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miércoles, 25 de marzo de 2015

Capítulo 3


Zac: Esta parte de Aura está, en su mayoría, cubierta de bosques -le explicó al acercarse a la isla-.

No había playa. Los acantilados rocosos formaban un puerto natural en el que habían construido un embarcadero de madera. El mar parecía de un azul turquesa brillante desde la distancia, pero al amarrar el barco, Vanessa se dio cuenta de que el agua era tan cristalina que podían verse los peces nadando en el fondo. Fascinada por ellos, se inclinó hacia delante y metió la mano en el agua.

Ness: Son preciosos -murmuró, apartándose la melena para que no se le mojase-.

Zac contuvo el impulso de enterrar los dedos en ella y se concentró en amarrar bien el barco.

Zac: Soy hijo de pescador, así que, para mí, son solo un par de platos de comida.

Ness: Ah, yo no me los comería. Son demasiado bonitos -rió, olvidando el resentimiento y disfrutando del cielo azul, del mar y de los acantilados-. Es un paraíso -añadió-.

Zac no podía apartar la vista de ella. Cualquier hombre habría podido perderse en la profundidad de sus ojos color chocolate. ¡Y su sonrisa! Iluminaba aquel rostro de niña y transformaba sus facciones clásicas en algo muy bello, arrebatador.

Resopló con impaciencia. Había sabido desde el principio que Vanessa Hudgens solo le causaría problemas. Tenía que haberla mandado de vuelta a Atenas. Aura era su refugio, un lugar tranquilo en el que podía relajarse y olvidarse de las tensiones del trabajo.

Y en esos momentos no estaba nada relajado. Tomó la mano de Vanessa para ayudarla a subir al muelle e inhaló su suave olor a flores. Se había excitado al ayudarla a subir al barco en Kea y, en esos momentos, viendo cómo se balanceaba su trasero al andar por el muelle, notó cómo crecía su erección.

Zac: Dios -juró entre dientes-.

Lo que le faltaba era sentirse atraído por una bella morena con cara de ángel y lengua afilada.

Del muelle salía un camino bastante empinado que desaparecía detrás de una roca.

Zac: Son solo cinco minutos andando hasta casa -le explicó mientras tomaban ambas maletas-, pero es irregular en algunos lugares. ¿Crees que te las arreglarás? Tal vez sea mejor que te cambies esos zapatos por otros más sensatos.

¡Sensatos! Vanessa odiaba aquella palabra. Le recordó a las innumerables discusiones que había tenido con John de adolescente acerca de los zapatos, la ropa, el maquillaje. «No permitiré que ninguna hija mía vaya por ahí como una fulana», había sido su frase favorita, con el rostro amoratado por la ira. Le había prohibido los tacones, las minifaldas y los vaqueros ajustados, todas las cosas modernas que llevaban sus amigas, tal vez porque Vanessa le había recordado constantemente la infidelidad de su madre.

«Y harás lo que diga porque yo soy el adulto y tú, una niña».

Ella había sentido ganas de rebelarse siempre, y en esos momentos, la expresión de Zac le evocó la misma sensación.

Ness: Siempre llevo tacones y puedo andar perfectamente con ellos -contestó en tono frío-. Seguro que estaré bien.

Y con la cabeza levantada se dio la media vuelta, pero el tacón se le clavó en el césped que había al borde del camino y tropezó. No cayó al suelo porque Zac reaccionó a tiempo y soltó las maletas para agarrarla a ella.

Zac: Sí, ya veo que eres como una cabra montesa -comentó-. Vamos a intentarlo otra vez. Con cuidado. Y ponte esto -le dijo, colocándole sin ningún cuidado el sombrero en la cabeza-. A esta hora de la tarde es cuando más calienta el sol y la piel se te puede poner roja como una langosta en un momento.

Y sin esperar su respuesta, tomó de nuevo las maletas y echó a andar delante de ella por el camino, sin girarse a comprobar si lo seguía.

«Arrogante, testarudo…». Vanessa tomó aire y echó a andar detrás de él, con la vista clavada en el suelo para no tropezar. Por una parte, Zac la hacía sentir como una niña de cinco años, aunque la reacción de su cuerpo hacia él no era en absoluto infantil.

