topbella

lunes, 11 de agosto de 2014

Capítulo 10


**: Vanessa...

Al principio creyó que la voz formaba parte de su sueño.

Pero cuando oyó su nombre por segunda vez, el sonido fue demasiado real. Haciendo un enorme esfuerzo, se incorporó y vio a Zac.

Se fijó en sus ojos primero, esos ojos que habían estado nublados por la fatiga la última vez que los había visto y ahora estaban brillantes y alertas. Observó su pelo revuelto que poseía destellos dorados a la luz ambarina de la lámpara. Cambiando de rumbo, su mirada bajó. Notó que solo llevaba puestos unos pantalones cortos. Contempló su torso desnudo. Estaba ligeramente bronceado y poseía un incitante vello oscuro. Había tratado de imaginar su torso varios días antes, cuando había percibido su contorno bajo la fina tela de su camisa, pero su imaginación se había quedado corta en comparación con la realidad. Su cuerpo era magnifico.

Estaba sentado tan cerca de ella que pudo sentir el calor que emanaba de su cuerpo. Se humedeció involuntariamente los labios con la punta de la lengua y luego se obligó a subir la mirada.

Ness: Creo que me he quedado dormida -susurró-. ¿Qué hora es?

Zac: Tarde -le informó, con tono apacible y con los ojos fijos en ella-. He creído oír el llanto de Michael y al levantarme para ir a verle, he advertido que estaba encendida la luz de la sala. He venido a apagarla y...

A manera de conclusión extendió una mano y le apartó un mechón de la mejilla y se lo colocó detrás de la oreja.

Ness: ¿Estaba bien Michael?

Se preguntó si Zac habría notado el leve temblor de su voz al sentir el toque de sus dedos sobre su mejilla.

Su pulso y su respiración se hacia más agitada.

Zac: Solo balbuceaba en sueños. No suele dormir tan profundamente. ¿Qué le has hecho?

Vanessa consiguió esbozar una sonrisa.

Ness: ¿Qué crees? He puesto mi sabiduría maternal congénita -se incorporó y se apoyó sobre su codo-. Creo que debería irme a casa. -Otra vez los dedos de Zac se dirigieron a su pelo-. No -dijo con voz trémula, pero decidida-. No deberías hacer esto.

Lo vio inclinarse para besarla. No se movió, no hizo ningún intento por resistirse. En lugar de ello, volvió a acostarse y Zac quedó encima de ella.

Los labios del hombre mordisquearon los de ella, luego los obligaron a entreabrirse. La lengua masculina invadió su boca, buscando su lengua. Vanessa gimió. Ningún hombre la había besado como Zac y ni siquiera trató de reprimir la oleada de sensualidad que la invadió cuando la lengua de Zac encontró la suya y la retó a un duelo erótico.

Llevó las manos a la cintura de Zac. La sensación de su piel desnuda bajo sus dedos la sobresaltó y apartó las manos con timidez.

Zac: Me gusta que me toques, Vanessa -susurró-. Te deseo... te deseo...

Ness: Prometiste no usar esa palabra -le recordó-.

Zac: No la usaré, entonces -prometió mordisqueándole la mandíbula-, no diré nada.

Su boca volvió a cubrir la de ella, en un beso más seductor que todas las palabras.

Vanessa volvió a suspirar. Hablaran o no de deseo, éste casi se podía palpar. Deseaba a Zac; deseaba tocar su magnífico torso. Alzó con timidez una mano y le tocó el costado, sintiendo la amplia caja torácica bajo sus dedos. Él gimió ligeramente, luego se echó hacia atrás para que ella pudiera explorar su pecho con los dedos.

Después de besarla de nuevo, Zac concentró su atención en los botones de la camisa de la joven. Los desabrochó con manos expertas y, durante un momento que pareció congelarse en el tiempo, lo único que hizo fue contemplar el pecho de la joven, sus senos batallando contra las copas de su sujetador. Su sola mirada la excitaba; sintió que sus pezones se henchían ante la mera idea de su caricia.

Vanessa casi deseó que él dijera algo, cualquier cosa. El sonido de su voz sería más familiar para ella que los rápidos jadeos anhelantes que no podía controlar o el sofoco que se ahogó en su garganta cuando el dedo índice de Zac dibujó una línea a lo largo de su esternón hasta el broche frontal de su sujetador. Lo desabrochó y apartó las copas.

