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sábado, 2 de agosto de 2014

Capítulo 7


Cuando Vanessa llegó, Zac estaba en la puerta con el cochecito de capota del bebé. Al verla bajarse de su coche, la saludó con un movimiento de la mano. Llevaba puestos unos pantalones vaqueros muy gastados y una sudadera. El aspecto de su mandíbula indicaba que no se había preocupado de afeitarse y las ojeras que enmarcaban sus ojos delataban la noche de insomnio. Pero la sonrisa que iluminó su cara al verla era sincera. Una vez más Vanessa decidió que le prefería desarreglado.

Desvió la mirada hacia el bebé. Le pareció que iba demasiado abrigado. Un gorro cubría su cabeza y varias mantas protegían su cuerpecito.

Ness: Estamos en octubre, Zac -señaló doblando las mantas para que el bebé pudiera mover las manitas-. Lo has abrigado como si fuera a realizar un viaje al Polo Norte.

Zac le dirigió una mirada desdeñosa.

Zac: Se supone que se debe vestir a los bebés con un poco más de ropa de la que se pone uno mismo -informó-.

Ella le miró con curiosidad, preguntándose dónde habría ad¬quirido aquella información. Luego le quitó el gorro a Michael.

Ness: Sí, pero me parece que en este caso has exagerado.

Zac: ¿Desde cuándo eres experta en estas cuestiones? -preguntó con tono altivo, dando la vuelta para entrar en la casa-.

Ness: No hace falta ser un experto para ver que tiene la cara roja y suda a mares -señaló-.

Zac: No está sudando -regañó mientras metía la llave en la cerradura y abría la puerta. Dejó que Vanessa entrara primero en la casa, luego empujó el cochecito y permaneció en el umbral-. Iré a por la cena. Cuida de Michael durante unos minutos.

Y antes de que ella pudiera objetar algo, se fue.

Vanessa se quitó la chaqueta, se echó el pelo detrás de las orejas y liberó a Michael del agobio de mantas y suéteres. El pequeño lanzó un gritito jubiloso y agarró la nariz de la joven, como para manifestar su agradecimiento.

Ness: Ay -se quejó-. ¡Basta, jovencito!

Michael lanzó otro gritito.

Vanessa supuso que debía revisar su pañal. No porque lo creyera una obligación, sino porque suponía que sí ella fuera un bebé como Michael, agradecería a cualquier adulto que se dignara a cambiarle el pañal si lo tuviera mojado.

Llevó al pequeño hacia la guardería que Zac había improvisado en el piso de arriba. Al entrar, notó que el oso de peluche estaba sentado ahora, muy serio, en la silla del escritorio y que una gran bolsa de papel marrón estaba en el suelo a un lado del mueble, a medio llenar con pañales usados. Vanessa depositó a Michael sobre la toalla extendida sobre la cubierta del escritorio y buscó un pañal limpio. Cuando encontró una pila y extendió una mano hacia ella para coger uno, el bebé lanzó otro grito agudo y casi se cayó del escritorio al moverse con inquietud. Vanessa le sujetó con el antebrazo y emitió un suspiro de alivio.

Cambiarle el pañal fue más complicado de lo que había imaginado. Por alguna razón, el pequeño no quería estarse quieto. Vanessa masculló maldiciones y le acusó de tener tendencias suicidas, pero Michael no le hizo caso y siguió pataleando, removiéndose y tratando de agarrarle la nariz.

Otro problema fue el trajecito que llevaba puesto el bebé. Era un artilugio de una sola pieza con una docena de botones. Para dejarle al aire su culito, tuvo que desnudarle del todo, inmediatamente, el inquieto bebé dio una patada a la prenda y la tiró al suelo. Cuando Vanessa se inclinó para recogerla, Michael estuvo a punto de caerse otra vez del escritorio. Vanessa lanzó una exclamación de alarma, le sujetó y respiró profundamente para tranquilizarse.

Si Zac podía cambiar un pañal, ella también lo haría, decidió. Estaba perdida si no podía igualar a su colega en el terreno de los pañales.

Consiguió hacerlo, quien sabe cómo. Después de diez minutos de intentos y fracasos, el bebé quedó seco y vestido. Vanessa estaba casi sin aliento, tenía la frente sudorosa y la barbilla llena de talco para bebé. Pero había logrado la faena y sintió un profundo regocijo no muy diferente al que había experimentado cuando recibió, llena de orgullo, su titulo profesional. A su manera, cambiar el pañal de Michael era un logro igualmente válido.

