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viernes, 15 de agosto de 2014

Capítulo 12


Eran casi las cuatro de la tarde cuando llegó por fin a su apartamento. ¿Dónde se había ido el día? Bien, sabía la respuesta a esa pregunta y apenas se le podría ocurrir una manera mejor de pasar un domingo.

No debía haberse preocupado por que Zac volviera a ser el mismo macho arrogante cuando Michael se fuera. Cuanto más lo pensaba, más se convencía de que todos los defectos que ella le atribuía habían nacido de su deseo de resistirse a su fascinación. Era fácil no ceder a su encanto viril si se pensaba que se trataba de un hombre lleno de prejuicios respecto a la mujer, arrogante y desdeñoso.

No era perfecto, por supuesto. Tenía sus momentos de machismo. Pero siempre se mostraba dispuesto a recapacitar sobre sus propias ideas y opiniones y a escuchar el punto de vista de Vanessa.

Y respecto al excesivo sentimentalismo de las mujeres... ¿no era él a veces también demasiado sentimental? ¿No le había comprado un ridículo oso gigantesco a su sobrino? Después de hacer el amor y haber conseguido levantarse de la cama, se había vestido y había pasado largo rato en la habitación que había servido de guardería, con el pretexto de buscar un lugar donde guardar la cuna portátil. Vanessa le había visto ponerse pensativo mientras echaba la bolsa con pañales usados en la papelera y luego limpiaba el escritorio para volver a colocar encima su ordenador.

«¡Está tan vacío sin él!» -era lo único que había dicho-.

Sin dramas, sin lágrimas, pero a su propia manera controlada, había demostrado ser tan sentimental como una mujer, tan sentimental y lleno de ternura.

¿Por qué habían desperdiciado cuatro años de sus vidas esquivándose el uno al otro?, se preguntaba la joven mientras se dirigía hacia su habitación. Se desnudó y luego se dio una ducha.

Zac la recogería a las cinco y media para ir a cenar, esta vez a un restaurante. Quizá Zac echara de menos a su sobrino, pero era agradable poder salir a cenar sin tener que buscar primero a una niñera o limitar la opción de restaurantes.

Se enjuagó el pelo y contempló las burbujas deslizarse por su cuerpo. Cerró los ojos y recordó las manos de Zac sobre ella, sus labios, la pasión de sus besos y sus caricias y sintió un estremecimiento sensual.

Mientras cerraba el grifo decidió que tendrían que ser discretos en la oficina. No quería que se convirtieran en el tema favorito de chismorreos y murmuraciones entre las secretarias. Durante la cena explicaría a Zac que esperaba que pudieran mantener una distancia profesional en el trabajo. Estaba segura de que él accedería; a él tampoco le gustaba ser la comidilla de los chismes oficinescos.

Salió de la ducha, cogió una toalla y se envolvió en ella. Luego, buscó una segunda toalla, más pequeña y se seco el pelo con vigor. Quitó con la toalla el vaho que el vapor de la ducha había dejado sobre el espejo situado encima del lavabo. Se dejaría crecer el pelo, decidió.

Volvió a pasarse la toalla por la cabeza y, cuando se volvió a mirar al espejo su sonrisa desapareció. No era su propio reflejo lo que estaba viendo ahora, sino el recipiente de plástico situado en el estante superior del armario. Un helado estremecimiento le recorrió la espalda cuando abrió de golpe la puerta y miró el recipiente que contenía su diafragma.

¿Cómo podía haber sido tan descuidada? ¿Cómo podía haberse entregado tan libremente, tan irresponsablemente a Zac? Vanessa nunca había sido muy activa sexualmente, pero siempre había tenido cuidado. Lo último que deseaba era un embarazo accidental.

Ness: Está bien -se dijo, cerrando el botiquín y tragando el nudo de preocupación que se le había formado en la garganta-. No te dejes llevar por el pánico. Cada mujer tiene derecho a ser descuidada una vez en su vida.

Pero no había sido una vez, recordó. Zac le había hecho el amor tres veces.

Volvió a tragar saliva y se dirigió a su habitación, donde tenía el calendario de mano donde anotaba su ciclo. Siempre había sido muy regular. Suponiendo que su cuerpo no le hubiera jugado una mala treta, debería estar segura. Sus días más fértiles habían pasado hacía casi una semana.

