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jueves, 12 de marzo de 2015

Capítulo 8


Ness se cubrió con la sábana y observó la habitación del hombre que amaba. Era enorme, con las paredes pintadas de color crema y decorada con muebles de diseño moderno.

Acurrucándose bajo la sábana, recordó lo ocurrido momentos antes. Lo amaba. Y le gustaba cómo se portaba con ella. Pero aun con todo sabía que necesitaba más tiempo. Incluso ahora se estremecía al pensar el giro que había dado su vida en los últimos diez días. Demasiado deprisa. Y le quedaban tantas cosas que conocer sobre el hombre que amaba... Si se iba a casar con él tenía que saber exactamente en dónde se metía. Ya no era una jovencita inocente de diecisiete años. A los veintinueve años tenía los ojos bien abiertos, y tenía que estar segura de lo que hacía antes de dar un paso del que se pudiera arrepentir.

Él se sentía herido y frustrado. ¿Enfadado? Seguramente. Pero quizá tenía derecho a estarlo. ¿No se hubiera sentido ella defraudada si él hubiera aceptado su negativa sin rechistar? Si él la quería tanto como decía, era natural que se hubiera enfadado. Y ella podía aceptarlo así. No era tan ingenua como para pensar que cuando dos personas se enamoran profundamente dejan de tener problemas.

Abrazándose a la almohada se quedó mirando a la ventana. Todavía llovía un poco y las gotas de lluvia formaban un bonito dibujo sobre el cristal. ¿Estaría él con ella cuando estuviera deprimida o cuando no se sintiera bien? Eso era lo que más la preocupaba. Antes de aceptar casarse con él tenía que estar bastante segura de que no la abandonaría en los momentos difíciles. Le habían hecho mucho daño en una ocasión, a pesar de que no había estado enamorada. Y amando a Zac como lo amaba no podía soportar la idea de confiar en él y perder.

Aquel día había pasado la prueba, pensó con una sonrisa en los labios. Había estado allí cuando ella lo había necesitado, ofreciéndole consuelo y seguridad, a pesar de que tenía trabajo que no había dudado en interrumpir al ver que ella lo necesitaba.

Casi coincidiendo con sus pensamientos, sonó el timbre del teléfono. Levantó la cabeza y se quedó mirando al aparato colocado encima de la mesilla. Pero el sonido era distante. ¿Otra línea para asuntos de negocios en el estudio? Alguien descolgó el aparato, y ella sonrió al darse cuenta de que él no estaba muy lejos. Se sentó en la cama y, empujada por el amor que sentía y la curiosidad por conocer el resto de la casa, se levantó y se puso un albornoz que colgaba de la puerta del cuarto de baño.

El albornoz le quedaba por debajo de las rodillas. Se ató el cinturón y se miró al espejo. La imagen que le devolvió el espejo era tremendamente femenina, con las mejillas sonrosadas y el marrón de sus ojos más intenso que nunca.

Empezó a caminar por la casa. Fue por un pasillo del que no se había percatado anteriormente y llegó al salón. Vio que las estanterías estaban vacías mientras que en los rincones se apilaban montones de cajas que ni siquiera estaban abiertas.

Cajas cerradas. Así que era cierto lo que había dicho de que todavía no había desempaquetado sus cosas. Extraño. Bueno, o quizá no tanto. Típico. Ella lo haría encantada por él. Con gusto le haría la cama, le lavaría la ropa, le desharía las cajas y colocaría sus cosas en los armarios y estanterías. En la casa de Drake no hubiera sido más que una obligación; en la de Zac sería un privilegio.

Escuchando la voz de Zac al teléfono, Ness cruzó el salón y entró en el pequeño vestíbulo que comunicaba con el estudio. Parándose ante la puerta abierta, echó un vistazo en su interior. Zac estaba en su mesa, vestido, aunque llevaba la camisa desabrochada. Alzó la vista hacia ella y la bajó enseguida.

Ness pensó que quizá quisiera intimidad, por lo que retrocedió hasta que un gesto del hombre la hizo entrar en la habitación. Sintiéndose bien acogida por él, miró a su alrededor mientras él continuaba hablando.