No tuvo mucho tiempo para recrearse con su triunfo, porque en el momento en que estaba metiendo el pañal usado en la bolsa de papel, sonó el teléfono. Dudó antes de contestarlo, luego se encogió de hombros y descolgó el auricular.

Ness: ¿Dígame?

**: ¿Está Zac? -preguntó una voz femenina-.

Ness: No -informó-. Pero volverá dentro de unos minutos, por si quiere volver a llamar.

**: No -la mujer hizo una pausa y luego preguntó-. ¿Quién es usted?

Vanessa reprimió el impulso de contestar que ese no era asunto de su incumbencia. Si haber cogido el teléfono iba a causarle a Zac problema con una amiguita, bien merecido se lo tenía por dejarla sola en la casa con Michael.

Ness: Soy una amiga. ¿Quiere que le de algún recado?

La mujer dudó un momento.

**: Está bien. Dígale por favor que Miley ha llamado.

Miley, la madre de Michael. Vanessa se enderezó instintivamente

Ness: Se lo diré.

Miley: Dígale que las cosas están mejorando -añadió-. Ya hemos empezado a hablar y a aclarar las cosas. Tengo esperanzas. ¿Quiere decírselo a Zac?

Ness: Por supuesto -le aseguró, aunque no tenía la menor idea de qué estaba hablando Miley-.

Miley: Dígale que le llamaré cuando pueda. ¿Cómo está Michael?

Ness: Bien.

Miley: ¿La ha dado muy mala noche?

Vanessa tardó un momento en comprender las implicaciones de la pregunta de la mujer.

Ness: No... no he pasado aquí la noche -farfulló-.

¿Quién es Miley? se preguntó, furiosa. ¿Qué era de Zac? ¿Cómo podía suponer tan tranquila que Vanessa había pasado la noche en su casa?

Miley: Ha sido muy sensato por su parte -comentó-. Michael puede ser insoportable de madrugada. Bien, déle un abrazo de mi parte a Zac y dígale que le llamaré mañana.

Ness: Bien.

Oyó el ruido del teléfono al ser colgado en el otro lado de línea y luego dejó el auricular en su sitio.

Distraída por los interrogantes que había provocado en ella Miley, apenas había advertido que las manitas del niño cogían un mechón de su pelo para tirar con fuerza. Bajó las escaleras con él en brazos y entró a la cocina en busca de un biberón. No sabía cuándo le había dado de comer Zac por última vez, pero supuso que no seria mala idea tener un biberón preparado y caliente.

De hecho, el apetito de Michael era voraz. Cuando Zac entró en la casa con varios recipientes con comida china en una bolsa, Michael ya se había tomado la mitad del contenido del biberón. La escena de placidez hogareña en su casa hizo asomar a los labios de Zac una amplia sonrisa.

Zac: ¿Te gusta el arroz tres delicias? -preguntó mientras dejaba la bolsa encima de la mesa de la cocina-.

Vanessa se encogió de hombros.

Observó en silencio a Zac llevar los platos y vasos a la mesa y sacar el contenido de la bolsa de compras. Silbaba suavemente; era evidente que su salida sin compañía le había rejuvenecido.

Zac: ¿Qué te gustaría beber?

Ness: Agua.

Zac llenó dos vasos del grifo, luego fue a por el cochecito de Michael mientras Vanessa metía al bebé en el cuco. Zac sirvió el arroz tres delicias en los platos y lo probó.

Zac: ¡Caramba, qué apetito tenía! -exclamó, luego preguntó-: ¿Y qué habéis hecho los dos mientras estaba fuera?

Vanessa probó el arroz. Estaba sabroso, pero no tenía mucho apetito.

Había conseguido no hacer ninguna pregunta a Zac la tarde anterior, pero su conversación telefónica con Miley había despertado su curiosidad.

Ness: Ha llamado Miley -dijo con el tono más inexpresivo que le fue posible-.

Zac alzó la cabeza.

Zac: ¿Cuándo?

Ness: Cuando estabas fuera -respondió un poco irritada por su tonta pregunta-.

Zac: ¿Volverá a llamar?