No una semana, la fastidió una vocecilla interior. «Más bien cuatro días».

Se desplomó en su cama y aspiró para tratar de calmarse. No le quedaba mucho por hacer excepto confiar en su suerte. No podía pasarse los próximos ocho días retorciéndose las manos por la inquietud.

Sin embargo, no podía dejar de preocuparse. No por si el delicioso fin de semana con Zac podía traer consecuencias inesperadas, sino por algo mucho más importante, más profundo. Lo que había sucedido entre Zac y ella no era cuestión de descuido, de echar la cautela por la borda.

Había sido producto del amor, de un deseo incontrolable. En los años que había compartido con Tom, nunca se había visto tan arrastrada por la pasión como para olvidarse de si misma, para olvidar lo que era importante para ella, lo que había planeado para si misma y su futuro. Y mucho menos para olvidar las precauciones necesarias para evitar un embarazo indeseado.

Pero con Zac... lo había olvidado.

El lunes fueron al trabajo en coches separados. Aunque Zac se había reído al principio cuando Vanessa le había advertido sobre la importancia de mantener discreción respecto a su relación, había terminado por acceder, más que nada por la reputación de Vanessa.

Zac: Si realmente piensas que haber tenido una aventura con el tenorio de P&D puede ser una mancha en tu currículo, seremos discretos -había dicho, fingiendo sentirse ofendido-. Si quieres puedo fingir que tu presencia me disgusta.

Ness: Tampoco hay que exagerar -había dicho con una sonrisa de tolerante humor-. Solo debes comportarte como un perfecto caballero cuando estemos en la oficina.

Zac: Hm -había sonreído con malicia-. Procuraré no darte pellizcos en el trasero cuando vayas a preparar el café, ni hacerte el amor en el escritorio cuando estemos discutiendo lo del contrato Carter. ¡A ver si puedo controlarme!

Vanessa había reído de buena gana.

Ness: Termina de cenar, bobo -había dicho, entre risas-.

Zac había pasado la noche en el apartamento de la joven y habían salido juntos por la mañana, después de tomar un ligero desayuno. Pero cuando Vanessa se metió en el aparcamiento del edificio en el que se encontraban las oficinas de P&D, Zac había continuado avanzando a lo largo de la calle en su propio coche, de manera que la joven había entrado sola.

El hecho de no ver a Zac en toda la mañana la inquietó más de lo que le parecía lógico. La verdad era que le extrañaba. Saber que estaba en el mismo edilicio que ella, separado solo por unos centímetros de cemento, era suficiente para casi volverla loca. No era que deseara olvidar su trabajo y pasarse todo el día con él, jugando, riendo y haciendo el amor, pero sí deseaba compartir al menos una sonrisa, una palabra de afecto o un comentario privado, una caricia sutil. Sabía que lo mejor era mantener las distancias en el trabajo, pero le echaba de menos.

A la hora de la comida se sentó con dos asesores, quienes inmediatamente interrumpieron sus comentarios sobre el partido de fútbol del día anterior, en consideración a la dama que se hallaba entre ellos. Cuando Zac entró en la cafetería algunos minutos después y le negó incluso una inclinación de cabeza a modo de saludo, Vanessa sintió que algo se marchitaba dentro de ella, una parte sensible que anhelaba la ternura de Zac como nunca había anhelado a nadie. Durante casi cuatro años él había entrado en la cafetería sin saludarla y eso no la había afectado lo mas mínimo. Pero ahora… ahora era diferente. Ahora sabía que Zac podía disipar la soledad que la había invadido durante toda su vida. Verle allí, en el mismo recinto, y no poder correr a su lado y abrazarle y besarle, o por lo menos saludarle, acentuó su sensación de soledad.

Era ella la que había fijado las reglas, claro, y sabía que la discreción era importante, pero... ¿tenía que sentarse él en una mesa ocupada por un montón de secretarias, como un gallo en el gallinero? ¿O como un sultán en su harem?

Nunca había sentido celos. No era una mujer insegura. Zac le había demostrado que la consideraba atractiva y excitante. No le creía tan frívolo o inconsciente como para considerar el fin de semana que habían disfrutado juntos como algo pasajero y sin importancia.

Sin embargo, a Vanessa le irritaba que él hubiera adoptado de nuevo sus habituales aires de don Juan.