Suspiró. Aquella inesperada atracción era otra complicación más a la hora de intentar tener terminado el vestido de Miley en un plazo de tiempo tan corto.

Solo esperaba que esta le hubiese dicho la verdad al comentar que su hermano pasaba mucho tiempo en Atenas, porque esperaba verlo lo menos posible.

El camino llegaba a lo alto del acantilado y Vanessa se detuvo allí a admirar el paisaje. A un lado estaba la inmensidad del mar azul, salpicado de islas, la más cercana, Kea. Al otro, rocas grises, vegetación, altos cipreses y densos olivares, bajo los que se extendía una alfombra de amapolas rojas.

Ness: ¿Vive mucha gente en la isla? -le preguntó a Zac, que había aminorado el paso para que ella lo alcanzase-. Veo que hay un pueblo en el valle.

Zac: Hace unos años vivía aquí una pequeña comunidad, sobre todo de pescadores. Mi padre nació en Aura, pero Kea tiene un puerto más grande y, poco a poco, todo el mundo se fue trasladando allí, dejando la isla deshabitada, hasta que yo la compré hace tres años.

Ness: Entonces, ¿no vive nadie en esas casas?

Zac: Sí, mi personal y sus familias. Muchas casas estaban en mal estado, pero tengo un equipo que las está reformando poco a poco. También hay una iglesia, que es donde va a casarse Miley.

Ness: Espero que sea grande -comentó-. Ya que Miley me ha contado que vendrán cientos de invitados a la boda.

Zac hizo una mueca.

Zac: Sí, su prometido tiene mucha familia, a la que, en su mayoría, Miley no conoce. La iglesia es pequeña y la mayoría de los invitados se sentarán fuera para la ceremonia. La recepción tendrá lugar en la casa, donde hay mucho más espacio.

Vanessa lo miró sorprendida, preguntándose cómo de grande sería.

Ness: ¿La casa tiene espacio suficiente para que se alojen todos los invitados?

Zac: ¡Dios, no! -exclamó horrorizado-.

Y a Vanessa la expresión de su rostro le resultó casi cómica e hizo que lo viese más humano.

Zac: La mayor parte de los invitados se quedarán en Atenas o en Kea. He contratado una flota de helicópteros para traerlos a Aura, y algunas personas llegarán también en barco.

Ness: Suena a pesadilla logística. ¿No habría sido más sencillo celebrar la boda en Atenas?

Zac se encogió de hombros.

Zac: Es probable, pero Miley quería casarse aquí, y yo removería cielo y tierra para darle la boda que quiere.

Vanessa lo miró fijamente, sorprendida por la repentina ronquera de su voz. Era evidente que Zac adoraba a su hermana. Su mirada emocionada le hizo preguntarse si no lo habría juzgado mal. Tal vez no fuese tan autoritario como le había parecido al principio. Al parecer, era muy importante para él que la boda de Miley fuese perfecta.

Caminaron en silencio. El camino era más ancho y podían ir el uno al lado del otro. Las vistas desde lo alto del acantilado eran impresionantes y a Vanessa no le sorprendió que Miley quisiese casarse en un lugar tan bonito. No obstante, quien ocupaba en esos momentos sus pensamientos no era ella, sino su hermano.

Ness: Me has dicho que tu padre nació en Aura, pero supongo que tú no, ¿verdad?

Zac: No, la isla estaba abandonada desde mucho antes de que yo naciese. Nací y crecí en Kea. Miley también, pero no se acuerda de su estancia allí porque nos mudamos a vivir a Estados Unidos cuando era muy pequeña.

Ness: ¿Por qué se marchó tu familia de Grecia?

Zac: Para ganarse la vida -respondió apretando los labios-. Mi padre había perdido su barco en una tormenta y no podía comprar uno nuevo, pero sin barco tampoco podía pescar ni ganar dinero para alimentar a su familia. Un primo lejano tenía una tienda en Nueva York. Frank lo organizó todo para que mis padres llevasen la tienda y, cuando falleció, se la dejó en herencia.

Ness: Debió de ser un gran cambio, ir de un pueblo pequeño a una gran ciudad. Yo viví en muchos lugares diferentes de niña porque mi padrastro era militar, y me habría costado todavía más adaptarme si hubiese tenido que irme a otro país -comentó, mirando hacia el mar color turquesa-. ¿No echabas de menos esto?

