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miércoles, 30 de julio de 2014

Capítulo 6


Vanessa no estaba segura de cómo debía reaccionar ante tan franca declaración. Aunque por lo regular apreciaba la franqueza en los demás, no sabía cómo hacer frente al evidente reto que Zac le estaba lanzando. El hecho era que él también le gustaba.

Pero en aquella ocasión también había conseguido disgustarla. Rápidamente, revivió aquel momento en su memoria, después de que él la besara y murmurara contra su pelo algo así cómo que se alegraba de que la joven se uniera al cuerpo de secretarias.

Ella le dijo que no era secretaria. Él trató de adivinar lo que era: procesadora de datos, supervisora de códigos, perforadora, cocinera de la cafetería, miembro del personal de consejería. Cualquier cosa, excepto lo único que debiera haber supuesto si considerara a las mujeres como sus iguales: una asesora financiera, especializada en asuntos de mercado.

Y luego, cuando ella le había dicho cuál era su puesto, él había mostrado incredulidad. ¡Era imposible! ¿Una dama tan atractiva como ella? ¿Asesora de finanzas? ¿Con quién se había acostado para obtener el puesto?

La furia había comenzado a bullir en su interior y casi explotó cuando él comentó:

«Vaya, lo que necesitábamos ¡Otra frágil y sensible mujer en nuestro departamento!»

Ella le había pedido que la llevara de nuevo a la fiesta. O mejor, que la acompañara a su propia oficina para coger su abrigo y luego le señalara el camino al aparcamiento subterráneo, donde se encontraba su coche. No llevaba tiempo suficiente en la compañía como para conocer el camino.

Zac había aceptado su petición de ayuda como prueba de que era una pobre mujer inútil. Había aceptado su ira como prueba de que era sensible. Y luego había tenido el descaro de abrazarla y decir:

«Pero, qué diantres... es Navidad y este cuarto está lleno de muérdago imaginario. Así que no perdamos la oportunidad…»

Casi le había abofeteado, pero, en lugar de ello, había salido de su despacho y, después de algunos intentos fallidos, había encontrado el suyo.


Ness: Me insultaste -dijo ahora, su voz tan distante como el momento que había revivido en su memoria-.

Zac pareció desconcertado.

Zac: Decirte que me gustas no es un insulto.

Ness: Quiero decir en aquella ocasión. Yo tenía una buena razón para huir, como tú dices. No había nada de ridículo en mi conducta.

Zac: Al diablo con aquella ocasión.

Ness: Ahora también tengo buenas razones para irme -declaró con firmeza-.

Zac avanzó otro paso hacia ella y la agarró del brazo.

Zac: Veamos, quiero saber cuáles son esas razones.

De repente, Vanessa no supo cuáles podían ser las razones que la impulsaban a dejar a Zac. No podía aducir las que la habían impulsado a escapar hacía cuatro años.

Y ahora... al mirarle, solo veía su adorable maraña de pelo ensortijado y el irresistible brillo de sus ojos. Olió la mezcla de colonia y talco infantil. Pensó en el enorme oso de peluche que había comprado y su habilidad para cambiar pañales y su franca admiración por el trabajo que ella había realizado para el asunto Carter.

No obstante, debía haber alguna buena razón para alejarse de él.

Ness: Tenemos que trabajar juntos.

Zac: ¿Y eso qué?

Zac le acarició con el pulgar el pliegue interno del codo. Vanessa nunca había imaginado que aquella pudiera ser una zona erógena. Sintió que su cuerpo se ponía tenso cuando una cálida oleada de deseo la invadió.

Ness: No crees que los hombres y las mujeres son iguales -adujo-

Zac: No lo son. Son muy diferentes, gracias a Dios.

Su declaración reafirmó la resolución de la joven.

Ness: Pues bien, no permitiré que un palurdo con mentalidad paleolítica como tú trate de seducirme, Efron. He ahí una buena razón. No me gusta la opinión que tienes sobre las mujeres. No me gusta tu actitud.

Zac: Pero te gusta besarme.

Vanessa consiguió esbozar una sonrisa.

