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sábado, 14 de marzo de 2015

Capítulo 9


Él estaba despierto cuando Ness abrió los ojos a la mañana siguiente.

Zac: ¿Cómo te encuentras, cariño?

Ness: Bien. -Algo en el semblante masculino le hizo abrir los ojos de par en par, un tanto alarmada-. Tienes un aspecto horrible. ¿No has dormido? No te habrá pasado lo mismo que a mí, ¿verdad?

Zac: Lo dudo -contestó totalmente convencido-.

Ness: ¿Qué quieres decir? -susurró estudiando la expresión de su cara-. ¿Qué ha pasado?

Zac: El helado que te comiste anoche. Creo que estaba envenenado.

Ness: ¿Envenenado? Debes de estar bromeando.

Zac: No lo estoy -aseguró-. He estado analizando la tarrina de helado que compramos ayer y tenía un pequeño agujero en un lado, como si lo hubieran perforado con una aguja. Con una jeringuilla.

Ness se puso pálida.

Ness: ¡Dios mío!

Zac: Alguien inyectó algo en la tarrina.

Ella negó con la cabeza sin poder creerlo.

Ness: ¡Oh, no! No, no...

Zac: Cariño, enfréntate a los hechos. Antes de tomarlo estabas perfectamente. Tu salud es excelente. Te tomas dos cucharadas de ese helado y te pones a morir.

Ness: ¡Oh, Zac! -susurró con los ojos llenos de lágrimas-.

Zac: No puede ser nada más, Ness. Lo único que no puedo imaginar es de dónde sacaría la idea. He leído tus libros y no hay nada sobre helados envenenados en ninguno de ellos.

Ella se mordió el labio inferior y se sentó en la cama, apretándose el estómago mientras las lágrimas continuaban cayéndole por las mejillas.

Zac: ¿Te duele? -preguntó inclinándose sobre ella-.

Ness: No aquí -contestó señalando el estómago. Llevándose la mano a la cabeza susurró-: Me duele aquí. ¡Oh, Dios mío!

Él la abrazó.

Zac: ¿Qué te ocurre?

Ness: Zac, yo escribí eso.

Zac: ¿Dónde? No lo he leído...

Ness: En el libro que estoy escribiendo ahora. Bueno, lo cierto es que todavía no he escrito la escena pero estaba en el boceto. ¡Dios mío!

Zac: ¿Y quién ha leído ese boceto? -preguntó preocupado-.

Ness: Ashley y mi editor. Quizá alguien más de la editorial.

Zac: ¿Nadie más?

Ness: ¡Dios mío! -exclamó llorando y enterrando la cara entre las manos-.

Zac: ¿Quién, Ness? Es muy importante.

Cuando alzó los ojos, totalmente empapados en lágrimas, su expresión era de absoluta incredulidad.

Ness: Austin -jadeó-. Ashley le habló a Austin sobre él. Pero... no puede ser. Fuimos muy buenos amigos durante un tiempo. Era como mi hermano mayor. -En aquel momento recordó la trama del libro. El maníaco era el tutor del protagonista, un hombre con deseos de venganza a causa de sus celos y sospechas infundadas. Movió la cabeza negando-. Austin no es un hombre que se imagine cosas. Es un hombre seguro de sí mismo, aventurero y muy poco convencional. Y yo nunca he tomado ideas de él. De eso estoy segura.

Zac: Pero últimamente no ha logrado vender nada.

Ness: No. Solo el primer libro que escribió.

Zac: Así que tú lo has eclipsado.

Ness: Pero él está haciendo otras cosas. Eso me dijo Ashley.

Zac: Eso no significa que no pueda estar celoso -repuso mientras recordaba algo que Ness le había contado-. Dijiste que le gustaba mucho hacer teatro. Que le encantaba disfrazarse y que le gustaba tomar distintos papeles. ¿Es posible que lo hayas visto en la isla y que no lo hayas reconocido?

Ness: Cualquier cosa puede ser posible. Pero él no lo haría. Él me quería a su manera, de eso estoy segura.

Zac: Quizá su manera no fuera la misma que tú creías.

Ella se lo quedó mirando sin comprender.

Ness: ¿Qué quieres decir?

Zac: Quizá te amaba. Quizá estaba realmente enamorado de ti, mientras que tú lo considerabas como a un hermano mayor. Quizá quería más de ti. ¿Nunca te dio esa impresión?

Ness: Claro que sí. Pero él sabía por lo que acababa de pasar y sabía que yo no quería ningún tipo de relación sentimental. Él lo aceptó.

