topbella

viernes, 8 de agosto de 2014

Capítulo 9


El sábado por la tarde llegó a la casa de Zac a la una y media. Puntual por lo regular, había procurado terminar todas sus faenas domésticas lo antes posible. A las doce y media ya tenía la casa recogida, se había duchado, lavado y cepillado el pelo, se había puesto unos ajustados pantalones de pana y una camisa blanca de algodón. Podría haber llegado a casa de Zac con varios minutos de adelanto, pero eligió el camino más largo para ir. El cielo estaba completamente despejado y el fresco aire de octubre resultaba muy agradable. Trató de convencerse de que se estaba entreteniendo porque no quería encerrarse con Zac, Michael y los papeles del asunto Carter en una tarde tan maravillosa,

Lo intentó, pero sin éxito. Sabía cuál era la razón por la que había elegido el camino más largo: necesitaba pensar.

Tampoco había dormido bien la noche anterior, a pesar de que había dejado encendida la luz del pasillo, ¿cómo podía sentirse tan segura en los brazos de Zac y tan desolada sin él?

La cuestión no era que él la deseara. Sin duda, Zac Efron deseaba al ochenta por ciento de la población femenina con un coeficiente de inteligencia superior a cincuenta. La cuestión era que ella también le deseaba...y no sabía qué hacer al respecto.

Quizá cuando Michael se fuera, pudiera saber si esa gentileza que ella encontraba tan atractiva formaba parte integral de su modo de ser. Quizá cuando el bebé volviera a los brazos maternos, su tío volvería a flirtear con todas las chicas de la oficina y a expresar opiniones muy poco favorables sobre las mujeres de negocios.

Por otra parte, era posible que Zac fuese de verdad el hombre generoso y sincero con el que estaba trabajando en esos momentos. Quizá le hubiera juzgado injustamente durante cuatro años. Quizá hubiera malinterpretado sus acciones en la oficina porque en el fondo estaba buscando alguna excusa para sentir antipatía por él y no terminar enamorada como todas las empleadas de P&D.

Sus palabras de la noche anterior acudían una y otra vez a su mente:

«Sabes quién soy yo. Es de ti de quien no estás segura».

Vanessa siempre había creído conocerse a si misma. Se consideraba una mujer inteligente, ambiciosa, sincera y bien preparada, dispuesta en todo momento a demostrar que era tan eficiente como cualquier hombre. ¿Podría estar ocultando otra faceta de su personalidad? ¿Podría ser también esa mujer que se había sentido muy regia de haber conseguido cambiar el pañal de un bebé y a la que humedecían los ojos cuando veía a esa misma criatura acunada en los brazos de un hombre? ¿Podría ser una mujer que comprendía que el hecho de desear a Zac no la hacía inferior a él? Ya había pasado la calle donde debía torcer para llegar a la urbanización de Zac, de modo que dio la vuelta. Bien, pensó, ya había admitido que deseaba a Zac. La verdadera cuestión era si actuaría de acuerdo con tal deseo. Por el momento, estarían los dos demasiado ocupados, sin duda, para hacer otra cosa que sentarse en el sofá y besarse.

Ness: Siento haber llegado tarde.

Fueron sus primeras palabras cuando Zac le abrió la puerta.

Él parecía aún más cansado que el día anterior. Se había afeitado, no obstante, y llevaba unos pantalones claros y un jersey de cuello alto, pero sus ojos delataban la fatiga. Carecían de su brillo habitual y estaban circundados por oscuras ojeras.

Saludó a Vanessa con una leve inclinación de cabeza. La mirada de la joven se clavó en el cochecito que estaba en el vestíbulo. Michael estaba enfundado en una montaña de suéteres, mantas y la ridícula gorra que cubría casi toda su cabeza y parte de la cara.

Zac: Vamos a salir los tres -gruñó empujando el cochecito-. Si tengo que permanecer un segundo más con este individuo dentro... -miro con exasperación a Michael-... terminaré por dar rienda suelta a mis impulsos homicidas.