Ness: No quieres que te tome como objeto sexual, supongo. Creo que te gustaría que te apreciara tanto por tu mente como por tu cuerpo. Y si no respeto tu mente, Zac, no sacaré provecho de tu cuerpo.

Zac la miró con una sonrisa traviesa y divertida en los labios.

Zac: En este momento, Hudgens, creo que no me importa mucho que respetes o no mi mente -confesó-. Si alguna vez deseas tomarme como objeto sexual, estoy más que dispuesto a darte gusto. ¿Quieres café?

Ness: No, gracias -rechazó decidiendo que lo más sensato sería irse en el acto-.

Zac: Es tu café -le recordó-. Tú lo has hecho.

Ness: Tómalo tú. Debe ser agradable tomar café de verdad en lugar del instantáneo.

Zac la miró durante largo rato en silencio y luego la acompañó fuera de la cocina. Hizo una pausa en la sala para reunir todos los papeles relacionados con el asunto de Carter Software, los metió en su carpeta y luego la condujo hasta la puerta, la abrió y preguntó:

Zac: ¿Estás segura de que podrás conducir sin problema hasta tu casa?

Ness: Estoy sobria. Tú mismo te has dado cuenta de que el alcohol tarda mucho en afectarme.

Zac: ¿Podrás encontrar el camino a tu casa desde aquí?

Su interés, en lugar de ser ofensivo, resultaba conmovedor.

Ness: Llegaré bien a casa, Zac, gracias. No te preocupes por mí -descendió un escalón y se volvió para preguntar-: ¿Tú estarás bien? Con el bebé, quiero decir.

Zac: Creo que sobreviviré.

Ness: Bien -ansiosa unos minutos antes por dejar la casa de Zac, ahora permanecía allí en el frío aire de la noche de octubre, sin decidirse a marcharse-. Me ocuparé de poner en marcha el contrato para Carter Software mañana por la mañana y luego empezaré con los preliminares del plan.

Zac: Yo trataré de trabajar un poco aquí -prometió-.

Ness: Bien... -dio un paso por el sendero empedrado hacia la verja del edificio y luego otro-. Buenas noches.

Zac: Gracias, Vanessa.

Ness: ¿Por qué?

Zac: Por todo -la vio dar otro paso por el sendero-. En especial por no preguntar -murmuró antes de que ella desapareciera en la oscuridad-.


El pálido resplandor plateado de la luz del pasillo inundó la habitación de Vanessa a través de la puerta abierta. Aunque siempre dejaba la tenue luz del pasillo encendida toda la noche, rara vez se le olvidaba cerrar la puerta cuando se acostaba. Hacía tiempo que trataba de convencerse de que si dejaba encendida la luz del pasillo era para no tropezar si tenía que ir al cuarto de baño durante la noche.

Pero aquella noche quería que la luz iluminara su habitación, que definiera las sombras de los muebles. Aquella noche necesitaba la luz para tranquilizarse, para convencerse de que no estaba desligada del mundo, de que no estaba sola, desamparada.

En su infancia nunca le había obsesionado la soledad, aunque con frecuencia había deseado tener un hermano o una hermana. Había crecido en una hermosa casa en las afueras de San Francisco, rodeada de juguetes y una serie de amas de llaves. Su padre, ejecutivo de una importante compañía de inversiones, era un hombre reservado y serio. Vanessa tenía la impresión de que nunca le había conocido, pero sospechaba que había heredado de él su propia reticencia y reserva.

Su madre había ejercido una influencia más poderosa en su vida. Abogada de éxito, Grace Hudgens era el tipo de mujer que todo el mundo admiraba, especialmente en aquellos días, cuando pocas mujeres lograban realizar con éxito una carrera profesional y al mismo tiempo cumplir el rol de madres. No había sido una madre muy apegada a Vanessa, pero ésta no podía por menos que venerar a aquella guapa mujer cuya disciplina y dedicación le habían hecho ganarse una envidiable posición en un medio hasta entonces casi exclusivo de los hombres.

«Podrás lograr cualquier cosa si te lo propones y luchas por alcanzarlo -solía decirle su madre-. Fija tu meta, persevera, y el mundo será tuyo».

