topbella

jueves, 3 de julio de 2014

Capítulo 21


Zac se rebuscó en el bolsillo, pero no encontró el paquete de cigarrillos. Lo cual hizo que se acordara de Max y del motivo por el que no tenía los cigarrillos. Reprimió una furiosa maldición.

Aun después de diez años, seguía conservando su don: todavía podía conducir mejor y más deprisa que nadie. Evitaba a la policía y los controles de velocidad, zigzagueando y esquivando el tráfico tan deprisa que parecía un fantasma.

Podía valerse de la falta de cigarrillos para concentrarse en su meta. Vanessa le llevaba veinticuatro horas de ventaja, pero probablemente no habría podido viajar a más de cien por hora en el Cadillac. Las carreteras no estaban en buenas condiciones. Además, seguro que se habría parado a dormir en algún motel. Estaba exhausta, tanto física como emocionalmente, y no había dormido decentemente en los últimos días.

Zac podría alcanzarla. Él no necesitaba dormir ni comer. No necesitaba nada, salvó a Vanessa.

Mientras el viejo Bel Air devoraba los kilómetros a toda velocidad, Zac tamborileaba con los dedos sobre el volante y silbaba entre dientes al son del chirrido de los neumáticos y del ronroneo del motor.

Ignoraba en qué acabaría todo aquello. MacPherson no podría identificar el Volvo. Zac no había trabajado en un taller clandestino durante años para nada. Y si Max tenía alguna clase de historial, sería muy antiguo, de una vida anterior. Nada relacionaría el cadáver con la ciudad de Cooperstown, Wisconsin. Max siempre había dicho que deseaba ser incinerado cuando muriese, y eso era lo que Zac había hecho por él.

Contaba con que Mike actuase como esperaba. Para él, Vanessa tenía una importancia secundaria; tan solo era un medio para alcanzar un fin. No le reportaría ninguna satisfacción matarla antes de que Zac llegase. Además, eso le haría perder la ventaja. Si Vanessa moría, nada impediría que Zac lo matase con las manos desnudas.

Aunque tal vez era eso lo que Mike deseaba. Volverlo loco de furia para convertirlo en un objetivo fácil. Porque estaban condenados a matar¬se el uno al otro, y ambos lo sabían. Quizá lo habían sabido desde siempre.

Hacía mucho tiempo que Zac se había dado cuenta. No era estúpido, pese a las tonterías que había hecho de joven. Sabía que Mike estaba obsesionado con él. A pesar de que le sobraban las chicas, siempre parecía tener la mirada puesta en Zac. Quería saber a quién se tiraba, a quién deseaba.

Zac nunca debió decirle lo de Vanessa. Pero, diablos, tenía diecisiete años y estaba colocado, y Mike siempre había sido un maestro a la hora de sacarle información a la gente.

Había esperado que Mike se pusiera furioso al saber que le gustaba su primita de quince años. Sin embargo, pareció hacerle gracia. Incluso se las arregló para hacer que salieran juntos.

¿Cuántas veces había lamentado Zac lo sucedido aquella noche? Sabía lo que Vanessa sentía por él. Era un chico malo, un rebelde guapo y temerario, y las chicas lo adoraban. No era de extrañar que Vanessa lo mirase disimuladamente, con sus enormes ojos marrones llenos de virginal deseo.

Había sido un idiota al no poseerla esa noche. Mike los había dejado solos y, aunque Zac desconfiaba de sus motivos, podría haberla poseído. Dios sabía cuánto la deseaba.

Pero decidió ser noble. Pensó que Vanessa se merecía otra clase de chico, alguien que fuese a Harvard, alguien de su misma condición. Y la dejó en manos de un violador.

Peor aún: había visto la mirada de satisfacción de Mike mientras sacaba a su destrozada prima de la comisaría.

Zac había pagado su error. No por la paliza que le dio a Paul, sino por el hecho de pensar que podía confiar en Mike. Había sido Mike quien sugirió que Paul sería el acompañante perfecto para Vanessa, que cuidaría bien de ella. Pero Mike conocía la naturaleza humana mejor que nadie y sabía perfectamente la clase de cabrón que era Paul.

Zac no pudo salir bajo fianza, y el juicio se celebró rápidamente. Al final, Mike le pagó un abogado. Lo condenaron a dieciocho meses de cárcel, una condena que cumplió íntegramente.

