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miércoles, 2 de abril de 2014

Capítulo 13


Aquel maldito edificio estaba empezando a cargarle, pensó Zac tres horas después, mientras subía en el antiguo ascensor y murmuraba una maldición. No confiaba en ningún ascensor fabricado antes de 1950, pero el Otis no funcionaba, y no estaba de humor para subir los nueve pisos andando.

Se apoyó en la pared, sintiendo la vibración del aparato mientras ascendía lentamente. Tenía que admitir que era bonito. Podía apreciar la belleza de un objeto. Sin embargo, no podía dejarse distraer por la belleza, por la de un ascensor, la de un viejo edificio o la de aquella pequeña diablesa.

Aquella mujer no se daba cuenta de lo sexy que podía llegar a ser, pensó Zac mientras abría la puerta en la que todavía ponía Swimming Pool News. No le costaba ningún esfuerzo imaginar el cuerpo de Vanessa. Sabía que tenía unas piernas sorprendentemente largas, bonitos pechos, una cintura estrecha y un trasero precioso. Y no había dejado de imaginar aquellas largas piernas enroscadas alrededor de su cintura desde que había dejado a Vanessa.

Aquel asunto de la Casa de Cristal ya estaba durando demasiado, se había hecho demasiado importante para él. Y el problema era que no había experimentado la derrota desde hacía años. Había olvidado que había cosas que iban más allá de su voluntad, y la testarudez femenina podía ser una de ellas.

Britt. Tenía que concentrarse en Britt. Una especie de Barbie viviente. Piernas kilométricas, pies y cintura diminutos, pechos espectaculares... Por no mencionar sus perfectos ojos azules y su melena rubia. Y había algo tras aquellos ojos, algo misterioso y fascinante que no llegaba a comprender. Como le había dicho a Frank, posiblemente no quisiera resolver el misterio. Posiblemente la resolución sería mucho menos interesante que la pregunta.

Lo que tenía que hacer era acostarse con ella aquella noche. Bien, solo habían salido un par de veces juntos. Quizá fuera precipitar un poco las cosas, pero tenía que olvidarse de Vanessa  ¿y quién mejor para ello que el nuevo rostro de los noventa?

¿Entonces por qué le apetecía tan poco la idea? ¿Por qué le entusiasmaba mil veces más el pequeño cuerpo de Vanessa que el de Britt?

Debía de ser la crisis de la madurez. Eso, y el hecho de que por primera vez en doce años tenía que plantearse la posibilidad de la derrota. Y era porque se sentía incapaz de aplastar a Vanessa Hudgens con la fuerza que empleaba habitualmente en deshacerse de los obstáculos. Y mientras siguiera dejándose guiar por la conciencia, el futuro del Efron Plaza era incierto.

Terminó el whisky que estaba bebiendo, se levantó y se dirigió a la ducha. Lo que tenía que hacer era pensar en lo que haría con el cuerpo de Britt, pero de repente un desagradable pensamiento estalló en su cerebro. Vanessa había dicho que iba a salir con Seeley. Y le había dicho a Heather que pensaba casarse con él. ¿Sería posible que Vanessa estuviese buscando la misma solución a sus problemas que él?

Si Andrew Seeley tocaba a Vanessa con sus rudas manos de granjero, le rompería las muñecas. Para empezar.


Ness: Entonces ¿qué hace una mujer moderna cuando está a punto de embarcarse en una aventura amorosa?

Ashley miró a Vanessa.

Ashley: ¿A mí me lo preguntas? Una relación de tres meses hace dos años y una aventura de una noche no me convierten precisamente en una experta. ¿Por qué no le preguntas a tu madre?

Ness: Ni hablar -dijo haciendo una mueca ante el espejo-. Vamos Ashley, échame una mano.

Ashley: ¿Quién se va a llevar el premio de tu repentino abandono de la castidad? Por favor, no me digas que el ex-novio de Britt.

Ness: Probablemente pensarás que me iría mucho mejor con Efron.

Ashley: ¿Te ha hecho una proposición?

Ness: Claro que no. Zac quiere mi rendición en un despacho de abogados, no en la cama.

Ashley: Si tú lo dices... Pero Andrew Seeley es demasiado buen chico para ti.

