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jueves, 19 de marzo de 2015

Capítulo 1


Vanessa Hudgens sacó el teléfono móvil del bolso y leyó el mensaje de texto que había recibido de Miley Efron, que le explicaba cómo llegar a la isla griega propiedad de su hermano Zac.

“Como voy a casarme en Aura, sería estupendo que pudieses venir a la isla a trabajar en el diseño de mi vestido, para que pudieses hacerte a la idea del entorno. Puedes tomar el ferry en el puerto de Lavrion en Atenas hasta la isla de Kea. Dime a qué hora tienes planeado llegar y me aseguraré de que te esté esperando un barco para traerte a Aura.”

Hacía diez minutos que había llegado el ferry y ya estaban desembarcando los últimos pasajeros. En el muelle había varias barcas de pesca, que se balanceaban suavemente sobre el mar color cobalto que reflejaba el cielo azul. El pequeño puerto de Korissia era un lugar pintoresco. Ante él se alineaban las casas blancas y cuadradas, con tejados color terracota, y detrás de estas se levantaban las montañas, bañadas con los alegres colores de las flores silvestres.

Vanessa apreció la belleza de aquel lugar, aunque, después del vuelo de cuatro horas a Atenas y otra hora más en ferry, estaba deseando llegar a su destino. Tal vez alguna de aquellas barcas de pesca estuviese allí para recogerla. Se hizo sombra con la mano y vio a un grupo de pescadores charlando, ajenos a ella. Los demás pasajeros del ferry se fueron hacia la ciudad.

Vanessa suspiró, tomó sus maletas y echó a andar hacia los pescadores.

El cálido sol de mayo era una delicia, en comparación con el frío que había dejado atrás en Londres. Hizo una mueca al recordar la reacción de su hermano Dan cuando le había contado que iba a pasar una semana en Grecia, mientras él se quedaba en la vieja casa flotante que tenían en el Támesis.


Dan: Al menos, piensa en mí mientras estés codeándote con algún multimillonario griego en ese paraíso -había bromeado-. Mientras tú te pones crema solar, yo estaré poniéndole parches al barco, otra vez, antes de irme a Gales a una sesión de fotos.

Ness: Voy a trabajar, no a tomar el sol -le había respondido-. Y no creo que tenga la oportunidad de estar con Zac Efron. Miley me dijo que su hermano pasa mucho tiempo en las oficinas centrales de la empresa, en Atenas, o visitando proyectos por todo el mundo. Hasta decidieron la fecha de la boda de acuerdo con la agenda de Zac. Al parecer, solo tenía libre la última semana de junio.


Vanessa frunció el ceño mientras seguía andando por el muelle. Miley le había mencionado en múltiples ocasiones a su hermano, y era evidente que lo adoraba, pero ella tenía la impresión de que Zac Efron era un hombre acostumbrado a salirse siempre con la suya, y que Miley se sentía intimidada por él.

Incluso el hecho de que ella tuviese que diseñar y hacer el vestido de novia de Miley, así como los de sus dos testigos, en cinco semanas en vez de en los seis meses que solía necesitar era, en parte, culpa de Zac. Aunque él no tenía la culpa de que el primer diseñador al que había acudido su hermana la hubiese dejado tirada. Miley no le había dado detalles al respecto, pero la insistencia de Zac de que la boda siguiese celebrándose a finales de junio debía de haberla presionado mucho. De hecho, había estado a punto de ponerse a llorar cuando había ido a verla al estudio, y se había sentido muy aliviada cuando Vanessa le había asegurado que podría tener el vestido a tiempo.

Frunció el ceño todavía más al recordar cómo le había temblado la voz al pedirle que fuese a Aura a empezar el diseño. Vanessa todavía no conocía a Zac Efron, pero ya le caía mal.

Se dijo que no era justo que su relación con John Anderson, el hombre dominante que había creído que era su padre, influyese en su manera de ver a otros hombres. Seguro que el hermano de Miley era encantador. Al menos, así se lo parecía a muchas mujeres, a juzgar por lo que decían de él en la prensa del corazón.

Una lancha motora que surcaba el mar captó su atención. La vio aminorar la marcha y acercarse al muelle. Era un barco que llamaba la atención, pero lo que hizo que a Vanessa se le acelerase el corazón no fue la lancha, sino el hombre que la conducía.