Zac: Lo cual no significa que, con el paso de los años, no lo haya pensado de nuevo. Si su carrera se ha hundido mientras la tuya subía, y luego te ha visto conmigo...

Ness: Pero todo empezó antes de conocerte a ti.

Zac: Eso es cierto -admitió-. Pero imagínate, por un momento, que hubiera venido a la isla con una idea fija, la de asustarte. Las cosas que ocurrieron al principio eran más para asustar que para hacer daño. Aunque lo cierto es que te hubieras podido matar en aquel accidente -añadió con una mueca de dolor-. Pero supongo que solo quiso asustarte. Después nos vio juntos y se enfadó. Diablos, el veneno es algo peligroso. Menos mal que tomaste poco.

Ness: ¡Menos mal que tú no tomaste nada!

Zac: No te preocupes por mí ahora. Tú fuiste quien estuvo mal -recapacitó, pensando en ello-. El veneno iba dirigido a ambos, lo cual convierte esto en asunto mío también. Y te digo que debemos llamar a la policía.

Ness: Zac, no lo sé. Si fuera Austin, y todavía no puedo aceptar que lo sea, necesitaría la ayuda de un psiquiatra, no que lo arreste la policía.

Zac: Está bien que pienses eso, cariño, pero ¿qué me dices si te hubieras comido la tarrina entera? Podrías haber muerto. Estoy de acuerdo con que necesita un psiquiatra, pero antes tenemos que encontrarlo.

Ness: Estoy intentando recordar a las personas que había en la heladería.

Zac: ¿Cómo iba a ser en tu libro?

Ness: El malvado iba a estar sirviendo helados disfrazado -explicó con la respiración entrecortada-. Pero no, Austin no lo haría.

Dándose cuenta de que ya había tenido bastante, Zac la calmó.

Zac: Tranquila, Ness. Relájate. Date un baño mientras hago unas cuantas llamadas para ver dónde pueden analizar el helado restante.

Obedeciéndolo en silencio, Ness se metió en la bañera dejando que el agua relajara sus nervios. Cuando se estaba secando, Zac entró en el cuarto de baño.

Ness: ¿Y bien? -preguntó tímidamente-.

Él la tomó por los hombros y terminó de secarla.

Zac: La policía ha dicho que le echará un vistazo.

Ness: ¿La policía? ¡No!

Zac: Tenía que hacerlo, cariño. Por tu seguridad y por la mía. Si algo te ocurriera... -dijo con un estremecimiento y apretándola contra sí-. No podría soportarlo.

Ness: Tú no les has... dicho...

Zac: No, no he mencionado el nombre de Austin. Solo les he dicho cómo estaba anoche y que quiero que analicen el helado. Van a pasar dentro de un rato a buscarlo.

En menos de una hora, dos policías se presentaron en la casa y se llevaron la tarrina de helado. Luego, Zac, entrando en el salón donde ella estaba acurrucada en un sillón, dijo:

Zac: Venga.Vístete. Nos vamos a Boston.

Ness: ¿A Boston?

Zac: Sí. La policía no tendrá los resultados hasta la noche. Y no creo que puedas concentrarte en tu trabajo, así que podemos tomarnos un día libre.

Ness: De acuerdo, cariño.

Fue un día ameno. Pasearon por el mercado de antigüedades disfrutando del día soleado y de su mutua compañía. Cuando volvieron a Vineyard todavía no había oscurecido y, a pesar de ser diciembre, era un día agradable para seguir paseando.

Zac: ¿Qué te parece si nos damos una vuelta por los acantilados? -preguntó en el aparcamiento del aeropuerto-.

Ness: ¿Ahora?

Zac: ¿Por qué no? Hace un día precioso y, si quieres que te diga la verdad, no me siento con fuerzas para volver a casa ahora mismo. Vamos a divertirnos un rato más. Solo un ratito, ¿eh?

Ness no se pudo negar.

Ness: De acuerdo -le contestó con una sonrisa-.

Por desgracia el tiempo no parecía estar de su parte, aunque Zac estaba decidido.

Zac: Espera un momento -dijo abriendo el maletero del coche-.

Sacó un poncho enorme y se lo puso a Ness por la cabeza.

Ness: Bueno, esto me mantendrá seca a mí. ¿Pero y tú?

La respuesta fue pasar su cabeza por el amplio agujero.

Zac: Un monstruo de dos cabezas -rió-.

Ness: Esperemos que no nos esté viendo nadie.