Zac: ¿Qué pasa con Hasselfromm?... Ya sé que tiene otros ofrecimientos, pero es él a quien quiero... Ofrécele más dinero. Él es el modelo que necesitamos para esta campaña. Lo quiero a él.

Ness dejó que la discusión continuara mientras observaba el estudio. A pesar de ser muy parecido al resto de la casa, se notaba que era una habitación para trabajar. Y, como el salón, estaba repleto de cajas, todavía sin desempaquetar. Curiosa, abrió una de ellas en la que había libros de diseño y de moda. Decidió empezar a hacer algo por él. Poco a poco fue colocando los libros en las estanterías.

Zac: De acuerdo, Dan. A ver qué dice a eso. Pero lo quiero a él, recuérdalo... Oye, ¿qué ha ocurrido con las telas de seda? ¿Han llegado? ¿Todavía no? ¿Cómo las han enviado, andando? Lo sé, pero deberían haber llegado hace dos semanas.

Habiendo completado una estantería, Ness se echó hacia atrás para admirar su trabajo y después miró a Zac. Tenía los ojos fijos en los papeles que se apilaban sobre la mesa, y con una mano se estaba frotando la nuca intentando relajarse.

Con pasos silenciosos, rodeó la mesa de trabajo y se situó tras él, apartándole la mano y empezando a darle un masaje para aliviar la tensión. Ness lo hizo concienzudamente y, con actitud estoica, mantuvo la atención en aquellos músculos hasta que notó que empezaban a relajarse.

Al cabo de unos minutos sonó el timbre de la puerta y Ness dejó a Zac para dirigirse a abrir. A mitad de camino se detuvo, acordándose de la ropa que llevaba puesta. Miró a Zac.

Este, tapando el auricular con una mano, le sonrió.

Zac: No te preocupes, seguramente es el cartero -murmuró-. Mira afuera; si es alguien que no conoces, llámame.

Por suerte era el cartero. Le entregó dos paquetes y le hizo firmar el recibo. Ness, cargada con las dos cajas, entró en el estudio y las dejó sobre la mesa.

Zac: De acuerdo, Dan, está bien... Llámame cuando te dé la contestación... Si es necesario lo llamaré yo mismo... Sí, claro... Te llamaré más tarde. Hasta luego, Dan. -Colgó el auricular y, en lugar de abrir los paquetes que acababa de recibir, estiró una mano para tomar a Ness y atraerla hacia sí, sentándola entre sus piernas-. Me gusta tenerte aquí conmigo -le dijo en voz baja, con la mano apoyada en la cabeza femenina-.

Ness: A mí me gusta estar aquí -contestó con las manos sobre sus hombros-.

Él miró hacia la estantería que había ordenado.

Zac: No tenías por qué haber echo eso.

Ness: Ya era hora de que alguien lo hiciera. Creo que necesitas alguien que se ocupe de la casa.

Zac: Sí, yo también lo creo -contestó humildemente-.

Ness dudó un instante antes de plantearle la pregunta que le rondaba en la cabeza.

Ness: ¿Estás enfadado conmigo?

Zac: Claro que no estoy enfadado. No puedo salirme con la mía siempre que quiera, ¿verdad? -dijo arqueando una ceja-. No me importaría nada arrastrarte hacia el altar, pero eso no sería bueno para ninguno de los dos. Tienes que estar segura de que te quieres casar conmigo. Y yo tengo que estar seguro de que tú lo estás. Entretanto, te diré que estás muy sexy así. -La acercó hacia sí y, abriendo el albornoz, hundió la cabeza entre los pechos femeninos-. Si un volcán entrara en erupción ahora mismo no me importaría quedarme así toda la eternidad -le aseguró-.

Ness: Qué ideas tan morbosas se te ocurren -dijo riéndose-.

Zac: Morbosas, no, imaginativas -contestó levantando la cabeza-. Te quiero, Ness. ¿Me quieres?

Ness: Ya sabes que sí.

Zac: Bueno, repítelo.

Ness: Te quiero, Zac.