Hubo ocasiones en las que Vanessa se permitió preguntarse si seguir el ejemplo de su madre era lo que en realidad quería hacer. Una vez pidió a una de las amas de llaves que la enseñara a cocinar y la mujer la había echado de la cocina, diciéndole con impaciencia:

«A tu madre no le gusta que te metas en la cocina, Vanessa. Vete y déjame hacer mi trabajo en paz».

En otra ocasión, cuando el ama de llaves favorita de Vanessa le había enseñado los rudimentos del arte de hacer punto, la madre de la niña había intervenido y le había quitado de las manos las agujas.

«No pierdas el tiempo aprendiendo esas tonterías -le había dicho-. Las mujeres que se pasan la vida haciendo punto jamás llegan a ser dueñas de su propio destino. Los hombres no las tratan como a sus iguales».

De manera que Vanessa nunca había aprendido a cocinar ni a hacer punto. Tampoco había aprendido a cuidar a niños, en parte porque a su madre no le gustaba que jugara con muñecas y en parte porque la niña no tenía ningún ejemplo en ese sentido que imitar. Las pocas veces que trabajó como niñera cuando era adolescente le enseñaron poco, ya que los bebés estaban por lo regular profundamente dormidos cuando ella llegaba a cuidarlos. El trabajo se reducía a ver la televisión, comer patatas fritas y asomarse de vez en cuando al cuarto del bebé para cerciorarse de que seguía durmiendo sin contratiempos.

No obstante, la infancia de Vanessa no había sido mala. Había sido razonablemente feliz. Sabía que muchos niños no tenían tantas ventajas como ella y le agradaba la posibilidad de tener una vida tan emocionante y llena de desafíos como la de su madre. Se aplicó en sus estudios, fijó sus metas y diseñó un plan de acción que la llevaría al mismo tipo de éxito profesional y respeto de que disfrutaba su madre.

Era solo por la noche cuando sucumbía a la soledad. Era cuando el mundo se oscurecía y el sendero tan bien trazado de la muchacha desaparecía de su vista, cuando ella anhelaba algo más, algo diferente, algo cálido y consolador. No sabia con precisión qué quería. De niña, pensaba que quería un hermanito o una hermanita, o una mascota, o simplemente alguien que se sentara a su lado en la cama, la cogiera de la mano y le contara con voz suave cuentos de princesas y magos y castillos maravillosos entre las nubes. Cuando creció, pensó que quizá lo que deseaba era un novio, un amante. Pero ninguno de los muchachos, y más tarde los hombres, con quienes mantuvo relaciones fueron capaces de hacer desaparecer del todo aquella sensación. Ni siquiera en los años en que había estado con Tom se había sentido completamente segura, satisfecha con su vida.

Había aprendido a dormir casi siempre con la luz apagada. Pero aquella noche se sentía dolorosamente sola. Aquella noche necesitaba la luz que venia del pasillo.

Hundiendo a cabeza en la almohada, fijó la mirada en el techo y trató de entender por qué se sentía tan sola. La respuesta que se estaba formando en su mente era que había disfrutado demasiado de la compañía de Zac; su compañía y su beso, sus brazos rodeándola y el excitante calor de su cuerpo contra el de ella. Dejar su casa le había resultado muy difícil. Pero habría sido peor quedarse.

«Ni siquiera me cae bien», se recordó con impaciencia. Zac tenía un criterio muy estrecho respecto a las mujeres.

Quizá ella no fuera menos susceptible al encanto de Zac Efron que el resto de las empleadas de la compañía. Quizá también estuviera fascinada por los hoyuelos de sus mejillas, sus profundos ojos azules y su cuerpo atlético.

Pero el hecho era que durante los últimos cuatro años, solo había sentido irritación en presencia de Zac. Durante casi cuatro años, sus hoyuelos y sus ojos y su cuerpo no habían ejercido en ella el menor efecto. De cualquier manera, ella no había sido nunca el tipo de mujer que presta demasiada atención al aspecto físico de un hombre.