Vanessa miró al pequeño. Parecía sereno.

Ness: ¿Cómo podrías matar a una criatura tan encantadora?

Zac le ofreció el cochecito. Vanessa aceptó e hizo todo lo que pudo por seguir el paso de Zac.

Zac: Hubo ocasiones anoche en las que sentí ganas de matarle -confesó suavizando su tono al inhalar el fresco aire otoñal-. Por ejemplo, la tercera vez que me despertó a eso de las cuatro y media... me orinó, me llenó de baba y luego orinó en la alfombra y vomitó en la manta de la cuna. ¿Has tratado alguna vez de limpiar una alfombra a las cuatro y media de la madrugada?

Vanessa no pudo reprimir la risa.

Ness: No, nunca he tenido ese placer.

Zac: Esta mañana ha empapado cinco pañales en una hora. Se ha pasado cuarenta y cinco minutos llorando sin parar. A la hora del desayuno no sé cómo ha conseguido tirar de una patada mi taza de café.

Ness: Si era café instantáneo, yo también habría sentido la tentación de tirarlo -bromeó-.

Zac: Y yo de darte a ti un puntapié -gruñó-.

Pero el magnifico clima parecía estar surtiendo efecto en él, porque Vanessa vislumbró un asomo de sonrisa en sus labios.

Pasearon por un sendero bordeado de árboles y cubierto con hojas doradas y pardas. El camino terminaba en un centro recreativo que contenía un club, una piscina y una pequeña zona de juegos infantiles.

Ness: Llevemos a Michael a los columpios -sugirió luchando por empujar el carrito sobre la hierba-.

Zac frunció el ceño, luego la siguió.

Zac: Es muy pequeño todavía.

Ness: Puedo cogerle en mi regazo.

Vanessa se detuvo junto a un columpio, apartó la montaña de mantas que le cubría y le cogió. Sus bellos ojos azules brillaron con fascinación mientras le llevaba al columpio.

Zac: Es una idea absurda -objetó-. ¿Qué pasará si le sueltas?

Ness: No lo voy a soltar -prometió sentándose en el columpio con el bebé en las piernas-.

Después de estrechar a Michael contra ella, empezó a moverse para darse impulso.

Zac la observó por un momento, sacudiendo la cabeza.

Zac: No merece divertirse después de los tormentos a que me ha sometido -se quejó-.

Luego, a regañadientes, se colocó detrás del columpio y empezó a empujarlo.

Michael emitió un gritito de alborozo y Vanessa oyó la risa casi  involuntaria de Zac a su espalda.

Ness: Bien, ¿por qué no hablamos de la encuesta? -sugirió-.

Zac: ¿Qué?

Ness: Tenemos mucho trabajo que hacer, Efron. Por eso es por lo que estoy aquí, ¿recuerdas? Una de las cosas que debemos hacer es una encuesta a los propietarios de ordenadores para conocer su opinión. ¿Has pensado algo al respecto?

Zac no contestó inmediatamente. Vanessa miró hacia atrás y notó que trataba de reprimir una sonrisa.

Zac: ¿De verdad quieres hablar de negocios ahora?

Ness: Claro que sí.

Zac rió abiertamente.

Zac: Está bien, Hudgens. De hecho, he pensado un poco en ello. Lo que ofrece Carter es flexibilidad y adaptabilidad. Lo que debemos averiguar es si los clientes potenciales están dispuestos a probar un nuevo producto basado en esas características.

Durante la siguiente hora discutieron qué tipo de encuesta debían planear y a cuáles compañías entrevistar. Zac se sentó junto a Vanessa en el columpio. Cuando Michael comenzó a culebrear peligrosamente en el regazo de Vanessa, Zac se ofreció a llevarle al tobogán. Cada vez que Zac aterrizaba al pie del tobogán con el bebé en su regazo, Vanessa le explicaba a gritos algunas ideas sobre su plan para la encuesta, luego Zac iba hacia la escalera del tobogán y una vez arriba le decía sus propias ideas al respecto.