Ness: Oh, gracias.

Ashley: En serio. Tú tienes una personalidad de apisonadora. Necesitas a alguien que esté a tu altura, no un caballero.

Ness: ¡Pero yo quiero un caballero! -aulló con frustración-. No quiero a alguien que esté a mi altura. Quiero a un hombre dulce, sensato, y que no se empeñe siempre en salirse con la suya.

Ashley: En otras palabras, no quieres que sea como tú.

Ness: No estoy de humor para bromas, Ashley -advirtió-. Voy a pasar una de las noches más difíciles de mi vida, y necesito ánimos, no críticas.

Ashley: Si esperas que te apoye en la seducción de Andrew Seeley, olvídalo. ¿Por qué no muestras tu habitual sentido común y olvidas esa ridícula idea? -dijo en un último intento por hacer entrar a Vanessa en razón-. Andrew Seeley no es tu hombre.

Pero Vanessa no estaba interesada en entrar en razón.

Ness: ¿Entonces no me lo vas a hacer más fácil?

Ashley: No, si puedo evitarlo.

Vanessa miró el reloj.

Ness: Mejor bajo a cambiarme. ¿Te importa cerrar tú todo esto?

Ashley: Debería dejarlo abierto a los ladrones y asesinos.

Ness: El único peligro de este edificio está dentro. Por favor, Ashley, no me lo pongas más difícil.

Ashley: Mañana tendríamos que empezar a pensar en nuevos clientes -dijo ignorando tácitamente el ruego de Vanessa-. Está bien seleccionar a la clientela, pero si no te diversificas, jamás conseguirás sacar beneficios. Ser las mejores del sector no va a servirnos para pagar el alquiler.

Ness: Yo no pago alquiler. ¿Recuerdas? Este edificio es mío. Al menos de momento. Si aparece Andrew por aquí, mándamelo al piso once.

Ashley: Si aparece por aquí, le mandaré a cualquier otro sitio -gruñó-.

Ness: ¿No quieres que experimente la misma frustración que tú?

Ashley: No. Y deja de sonreír como una idiota.

Ness: Siempre me pongo a sonreír cuando estoy nerviosa. Deséame suerte.

Ashley: Que te rompas una pierna.

Ness: ¿Por qué tendré la impresión de que me lo deseas en serio? -dijo volviendo los ojos al cielo-. Te llamaré mañana y te contaré cómo ha ido todo.

Ashley vio a Vanessa desaparecer por la escalera interior y se quedó mirando los seis tarros de mermelada. Había pensado que la depresión le permitiría adelgazar unos kilos, pero esa etapa ya había pasado. Lo que le apetecía en aquel momento era ahogar las penas en comida. Lo primero que hizo al llegar a su pequeño apartamento fue dirigirse a la cocina. Abrió la barra de pan francés que había comprado y extendió en una mitad mantequilla y mermelada de grosellas. Y entonces cometió el imperdonable exceso de servirse una generosa capa de Drambuie con hielo, tras lo cual se dirigió con todo en una bandeja al salón, quitándose los zapatos de dos patadas por el camino. Se acurrucó en el sofá mientras la noche de otoño caía en el exterior. Acababa de llevarse la rebanada de pan con mermelada a la boca cuando vio una sombra aparecer en el umbral de su dormitorio.

Estuvo a punto de gritar, segura de que un ladrón había entrado en la casa. La última persona a la que hubiera esperado ver era a Scott Speer, descalzo, con una sudadera gris que hacía parecer muy oscuros sus ojos color aguamarina. Sin decir una palabra, se sentó junto a ella, mirándola con calidez.

Scott: ¿Tienes hambre? -Ella hizo gesto de dejar el pan sobre la mesa, pero él lo cogió al vuelo y lo mordió con sus fuertes y blancos dientes-. Hmmm, está bueno -murmuró-. No te culpo por querer comértelo todo. Yo también tengo un hambre de lobo. Ahora mismo comería hasta reventar. ¿Me querrás cuando esté gordo como un tonel?

Ella consiguió controlarse lo suficiente como para hablar.

Ashley: ¿Quién te ha dicho que te quiero ahora? -Él no dijo nada. Solo la miró, con una suave sonrisa en los labios. Ashley habría querido abofetearle-. ¿Dónde te metiste esta mañana?