Ness: Esta noche no. Ha dicho que quizá mañana.

Zac dejó su tenedor en el plato y reflexionó un momento. Miró a Michael, luego a Vanessa. Se puso de pie y se dirigió hacia un armario.

Zac: ¿Quieres algo de beber?

Ness: Tengo agua aquí.

Zac: Quiero decir algo de verdad -abrió el gabinete y sacó una botella-. ¿Whisky? ¿Vodka? ¿Vino?

Vanessa movió la cabeza.

Ness: No, gracias.

Zac observó el contenido del armario, lo cerró otra vez y volvió a la mesa. Dio un trago a su vaso de agua y miró a Vanessa con atención.

Zac: ¿Te ha dicho quién es ella? ¿Cuál es su parentesco conmigo?

Vanessa volvió a mover la cabeza.

Ness: Me ha dicho que está aclarando las cosas con… con alguien -hundió su tenedor en el arroz-. Me ha preguntado cómo está Michael y... -consideró un segundo si debía mencionar su insinuación de que podía haber pasado la noche en casa de Zac, pero decidió no hacerlo-. Me ha pedido que te de un abrazo de su parte.

Zac siguió estudiando con atención a la joven, mientras parecía rumiar lo que acababa de oír, como si tratara de descifrar al mismo tiempo la enigmática expresión de Vanessa. Al ver que ella permanecía en silencio, una sonrisa iluminó su cara.

Zac: Eres increíble, Vanessa -murmuró con admiración-.

Ness: ¿Por qué?

Zac: No piensas hacen ninguna pregunta, ¿verdad?

Ness: ¿Sobre qué? -preguntó con su expresión más ingenua-.

La sonrisa de Zac se convirtió en una carcajada. Extendió una mano sobre la mesa y estrechó la de Vanessa.

Zac: Cualquiera ya me habría agobiado a preguntas. Sin duda ya habría creído tener derecho de averiguar algo. Pero tú... no preguntas nada -su sonrisa se apagó un poco-. ¿Es obstinación o simple desinterés?

Ness: Ni una cosa ni otra -declaró-. Dijiste que no querías que te hicieran ninguna pregunta, y lo comprendo -se obligó a comer un poco más de arroz-. Dos de las secretarias me han arrinconado en el tocador y me han preguntado si el bebé es tuyo. La gente es demasiado curiosa, Zac... me he alegrado de no saber nada; así no he tenido que mentir.

Zac: Son terribles ¿verdad? -comentó-. Qué montón de gallinas.

Ness: No son solo las mujeres -protestó con lealtad feminista-. Estoy segura de que muchos de tus colegas son igual de entrometidos.

Zac movió la cabeza.

Zac: A los compañeros les ha importado un bledo lo del bebé. Todos los chismes que he oído han provenido de las mujeres. Por ejemplo, nunca he oído a ninguno de los compañeros hablar de Tom, pero todas las secretarias han hablado de él.

Ness: ¿De Tom? -dio un respingo-.

No sabía que su vida sentimental fuera una cuestión de público conocimiento en la oficina. Ella nunca había hablado con nadie de Tom, ni siquiera con los compañeros o compañeras con quienes mantenía una amistad más estrecha. A Vanessa no le gustaba hablar con nadie de sus asuntos personales. Se desconcertó al oír que Zac mencionaba a Tom y tardó casi un minuto en recobrar la sensatez.

Ness: ¿Qué sabes sobre Tom?

Zac: Sé que te mandaba rosas rojas el día de San Valentín y rosas blancas el día de tu cumpleaños -dijo con voz apacible-. Que te llamaba a través del ordenador en vez de hacerlo por teléfono. Parece que vuestras relaciones terminaron hacia el final de la primavera, pues dejó de enviar flores y llamar por esas fechas.

Ness: ¿Dónde has oído todo eso? -preguntó en un murmullo-.

Zac: Chismes.

Ella le dirigió una mirada cautelosa.

Ness: Si no te gustan los chismes, ¿por qué los oyes?

Zac jugó con su tenedor un momento.

Zac: Por curiosidad -admitió-.

Ness: ¿Sentías curiosidad respecto a mí?

Zac: ¿Por qué no? -preguntó guiñándole un ojo con expresión astuta-. Hay que conocer al enemigo, como suele decirse.