Después de su décimo descenso por el tobogán, Michael comenzó a gemir, interrumpiendo lo que podía haber sido un diálogo muy productivo.

Ness: ¿Tiene hambre?

Zac: Estará hambriento, mojado o cansado. Los tres grandes dilemas que rigen su vida -bromeó-. Creo que debemos llevarle a casa.

Ness: Podríamos también escribir algunas de nuestras ideas -sugirió satisfecha por la facilidad con la que habían intercambiado opiniones respecto a la forma mejor de realizar el plan de trabajo-.

Recordó lo pesimista que se había sentido respecto a colaborar con Zac. Sin embargo, sus conceptos eran claros y precisos y era evidente que consideraba válidos los de ella. Había rechazado algunos, pero sin arrogancia. Y también había aceptado las críticas de ella con imparcialidad respecto a sus propias ideas.

Vanessa volvió a preguntarse si seria la presencia de Michael lo que había influido en la actitud de Zac, relajándole y aceptándola como colega.

Cuando llegaron a la casa, Vanessa cambió el pañal a Michael, mientras Zac le preparaba el biberón. Luego se acomodaron en el sofá de la sala. Zac daba el biberón al pequeño mientras Vanessa anotaba en su libreta algunas de las ideas que se les habían ocurrido en el parque. Satisfecho su apetito, Michael se durmió en el regazo de Zac, permitiendo a éste y Vanessa concentrarse en su tarea.

Hacia las seis de la tarde habían concluido un borrador viable sobre el plan para la encuesta.

Ness: Creo que deberíamos poner fin a nuestro trabajo por ahora -sugirió-.

Su petición fue secundada por Michael, quien se removió en el regazo de Zac y lanzó un agudo gemido.

Zac revisó las notas que Vanessa había tomado y asintió. Las dejó encima de una mesa lateral.

Zac: ¿Qué te parece si cenamos?

Vanessa sintió una leve punzada de aprensión ante la posibilidad de que ahora la charla se deslizara hacia el peligroso terreno de su relación personal.

Ness: No sé -contestó con cautela-. ¿Vas a cocinar tú?

Zac rió de buena gana.

Zac: Si quieres podemos cenar fuera.

Vanessa le miró incrédula.

Ness: ¿Has contratado alguna niñera?

Zac la miró sin pestañear.

Zac: Estaba pensando que podríamos cenar en uno de esos lugares que sirven en el coche -cuando Vanessa arrugó la nariz ante la sugerencia, él se defendió-. Al menos seria algo caliente y ninguno de los dos tendríamos que entrar en la cocina. Mi coche es muy cómodo. Vamos -la instó-.

Vanessa aceptó resignada.

Calentaron un biberón para Michael y se dirigieron hacia el coche de Zac. Éste metió el cochecito del niño en el maletero y Vanessa se sentó en el asiento de atrás con el niño.

Durante el trayecto se dedicó a meditar sobre su relación con Zac. Se sentía muy bien a su lado; no podía ocurrírsele nada más apetecible que tomar una cerveza y una hamburguesa en su compañía y luego volver a la casa para ver la televisión o escuchar música. Quería estar con él. No quería perder su compañía ni la extraña amistad que había surgido entre ellos.

Pero si la volvía a tomar en sus brazos, si la besaba y susurraba palabras de deseo… ¿qué haría entonces? Su cuerpo responderla sin duda, pero... ¿sería eso sensato? ¿Estaba realmente dispuesta a confiar en él, a olvidar la antipatía que había existido entre ellos durante cuatro años y a creer que él era en realidad diferente a como le había imaginado?