Cuando Miley le había dicho que alguien iría a recogerla para llevarla a Aura, a Vanessa ni se le había pasado por la cabeza que pudiese tratarse de Zac Efron en persona. Las fotografías que había visto de él en periódicos y revistas no le hacían justicia. Tenía el mismo pelo claro y grueso, el mismo rostro cincelado, los mismos labios sensuales, pero una fotografía no podía captar su aura de poder, el magnetismo que irradiaba, que hacía imposible apartar la vista de él.

Zac: ¿Es Vanessa Hudgens? -le preguntó con voz profunda y grave-.

Ella sintió calor.

Ness: Sí -balbuceó con el corazón latiéndole a toda velocidad mientras él amarraba la motora al muelle-.

Zac: Soy Zac Efron -se presentó acercándose con paso seguro-.

Era muy alto, tenía las piernas largas, enfundadas en unos vaqueros desgastados. La camiseta negra marcaba un abdomen fuerte y musculoso y el cuello en V revelaba un torso ligeramente moreno y apenas cubierto de bello oscuro.

¡Era impresionante! Vanessa tragó saliva. Era la primera vez en su vida que se sentía así delante de un hombre. Tenía el corazón acelerado y le sudaban las palmas de las manos. Quería hablar, hacer algún comentario trivial acerca del tiempo para romper la tensión, pero tenía la boca seca y, al parecer, su cerebro había dejado de funcionar. Deseó que él no llevase gafas de sol. Tal vez, si pudiese verle los ojos, le impondría menos respeto.

La profesionalidad llegó por fin al rescate y Vanessa le tendió la mano.

Ness: Encantada de conocerlo, señor Efron -murmuró-. Miley me habló de usted cuando estuvo en mi estudio de Londres.

Vanessa tuvo la sensación de que él dudaba un instante antes de darle la mano. Lo hizo con firmeza, y ella volvió a ser consciente de su poder y de su fuerza.

Luego le soltó la mano, pero en vez de apartarse, la agarró del brazo.

Zac: Es un placer, señorita Hudgens -respondió con cierta impaciencia-. Necesito hablar con usted. ¿Le importa si buscamos algún sitio donde podamos sentarnos?

Sin esperar su respuesta, tomó la mayor de sus maletas, se la metió debajo del brazo y echó a andar por la carretera, hacia un bar que tenía terraza. Vanessa intentó seguir su paso a pesar de los tacones.

Cuando llegaron a la terraza, Zac le ofreció una silla y luego se sentó enfrente de ella, pero Vanessa había ido a Grecia a trabajar, no a disfrutar del sol, y estaba deseando empezar.

Ness: Señor Efron…

**: ¿Qué desean? preguntó un camarero-.

Zac le habló en griego y la única palabra que entendió Vanessa fue «retsina», que sabía que era «vino».

Ness: Yo quiero un zumo, por favor -dijo enseguida-.

El camarero miró a Zac, casi como si le estuviese pidiendo permiso para llevarle el zumo a Vanessa. Esta se miró el reloj y vio que hacía ocho horas que había salido de casa. Tenía calor, estaba cansada y no estaba de humor para complacer a un hombre con un ego descomunal.

Ness: Señor Efron, la verdad es que no quiero tomar nada -le dijo en tono seco-. Me gustaría ir directamente a Aura. Su hermana me ha encargado el diseño de su vestido de novia y, dado que solo tengo un mes de plazo, necesito ponerme a trabajar de inmediato.

Zac: Sí… -dijo quitándose las gafas de sol y mirando a Vanessa con frialdad-. De eso es de lo que quiero hablarle.

Tenía los ojos de color azul cielo, la mirada dura e intransigente. Vanessa se sintió decepcionada al darse cuenta de que no había calor en ella. ¿Cómo había podido pensar que la atracción que sentía por él podía ser recíproca? Y todavía era más ridículo que hubiese deseado que lo fuera. Intentó apartar aquella idea de su mente y se obligó a mirarlo a los ojos, consciente de la rapidez con la que le latía el corazón al estudiar sus cejas oscuras, su nariz prominente y sus generosos labios. La barba de dos días hacía que fuese todavía más atractivo.