Zac: Todos los días. Pero era joven y me adapté. Fue a mi padre a quien se le rompió el corazón al dejar Grecia.

Ness: Debió de gustarle mucho que comprases Aura, la isla en la que había nacido.

Zac dudó un momento. Luego, se encogió de hombros. Cualquiera que hiciese una búsqueda en Internet podría averiguarlo todo acerca de su familia.

Zac: Mi padre falleció dieciocho meses después de que nos hubiésemos trasladado a los Estados Unidos, y mi madre, dos años más tarde.

Su voz estaban tan exenta de emoción que Vanessa lo miró sorprendida. Le entristeció saber que el padre de Zac jamás había regresado a casa y no había vuelto a ver aquel precioso lugar.

Ness: Lo siento. No lo sabía… -se interrumpió de repente-.

No tenía por qué conocer la tragedia que había roto a la familia de Zac. Hacía menos de una hora que lo conocía, eran dos extraños, ¿por qué estaba sufriendo por él? ¿Y por qué estaba tan segura de que él le estaba ocultando su dolor detrás de aquellos ojos azules? Tal vez porque Vanessa también había aprendido a esconder el suyo después de la muerte de su madre.

Ness: Miley no debía de ser muy mayor cuando vuestros padres fallecieron. ¿Quién la cuidó?

Zac echó a andar de nuevo y Vanessa lo siguió.

Zac: Yo. No había nadie más. Casi no se acuerda de nuestro padre y yo he intentado ser una figura paterna para ella, pero ha echado de menos tener una madre. Todavía lo echa de menos ahora, sobre todo, con los preparativos de la boda -admitió suspirando-. Ya sabes cómo es eso, siempre hay un vínculo especial entre madres e hijas.

Había metido el dedo en la llaga. A Vanessa se le hizo un nudo en la garganta y, por un instante, no pudo hablar.

Ness: Sí -murmuró por fin-. Ya sé.

Miró hacia el horizonte y la fina línea que separaba el cielo del mar se nubló cuando las lágrimas llenaron sus ojos. Había tenido un vínculo muy especial con su madre, o eso había pensado, porque Gisele nunca le había contado la verdad acerca de su padre y no podía evitar sentirse traicionada.

Zac: Vanessa… ¿Te ocurre algo?

Zac se dio cuenta de repente de que la diseñadora se había quedado atrás y tenía la mirada perdida en el mar. Tenía medio rostro oculto debajo del sombrero, pero podía sentir su vulnerabilidad.

Se preguntó a sí mismo qué le estaba pasando y se miró el reloj. Se le había hecho tarde para hacer una llamada importante y tenía que empezar a centrarse en sus negocios, como siempre, y no permitir que Vanessa lo distrajera.

Ness: Solo estaba admirando las vistas -respondió parpadeando con fuerza e intentando apartar aquello de su mente-.

Continuaron andando por el camino unos metros más y luego giraron y vieron unos escalones tallados en el acantilado. Hacia un lado llevaban a una playa de arena blanca y, hacia el otro, a unas puertas de hierro forjado instaladas en un muro de piedra. Zac apretó un botón para que se abriesen e hizo entrar a Vanessa.

Zac: Bienvenida a Villa Elena.

Ness: Vaya… -dijo olvidándose de los dolorosos recuerdos-. Es… espectacular.

La arquitectura de aquella casa blanca era ultramoderna, y tenía muchas ventanas que debían de tener vistas al mar.

Zac asintió.

Zac: Es mi casa -comentó sin más-.

Vanessa no podía tener ni idea de lo que aquello significaba para él. Durante los muchos años que había vivido en un lúgubre piso de un barrio difícil de Nueva York, se había aferrado a sus recuerdos y había soñado con tener algún día una casa con vistas a las aguas color zafiro del mar Egeo.

Gracias a su inteligencia, determinación y a años de duro trabajo, había levantado una empresa y había hecho realidad su sueño. Aura era su refugio, el lugar en el que estaba su casa y la de Miley.

Podía haber sido su hogar durante la niñez. Tenía que haberlo sido. La amargura inundó su corazón.