No había sido a su aspecto físico lo que había respondido esa noche, reconoció. En realidad, le había visto menos impecable y garboso que de costumbre. Su pelo estaba revuelto, su ropa desaliñada, su sonrisa era rápida y titubeante. Y sin embargo, le había encontrado irresistible.

¿Qué sentido tenía pensar en eso? Durante cuatro años ella se había resistido al encanto del casanova de la oficina y después de un día con él, oliendo a bebé y discutiendo sobre la forma de preparar el café, todas sus barreras habían caído y ahora suspiraba por él, sin poder conciliar el sueño. Él estaba durmiendo en compañía de un bebé inquieto, y ella se sentía sola y muy desolada.


Molly arrinconó a Vanessa a la siguiente mañana en el lavabo, donde la segunda estaba llenando una jarra de agua para la cafetera del vestíbulo.

Vanessa había encontrado más fácil rechazar a Zac en su mente aquella mañana que la noche anterior. Había dormido mal y se había despertado con un leve dolor de cabeza. El día amenazaba con ser agitado; tenía que realizar bastantes investigaciones sobre el asunto Carter y para colmo Zac no pensaba ir a la oficina para hacer su parte del trabajo. Así que ella lo haría casi todo y Zac se llevaría todos los honores. Esta idea y su dolor de cabeza la ayudaron a borrar toda señal de los sentimientos que la noche anterior habían despertado en ella el recuerdo de su compañero de trabajo.

Pero cuando Molly la abordó para preguntarle:

Molly: Oye ¿Qué hay entre Zac, tú y ese bebé?

Vanessa sintió una oleada de lealtad protectora hacia Zac. No deseaba chismorrear con nadie respecto a él.

La verdad era que ella misma no sabía qué había entre Zac, ella y el bebé. No había averiguado gran cosa respecto a Michael, aparte de que el nombre de su madre era Miley, que ésta se hallaba lo suficientemente lejos de Stamford como para haber puesto a Zac una conferencia y que la peor hora de Michael era de tres y media a cuatro y media por lo regular.

Ante la mirada inexpresiva de Vanessa, Molly la insto:

Molly: Saliste con él de la oficina ayer por la tarde con un bebé. ¿Qué está sucediendo? ¿De quién es el bebé?

Ness: La verdad es que no lo sé -respondió fingiendo estar absorta en la acción de llenar la jarra-.

Molly esperó con impaciencia a que su compañera terminara de medir el agua. En cuanto Vanessa cerró la llave, la curiosa secretaria dijo:

Molly: Vamos, Ness… todo el mundo se hace preguntas sobre eso. Tracy, la del piso de arriba, ha dicho que Zac recibió una llamada ayer por la mañana, canceló su cita para aquella tarde y salió del edificio. Cuando volvió, empujaba un coche de capota. Todas nos morimos de curiosidad por saber si es hijo suyo.

Ness: Te juro que no sé nada al respecto -insistió-.

Se alegraba de no haber presionado a Zac para que le hablara más sobre el bebé. De haberlo hecho, sin duda se habría visto forzada ahora a mentir a Molly y a ella no le gustaba mentir.

Pero Molly no estaba convencida de la ignorancia de Vanessa.

Molly: Entonces… ¿por qué saliste con él de la oficina?

Ness: Los dos estamos trabajando en el mismo asunto -explicó-. Efron no podía quedarse en la oficina, así que fuimos a su casa a trabajar.

Molly: ¿Fuiste a su casa? -la miró con los ojos muy abiertos-. Creía que no podías soportar a Zac Efron.

Ness: No somos grandes amigos. Pero estamos trabajando juntos en un proyecto, de modo que tenemos que pasar cierto tiempo juntos. No hay manera de evitarlo.

Antes de que Molly pudiera continuar con su interrogatorio, la puerta del tocador se abrió y apareció Ellen Garnet, una linda secretaria rubia. Ellen había salido con Zac más de una vez. Vanessa no había prestado especial atención a la vida amorosa o social de Zac, pero Ellen trabajaba en el mismo piso que ella y aquel hecho había sido muy comentado. El anillo que Ellen lucía en la mano anunciaba que había atraído el interés de otro hombre, pero Zac y ella seguían llevándose bien a pesar de su frustrado romance. O quizá debido a ello, pensó Vanessa.