Ness: ¡Vaya! -masculló fastidiada por haber sido objeto de las murmuraciones oficinescas-. Bien merecido te tienes el ser ahora víctima de las habladurías. Las grandes inquisidoras en el tocador para damas parecían dispuestas a aplicarme tormento para que les revelara lo que supiera sobre ti.

Zac arqueó ligeramente las cejas.

Zac: ¿Qué te han preguntado?

Ness: Que si el bebé es tuyo.

Al parecer, Zac esperaba tal suposición. Su actitud juguetona desapareció mientras estudiaba a Vanessa, con los ojos entornados.

Zac: ¿Tú qué crees?

Vanessa recordó lo que Ellen había dicho respecto a la decencia y la precaución de Zac. Pero también recordó su reputación como casanova. Se encogió de hombros.

Ness: No sé qué pensar.

Zac aspiró hondo y luego se volvió a mirar al bebé. Michael se había quedado dormido en su cochecito. Vanessa no pudo dejar de advertir una profunda ternura en sus ojos mientras miraba al pequeño. «Quizá», pensó, «quizá en una ocasión no haya sido cuidadoso ni decente. Para todo hay una primera vez».

Zac: Miley es mi hermana. -Alzó la cara hacia Vanessa-. Por tanto, Michael es mi sobrino. Tienes razón, se parece a mí.

Ness: No me debes ninguna explicación, Efron -dijo extrañamente aliviada por sus palabras-.

Zac: Te debo todas las explicaciones que pueda haber -declaró-.

Ness: Pero es obvio que tienes tus razones para no querer hablan del asunto.

Zac: Quiero hablar tanto que me duele -confesó apartando su plato y posando los codos sobre la mesa. Apoyó la cabeza sobre las palmas de las manos y suspiró-. Miley me hizo jurarle que guardaría el secreto, pero... creo que merezco hablar con alguien del asunto, compartir el peso. ¿No crees?

Vanessa no entendía qué peso era el que quería compartir él. Pero si quería compartirlo con ella, estaba dispuesta a escucharle.

Ness: Te escucho.

Zac: Miley es... increíblemente atolondrada; a veces me exaspera.

Ness: ¿Por qué te ha pedido discreción?

Zac: Es madre soltera -explicó-. Mis padres todavía no lo saben. Viven en Alburquerque y no han mantenido lazos muy estrechos con Miley. Siempre ha sido muy conflictiva y les ha dado muchos dolores de cabeza. Pero… pero esto va más allá de su habitual estupidez. Temo que sufran demasiado si se enteran.

Ness: ¿Tú crees? Michael es su nieto; quizá se sintieran encantados.

Zac: No sé. Son un poco tradicionales -murmuró-. Lo único que sé es que me he pasado la vida ayudando a Miley, resolviendo sus problemas. Le he dado dinero cuando ha estado en la quiebra y le he aconsejado sobre un montón de negocios absurdos. Ella llama a eso estar liberada; intentarlo todo, vivir con libertad. ¡Bah! Yo lo llamo vivir estúpidamente -dio un trago a su vaso de agua y suspiró-. El padre de Michael es un tipo bastante decente. Cuando supo que Miley estaba embarazada se ofreció a casarse con ella, pero ella dijo que no quería atarse a nadie. De manera que ató sus bártulos y se fue. Ahora tiene a Michael y se ha dado cuenta de que necesita recuperar a su antiguo amante. Ahora sí quiere casarse con él, después de todo. Aduce que es normal en una mujer el cambiar de opinión -Vanessa hizo un gesto y Zac sonrió con ironía-. No sé gran cosa sobre las mujeres y lo que es normal en ellas, lo único que sé es que Miley no puede criar sola a Michael. De modo que ha ido en busca de su amante a Florida y ahora está tratando de reconquistarle.

Vanessa escuchaba, absorta, la historia que Zac le relataba. Sin duda no podría suponer que todas las mujeres fuesen tan inconstantes y atolondradas como su hermana. Pero si había crecido a su lado y había tenido que auxiliarla en varios de sus descalabros, quizá eso pudiera explicar por qué pensaba que las mujeres eran menos competentes y más emocionales que los hombres. Vanessa no aceptaba esa idea pero podía entender de dónde había surgido.

