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domingo, 8 de marzo de 2015

Capítulo 6


Ness meditó aquellas palabras larga y profundamente, asustada si las creía, aterrorizada si no lo hacía.

¿Qué tipo de hombre la hubiera dejado así, después de tenerla tan excitada y suplicándole que le hiciera el amor? ¿Un patán? ¿Un playboy? ¿O un hombre al que lo preocupaba que hubiera algo muy especial en el momento de unirse?

Zac quería algo más que un revolcón en el granero, quería que lo deseara a él, y solo a él. Ness se lo preguntó a sí misma repetidas veces. Y no por que fuera una cuestión de desear a otro hombre. Sabía que él era el único. Pero ¿lo deseaba como antídoto para sus recuerdos de vida marital con Drake o lo deseaba por él mismo?

Cuando por fin la venció el sueño, durmió profundamente, y por la mañana se despertó embargada por una increíble sensación de esperanza. Se sentó a escribir y las palabras fluyeron sin ningún problema. Si se dio cuenta de que el personaje que estaba creando era  muy parecido a Zac Efron, lo ignoró. Si notó que lo estaba perfilando con los rasgos que había visto en Zac, prefirió llamarlo coincidencia o, simplemente, costumbre. Se iba enamorando más y más de su personaje, como le ocurría a la protagonista y, si las cosas estaban sucediendo demasiado deprisa, se dijo que era simplemente un recurso literario.

Zac, por el contrario, no podía trabajar. Ni leer ni dibujar. Lo único que podía hacer era pensar en ella, en lo maravillosamente bien que se sentía a su lado y en lo complacido que estaba por la respuesta de Ness. La mujer que él había conocido al principio, un tanto desconfiada ante sus más mínimos movimientos, había pasado a comportarse de una forma más relajada y confiada, compartiendo parte de su pasado y de su vida con él. Y era una mujer muy apasionada. Todavía no podía creer que él se hubiera detenido en aquel momento. Había sido prudente, aunque cruel, dado el estado de excitación en el que ambos se hallaban. Si una mujer le hubiera hecho eso a él, la hubiera tomado por la fuerza. Pero Ness no era él. Sin la cooperación de Zac no hubiera podido conseguirlo, de eso no le cabía la menor duda; recordó su esbeltez y sintió la necesidad de protegerla. Era tan pequeña y vulnerable... Pero si él hubiera continuado y le hubiera hecho el amor, seguramente ella se hubiera arrepentido a la mañana siguiente. Y él no quería eso. Gracias al cielo se había retirado a tiempo y era la segunda vez. ¡Increíble!

También increíble, tanto para él como quizá para ella, era lo que él le había dicho con tanta vehemencia. Que quería un hogar, que quería niños, que quería una mujer a su lado. Que la quería a ella. Simple y llanamente.

Ahora todo lo que le quedaba por hacer era convencer a Ness de que ella lo necesitaba y lo quería tanto como él a ella. No solo en la cama sino para siempre. Todo lo que tenía que hacer era abrirse camino a través de la última barrera. Era cierto que los ladrillos habían ido cayendo uno a uno a medida que ella se había ido abriendo y contándole cosas sobre su pasado. Ahora Zac sabía que ni su familia ni su marido la habían entendido, que ella no se había sentido querida ni deseada.

Él no podía hacerle daño nunca. Si ella hubiera sido su esposa y hubiera estado esperando un hijo, dudaba que la hubiera dejado sola. A pesar de que ni era su mujer ni estaba embarazada, le costaba mucho trabajo separarse de ella. Con una mueca divertida, echó un vistazo a los papeles que tenía encima de la mesa y que tenía que analizar. ¿Cómo se iba a concentrar? ¿Cómo iba a ganar dinero con una mujer como Ness monopolizando todos sus pensamientos? Quizá los años que había pasado totalmente dedicados a la empresa no habían sido una pérdida de tiempo después de todo. Ahora, era una compañía fuerte con una plantilla cuidadosamente elegida capaz de hacer su trabajo sin necesidad de que él estuviera continuamente encima de ellos. Y de todas maneras, no les iba a quedar otro remedio que arreglarse con la mitad del corazón y la dedicación de Zac. Él iba a estar muy ocupado en otros asuntos más importantes.

Lo cierto era que no le quedaba demasiado tiempo para ocuparse de los problemas de la empresa. Se pasaba las horas soñando con ella, planeando las horas que pasarían juntos, intentando llegar hasta ella de la mejor manera posible. Sabía lo que quería por primera vez en muchos meses. La visión de un futuro sin ella era cruda y difícil de imaginar, no tenía nada que perder y la necesitaba para poder dar un sentido pleno y verdadero a su vida.

Una vez decidido esto, lo primero que iba a hacer sería ir a la ciudad, regañar a la bibliotecaria por no tener los libros de Ness y después comprar una copia de cada uno en la librería más cercana. Quería saber todo sobre ella, y sus libros le revelarían una parte muy importante. Habiendo leído La venganza del cuervo, encontró Delincuente de medianoche y El diablo del bosque, y encargó que le trajeran los otros dos, Emboscada en otoño y Sueños diabólicos. De vuelta a casa, se sentó con El diablo del bosque en las manos y solo se movió a media tarde para llamar a Ness.