Zac: Nadie nos está viendo. Esto está desierto. ¿A quién se le ocurriría venir aquí un día lluvioso de diciembre?

Ness: Suena muy romántico -dijo mientras notaba las manos de Zac acariciando su cuerpo-.

Con los cuerpos muy juntos bajo el poncho, anduvieron sobre los acantilados contemplando las olas que rompían con fuerza a sus pies, mientras la fina lluvia les acariciaba lentamente las cabezas. Conduciéndola por un camino, la llevó hasta una cueva desde la que se divisaba la inmensidad del océano. Se sentaron en el suelo, sobre unas rocas.

Ness: Me alegro de que me hayas traído aquí -dijo besándolo en la mejilla-. Hace un poco de viento ahí fuera. -Quedaron en silencio durante un largo rato, admirando la belleza que los rodeaba-. Hoy ha sido un día precioso, Zac. No se cómo lo has conseguido, pero ha sido maravilloso.

Zac: Me alegro, cariño -repuso inclinándose para besarla-.

Mientras la besaba, dejó que sus manos se movieran eróticamente sobre sus pezones excitándola de nuevo como solo él sabía. Poco a poco, la fue colocando sobre su regazo, quedando uno frente al otro. Cuando él la apretó más contra sí, ella gimió de placer.

Ness: ¡Zac, esto es indecente! -suspiró, pero sin poder evitar abrir más las piernas-.

Zac: Nadie nos ve -murmuró volviendo a acariciarle los senos-. Me encanta sentir tu cuerpo tan cálido y excitado.

Deslizando las manos bajo el jersey, lo levantó por encima de sus pechos. Después le desabrochó el sujetador y dejó que aquellos pechos rellenaran el hueco de las palmas de las manos.

Ness: No deberías hacer eso -susurró en sus labios-.

Zac: Pero te gusta, ¿verdad? -contestó besándola apasionadamente-.

Bajando la mano, Ness lo acarició y lo sintió crecer bajo la tela de los pantalones.

Ness: Sí -gimió-. Me gusta. Quiero...

Él la calló con un beso y, agarrándola por las caderas, la alzó un poco y la movió sensualmente sobre él.

Ness: Zac, será mejor que paremos -murmuró con la respiración entrecortada-. Vamos a casa.

Zac: No -dijo mientras le levantaba la falda-.

Ness: ¡Zac!

Zac: Shhh. Tranquila, cariño -susurró, buscando su parte más íntima-.

Ness gimió de placer. Le pasó las manos por el cuello y alzándose un poco para dejarle más espacio, contuvo la respiración.

Ness: Por favor, Zac. Vamos a casa.

Zac: No, espera un poco -dijo mientras seguía moviéndose bajo ella-.

Ness: ¿Qué estás haciendo? -preguntó extrañada.

Zac: Estoy intentando bajarme estos malditos pantalones.

Ness: ¿Aquí? -preguntó, incrédula-.

Zac: Sí, aquí -balbuceó mientras movía las caderas para bajarse los pantalones-.

Ness: Zac, ¡no podemos hacerlo aquí!

Pero las manos de Zac ya estaban intentando liberarla de su ropa interior. Cuando terminó, la hizo descender sobre él y la poseyó lentamente.

Zac: Nunca tendré bastante de ti -gimió-. Te quiero. ¡Dios, cómo te quiero!

Sus bocas se unieron de nuevo y Ness supo que cada vez que hicieran el amor sería mejor, y que la parte fisica era solo un complemento del amor que sentían el uno por el otro.

Juntos alcanzaron el clímax susurrándole palabras de amor hasta quedar exhaustos. Nunca supieron cuánto tiempo permanecieron en aquel improvisado nido de amor, abrazados bajo el poncho. El tiempo no tenía ningún significado. Ni el lugar. Fue la intensidad de la lluvia lo que les hizo arreglarse las ropas y volver a la casa.

Era veneno. Los técnicos del laboratorio le habían dado un nombre extraño, nombre que la policía repetía una, y otra vez, pero que era totalmente desconocido para Ness.

Ante las preguntas de la policía y la insistencia de Zac, Ness les contó la serie de sucesos que la habían llevado a pensar que había alguien tras ella. Sin quererlo, y obligada por Zac, les contó lo que sabía sobre Austin, a pesar de que su relato se veía frecuentemente interrumpido por sus negaciones.

Ness: No puede ser él -repetía una y otra vez mientras Zac intentaba darle la seguridad de que no le iba a pasar nada a menos de que tuvieran pruebas definitivas-.