Pareció dudar, como si quisiera resistir la tentación que representaban para él aquellos senos pequeños, pero firmes. Alzó la mirada hacia su cara y ella advirtió que su respiración era tan agitada como la suya. El la interrogó con la mirada, esperando su consentimiento.

Ella le deseaba, deseaba sus caricias; quería que la abrazara, que la hiciera suya. Quería gritárselo, expresar con vehemencia su pasión. Pero era ella quien había fijado las reglas, quien había decidido que no debían hablar de su deseo.

Luchó por controlar el impulso de desgarrar el resto de sus ropas y entregarse frenéticamente a él. La oportunidad que Zac le estaba dando para detenerle en aquel punto era un regalo inesperado y ella la aprovechó para considerar a quién deseaba en realidad.

No era al tenorio de la oficina. No era al casanova de la sonrisa fácil y los hoyuelos cautivadores. No al machista incorregible que consideraba a las mujeres como seres volubles y sin control sobre sus emociones.

Quería al tío amoroso, al hombre tierno y responsable. Deseaba al colega que la trataba como a una igual, al amigo que le confiaba sus desazones y sus problemas, al hombre que admitía necesitarla. Deseaba a aquel hombre considerado y galante que le estaba dando la oportunidad de decir que no, aunque los dos ardían de deseo.

Deseaba a este Zac, al que había llegado a querer... a respetar… a amar, en los últimos días. Sabía quién era ella; una mujer lo bastante sincera como para admitir que le amaba.

Aspirando profundamente, le cogió una mano y se la llevo a los labios. Le besó la punta de los dedos y luego la apretó contra la turgente curva de su pecho.

El placer de Zac ante aquel gesto fue apenas palpable. Se inclinó para besarla con un beso prolongado, profundo, que fue más allá de su boca, más allá de su cuerpo para incendiar su alma. Le rodeó con los brazos, colocando una palma sobre el bruñido arco de su espalda y deslizando la otra hasta la base de la nuca para enredar los dedos en su pelo mientras fundían sus bocas en otro apasionado beso.

Cuando las manos masculinas se posaron en sus senos y empezaron a acariciarlos con suavidad, Zac movió las caderas contra ella con un ritmo constante. Vanessa respondió instintivamente y arqueó el cuerpo hacia él en un ritmo similar. Zac emitió un gemido desgarrado y buscó afanosamente la cremallera de los pantalones de la joven.

El contacto de sus dedos sobre la sedosa piel de su estómago la trastornó. No tardó en encontrarse completamente desnuda.

Zac contuvo el aliento un momento. Luego, sus manos recorrieron sus empeines, sus angostos tobillos y sus esbeltas pantorrillas. Siguieron hacia arriba y se detuvieron en las rodillas solo el tiempo suficiente para hacerla gemir con impaciencia. Una leve sonrisa asomó a los labios del hombre mientras sus manos acariciaban las piernas de la muchacha, primero por la parte delantera y luego por detrás de los muslos, dejando para lo último la sensible piel de la parte interior de los mismos. Sus caricias estaban tan cercanas a ella, tan incitantemente cercanas que con un jadeo impaciente le cogió la mano y la guió hasta donde más ansiaba su contacto.

Aferrando la tela de los pantalones cortos, Vanessa olvidó por un instante su propia frustración y recorrió con la punta de los dedos la dureza que proclamaba el deseo masculino. Recorrió toda su extensión palpitante a través de la suave tela, disfrutando de la embriagadora sensación que le producía la conciencia de su propio poder sobre él. Zac gruñó algo ininteligible y desató el nudo corredizo de la cinturilla. La cuerda se aflojó y ella metió la mano.

Zac: ¡Oh, Vanessa...! -exclamó con voz ahogada, mientras se arqueaba contra su mano atrevida-.

Ella respondió a la torturadora súplica bajándole los pantalones para arrojarlos luego al suelo.

Su cuerpo desnudo cayó sobre ella, su boca devoró su boca con voracidad y su mano se movió con dulce insistencia entre las piernas, hasta que Vanessa no fue otra cosa que hirviente sensación, húmeda receptividad. Ella trató de tocar otra vez su palpitante virilidad, pero él esquivó el contacto.