La sonrisa de Scott se desvaneció y sus ojos se enturbiaron.

Scott: Tengo un pequeño problemilla -dijo entonces-.

Ashley: ¿Un pequeño problemilla?

Scott: Nada grave. ¿Te acuerdas que sonó el teléfono esta mañana?

Ashley enrojeció, recordando que estaba desnuda sobre la cama de Scott cuando había sonado el teléfono.

Ashley: Sí. ¿Era algún trabajo?

Scott: No exactamente, Ashley, amor mío, me temo que alguien me está chantajeando.


A Vanessa le estaba costando mucho esfuerzo tener algún entusiasmo por los planes de la noche. Las rosas rojas que le había llevado Andrew eran muy bonitas, pero ella siempre había odiado las rosas rojas. Además, tenía los pies terriblemente fríos, y el anónimo que había recibido no ayudaba en nada a que se sintiera mejor.

Pero ya pensaría en ello. Si alguien creía que podía chantajearla impunemente, iba a llevarse una desagradable sorpresa. Pero eso tendría que esperar al día siguiente. Era mejor concentrarse en el hombre que tenía al lado.

Andrew: Eres una cocinera estupenda -dijo cuando terminaron con la suculenta cena de siete platos que Vanessa había encargado. La miró por encima de su copa de brandy, con aquellos ojos azules e inocentes, y le cogió una mano-. Con unas manos tan pequeñas -añadió admirado-.

¿Por qué no hacía nada más? Había podido acariciarle la nunca, ponerle la mano sobre un pecho, o incluso tumbarla sobre el sofá y tenderse sobre ella. Pero parecía encantado allí parado, sosteniendo su mano. Vanessa no pudo evitar comparar aquella gran mano callosa con la de Zac. Intentó decirse que las manos de Zac eran débiles, que eran las manos de un hombre que no hacía más trabajo físico que empuñar una raqueta de vez en cuando. Pero no sirvió de nada. Le gustaban mucho más las elegantes manos de Zachary Efron que las sólidas manos de trabajador de Andrew.

Vanessa recapacitó sobre todo lo que había tenido que hacer para organizar aquella velada. Aparte de encargar la cena y trasladarla a sus propios platos y fuentes, había sometido su cuerpo a torturas que hubieran satisfecho a un pachá oriental. Se había depilado piernas y axilas y extendido crema perfumada por toda la piel. Se había cepillado los dientes con fuerza, arreglado las cejas, se había frotado el cuerpo tres veces, primero con una esponja de crin, después con sus toallas finlandesas preferidas, muy ásperas, y finalmente con una suavísima toalla francesa de algodón. Se había arreglado uñas de manos y pies, se había perfumado todo el cuerpo con Eternity y se había pasado largo rato eligiendo el vestuario.

Finalmente se había decidido por un vestido de seda negro de Geoffrey Beene, medias de seda de Donna Karan y zapatos de tacón de aguja de Charles Jourdan. La ropa interior era de seda fina y había tenido la increíble osadía de ponerse un liguero de encaje negro. Si conseguía que Andrew metiera aquella mano grande y escrupulosamente limpia bajo su falda, estaba segura de que el liguero haría el resto.

La actitud de completa relajación de Andrew no ayudaba mucho. Vanessa se dijo que debía estar satisfecha de que él se portara con tanta naturalidad, pero no era así. Quería excitarle. Ahora que finalmente había decidido enamorarse de alguien, emprender una aventura que con un poco de suerte acabara en matrimonio, tenía prisa porque ocurriera todo de una vez.

Ya eran más de las once. Si a medianoche él no había hecho ningún avance, abandonaría. Tenía mejores cosas que hacer que esperar a que Andrew se sintiera inspirado. Hombres mucho mejores habían estado a sus pies en los últimos catorce años. Aquel tipo no se daba cuenta de lo que le estaba ofreciendo.

Ella se retiró ligeramente, acabando de un trago su copa de brandy. Lo menos que Andrew podía hacer era besarla. Tenía que probarse a sí misma que los besos de Zachary Efron no eran los únicos que la hacían estremecerse y temblar.

Andrew: ¿En qué estás pensando? -murmuró-.

