dejara de nuevo insatisfecha, todavía podía echarse atrás. Ahora le tocaba a ella. De pie ante él, sin ser abrazada ni besada, era quien debía decidir, quien debía dar el primer paso. Esperar a que ella se decidiera fue el momento más largo y duro de su vida.

Cuando Ness lo miró a los ojos, él se sentía más indefenso y vulnerable que nunca. Pero Zac no podía saber que era precisamente aquella vulnerabilidad lo que la llevó a él.

Tímidamente, Ness dijo en un susurro apenas perceptible:

Ness: No sé lo que hacer, Zac. Nunca he tenido la oportunidad.

Por un segundo, la expresión masculina se ensombreció.

Zac: Quieres irte.

Ness: ¡No!

Zac: ¿Qué quieres? -preguntó con cautela-.

Ella se mordió un labio y recorrió con la mirada el contorno del cuerpo masculino.

Ness: Quiero... quiero acariciarte -murmuró-.

Él respondió con una sola palabra, en el mismo tono que ella.

Zac: ¿Bien?

Pero no se movió. Ella era quien debía recorrer el corto espacio que los separaba.

En aquel instante, Ness supo lo diferente que era Zac de los hombres que había conocido en el pasado. Él la veía como una mujer libre que debía tornar sus propias decisiones; cuando él le había dicho que lo que quería era que ella lo deseara por él y solo por él, lo había dicho en serio, y Ness se dio cuenta de que la estaba obligando a tomar la iniciativa porque tenía que saberlo.

Ness dio dos pasos hacia delante y posó las manos en el pecho viril. Fue solo entonces cuando él la tocó, agarrándola ligeramente por los hombros y dejando que fuera ella la que mostrara lo que quería, lo que más necesitaba.

Tragando saliva, Ness acarició el pecho masculino deslizando las manos hacia las caderas, hacia los muslos, hacia la fuerza de su masculinidad, acariciándolo lentamente con la palma.

Nunca había acariciado a un hombre de aquella manera tan íntima. Era él quien temblaba ahora y quien dejó escapar un suspiro de pasión. Ness, alarmada, lo soltó.

Zac: ¡Oh, no! -suplicó-. No te detengas. He esperado durante mucho tiempo.

Y le tomó la mano cerrándola sobre él, sujetándola con sus dedos.

Ness, excitada por aquellas palabras y sintiéndose fuerte a su lado, lo acarició deleitándose con el contacto. ¿Era aquello lo que la había aterrorizado, lo que siempre había imaginado como instrumento de dolor y humillación? Parecía imposible, pero no había más que belleza en el excitado miembro viril de Zac.

Zac: ¿Ness?

Ella alzó los ojos hacia él.

Ness: ¿Sí?

Él le agarró la mano y la posó sobre su pecho, haciéndole sentir la fuerza de los latidos de su corazón.

Zac: Tengo que saberlo, Ness. Tengo que saber lo que él hacía.

Ness: ¿Él? -preguntó sin saber a quién se estaba refiriendo-.

En aquel momento, el único «él » que existía en su vida era Zac. Complacido, Zac sonrió y le besó la mano antes de continuar.

Zac: Drake. Tengo que saber lo que te hizo. Estoy asustado, cariño, y tengo miedo de hacerte daño, de hacer algo que te recuerde...

Ness: Shhh -susurró-. No estoy pensando en él, Zac, solo en ti.

Zac: Pero dímelo, Ness. Necesito saberlo.

Ness: Era muy rudo conmigo. Eso es todo.

Zac: ¿Te pegaba?

Ness: No. Me tomaba sin ningún cuidado ni consideración. -Revolviendo humillaciones pasadas. Ness no podía levantar la vista. Las palabras continuaron saliendo de su boca como si tuvieran voluntad propia-. Era poco más que un animal en celo. Cuando sentía la necesidad, yo era su receptáculo. Yo era virgen cuando nos casamos. La noche de bodas fue una auténtica pesadilla. Una y otra vez, sin tener en cuenta sangre ni dolor.

Zac la abrazó apretándola contra él.

Zac: ¿No fue mejor después de aquello?

