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domingo, 27 de abril de 2014

Capítulo 2


Vanessa encontró el baño, un alivio relativo dadas las condiciones en que se hallaba. No se explicaba cómo los hombres podían ser tan cerdos; debía de ser por algo relacionado con el cromosoma extra. La única toalla a la vista presentaba un mugriento color gris, así que Vanessa utilizó las manos para lavarse la cara y después se miró al espejo.

A sus veintiocho años, lucía el mismo aspecto que había lucido siempre: tez morena, ojos marrones, cabello negro.

Se apartó el pelo de la cara y observó su reflejo pensativamente. Buena estructura ósea, buen cutis y buenas facciones. Nada del otro mundo, aunque tampoco podía quejarse. Nunca atraería la peligrosa atención de hombres poco recomendables. Zac había reparado en su existencia solamente por su primo Mike. De no ser por Mike, Zac jamás se habría fijado en una santita como Vanessa. Jamás se habrían relacionado con la misma gente en el instituto.

No podía decirse, en realidad, que Zac hubiese asistido al instituto. En su casa no había nadie que lo obligara a ir a clase con regularidad. Su madre los abandonó cuando era pequeño y su padre murió en un accidente de tráfico mientras conducía borracho cuando Zac tenía dieciséis años. Dejó los estudios poco antes de graduarse a raíz de cierto asunto sobre el que se corrió un tupido velo. Quizás había dejado embarazada a alguna chica, aunque tal falta parecía relativamente poco grave comparada con los rumores. ¿Le había dado una paliza a alguien? ¿Lo había arrestado la policía? Lo único que Vanessa sabía era que tanto el instituto como la familia de ella estaban indignados con él, que a Mike pareció divertirle lo ocurrido y que Zac mantuvo en todo momento una actitud desafiante.

Aún la mantenía, viviendo en aquella ratonera, llevando aquella existencia marginal. Probablemente no podía aspirar a nada mejor dados sus problemas con el alcohol y las drogas. Aunque la adicción aún no había hecho mella en su aspecto físico. Su rostro seguía siendo tan atractivo como doce años antes, con algunas líneas añadidas que lo hacían aún más interesante.

Ja. Como si necesitara algo para ser más interesante.

Estremeciéndose, Vanessa se retiró del espejo. Aquello estaba resultando más difícil de lo que había predecido. Al ver de nuevo a Zac había vuelto a experimentar toda clase de sentimientos, recuerdos no deseados que bullían en su mente, sensaciones que recorrían su rebelde cuerpo. Zac hacía que se sintiera joven y vulnerable, como antiguamente. Había sido una estúpida al ir allí.

Se marcharía al día siguiente, en cuanto el coche estuviera listo. Zac quería que se fuera, y ella quería irse. Recogería las cosas de Mike y se pondría en marcha. Zac no iba a darle las respuestas que necesitaba. Debió haber tenido presente aquel rasgo de su carácter: jamás daba nada si no deseaba hacerlo.

Vanessa cerró la puerta del cuarto, tomó la lámpara y la sostuvo por encima del colchón. Era delgado y estaba plagado de manchas, pero al menos no tenía bichos, y Vanessa se sentía exhausta. Desplegó el saco de dormir, abrió la cremallera y se introdujo en él.

De inmediato volvió a deslizarse fuera del saco, con tanto pánico que volcó la lámpara. Era un saco de dormir viejo, y olía a Zac.

Olía a su piel, a un único aroma que resultaba tan inconfundible como perturbador. Casi... erótico. No podría dormir envuelta en aquel saco; era casi como estar entre los brazos de Zac.

Permaneció sentada en el colchón, temblando. No podía emprender el largo viaje de regreso a casa, no podía escapar sin dormir. Y no podía dormir sin taparse con algo.

Se tumbó en el colchón y se cubrió con el saco. El tejido cayó sobre su piel como una sedosa nube.

No tenía medio posible de escapar de Zac, al menos esa noche. Ella misma había decidido adentrarse en la guarida del león. Tendría que aguantarse.

Al día siguiente se marcharía, volvería a sus cabales. Si su madre deseaba respuestas, tendría que recurrir a un detective privado para conseguirlas.

Mike había muerto. Nada lo haría volver, y, en aquellos momentos, las respuestas, la justicia y la venganza parecían metas demasiado arriesgadas. Quizá después de dormir un poco vería las cosas de otro modo, aunque no lo creía. Una simple mirada a los ojos de Zac Efron le había bastado para recordar lo peligroso que podía ser. Y Vanessa era una mujer que valoraba la seguridad.