Trató sin mucho éxito de ignorarle durante la comida. Trató de participar en el diálogo de sus compañeros de mesa, pero perdió el apetito y encontró poco divertida la charla sobre política internacional. Cuando se excusó y se levantó de la mesa, sus compañeros apenas notaron su marcha.

Ella tenía la culpa, se dijo al entrar en el baño. Ella había fijado las reglas. Reglas razonables, tenía que admitir. Se peinó e hizo una mueca a su propio reflejo.

Suspirando, se pintó los labios y salió. Decidió subir a su despacho por las escaleras con la esperanza de que el ejercicio la ayudara a serenarse. Cuando llegó al descansillo, se dirigió hacia la sala de descanso para prepararse un café.

Se detuvo en la puerta de la sala. Molly estaba junto a la cafetera, echando agua. Zac se encontraba a su lado, apoyado contra la pared. Ninguno advirtió la presencia de Vanessa y ella retrocedió con velocidad para esconderse detrás de la puerta. Ya no los podía ver, pero sí oírlos.

Zac: Cuanto antes pases a máquina las preguntas de la encuesta, mejor, Molly -estaba diciendo-.

Molly: Ya sabes que haré lo que sea por complacerte, Zac -le aseguró con voz coqueta-.

Vanessa apretó los labios.

Zac: Ese café huele muy bien -comentó-. Ojala supiera preparar café. Me han dicho que el café que hago sabe a agua de fregar.

Molly: Cualquiera puede hacer un café decente. Si quieres te enseño.

Zac: De acuerdo. El único problema es que si aprendo a preparar buen café, ya no tendré excusa para pedirle a los demás que me lo preparen.

La risa de Molly no ayudó a calmar la furia que comenzaba a invadir a Vanessa.

Molly: ¿Cómo lo tomas? ¿Con leche?

Zac: Eso no tiene nada que ver con la leche -se quejó-. Lo tomo solo, con azúcar.

Molly: Aquí tienes.

¡Maldita sea!, gruñó Vanessa para sí. ¿No podía mover su propio café? ¿Tenía que dejar que una admiradora realizara por él tan insignificante tarea?

Zac: Gracias -hizo una pausa y Vanessa le imaginó dando un sorbo al café-. Eres genial, Molly. Está delicioso. Gracias otra vez.

Molly: Ha sido un placer, Zac -dijo con voz melosa-.

Si Zac iba a salir de la salita, Vanessa tendría que hacer su aparición. No podía permitir que la pillara acechando detrás de la puerta. Haciendo acopio de valor, entró en la estancia.

Zac se detuvo en seco al verla entrar. Su amplia sonrisa perdió fuerza al saludarla.

Zac: Hola, Hudgens.

Ness: Qué tal, Efron -dijo con tono helado y pasó por delante de él en dirección a la cafetera-. Hola, Molly -saludó a la secretaria con excesiva afabilidad-.

Molly: Hola, Vanessa -su mirada se desvió de Vanessa a Zac, quien permanecía cerca de la puerta, viendo cómo la joven se servia una taza de café. Aunque ésta evitaba mirar de frente a Zac, podía sentir sus ojos fijos en ella. El silencio que pendía entre ellos la puso nervioso y agradeció Molly que lo rompiera-. Zac me ha pedido que pase a máquina el cuestionario para encuesta de Carter Software -informó a Vanessa-.

Ness: Sí, es lo mejor.

Molly dirigió otra mirada rápida en dirección a Zac antes volver a decir a Vanessa.

Molly: ¿Sigues trabajando en ese asunto? Por la forma en que Zac ha hablado, he pensado que... bien, se me ha ocurrido que quizá habían encargado otra cosa.

Vanessa dirigió a Zac una fría sonrisa.

Ness: Según las últimas noticias sigo trabajando en eso -contesto con retintín-. Ya sabes como es Efron, Molly. Le duele mucho tener que compartir conmigo los honores sobre cualquier cosa.

Zac esbozó una sonrisa irónica.

Zac: Hay algunas cosas sobre las que compartiría gustoso los honores contigo, Hudgens -dijo, con un significativo tono-.

Vanessa no pudo evitar ruborizarse.

Ante la mirada perpleja de Molly, Vanessa optó por retirarse.

Ness: Si me disculpáis -dijo, cogiendo su taza de café y dirigiéndose a la puerta-. Algunos no tenemos tiempo para pasar toda la tarde en la sala del café.