Zac: Mmmm -musitó deslizando las manos bajo el albornoz y abrazándola con fuerza-. Puedo esperar. Si me convierto de vez en cuando en un salvaje y destrozo la habitación, tendrás que entenderme. Pero puedo esperar.

Sin embargo, el teléfono no podía esperar. Al cuarto timbrazo, al ver que Zac no contestaba, Ness le preguntó:

Ness: Zac, ¿no vas a contestar?

Zac: No -musitó-. Ya volverán a llamar.

Ness: Quizá sea importante.

Zac: Nada puede ser más importante que esto.

Ness: No he venido aquí para interrumpir tu trabajo.

Zac: Ya sé que no has venido para eso -bromeó-. Has venido para echar un buen...

Ness: ¡Zachary! -Sin estar segura sobre si reír o enfadarse, descolgó el teléfono-. Buenos días, despacho del señor Zachary Efron. ¿Dígame?

El tono profesional de su voz hizo que Zac alzara la cabeza extrañado y maravillado a la vez. Ella cubrió el auricular con la mano.

Ness: Es Joe Murphy.

Zac tomó el auricular sonriendo.

Zac: Joe, ¡qué alegría!

Levantándose de su regazo, Ness se colocó bien el albornoz atándoselo a la cintura y volvió a las cajas para seguir desempaquetando, dejándose absorber por los libros sobre ropas, modas, telas, hasta que se dio cuenta de que el semblante de Zac estaba tenso de nuevo.

Zac: ¿Estás seguro de que tiene que ser mañana? Lo sé, y te lo agradezco. Pero no pensaba volver a Nueva York hasta dentro de un par de semanas... Sí, lo entiendo. No, no... Está bien. Iré. Hasta luego.

Cuando colgó el auricular, Ness se lo quedó mirando.

Ness: ¿Qué ocurre?

Zac: ¡Maldita sea! Justo lo que no quiero hacer.

Ness: ¿Volver a Nueva York?

Zac: Exacto.

Ness: ¿Quién es Joe Murphy?

Zac: Mi coordinador italiano. Tenía que estar en Nueva York durante todo este mes, pero le han surgido problemas familiares y tiene que volver a Italia pronto. ¡Maldita sea! Y tampoco quiero que venga aquí.

Notando el tono de disculpa en su voz, Ness intentó confortarlo.

Ness: Bueno, lo que se tiene que hacer, se tiene que hacer. ¿Cuándo te irás?

La idea de que él se fuera la inquietaba.

Zac: Mañana por la mañana -murmuró-. Vente conmigo, Ness. Podemos pasar el fin de semana juntos allí y te prometo que el lunes estaremos de vuelta...

El lunes. Nerviosa, intentó alejar malos recuerdos de su mente mientras jugueteaba con el cinturón del albornoz.

Zac: Te hará bien, Ness. Si te quedas aquí, no vas a hacer otra cosa que preocuparte.

Ness: Estaba pensando en trabajar -dijo en voz baja-. Eso mantiene mi mente ocupada.

Zac: Pero yo no quiero que trabajes. Quiero que estés conmigo. Incluso si no fuera a Nueva York, me gustaría que te quedaras aquí. No creo que estés muy a salvo en tu casa.

Otro dilema sin resolver.

Ness: No puedo ir escondiéndome. Si alguien está tras de mí, me encontrará. Los barriles son una buena prueba de ello.

Zac: Pero yo estaba contigo. Y si vienes a Nueva York, yo estaré contigo. Y cuando volvamos, puedes quedarte aquí.

Ness: Tengo que trabajar. No puedo trabajar aquí.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Porque... me distraeré mucho.

Zac: No si estoy trabajando también.

Ness: Mi ordenador.

Zac: Lo traeré aquí.

Ness: Y mi casa. Me gusta mi casa.

Zac: ¿No te gusta la mía?

Ness: Claro que me gusta la tuya -contestó echando un vistazo a su alrededor-. Es preciosa y tiene mucha luz y...

Zac: Y es lo suficientemente grande para los dos. Ness, cuando nos casemos....