Cuando ella dijo que Austin estaría seguramente en su casa de Maine, la policía sugirió que le llamara por teléfono. Ella lo hizo, pero no hubo respuesta. Aun con todo, intentó justificarlo.

Ness: Es un hombre que hace muchas cosas y viaja mucho. Ahora seguramente esté en alguna isla del Caribe.

**: Podría ser -repuso el comisario, pero no dejó de tomar notas-.

Zac les pidió que llevaran la investigación lo más calladamente posible, a lo que asintieron asegurándoles que empezarían por la heladería y por vigilar a las personas que habían llegado hacía poco a la isla.

Tanto Zac como Ness estaban en tensión. La vida continuaba y nada ocurrió en los días siguientes, a pesar de que estaban atentos a todo lo que pudiera parecer sospechoso. Ness llamó a su hermana varias veces, y esta le dijo que su madre ya estaba prácticamente recuperada y que le darían el alta en unos días. Escribió otra carta, esta última a la granja, donde les contaba algunas cosas sobre su casa y su trabajo. Sabiendo que tendría que visitarlos más tarde o más temprano, decidió preparar el camino.

Su trabajo era otro problema. Su último libro estaba siendo más un diario personal que una novela de ficción. Cuando la heroína pensaba sobre un futuro, eran sus meditaciones sobre su matrimonio con Zac lo que se plasmaba en el papel. Lo que la ponía especialmente nerviosa era la anticipación de lo que iba a ser el final del libro. La protagonista iba a ser raptada y enterrada en un ataúd con un tubo de aire para mantenerla viva. Sería una experiencia aterradora de la que, por supuesto, la salvaría el protagonista. La novela tendría un final feliz. Ness rezaba para que así fuera.

Mientras, la policía había interrogado al joven que trabajaba en la heladería y lo único que descubrieron fue que, siendo él nuevo en el trabajo, no le extrañó ver aparecer a un hombre mayor que salió a ayudarlo. Había pensado que sería el socio del dueño, pero aseguró que había estado allí solo un rato y que no había vuelto a verlo.

Poco a poco, la lenta agonía se hizo insoportable. Zac quería llevarse a Ness a Nueva York o a cualquier otro sitio donde estuviera más segura.

Fue el martes por la tarde cuando Zac entró en el estudio donde trabajaba Ness.

Zac: Vamos, cariño. Vayamos a la ciudad; necesitamos un cambio de aires y la nevera está casi vacía.

Ness: Ve tú -contestó sin volverse-.

Zac: No sin ti. No te voy a dejar aquí sola.

Ness: Por favor, Zac -explotó-, no soy un niño que necesite a alguien cuidándolo constantemente. No va a pasar nada. No te preocupes.

Él se acercó a ella de dos zancadas, enfadado.

Zac: Tú te vienes conmigo.

Ness: No -se negó-.

Zac: Ness... -le advirtió sin alzar el tono de voz-.

Ella se volvió y lo miró con fuego en los ojos.

Ness: ¿Quién te crees que eres para darme órdenes? Estoy cansada de tener un vigilante continuamente. Me siento como si estuviera detenida. ¿Sabes una cosa? Tengo ganas de que ese tipo ataque. ¡No puedo aguantar más!

Los ojos de Zac se ensombrecieron.

Zac: ¿Tanto castigo te parece mi compañía?

Ness: No es eso y tú lo sabes. Pero no veo razón alguna por la que no podamos estar separados durante una hora. No voy y eso es todo.

Odiándose a sí misma por el tono que estaba utilizando con él, volvió al trabajo.

Un día antes, una semana antes, Zac hubiera sido capaz de entender el estado de ánimo en el que se hallaba, pero aquel día se sentía igual y no pudo mostrarse ni cariñoso ni solícito con ella.

Zac: De acuerdo. Te veré más tarde.

Y sin decir una palabra más, salió de la habitación y de la casa sin pensarlo dos veces. Cuando Ness escuchó el ruido del coche, enterró la cabeza entre las manos y se preguntó cómo podía haber sido tan cruel con el hombre que amaba, el hombre que estaba pasando todo aquello por ella.

Levantándose de la silla, agarró su abrigo y se encaminó hacia la playa. Necesitaba cambiar de escenario y, a pesar de que un viaje a la ciudad con Zac hubiera sido muy agradable, ella lo había rechazado y en la playa se encontraría a gusto. Cundo Zac volviera le pediría perdón.