Una hora después Zac la llamó por teléfono a su despacho.

Zac: Hudgens, habla Efron. ¿Podrías venir a mi oficina?

Ness: ¿Para qué?

Zac: Necesito hablan contigo. En persona. Es urgente.

Ness: Bien, subiré.

La puerta de Zac se abrió en cuanto que Vanessa llamó. Zac la tomó en sus brazos con vehemencia.

Zac: Este ha sido un día muy difícil para mí -susurró antes de cubrirle la boca con la suya-.

Vanessa había intentado mostrarse fría con él hasta que se disculpara por flirtear con Molly y las chicas de la cafetería. Pero en cuanto su cálida lengua se abrió camino en su boca perdió toda capacidad de resistencia.

Cuando por fin la apartó un poco para mirarla a la cara, después de lanzar un ahogado jadeo, Zac dijo:

Zac: ¡Oh, Dios! También ha sido duro para ti, ¿verdad?

Ness: En realidad no -declaró sin mucha convicción-.

Zac: Es por eso por lo que me trataste tan mal en la salita de café, ¿verdad?

Vanessa deslizó dos dedos por la abertura que quedaba entre dos botones de su camisa y alzó los ojos llenos de tierno reproche hacia él.

Ness: Yo solo me estaba defendiendo.

Zac: Hm -le cogió la cara con las manos-. Quizá mañana a la hora de la comida podamos escabullirnos e ir a un motel cercano.

Ness: Eso me parece de lo más sórdido -protestó, aunque estaba riendo-.

Zac: No tanto como tirarte al suelo aquí en mi oficina y hacerte el amor. Lo cual es una posibilidad muy real, si se considera la forma en que me siento ahora -le cogió las manos entre las suyas y bajó la cabeza para besarla con suavidad en los labios-. Creo que fingir que no me interesas solo me hace desearte más.

Ness: Pues parecías soportar tu tormento con gran entereza -comentó con sarcasmo-. ¿Por qué tenías que decir a Molly que es genial solo porque sabe preparar un café tolerable?

Zac: ¿Lo oíste? -pareció asombrado por un momento y luego la miró con ojos entornados-. ¿Me estabas espiando?

Vanessa esquivo su mirada acusadora.

Ness: So... solo oí un poco de la charla al... al entrar. Me pareció que te estabas excediendo en tus elogios, ¿no crees?

Zac: ¿Qué tiene de malo decir algunas palabras bonitas a una pobre chica?

Ness: ¡Qué amable eres! Además, ¿por qué le diste a entender que yo ya no trabajaba en el asunto Carter?

Zac: ¿Por qué dices eso?

Ness: Porque le pediste que pasara a máquina la encuesta para ti... no para nosotros.

Zac: ¿Y eso qué importancia tiene?

Ness: Ella supuso que yo no trabajaba ya en el proyecto. Está bien que finjamos no tener nada que ver en el plano íntimo cuando estemos aquí, pero no me parece bien que me ignores por completo. El proyecto es nuestro, Zac, no lo olvides.

Zac estudió su indignada expresión por un momento, luego asintió.

Zac: Tienes razón. Creo que no tengo costumbre de compartir los proyectos con otros asesores.

Ness: En especial con asesoras.

Zac: Es cierto. En especial con asesoras tan guapas.

Vanessa hizo un mohín de fastidio, pero sus labios se curvaron con una sonrisa de reconciliación, Zac la besó y luego dijo:

Zac: También te he llamado para decirte que Frank Carter me ha telefoneado.

Ness: ¿Si? ¿Y qué ha dicho?

Zac: Primero me ha informado de que ha recibido su copia del contrato y ha querido darme las gracias por haberlo hecho tan rápido.

Ness: ¿Darte a ti las gracias? -explotó-. Fui yo la que urgió a los de contabilidad. Tú estabas en casa con Michael.

Zac sonrió.

Zac: Supongo que Carter ha pensado que aunque tú eras la asesora ideal para cortejarle con el fin de conseguir el contrato, yo soy el adecuado para realizar todo lo relativo a su aplicación práctica.

Ness: ¡Una típica actitud machista!