Zac: Hola Ness -dijo respondiendo suavemente a su voz-. ¿Qué tal estás?

Ness: Muy bien -contestó intentando contener su entusiasmo-. Hoy he escrito quince páginas.

Zac: ¿Y eso es mucho?

Ness: Imagina. Hay días que es una verdadera lucha esbozar cuatro o cinco. Quince... Saliendo de mis dedos con una facilidad increíble...  -y con una risa de satisfacción añadió-: ¡Es estupendo!

Zac: Me alegro. ¿Quieres descansar un rato?

Claro que le gustaría. Y más con él. Pero quizá no debería hacerlo, por mucho que la tentara.

Ness: Me encantaría, Zac, pero no sé. No creo que deba confiarme demasiado y dejarlo ahora; quizá el momento creativo se haya pasado cuando vuelva.

Zac: Pero tendrás que parar y descansar -razonó-.

Ness: Lo haré.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Es difícil de decir. -Miró la pantalla de su ordenador y luego al reloj, que marcaba casi las tres y media, después otra vez a la pantalla tratando de convencerse a sí misma de que su vacilación se debía a motivos de trabajo-. ¿A la hora de cenar? -sugirió-.

Zac: Bueno. ¿Quieres ir a la ciudad para comer algo? Algo rápido. Una hora o así. Después puedes volver a tu trabajo.

Si hubiera habido el menor indicio de resentimiento en sus palabras, Ness lo habría notado. Durante años, mientras su carrera se iba asentando y cobrando forma, ella se había preguntado muchas veces cómo un hombre podría vivir con una mujer con unas exigencias profesionales como las suyas.

No porque hubiera siquiera considerado volverse a casar, que no lo había hecho en absoluto, pero en teoría... Su trabajo conllevaba mucho tiempo y energía. Y un hombre nunca sería capaz de soportarlo.

A Zac, sin embargo, parecía no importarle, incluso le daba ánimos para continuar más tarde.

Ness: ¿De verdad que no te importaría algo rápido?

Zac: No -contestó remolón-. No te ocultaré que me gustaría pasar más tiempo contigo, pero entre una hora y nada, prefiero la hora.

Ella dudó un momento antes de contestar.

Ness: De acuerdo.

Zac: ¿Te parece bien a las seis y media?

Ness: Me parece perfecto -contestó con una sonrisa-. Hasta luego, entonces.

Colgó el teléfono con la sonrisa en los labios y echó una ojeada a la pantalla del ordenador. Con una mueca de satisfacción, archivó lo que había escrito y desconectó el aparato. En la cocina se preparó una taza de té, y sentada en una silla y con las piernas encima de la otra, lo bebió despacio, saboreando cada sorbo y relajando su mente.

Quería darse un baño, pero antes tenía que hacer algo más. Volviendo a su estudio, tornó una carpeta donde guardaba el papel de cartas y los sobres y empezó a escribir. El bolígrafo se movía muy despacio entre sus dedos. Se preguntó si no sería porque estaba demasiado acostumbrada a usar el ordenador, pero no se permitió excusas. Si no podía escribir con fluidez era porque no sabía qué poner. ¿Me apena oír que no estás bien? ¿Que te recuperes pronto? ¿Espero que...?

Pasó un buen rato concentrada en la tarea, escribiendo y tachando hasta que le gustó. Entonces lo copió en un pliego nuevo y lo metió en un sobre, con la dirección y el sello. Guardó la carta en su bolso para echarla al correo cuando llegara a la ciudad.

Luego, se dio un baño, largo y caliente, y se vistió y se decidió por unos vaqueros, un jersey de cuello alto y unas botas, esperando que diera la impresión de que acababa de estar trabajando. Tenía las mejillas sonrojadas y las puntas del pelo todavía húmedas del vapor del baño. Dándose un poco de sombra en los ojos, se miró al espejo por última vez y, sintiéndose satisfecha con su aspecto, bajó las escaleras y se dedicó a repasar lo que había escrito hasta que llegó Zac.

Cenaron en Dak Bluffs en un pequeño restaurante especializado en pescado y situado junto al puerto. La comida, a pesar de que era fresca y estaba muy bien preparada, era algo occidental; lo más importante era la compañía. Ante las preguntas de Ness, Zac le contó cosas de su trabajo, sobre los proyectos que tenía para futuras confecciones y sus planes de expansión en países extranjeros. Ante las preguntas de Zac, Ness le habló sobre su trabajo, sus personajes, sobre las personas que había conocido en la isla y las nuevas y excitantes noticias que Ashley le había dado el día anterior.

Ness: ¿Una película para la televisión? ¡Ness, eso es magnífico!