Había sido un día soleado, pero ahora el cielo se estaba oscureciendo con la caída de la tarde y las nubes que empezaban a poblar el cielo. No había paseado por la arena durante más de cinco minutos cuando sintió que se le nublaba la vista. Mareada, movió la cabeza e intentó seguir caminando, pero las piernas no querían cooperar. Demasiadas emociones, pensó. Y mucho frío.

Lo último que vio, antes de caer sin sentido sobre la arena, fue una figura sobre el acantilado que tenía una pistola en la mano.


Zac condujo alrededor de la isla tratando de apagar su ira. Cuando llegó a la ciudad, aparcó delante de la comisaria y entró en el edificio como un vendaval. Se dirigió al policía que estaba de guardia, uno de los que habían ido a su casa a recoger la tarrina del helado envenenada.

Zac: Bien, señor, me parece que ya hemos estado jugando bastante con este asunto -dijo apoyando los codos sobre el mostrador-. Me tiene a mí y a mi mujer como conejillos de indias esperando a ver si pasa algo. Y estamos ya con los nervios destrozados.

El policía alzó la vista del formulario que estaba rellenando. A pesar de que la isla era un lugar tranquilo, estaba acostumbrado a tratar con ciudadanos nerviosos y excitados como Zac.

**: ¿Y qué es lo que nos propone que hagamos, señor Donovan?

Zac: Efron. Es Efron. Y le propongo que empiece a detener a gente y los interrogue.

**: ¿Detener a quién?

Zac: Sospechosos. Usted dijo que había personas nuevas en la isla.

El policía se echó a reír.

**: Estupendo. ¿Así que debo detener a ciudadanos que han venido a la isla en busca de paz y tranquilidad? ¿Qué le parecería si se lo hiciera a usted señor Efron?

Zac: Yo no he venido a la isla para aterrorizar a una mujer inocente.

**: No, señor, y tampoco los demás hombres, por lo que sabemos.

Los ojos de Zac se oscurecieron todavía más.

Zac: ¿Está usted diciendo que el incidente del helado es imaginación nuestra?

**: Claro que no. Tenemos la prueba del laboratorio. Pero lo que no podemos hacer es ir deteniendo a todo el mundo. Además, mucha gente llega a la isla en el ferry para pasar el día, el movimiento de aviones es enorme, por no hablar de la gran cantidad de barcos y veleros privados que atracan en la isla -le explicó el oficial-. Pero estamos en ello, señor Efron. Su caso está siendo atendido. Hacemos todo lo que podemos.

Zac: Escuche, estamos volviéndonos locos -dijo levantando el tono de voz-.

**: Y nosotros estamos haciendo lo que podemos -dijo el policía dando por finalizada la discusión-.

Zac salió de la comisaría enfurecido y se metió en el Maserati dando un portazo. Después de comprar comida en el supermercado, pensó que todavía no podía volver con Ness, que ella necesitaba su compresión, no su cólera. Aparcando de nuevo el coche, se sentó en un banco solitario del paseo marítimo con las piernas estiradas y los brazos cruzados en el pecho.

De repente, una sucesión de ideas lo hizo reaccionar. Amor. Estaba locamente enamorado de ella y no sabía qué hacer con aquel maldito Austin. La imagen de Ness sola en casa le vino en mente. ¿Cómo había podido dejarla sola cuando más lo necesitaba?

Se levantó de un salto y salió corriendo sin ver al hombre que se le acercaba. Se dio contra él y este gritó.

*: ¡Eh! -se tambaleó el desconocido-. ¿Adónde va tan deprisa? -preguntó con voz de borracho-.

Zac: El banco es todo suyo -le dijo intentando apartarlo de su camino, a lo que el desconocido se resistía-.

*: ¿Está solo? -balbuceó el borracho tambaleándose-. Venga a sentarse conmigo. Podemos hablar un ratito. Será divertido.

Zac: Perdone, pero tengo prisa -contestó tratando de librarse del brazo que lo asía con fuerza-.

*: Llegas demasiado tarde -murmuró el otro-.

Zac se quedó inmóvil mirándolo. A pesar de que llevaba las ropas en auténtico desorden, no eran viejas ni de mala calidad, y aunque no se había afeitado en unos días, no parecía ser un vagabundo.

Zac: ¿Qué?

El hombre se quedó mirando al infinito y bebió otro trago de la botella de whisky.

*: Muy tarde. No será para ti. Si no es para mí -continuó echándose sobre él-, tampoco lo será para ti.

Zac lo agarró del brazo y lo sacudió con fuerza.