Más tiempo, pensó. Necesitaba más tiempo para estar segura. Pero si Zac la tocaba, si la besaba en la palma de la mano como la noche anterior, no sabia qué haría. Su acción más sensata sería irse a casa en cuanto terminaran de cenar.

No tardaron en llegar a su destino. Zac se sentó con Vanessa y Michael en el asiento trasero. Después de devorar todas sus patatas fritas, el hombre cogió unas cuantas del paquete de Vanessa, lo cual le hizo ganarse una palmada en la mano. Su retribución fue un irónico sermón sobre los hábitos alimenticios de las mujeres. Todas las mujeres, y su poca disposición a compartir esas calorías excedentes que se regalaban a si mismas.

Zac: Si esta fuera una ensalada de espinacas -afirmó, cogiendo otra patata antes de que Vanessa pudiera impedírselo-, ya me habrías ofrecido la mitad. Pero de todos los millones, qué digo millones, trillones, de mujeres que he conocido en mi vida, ni una sola me ha ofrecido una de sus patatas fritas.

Ness: Sabes agasajar muy bien a tus trillones de mujeres, ¿verdad? -replicó con una sonrisa irónica-. Cenas en McDonalds, no hay nada mejor que eso.

Zac sonrió y aceptó el comentario con una inclinación de cabeza.

Durante el camino de vuelta a casa, Vanessa hizo todo lo posible por olvidar lo mucho que deseaba quedarse con él más tiempo. Si la invitaba a quedarse, no aceptaría. Si se mostraba seductor, seria franca y le pediría que se tomara las cosas con calma. Si habían de convertirse en amantes, no había ninguna prisa. Quizá Zac estuviera acostumbrado a que las mujeres se derritieran bajo el influjo de su sonrisa, pero Vanessa prefería ir despacio. Si la deseaba de verdad, tendría que hacer las cosas a su manera.

Sin embargo, no había contado con la intervención de Michael para frustrar su retirada.

En cuanto salieron del coche al frío aire de la noche, el bebé empezó a llorar desconsoladamente, haciendo caso omiso de la voz arrulladora de Zac, de sus mimos y cosquillas, de sus gruñidos amenazantes. Cuando parecía a punto de explotar, Vanessa se lo arrebató de los brazos y lo acunó en su pecho. Milagrosamente, el bebe se calló.

Vanessa le arrulló un poco para calmar sus últimos sollozos. Era un misterio para ella por qué su pecho podría consolar al pequeño mientras que el de Zac no, no podía dejar al hombre en esa situación.

Zac: Por favor -suplicó mirando al bebé con una mezcla de ira y temor-, quédate. Obviamente éste es uno de esos momentos en los que necesita el consuelo femenino.

Ness: No puedo quedarme -insistió ante el comentario de Zac-.

Dios guardara el hombre de insinuar que él también necesitaba consuelo femenino.

Zac la miró durante un rato.

Zac: Vanessa, ¿quieres huir por mi causa?

Ness: No quiero huir.

Zac: Soy un ser humano, no una piraña -dijo con voz fatigada-. No voy a morderte.

Ness: Lo sé. Pero...

Zac: ¿Quieres saber la verdad? -insistió-. No tendría fuerzas para morderte aunque quisiera hacerlo. Si te llevara a la cama esta noche, la única experiencia que tendrías conmigo seria oírme roncar.

Sin saber cómo contestar a tan abrupto comentario, Vanessa preguntó:

Ness: ¿Roncas?

Detectó un brillo de travesura en los ojos de Zac.

Zac: ¿Por qué no te quedas y lo averiguas?

Ness: Zac, hablo en serio -afirmó volviendo a su anterior actitud-. No me puedo quedar esta noche contigo. He venido aquí a trabajar y hemos trabajado. De modo que ahora lo único que puedo hacer es marcharme.

Dio a Michael un beso de despedida, pero cuando fue a entregárselo a su tío, empezó a chillar.