Ellen apenas advirtió la presencia de Molly antes de enfilar sus baterías sobre Vanessa.

Ellen: ¡Oye, Ness! ¿Qué hay entre Zac y tú? ¿Qué hace él con un bebé?

Vanessa tuvo que echarse a reír.

Ness: No tengo la menor idea.

Ellen la miró con suspicacia.

Molly: Lo mismo me acaba de decir a mí -informó-.

Ellen: Pero tú saliste con él del edificio ayer por la tarde -insistió-.

Vanessa se encogió de hombros.

Molly: Están trabajando en el mismo asunto -se encargó de informar-. Ness es muy discreta.

Vanessa sonrió.

Ness: Zac me dijo que no pensaba contestar preguntas de nadie respecto al bebé -declaró-. De manera que no le hice ninguna.

Molly: Estoy segura de que el bebé es suyo. Apuesto que es el resultado de algún descuido.

Ellen sacudió la cabeza, se miró al espejo y se acomodó algunos rizos rebeldes.

Ellen: Conozco muy bien a Zac. Y si de algo estoy segura es de que no es descuidado. Quiero decir, finge ser un pícaro pero en realidad es un tipo muy decente. No creo que sea capaz de engendrar un hijo accidentalmente. Es demasiado precavido para cometer un error semejante.

Molly: La experiencia ha hablado -dijo con retintín-. ¿Verdad?

Vanessa no quiso esperar a oír la replica de Ellen. No quería saber nada respecto a los pasados amoríos de Zac, aun cuando lo que oyera mejorara su reputación. ¿Qué diantre le importaba si era decente y cuidadoso? No le interesaba saber como había descubierto tan nobles atributos la rubia que se arreglaba el pelo ante el espejo.

Aunque eso perteneciera al pasado había cosas que Vanessa simplemente no quería saber.

Ness: Voy a preparar el café -dijo bruscamente, dirigiéndose hacia la puerta-. Siento no poder informaros de todo tipo de sórdidos detalles sobre Zac.

Una vez en su despacho trató de apartar de su mente la conversación que había mantenido con las dos secretarias en el tocador. Si todas las empleadas de P&D eran igual de curiosas, no le extrañaba que Zac hubiera acudido a ella en busca de ayuda. Y que le estuviera tan agradecido por no haber preguntado nada.


Zac la llamó por teléfono aquella tarde, marcando directamente su extensión en lugar de pedir a la telefonista que le pusiera con ella.

Zac: ¿Vanessa? -preguntó con voz gruñona-. Soy yo, Zac.

Ness: Hola, Zac. Pareces cansado.

Zac: Michael me ha dado una noche espantosa, me despertó tres veces -relató-. Lo peor no era que quisiera comer a las tres de la madrugada, sino que solo aceptaba el biberón si se lo calentaba previamente. Así que tuve que calentar agua y medir los cazos de leche varias veces durante la noche, eso sin contar las manchas de leche cortada que han quedado en mi pijama.

Los labios de Vanessa se curvaron en una sonrisa compasiva. Su compasión por Zac se aminoró al reconocer que el hecho de realizar labores tradicionalmente reservadas a la mujer le iría muy bien a su ego masculino.

Ness: Siento que hayas pasado tan mala noche -se limitó a decir-.

Zac: Dado mi lastimoso estado, es asombroso que todavía pueda pensar en el trabajo -declaró-. Pero he prometido ocuparme a fondo del asunto de Carter, así que más vale que me digas si hemos avanzado algo o no.

Ness: El contrato está en el departamento de contabilidad. Ya he hablado por teléfono con las dos compañías importantes de las que hablamos anoche y les he pedido que me manden folletos de su gama de productos. Creo que necesitaré tu ayuda para formular un cuestionario sobre requisitos para clientes potenciales.