Ness: ¡Zac! -susurró moviendo la cabeza, confusa-. Yo no he dicho que me vaya a casar contigo.

Zac: Pero lo harás. Y yo puedo esperar. Todo el tiempo que sea necesario. ¿Vendrás mañana conmigo, Ness? -Como ella no contestaba, él continuó-. Te prometo que no volveré a mencionar la palabra «matrimonio» hasta que tú lo hagas. Y cuando volvamos de Nueva York llegaremos a un acuerdo sobre cómo vivir. ¿Te parece justo?

Sí, lo era. La idea de vivir con él era muy agradable.

Zac: ¿Ness?

Ness: Sí -asintió-. Pero si mi trabajo se va al garete, tú tendrás la culpa.

Zac: Puedo acercarme a tu casa y traerte el ordenador ahora.

Ness: ¡Oh, no! No podría escribir ni una sola palabra. Además, si voy a trabajar aquí primero quiero colocar todas estas cosas en su sitio.

Y sin darle opción a contestar, se dirigió al dormitorio para vestirse. Hacia media tarde había hecho la cama y recogido el dormitorio, puesto tres lavadoras, preparado la comida y desempaquetado cuatro de las cajas del salón. Zac continuó trabajando en su despacho, abriendo la correspondencia y escuchando las cintas que le había mandado su secretaria. Al final, una de ellas, la dulce voz de su secretaria, tomó un tono confidencial.

Britt: Zac -añadió-, Amber piensa que eres un vago. Me temo que no le ha gustado mucho tu forma de desaparecer. Quizá puedas llamarla cuando vengas.

La voz se apagó y Ness, que lo había escuchado todo, se acercó divertida.

Ness: ¿Qué era eso?

Zac no se sintió muy cómodamente ante la sonrisa burlona de Ness.

Zac: Era mi maravillosa secretaria metiéndose en mi vida privada.

Ness: ¿Quién es Amber?

Zac: Su hermana. Estuve saliendo con ella un tiempo antes de venir aquí.

Ness: Ya veo -asintió divertida-. ¿Y vas a hacerlo?

Zac: ¿Hacer qué?

Ness: Llamarla cuando estés allí.

Zac: ¿A Amber? Ya le he dicho todo lo que tenía que decirle. Y parece no querer enterarse.

Cruzando los brazos sobre el pecho, Ness se apoyó en el respaldo de uno de los sillones.

Ness: ¿Cómo es?

Zac se estiró en la silla y suspiró.

Zac: Es muy guapa. Y agradable. Pero nada especial. Además es muy pesada.

Ness: ¿Y eso a ti no te gusta? A muchos hombres sí.

Zac: Supongo que a mí me gustó al principio. Alimentaba mi ego -confesó-. Pero eso pertenece al pasado. La mujer que quiero sabe mantenerse por su propio pie. Tiene su propia vida profesional y se precia de ser independiente. A veces demasiado, pero la quiero tal y como es.

Acercándose a él, le puso los brazos alrededor del cuello y se apoyó en sus rodillas.

Ness: No sé si sentirme halagada u ofendida.

Zac: Lo primero -declaró-. Eh, debes de estar agotada; has estado trabajando sin parar.

Ness: Ha sido divertido. ¿Sabes?, es extraño. No me gustaba hacer este tipo de cosas por Drake, me sentía explotada, como una esclava. Pero hoy ha sido distinto. Quizá porque tengo mi propio trabajo y mi vida. Antes no lo tenía. Y me respeto más a mí misma. Quizá por eso te quiero. Hacerlo para ti es... agradable. No tengo por qué hacerlo, sino que soy yo quien decide y, aunque parezca lo mismo, es totalmente distinto.

Zac: Siempre tendrás la oportunidad de elegir conmigo, Ness. Y cuando tengas trabajo, tomaremos a alguien para que lo haga. Quiero que nuestra vida en común sea facil y llevadera.

Ness: Eres un hombre muy dulce, Zac Efron.

Zac: Creo que eres la primera persona que me describe con ese término. No sé si sentirme halagado u ofendido.

Ness: Lo primero.