Vanessa se preguntó cómo serían sus besos. Y le sorprendió podérselos imaginar con tanta claridad.

Zac frunció el ceño y la miró de manera especulativa. ¿Le habría leído el pensamiento?

Avergonzada, Vanessa se ruborizó. Todo en él rebosaba arrogancia. Sin duda, estaba acostumbrado a tener aquel efecto en las mujeres. «Tierra, trágame», pensó ella.

La vida estaba resultando ser sorprendentemente difícil. Zac frunció el ceño, irritado, al observar a la mujer que tenía delante y ver cómo se ruborizada.

Tenía que haberle resultado sencillo informar a Vanessa Hudgens de que había habido un cambio de planes y ya no requerían sus servicios. Después, le habría firmado un cheque para compensarla por los gastos del viaje y la habría mandado de vuelta a Atenas. En su lugar, se quedó hipnotizado con sus ojos marrones, bordeados por unas largas pestañas de color negro y de una vulnerabilidad inquietante.

No había esperado que fuese tan guapa. Y lo que todavía le sorprendía más era cómo había reaccionado al verla. Se pasaba la vida rodeado de mujeres bellas. Salía con modelos y glamurosas mujeres de la alta sociedad, y las prefería altas, esbeltas y sofisticadas.

Vanessa era menuda, como una muñeca, pero desde que la había visto en el muelle, no había logrado apartar los ojos de su exquisito rostro.

Sus rasgos eran perfectos: los ojos marrones y brillantes, la nariz pequeña, los pómulos marcados y unos suaves labios rosados muy tentadores. Llevaba el pelo escondido debajo del sombrero de ala ancha, pero teniendo en cuenta que tenía la tez morena, debía de tener el pelo negro. El sombrero color crema con el ribete negro era el complemento perfecto para el traje de chaqueta y falda que llevaba puesto. Unos tacones negros y un bolso del mismo color completaban el conjunto.

Zac se preguntó si iría vestida con una de sus creaciones. Si era así, tal vez no mereciese la pena preocuparse por el vestido de novia de Miley. Apartó aquella idea de su mente, Vanessa Hudgens era una desconocida. La noche anterior, después de que su hermana le hubiese anunciado que había escogido a otra diseñadora para su vestido de novia, Zac había hecho una búsqueda en Internet y se había enterado de que la empresa de esta, Wedding Vanessa, casi no había obtenido beneficios el año anterior y contaba con escaso capital.

Zac sabía que, en parte, era responsable de que su hermana no tuviese vestido a cinco semanas de la boda. Tenía que haberse informado y haber sabido que Tania Davis, la diseñadora griega a la que le había encargado el vestido, estaba al borde de la quiebra, pero había estado de viaje cuando su hermana había ido a ver a Tania y le había pagado el importe completo del vestido por adelantado.

¿Era culpa suya que su hermana fuese tan ingenua, tan idealista? En cualquier caso, Miley lo era todo para él. Había hecho el papel de padre con ella durante casi toda su vida y tal vez la protegiese en exceso. Con la inminente boda, había decidido hacerse cargo de la situación y le había pedido a su amiga e internacionalmente conocida diseñadora de moda, Brittany Snow, que le hiciese el vestido de novia, sin saber, hasta la noche anterior, que su hermana ya se había puesto en contacto con otra diseñadora.

Tal vez fuese injusto sospechar de la señorita Hudgens solo porque Tania Davis les hubiese salido rana, pero él, al contrario que su hermana, nunca confiaba en nadie. Era una lección que había aprendido por las malas, y que le había sido de gran utilidad tanto en su vida privada como en los negocios. Tal vez se pudiese confiar en aquella diseñadora inglesa, pero quedaba muy poco tiempo para la boda y no podía arriesgarse.

Se inclinó hacia delante y estudió los delicados rasgos de Vanessa. Era muy atractiva, pero él solo debía pensar en su hermana. Aquella inesperada atracción era intrascendente y estaba seguro de que se olvidaría de ella un par de minutos después de que hubiese vuelto a subirse al ferry. No obstante, era una pena. En otras circunstancias no habría perdido ni un momento en intentar seducirla…

Vanessa deseó que Zac Efron dejase de mirarla así. Cada vez se sentía más acalorada y, en cuanto les hubieron llevado las bebidas, se tomó su zumo de un trago.

