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sábado, 28 de febrero de 2015

Capítulo 2


Si hubiera sabido que aquello iba a suceder, Ness habría estado atemorizada. No conocía a aquel hombre, ni su carácter ni sus motivos. Si hubiera sido capaz de hablar, se hubiera resistido. Pero no sabía qué iba a suceder y era incapaz de pensar. Zac había acorralado sus sentidos, encendiéndolos primero y luego emborrachándolos.

Firme pero suavemente, casi vacilante, aquellos labios tomaron los suyos. Los saboreó con delicadeza mientras le sujetaba el cuello y la barbilla con la mano, manteniéndola donde él quería. Ella no se podía mover, ni respirar; solo podía experimentar un mundo nuevo de excitantes sensaciones.

Inconsciente a todo excepto al placer del momento, quiso mantenerlo y abrió la boca a la lengua masculina, bebiendo su aliento, su calor, el perfume de su piel.

Zac: Ness -murmuró con la voz entrecortada-.

La separó un poco de sí, tan atónito ante su inocencia como ante lo que la novedad de aquel beso había significado para él. Había esperado... no sabía lo que había esperado, pero sí sabía lo que no: una respuesta espontánea, inocente, cándida como la que acababa de recibir. Ness Hudgens era una mujer diferente. Y él se sentía distinto cuando estaba a su lado. Era algo que no entendía, su cautela y su consideración hacia ella.

La mano que sujetaba la barbilla femenina tembló. Sus ojos absorbieron el tono sonrosado de las mejillas, la humedad en los labios entreabiertos. Era encantadora, eso era. Encantadora, cálida y... aparentemente sola.

Zac: Ness... -murmuró al verla abrir los ojos-.

Con un gemido, deslizó sus brazos por su espalda y, rodeándole la cintura, la atrajo hacia sí. Por primera vez, sus cuerpos estuvieron en contacto. Y lo primero que notó ella fue que Zac estaba excitado.

Rendición. Humillación. Pánico. Un mundo de recuerdos que hacía tiempo había desterrado de su mente se le presentaron con claridad. Con un gemido de dolor, intentó separarse de él.

Zac: ¿Qué...?

Ness: ¡Suéltame, por favor! -balbuceó-. ¡Suéltame!

Atónito, Zac obedeció.

Zac: Te he hecho daño -dijo en tono culpable-. ¡Dios, lo siento! Debí haberme dado cuenta de que estás herida. Supongo que me he dejado llevar.

Agarrándose a la encimera, con el cuerpo temblando y no de deseo, Ness bajó la cabeza.

Zac: Lo siento -se disculpó alarmado-. ¿Te duele mucho?

Sin pararse a corregir la equivocación ni tampoco mintiéndole, Ness asintió en silencio.

Zac: Lo sabía -dijo pasándose los dedos por el pelo-. Tenías que haber ido al médico. Puedes tener un esguince o algo así.

Ness: Estoy bien -susurró retomando control-. Es que... no estaba preparada... para...

Dudaba llegar a estar preparada nunca para lo que aquel desconocido tenía en mente. Diez años. Habían pasado diez años desde la última vez que había estado con un hombre. Cuando se casó con Drake tenía diecisiete años. Diecisiete años y totalmente inocente. Lo que él le había hecho durante los dos años que duró el matrimonio fue horrible. Y sin embargo... aquel hombre al que ni siquiera conocía la había besado y a ella le había gustado. Había sido más de lo nunca hubiera soñado.

Zac: ¿Quieres una aspirina o algo así? -preguntó solicito-. Será mejor que te sientes, o que te metas en la cama.

Su preocupación la conmovió. Alzando la vista le sonrió.

Ness: Estoy bien. Ha sido solo un tirón. Ya me encuentro mejor.

Sin entender el significado oculto de sus palabras y que había sido precisamente su preocupación y su atención lo que había ayudado a aliviar el dolor de Ness, Zac la miraba entre dubitativo e incrédulo.

«Este hombre no es Drake», se dijo Ness a sí misiva. Era un hombre llamado Zac Efron, un desconocido, un hombre a quien no le debía nada y al que no iba a dejar que la hiciera sufrir. ¿En qué se basaba el poder de Drake sobre ella? En un maldito papel que decía que ella era su esposa. Pero Zac no tenía ese tipo de papel y no podía obligarla a nada. Y sin saber por qué, intuyó que tampoco lo intentaría.

Zac: ¿Estás segura de que estás bien? -insistió-.

Ella asintió, sintiéndose mejor por momentos.

Ness: Sí, estoy segura.

Y para probárselo se volvió para seguir preparando el desayuno.

Zac: Hey, no tienes que hacer eso...

Ness: ¿Por qué no? Tengo hambre.