Zac: ¿Conveniente para quién? No para Michael, sin duda. Y menos para mí. Se pasará la noche atormentándome con sus berridos.

Ness: Es tu sobrino, no mío -señaló, aunque siguió acariciando al bebé para apaciguarlo-.

Zac: A riesgo de parecer una abominable sexista -aventuró mientras colgaba su abrigo en el armario del vestíbulo-, creo que hay ocasiones en las que los bebés necesitan a sus mamis. No a sus papis, sino a sus mamis. Y en este momento tú eres su mami prestada.

Vanessa suspiró y se dirigió a la sala. Se sentó en el sofá con Michael.

Ness: ¿Se te ha ocurrido pensar que eres demasiado exigente? ¿No se te ha ocurrido pensar que pedirme que haga las veces de madre de tu sobrino va más allá de los límites razonables de mis responsabilidades como compañera de trabajo?

Zac intentó apaciguarla.

Zac: Vanessa, por favor, sabes que yo...

Ness: ¿No se te ha ocurrido que he hecho demasiado por ti y el bebé? -le interrumpió-. He cambiado pañales sucios, he arruinado mi traje favorito, he comido porquerías y, para colmo, he tenido que soportar tus lascivos avances. ¿No se te ha ocurrido pensar que puedes ser un soberano fastidio, Efron?

Zac clavó su mirada en la de ella. Su cuerpo comenzó a estremecerse por la risa, luego estalló en una franca carcajada. Vanessa empezó a reír también. Un momento después los dos reían a mandíbula batiente. Michael no sabía si unirse al intempestivo regocijo o ponerse a llorar asustado.

Parte de su histórico regocijo se debía al puro agotamiento y parte de lo absurdo de la situación que Vanessa había descrito con tanta vehemencia como exactitud. Pero sobre todo, ambos reían como dos buenos camaradas que comparten un momento de especial entendimiento y comunicación.

Zac: ¿Lascivos? ¿Has dicho que mis avances son lascivos? Me han acusado de muchas cosas en la vida, Vanessa, pero nunca de ser lascivo en mis intentos de seducción.

Ness: Está bien -concedió, limpiándose las lágrimas de risa y procurando recobrar la seriedad-. Me retracto de lo de los avances lascivos, pero el resto sigue en pie.

Zac asintió con una sonrisa.

Zac: Está bien, soy un soberano fastidio. Al menos no soy un fastidio común y corriente -se apoyó en el respaldo del sofá y observó a su acompañante-. ¿Qué te parece quedarte solo hasta que Michael se quede dormido? -antes de que ella pudiera objetar algo, continuó-: Sinceramente, Hudgens, no me siento capaz de pasar otra noche como la de ayer. Michael se ha portado como un perfecto caballero contigo y cuando te vayas se portará como un monstruo conmigo.

Se mostraba tan patético y suplicante que el corazón de Vanessa se ablandó.

Ness: Me quedaré un rato -accedió, pero luego creyó conveniente añadir una severa advertencia-. Me quedaré, pero no quiero que me hagas ninguna insinuación amorosa. Ya planteaste tu caso anoche y el jurado sigue deliberando. No intentes nada esta noche.

Zac alzó la mano con solemnidad en un juramento a la manera de los boy scouts.

Zac: Lo juro.

Ness: Hablo en serio -insistió-. Una sola mención de la palabra deseo, no me importa en qué contexto, y dejo a Michael en tus rodillas y me marcho.

Zac: Trato hecho -prometió y sonrió con agradecimiento-.

Vanessa no quiso decirle que ver la televisión a su lado era exactamente como ella quería pasar esa noche; si lo hacia, podría estimularle para que mencionara otra vez sus deseos. De manera que limitó sus comentarios a temas inocentes, como lo ridículo de algunos anuncios y la inexplicable preferencia de Michael por ella.