La genuina naturalidad con que Zac manifestaba su entusiasmo era un alivio para Ness, ya que había temido que lo pudiera molestar su éxito. Muchos otros hombres no se hubieran sentido complacidos al saber que estaban saliendo con una mujer de gran éxito profesional, eso lo sabía, y tenía recuerdos para demostrarlo. En más de una ocasión, en Nueva York, se había sentido objeto de comentarios e indirectas y, a pesar de que no le interesaban en absoluto los hombres que los habían hecho, se había sentido herida.

Ness: Bueno, todavía no es nada seguro -se apresuró a decir al notar la mano de Zac sobre la suya-. Quiero decir que a lo mejor se queda en nada.

Zac: Pero debes tenerlo en cuenta... -Una nueva idea en su mente hizo que Zac se pusiera un poco más serio y, apretándole la mano con gran ternura, dijo-: Si el proyecto marcha bien, ¿tendrás que supervisar las cosas? ¿Tendrás que irte de aquí?

Ness: No si puedo evitarlo -aseguró-.Yo puedo escribir libros pero no tengo la menor idea sobre escribir guiones. Le dejaré eso a los expertos, aunque supongo que podré dar mi opinión cuando el guión esté escrito. Pero todo eso se puede hacer por correo. No tengo por qué ir a Nueva York ni a los estudios de rodaje. Lo que no me gusta en absoluto es la gira que quieren que haga. Ashley me ha dicho que mis editores quieren que viaje por varias ciudades cuando publiquen las segundas ediciones de Sueños diabólicos y Emboscada en otoño. Lo odio.

Zac: Tampoco están tan mal -la reprendió ligeramente-.

Ness: Todas para ti si las quieres. -Justo al pronunciar las palabras, Ness se dio cuenta de que él también tenía que hacer lo mismo-. ¿No tienes que hacer tú lo mismo? Propaganda, giras, entrevistas...

Él era un diseñador de moda muy conocido en el país. A pesar de que ella no solía ver la televisión estaba segura de que también él habría tenido que seguir la misma ruta de programas de entrevistas.

Zac: Sí, lo he hecho.

Ness: ¿Y te gusta?

Si ella estaba inconscientemente buscando una fuente de incompatibilidad entre ellos no iba a conseguirlo tan fácilmente.

Zac: No. Nunca me han gustado. Pero -sus dedos empezaron a acariciarla lentamente-, si hubiera tenido a alguien conmigo, alguien especial, todo hubiera podido ser muy distinto. Como una segunda luna de miel, o una tercera, o una cuarta... -Sus ojos sonreían con picardía-. Tienes que admitir que, para gente como nosotros, que no hemos tenido ninguna de las ventajas de los adolescentes y los jóvenes de hoy en día, viajar es algo muy excitante.

Ella se quedó pensativa, acunada por el suave balanceo de los dedos masculinos sobre los suyos.

Nss: Supongo que sí. Y al principio lo fue. Pero luego... perdió su encanto.

Zac: Pero con alguien...

Durante una décima de segundo, se sintió cautiva de aquellos ojos azules que no dejaban de mirarla, e imaginó cómo sería viajar por todo el país e incluso por el extranjero con Zac a su lado. Sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, apretó más los dedos de Zac entre los suyos. Firmes, fuertes y cálidos, a punto siempre para levantarle el ánimo cuando estuviera deprimida, cansada o se sintiera sola. Sin poder evitarlo, su boca esbozó una sonrisa.

Ness: Sí. Entonces sería diferente.

Sin apartar los ojos de los de ella, Zac alzó la mano femenina hasta los labios y le besó los nudillos.

Zac: Creo que los dos podríamos soportarlo -murmuró con la voz enronquecida-. Cenar tarde después de las entrevistas, desayunos en la cama.

Abriéndole la mano, le besó el dedo meñique, haciendo que se ruborizara.

Ness contuvo la respiración. Desayunos en la cama... Desayunos en la cama después de una noche de... Lo quería, no lo quería... No podía negar la llamarada que sentía en su interior en su dedo. Era demasiado erótico para que se quedara impasible...

Ness: Por favor, no lo hagas -susurró con las mejillas encendidas e incapaz de ocultar la intensidad de lo que sentía-.

Notando su súbita confusión, Zac apartó el dedo de su boca y encerró la mano femenina en su puño.

Zac: ¿Por qué no? -murmuró, tenso pero sin querer darle importancia-.

Ness: Es... es demasiado.

Ella asintió con la cabeza.

Zac apretó aún más sus manos sobre las de ella y, con los ojos cerrados, apoyó la frente sobre ambas. Se quedó así durante unos minutos, durante los que Ness se sintió agonizar esperando su respuesta. Suplicándole que la entendiera con los ojos, Ness esperó a que él alzara la mirada. Pero al principio, Zac habló con los ojos cerrados y las cejas unidas en expresión de dolor.

Zac: Lo sé, lo sé -murmuró, tratando de convencerse a sí mismo de sus palabras-. Asusta encontrar a alguien después de tantos años... y sentir tanto y... tan de repente. -Después abrió los ojos y le miró el semblante abatido. Al hablar de nuevo lo hizo con los dientes apretados-. Pero está bien así, Ness. Sé que lo está. Nos irá bien juntos en todos los aspectos. Algún día lo verás por ti misma. No voy a renunciar a ti. Puedo esperar.