Ness: Hubiera podido mejorar si él hubiera intentado excitarme. Pero no lo hizo nunca. Mi placer no cabía dentro de su definición del acto sexual. Lo único que le importaba era su propia satisfacción. -Ligeramente avergonzada, alzó los ojos hacia él-. Suena sucio, ¿verdad? -Cuando Zac asintió en silencio, continuó-: Cuando más avergonzaba y humillada me sentía, más rudamente me trataba. Mientras estuve con él, jamás me sentí orgullosa de ser mujer. -Se calló, esperando la respuesta de Zac. Este estaba completamente abatido por su relato-. ¡Oh, Dios! -gimió cubriéndose la cara con las manos-. Me siento sucia. Y lo he estropeado todo.

Zac: Tú nunca podrás estropear nada -declaró mirándole la cara entre sus manos y obligándola a mirarlo-. ¡Nunca, Ness! Es que... me siento... Culpable.

Ness: ¿Culpable? ¿Tú?

Zac: Sí. Yo. -Suspiró y dirigió su mirada hacia algún punto por encima de la cabeza femenina. Cuando volvió a mirarla, la expresión de sus ojos era de humildad y tristeza-. Yo he tomado a mujeres de esa forma. En demasiadas ocasiones. ¡Y me avergüenzo de ello! ¿Sabes?, antes de conocerte no me apreciaba en absoluto. Utilizaba a la gente, a los hombres en los negocios y a las mujeres en la cama. Desde que te conozco, me siento diferente. Me parece que es la primera vez en mi vida que me respeto como un hombre -le confesó con un estremecimiento-. Quizá esto sea el amor.

Ness: ¿Amor? -balbuceó-.

Zac: Sí, amor -confirmó con sus palabras, sus manos, los dedos que acariciaban el rostro femenino-. Te quiero. ¿Es tan difícil de creer?

Ness: Nadie me lo había dicho antes -susurró-.

Zac: Ni yo lo había dicho nunca, así que es la primera vez para los dos.

Ness sintió que se le iba a salir el corazón del pecho.

Ness: ¿Y lo dices de verdad?

Él le sonrió divertido.

Zac: ¿Crees que estaría aquí, tan desnudo como el día que nací, mintiéndote? Te necesito, Ness, te necesito como nunca he necesitado a un ser humano en mi vida. Nunca he necesitado dar tanto de mí, hacer feliz a una mujer, como necesito hacerte feliz a ti. Pero para ello necesito tu ayuda y que tú quieras darte a mí. Ya no es un asunto que dependa de una parte. Por eso es por lo que tenía que saber que me deseabas a mí y solo a mí. Porque yo solo te deseo a ti.

Ness: ¡Oh, Zac! Me haces sentir especial... -murmuró con los ojos empapados en lágrimas-.

Zac: ¡Lo eres! -exclamó abrazándola con fuerza un rato. Luego, se separó un poco y le tomó la boca con la misma ansia y el mismo hambre que antes-. ¿No tienes calor? -preguntó interrumpiendo el beso-.

Cuando ella asintió, él le quitó el jersey y lo arrojó al suelo, antes de disponerse a desabrocharle el sujetador. Se inclinó sobre ella y hundió la cabeza entre los senos desnudos, aspirando el suave perfume de su piel.

Los labios del hombre se perdieron en su garganta, en su pecho, hasta llegar a los pezones. Ness gimió de placer cuando él se los succionó con pasión, hasta que se separó un poco para arrodillarse ante ella y desabrocharle la cremallera de los pantalones.

Los movimientos masculinos se hicieron más lentos, y Ness tuvo que contenerse ante la necesidad de desnudarse tan rápidamente como lo había hecho él. Poco a poco fue bajando los pantalones mientras besaba todo lo que iba dejando al descubierto. La tela fue cayendo por los muslos femeninos y Zac hundió la boca en el oscuro triángulo de vello.

Ness arqueó la espalda y le apretó la cabeza contra sí, temiendo que las piernas no la sostuvieran. Se sintió más viva de lo que nunca se había sentido y se preguntó cómo había sido capaz de escribir aquel tipo de sensaciones si nunca las había experimentado por sí misma. Si sus libros expresaban pasión, era la pasión que ocupaban sus sueños. Pero esto, sin embargo, era real y mucho más profundo. A pesar de que hubiera estado muy cerca de imaginarlo, nunca había experimentado la gloriosa sensación de estar con el hombre que amaba. Porque lo amaba. Decir que Zac era único, que era cálido y cariñoso, inteligente, encantador y un excelente compañero, era decir que lo amaba.

Zac se levantó respirando profundamente.

Ness: Zac -dijo en su susurro, mirándolo a los ojos-. Te quiero.