Zac recordó la fiesta en casa de Dizzy. Fue poco después de que saliera de la cárcel. Todos estaban borrachos como cubas o colocados y, ya entrada la madrugada, la mayoría de la gente había encontrado pareja. Zac estaba demasiado bebido como para aceptar las propuestas de las chicas que se le habían insinuado, y se quedó dormido en el sofá. Cuando se despertó, un par de horas después, la mitad de la gente estaba durmiendo y la otra mitad copulando.

Zac vio que Mike estaba en un rincón del otro extremo del cuarto, tirándose a una chica por detrás. No habría dado ninguna importancia a la escena de no ser porque, mientras se tiraba a la chica, Mike lo miraba a él con fijeza.

Después de eso, Zac empezó a fijarse en pequeños detalles. En cómo Mike lo incitaba a hacer tríos con las chicas con las que salía, en la actitud posesiva que mostraba cuando estaban con otra gente. Hasta que al fin, una noche en «la Mazmorra», cuando todo el mundo se había dormido, Zac se despertó de una borrachera y encontró a Mike acostado con él en la cama. Le estaba sobando la entrepierna con una mano mientras se masturbaba con la otra.

Zac no se alteró. Simplemente se retiró de Mike y se levantó de la cama. Tenía una erección... No era de extrañar: una mano anónima lo había estado tocando mientras dormía. Mike lo vio y empezó a masturbarse con más brío, clavando los ojos en los de Zac mientras se corría.

Zac meneó la cabeza lentamente.

Zac: No, tío. Te quiero como a un hermano, pero... no.

Se dio media vuelta y salió de la habitación.

Zac se marchó de «la Mazmorra» unos meses más tarde. No le había dicho a Mike que se iba, pues no quería que montara una escena y se las arregló para desaparecer. O eso pensaba, hasta que Mike se presentó en el garaje cinco años después.

Fue la primera de muchas visitas. Mike estaba traficando a lo grande y Zac se esforzaba por desengancharse de la droga y del alcohol, cosa que a Mike le resultaba divertida. Su pasatiempo favorito consistía en drogarse delante de él, e incluso lo tentaba a hacer lo mismo. Canturreaba con voz burlona los lemas del programa de desintoxicación y llevaba mujeres al garaje para tirárselas en la cama de Zac.

Zac lo había tolerado, por los viejos tiempos y también para demostrarse a sí mismo que podía hacerlo. Que estuviera reformándose no significaba que no pudiera compadecerse de alguien tan descarriado como Mike. Alguien que lo amaba, aunque no fuera ésa la clase de amor que Zac habría querido de su amigo.

Max había intentado avisarlo. Mike y Max se habían odiado desde el principio. Algo sorprendente, pues Max no odiaba a nadie. Intentó avisar a Zac, pero él no le hizo caso. Hasta que se enteró de lo de la chica.

No había pruebas, desde luego. Si hubiese habido alguna, por pequeña que fuera, Zac habría ido con ella a la policía

Max fue quien se lo dijo, quien le contó los hechos, pero Zac no quiso creerlo. No quiso creer que Mike hubiese tenido algo que ver con el asesinato de la chica de trece años que apareció desnuda y violada cerca de Charles Street. Muy cerca del garaje.

Como tampoco había querido creer que la muerte de aquella otra chica, en «la Mazmorra», hubiese sido un accidente. Fue eso lo que lo hizo marcharse. Zac nunca llegó a saber su verdadero nombre. Se hacía llamar Claire, aunque tenía rasgos escandinavos. Estaba enganchada a todo tipo de drogas y se acostaba con todos los hombres que encontraba. Llevaba algunas semanas acostándose con Mike cuando desapareció. Su cadáver mutilado había aparecido en el bosque, al lado de una de las torres que quedaban en pie. Era evidente que se había caído, o la habían empujado, y su cuerpo desnudo quedó destrozado por las piedras sobre las cuales había aterrizado. Pero las piedras no borraron las marcas de cuchillo.

Zac recordaba a otra gente que había desaparecido sin explicación a lo largo de los años. Por entonces le habían parecido casos aislados y no los relacionó con nadie en concreto. No obstante, al pensar en ello se le revolvía el estómago.

Normalmente, Mike era demasiado inteligente como para fastidiar a quien no debía. Pero había jodido una operación de venta de droga en Chicago, explicó cuando llegó al garaje. La había jodido bien. Y los hombres como Oscar Johnson no toleraban los errores. Si no tenía el dinero, buscaría sangre.