Perpleja por la pasión que encerraban sus palabras, Ness necesitó un momento para recuperarse. Zac estaba hablando de un futuro compartido. De un futuro real, los dos juntos, no de una fantasía. Pero ya había compartido un futuro en una ocasión con un hombre y había sido un verdadero desastre.

Ness: ¿Bien juntos? -repitió como un eco, con la voz temblorosa-. Me suena como si me quisieras estrangular.

La acusación de la joven relajó perceptiblemente las facciones masculinas. Sin soltar la mano de Ness, la apoyó en la mesa, y torció los labios con una sonrisa amarga.

Zac: Estrangularte por estar ahí sentada y ser capaz de excitarme tanto como lo haces y estrangularme a mí mismo por ser tan impresionable a mis años. ¿Qué elección me queda? -su voz se hizo más lenta y sensual mientras su cuerpo se inclinaba hacia delante-. ¿Estrangularte? No, señora mía, lo que me gustaría hacer es...

Ness: ¡Zac! -replicó totalmente en serio-.

También él hablaba en serio. Lo cierto era que estaba harto de ser noble y honesto. Quería pasar la noche con ella, quería hacerle el amor hasta que ella estuviera al borde de la muerte de placer. Aquel día llegaría. Él haría que llegara.

Zac: Lo que me gustaría hacer -resumió con una sonrisa forzada- es ser como Sean.

Ness: ¿Sean?

Zac: Sí, Sean, de El diablo del bosque.

Claro que lo conocía. Notó que le ardían las mejillas. ¿Cómo no lo iba a conocer, si ella misma lo había creado? Pero aquel Sean era el último hombre que tenía en la cabeza en aquel momento.

Ness: ¿Cómo es que lo conoces? -preguntó a la defensiva-.

Zac: He leído más de la mitad del libro.

Ness: Zac -protestó-. ¿No has tenido suficiente con un libro?

Zac: Te da vergüenza, Ness. ¿Por qué?

Ness: Porque... no sé, porque...

Zac: ¿Por qué hay una parte tan importante de ti reflejada en esos libros? -terminó por ella-. Eso ya lo sé, pequeña. Lo descubrí hace unos días leyendo La venganza del cuervo. De todas formas, El diablo del bosque es muy distinto, pero hay la misma profundidad de sentimientos reflejada en cada página. Sean es un santo. Y parece ser muy capaz de satisfacer las necesidades de Nicole.

Ness: Has leído las escenas de amor -replicó en tono severo-. Zachary Efron, no me digas que tú eres de esas personas que hojean primero un libro buscando escenas de sexo.

Zac: No -denegó con dureza-. No me dedico a buscar escenas picantes, pero ya he pasado la escena de amor del principio de El diablo del bosque. Creo que está maravillosamente descrita. Es fuerte y muy apasionada. Pero también es tierna y expresa sentimientos hondos y sinceros...

Ness le dirigió una mirada retadora, pero la expresión relajada y sincera del semblante masculino la desarmó. En aquel momento lo creyó; creyó que Zac envidiara a Sean. Y era obvio que quería que Ness fuera su Nicole.

Zac: De todos modos, creo que el libro tiene tanta fuerza como La venganza del cuervo. Cuando Nicole encuentra la serpiente enroscada en una de las perchas de su armario... -Entonces Zac se quedó callado sin poder apartar los ojos de la cara femenina. Al cabo de unos minutos continuó hablando-. ¿De dónde sacas las ideas?

Ella sonrió y se encogió de hombros.

Ness: A veces de los periódicos. A menudo dan noticias de cosas muy extrañas que ocurren en la vida real. A veces de otros libros o de la televisión. Aunque supongo que la mayoría surge de mi imaginación -admitió aclarándose la garganta-. Tengo una imaginación extremadamente fértil.

Zac: Lo que es cierto -aseguró- es que la has sabido canalizar por caminos muy productivos.

Ness: Supongo que sí -empezó pensativa-. Por desgracia a veces me dejo llevar por ella en la vida real y empiezo a imaginar que ocurren cosas extrañas.

Zac: ¿Cosas que te suceden a ti? -preguntó con el ceño fruncido-. ¿A qué te refieres?

Cuando Ness se dio cuenta de lo que iba a decir, pensó en quitarle importancia y dejarlo pasar.

Zac iba a pensar que era una auténtica paranoica. Aunque por otro lado quería compartir sus miedos con alguien y que le dijeran que no tenían razón de ser.

Ness: Me refiero a que -empezó a contarle vacilante, mirando a su alrededor para asegurarse de que la camarera no estaba cerca-. Ha habido veces que me han pasado algunas cosillas y he llegado a pensar que no eran solo meras casualidades. Es horrible y bastante estúpido. Supongo que estoy acostumbrada a escribir cosas de miedo en mis libros y luego sospecho de cada pequeño incidente.

Zac: ¿Incidentes como qué? -insistió en tono un tanto preocupado-.