Zac: Escucha, ¿por qué no te vistes y vamos a desayunar fuera?

Ella se echó a reír, mirándolo con picardía.

Ness: Creo que hoy no me llevo especialmente bien con la ropa. Es más fácil preparar el desayuno que vestirme. Además, esto ya está listo. Las salchichas ya están hechas.

Zac: Debes de ser un poco masoquista. ¡Al diablo las salchichas!

Ness: ¿No te gustan las salchichas?

Zac: Claro que me gustan.

Ness: ¿Y los huevos revueltos? ¿Y las tostadas?

Zac: También. Pero no creo que pueda soportar verte sufriendo por cocinar para mí.

Ness: Ya no me duele nada, te lo he dicho. Estoy mucho mejor.

Era la verdad. Arrojando lo que había ocurrido entre ellos al fondo de su mente, olvidaba también los recuerdos.

Zac le puso una mano en el hombro, pero la retiró inmediatamente al ver que ella retrocedía.

Zac: Eres una mujer difícil -dijo mirándola a los ojos-. De acuerdo -prosiguió frotándole las manos-, me tienes que decir lo que tengo que hacer. No se me da muy bien, pero lo intentaré.

Ness: Oh, no tienes que hacer nada...

Zac: O te sientas en esa silla y me das las instrucciones o me voy -dijo como ultimátum-. Elige.

Aturdida, Ness lo miró. Nunca le había preparado el desayuno un hombre. A Drake ni se le hubiera pasado por la imaginación. Se acordó de una ocasión en la que tenía la gripe. Débil y con náuseas, se había mantenido junto al horno para preparar el festín que su dueño y señor necesitaba antes de salir a trabajar. Lo que menos importaba era que ella tuviera casi cuarenta de fiebre y todo el cuerpo dolorido. Lo único importante era Drake Bell y su estómago vacío.

Este hombre, por el contrario, se lo estaba ofreciendo. Era tan diferente que la asustaba.

«Es un farol», le gritaba una parte de ella. «Déjale que se vaya».

Hubiera sido lo más seguro y lo más sensato. Aquel hombre de piel bronceada no era para ella. Ningún hombre era para ella. Había tenido uno en una ocasión y la había destrozado. Ahora tenía a todos los héroes que quería, hombres fuertes, cariñosos, hombres que si hacían daño a una mujer eran severamente castigados o simplemente olvidados en sus libros. Tenía lo que necesitaba. Pero todavía...

Obedientemente, se sentó en una silla apoyando los brazos en la mesa.

Zac: Así está mejor -dijo con un suspiro-. Ahora, si las salchichas ya están hechas, me toca preparar los huevos.

No era ni un inútil ni un tonto, se dijo Ness para sus adentros mientras lo veía trabajar. Pero era obvio que tampoco era un experto. Los huevos se habían quemado un poco, la confitura de las tostadas tenía grumos y el café contenía bastantes posos. Había restos de huevos y de pan por toda la encimera. Pero a pesar de todo, estaba delicioso.

Ness: No está mal. Quizá hayas descubierto una nueva faceta en ti. ¿Qué tipo de trabajo haces?

Zac: Ropa.

Ness: ¿La haces tú mismo?

Zac: Sí.

Ness: ¿Fuera de Nueva York?

Zac: Sí.

Quedaron en silencio mientras seguían dando cuenta del desayuno.

Zac: ¿Y tú? -preguntó partiendo una salchicha-. ¿Qué es lo que haces aquí, viviendo sola?

Ness: Escribo -respondió con una tímida sonrisa-. Soy uno de los muchos escritores que vive en la isla.

Zac: ¿Escritores?

Ness: Sí.

Zac: ¿Qué tipo de cosas escribes?

Ella movió una mano en el aire.

Ness: Relatos cortos, novela...

Zac: ¿Y los publicas? -preguntó arqueando una ceja-.

Ness: Sí.

Zac: ¿He leído algo tuyo?

Ness se sonrojó.

Ness: Lo dudo -contestó arrugando la nariz-. A no ser que te gusten las historias de amor.

Zac: No, la verdad es que nunca me han interesado demasiado.

Se quedó pensativo durante unos instantes. De una mujer nunca le había interesado nada más que conversaciones superficiales, comidas hechas en casa y sexo. Nunca había tenido causa alguna para ser romántico, si ser romántico significaba confiarse por completo a una persona y compartir parte de su vida. Era un egoísta y era el primero en admitirlo.

Ness: No importa -dijo para romper el silencio-. La mayoría de los hombres prefieren leer libros de aventuras o ensayos.

Zac: O libros de miedo. No hay nada como un libro que te hace esconderte en un rincón en una noche de tormenta con todas las puertas de la casa cerradas y todas las luces encendidas.

Ness: Ah, tú eres uno de esos.