Zac: Yo lo redactaré -ofreció-. Si Michael se calla durante diez minutos, lo haré. ¿Por qué no vienes esta tarde después del trabajo? Después de cenar me enseñarás lo que tienes y yo te enseñare lo mío.

Ness: ¿Me estás diciendo obscenidades? -preguntó riendo-.

Zac: ¿A qué te refieres? -contestó-. ¿A lo de la cena o a lo de enseñarnos nuestras cosas?

Ness: Ahora que lo mencionas, lo de la cena también -dijo y rió con más ganas-.

Zac: Y tú te quejabas de que no te contaba chistes picantes -dijo con voz sonriente-. Algún día, cuando estemos de humor, te contaré un chiste genial sobre una pizza congelada -luego añadió más serio-: No cocinaré esta noche. Compraré algo preparado y después de cenar estudiaremos lo que hemos hecho, ¿de acuerdo?

Vanessa sospechó que la invitación de Zac tenía más finalidad que intercambiar información de negocios. No estaba segura de si la razón era para tratar de seducirla otra vez o para endilgarle a Michael mientras él se reponía un poco de su ajetreada noche. Sin duda, era aquello último. Ningún hombre que hubiera dormido tan poco como Zac estaría en condiciones de seducir a nadie.

Ness: Está bien -accedió-. Pero me iré antes a cambiar de ropa a mi apartamento. No confío en ningún bebé cerca de mi ropa de trabajo.

Zac: No te culpo. Si cuando llegues no contesto el timbre, mira por la urbanización. Podría haber llevado a Michael a dar un paseo. Le gustan los paseos.

Ness: Bien -dijo antes de despedirse de Zac y colgar el aparato-.

Le gustaba la idea de que diera paseos al bebé. Era otra actividad maternal y no podía dejar de considerar que a Zac le vendría muy bien realizar tareas materiales. Estaba convencida de que tales faenas le enriquecerían mucho.

Animada por la idea de que él adoptaría una actitud crítica ante el trabajo que ella había realizado aquella tarde, se aplicó con especial esfuerzo a la tarea de acumular y seleccionar información sobre los competidores de Carter y sobre las condiciones del mercado general. Hacia las cinco de la tarde estaba agotada, en parte por lo dificultoso de su trabajo y en parte a causa de que apenas había dormido la noche anterior, pero estaba orgullosa de lo que había logrado. Sabía que Zac también quedaría impresionado, y esto la complacía aún más. Apenas hacía unos días le habría importado un rábano lo que Zac pensara de su trabajo, pero ahora le importaba. Si él la impresionaba con su maña para cambiar pañales, ella le impresionaría con su talento financiero.

Salió de la oficina a las cinco, fue a su apartamento y se puso unos pantalones negros, un jersey de algodón y una rebeca para protegerse del frío aire otoñal. Luego, con el portafolios con toda la información referente a la cuenta Carter, salió del apartamento y se dirigió a la urbanización de su colega.




«Tú me enseñas lo tuyo y yo te enseño lo mío»
Yo el próximo capítulo no me lo pierdo XD

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3 comentarios:

Maria jose dijo...

Bien mal pensada vanessa jajajajajaja
Me encanto esa parte "tu me enseñas lo tuyo
Y yo te enseño lo mio" jajajajajaja
Genial sube pronto
La verdad que la novela es muy linda
Y presiento que en el próximo capitulo
Vanessa se soltará más con zac y va
A Sucre al importante
Sube pronto

Unknown dijo...

Wow... esta novela me fascina!!
Y Ness es una mal pensadaaaa ajajaja.
Me intriga mucho todo igual.... el bebe de quien es??
Me encanto el capituloo!!



SUBE PRONTO :)

Unknown dijo...

Aaaaaaaahhh!!!! Gritaré de la emoción! Jajajaja.. Zac es una persona muy directa, me gusta!! Y Vanessa está a punto de reconocer lo que siente por Zac! :D Siiiiiiiiiiiii!! Está muy bonita la nove, en serio, me encanta! Pero todavía quiero saber de quién es el niño, insisto en que me gustaría que sea Zac, aunque no creo la verdad :/

En fin, síguela pronto :D
Cuídate!

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