Aquello era solo el principio. Después de una cena íntima, fueron a la casa de Ness, donde ella preparó la maleta, mientras Zac se ocupaba de reparar el escalón del sótano. Cuando volvieron a la casa de Zac, hicieron el amor más tiernamente que aquella mañana, dedicándole tiempo y cariño hasta que quedaron exhaustos y se durmieron.

Nueva York resultó ser una ciudad maravillosa al lado de Zac. Con él no se percató de las masas de gente que andaban por las calles ni de la suciedad ni de la contaminación.

Lo único que consiguió perturbar a Ness fueron los dos problemas a los que se tendría que enfrentar el lunes. Uno era su madre y el otro el desconocido que se dedicaba a perseguirla.

Zac, además de estos dos, tenía otro en mente: conseguir que Ness aceptara casarse con él. Aquel fin de semana su amor por ella creció de manera desproporcionada y la idea de perderla lo aterrorizaba. Le había prometido tiempo, pero era impaciente.

Volvieron a Vineyard el domingo por la noche, y conscientes de que Ness querría estar junto al teléfono, durmieron en su casa, asegurándose antes de que todo estaba en orden. Para ella fue una experiencia nueva tenerlo allí, afeitándose en su cuarto de baño, durmiendo en su cama, encendiendo la chimenea. Su presencia la alejaba de pensamientos más sombríos, aunque sabía que la mañana del lunes llegaría y no podría eludir más los problemas.

El lunes por la mañana, Zac se sentó con el periódico mientras ella lo hacía ante el ordenador intentando escribir. El teléfono sonó dos veces y Ness saltó de la silla. Ninguna de las llamadas era la que esperaba. Una era de Maggie, que estaba preocupada por no haberla localizado durante el fin de semana, y la segunda de sus proveedores de material para el ordenador. Al mediodía, Ness se dio cuenta de que no había escrito nada que mereciera la pena. Apagando la máquina, se sentó sobre Zac y apoyó la cabeza en su pecho.

Ness: ¡Oh, Zac! Me siento tan impotente...

Zac: Es natural. Tampoco te hubieras sentido mucho mejor si hubieras estado allí. Lo único que puedes hacer es esperar.

Levantándose nerviosa se acercó al teléfono.

Ness: Voy a intentar localizar a Sele.

Zac: Todavía no habrá llegado a casa.

Ness: Pues llamaré al hospital.

Zac: No creo que te den la información que necesitas.

Ness: ¡Tengo que hacer algo! -gritó desesperada, marcando el número de Sele con rabia. Zac tenía razón. Sele no estaba en casa y en el hospital le dijeron que Linda Hudgens estaba en recuperación-. Por lo menos está bien -comentó aliviada-.

Zac: Sabías que la operación no era muy delicada. Ven, pequeña -la llamó abriendo los brazos y sentándola de nuevo sobre su regazo-. ¿Sabes?, creo que debes empezar a considerar la idea de ir a hacerles una visita. No, no necesariamente ahora -se apresuró a decir antes de que ella lo interrumpiera-, suponiendo que tu madre esté bien. Pero en el futuro. Mírate, estas nerviosa y destrozada por una mujer a quien no has visto desde hace años. Te preocupa.

Ness: Claro que me preocupa. Y precisamente por eso es por lo que me cuesta tanto volver. Me duele cuando pienso en ellos. Quiero que me acepten y me respeten, no que me rechacen otra vez.

Zac: ¿Quién dice que te van a rechazar?

Ness: Yo lo digo. No los conoces, Zac. Son inflexibles. No van a cambiar. Y menos ahora que ya son mayores.

Zac: Quizá tengan miedo.

Ness: ¿Miedo? ¿De mí? -dijo riéndose secamente-. Nunca tuvieron miedo de decirme lo que pensaban de mí.

Zac: Pero eso era entonces. Ahora da la casualidad de que tú eres una escritora de fama internacional, quizá demasiado sofisticada para ellos. Quizá sienten que son ellos los que no cuadran.

Ness: Hmmm, lo dudo. Van por la vida con vendas en los ojos. Dudo que sepan lo que se han perdido.