Zac: A veces. Pero no le digas a nadie que te lo he dicho. No favorece a la imagen de hombre fuerte y valiente.

Ness se echó a reír.

Ness: Entonces, ¿por qué lo haces? ¿Por qué lees libros que te hacen sentir tanto miedo?

Ness conocía muy bien el género de libros de miedo, aunque las novelas que ella escribía, si bien mantenían una intriga, no eran tan fuertes como aquellos.

Zac: No lo sé. Porque son excitantes o... para tener otra visión del mundo de vez en cuando.

Ella lo miró con expresión pensativa.

Ness: ¿Estás aburrido de la vida que llevas?

Había dado en el clavo y él se puso instantáneamente a la defensiva.

Zac: ¿Estás tú hambrienta de amor? ¿Es por eso por lo que escribes novelas de amor?

Tan pronto como lo hubo dicho se arrepintió. Más que las palabras, fue el tono en que se había expresado.

Aquel comentario puso nerviosa a Ness. Él había dado en el clavo y la hizo ponerse inmediatamente a la defensiva. Pero no era propio de ella devolver la pelota con la misma carga de cinismo que él. Prefirió ignorar la primera pregunta.

Ness: Escribo historias de amor porque me gusta. Es divertido y es un reto -replicó-. Y cubre mis gastos. Me permite ser totalmente independiente.

Zac: ¿Totalmente? ¿O solo financieramente?

Ness: Totalmente. Como te he dicho antes soy una persona autosuficiente. Lo creas o no, no me moriría de hambre si tú no me hubieras preparado el desayuno.

De eso estaba seguro, y lo molestaba. A los hombres les gustaba que las mujeres dependieran de ellos. El sexo débil.

Zac: Hummm -se burló mirando hacia la ventana-. Una mujer liberada.

Ness: ¡Liberada! -exclamó con fuego en los ojos-. Y orgullosa de ello. Vivo así porque yo misma lo he elegido. Y me lo he ganado con mi trabajo y mi esfuerzo. Ningún hombre puede obligarme a hacer algo que no quiero. Me hice esa promesa hace mucho tiempo. Y si crees que prepararme el desayuno te da derecho a meterte en mi cama, te equivocas.

Zac se quedó mirando las facciones tensas y luego bajó los ojos a los puños que se apretaban con fuerza sobre la mesa.

Zac: Aquel hombre debió de hacerte mucho daño.

Ella no supo qué contestar, pero no iba a dejar que un desconocido hurgara en su pasado. Bajando la voz, trató de ocultar sus sentimientos.

Ness: ¿No nos han hecho daño a todos en alguna ocasión?

Ahora fue Zac quien no supo qué decir. ¿Habría él herido a las mujeres que había conocido? Supuso que sí, aunque nunca prometió más de lo que daba. Pero eso pertenecía a un tipo de vida de la que él quería escapar. Quizá porque ella era parte de esa nueva vida, Ness Hudgens era una mujer a la que no quería herir.

Zac: Lo siento. Esto no era lo que yo había planeado.

Ness: ¿Qué habías planeado? -preguntó impulsivamente-.

Zac: Ver qué tal estabas -contestó levantando la vista-. Si te encontrabas bien. No tengo un accidente con un motorista todos los días. Y lo mínimo que podrías hacer sería creerme.

Se da cuenta de que estaba pidiendo mucho y no estaba seguro de que lo mereciera. Sus motivos para ir a verla habían sido mucho más complejos. Había sentido curiosidad por ella, por su vida; y ahora por el hombre que tanto daño le había hecho. Aunque sabía que esa pregunta tendría que esperar. Obviamente, Ness valoraba mucho su intimidad.

Ness: Yo también lo siento -dijo bajando los ojos-. Y tienes razón. Ha sido muy amable por tu parte venir a ver qué tal estaba -levantó los ojos-. Gracias.

Sostuvieron las miradas hasta que Zac rompió el silencio con una risa nerviosa.

Zac: Bueno -exclamó mirando al plato casi vacío-. Esto ha sido más de lo que esperaba. Estaba muy bueno. -Empujó su silla hacia atrás y se levantó-. Será mejor que me vaya.

Ness no lo detuvo. Era mejor así.


Su libro avanzaba poco a poco; los personajes se iban definiendo y Ness se fue encariñando con ellos. El protagonista era un hombre alto, de pelo oscuro y de piel bronceada que se dedicaba a diseñar y construir veleros de competición y yates de lujo; un hombre que había empezado con los brazos vacíos y mucha decisión, que había conseguido crear un imperio.

La heroína era una artista que vivía en una pequeña ciudad costera a la que acudía el protagonista para probar un modelo revolucionario de velero. Sus tipos de vidas eran completamente diferentes, pero desde el primer momento se habían sentido atraídos el uno por el otro. En principio había sido una atracción física, pero había algo más, una sensación de curiosidad y de intriga que los acercaba una y otra vez.


