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miércoles, 16 de abril de 2014

Capítulo 18


Zac estaba tendido en la cama, mirando cómo la lluvia se deslizaba por los paneles de cristal ahumado del edificio con el que quería acabar. La lluvia se introducía por los cristales agrietados, formando riachuelos.

Estuvo tentado de despertar a Vanessa para demostrarle el mal estado en que se encontraba su tesoro. Pero desistió, sabiendo que si lo hacía, volverían a hacer el amor sin solucionar la lucha que los separaba.

Acostarse con el enemigo había sido un grave error. Pero había tenido increíbles compensaciones. Una vez que Vanessa había aceptado el hecho de que estaba con él en la cama, había resultado ser tan apasionada como esperaba. No era extraño que no pudiera mantener sus manos apartadas de ella. Solo con pensar en su cuerpo volvía a excitarse violentamente.

Pero no podía abandonar un proyecto de millones de dólares solo porque él sintiera una atracción caballerosa por una enemiga. Frank tenía razón. Podía haber utilizado el informe contra Vanessa mucho antes, y el problema no existiría ya. De cualquier forma, seguía siendo reacio a hacerlo.

No veía salida a aquel dilema. No podía abandonar su proyecto, pero tenía que reconocer que jamás había sentido por una mujer lo que estaba sintiendo por Vanessa. Se resistía a llamarlo amor, pero si no ¿qué era?

Ella murmuró algo entre sueños, dándose la vuelta y acurrucándose junto a él. Cómo había cambiado desde su primer y tímido encuentro, apenas hacía unas horas. Zac no pudo resistirse. Inclinándose sobre ella la besó en la boca ligeramente al principio, y más profundamente a continuación. Ella le pasó los brazos por el cuello. Cuando él se retiró, Vanessa le estaba sonriendo confiada e indefensa.

Ness: Eres insaciable -murmuró-.

Él sonrió también.

Zac: Hago lo que puedo.

Ness: Pues lo haces muy bien -dijo con voz acariciante mientras Zac apartaba las sábanas descubriendo su cuerpo desnudo-. Muy bien.


Vanessa despertó de un sueño profundo a causa de un temblor que pareció sacudir todo el edificio. Abrió los ojos y se vio sola en el dormitorio de Zachary Efron. Se sentía saciada y muy soñolienta mientras el resplandor de un relámpago penetraba a través de sus párpados cerrados. Entonces, el edificio volvió a temblar, pero no fue acompañado de un trueno. Vanessa abrió los ojos.

El resplandor se debía a la instalación eléctrica del edificio, que parpadeaba esporádicamente. Vanessa vio con horror cómo habían aparecido nuevas y mayores grietas en el cristal. El edificio pareció estremecerse de nuevo.

Zac entró como un ciclón en la habitación, vestido con sus vaqueros y la sudadera, empapado de agua.

Zac: Vístete, Vanessa. Están evacuando el edificio.

Ness: ¿Qué has hecho? -preguntó horrorizada, ignorando al grupo de obreros que se había quedado en el umbral-.

Zac: ¿Qué he hecho? -gritó furioso-. ¡Qué has hecho tú! Los cimientos de este edificio han comenzado a tambalearse. Toda la manzana está acordonada, el cuerpo de ingenieros del ejército viene hacia aquí, y hay un hombre, un buen hombre, atrapado bajo tu estúpido y anacrónico montón de cristal y hierro.

Nes: ¡Oh, Dios mío! -gimió-. ¿Quién...?

Zac: Uno de mis obreros. Un chico de veintisiete años con dos hijos. Están trabajando con toda la rapidez posible, pero no ha hecho ningún ruido en los últimos diez minutos. Levántate y sal.

Zac tenía las piernas llenas de barro. Vanessa no dudó que había estado abajo, cavando con sus manos, intentando rescatar a aquel hombre. El horror y la culpabilidad estuvieron a punto de hacer presa de ella, pero inmediatamente los rechazó.

Ness: Si no hubieras enviado a tus excavadores tan cerca de los cimientos, probablemente esto no habría ocurrido.

Zac: Quizá. ¿Y crees que eso te libra de toda culpa? -Ella le miró sin decir una palabra, sentada desnuda en la cama. En aquella cama que horas antes habían compartido. Zac se pasó una mano por el cabello empapado-. Escucha. Ahora no podemos hablar. Vístete y sal del edificio. Ya veremos qué hacemos con esto. Mientras tanto estás en peligro...