Apagó la luz, y el cuarto se sumió en una espesa oscuridad, traspasada únicamente por los puntos de luz de un cartel de neón situado en la calle. Zac no le había dado una almohada, así que Vanessa hizo una bola con su suéter y recostó en él la cabeza al tiempo que se subía el saco de dormir hasta la barbilla.

Zac estaba en todas partes. Debajo de ella, encima, a su alrededor. Era imposible resistirse. Vanessa cerró los ojos y recordó.


Doce años antes…

Vanessa Hudgens se hizo adulta una hermosa noche de primavera, en Rhode Island. Era una joven de dieciséis años privilegiada, amada, que vivía en un mundo de ensueño sin más preocupaciones que las notas y los chicos. Las notas no suponían ninguna dificultad. Como le decía siempre Mike, su primo, era más lista de lo que le convenía.

Los chicos tampoco solían ser un problema. Había estado saliendo con un chico amable y comedido que se limitaba a besarla sin separar los labios. Vanessa se sintió más molesta que dolida cuando la dejó justo en el momento en que iba a celebrarse el baile del instituto. Ya tenía el vestido para el baile y había colaborado en el comité de organización. No pensaba faltar, de modo que tanteó a su primo Mike para que la acompañase.

Mike era como un hermano para Vanessa. Llevaba nueve años viviendo con sus tíos Victor e Isabella, desde que sus padres perecieron en un incendio. Vanessa era hija única y siempre había deseado tener un hermano mayor. Para la pequeña Vanessa, Mike, que por entonces tenía diez años, fue un sueño hecho realidad.

Después de nueve años, cuando ya se había desvanecido el encanto de la novedad, aún seguía adorándolo. Claro que todo el mundo adoraba a Mike. Era increíblemente guapo, con una sonrisa deslumbrante, ojos claros, cabello rubio liso y una complexión fuerte que lo hacía perfecto para los deportes y el objeto de las fantasías de las jovencitas adolescentes. Era amado tanto por los profesores como por los estudiantes, por sus tíos y, sobre todo, por su encandilada prima Vanessa.

Mike: ¿Qué pasa, gatita?

Ella alzó los ojos del suelo. El vestido de fiesta rosa pálido flotaba como una nube a su alrededor, y Vanessa se preguntó si las lágrimas estropearían su maquillaje. No valía la pena llorar porque la hubiesen dejado.

Logró esbozar una media sonrisa. Su primo Mike detestaba la sensiblería. Dueño de un encanto natural, iba por la vida sin preocuparse por nada, y prefería que las personas que lo rodeaban hicieran lo mismo. Dado que Vanessa lo adoraba, se esforzaba en complacerla.

Ness: Acaban de darme plantón. Derek ha roto conmigo e irá al baile con Sara Larson.

Mike meneó la cabeza.

Mike: En menudo momento se le ocurre romper. Siempre dije que Derek era un desgraciado. ¿Quieres que Zac y yo le demos una paliza?

Vanessa reprimió un leve estremecimiento. Su primo solo bromeaba, aunque era imposible saber de lo que era capaz su amigo Zac Efron.

Ness: No te molestes. Ya me vengaré antes o después.

Mike: Supongo que aún quieres ir a la fiesta. ¡Pues olvídalo, preciosa! Te quiero como a una hermana, pero no pienso llevarte al baile del instituto. Con uno ya tuve bastante.

Ella negó con la cabeza.

Ness: No pensaba pedírtelo. No voy a ir.

Mike: ¿Y qué vas a hacer? Tía Isabella y tío Victor ya han salido, y yo he hecho planes con Asesino. ¿Quieres venir?

Asesino era el apodo afectuoso que Mike utilizaba para referirse a su amigo Zac. Por desgracia, había veces en que Vanessa se preguntaba si aquel apodo no tendría algo de cierto.

Ness: No te preocupes. Seguro que la compañía de una cría de dieciséis años os fastidiaría. Hay un libro que quería leer, y...

Mike: Ni hablar -repuso tajantemente-. No vas a perderte el baile del instituto para quedarte en casa leyendo un libro. Vendrás con nosotros. Ha llegado la hora de que des un paseo por el lado salvaje de la vida. De que vivas la emoción del peligro.

Ness: No se me da bien el peligro.

Mike: Tu primo te protegerá. Y Zac se asegurará de que no te pase nada.

Ness: Como si fuera de fiar -se mofó-.

Zac: ¿Quién no es de fiar? -preguntó apoyado en la viga de la puerta-.

