topbella

viernes, 29 de agosto de 2014

Capítulo 2


Once años antes... Londres, julio de 1882

Con sus dieciocho años, Ness Hudgens sentía un placer malicioso. Esperaba no ser demasiado obvia, pero tampoco es que le importara realmente. ¿Qué podían decir las mujeres enjoyadas y emplumadas del salón de lady Beckwith? ¿Que carecía de modestia? ¿Que era arrogante y poco refinada? ¿Qué apestaba a libras esterlinas?

Al principio de su temporada en Londres, habían pronosticado que sería un absoluto desastre, una chica sin clase, sin modales, sin la más mínima idea. Pero, quién iba a decirlo, solo dos meses después ya estaba comprometida... con un duque, joven y apuesto, además. «Su excelencia la duquesa de Fairford.» Le gustaba como sonaba. Le gustaba enormemente.

Las mismas mujeres que se habían burlado de ella se vieron obligadas a acercársele y felicitarla. Sí, ya se había fijado el día de la boda; en noviembre, justo después de su cumpleaños. Y sí, gracias, ya había tenido la primera reunión en casa de madame Élise para decidir el traje de boda. Había elegido un suntuoso satén crema, con una cola de cuatro metros, de muaré plateado.

Segura en la posición a la que pronto se vería ensalzada, Ness se acomodó mejor en su butaca y abrió el abanico mientras otras debutantes, sin prometido, se preparaban para entretener a las señoras con sus habilidades musicales, ya que todo el mundo sabía que a lord Beckwith le gustaba prolongar la sobremesa con los caballeros, reteniéndolos a veces durante más de tres horas con sus licores y cigarros.

Ness dirigió su atención a cosas más importantes. ¿Debería hacer algo fantástico con el pastel, pedir que le dieran la forma del Taj Mahal o del palacio del Dux? ¿No? Entonces haría que dieran formas originales a las diferentes capas. ¿Hexágonos? Excelente. Un pastel hexagonal cubierto con un brillante glaseado real, con guirnaldas de...

La música. Levantó la mirada, sorprendida. Por lo general, las intérpretes iban de aceptables a repugnantes. Pero la exquisita joven de piel marfileña sentada en la banqueta tenía tanta maestría como los músicos profesionales que la madre de Ness contrataba a veces. Sus dedos se deslizaban por las teclas del piano como golondrinas por encima de un estanque en verano. Unas notas cristalinas, suntuosas, acariciaban los oídos del mismo modo que un buen plato de crème brûlée acaricia el paladar.

Amber von Tussle. Así se llamaba. Se la habían presentado justo antes de la cena. Era nueva en Londres, procedía de un pequeño principado del continente. Era hija de un conde, y condesa por derecho propio, pero era uno de esos títulos del Sacro Imperio Romano que pasan a todos los descendientes, así que no significaba mucho.

La actuación terminó y, unos minutos después, Ness se quedó sorprendida al ver que la señorita Von Tussle estaba a su lado.

Amber: Mi enhorabuena por su compromiso, señorita Hudgens.

La señorita Von Tussle hablaba con un acento suave y agradable. Olía a esencia de rosas con un toque de pachulí.

Ness: Gracias, Fräulein.

Amber: A mi madre le gustaría que yo hiciera lo mismo -dijo con una risita tímida, sentándose en una silla de respaldo recto junto a Ness-. Me ha ordenado que le pregunte cómo lo consiguió usted.

Ness: Es sencillo -respondió con estudiado descuido-. Su excelencia tiene apuros económicos y yo poseo una fortuna.

No era tan sencillo. Más bien había sido una campaña que había durado años, librada desde el mismo segundo en que la señora Hudgens había logrado, por fin, inculcarle a Ness que era a la vez su deber y su destino llegar a ser duquesa.

La señorita Von Tussle no podría repetir el éxito de Ness. Tampoco Ness podría hacerlo. No conocía a ningún otro duque casadero con unas deudas tan abrumadoras como para estar dispuesto a contraer matrimonio con una joven cuya única relación con la nobleza era a través de su madre, hija de un hacendado rural.

La señorita Von Tussle bajó la mirada.

Amber: Oh -murmuró, haciendo girar una y otra vez su abanico entre las palmas de sus manos-. Yo no tengo fortuna.

Ness ya lo había supuesto. Había una especie de tristeza en ella, la sombría melancolía de una mujer de alta cuna que solo se puede permitir contar con una camarera cada dos días y que, después de la puesta del sol, se mueve a oscuras para ahorrar la cera de las velas.

Ness: Pero es bella -señaló. Aunque un poco entrada en años, pensó, por lo menos veintiuno o veintidós-. A los hombres les gustan las mujeres guapas.

Amber: No se me da muy bien, esta... tarea de mujer guapa.

Eso Ness lo había visto por sí misma. En la cena, la señorita Von Tussle estaba sentada entre dos jóvenes casaderos, ambos atraídos por su belleza y su timidez. Pero había algo apesadumbrado en su reserva. Apenas había prestado atención a ninguno de los dos y, al cabo de un rato, ellos se habían dado cuenta.

Ness: Necesita más práctica.

La joven permaneció en silencio. Deslizó la punta del abanico por encima de la falda.

Amber: ¿Conoce a lord Richard Efron, señorita Hudgens?

El nombre le resultaba vagamente familiar. Entonces Ness recordó. Lord Richard era el tío de su futuro esposo.