Había comprado la isla cuando Amber le había dicho que estaba embarazada, y le había encargado a un arquitecto que diseñase una casa lujosa para la mujer a la que amaba y su futuro bebé.

Pero Amber no había llegado a ir allí, y no había habido bebé, de eso se había encargado ella. Zac apretó la mandíbula y se le hizo un nudo en el estómago al recordar semejante traición. Amber había sabido lo mucho que deseaba tener un hijo, pero no había permitido que nada se interpusiese en su ascenso a la fama.

Miley había sido la única persona que había confiado en él y le había pedido que dejase de anestesiar sus emociones con whisky. Zac jamás olvidaría cómo lo había cuidado su hermana pequeña. Miley había estado allí en sus peores días, cuando el dolor y la ira lo habían desgarrado por dentro, pero no tardaría en marcharse a la casa que le había comprado en Atenas, con Georgios. Exhaló con fuerza. Su hermana pequeña había crecido y había llegado el momento de dejarla marchar, pero no había imaginado que sería tan duro.

Miró un instante a Vanessa.

Zac: Vamos -la invitó-. Mi mayordomo nos servirá algo de beber en la terraza.

«Cómo no», pensó ella mientras atravesaban el patio. «Tiene mayordomo». Zac era multimillonario y seguro que tenía muchos sirvientes.

Se dio cuenta de que había entrado a la finca por una puerta lateral. La casa estaba a su derecha, mientras que a la izquierda había un enorme jacuzzi circular y una piscina que parecía perderse en el acantilado que había detrás. Aquello era un paraíso.

Llegaron a la terraza, donde había un toldo blanco que se ondulaba suavemente con la brisa, y un hombre salió de la casa a recibirlos.

Zac: Este es Mike -dijo presentándole al hombre-.

Era bajo y fornido, castaño e iba vestido con unas bermudas. No se parecía en nada al mayordomo que se había imaginado Vanessa. Y, a juzgar por su amplia sonrisa, debía de saber lo que estaba pensando.

Mike: ¿Cómo está? -la saludó-.

Zac: Como habrás visto, Mike tiene una gran afición por las bermudas de colores chillones -comentó-. Por eso llevo yo siempre gafas de sol. No obstante, lleva tantos años trabajando para mí, que tengo que perdonarle que tenga tan mal gusto para la ropa.

El mayordomo rió. Era evidente que ambos hombres tenían mucho más que una relación laboral, eran amigos. Como si le hubiese leído la mente a Vanessa, Zac continuó:

Zac: Mike y yo compartimos adolescencia en el Bronx. Por aquel entonces había mucha violencia y nosotros solíamos guardarnos las espaldas.

No le contó nada más, pero Vanessa imaginó que habían pasado muchos momentos difíciles juntos.

Ness: Me alegro de conocerte, Mike -murmuró, sonriéndole-. Y me gustan tus bermudas.

Mike: Gracias, señorita Hudgens. Me alegra conocer a alguien con tan buen gusto -respondió guiñándole el ojo-. Miley me ha dicho que le gusta beber té. Espero que le parezca bien un Earl Grey.

Ness: Ah, sí… Estupendo -dijo aceptando la taza que Mike le ofrecía y dándole un sorbo-. Delicioso.

Zac: Beber té es una costumbre inglesa que jamás entenderé -comentó haciendo una mueca y tomando el vaso de cerveza que le ofrecía su mayordomo-. ¿Puedes llevar el equipaje de Vanessa a su habitación, Mike?

Cuando este hubo desaparecido dentro de la casa, Vanessa volvió a sentirse intensamente atraída por su anfitrión. Se terminó el té, dejó la taza encima de su plato con mano algo temblorosa y dijo:

Ness: Estoy deseando ver a Miley.

Zac: Lamento que tendrás que esperar a mañana -le anunció terminándose la cerveza y dejando el vaso en la bandeja-. Miley ha volado a Atenas en mi helicóptero hace un par de horas. El padre de su prometido ha sido hospitalizado, y quería estar con Will mientras les comunicaban cuál es el estado de Henry.

Ness: Cómo lo siento -le contestó-. ¿Está muy enfermo el padre de Will?