Zac: ¿Dan?

Dan: ¡Zac! ¿Dónde diablos has estado? Llevo dos horas esperando tu llamada.

Zac: No estaba en casa. -Había estado paseando por la playa otra vez, pensando-. ¿Tienes los documentos encima de tu mesa?

Dan: Sí, todos preparados.

Zac: De acuerdo. Empieza desde el principio. Te escucho.

Mirando el océano para no tener que ver las cajas todavía cerradas amontonadas en un rincón de su estudio, se concentró en el contrato que el vicepresidente de su compañía le estaba leyendo.

Zac: ¡Espera! -ordenó después de escucharlo durante unos minutos-. Léeme eso otra vez. Eso no es lo que acordamos.

Dan: Se han estado poniendo un poco pesados.

Zac: Haz que lo cambien.

Dan: No sé si....

Zac: Si no lo hacen, déjalo pasar. Cuando discutimos el asunto el mes pasado, esa cláusula estaba muy clara. Está así en todos nuestros contratos con empresas extranjeras y esta no va a ser diferente.

Dan: Y si...

Zac: Que lo cambien. Quiero que quede como el contrato con la empresa austriaca.

Dan: Zac, eso es todavía peor...

Zac: Lo quiero así. Si Perkins no lo acepta es problema suyo. Hay otros muchos distribuidores en Sidney. De acuerdo, sigue leyendo. -Lo interrumpió dos veces más y al final suspiró-. Envíalo al departamento de asuntos legales para que lo revisen y luego vuelves a llamarme. Quizá se me ocurran otras cosas que cambiar -dijo con una mueca-.

Dan: Los australianos te pueden dar con la puerta en las narices, Zac.

Zac: Tampoco estoy seguro de que me fuera a importar tanto. Hemos tenido problemas con ellos desde el principio. ¿A ti qué te parece, Dan?

Dan: Creo que son los que mejor pueden hacer el trabajo. Eso lo sabes. La pena es que Perkins sea casi tan cabezota como tú.

Zac: ¿Acaso no sabe que al final ganaré yo?

Dan: Y si no lo sabe, lo sabrá pronto. Escucha, te haré llegar todos estos papeles para principios de la semana que viene. ¿O quieres que los guarde yo aquí? Si vas a venir...

Zac: Envíamelos. Voy a quedarme aquí durante unas semanas.

Dan: ¿Te gusta?

Zac: Es muy tranquilo y puedo descansar. Me gusta.

Dan: ¿No te aburres?

Zac: ¿Aburrirme? ¿Con toda la cantidad de papeles que me mandáis todos los días? El tipo de la oficina de correos ya me conoce. A propósito, le mandé un paquete con unos cuantos bocetos a Prosser. Dile que trabaje en ellos.

Dan: No te preocupes. ¿Algo más?

Zac: De momento no. Te llamaré en caso de que surgiera algo más. Haz tú lo mismo.

Dan era un hombre brillante para los negocios. Su único defecto era que no era lo suficientemente duro, pero a pesar de ello confiaba en él por completo.

Golpeando los brazos en el sillón con los dedos, Zac se quedó pensativo. En contraste, él era demasiado duro.

¿Cuándo había ocurrido? ¿Al principio, cuando empezó en el mundo de los negocios y todo parecía salirle mal? ¿O había sido paulatino, a través de los años, a medida que iba alcanzando el éxito?

Zac: ¿Dígame? -contestó automáticamente-.

**: ¿Zachary?

Al reconocer aquella voz, torció los labios impaciente.

Zac: Amber.

Amber: ¿Cómo estás, Zachary?

Zac: Bien.

Amber: He estado esperando que me llamaras.

Zac: He estado ocupado.

Amber: ¿Ocupado? ¿Ahí?

Zac: Ocupado. Aquí.

Amber: ¿Ocupado con trabajo o con diversiones?

Zac: Un poco de todo -replicó honestamente-.

Lo cierto es que la mayoría de los tres días pasados los había ocupado pensando en Ness Hudgens.

Amber: Debes de echar de menos la ciudad.

Zac: No especialmente. Me fui por propia decisión.

Amber: Pero volverás. Brittany dijo que te esperaba la próxima semana.

Brittany Snow era su secretaria personal, hermana de Amber y quien los presentó.

Zac: Brittany no tenía por qué decir eso. De todas formas, no es cierto. No tengo ninguna prisa en volver.

Amber: Pero creía que ibas a estar yendo y viniendo.

Zac: Lo único que me puede hacer volver a Nueva York son los negocios, Amber, y tú lo sabes. Cuando el negocio me necesite, iré.