¿Habría estado él esperando aquellas palabras? El semblante masculino lo decía todo. No necesitaban palabras. Bajando la cabeza, lo besó con inmensa ternura y sus ojos se posaron en el pelo de Ness.

Zac: Nunca lo he visto suelto -murmuró. Ness lo observó con admiración mientras él le iba quitando las horquillas y hundía los dedos en su pelo-. Precioso -susurró, incapaz de apartar la mirada de los mechones que caían sobre sus hombros. Volvió a mirarla a los ojos recorriéndole el cuerpo con las manos como si de una diosa se tratara-. Eres preciosa, Ness, maravillosa. Y creo que si no hago el amor contigo ahora mismo voy a morir.

Ness: No lo hagas -susurró con una sonrisa en la cara-. Si te mueres, nunca lo sabré.

Zac: ¿Saber qué? -preguntó posando las manos tras ella y apretándola más íntimamente contra sí-.

Ness: Nunca sabré lo que es hacer el amor de verdad -jadeó-. Nunca sabré lo que es darte placer. Nunca sabré lo que es sentirte muy dentro de mí.

Zac contuvo la respiración y se estremeció.

Zac: ¡Oh, Dios! ¡Te deseo tanto! -dijo tomándola en brazos-.

Ness no sabía hacia dónde la llevaba, pero tampoco le importaba con tal de estar en sus brazos, sintiéndose tan cerca de su corazón.

De repente, de manera casi crónica, su tono de voz cambió.

Zac: Mi cama no está hecha. Nunca la hago -dijo en la puerta de su dormitorio-.

Ness: Tampoco la necesitamos hecha.

Zac: Pero quiero que tengas sábanas limpias. Sábanas de satén. Las mejores.

Ness: Es a ti a quien yo deseo. No sábanas de satén. Y es en tu cama en donde quiero estar -le susurró al oído mientras él la depositaba sobre las sábanas de algodón-, no es una caja aséptica y esterilizada.

Zac la besó con fuerza, acariciándole el cuerpo. Luego, fue su boca la que le recorrió cada parte, hasta que le arrancó gemidos de placer.

Zac: Tócame como antes, Ness. Por favor.

Aquella súplica la excitó todavía más y lo acarició tan íntimamente como lo había hecho unos momentos antes. Entonces sintió una mano que se deslizaba entre sus piernas, acariciándola con tanta delicadeza que creyó arder de placer. Gimiendo suavemente, se arqueó entre sus dedos; pero los dedos ya no estaban allí. Abrió los ojos y vio a Zac arrodillado ante ella y abriéndole las piernas.

Sin sentirse avergonzada por ello, Ness no se movió, aunque el rápido movimiento de su cuerpo expresaba la necesidad que le había creado y que tenía que satisfacer. Él se inclinó hacia ella, acariciándola con una mano por última vez.

Zac: Ahora estás preparada para recibirme -murmuró-. No tienes miedo, ¿verdad?

Ella asintió.

Ness: Tengo miedo de que me hagas esperar mucho. Por favor, Zac. Te necesito.

Zac: Y yo te quiero -dijo moviendo las caderas hacia ella-.

Cuando él la penetró, Ness sintió una maravillosa sensación de posesión. ¿Quién era el que poseía? ¿Quién el poseído?

Ness: Oh, Zac -suspiró cerrando las piernas alrededor de la cintura masculina-.

Lentamente, Zac empezó a moverse dentro de ella, y Ness creyó morir de felicidad y de placer. Quería morir y renacer dentro de aquel hombre, tenerlo por completo, poseerlo. Si eso era lo que significaba amar y ser amada, estaba dispuesta a renunciar a su independencia por completo. Una persona no podía ser autosuficiente y tener todo lo que ella estaba teniendo en ese momento, aquella perfecta unión de cuerpos y almas que la hacía sentirse mujer por primera vez.

Zac: ¡Te quiero, Ness! -gimió un momento antes de que el cuerpo femenino explotara en infinitos fragmentos de pasión-.

Segundos más tarde, Zac gimió de nuevo, esta vez por el potente clímax que había acumulado, y luego se desplomó sobre ella, apretándola fuertemente contra si hasta que sus cuerpos se calmaron.

Quedaron quietos durante un largo rato, inmóviles, hasta que Zac se tumbó sobre la cama y Ness se acurrucó a su lado, apoyando la cabeza en el hombro masculino.

Zac: Nunca antes... -balbuceó-. Nunca supe...

Con una mueca, Ness le acarició el pelo.

Ness: Eso tenía que haberlo dicho yo.