Ness miró al plato y empezó a hacer montoncitos de comida con el tenedor.

Ness: No incidentes. Cosas que no están donde yo las había dejado. E incidentes como barriles cayendo de un tejado. O el accidente con la Suzuki. -No quería darle mayor importancia, pero ya había empezado y sabía que Zac no la tomaría por loca. Intentó forzar una sonrisa-. Incluso me quedé encerrada en una ocasión en la casita del jardinero hace unas cuatro o cinco semanas. No podía salir.

Zac: ¿Qué pasó? -preguntó con los ojos abiertos de par en par-.

Ness: Me asuste mucho y empecé a empujar la puerta con una fuerza que nunca creí poseer. Supongo que sería por el miedo. Al cabo de un rato se abrió.

Él dejó escapar un suspiro de alivio.

Zac: Pero en aquel momento, te preguntaste si había alguien que estaba intentando dejarte encerrada.

Ella asintió y se echó a reír.

Ness: Tonto, ¿verdad? A eso me refiero cuando hablo de imaginación fértil. Puede actuar a mi favor o en mi contra.

Zac no se rió.

Zac: Sí, y supongo que cuando lo hace contra ti pasas miedo, ¿no? Espero que ahora no estés preocupada por nada.

Ness: ¿Ahora mismo? Claro que no. Estoy contigo.

Lo dijo instintivamente, sin pensarlo, pero era una afirmación que endulzó la mirada masculina. Zac le sonrió.

Zac: Quizá deberías estar siempre conmigo -murmuró con suavidad. Y mirando hacia la puerta dijo-: Vamos. Será mejor que salgamos de aquí. -Pagó la cuenta y, agarrando a Ness salieron afuera; la oscuridad de la noche los envolvió y Zac pasó un brazo por el hombro femenino-. Espero que sepas a quién puedes llamar cuando estés asustada, sin que importe el momento.

Ness: No es más que mi imaginación.

Zac: Aun con todo. Llámame. ¿Me oyes, Vanessa Hudgens?

Ness: Te oigo, Zachary Efron -contestó imitando su tono de voz-.

Él metió la mano en el bolsillo interior de la chaqueta y sacó la carta de Ness.

Zac: Ahora vamos a echar esta carta al correo y después te llevaré a casa, ¿de acuerdo?

Ness: De acuerdo.

A pesar de que Ness estaba segura de que Zac había visto la dirección escrita en el sobre, este no había hecho el menor comentario sobre el hecho de que Ness se hubiera atrevido por fin a escribir a su madre. Y ella se lo agradeció. Era un asunto que la preocupaba y sobre el que tenía que tomar una decisión. La carta no era más que una corta misiva, pero era la primera en muchos años, y era lo único que podía hacer de momento. Dejaría que el tiempo y las circunstancias le dieran más pistas sobre cómo enfrentarse al tema.

Probablemente a raíz de la conversación sostenida en el restaurante sobre imaginaciones desbordantes, Zac acompañó a Ness hasta el interior de la casa y encendió todas las luces, comprobando que todo estaba en orden antes de disponerse a marcharse a su casa. A Ness la reconfortó su actitud.

Ness: Estoy bien -le aseguró después de que él le preguntara por tercera vez-. Y tan pronto como salgas por esa puerta voy a echar todas las cerraduras. ¿También se ha despertado tu imaginación?

Zac: Sí -aseguró tomándola entre sus brazos-. Mi imaginación está totalmente desbordada desde el día que chocamos en la carretera. -Frunció el ceño y analizó atentamente las facciones femeninas, como queriendo hallar la respuesta a lo que estaba pensando en aquel momento-. Es difícil de creer que haya sido hace apenas un par de semanas. Parece como si te conociera desde hace mucho tiempo.

Lo mismo le ocurría a ella. Pero manteniendo en silencio sus sentimientos, trató de quitar seriedad al tema.

Ness: Parece que les estás robando las frases a mis personajes, Zac Efron.

Zac: ¿Sí? No, nunca he leído esa frase en tus libros.

Ness se quedó pensativa durante unos momentos.

Ness: La verdad es que, pensando sobre ello, tienes razón. Esa frase es de Sueños diabólicos. Bueno, quizá te lo esté pegando yo.

Zac: ¿Pegando el qué?

Ness: El romanticismo -anunció con una mueca de burla-.

Los brazos de Zac se cerraron en su cintura y ella posó los suyos en los hombros masculinos. Ness se sentía más tranquila y segura cuando él estaba tan cerca.

Zac: ¿Es serio? -preguntó seriamente.

Ness: A veces.

Zac: ¿Doloroso?

Ness: De vez en cuando.

Zac: ¿Y puede conducir a la muerte?

Ness: En muy extrañas ocasiones, como en Romeo y Julieta.

Zac: Ya veo -contestó con un exagerado asentimiento de cabeza-. ¿Y hay esperanza?

Durante todo el rato sabía que estaban hablando sobre ellos mismos y sobre la enfermedad que los quemaba por dentro. La última pregunta de Zac lo había dejado totalmente claro.