Amber: Yo te necesito.

Zac: Lo dudo.

Amber: Es cierto.

Zac: Lo siento.

Amber: Eres un bastardo, Zachary Efron. Un bastardo sin corazón, ¿lo sabías?

Zac: Sí, Amber, lo sé. Y por eso es por lo que tienes que encontrar a otro hombre que de verdad te quiera y se preocupe por ti.

Amber: Pero si tú lo intentaras....

Zac: Amber....

El tono de advertencia de su voz quedó colgando entre ambos hasta que ella, insultándolo, colgó el teléfono.

Era un bastardo, musitó Zac para sí, retornando sus pensamientos a donde estaban antes de que la llamada de su ex amante lo interrumpiera. Era duro y arrogante, aspectos de su personalidad de los que no estaban precisamente orgulloso. Lo cierto era que no se gustaba mucho a sí mismo. Esa era una de las razones que le había hecho dejar Nueva York. Necesitaba un cambio, un descanso de la frenética vida que había llevado durante los últimos diez años. Necesitaba inspirarse.

Ness Hudgens. Ella le había hecho sentir cosas desconocidas para él, pero no sabía que existieran en su interior. Incluso ahora podía notar que se le suavizaban las facciones, tensas e inmutables cuando había estado hablando con Amber, al pensar en Ness. Ella era la antítesis del mundo que conocía. Estaba ansioso por verla en casa de los Hemsworth al día siguiente.

Sabiendo que ella estaría allí, Zac tenía ventaja sobre Ness, la cual, no habiendo sabido nada de él desde la mañana que desayunaron juntos, había pasado el resto de la semana, cuando no inmersa en su trabajo, intentando convencerse a sí misma de que sería mejor si aquel intruso simplemente desaparecía de su vida. Pero no lo había conseguido. No había podido olvidar la expresión cálida de su cara ni, mucho menos, el ardiente calor del beso que compartieron.

La llamada de Miley Hemsworth llegó en el momento justo, precisamente cuando necesitaba un poco de distracción. Miley y Will habían invitado a unos amigos para el sábado por la noche. Nada formal. No, no podía ir antes para ayudarlo en la cocina. Sí, podía llevar algo de postre si quería, a condición de que no se fuera en cuanto acabara de tomarlo.

Miley y Will eran las dos primeras personas que Ness había conocido al llegar a Vineyard. Habían sido presentados por un amigo común, el agente de Ness, Ashley Tisdale. Como director de una revista de distribución nacional, William vivía entre Nueva York y la isla. Miley se dedicaba a traducir manuscritos y documentos antiguos para universidades de Boston y Nueva York.

Las primeras tardes que había pasado con ellos habían sido muy tranquilas, los tres solos. Aunque Ness sospechaba que Ashley los había puesto sobre aviso acerca de lo introvertida que era, no le importaba, pues aquellas primeras y tranquilas reuniones habían sido el antídoto que necesitaba después de la frialdad que había adquirido viviendo en Nueva York. Con el tiempo, los Hemsworth invitaban a otras personas, que también habían llegado a la isla buscando tranquilidad, y a Ness no le costó entablar relaciones de amistad con ellos.

Ya de antemano sabía que iba a ser una reunión agradable. Ness se bañó y se recogió el pelo sobre la cabeza, soltándose algunos mechones. Se puso una blusa de seda, unos pantalones anchos y unos mocasines. Echándose una chaqueta por encima para protegerse de la brisa otoñal, agarró el pastel de ron y queso y se dirigió a casa de los Hemsworth.

Zac fue la primera persona que vio. Era el más alto de la reunión y, a los ojos de Ness, el más atractivo. Su presencia se hizo patente en su sistema nervioso en el mismo momento en que entró por la puerta. Atónita, se quedó parada sin poder moverse, con los ojos clavados en él. No se dio cuenta de la presencia de sus amigos, ni del suave murmullo producido por las conversaciones hasta que la anfitriona se acercó a ella.

Miley: ¡Ness! Entra y cierra la puerta -dijo abrazándola-. Estás preciosa, como siempre. Dame tu obra de arte. -Agarró el pastel y llamó a su marido-. Cariño, ¿por qué no le preparas a Ness algo de beber?

Will: ¿Cómo estás, Ness? -le preguntó con una sonrisa-.

Pasándole un brazo por los hombros, la condujo hasta el salón.

Tim: ¡Ness! Me alegro de verte.

El saludo era de Tim Carlin, un catedrático de economía retirado, a quien se le unió su mujer, Susan.

Susan: ¿Cómo estás, Ness?

Ness: Muy bien, gracias. ¿Y vosotros? Me tenéis que contar el viaje a China. Seguro que fue una experiencia inolvidable.