Frank: ¡Zac! -gritó entrando precipitadamente, ignorando la presencia de Vanessa en la cama-. Ya le han sacado. Lo han llevado al hospital, pero parece que no tiene nada grave. Tengo un coche esperando.

Zac: Voy. Vanessa, sal de aquí -dijo sin el menor rastro de dulzura-. Vete a casa de tu madre.

Sin decir una palabra más salió.

Vanessa quedó un momento inmóvil en la cama. La luz seguía parpadeando. Imaginó que debía estar sola en el edificio. Si se derrumbaba, solo ella moriría. Había una cierta justicia en ello.

Las luces volvieron poco a poco. El edificio dejó de temblar. Parecía haber pasado todo. Pero de repente Vanessa levantó la cabeza al llegar a una clara conclusión.

La Casa de Cristal no merecía más muertes. Ya había costado la vida de su abuelo, tiroteado por el marido de su amante, el pobre idiota que había financiado el edificio. Ahora un obrero había estado también a punto de morir.

Y desde luego tampoco valía la muerte de una estúpida y orgullosa mujer de treinta y dos años llamada Vanessa Hudgens. Ya era suficiente. Por primera vez en muchos años, había llegado el momento de que Vanessa Hudgens reconociera la derrota.

Consiguió encontrar el kimono y se envolvió en él lentamente. Saliendo de la habitación sin mirar atrás, subió por la escalera interior al despacho de Zac. No tardó nada en encontrar los papeles. Los firmó rápidamente, sin preocuparse de leer las condiciones. El precio ofrecido por la Casa de Cristal era absurdamente alto. Desproporcionado.

Tardó apenas una hora en hacer las maletas y un par de llamadas telefónicas. Lo que quedaba en su casa le daba igual. Si el edificio no se derrumbaba, le pediría a Ashley que lo empaquetase y lo guardase.

La lista de los sobornos de Zac estaba todavía en su caja fuerte. La miró y la partió en cuatro. Metiéndola en un sobre, lo cerró y lo dejó sobre su cama. Si Zac lo encontraba, bien. Y si no, también podía hundirse con el resto de la casa.

Cuando Vanessa salió a la lluvia vio a Ashley y a Scott tras el cordón de policía. Ashley consiguió traspasarlo y acercarse a Vanessa.

Ness: Hazme un favor -dijo sin preámbulos-. Si el edificio resiste, busca un nuevo local para Rostros de Cristal. Todavía puede dar buenos beneficios. Y Scott estará dispuesto a ayudarte. Si quieres la agencia, es tuya.

Ashley: No seas ridícula...

Ness: Te enviaré las escrituras de propiedad. O de copropiedad. Creo que voy a necesitar algún ingreso extra.

Ashley: ¿Dónde vas?

Ness: A California. Ya conoces a Amelia. Siempre necesita a alguien para que le ayude a pasar estas rachas. Y si le va bien, no sé lo que haré.

Ashley: Pero la Casa de Cristal...

Ness: Se la he vendido a Efron. Supongo que desaparecerá en cuestión de días.

Ashley: Oh, Vanessa -murmuró con cariño y dolor-.

Vanessa sacudió levemente la cabeza, sonriendo con decisión.

Ness: Ya era hora. Las dos lo sabemos. Te llamaré cuando todo se calme.

Ashley: ¿Y Zac?

Ness: ¿Qué ocurre? -dijo con frialdad-.

Ashley: ¿Se acabó?

Ness: Se acabó. Te llamaré dentro de unos días.

Echándose su bolsón de piel al hombro, echó a andar bajo la lluvia, sin mirar atrás ni una sola vez.


Vanessa llevaba tres meses instalada en California, ayudando a Amelia con el lanzamiento de su carrera cinematográfica, y el tiempo parecía pasar despacio. Había conseguido un número de teléfono sin su nombre y en cuanto supo que Ashley y Scott estaban bien, dejó de interesarse por el mundo exterior.

July, de regreso de su luna de miel, había dejado un mensaje tras otro en su contestador automático. La respuesta de Vanessa había sido cálida pero breve y distante. Ashley y Scott la habían visitado un fin de semana, y habían pasado todo el tiempo planeando la nueva sociedad entre los tres. Pero tampoco le importaba. Sabía que Ashley, con la ayuda de Scott, la convertiría en la mejor agencia de la ciudad.

Tampoco le afectó saber que Brittany Dawson había aparecido en la portada de Vogue con una cantidad asombrosa de diamantes rodeando su preciosa cara. Cuando Ashley y Scott se lo contaron, Vanessa siguió hablando de Amelia, y de lo que le gustaba California.