Zac: Vamos, Ness, eres una mujer generosa. Y además tienes que afrontar el asunto. ¿Qué te parece si te acompaño a verlos?

Ella soltó una carcajada.

Ness: Eso sería increíble. Mamá, papá, me gustaría presentaron a mi amante, Zac Efron. Se morirían allí mismo, en serio.

Zac: Siempre les podrás decir que estamos comprometidos -aventuró, casi temeroso de la reacción femenina-.

Sin embargo, a Ness le pareció muy divertido pues soltó una sonora carcajada.

Ness: Entonces es cuando sabrían que no tengo remedio. No es que yo quiera ofenderte, pero tú perteneces también a un mundo pecador. ¿Un diseñador de ropa para hombres? Pensarían que eras homosexual -anunció con otra carcajada-. Si supieran lo equivocados que están. Si supieran lo que hacemos en la cama... ¡Y lo bueno que eres!

Repentinamente sus risas se convirtieron en lágrimas.

Zac: Todo va a ir bien, Ness. Llama a tu hermana y así sabremos cómo ha ido todo.

Tras intentarlo un par de veces más, Ness logró comunicar con Sele y las noticias fueron buenas. Su madre estaba fuera de peligro y el pronóstico era bueno.

Tranquilizada por la noticia, recogió el ordenador y algunas ropas y volvió con Zac a su refugio junto al océano, no sin antes darle a su hermana el número de teléfono.

Las siguientes semanas pasaron tranquilas y felices para Ness. Para su asombro, tanto su ordenador como su concentración sobrevivieron sin problemas al traslado. Se instaló en un estudio que quedaba libre en la casa y la historia de su último libro avanzó sin dificultad, aunque estaba empezando a tener sus dudas sobre si debía publicarlo o no.

Zac: Cuéntame cosas sobre el libro -le pidió una noche, sus cuerpos desnudos bajo las sábanas-. Has estado escribiendo sin cesar y todo lo que he visto ha sido el resumen que escribiste hace meses.

Ness se acurrucó junto a él y frotó la mejilla sobre el pecho masculino, deslizando un brazo alrededor de su cintura y poniendo una pierna entre las de él.

Ness: Es una historia preciosa -empezó, mirándolo a los ojos-. Los protagonistas se conocieron en un accidente, se enamoraron y vivieron juntos y felices el resto de sus vidas.

Zac le dio un apretón.

Zac: Incluso el resumen decía más que eso. Venga. Desembucha.

Ness: No, tendrás que leerlo cuando esté terminado.

Zac: ¿Ya has pensado en el título?

Todavía no se había decidido por ninguno en particular hasta aquel mismo momento. Colgándose de su cuello, le dio un beso en la mejilla.

Ness: Me parece que lo titularé El misterio del amor.

Zac: ¿El misterio del amor?

Ness: Sí. Trato de reflejar que el amor es un sentimiento misterioso, que no hay que buscarle porqués. Simplemente sucede.

Zac: Y los protagonistas están muy enamorados, ¿no?

Ness: Sí, ella sería capaz de perder la cabeza por él.

Zac: ¿Se casará con él?

Ness respiró hondo. Estaban hablando de ellos.

Ness: Con el tiempo, creo. Pero primero ella tiene que solucionar un par de cosas por sí misma.

Zac: ¿Y qué pasará si él se cansa de esperar?

Ness: No se cansará.

Zac: ¿Por qué no?

Ness: Porque él está tan fascinado por ella como ella lo está de él. Además, la historia debe tener un final feliz, ¿no crees?

Zac: Eso espero -murmuró sobre sus labios-.

El maníaco que había estado persiguiendo a Ness no dio señales de vida, quizá descorazonado por la continua presencia de Zac junto ella. A medida que los días pasaban, Ness empezó a preguntarse si no habría renunciado a sus propósitos. A pesar de todo, no podía evitar pensar en él de vez en cuando e imaginar que él estaría rehaciendo sus planes ante la intrusión del extrañó con quien ella compartía su vida ahora.