Zac: ¿Dónde está?

*: No es para ti.

Zac: ¿Dónde está? -repitió nervioso, intentando contener su ira-. ¿Qué le has hecho?

*: Yo... la quería pero se fue y... luego ni siquiera me llamó -musitó. Y volviendo los ojos hacia Zac, se enfrentó a él-. No la tendrás nunca. Se ha ido y... y no volverá.

Zac: ¿Dónde está, cerdo? -rugió agarrándolo de la solapa-.

Por una parte quería salir corriendo para buscar a Ness, pero por otra sabía que no lo conseguiría si aquel maldito Austin no lo ayudaba.

Austin: Se ha ido -repitió-.

Zac: ¡Dímelo o te seguro que me encargaré de que pases el resto de tus días en la cárcel! -gritó ya sin poder contenerse-.

Una voz sonó tras ellos.

**: ¡Eh! ¿Qué está pasando aquí?

Zac: ¡Este cerdo le ha hecho algo a mi novia! -gritó sin volverse-.

**: ¿Efron? ¿Es usted? -preguntó el policía intentando separarlo del borracho-.

Jadeando, Zac se volvió hacia él al reconocer la voz.

Zac: Sí, soy yo. Y este es Austin Butler, el hombre que debía haber encontrado hace días. No sé que le ha hecho a Ness, no me lo quiere decir.

El policía se inclinó sobre Austin.

**: A ver, chico. Te has metido en una gorda y será mejor que nos cuentes que has hecho con ella. ¿Dónde está?

Austin se encogió de hombros y movió la cabeza.

Austin: Está bien y tranquila. Cerca de... de su casa. ¿Dónde está mi whisky? -gritó-.

Zac: Vamos, Butler. ¿Dónde está Ness? -preguntó intentando calmarse y manteniendo la botella alejada de Austin-.

Austin: Está en la playa.

Zac: ¿En qué playa? -gruñó-.

Austin: En la tuya.

Zac: ¿Qué le has hecho? -preguntó de nuevo, pasándole la botella por delante de la cara en una promesa de devolvérsela si se portaba bien-.

Austin: Casi nada.

El policía tomó la palabra, apretando con fuerza el brazo de Austin.

**: ¿Qué le has hecho? -preguntó en tono de amenaza-.

Austin: Nada. Un tranquilizante. Está subiendo la marea -dijo mirando a Zac con ojos desafiantes-. ¡No será para ti, Efron! ¡No será para ti!

Zac no esperó a escuchar lo que Austin tenía que decir. Se montó en el coche y arrancó, rezando para que la marca no subiera, para que Ness se despertara a tiempo, para que la distancia se hiciera más corta.

Conducía casi como un loco, sin preocuparse de la policía ni de los coches que venían en la otra dirección y que le pitaban asustados.

Entrando como un loco por el camino que llevaba a su casa, frenó en seco delante de la puerta principal y salió del coche como un relámpago, dejando la puerta de par en par.

Corriendo bajó hacia la playa. Cuando llegó a la arena empezó a buscar a derecha e izquierda sin dejar de llamarla a gritos.


Ness empezó a volver en sí, sintiéndose completamente perdida y desorientada. Estaba tirada sobre la arena mojada, con los pies completamente empapados por las olas.

Levantándose, se llevó una mano a la frente y miró confusa a su alrededor. ¿Qué había sucedido? Se acordó de que se había sentido mareada, y se había caído.

Vio que estaba sobre una roca y que el mar la rodeaba, aunque la playa no podía estar lejos. Se dio cuenta de que la marea había estado subiendo mientras ella estaba inconsciente. Tendría que nadar, pero estaba tan mareada y débil que las piernas parecían no responderle. Miró a su alrededor, dándose cuenta de que la marea seguía subiendo y de que cada vez cubría una mayor parte de la roca en la que estaba. No tenía elección.

Al intentar dar unos pasos, las rodillas se le doblaron. Claro, eso era lo que él quería, que estuviera tan débil que no pudiera ni moverse, que no pudiera nadar para llegar a tierra firme por muy cerca que estuviera.

Pero iba a luchar con todas sus fuerzas. Tenía que ver a Zac. Tenía que pedirle perdón por la forma en que le había contestado aquella tarde. Y les quedaban tantas cosas por delante... De rodillas, intentó acerarse a la playa, pero el agua la cubría cada vez más.

«Zac, ayúdame, por favor, ¡Ayúdame!», gritó para sí sin fuerzas.

Oyó una voz en la lejanía.