Y Zac no pudo seguir ignorando la verdad acerca de quién era Mike. Cuando el matón de Johnson apareció en el garaje tres días más tarde, Zac lo dejó entrar, le dijo dónde estaba Mike y luego permaneció sentado en la cocina escuchando cómo mataban a Mike a golpes.

Pudo haberse ido del garaje. Habría sido lo más sensato. Pero lo consideró una especie de penitencia. Por no haber sabido ver de lo que era capaz Mike, por no haberle puesto fin.

Pero Mike no había muerto. Debía de saber que Johnson iría a por él. Que se le estaba acabando el tiempo. Era lo suficientemente inteligente como para comprender que su única oportunidad consistía en desaparecer y empezar de nuevo. Así que ¿por qué había vuelto al garaje meses después de su muerte? ¿O acaso nunca llegó a marcharse?

Zac prefería no pensar en ello. Solo deseaba pensar en seguir conduciendo. En llegar a tiempo.


Él hizo girar la pistola y le apuntó directamente al pecho.

Mike: Quédate donde estás, preciosa -dijo con voz burlona-. No es que no me fíe de ti. En estos momentos, no puedes hacerme nada. Pero no me gusta que la gente se me acerque.

Ness: Si no puedo hacerte nada, ¿por qué me apuntas con esa pistola?

Mike: Porque yo sí puedo hacerte muchas cosas a ti. Cuando llegue el momento. Cierra la puerta y pasa, Vanessa. ¿No piensas saludar a tu querido primo?

Era su última oportunidad de huir. Vanessa cerró la puerta.

Ness: ¿Dónde has estado estos tres últimos meses?

Mike: Muerto. Acércate más, cariño. Quiero verte bien. Apenas pude echarte una miradita mientras se la chupabas a mi viejo amigo. O mientras te daba por detrás. ¿Quién habría pensado que mi dulce y reprimida primita podía ser tan puta?

Vanessa ya tenía frío, pero las palabras de Mike disiparon el último ápice de calor de su cuerpo.

Ness: ¿Nos mirabas?

Mike: Me gusta mirar. Hacia el final empezabas a echarle imaginación. Pero, claro, las mujeres nunca han podido resistirse a Asesino. Me he pasado años viéndolo copular, y las tías siempre hacen lo que él quiere. No me explico cómo.

Ness: Mike -dijo con voz entrecortada mientras entraba en la habitación-.

Mike: Pudo mantenerse alejado de ti cuando eras una adolescente, con lo que te deseaba. Pero supongo que esta semana ha recuperado el tiempo perdido.

Ness: Mike...

Mike: Quiero que vengas aquí y te sientes en el rincón como una niña buena, Vanessa. Esperamos una visita. Sabía que tú llegarías primero... Siempre fuiste una niñita lista. Asesino habrá tenido que ocuparse del cadáver de Max antes de venir. Sabrá que esto es una trampa y seguramente habrá adivinado que tú eres el cebo. Así que llegará en las próximas veinticuatro horas. Y lo esperaremos aquí.

Ness: ¿Por qué?

La sonrisa de Mike era tan encantadora como siempre.

Mike: Porque voy a matarlo, por supuesto. Después de matarte a ti.

Vanessa se acercó con cuidado a la ventana, se sentó y se abrazó las rodillas. Mike olía mal; no a cadáver, sino como alguien que llevaba meses sin bañarse. Estaba esquelético, y sus ojos azules sobresalían ligeramente en su rostro huesudo. Vanessa apartó la mirada.

Ness: Aquí hace frío, Mike -dijo, utilizando el tono sereno que una maestra emplearía con un niño caprichoso-.

Mike: Los muertos no sentimos el frío, preciosa. No necesitamos calentamos, ni comer, ni...

Ness: Ni lavaros, eso es evidente -dijo en tono cínico-. Eso sería si estuvieras realmente muerto, Mike, pero no lo estás. Estás ahí sentado, real como la vida misma, con una pistola en el regazo. Puedo verte y, pobre de mí, también puedo olerte. No estás muerto.

Mike: ¿Intentas hacer que me cabree, preciosa? He trascendido las emociones humanas.

Ness: Seguro que sí. Si has trascendido las emociones humanas, ¿qué hago yo aquí? ¿Y por qué estás ahí, esperando a Zac para matarlo? ¿Por qué no estás en una nube tocando el arpa?