Ness: Zac -susurró olvidando las reglas del juego-. Te deseo...

Zac: Sí -murmuró deslizando la mano hasta sus muslos para abrirla por completo a su vigorosa arremetida-.

Sucedió casi con demasiada rapidez, sus poderosas embestidas la llevaron a un súbito clímax. Tembló en los brazos de su amante cuando el éxtasis la invadió.

Durante largo rato después Zac apenas se movió. Ella le abrazó con delicadeza, deslizando las manos por su espalda bañada en sudor mientras su cuerpo se relajaba lentamente y su respiración volvía a la normalidad. Vanessa sentía un inmenso agradecimiento por lo que acababa de compartir con él.

Nunca había experimentado nada tan intenso en su vida. No podía entender lo que Zac podía hacer con su cuerpo. Lo único que sabía era que iba más allá del simple deseo.

Le sintió agitarse y aflojó el abrazo. Zac se incorporó para poder verla. Su sonrisa era enigmática, sus ojos lúcidos y luminosos. La besó con suavidad.

Zac: Habíamos esperado mucho por esto, Vanessa -murmuró con voz aterciopelada-.

Era cierto, se dio cuenta de repente con azorada y súbita lucidez la joven. Habían esperado demasiado para aquello. Cuatro años. Cuatro años de deseo contenido, escondido detrás de una fachada de hostilidad e indiferencia. Cuatro años hasta que aquel primer beso alcanzara su culminación natural. Se habían ido preparando para aquel momento desde el día en que se habían conocido.

Zac se puso de pie. Luego deslizó los brazos por debajo de los hombros y las rodillas de la joven y la cogió en brazos como si no pesara nada. Luego apagó la luz y, después de besarla en la frente, subió con ella en brazos las escaleras.

La dejó sobre el ancho lecho.

Zac: ¿Quieres que deje encendida una luz?

Tiró de su brazo para que se sentara junto a ella y le acarició el hombro con suavidad.

Ness: Puedo sentirte mejor si no te veo -susurró-.

Zac rió con suavidad.

Zac: ¿Y cómo me sientes?

Ness: Increíblemente bien.

Zac. Hm -suspiró complacido cuando ella dejó que sus dedos  le exploraran a su gusto el torso-. Oh, Vanessa -posó una mano sobre su cadera y la atrajo hacia él-. ¿No te alegras de que los hombres y las mujeres no seamos iguales?

Ness: Nunca he dicho que lo seamos -murmuró deslizando la mano hacia la firme superficie de su estómago-.

Zac la instó a tumbarse y se inclinó para besarle los senos.  Sus labios se cerraron alrededor de un pezón y lo acarició con deseo y luego le pasó la lengua por la rosada punta hinchada. Ella gimió.

Zac: Doy gracias a Dios por eso -murmuró antes de cubrir el otro pezón con la boca-.

Ness: Ahora me toca a mí -jadeó escabulléndose-.

Zac alzó la cabeza y la miró con curiosidad. En su expresión había regocijo y algo más… desafío. La estaba retando a que tomara la iniciativa.

Acomodó la cabeza en la almohada y la observó con curiosidad mientras ella le buscaba con los dedos una de las tetillas. Al localizarla, inclinó la cabeza para besarla. Casi inmediatamente, la tierna carne se endureció entre sus labios y cuando su lengua se aventuró a lamerla, Zac lanzó un gemido. Vanessa se incorporó y preguntó:

Ness: ¿Te hago daño?

Zac: ¡Oh no! -contestó sin aliento-.

La joven se inclinó y buscó la otra tetilla. Ésta también creció cuando ella la besó y cuando la mordisqueó ligeramente sintió que todos los músculos del cuerpo se ponían tensos.

Ness: Ahí tienes -declaró la feminista, tan excitada como Zac al apartarse de él-. Diferentes, pero iguales. Espero haberte convencido.

Zac: No me has convencido de nada -dijo con obstinación, girando sobre un costado y pasándole una pierna sobre las caderas para sujetarla-. Pero no pienso discutir el asunto contigo en este momento.

Sus labios la abrumaron con un candente beso y Vanessa admitió en silencio que no era el momento más adecuado para discusiones filosóficas respecto a la igualdad de los sexos.