Zac: Veo que al final sí que tenía sed -comentó en tono seco-.

Ella se ruborizó.

Ness: Llevo todo el día viajando -comentó-.

Zac: Se lo agradezco… Y sé que lo último que quiere oír ahora es que el viaje era innecesario, pero me temo que debo informarle de que mi hermana ha escogido a otra diseñadora para que le haga el vestido de novia y ya no requiere sus servicios.

Durante unos segundos, Vanessa lo miró fijamente, en silencio.

Ness: Pero…

Zac: Espero que esto sea suficiente para compensar el dinero y el tiempo gastados -continuó abriendo la cartera y tendiéndole un trozo de papel-.

Aturdida, Vanessa tomó el cheque. La cifra escrita en tinta negra cubría los gastos del viaje cien veces, pero no pudo aliviar su decepción.

Ness: No lo entiendo -admitió despacio-. Ayer mismo recibí un mensaje de texto de Miley en el que me decía lo emocionada que estaba porque yo fuese a diseñarle el vestido, y que estaba deseando que llegase. ¿Me está diciendo que ha cambiado de opinión?

Vio dudar a Zac, pero su respuesta fue:

Zac: Me temo que sí.

Vanessa no supo qué decir. Sintió que le faltaba el aire, como si alguien le hubiese dado un puñetazo en el estómago. Miró fijamente el cheque y notó que se le nublaban los ojos.

No podía llorar, pero iba a hacerlo. La boda de Miley era el mayor acontecimiento social del año.

Zac Efron era uno de los hombres más ricos de Grecia y mucha gente importante iba a asistir a la boda de su única hermana.

«En realidad, no conozco ni a la mitad de los invitados -le había confesado Miley a Vanessa-. Si te soy sincera, habría preferido algo más íntimo, pero sé que Zac está decidido a convertir mi boda en el día más memorable de mi vida, así que no puedo quejarme.»

Aquel encargo habría dado mucha publicidad a Wedding Vanessa, le habría granjeado otros pedidos y la habría ayudado a devolver el préstamo al banco.

Pero Vanessa se dio cuenta de que no solo estaba decepcionada porque había perdido una oportunidad de negocio, sino porque Miley le había caído bien desde el principio y pensaba que la sensación había sido mutua.

Por eso no entendía que hubiese cambiado de opinión.

No tenía sentido.

Frunció el ceño al recordar algo que Miley le había dicho cuando había estado en su estudio:

«Zac quiere que sea Brittany Snow quien me haga el vestido.»

Vanessa conocía a Brittany Snow y sabía que era una de las diseñadoras favoritas de las actrices de Hollywood.

Miró con desconfianza al arrogante hombre que tenía sentado delante y se preguntó si Zac se habría salido con la suya. ¿Habría presionado a su hermana para que se decidiese por la diseñadora que le gustaba a él?

Solo había una manera de averiguarlo, y era preguntándoselo a Miley. Así que Vanessa sacó el bolso y tomó su teléfono.

Se dio cuenta de que, al otro lado de la mesa, Zac ya no parecía tan relajado y que la observaba atentamente.

Zac: ¿Tiene que hacer una llamada ahora? -inquirió, frunciendo el ceño-.

Ness: Tenía un acuerdo con su hermana -le informó-. Solo me gustaría comprobar que Miley está decidida a encargar su vestido de novia a otro diseñador. Eso, si es que ha sido ella la que ha tomado la decisión.




Menudo primer encuentro. Ya se atraen XD.

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2 comentarios:

Maria jose dijo...

Wooowwooowoo gran primer capítulo
Ya quiero suguir leyendo
Espero que la atracción entre ellos
Siga y sea más intensa
Sube pronto
Saludos

Unknown dijo...

Wow wow que buen primer capitulo!
Una lastima que Ness se quede sin trabajo pero dudo que así sea, me parece que va a tener mucho mas trabajo.
Me encanta que la atracción sea mutua!!


Ame el primer capi.
Sube prontoooooo!!!

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