Zac: ¿Y lo sientes así? ¿Cómo te sientes, Ness?

Ness: Libre y feliz.

Zac: Me alegro -dijo sonriéndole-.

Ness: Y tú, ¿cómo te sientes?

Zac: Libre y feliz.

Ness: ¿Libre? Creía que era yo la que tenía que superar los miedos.

Zac: En absoluto. Yo también tenía miedo -contestó acariciándole el pelo-. No sabía si te podría satisfacer. Si podría darte lo que te mereces.

Ness: Seguro que sí, tonto.

Zac: No estoy bromeando -dijo con expresión seria-. No tenía ni idea de los miedos que se pasan cuando se está enamorado.

Ness: ¿Acaso tienes problemas de corazón? -preguntó sonriendo, sintiéndose demasiado feliz como para ponerse seria-.

Zac: Sin lugar a dudas. Y solo tú puedes curarlo.

Ness: ¿Ah, sí?

Zac: Cásate conmigo, Ness. Sé mi esposa. Prométeme que pasarás el resto de tu vida conmigo.

Aquellas palabras sorprendieron a Ness.

Ness: Oh, Zac -murmuró entristecida-.

Zac: ¿Qué significa ese «oh, Zac»? Has dicho que me querías.

Ness: Y te quiero.

Zac: Entonces cásate conmigo.

Ya estaban otra vez, aquellas palabras que no quería escuchar.

Ness: No sé. Está yendo demasiado rápido.

Zac: No más rápido que nuestro enamoramiento. Eso lo has aceptado plenamente, ¿verdad?

Ness: Sí.

Zac: Entonces, ¿por qué no quieres casarte?

Ella apartó la mirada, incapaz de soportar la expresión de tristeza que cubría el semblante masculino.

Ness: Porque ya he pasado por ello en una ocasión.

Zac: Con un idiota.

Ness: Quizá, pero con idiota que tenía poder legal sobre mí.

Zac: Lo nuestro será diferente. Nos queremos, ¿no? ¿Amaste a Drake alguna vez?

Ella rodó sobre su espalda y se quedó mirando al techo.

Ness: No.

Zac: ¿Ves? Ahí está la diferencia.

Lo que él estaba diciendo era cierto. Pero era un tema que la ponía muy nerviosa.

Ness: Necesito tiempo -suplicó, volviendo la cabeza hacia él-.

Zac: ¿Y qué hacemos mientras? ¿Citarnos para salir? ¿Acostarnos juntos un par de veces a la semana? -dijo amargamente-. ¿No lo ves? Te quiero junto a mí todo el tiempo. Quiero pasar todo el día y toda la noche contigo.

Ness: Podemos hacerlo de vez en cuando.

Zac: Claro. Y los ratos que no estemos juntos yo me quedaré aquí temiendo perderte. Esa es mi mayor inseguridad. ¿Y qué me dices de ese loco que anda detrás de ti? ¿Cómo te voy a proteger si no estás conmigo?

Ness: Quizá no sea nada. De verdad.

Zac: Vamos, Ness -gruño-. Enfréntate a los hechos.

Ness: Lo estoy haciendo y sé que necesito más tiempo. -Antes de que ella pudiera retenerlo, Zac se levantó y se dirigió a la puerta-. ¿Zac...?

Él no se detuvo y ella se tragó las lágrimas en silencio. Aquella era una faceta todavía desconocida por ella y no sabía muy bien cómo tratarlo.




¡Le pide que se case y no dice que sí! Aunque tampoco ha dicho que no...

Zac es muy mono, la quiere mucho. Pero mantengo que se conocen de hace muy poco, yo no me casaría XD

¡Solo dos capis!

¡Thank you por los coments!

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¡Besis!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ho mi dios, después de un día asi
Terminar así nooooo!!!!
Espero que zac entienda que ella aun esta un poco
Lastimada por su antiguo matrimonio
Y que vanessa se de cuenta que zac es otra persona
El no le va a hacer daño
Dios que buena esta esta novela!!!!!
Tenias trazos en que sea tu favorita
Síguela pronto
Mañana estaré muy pendienta de cuando ya la subas

Saludos

Unknown dijo...

Todo venia muy perfecto... Hasta que bueno término así, pero Zac debería entender que Ness ya paso por un matrimonio y sufrió mucho, el debería esperar.
Esperó que no le pase nada a Ness, que el que esta tras ella no le haga nada.


Me encanto el capi pero me dio tristeza al final.


Sube prontoo

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