Zac: ¡Ness!

¿Sería una alucinación?

Zac: ¡Ness!

Alzó la cabeza e intentó gritar con todas sus fuerzas.

Ness: ¡Zac! -dijo débilmente. Tomando aire, lo intentó de nuevo-. ¡Zac! ¡Zac!

Al escuchar el sonido de aquella voz, Zac sintió que su corazón iba a explotar. Miró hacia el lugar de donde venía la voz y, quitándose los zapatos y el resto de la ropa mientras corría por la arena, se zambulló en el agua sin dejar de llamar a Ness.

Zac: ¡Ness! Grita otra vez para que sepa dónde estás.

Asustada y sintiéndose muy débil, Ness gritó de nuevo, pero su voz salió sin fuerzas. Lo intentó unas cuantas veces más, consciente de que Zac estaba allí e iba a ayudarla.

Ness: ¡Zac! -gritó, levantando la cabeza-. ¡Zac! ¡Estoy aquí!

Al final, él la vio. Con fuerza sobrehumana, nadando contra la marea, Zac se fue acercando a la pequeña roca en la que estaba ella. Cuando llegó la abrazó con fuerza para asegurarse de que todo aquello era real.

Zac: Gracias a Dios -murmuró jadeando-. Gracias a Dios que estás bien.

Ella se colgó de él corno si fuera la vida misma.

Ness: Tenía tanto miedo... no podía ponerme de pie... y estaba tan oscuro...

Zac: Ya ha pasado todo, pequeña. Estoy aquí. Yo te llevaré a casa. -Viendo las ropas empapadas, le quitó el abrigo, los pantalones y el jersey, sabiendo que serían más una carga que algo que la mantuviera en calor-. Aguanta la respiración e intenta relajarte .Yo te llevaré. Procura no moverte.

Ella asintió. Zac empezó a nadar sujetándola a ella sobre su espalda. Poco a poco alcanzaron la playa y Zac la tomó en brazos y la llevó hacia la casa.

Ness no sabía si se había desmayado de nuevo o si el mismo frío la había hecho insensible. Lo siguiente que supo era que estaba bajo la ducha de agua caliente y que Zac la sujetaba con fuerza para que no cayera.

Ness: ¡Te quiero, Zac! -dijo rodeándole el cuello con los brazos-. ¡Te quiero! No me dejes nunca sola. Por favor. No me dejes nunca.

Zac: Shhh -contestó apartándole el pelo de la cara y besándola en la frente-.Ya ha pasado todo. Y no te voy a dejar nunca -le aseguró-.

Ness lloró sin reprimirse, susurrando su nombre entre sollozos. Cuando ambos se calmaron, se volvieron en sendas toallas y se metieron en la cama.

Ness: Lo siento, Zac. Siento haberte tratado así esta tarde.

Zac: Lo entiendo, Ness. Los dos estábamos muy nerviosos. Pero ¿por qué fuiste a la playa? Eso fue algo muy estúpido.

Ness: Ya, pero necesitaba calmarme, pensar, analizar las cosas y la situación en la que estábamos -dijo. Luego, suavizando el tono de voz, añadió-: Te debo la vida, Zac Efron, ¿lo sabías?

Zac: No me debes nada -repuso-. Si yo no hubiera llegado, tú hubieras nadado hasta la orilla. Eres una mujer muy valiente.

Ness: ¿Zac?

Zac: ¿Qué, cariño?

Ness: Supongo que ha sido... Austin. Ya sé que me he resistido a la idea, pero la técnica que ha utilizado conmigo la usó en el primer libro que escribió, el único que tuvo éxito.

Zac: ¿Qué técnica? -preguntó extrañado-.

Ness: Bueno, dejó que me alejara lo más posible y entonces me disparó un dardo que llevaba tranquilizante -explicó mordiéndose un labio-. Supongo que ronda por ahí. Mañana podemos ir a la policía y...

Zac: No hará falta. Ya está detenido.

Ness se lo quedó mirando incrédula.

Ness: ¿Qué quieres decir? Si está detenido, ¿quién ha hecho lo de esta noche?

Zac: Él mismo... antes de que se fuera a la ciudad y se emborrachara.

Ness: ¿Se emborrachara? ¿Lo has visto?

Zac asintió acariciándole el brazo. Ahora que ya estaba con Ness, más que ira sentía pena por Austin.

Zac: Está enfermo, Ness, y lo que intentó hacerte no está bien. Pero está sufriendo. Después de dispararte intentó enterrarlo en un litro de whisky. Cuando vio que no lo conseguía, se acercó a mí y me lo contó.