También se sorprendió pensando cada vez más en el matrimonio. Vivir con Zac era vivir un continuo idilio, aunque también era cierto que en ocasiones él se hallaba más tenso y preocupado, pero eso era normal debido a su trabajo.

Últimamente, mientras ella trabajaba ante el ordenador, Zac se sentaba cerca, con un cuaderno y un lápiz, observándola, volviendo al papel, mirándola otra vez.

Ness: ¿Qué es lo que estás haciendo? -le preguntó por fin, levantándose de un salto y colocándose tras él antes de que tuviera tiempo de cerrar el cuaderno-.

Zac: ¡Bah! Nada. Garabatos.

Ella le quitó el cuaderno.

Ness: No te creo. Has estado demasiado ocupado. Déjame verlo. -Se quedó mirando el primer boceto y, pasando las hojas, encontró más de una docena de bocetos distintos-. Pero son ropas de mujer.

Zac: ¿Te gustan?

Ness: Son preciosas. -Y lo eran. Ropas de estilo informal, pantalones anchos y blusas desenfadadas junto a otras más formales y sofisticadas-. ¡Me encantan! -exclamó-. Pero... ¿no te dedicas a diseñar ropa para hombre?

Zac: Eso no significa que no pueda intentarlo con algo nuevo -repuso burlón-.

Ness: ¿Lo vas a hacer? ¿Vas a empezar a diseñar ropa de mujer?

Zac: No pensaba hacerlo... hasta que empecé a sentarme aquí a mirarte -sonrió-. Ya te he desnudado demasiadas veces; creo que me gustará dedicarme a vestirte.

Pasaron el resto de la tarde hablando del nuevo proyecto y luego hicieron el amor en la misma silla en la que estaban sentados. Después de una ducha compartida bajaron al pueblo a cenar, y de vuelta a casa, la única parada que hicieron fue en el establecimiento donde vendían los mejores helados caseros de toda la isla y los favoritos de Ness. En casa se sentaron en el salón a escuchar música hasta que sonó el teléfono. Mientras Zac respondía a la llamada, Ness fue a la cocina y puso un poco de helado en dos tazas. Volvió al salón y se comió el suyo, pero Zac rechazó el ofrecimiento y se concentró en la llamada. Sospechando que iba a tardar, Ness recogió las tazas y se metió en la cama a esperarlo.

Cuando terminó de hablar, él también se acostó. Hicieron el amor y, cuando terminaron, Ness se sintió mareada, sin saber por qué hasta que quedó medio adormilada. Al cabo de media hora, oyó que Zac la llamaba.

Zac: Ness. ¿Estás bien? Estás ardiendo.

Tardó un rato en darse cuenta de dónde estaba.

Ness: No lo sé. Me siento muy rara.

Zac: ¿Rara?

Ness: No sé. Mareada. Y me dan calambres.

Zac: Tuviste el período la semana pasada, ¿verdad?

Ness: Sí, pero... -Trató de incorporarse, pero no pudo-. Dios, estoy muy mal -gimió-. Tengo que ir al baño...

Zac la llevó al cuarto de baño, donde Ness empezó a vomitar. Cuando terminó, Zac le puso un paño de agua fría en la cabeza y la depositó de nuevo en la cama, observándola mientras se iba quedando dormida, aliviado al comprobar que le estaba bajando la fiebre.

Cuando comprobó que estaba profundamente dormida, se puso el albornoz y se dirigió a la cocina.




Oh, oh...

¿Qué le pasará a Ness? ¿Embarazo? ¿Querrá casarse con Zac o el pobre tendrá que seguir insistiendo? XD

¡Lo sabremos todo en el último capi!

¡Thank you por los coments!

Por cierto, si seguí mi otro blog, puse capi nuevo hace poco.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Hooooohhh vanessa estará embarazada???
Dios ya quiero leer cual será la reacción de ella
Obviamente sac estara feliz
Esta novela esta muy buena
Me encanta que zac sea muy romántico
Sube pronto

Saludos

Unknown dijo...

WOOOOOOOOOW! Que lindo capitulo!
Me intriga mucho saber si Ness esta embarazada, seria muuuy lindo!!

Ame a este Zac!!

Sube prontooo

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