Zac: Eso me ha parecido a mí. De manera que le he confesado que habías sido tú la encargada de acelerar los trámites del contrato. -Vanessa se quedó muda y sin saber como reaccionar ante aquel inesperado cambio de la situación-. Como muestra de agradecimiento, ha decidido invitarte a comer.

Vanessa hizo una mueca de fastidio.

Ness: ¡Qué afortunada soy!

Zac: De modo que no tardará en llamarte -la avisó-. Cuando concretes con él la cita recuerda por favor que los martes yo no puedo ir. Tengo partido de squash los martes desde las doce hasta la una y media.

Ness: Zac... tu programa de actividades no viene al caso, ¿no crees? -señaló-. Si Carter quisiera comer contigo también, te habría invitado, ¿no?

Los ojos de Zac brillaron con malicia.

Zac: Eres tú la que subraya a cada momento que este es nuestro proyecto, Vanessa.

Ness: De acuerdo, pero si Carter es el que invita, tiene derecho a elaborar la lista de invitados.

Zac: Vanessa... me dijiste que tiene la costumbre de buscarte la rodilla por debajo de la mesa.

Ness: Y también te dije que me sé cuidar sola.

Zac: Pues yo quiero estar presente cuando comas con Carter -insistió-. No me importa lo importante que sea como cliente; no quiero que te moleste. No quiero que te toque. Es más, no quiero que piense en ti de otra forma que no sea como colaboradora en el proyecto para promocionar su compañía. Punto.

Vanessa le miró durante un buen rato. Su insistencia le parecía a la vez divertida y conmovedora.

Ness: ¿De verdad quieres estar de mirón?

Zac: Quiero sentarme entre Frank y tú para que él ocupe sus manos inquietas en otros menesteres aparte de tratar de agarrarte las rodillas.

Vanessa rió.

Ness: ¿Celoso?

Zac frunció el ceño.

Zac: Esto no es cuestión de celos, Vanessa, es cuestión de política de negocios. Es cuestión de que Carter aprenda a tratante como profesional, como igual... no como objeto sexual.

Vanessa tuvo que hacer un esfuerzo para reprimir la risa.

Ness: Quizá sepa algunos buenos chistes verdes. Si quieres venir a comer con nosotros porque estás colaborando en el proyecto, estoy de acuerdo. Pero no voy a permitir que vengas para darle manotazos cuando se pase de la raya. Soy muy capaz de defender sola mi honor.

Zac la miró un momento y luego dijo con excesiva solemnidad:

Zac: Iré porque estamos colaborando en el proyecto.

Ness: Bien, entonces puedes ir -accedió-.

Zac: Magnifico -la besó en la frente-. ¿Nos vemos esta noche?

Ness: Eso depende de quién prepare la cena -bromeó-.

Zac: Si vienes a mi casa, cenaremos pizza congelada. ¿Cuál seria el menú en la tuya?

Ness: Atún con mayonesa. Vayamos a tu casa.

Zac: Me parece bien. Pero tú tendrás que preparar el café mañana temprano, si quieres que sea bebible.

Le dio un beso breve en los labios y la acompañó a la puerta.

Después de mirar a ambos lados con actitud conspiratoria, le dio un último beso antes de que ella se dirigiera hacia las escaleras.




Awwwww! ¡Son super monos!
Me dan envidia ¬_¬
Lo que no me da envidia es el descuido de Vanessa. ¡Qué tonta!
Verás como al final esté embarazada... Para Zac ya fue suficiente cuidar de un mocoso XD

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Wooow wow y mas wow! Intuia que Ness podria quedar embarazada... Espero que Ness se lo diga a Zac, pero que el no se enoje :(

Ame el capituloo! Lo ame mucho.



Espero que subas prontoooooooo!!

Unknown dijo...

Jajaja yo pensé que sí se habían cuidado, sólo que no lo habían mencionado en la novela! Jajaja.. bueno, pues, eso les pasa por descuidados!!!!!!! No creo que sea tan conveniente que se embarace, pero por mí que tengan trillizos! :D

Celos, celos, celos everywhere en este capítulo! Me encantó!
Síguela pronto..
Cuídate! :D

Maria jose dijo...

Hooohhh que lindo capitulo, que bien
Me dio miedito que se pelearan y se separaran
Amo mucho la química entre ellos
Y eso de estarse guardando de todos
Es muy tierno
Sube pronto y en verdad amo todas
Las novelas que pones aquí
Sube pronto por favor!!!!

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