En realidad, pensó Vanessa, tenía unos ojos muy bonitos. Y anchos hombros, fuertes piernas y buena disposición.

Ness: Me estaba preguntando cuándo ibas a besarme -musitó-.

Él se movió con temblorosa rapidez, inclinándose sobre ella y presionando los labios contra los suyos. Eran unos labios bonitos, firmes y cálidos. Y cerrados. La boca de Zac no estaba cerrada cuando la había besado.

Vanessa suspiró, arrellanándose en el sofá y abriendo los labios suavemente. Andrew obedeció, abriendo también la boca, y Vanessa esperó sentir su lengua.

Nada. Solo su boca húmeda y abierta sobre la de ella. Ahora Andrew había puesto las manos sobre sus hombros desnudos. Vanessa sacó tímidamente la punta de la lengua, introduciéndola entre sus labios. Andrew dio un salto, claramente sorprendido, pero no hizo ningún movimiento para responder a la caricia.

Muy bien, pensó Vanessa. No usa la lengua cuando besa. En fin, era un gesto bastante íntimo. Quizá en el Medio Oeste no se besaba así.

Él apartó la boca de la de Vanessa, sentándose más cerca de ella y deslizando un brazo por sus hombros. Parecían una pareja de campesinos sentados en el columpio del porche.

Andrew: Qué bien se está... -dijo con voz profunda-. Ojala no tuviera que volverme mañana.

Ness: ¿Tienes que irte? -dijo deslizando un dedo por el cuello de su camisa-.

Se preguntó si tendría mucho pelo en el pecho. Esperó que no fuera demasiado. Zac tenía la cantidad justa de vello.

Andrew: Me temo que sí. Pero nunca te olvidaré.

Para el absoluto desconcierto de Vanessa, en aquel momento se levantó y se dirigió a la puerta.

Ella se quedó sentada en el sofá mientras Andrew se ponía la chaqueta. Tardó un momento en reaccionar, pero llegó a la puerta antes de que él la abriera.

Ness: Esto es lo que quiero que recuerdes -dijo pasándole los brazos por el cuello, apretando su cuerpo contra él y besándole sin cometer el error de la primera vez. La respuesta fue lenta, pero no estuvo mal. Los brazos de Andrew la estrecharon, apretándola contra sí, aunque su abrazo fue más de oso que de amante-. Te deseo -susurró en su oído-. Hazme el amor.

Él deslizó las manos por su espalda, tomando sus firmes nalgas en las manos y apretando a Vanessa contra su cuerpo. Ella sintió el principio de una erección bajo sus pantalones.

Andrew: Oh, cariño -murmuró espesamente en su oído, cogiéndola en brazos-. No puedo creerlo. Eres tan lista y tan sofisticada... Y además sabes cocinar. ¿Dónde «puñetas» está esa cama?

Aquello fue la gota que colmó el vaso.

Ness: Alto -dijo rechazándole y casi cayendo al suelo-. No puedo hacerlo. No puedo acostarme con un tipo que dice «puñetas».

Sin más explicación, Vanessa se dio media vuelta y salió de su apartamento, dejando a Andrew solo, confuso y ligeramente aliviado.




Oh, oh...
Vaya... Con lo que se había esforzado Ness en arreglarse y ahora le dice que pare. De verdad, chica, no hay quien te entienda...

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5 comentarios:

Lau B. dijo...

Si!!
me gusta muchisimo!
no te haces una idea!
Please continuala pronto!!
como extrañaba leer tus novelas!!!
XD!!!!
Bye
xX

Unknown dijo...

Jjajajaaja menos mal que cambio de parecer Ness.. sino iba a arrepentirse mucho.

Me encanto el capii.
Sube pronto

Unknown dijo...

sii!! Pronto sube un capitulo :)

Unknown dijo...

Hacer el amor?? Pfff, si ni lo ama jaja! Estuvo pensando en Zac todo el tiempo!!! jajaja.. Y Andrew tampoco quería jaja :D

Qué es "puñetas"??? Por qué le resultó tan malo eso???

Síguela pronto!!

Maria jose dijo...

Me encanto!!!! Sube pronto
Hace rato que no te escribía
Pero siempre leo tus novelas
Me encantan!!!

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