La risa de Mike resonó escalofriante y hueca en la fría habitación; Vanessa habría pensado que era realmente un fantasma de no ser porque veía el vapor de su aliento.

Mike: Tontita. La gente como yo no va al cielo, suponiendo que éste exista. Vamos directos al infierno.

Ness: ¿Y qué haces que no estás ya allí? Adelante, ve. Por mí no te cortes.

Mike dejó escapar una risita.

Mike: Te has vuelto peleona con los años, ¿eh? Aunque recuerdo que siempre tuviste una boquita de oro. Nunca pensé que la utilizarías para hacerle esas cosas a mi viejo amigo Zac.

Ness: ¿Intentas hacer que me avergüence, Mike? Porque no te dará resultado. Estoy helada de frío, mi primo supuestamente muerto me apunta con una pistola y es posible que muera en las próximas horas. En estas circunstancias, avergonzarse sería ridículo.

Mike: No solo es posible, preciosa. Es que vas a morir.

Ness: Entonces, ¿por qué no me matas ya?

Era una pregunta estúpida, pero lo importante era distraerlo, hacer que siguiera hablando.

Mike: Porque estoy esperando a Zac. Será mucho más gratificante si él ve cómo te mato.

Ness: O puedes matar a Zac y obligarme a mí a mirar. Las opciones son infinitas.

Él meneó la cabeza.

Mike: Eso no funcionaría. Verás, tú no me importas. Que sufras o no me da lo mismo.

Era ridículo. Estaba sentada con un asesino en una habitación helada, y se sentía como si acabaran de abofetearla en la cara.

Ness: ¿No te importo? -repitió-.

Mike: No seas ingenua, Vanessa. Te soportaba, simplemente. Si la policía no nos hubiera parado aquella noche, te habría matado en el bosque. Nunca hiciste otra cosa que incordiarme. Tratabas de robarme el cariño de tío Victor y tía Isabella. Con la tía no lo conseguiste... Para ella siempre fuiste la segunda, ¿sabes? Tío Victor era más desconfiado. Pero, en fin, murió y se acabó el problema.

Vanessa empezó a sentir horror además de asombro.

Ness: No lo mataste tú, ¿verdad?

Mike negó con la cabeza.

Mike: Ya tenía un pie en la tumba. No fue necesario. Además, no me gusta repetirme.

Ness: ¿De qué estás hablando?

La sonrisa esquelética de Mike parecía casi inocente.

Mike: De mis padres, preciosa. ¿Cómo crees que se quedaron encerrados en la casa la noche del incendio mientras que yo salí sin problemas? Nadie sospechó que un niño de diez años pudiera hacer tal cosa. Pero pude. Oh, y tanto que pude.

Vanessa sintió ganas de vomitar.

Ness: ¿Por qué?

Mike se encogió de hombros.

Mike: Porque existían. Querían enviarme a un centro especial, así que decidí tomar cartas en el asunto. Sabía que tía Isabella me daría libertad absoluta. Siempre había deseado tener un hijo, y yo era de su sangre.

Ness: ¿No temías que descubriese lo que habías hecho?

Mike: Estoy seguro de que lo adivinó. Y me seguía queriendo. ¡Calla! -El ruido de un coche a lo lejos rompió el silencio-. Ha sido más rápido de lo que supuse. Debe de quererte mucho, preciosa.

Ness: No me quiere. Le importo un pepino.

Mike negó con la cabeza y se cambió la pistola de mano mientras se oía cómo se abría la puerta de un coche.

Mike: Tú nunca has sido tan estúpida. Ha suspirado por ti desde que tenías quince años. Aunque está equivocado, claro. En realidad, no era a ti a quien deseaba.

Ness: ¿No?

Él negó con la cabeza. Alguien abrió la puerta de la cochera, y Vanessa se preguntó si tendría tiempo de gritar, de avisarlo.

Mike: Me deseaba a mí -dijo simplemente-. Me quería a mí. Solo que no podía asumir esos sentimientos, por eso se fijó en la persona más cercana a mí. Dado que no podía aceptar el hecho de que me amaba, se engañó pensando que quería a mi prima, mi pariente más próxima.

Ness: Yo no era pariente tuya. Soy adoptada, ¿recuerdas?

Mike frunció el ceño.

Mike: No trates de confundirme. Él te deseaba solamente porque no podía asumir lo que sentía por mí.

Su mano se tensó sobre la pistola y su voz parecía nerviosa.