De lo único que no había querido hablar era de la Casa de Cristal ni de Zachary Efron.

Él sabía dónde estaba. Sus abogados no habían dejado de molestarla, diciendo que quedaba un último documento para firmar. Ella había respondido con cortesía a sus peticiones, y las había olvidado. Ella ya había hecho bastante. Si Zac quería más, podía hacerlo solo. Pero él no había dicho una palabra. Ni de agradecimiento, ni de disculpa, nada.

Hasta Heather sabía dónde estaba. Le había enviado un tríptico como regalo de Navidad, de colores antiguos y suaves y tonos dorados. Era la única decoración Navideña que Vanessa había puesto en su casa. Pasó la Nochebuena bebiendo té ruso y vodka y brindando con la Sagrada Familia del tríptico. Y obligándose a no pensar en aquella otra familia de rusos de Nueva York.

Fue a principios de enero cuando recibió la llamada de Ashley. Estaba muy nerviosa e insistía en que viera el programa de Dan Rather en la televisión.

Ness: Son solo las tres y media, Ashley, y no empezará hasta las seis.

Ashley: ¡Por Dios, Vanessa! Tienes que verlo -dijo cortantemente-.

Ness: No seas así. ¿No te sienta bien el matrimonio?

Ashley: Calla. Pensé que por lo menos vendrías a mi boda. Eres una ingrata.

Ness: No me hagas sentir culpable.

Ashley: Simplemente mira el programa de Dan Rather, y luego dime cómo te sientes.

No pensaba hacerlo. Había rehuido las noticias desde que estaba en California. Sería alguna nueva noticia sobre la señora Dawson. Igual iba a tener mellizos. O quizá se trataba de otra persona, que también podía haberse casado.

El dolor que la invadió fue de una intensidad abrumadora. No podía ser. Ashley se lo habría dicho personalmente. Estuvo a punto de llamar a Nueva York.

Para no pasar tres horas de agonía, decidió ir al supermercado a hacer la compra. Cuando volvió a casa, el programa de Dan Rather había empezado hacía rato. El tráfico la había retrasado excesivamente. Corrió a la televisión soltando todas las bolsas en el vestíbulo y la encendió.

A medida que aparecía la imagen oyó las palabras «Casa de Cristal» en la voz calmada y persuasiva del locutor. Con asombro, Vanessa vio la imagen de su querida casa en la pantalla. No un montón de escombros, ni un horrible rascacielos, sino su casa, rodeada de andamios, en medio de nuevos edificios que ascendían vertiginosamente hacia el cielo. Seguía allí.

Cayó de rodillas delante de la pantalla, sin creer lo que veía y oía. La historia era breve. El famoso edificio protegido de Nueva York, la Casa de Cristal, era el centro del último proyecto del multimillonario Zachary Efron, una gigantesca construcción de cristal y acero que había sido bautizada como «Casa de Cristal Plaza». La maqueta que aparecía a continuación hablaba mejor que mil palabras. Altos edificios se elevaban con agudas agujas de cristal, con ángulos cortados hacia el interior para no robar ni un rayo de luz al núcleo del complejo. En el centro se erguía la Casa de Cristal, una diminuta joya engarzada en el centro de la estructura. Delicada, inviolable, restaurada y fortalecida para resistir el paso de los siglos.

Esperó a dejar de llorar para llamar al aeropuerto. No pudo encontrar un vuelo hasta dos días después. Pensó en llamarle, pero no era suficiente. Tenía que verle, para darle las gracias, para exorcizar a los viejos demonios, para poder continuar con su vida. Si podían olvidar sus antiguos rencores, quizá pudieran ser amigos. Era lo mejor que podía esperar, y en realidad eso ya era mucho esperar.




Awww... ¡Qué mono, Zac! Se nota que la quiere mucho. 
Solo queda un capi y seguro que pasa de todo así que no os lo perdáis.

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¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Me mori de amor...simplemente eso, Zac la ama y esa es su forma de demostrarle.
Ame este capi!


Sube pronto

Unknown dijo...

O.M.G!!!! Qué lindooooooooo!!!!! La quiere! Sino, no hubiera hechho eso y hubiera destruído la Casa de Cristal.. Lo amoooooooooooooooooo!!

Síguela pronto :D

Unknown dijo...

omg..me encanto tu cap sube otro plis 😉😉

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