Ness: ¿Qué? -preguntó atónita-.

Zac le contó lo que había pasado en la ciudad y que la policía lo había detenido.

Zac: Lo que necesita es ayuda médica. Seguramente lo enviarán a un hospital para que le hagan una prueba. Pero no puede estar vagando por las calles. No después de lo que ha hecho.

Ness: Lo siento. En parte es culpa mía; debí haber seguido en contacto con él -dijo con los ojos repletos de lágrimas-.

Zac: No te culpes, amor. El problema estaba en que tú lo superaste, tanto profesional como personalmente.

Quedaron en silencio unos minutos hasta que Ness, tomándole la cara entre las manos, le preguntó:

Ness: Zac, ¿sigue tu proposición en pie?

Él apretó los labios y se separó unos centímetros de ella.

Zac: ¿Quieres decir que te casarías conmigo porque te he salvado la vida? ¿Por gratitud? No, Ness, de ninguna manera. No quiero que nos casemos por eso. Cuando estaba dando vueltas por la isla en el coche, he decidido que quiero pasar el resto de mi vida contigo, pero que para ello no hace falta que estemos casados si tú no quieres. Porque yo no seré feliz si tú no lo eres.

Ness le sonrió y puso una mano sobre su pecho, acariciándolo tiernamente.

Ness: Pero yo tomé la decisión antes de que Austin me disparara el dardo. Ahora sé que tú eres el hombre que siempre he querido, el amante y el amigo, el marido, no como lo fue Drake. Y parece tan difícil que se haya hecho realidad...

Zac: Pues es muy real, amor. Créeme.

Ness: Entonces, ¿te casarás conmigo?

Zac: Si eso te hace feliz...

Ness: Si eso te hace feliz a ti...

Zac: Claro que sí. Te quiero.

Ness: Y yo a ti. Más que a nada o a nadie en el mundo.


Varios días más tarde, Ness y Zac se casaron en el juzgado de la isla. Una semana más tarde, Ness llevó a Zac a Maine para presentarlo a sus padres. A pesar de que estos no lo recibieron con los brazos abiertos ni con lágrimas en los ojos, Ness tampoco había esperado que lo hicieran. Más que nada, la visita fue bastante agradable. Hablaron de la rápida recuperación de Linda, de la granja, del trabajo de Zac y del de Ness, a pesar de que los Hudgens se mostraron ligeramente recelosos. Era el principio. Ness no podía pedir más. Además, estaba intrigada por la actitud de su madre. Debido a su salud y bajo las órdenes de los médicos, dejó que su marido preparara y sirviera la comida para los cuatro. Había algo en la sonrisa de la mujer que la hizo feliz.

Austin Butler fue acusado de intento de asesinato. A pesar de que Ness hubiera querido retirar los cargos, el asunto ya estaba en manos de la policía. Gracias en parte al abogado que Zac hizo venir desde Nueva York, el acusado fue declarado inocente debido a su estado mental y fue enviado a un hospital privado donde pudiera recibir la ayuda que tanto necesitaba.

Efron Para Mujeres empezó a crecer como la espuma. Zac la promovió por todo el país, viajando siempre con Ness a su lado. Ante la petición de Ness, su editor coordinó sus giras publicitarias con las de Zac cuando esta publicó su sexta y más aclamada novela, Scheherezade.

El misterio del amor nunca llegó a ser publicada. El día de su boda, Ness se lo regaló a Zac y este lo encuadernó en piel dejándolo en la mesita de noche, junto a la cama. De vez en cuando, lo leían entre los dos. Era como un diario de ellos mismos, una historia de confianza y comprensión, de paciencia, de celos y de miedo. Y era una historia sobre el misterioso poder del amor.


FIN


¡Qué bonito!

Pero que corta se hizo. Intensa pero corta.

¡Thank you por los coments!

Espero que os haya gustado la nove y que esté entre vuestras favoritas.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Ay me encanto me encanto!
Que final por dios! Esta novela si que tuvo de todo, paso por todos los aspectos posibles, del amor al drama! LA AME!

Ame que Zac sea como un heroe para Ness.


Sube pronto

Maria jose dijo...

Ame esta novela
Tenia amor, drama, misterio... Todo
El malo se llamaba "Austin butler" jajaja
Eso me dio mucha risa
Novela corta pero muy linda
Ya quiero leer la próxima novela
Se que será muy buena
Saludos
Sube pronto!!!

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