Volvieron a hacer el amor frenética y desesperadamente y cuando descendieron de las cimas del éxtasis, en la suave languidez posterior a los delirios del amor, Zac susurró con voz profunda, enronquecida:

Zac: Vanessa... mujer. No me odias. Realmente no me odias.

Ness: No te odio -admitió-.

Zac: Incluso te gusto -sugirió-.

Ness: Más que eso, Zac -confesó-. Mucho más que eso.

Se acurrucó en el firme refugio de los brazos masculinos disfrutando de la apacible oscuridad que los rodeaba y se quedó dormida.


Al despertar, descubrió que estaba sola en la cama. Zac había subido la persiana para que entrara la luz del sol en la habitación y Vanessa miró a su alrededor con fascinación.

El cuarto de Zac estaba razonablemente ordenado y limpio, si se tenía en cuenta que era el de un soltero.

Ness: Vaya un pensamiento más machista -murmuró para sí con una sonrisa-.

El hecho de que ella tuviera su habitación más arreglada no tenía nada que ven con su sexo sino con su obsesión por el orden y la limpieza. Aunque Zac había dejado varios artículos y prendas de vestir dispersos por el suelo, al menos los muebles no tenían polvo.

No se sentía turbada o desilusionada por haber despertado sola, había dejado que Zac se fuera a dormir temprano la noche anterior y ahora él le estaba pagando el favor permitiéndole dormir hasta tarde mientras él cuidaba de Michael. Más que sentirse abandonaba, estaba conmovida por su consideración.

Se desperezó, saboreando por un momento el lujo de tener para ella sola la enorme cama y disfrutando aún más profundamente la idea de haberla compartido con Zac. El recuerdo de su pasión y su sensibilidad hizo asomar una sonrisa a los labios de la joven.

Le hubiera encantado no levantarse en todo el día, reviviendo en su mente la felicidad que había experimentado con él la noche anterior, pero se obligó a echar a un lado las sábanas para ponerse de pie y enfrentarse al mundo. Solo Dios sabía a qué tormentos estaría sometiendo Michael a su tío aquella mañana. Debía vestirse y bajar a echarle una mano.

El problema era que todas sus ropas estaban abajo, en la sala.

No podía bajar desnuda, aunque suponía que a Zac no le disgustaría el espectáculo. Fue hacia el armario y lo abrió. Localizó una bata de baño y la descolgó. Después de volver a cerrar la puerta corrediza, se puso la prenda.

Naturalmente, era demasiado grande para ella, pero le serviría para no tener que bajar desnuda a recoger su ropa.

Cuando salió al pasillo oyó la voz de Zac, era evidente que estaba manteniendo una animada charla con su sobrino.

Se dirigió hacia las escaleras, pero se paró en seco al darse cuenta de que no era el bebé quien contestaba a las palabras de Zac, sino una mujer.




Oh, oh...
¿Quién será esa mujer? =S
¡Cuatro años! Que llamen a los del Guiness XD
¡Por fin pasó lo que todas esperábamos! ¡Qué bonito! ^_^

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Oh por diosss!!! Esa mujer debe dw ser Miley espero... porque despues de lo que paso seria muy cruel que fuera una amante de Zac..
Me ha encantado el capi!! Por fin paso lo que tanto ellos tanto querian.
Espero que Ness primero pregunte quien es esa mujer y que no saque conclusiones rapidas porque se puede ir todo a la mier**.


Sube pronto plis plis!! :)

Maria jose dijo...

OMG!!!! Sera todo una sorpresa quien sera?
Ya quiero seguir leyendo
Me encanto el capitulo muy picante
Esta novela es muy buena pero presiento que
El siguiente capitulo habrá algo mal entre ellos
No puede ser tan bonito todo
Sube pronto
Saludos!!!

Unknown dijo...

Miley!!!!!!!!!!! Dime que es Miley porque sino le pego a Zac en este momento!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!!! Jajajaja
Tan lindos que son los dos!!! Es obvio que ella está enamorada, pero él no sé, aunque es obvio que al final terminará enamorándose!!!!!!!!! Eso espero!!!!!!!!! jejeje
Súper lindo el capítulo, me encantó!!

Sube pronto pleasee!!!
Cuídate! :D

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