Ness: Creo que sí -murmuró-.

Zac: Yo lo sé positivamente -afirmó momentos antes de besarla-.

Lo que empezó corno una suave caricia en los labios dio lugar a algo mucho más ardiente y pasional, aunque Zac no había intentado que lo fuera y Ness mucho menos. Pero la necesidad se había ido acrecentando a lo largo de toda la velada y no podían seguir negándolo.

Zac, al cabo de un rato, y al notar que el beso se hacía más pasional, separó sus labios.

Zac: Dios mío, será mejor que me vaya ahora mismo o no seré responsable de mis actos -murmuró casi en un gemido-. ¿Te llamo mañana?

Incapaz de decir una sola palabra, Ness asintió en silencio y lo observó mientras se dirigía hacia su coche. Cuando el Maserati desapareció en la oscuridad de la noche, sintió un escalofrío que recorrió su cuerpo y entró en la casa.

Tal y corno le había dicho a Zac, echó las dos cerraduras y luego volvió a su estudio para repasar lo que había escrito aquel día.

Intentó concentrarse durante unos diez minutos, pero lo que realmente le apetecía era meterse en la cama y enterrarse bajo las sábanas a soñar. Había sido un día muy largo en muchos aspectos. Estaba cansada, y cuanto antes llegara el día siguiente, mejor.

Ness estaba todavía pensando en Zac cuando se despertó a la mañana siguiente, a las cinco en punto como era habitual. Se lavó la cara y los dientes y se preparó un café, tras lo cual se encerró de nuevo en su estudio a trabajar. La escena de amor que escribió entonces fue la más potente y apasionada de las que nunca había escrito. Le pareció que incluso el ordenador se iba a asustar al ver lo que estaba escribiendo, pero este lo dirigió sin ningún problema. Una vez terminado, al releerlo, Ness se sintió temblar de emoción de la cabeza a los pies.

No cabía la menor duda sobre el amor que los protagonistas sentían el uno por el otro, un diseñador de barcos y una artista. Todo había ocurrido tan rápidamente que incluso ellos mismos estaban asombrados, lo mismo que Ness. Normalmente dedicaba mucho más tiempo a elaborar la historia de amor, tejiendo la telaraña de amor e intriga lentamente, con sumo cuidado. Pero aquel libro era diferente, más simple en algunos aspectos, pero increíblemente intenso. Los protagonistas se habían sentido atraídos el uno por el otro desde el principio, y su relación, que había pasado de la amistad al amor, había dominado por completo las ochenta páginas que llevaba escritas, sin dejar lugar para otros personajes u otros sucesos. La atracción mutua había ido creciendo intensamente hasta el momento en que hicieran el amor por primera vez.

Ness cerró los ojos y respiró profundamente. Se estremeció. Lo que vio ante ella era la cara de Zac. ¿Su protagonista?, se preguntó. Deseó poder observar el argumento de su vida tal y como ella ahora estaba observando el argumento de su libro. ¿Qué era lo que la vida les reservaba a Zac y a ella? ¿Tendrían que pasar una prueba de fuego corno la que sus protagonistas tendrían que pasar pronto?

Porque no todo en su libro era de color de rosa. Mientras que los protagonistas habían estado inmersos totalmente en el amor que surgía entre ellos, una fuerza siniestra, desconocida para ellos, había aparecido en escena. El rival del protagonista masculino, un hombre que había sido su amigo y que ahora se hallaba medio loco por sus propias frustraciones, estaba convencido de que el último diseño de aquel no era más que una copia de uno que él había realizado años atrás. ¿Cómo vengarse del hombre que le había robado su único y verdadero amor?

Era obvio. En la mujer que era ahora el amor de su ex amigo.

Ness se estremeció al pensar en la figura del rival. Era un hombre alto y desgarbado, con la barba larga y mal recortada, siempre con el ceño fruncido y bizco. Le recordaba al hombre que se la había quedado mirando en la ciudad el día que fue de excursión con Zac por la isla. Quizá había descrito a su tercer personaje a partir de aquel hombre. Un hombre que parecía estar siempre enfadado y cuya maldad aparecía reflejada en sus ojos.

Otro escalofrío la hizo ponerse en pie y abrir las contraventanas. Había estado trabajando duramente, las cuatro horas sin darse cuenta y eran ya casi las nueve y media. Al contemplar el día por primera vez, vio que estaba lloviendo y que el cielo estaba gris y cubierto de nubes. ¡Qué bonito y significativo que hubiera escrito la apasionada escena de amor en su propio mundo, soleado y radiante! Ahora no podía escaparse de la oscura realidad... ni de los sombríos pensamientos que pasaban por su mente.

Antes de finalizar el siguiente capítulo, la protagonista quedaría definitivamente destinada a ser la presa del malvado. Sin acontecimientos repentinos ni hechos aterradores; eso sería demasiado rápido para el malvado, quien, consciente de los años durante lo cuales se había sentido estafado y robado, quería vengarse con un tormento lento, prolongándose tanto para el protagonista como para ella.