Will: ¿Qué quieres tomar, Ness? -interrumpió-. ¿Vino blanco?

Ella sonrió y asintió; luego, volvió su atención hacia los Carlin.

Tim: Precisamente estábamos hablando con Maggie sobre el viaje -dijo dando unas palmaditas en el hombro a una mujer mayor que estaba hablando con un joven-.

Margaret Powell era escultora y hacia más de veinte años que vivía en Vineyard. Ahora, habiendo cumplido los setenta y ocho, era la matriarca del grupo. Ness siempre la había admirado por su sensibilidad tanto en lo referente a su trabajo como a su vida personal, y era como su tía favorita. El afecto que sentía era mutuo.

Maggie: ¡Ness, qué alegría verte! -exclamó al verla-.

Ambas se abrazaron y se besaron en la mejilla.

Ness: ¿Cómo estás, Maggie?

Maggie: Bastante bien, teniendo en cuenta mi edad. Y tú -le dijo apretándole el codo-, estás muy bonita. Ya sé que te van muy bien las cosas. ¿Es Delincuente de medianoche el que he visto en la lista del Times? No, no es ese, es La venganza del cuervo, ¿verdad?

Ness: Sí, ese es.

Maggie: Y sé que estás trabajando en uno nuevo últimamente.

Ness: Siempre -se sonrojó-. Pero quiero escuchar el viaje de Tim y Susan. -Todavía sujetando la mano a Maggie entre las suyas, se volvió hacia el matrimonio-. Va, contadme.

Se las arregló para que pareciera que estaba totalmente inmersa en la conversación, pero no se enteró ni de una sola palabra. Su mente estaba en el otro extremo del salón, en aquellos ojos que, cada vez que ella se atrevía a mirar, la estaban observando.

Cuando Will volvió con un vaso de vino blanco en la mano, Ness se sobresaltó.

Will: Perdonadme, amigos -dijo a los otros-, pero Ness todavía no conoce a Zac.

Agarrándola por la cintura, la condujo hasta el otro extremo del salón. Zac estaba hablando con Drew Seeley, gran amigo suyo y escritor como ella, y con Mike Dawson, un joven multimillonario que se había unido al grupo recientemente. Los dos se volvieron hacia ella con sonrisas de bienvenida; Zac se limitó a mirarla intensamente.

Drew: Hola, Ness -dijo pasándole un brazo por la cintura-. ¿Cómo te va?

Ness: Bien -contestó nerviosa, dándole un beso en la mejilla-. Me alegro de que hayas podido venir.

Mike: ¿Qué tal estás, Ness? -preguntó dándole un abrazo-.

Ness: Contenta de veros a todos.

No se atrevía a mirar a Zac.

Ness: ¿Dónde está Claire? -preguntó dirigiéndose a Drew-.

Drew: En la cocina. Ahora se reunirá con nosotros.

Ness: Quizá sea mejor que vaya a echarle una mano... -dijo mirando a Will, intentando alejarse del grupo-.

Will: Dos en la cocina es más que suficiente. Además, quiero presentarte a Zac. Acaba de instalarse en la isla. Zachary Efron... Vanessa Hudgens.

Por un momento, no supo si decir que ya se conocían. Zachary Efron. Su nombre era tan familiar como su cara. Debía haberlo reconocido. Cada miembro del grupo era famoso por su trabajo. Decidió que fuera él quien diera el primer paso.

Sin esperar, él extendió una mano.

Zac: Vanessa. Encantado de conocerte. -Se la quedó mirando con el ceño fruncido-. Vanessa Hudgens. Me suena ese nombre.

Will: No hay duda de que habrás visto el nombre de Ness en librerías, supermercados y grandes almacenes -explicó con orgullo-. Es la reina de las novelas románticas. Ha escrito cinco libros, todos ellos de gran éxito. El último está entre los más vendidos en la lista del New York Times.

Zac: Una escritora de éxito -replicó con los ojos fijos en los de ella y apretando la mano con suave intensidad-. Estoy impresionado. Es un honor, Vanessa.

Ness: Ness, por favor -corrigió en voz baja. ¿Qué era lo que la ponía nerviosa, la nota irónica de su voz, el apretón de manos, o su imaginación?-. Aquí en la isla soy Ness Hudgens. Lo prefiero.

Will: No hace falta que te disculpes, Ness -prosiguió-. Zac es también muy popular. Estoy seguro de que has oído hablar de la firma de ropa para hombre Zachary Efron.

Ahora le tocó a ella sorprenderse. Zachary Efron, claro. Aquellos ojos azules, la piel bronceada, el pelo rubio cayéndole sobre la frente. ¿Cómo había sido tan estúpida?

Ness: Tendría qué haber conocido ese nombre al instante -murmuró-.