El bebé se comportaba razonablemente bien en su regazo, pero cada vez que ella hacía el menor movimiento, soltaba un chillido de alarma. La breve visita de la joven al cuarto de baño provocó sus protestas a un nivel de sonido más alto que los decibelios en una discoteca y cuando ella volvió al estudio, los gestos de Zac eran los de una víctima torturada por la inquisición. Casi arrojó a Michael a los brazos de la joven en cuanto ésta se volvió a sentar en el sofá. Como por arte de magia, Michael se calmó.

A eso de las nueve, vio que Zac cabeceaba.

Ness: ¿Por qué no te vas a acostar? -sugirió-.

La mirada somnolienta de Zac se desvió hacia Michael, quien estaba sentado muy erguido en el regazo de Vanessa y trataba infructuosamente de cogerse un pie con las manos.

Zac: ¿Qué harás tú?

Ness: Terminaré de ver este programa de televisión y luego trataré de dormir a Michael. Cuando lo consiga, le meteré en su cuna y me iré a casa.

Zac: ¿No te importa que te deje sola con él?

Ness: No eres precisamente una compañía muy animada. Apenas si notaré tu ausencia.

Zac aceptó su comentario con una sonrisa cansada. Se levantó del sofá, bostezó y se dirigió lentamente hacia las escaleras.

Zac: Te agradezco de verdad lo que estás haciendo por mi, Vanessa -murmuró-. Ah, y no se te olvide cambiarle el pañal antes de meterle en la cuna, ¿eh? Dejaré un biberón lleno en la cocina, seguramente tendrá hambre dentro de un rato.

Ness: No necesito instrucciones -gruñó-. Después de todo soy mujer y las mujeres nacemos con una sabiduría congénita respecto a estas cosas, ¿no es cierto?

Zac sonrió ante el sarcasmo y contraatacó:

Zac: De acuerdo, pero cuida bien de mi sobrino mientras descanso y quizá algún día te lo pague como mereces.

Antes de que Vanessa pensara en una réplica ingeniosa, Zac ya se había ido.

Riendo con suavidad, volvió a concentrar su atención en el bebé. Michael no parecía cansado, pero mientras estuviera de buen humor a ella no le molestaba permanecer con él. Ignorando el programa de televisión, puso los dedos entre las manos del pequeño y vio como él se los aferraba uno por uno con esa concentrada atención de los bebés. Le hizo cosquillas en el estómago y él rió.

No creía sinceramente que su cariño por Michael naciera de algún instinto maternal congénito. No había nada de congénito en ello. Por el contrario, había aprendido a quererle, como había aprendido a cambiarle el pañal y a vestirle, a alimentarle y jugar con él. Quizás estuviera disfrutando de su compañía por la satisfacción que le producía haber conseguido cuidar a un bebé, o quizás se debiera a que se estaba acercando el día en que ella se iba a convertir en madre.

Pero ese día todavía estaba muy lejano, se recordó. Solo tenía veintiocho años; tenía pensado ascender todavía algunos escaños más en su escalera profesional antes de pensar en formar una familia. La maternidad era un proyecto muy interesante, pero no estaba dispuesta a abandonar sus metas profesionales en ese momento en que su carrera podía verse amenazada por la maternidad.

Era joven; tenía tiempo. Sin embargo, la tarea de cuidar de Michael había dado a aquella cuestión un nuevo matiz. Vanessa ya no se preguntaba si sería madre. La cuestión ahora era cuándo lo seria.

Aunque Michael seguía bien despierto a las diez, Vanessa decidió darle el biberón para ver si se dormía. El niño se lo tomó con entusiasmo, luego se arrellanó en los brazos de Vanessa y empezó a tirar de uno de los botones de su camisa. Tenía los ojos muy abiertos.

Eran unos ojos muy bellos, observó Vanessa. Igual que los de Zac. Vanessa pensó en el hombre que dormía arriba y sonrió.