Como si no lograra convencerse a sí mismo de lo que decía.

Ness: Está bien -dijo en tono tranquilizador-. Pero, ¿por qué no sueltas la pistola? En realidad no quieres dispararle a nadie, ¿verdad?

Mike sonrió, recuperando su buen humor.

Mike: Claro que quiero, preciosa. Nunca le he disparado a nadie antes. Normalmente utilizo un cuchillo. Tengo ganas de probar con una pistola.

Alguien subía por la escalera sin tratar de amortiguar el sonido de sus pisadas. Era un sonido extraño, repiqueteante, pesado, como si un enorme monstruo estuviera subiendo y acercándose cada vez más. Pero el monstruo no era la criatura de la escalera. El verdadero monstruo estaba sentado a pocos centímetros de Vanessa y alzó la pistola conforme la puerta se abría lentamente.

Mike: Pasa, tía Isabella -dijo dulcemente-. Ya imaginé que podías venir.

Vanessa había abierto la boca para gritar una advertencia, fueran cuales fuesen las consecuencias, pero volvió a sentarse llena de alivio al ver que su madre aparecía en la puerta. Caminaba apoyándose en sus dos bastones, encorvada de dolor. Debía de haber hecho un esfuerzo tremendo para llegar hasta allí. Hacía cinco años que no salía de casa sin su enfermera.

Bella: Mike -dijo en tono suave, muy distinto del que solía emplear con Vanessa-. Querido mío...

Mike: ¿No piensas decirle nada a tu hija, tía Isabella?

Los ojos de ella se deslizaron hasta la figura de Vanessa, y luego volvieron a clavarse en Mike.

Bella: Tienes que irte de aquí. Te he traído dinero... Nadie tiene por qué saber que estás vivo. Deberías habérmelo dicho. Pero no es demasiado tarde. Puedes empezar de nuevo.

La sonrisa dulce de Mike resultaba escalofriante.

Mike: Pero Vanessa lo sabe. ¿Crees que guardaría el secreto?

Isabella dirigió a Vanessa una mirada breve y fría.

Bella: Vanessa hará lo que yo le diga.

Mike miró a Vanessa con engreimiento.

Mike: ¿Lo ves, Vanessa? Siempre serás la segunda. ¿No es cierto, tía Isabella?

Bella: Querido mío -empezó a decir-.

De repente se produjo un espeluznante estallido de luz seguido de una explosión de sonido. Isabella Hudgens cayó de bruces mientras sus bastones rodaban por el suelo. Debajo de ella se formó un charco de sangre.

Mike: ¿Sabes? -dijo con calma-. Creo que me gusta esto de dispararle a la gente.

Y desvió la pistola hacia Vanessa.




Oh my God, oh my God, oh my God!!!
¡Mike es asqueroso, está chiflado de nacimiento, le ha disparado a su tía y encima apesta!
¡Solo dos capis!
¡Zac, date prisa!

¡Thank you por los coments!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Esteee... Ok! Este capítulo me pareció bastante fuerte! Nos hemos enterado de las cochinadas de Mike. LA que más me sorprendió fue que mató a sus padres!!!!!!!!!! Osea.. A SUS PADRES!!!!!!!!!!!!! Es un psicópata el tipo!!! Además de que está loco, piensa que Zac está enamorado de él!!!!!!! Qué le pasaaaaaaaaaaaaa??!!!!!

Me encantaaaaaaaa esta nove!!!!!!! :D :D :D :D
Super interesante!
Zac, llega pronto!!!!!!!!!!!!!!!
Síguel prontito prontito! <3

Maria jose dijo...

Ese mike esta looocooo!!!
Matar a la persona que lo cuido, ahora
Quiere matar a su prima, y hasta la persona
Que le gusta y fue su mejor amigo?
Si que esta loco
Muy buen capitulo ya quiero seguir leyendo
Sube pronto

Unknown dijo...

Hooola :)
No suelo comentar en las noves.. aunque leo cada capitulo ehh jajaja
Este capitulo me ha parecido bastante fuerte, no me esperaba que fuera a matar a sus padres y ahora a su tia... que fuerte!
Espero que Zac llegue pronto!!!!

Amo todas tus noves y espero que no dejes de subirlas en mucho mucho tiempo!
Ahh, y que sepas que me meto a todas horas para saber si hay capi nuevo jajajaj ^^
Un besooo :)
Sube pronto!

Publicar un comentario

Perfil