Ness se apretó más el chal sobre los hombros. ¿Podría ocurrir en realidad? ¿Sería una persona capaz de atormentar a otra lentamente? Claro que sería capaz. Pero ¿lo haría? ¿Qué clase de mente pervertida querría hacerle daño a ella? ¿Y por qué? ¿Había hecho ella tanto daño a alguien como para merecer ese tipo de venganza?

A pesar de pensar en ello, no podía siquiera imaginar quién podría ser. De lo que estaba segura era de que no era nadie relacionado con Zac. Ya antes de conocerlo a él le habían empezado a suceder cosas extrañas.

¿Coincidencias? De eso intentaba constantemente convencerse a sí misma. Pero cada vez era más difícil de aceptarlo como meras casualidades porque seguían un modelo. Quienquiera que fuera había leído sus libros. O ella era vidente.

Al pensar en esta última posibilidad se apartó de la ventana y se acercó lentamente hasta la mesa de trabajo. Si era cierto que lo que ella escribía se convertía en realidad, ¿podría escribir lo que quería que le ocurriera en el futuro y hacerse realidad? Lo que sentía por Zac se materializaba en los sentimientos que anidaban en el corazón de su protagonista femenina. Zac Efron, a pesar del poco tiempo que hacía que lo conocía, había despertado en ella deseos a los que había renunciado en la vida real convencida de que no podían darse más que en los libros. Y en aquel momento se dio cuenta de que quería que él fuera su protagonista, el de la novela y el de su vida. ¿Novela o realidad, no estaría pidiendo demasiado?

Las lámparas del estudio parpadearon. Ness alzó la mirada y se quedó congelada. En Sueños diabólicos las líneas telefónicas habían sido cortadas y, misteriosamente, se había ido la luz. Aguantó la respiración. Pero después de unos minutos de parpadeo, el fluido eléctrico se hizo continuo.

Moviendo la cabeza salió del estudio y subió a su dormitorio para darse un baño y vestirse. Después se preparó el desayuno y, con el estómago lleno, se plantó delante del ventanal del salón para contemplar el paisaje que la rodeaba. No se veía ni un alma y el aire gemía contra los árboles. Decidió encender el fuego de la chimenea y trabajar allí durante un rato para entrar en calor.

Después de limpiar las cenizas y colocar algunos trozos pequeños de madera, se dio cuenta de que no quedaban troncos en el cubo de cobre donde los guardaba. Se levantó y cruzó la habitación hacia el sótano, encendiendo la luz y empezando a descender por las escaleras. Apenas había apoyado el pie en el tercer escalón, cuando el tablón se hundió bajo sus pies. Si no hubiera bajado sujetándose en los troncos del techo, hubiera caído.

Se apoyó con cuidado en el segundo escalón. Tardó más de un minuto en recuperarse del susto. Con el corazón latiéndole con fuerza y asegurándose de que pisaba en suelo firme, se quedó mirando fijamente a las escaleras. El tablón del tercer escalón estaba suelto; alguien había quitado los clavos. No era un accidente, de eso estaba segura. Alguien había estado en la casa. Pero ¿quién? Y, ¿cuándo? Echó una mirada rápida y nerviosa ojeada al sótano, pero nada parecía estar fuera de lugar.

Tenía que salir de la casa. No podía seguir imaginando que eran coincidencias. Alguien estaba tras todo aquello y ahora sabía adónde debía ir. Volvió al salón y llamó a Maggie para conseguir la información que necesitaba. En pocos minutos estaba en su coche conduciendo bajo la lluvia a casa de Zac.

Alguien había estado en la casa. ¿Más de una vez? No podía ser, ella trabajaba en casa y estaba allí la mayor parte del tiempo. Aunque últimamente había salido varias veces con Zac. Recordó el libro que había encontrado fuera de lugar sobre la repisa de la chimenea, el despertador sonando a las dos de la madrugada, el cepillo de pelo sobre la cama, el frasco de perfume destapado, ahora el escalón del sótano... Atando cabos se dio cuenta de que había estado fuera de la casa horas antes de que aquellos incidentes ocurrieran. Alguien la estaba observando, consciente de sus salidas y entradas. Sus propios pensamientos la aterrorizaban. Siguiendo las instrucciones de Maggie, se desvió de la carretera principal y aparcó delante de la casa de Zac.

Apenas se percató de la moderna estructura de hierro y cristal y de la panorámica vista del océano. Quería ver a Zac. Solo después podría relajarse.

Él estaba hablando por teléfono desde su estudio con su distribuidor de la Costa Oeste cuando oyó el timbre de la puerta. Su primera reacción fue ignorarlo, el cartero podría dejar en el buzón lo que llevara. Cuando se dio cuenta de que la razón de su llamada sería que necesitaba su firma para algún certificado o paquete, decidió contestar.

Zac: Maldita sea, Frazier. Espera un momento. Están llamando a la puerta.

Dejó el auricular sobre la mesa y se dirigió hacia la puerta a grandes zancadas. La abrió con fuerza, irritado por haber sido interrumpido, pero su expresión cambió al encontrarse con una Ness Hudgens con el rostro desencajado.