Zac: Tiene un problema cardiaco y van a operarlo el mes que viene. Miley quería dejar la boda para después de la intervención, pero yo insistí en que no lo hiciera -admitió-, ya que es muy arriesgada y, si las cosas fuesen mal… Bueno, digamos que me pareció más prudente celebrar la boda antes de la operación de Henry. Aunque mi hermana no sabe que me preocupa la enfermedad de su suegro. Lo quiere mucho y tanto Will como ella se quedarían destrozados si no pudiese asistir a la boda.

Vanessa se dijo que, entonces, la fecha de la boda no tenía nada que ver con sus negocios, sino con la salud del padre del novio.

Entonces le vino otra idea a la mente y frunció el ceño.

Ness: Si sabías que Miley no estaba aquí, ¿por qué no me lo has dicho cuando estábamos en Kea? ¿Por qué me has traído a Aura?

No sabía por qué le incomodaba tanto saber que estaba sola con Zac en aquella isla. Bueno, no estaban del todo solos. Estaba Mike, y seguro que había más servicio. No había ningún motivo para que se le acelerase el corazón, pero Zac se había quitado las gafas y le estaba mirando los labios. Ella se los humedeció instintivamente y lo vio ponerse tenso.

Ness: Podría haberme alojado en Kea hasta que Miley volviese a Aura -le dijo con cierta desesperación-.

Él se encogió de hombros.

Zac: Supuse que querrías ver dónde iba a tener lugar la boda. Miley me dijo que tenías en cuenta el entorno a la hora de diseñar el vestido. Volverá mañana por la mañana, así que podrás deshacer las maletas e instalarle antes de que llegue.

Ness: Me lo tenías que haber dicho -insistió-. Prefiero tomar yo mis propias decisiones.

Zac: No importa, ¿no?

Zac se preguntó por qué lo miraba con tanta cautela. ¿No pensaría que le iba a saltar encima como un joven con exceso de testosterona? Al fin y al cabo, él no era el único que estaba sintiendo aquella atracción.

Zac: Pareces preocupada por algo, Vanessa -añadió en tono suave, tendiendo las manos hacia ella y viendo con satisfacción cómo retrocedía-.

Ness: No -lo contradijo esta enseguida, evitando su mirada-. ¿Qué iba a preocuparme?

«Que esté deseando tenerte entre mis brazos y devorar esos labios suaves, rosados y húmedos», pensó Zac. La tenía tan cerca que podía ver su reflejo en las pupilas oscuras de sus ojos. Los vio dilatarse y oyó cómo se le aceleraba la respiración. Era evidente que estaba nerviosa. Vanessa se puso un largo mechón de pelo detrás de la oreja y a Zac le sorprendió que pareciese tan joven. Eso volvió a hacerle llegar a la misma conclusión: que era una complicación que no necesitaba.

Zac: Nada -le dijo de repente, alejándose de ella-. En Aura no te pasará nada. No hay delincuencia… ni siquiera coches que causen accidentes -empezó a divagar, cosa que no hacía nunca y que le molestó-. Ven y te enseñaré tu habitación. Yo trabajaré en el despacho que tengo aquí durante el resto del día, pero si necesitas algo puedes avisar a Maria. Es mi cocinera y ama de llaves, y la esposa de Mike -le explicó al ver que Vanessa lo miraba con curiosidad-. Tengo otros trabajadores que vienen a la isla todos los días para ayudar con el mantenimiento de la casa, pero para mí es muy importante la intimidad y por eso ninguno vive en Villa Elena.

Entró en la casa y Vanessa se obligó a seguirlo a pesar de que le temblaban las piernas. Aquella había sido la segunda vez de la tarde que pensaba que Zac iba a besarla. Había estado tan segura de que iba a hacerlo, que había esperado el beso y había deseado sentir la presión de sus labios.

¿Qué le estaba pasando? Había ido a Aura a trabajar en lo que iba a ser, probablemente, el encargo más importante de toda su carrera y no podía distraerse con una atracción sexual. Ella no era así. Era una mujer tranquila y contenida, y no entendía que aquel hombre la afectase tanto.

La planta baja de Villa Elena era de plano abierto y los muebles estaban agrupados: sofás y sillones de piel clara, una mesa de comedor con sillas de cristal, una esquina dominada por una televisión de plasma de última generación. Todo era luminoso y moderno, minimalista y elegante, pero le faltaba comodidad y calor, cosa que solo podían aportar los mejores y más caros diseñadores de interior.