Bajó la mirada hacia la mano de Zac, que seguía posada sobre la de ella en el centro de la mesa. No había nada de romántico en el apretón; más bien, él parecía buscar consuelo, apoyo y amistad. Vanessa movió la mano y entrelazó los dedos con los de él.

Ness: Entiendo por qué no quieres que tus padres se enteren -comentó-. ¿Pero por qué quieres ocultárselo a los compañeros de trabajo?

Zac suspiró.

Zac: No me gusta que nadie hable de mi hermana -explicó-. Me cansa, me exaspera, me fastidia, pero es mi hermana y la quiero. No me gustaría estar dando explicaciones a todo el mundo sobre su conducta, ni que la gente se riera de mí o me compadeciera por tener que soportarla.

Ness: ¿Te has puesto a pensar que tu misteriosa actitud está invitando a las conjeturas?

Zac: No me importa -dijo sonriendo con malicia-. De cualquier manera, sé que casi todo el mundo se hace conjeturas sobre mí en la compañía. La mitad de lo que se dice de mí es mentira, poro no deja de divertirme.

Los ojos de Vanessa se abrieron desmesuradamente.

Ness: ¿Qué mitad es falsa?

Zac echó la cabeza atrás y soltó una carcajada.

Zac: ¿Tú también? -preguntó entre risas-. ¡Y yo que estaba tan admirado porque no me habías preguntado nada sobre Michael!

Vanessa sonrió.

Ness: Retiro la pregunta -dijo. Su sonrisa desapareció y su expresión se volvió seria al añadir-: ¿Solo porque me consideras discreta me has pedido ayuda con Michael?

Zac: No -le soltó la mano y se puso de pie-. Es quizá la razón principal, pero no la única.

Antes de que Vanessa pudiera indagar algo sobre las otras razones, él empezó a recoger los platos para llevarlos al fregadero.

Ness: ¿Vas a fregar tú los platos esta noche?

Zac: Supongo que tendré que hacerlo. No he cocinado, de modo que no puedo utilizar otra vez esa excusa.

Michael se removió y comenzó a gemir. Vanessa vio un babero y se lo extendió en el hombro. Luego levantó al bebé y lo acunó contra su pecho. Sentía lástima de él, por tener una madre tan inestable. Pero quizá Michael no mereciera su compasión. Había sido bendecido con un tío dispuesto sin duda a cuidar de él, sin importarle las conjeturas que pudiera propiciar en el trabajo.

Comenzó a acunar al bebé en sus brazos y él dejó de gimotear. Zac cerró el grifo y se secó las manos.

Ness: Zac -aventuró-. ¿Por qué has dicho que me merezco cualquier explicación que pueda haber?

Zac se acercó a ella y la cogió de los brazos.

Zac: Creo que sabes la razón -dijo con expresión enigmática y le dio un beso en la frente, luego la soltó y se dirigió a la puerta-. Ahora que Michael está tranquilo, quizá podamos trabajar un poco -sugirió con voz suave mientras salía de la cocina-.




Awwwwwwww! Zac is so cute!
Pero un poco estúpido. ¡Pobre niño, Efron! Con tanta manta XD
Y Vanessa no se queda atrás. Menudo espectáculo para cambiarle el pañal XD
Esperemos que el niño salga vivo de esta XD
Que se centren ahora en el bebé y ya luego cuando vuelva la madre que se digan si se quieren o se odian XD

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Awww!! Le dio un besito en la frente!!! Qué lindoooooooooooo!!! Me encantó!!! Tan lindoo mi Zacky!!!! <3 jajaja
Están avanzando poco a poco!! Pero me decepcioné!! Yo quería que Michael fuera hijo suyo!! jajaja pero ya sabía que Miley era su hermana, aunque parece que la mejor madre no es..

Síguela pronto :D

Maria jose dijo...

Ya leí varias veces este capitulo
Estoy esperando ansiosa al siguiente
Esta novela me encanta, es increíble
Sueño despierta con la novela
Sube pronto ya siento que me estoy
Quedando loca por seguir leyendo
Ame este capitulo
Sube pronto!!!!

Unknown dijo...

76544567 veces voy leyendo este capi :)
Es tan genial, me da un gran alivio que el bebe no es de Zac, y me da tanta ternura que Zac sea un gran tio, es lo mas tierno que hayy..

Y con respecto a Ness y Zac... solo es cuestion de tiempo.

SUBE PRONTO :)

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