Zac: ¡Ness! -En aquel momento ella tenía una expresión parecida a la de la noche del accidente, cuando se conocieron. La cara pálida y la mirada aterrorizada-. ¡Dios mío, Ness, entra!

Zac la tomó de la mano y la hizo entrar, cerró la puerta tras ella. Luego, se la quedó mirando sin poder creer que fuera ella quien había ido a su casa. Sin pensarlo, le apartó el pelo mojado de la cara y pasó los dedos por la nuca femenina mientras la observaba detenidamente. Después, corno había hecho aquel primer día bajo la lluvia, la besó suavemente, sintiendo el temblor de aquellos labios bajo los suyos y el cuerpo femenino apretándose contra él con un suspiro de alivio.

Ness: Gracias a Dios que estás en casa -murmuró-. ¡Estaba tan preocupada por si no estabas ahora que te necesito tanto!

El tono de su voz era débil y apenas perceptible. Zac la apartó un poco y la miró preocupado.

Zac: ¿Qué pasa, Ness?

Ness: Zac...

Zac: ¿Qué ha pasado? -preguntó con voz ronca.

Ness: Yo... Yo... -Agachó la cabeza y, en un momento de cobardía, se metió la mano en el bolsillo y sacó el pañuelo que Zac le había dejado el día del accidente-. Yo quería devolverte esto -murmuró, incapaz de mirarlo a los ojos-.

Zac se quedó mirando al pañuelo.

Zac: Ness, tú no estás temblando solo por un pañuelo. ¿Qué ha pasado?

Entonces ella alzó la mirada. Necesitaba el consuelo y el cariño de aquel hombre.

Ness: Tengo... tengo miedo, Zac.

Zac: ¿De qué?

Ness: Algo extraño ha ocurrido esta mañana. Y quizá sean imaginaciones mías, pero estoy asustada.

Las palabras le salían a borbotones y empezó a temblar de nuevo. Zac la apretó firmemente contra sí. Después, sujetándola por la cintura, la condujo hasta su estudio.

Zac: Vamos. -Volviendo a su mesa de trabajo tomó el auricular con la mano que le quedaba libre-. ¿Frazier? Te llamaré en otro momento. ¿Estarás en tu despacho más tarde? De acuerdo.

Ness: Lo siento, Zac. No quería interrumpirte. Ha sido muy tonto por mi parte...

Un dedo masculino le tapó los labios.

Zac: Nada es tonto cuando se refiere a ti, Ness. ¿No te dije que me llamaras cuando fuera necesario?

Ness: Que te llamara, pero no a la puerta de tu casa.

Zac: ¿Cómo me has encontrado?

Ness: Por Maggie.

Él asintió, se sentó sobre la mesa y atrajo el cuerpo femenino entre sus piernas, cerrando los brazos alrededor de su cintura.

Zac: Y ahora, ¿me vas a decir qué es lo que ha pasado? ¿Otro... accidente?

Ella tragó saliva y asintió.

Ness: Casi. He ido al sótano para subir unos cuantos troncos para encender la chimenea y casi me caigo rodando por las escaleras. Uno de los tablones de madera estaba suelto.

Su voz se desvaneció al verse a ella misma rodando por las escaleras.

Zac la apretó contra sí y le acarició la espalda mientras le susurraba palabras de consuelo al oído.

Zac: Está bien -murmuró-, ahora estás a salvo aquí conmigo. Está bien.

Cuando Ness se calmó, se dio cuenta de que Zac estaba tenso. Entonces se echó hacia atrás y lo observó con detenimiento.

Zac: ¿Las escaleras del sótano? ¿Como en La venganza del cuervo?

Ella se encogió de hombros, avergonzada por un momento.

Ness: Bueno, es algo que ocurre a menudo...

Zac: Pero ya ha habido demasiadas coincidencias para que siga siéndolo. Ahora quiero que me cuentes todo lo que ha estado ocurriendo desde que estos incidentes empezaron. Todo, ¿entiendes, Ness?




Oh, my God! ¡Alguien intenta cargarse a Ness! Pero tranquilas, super Zac está aquí XD

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2 comentarios:

Unknown dijo...

Por dios por dios!!
Quien es el que va tras Ness? Puede ser el ex marido de ella? Hasta a mi me da miedo, y es tan lindo que Zac se conozca los libros que Ness ha escrito, es tan tierno.
Me encanta esta novela, porque tiene un poco de todo, tiene amor, pasion, miedo, intriga... tiene TODO. Me encanta!!

Espero que no le pase nada a Ness y que Zac siempre este con ella.



Sube prontooo

Maria jose dijo...

Amo a este super zac es muy protector
Pobre vanessa debe estar muy asustada
Alguien quiere hacerle daño
Esta novela esta muy muy buena
Es ya una de mis preferidas
Espero que todo se arregle y que vanessa
Se cuide mucho por que alguien está detrás de ella

Sube pronto!!!!
Saludos

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