Ness: Me parece que no. Se casó con una princesa bávara y vive en el continente.

Amber: Tiene un hijo. -La voz de la señorita Von Tussle vaciló-. Se llama Zac. Y... está enamorado de mí.

Ness se olió una historia de Romeo y Julieta, una historia cuyo atractivo se le escapaba. La señorita Capuleto debería haberse casado con el hombre que sus padres eligieron para ella y luego haber tenido una aventura ardiente, pero muy discreta, con el señor Montesco. No solo habría seguido viva, sino que al cabo de un tiempo se habría dado cuenta de que Romeo era un joven inexperto y aburrido con poco que ofrecerle salvo bonitos tópicos, «Es el oriente, y Julieta es el sol.» Por favor.

Amber: Nos conocemos desde hace mucho tiempo -continuó la señorita Von Tussle-. Pero, claro, mamá no me permite casarme con él. Él tampoco tiene dinero.

Ness: Entiendo -dijo amablemente-. Usted está tratando de permanecerle fiel.

La señorita Von Tussle dudó.

Amber: No sé. Mamá no me volverá a hablar si no hago una buena boda. Pero los desconocidos me hacen sentir... incómoda. Ojalá el señor Efron fuera mejor partido.

La opinión que Ness tenía de la joven se deterioraba rápidamente. Respetaba a la mujer que se casaba para sacar el máximo provecho personal. Y respetaba a la mujer que sacrificaba las comodidades mundanas por amor, aunque personalmente discrepaba de una decisión así. Pero no soportaba la falta de personalidad. La señorita Von Tussle no quería entregarse al tal Zac Efron porque era demasiado pobre, pero tampoco dedicarse a la caza de marido porque le gustaba dejarse querer.

Amber: Es muy apuesto, muy cariñoso y amable -decía, con la voz reducida a un susurro, casi como si hablara consigo misma-. Me escribe cartas y me envía regalos encantadores, cosas que hace él mismo.

Ness deseaba poner los ojos en blanco, pero por algún motivo no podía. Alguien amaba a esta joven, una joven absolutamente inútil, la amaba lo suficiente para seguir cortejándola, aunque la estaban exhibiendo por toda Europa para ver quién se quedaba con ella.

Por un momento, la abrumó una desesperación absoluta al pensar que nunca conocería un amor así, que pasaría por la vida sostenida únicamente por su fachada inexpugnable. Luego recuperó el sentido. El amor era para los tontos. Ness Hudgens era muchas cosas, pero nunca había sido estúpida.

Ness: Qué afortunada es, Fräulein.

Amber: Sí, supongo que lo soy. Ojalá... -E hizo un gesto negativo con la cabeza-. Puede que lo conozca el día de su boda.

Ness asintió y sonrió, distraída, volviendo a ocuparse de la elegancia estructural del pastel que servirían en su inminente boda.

Pero no llegó a celebrarse ninguna boda entre Vanessa Anne Hudgens y Alexander Hanslow Efron. Dos semanas antes del día del enlace, su excelencia el duque de Fairford, marqués de Tremaine, vizconde Hanslow y barón Wolvinton, después de seis horas bebiendo sin parar en honor de sus próximas nupcias, se subió al tejado de la casa de su amigo y trató de enseñarle el trasero a todo Londres. Lo único que logró fue romperse el cuello y fallecer al caer al suelo desde una altura de cuatro pisos.




Que cosas, eh... Once años antes Ness iba a casarse con otro y Zac estaba enamorado de otra.
¿Cómo se produciría el encuentro entre ambos?
¡Comentad y lo sabréis! ;)

¡Thank you por los coments!

¡Un besi!


4 comentarios:

Unknown dijo...

Oh por dios! 11 años antes Nessa se iba a casar con otro Efron, y termino casada con Zac.. la verdad que muy interesante este capi. Zac enamorado de otra. . Pero se casa con Ness.
Si que es una novela interesante... por eso Zac no quiere a Ness verdad? Y Ness que no cree en el amor, estan en el horno!! Pero el le pide un heredero y eso cambia todo.
ME ENCANTA.



SUBE PRONTO PLISSSS!!!

Anónimo dijo...

Quién diría que cada uno tenía planes "amorosos" con otro jaja aunque aparentemente Ness no estaba enamorada del duque Fairford, pero Zac sí lo estaba de Amber. Eso quiere decir que Ness le robó la conquista a Amber jajaja pobre :s aunque quién sabe, hay que esperar el próximo capitulo para ver cómo empezaron las cosas entre Zanessa *-*
Publica pronto, saludos!
By: Selena.

Lau B. dijo...

Vaya... no se si reirme o sentir lastima por el tipo que queria mostrar el trasero a Londres y termino muerto.
En cuanto a Zanessa me parece interesante como comienza todo ahora quiero saber si fueron ellos los que decidieron casarse o se lo impusieron? si Zac siente repugnancia hacia Vanessa por culpa de la tal Amber? eso explicaria mucho no?
Publica pronto
Xx

Anónimo dijo...

¿Por qué tardas tanto en publicar? Entro con la esperanza de encontrar algo nuevo, pero sigue igual :c
¡Publica pronto, por el amor de Dios! Jajaja mentiras, qué exigencias las mías jajaa tómate el tiempo que quieras, pero no abuses jajaja.
By: Selena.

Publicar un comentario

Perfil