Lo hubiera reconocido si él no le hubiera dado tan poca importancia. Le había dicho que hacía ropa. Pero diseñarla y venderla en las mejores tiendas y boutiques de ropa de caballero tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo era algo completamente distinto.

Ness: Encantada de conocerlo, señor Efron -dijo al fin sin ser capaz de esconder la nota de sarcasmo, como él había hecho-.

Drew: No es que demos demasiada importancia a lo que hacemos, pero es una forma de conocernos inicialmente y luego nos olvidamos de ello -explicó-. Nos protegemos los unos a los otros y respetamos la necesidad de intimidad de cada uno. Por ejemplo, Ness. Si hubiera querido adulación a su alrededor, se hubiera quedado en Nueva York. La isla es un sitio donde puede moverse libremente sin que la gente la mire o la trate de otra manera diferente.

En aquel momento llegó Jason Blake, saludando elocuentemente a todo el mundo, pero sin dejar de mirar a Ness.

Se acercó a ella y rodeándole la cintura con ambos brazos, le dio un sonoro beso en la mejilla.

Jason: ¿Cómo está mi escritora favorita? ¡Hmmm, hueles muy bien!

Ness trató de separarse de él lo más suavemente posible, pero lo único que consiguió fue tirar la mitad del vino que llevaba. Sin atreverse a mirar a Zac, pidió ayuda con los ojos a Drew. Will había desaparecido tras su esposa y Ness necesitaba que alguien la rescatara de los brazos de aquel pelmazo.

Drew: Jason -empezó-, ¿por qué no sueltas a Ness y saludas a Zac? Jason Blake... Zachary Efron. -Satisfecho al ver que Ness estaba libre de nuevo, Drew se dirigió a Zac-. Jason es nuestro fotógrafo. Cuando no estás trabajando por el mundo, claro.

Sin inmutarse, Zac apretó la mano del recién llegado.

Zac: Jason Blake. ¿Life? ¿National Geographic?

Jason: El mismo, amigo. No es el tipo de fotos que tú necesitas para tu publicidad, pero también se vende.

Zac: De eso no me cabe la menor duda -cumplimentó-. Son maravillosas.

Jason le agradeció el cumplido con un movimiento de cabeza y se volvió hacia Ness.

Jason: También he hecho books de modelos en mis tiempos, pero esta señorita sigue negándose.

Ness: Yo no soy una modelo y no necesito fotografías -insistió-.

Jason: Las cubiertas de los libros, la publicidad... tienes que necesitar alguna.

Ness: Mi editor se encarga de todo eso en Nueva York. Ya lo sabes, hemos hablado del tema en otras ocasiones.

Jason: Ya, ya... pero ¿por qué no me das el gusto y me dejas que te haga unas fotos?

Ness suspiró.

Ness: Supongo que no me apetece. Lo siento, amigo.

Jason movió la cabeza y guiñó un ojo a los otros hombres.

Jason: Me ha dejado tirado otra vez. Esta mujer es una bruja. Me tiene medio enamorado de ella y no me deja siquiera hacerle una foto. No tiene corazón.

Una voz femenina sonó detrás del grupo.

Claire: ¿Otra vez te está dando este pesado la noche, Ness? Tomad, os he traído unos aperitivos.

Jason: Claire -exclamó tomando un canapé de la bandeja que esta sujetaba en las manos-, ¡estás guapísima! Eh, ¿qué es esto?

Con la boca llena, tomó otro canapé.

Claire: Esto es ramaki, esto... -explicó señalando los distintos tipos- rollitos de champiñones, y esto pizzas en miniatura. ¿Cómo estás, cariño? -preguntó a Ness dándole un beso en la mejilla-.

Ness levantó la mirada hacia el techo y dejó escapar un profundo suspiro. Entre Zachary Efron y Jason Blake se sentía como oprimida entre dos rocas.

Ness: Estoy bien -murmuró-. ¿Has hecho tú todo esto?

Claire: No, Miley lo ha preparado todo. Parece como si hubiera estado metida en la cocina desde hace un par de días. -Se separaron un poco de los hombres para poder hablar con más intimidad-. ¿Estás bien? -susurró-. Pareces un poco pálida.

Ness: ¿Pálida? No, estoy bien -sonrió-. Trabajando en mi nuevo libro, apenas salgo de casa.

Claire: ¿Cómo va?

Ness: ¿El libro? Bien. Lo más difícil es siempre el principio. Nunca puedo estar segura de si va a ser bueno o no.

Claire la tomó del brazo y la apartó aún más del grupo de hombres.

Claire: ¿Lo has visto bien? -le preguntó inclinándose un poco y bajando la voz-.

Ness: ¿A quién?

Como si no supiera a quien se refería.

Claire: A Zac Efron. Guapo, ¿eh?