Su habitación estaba al final de un largo pasillo en el primer piso. El corazón le dio un vuelco cuando Zac abrió la puerta para enseñarle una habitación con mucho encanto y con vistas a los limoneros, y al mar.

Zac: Mandaré a una de las chicas para que te ayude a deshacer las maletas, porque, a juzgar por su tamaño, has debido de traer ropa para un año -comentó mirando el equipaje-.

Ness: En la maleta grande están las muestras de tela y algunas ideas de diseño -le dijo abriéndola para dejarle ver los retales de seda y satén de color blanco, marfil y rosa pastel-. Creo que a Miley le encantará esta organza de seda -comentó, tocando el material con cuidado-. Aunque tal vez prefiera algo más pesado, como el satén, adornado quizás con perlas o cristales. Supongo que tendré que tener paciencia y esperar a que vuelva -murmuró, al ver que Zac la miraba como si estuviese hablando en chino-.

Él tomó la carpeta que había en la maleta y pasó las páginas, pero no hizo ningún comentario y su gesto tampoco reveló a Vanessa la opinión que le merecía su trabajo.

Zac pensó que el entusiasmo de aquella muchacha era innegable. No era un experto, pero era evidente que también tenía talento. Las fotografías de los vestidos eran muy buenas y entendió que su hermana quisiera que fuese Vanessa quien diseñase su vestido de novia.

La miró en contra de su voluntad y notó que se le encogía el estómago al ver que se colocaba un mechón de pelo detrás del hombro. Utilizaba todo su cuerpo al hablar, inclinaba la cabeza y movía los brazos y las manos con la gracia de una bailarina.

Se puso tenso solo de pensarlo e intentó no acordarse de otra mujer que también se había movido con la gracia de una bailarina. No iba a desperdiciar ni un segundo de su vida pensando en Amber.

De repente, sintió claustrofobia y fue hacia la puerta.

Zac: Tengo que volver al trabajo. Por favor, siéntete como en casa, Vanessa -le dijo en tono frío-. ¿Quieres que Maria te traiga más té?

Desesperada por dejar de fijarse en el modo en que los vaqueros se le ceñían a los muslos, Vanessa se acercó a la ventana.

Ness: La verdad es que creo que voy a ir a dar un paseo hasta la iglesia.

Se giró y vio que Zac tenía el ceño fruncido.

Zac: No me parece una idea sensata. Ya te he explicado que es la hora del día en la que aprieta más el sol -le dijo con impaciencia-. Te sugiero que te relajes durante el resto de la tarde. Puedes darte un baño en la piscina si quieres -añadió, saliendo al pasillo y cerrando la puerta, sin darle la oportunidad de responder-.

Aquello la molestó. Sobre todo, su manera de utilizar el adjetivo «sensato». Sabía que no estaba acostumbrada al calor, pero solo había pensado dar un paseo corto, no pretendía correr un maratón.

No pudo evitar volver a oír a John en su cabeza, gritándole: «No discutas conmigo. Haz lo que te digo. Ya va siendo hora de que aprendas a obedecer mis órdenes, mi niña».

El sargento mayor John Anderson había tratado a su familia del mismo modo que a sus soldados y había esperado que lo obedeciesen en todo momento, sobre todo, Vanessa, pero ella nunca había sido su niña, y cuando se había enterado de la verdad, había decidido evitar que nadie la pisotease. Era la invitada de Zac Efron en aquella isla, pero no iba a permitir que este la mangoneara.




¡Thank you por los coments y las visitas!

Vuelvo a recordar que en mi otro blog hay nuevo capi.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Ok, esta novela es ......genial!!!
Esta novela me esta gustando mucho
Ya quiero seguir leyendo
Sube pronto
Creí que te había pasado algo y por eso
No subías el capítulo nuevo
Espero que todo este bien y espero ya el próximo
Capitulo

Saludos

Unknown dijo...

Ay me encanta tanto esta novela.
El encuentro que tengan Zac y Ness va a ser tan lindo ❤.

Se re nota que se atraen en uno por el otro, pero no lo dicen. Aunque se llevan como perro y gato, pero como dice el dicho, del odio al amor hay un solo paso :)

Sube pronto porfiii.

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