Le aliviaba inmensamente la forma en que había transcurrido el día. Habían trabajado bien juntos y, lo mejor de todo, en ningún momento la había elogiado por sus brillantes conceptos y sus ideas acertadas. Quería impresionarle, por supuesto, pero si la hubiera elogiado por sus logros, se habría indignado con él. Pero él había aceptado sus sugerencias con naturalidad, como si en ningún momento hubiera dudado que pudieran ser aceptadas. Vanessa consideraba esa actitud más aduladora que cualquier elogio.

Trabajaban bien juntos, reflexionó, y jugaban bien juntos. Si Zac se sentía lo bastante relajado en su compañía como para irse a dormir mientras ella permanecía en la casa, y ella se sentía lo bastante relajada como para quedarse mientras él dormía. ¿Dónde estaba el sordo antagonismo que habían abrigado el uno por el otro durante los cuatro años anteriores?

Michael había permanecido mucho tiempo inmóvil y callado, y cuando ella bajó la mirada hacia él, se dio cuenta de que estaba a punto de quedarse dormido. Se lo echó al hombro y se puso de  pie. Sentía las piernas entumecidas después de llevar tanto tiempo sentada con el bebé en el regazo y esperó a que la sangre volviera a correr por ellas antes de subir las escaleras hacia la habitación del niño.

Dejó la puerta del cuarto abierta y cambió el pañal de Michael con la luz del pasillo, para que no se espabilara. Después le meció canturreando una canción de cuna y Michael no tardó en caer profundamente dormido.

Le dejó en la cuna y salió del cuarto con sigilo. Todavía sentía las piernas agarrotadas y se dio cuenta de que ella también estaba agotada. Decidió prepararse una taza de café antes de irse a su casa. Necesitaría una fuerte dosis de cafeína para mantenerse despierta mientras conducía.

Una vez que el café estuvo listo, se sirvió una taza y la llevó a la sala para tomársela allí. La luz de la lámpara en la mesita lateral le hacía daño en los ojos, pero no se atrevió a apagarla. Si lo hacia, estaba segura de que se quedaría dormida.

Se acomodó en el sofá, sopló al café para enfriarlo y le dio un sorbo. Su mirada cayó sobre el montón de notas que Zac y ella habían recopilado aquella tarde. Con razón estaba cansada, se dijo.

En un solo día había hecho sus faenas domésticas, había jugado en el parque, trabajado en un plan para un sondeo de mercado y cuidado a un bebé. Mientras daba otro trago al café se preguntó si una sola taza bastaría para despertarla.

El sofá era demasiado confortable, decidió, y el café demasiado caliente. Dejó la taza en la mesa, se quitó las sandalias y se arrellanó entre los mullidos cojines. Solo una pequeña siesta, se dijo, mientras se le iban cerrando los ojos. Un cabeceo de unos diez minutos le daría energías suficientes para conducir hasta su casa.




¿Solo diez minutos? Lo dudo mucho XD
¿Qué opináis vosotras? ¡Se admiten apuestas! XD

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

"Un cabeceo de 10 minutos" Sí, claro! Ese cuento me lo doy a mí misma cada vez que tengo que estudiar y tengo sueño.. Esos 10 minutos se convierten en 2 horas!! Jajaja..

Qué bonito día tuvieron!!! Me encantó!! Pero ahora qué pasará esa noche!!!!!!!!!!!!?????????? Los dos van cambiando sus pensamientos por el otro :D :D :D

Síguela pronto!! :D

Maria jose dijo...

Cuando despierte lo primero que verá sera a zac
Viéndola jajajajaja
Ame el capitulo y amo la novela es muy linda
No puedo esperar más a seguí leyéndola
Cada vez que despierto digo "hoy es día de capitulo nuevo"
En verdad me gusta mucho
Sube pronto

Unknown dijo...

Que capitulo!!!
No tengo nada que decirrrr, estoy enamorada de esta novela y de este Zac.


Subee prontooooooi plis!!

Publicar un comentario

Perfil