Ness: Claire, eres una mujer casada y feliz.

Claire: Y cinco o seis años mayor que él, pero eso no quiere decir que esté ciega. Tú no estás casada. Y tienes unos tres o cuatro años menos que él. Míralo. ¿Qué te parece?

Condescendiente con su amiga, Ness miró por encima del hombro para encontrarse con los ojos de Zac clavados en los suyos. Desvió rápidamente la mirada.

Ness: Que es peligroso, eso es lo que me parece. Parece un tipo de esos de «las tomo y las dejo».

Claire: Eso es lo que dicen.

Ness: ¿Quién? -preguntó con desmayo-.

Claire: Mmm -replicó. Miró al plato que tenía en la mano y, agarrando una de las diminutas pizzas, se la metió en la boca. Luego, dejó el plato en manos de Tim Carlin-. Toma, Tim, pásalo por ahí -bromeó-. Lo que dicen es que es un tipo bastante duro. Un hombre de negocios implacable y más todavía con las mujeres. Extraño -comentó incrédula-. No parece tan mal tipo desde aquí.

Extraño, tampoco se lo había parecido a ella en las dos ocasiones en que lo había visto.

Ness: Quizá sea Vineyard. Quizá está buscando a alguien.

Claire: Espero que sí. A ti. No te ha quitado los ojos de encima en toda la noche.

Ness frunció el ceño.

Ness: Será por mi trabajo. Los hombres como él creen que una mujer que escribe libros con escenas de sexo tiene que ser salvajemente erótica.

Claire: ¿Y tú no eres salvajemente erótica?

Ness: En absoluto.

Claire: Me pregunto...

Ness: Vamos, Claire. Me conoces muy bien.

Claire: Lo cual significa que, de mujer a mujer, te encuentro una persona sensible y cariñosa. Cómo serías con un hombre, si te dieras alguna oportunidad, es algo distinto. Está ahí, Ness. Lo he leído en tus libros. No serías capaz de escribirlo si no lo sintieras.

Ness suspiró.

Ness: Sueños, Claire. No solo míos sino también de millones de mujeres. Mis héroes son hombres ideales, que aman de verdad, que piensan en las mujeres -su expresión se entristeció-. No creo haber conocido nunca a un hombre de ese tipo... ni creo que lo conozca nunca.

Claire: ¿Nunca has estado enamorada?

Ness: Supongo que no.

Claire: ¿Nunca estuviste enamorada de Drake?

Ness: Mi matrimonio fue exclusivamente de tipo práctico. No hubo nunca amor.

Claire: Pero seguro que eres capaz de amar.

Ness: Seguro -contestó dejando caer las sílabas con tristeza-. Eso es lo que me convierte en una de las autoras de novelas de amor que más vende en América.

Drew: ¡Eh! ¡Vaya caras más serias! -las interrumpió pasando un brazo alrededor de la cintura de su mujer-. ¿Hablando sobre tu último villano?

Ness: A lo mejor -musitó un momento antes de sentir el cálido cuerpo masculino tras ella-.

Drew: Esta mujer es peligrosa, Zac -bromeó-. Tiene un montón de tretas diabólicas para deshacerse de los hombres que no le interesan.

Zac: ¿Sí? -replicó-. Tendré que leer sus libros y estar preparado.

Ness: Creo que, mientras seguís divirtiéndoos a mi costa, iré a ver si Miley necesita una mano en la cocina.

Hubiera sido la excusa perfecta para escapar, si Zac no la hubiera seguido.




Ahora resulta que tienen amigos en común y se han ocultado cosas... Tendrían que habérselo dicho. Pero lo cierto es que se conocen de hace un día, no les ha dado tiempo XD

A ver qué tal les va en el próximo capi.

¡Thank you por los coments y las visitas!

Bienvenida, Katheryne. Gracias por comentar.

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¡Un besi!


2 comentarios:

Unknown dijo...

Wow wow y mas wow. Ness esta casada y aun no se divorcio? Ni me quiero imaginar a Zac cuando se entere por dios!
Parece que Ness cambio mucho la vida de Zac, el ahora quiere ser mejor y me parece que quiere ser mejor para ella. Tan tierno, ahora creo que mi opinión respecto a Zac ha cambiado, ya no es un mujeriego (espero).
Y los dos son famosos y triunfan en lo que saben hacer, me encanta!!!!
Me encanta que Ness no dependa de nadie y que Zac quiera cambiar eso.


Me ha encantado el capitulo, ya lo voy leyendo como 5 vecesss.

Sube prontoooooo!!

Maria jose dijo...

Woooww esta novela es muy linda
Zac está detrás de ella
Ya quiero seguir leyendo
Espero que la sigas pronto
Y espero igual que vanessa se deje amar por zac
Saludos

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