Era una de las cosas que a Vanessa no le gustaban de él. Siempre se presentaba por sorpresa, como surgido de la nada. Parecía saber cuándo se hallaban ausentes sus padres. Victor e Isabella no aprobaban al amigo de Mike, y Zac era lo suficientemente juicioso cómo para desaparecer cuando ellos andaban cerca. No obstante, cuando no estaban en la casa, ahí estaba él, repantigado delante del enorme televisor, comiendo, fumando cigarrillos, observando a Vanessa con sus fríos e insolentes ojos azules. Cuando se dignaba a prestarle alguna atención, claro.

Mike: Mi primita te considera un hombre peligroso -dijo con una risotada-.

Era algunos centímetros más bajo que Zac; rubio, mientras que Zac era castaño; afable y cariñoso, mientras que Zac hacía gala de una burlona arrogancia próxima a la grosería.

Zac: Y tiene razón -dijo mirando a Vanessa-. Bueno, ¿estás listo?

Mike: Estoy intentando convencer a Vanessa para que venga con nosotros. Acaban de darle plantón, y he pensado que ya es hora de que amplíe sus horizontes.

Vanessa creyó que Zac protestaría, pero simplemente la miró y se encogió de hombros.

Zac: Si crees que será capaz...

Mike: Es mi mayor fan. Nunca nos delataría. Además, dado que esta noche no tienes cita con ninguna chica, Vanessa puede ser tu pareja.

Ness: ¡No! -exclamó, el horror desbordando su habitual cortesía-.

Zac se mostró más divertido que ofendido.

Zac: No necesitaré pareja allí adonde vamos. Creo que te estás buscando problemas, Mike.

Mike esbozó aquella ancha sonrisa que conquistaba a amigos y enemigos por igual, que nublaba las mentes de las mujeres y también las de los hombres.

Mike: Ya sabes que me encantan los problemas.

Alargó una mano hacia Vanessa y la puso de pie.

Zac: ¿No vendrá vestida así?

Mike: Qué poco divertido eres, Asesino -protestó-. Creo que deberíamos presentarnos en Crazy Jack's con mi prima, la reina del baile.

Ness: No creo que sea una buena idea -dijo nerviosa-.

Mike: Claro que lo es. Ve y ponte algo sexy. Vístete como una chica mala, para variar. ¿No te gustaría ser una chica mala, solo por una vez?

Ness: No especialmente -dirigió una cauta mirada a Zac. Éste tendía a ignorarla, y Vanessa apenas habría intercambiado una docena de palabras con él en toda su vida-. ¿Qué opinas tú, Zac? ¿Crees que debo ir con vosotros?

Debió imaginar que no obtendría respuesta alguna de Zac.

Zac: Haz lo que quieras. Pero date prisa.

Vanessa fue a cambiarse. Se quitó el traje de fiesta y se puso unos pantalones vaqueros y una amplia camisa blanca, que se abotonó hasta arriba para no darle ideas a Zac. Después, antes de poder arrepentirse, volvió con ellos.

Estaban en la cocina, bebiendo cerveza. A su padre no le habría gustado nada eso. Los chicos tenían tan solo diecinueve años y uno de ellos iba a conducir.

Mike: Así estás mucho mejor, preciosa -dijo con aprobación-.

Zac se concentró en su cerveza, sin decir nada.

Zac: Será mejor que nos vayamos ya. Rachel se va a cabrear.

Ness: ¿Quién es Rachel? -inquirió-.

Tal vez Zac sí tenía novia, después de todo. De hecho, era muy atractivo, alto y delgado, con los ojos azules y unas piernas largas y bien formadas. Tenía los mejores pómulos que Vanessa había visto en un hombre, y una boca que cualquier chica encontraría atractiva. Cualquier chica que amara el peligro.

Mike: No te preocupes por Rachel -dijo en tono cariñoso-. No es nada serio. Pura diversión, solo eso.

Ness: ¿Sale contigo o con Zac?

Zac: Lleva esto -le puso en los brazos una caja de seis cervezas-. Has olvidado que esta noche salgo contigo.

Vanessa lo miró con cautela, dudando si hablaba en broma o en serio. Con Zac, nunca se sabía.

Su única opción era no hacerle caso. Sujetó las cervezas con ambos brazos y los siguió hasta el camino de entrada.

Era una tibia noche de mayo. Corría una suave brisa que mecía el verde follaje de los árboles. Vanessa notó una sensación de anhelo en el centro del estómago, aunque no sabía bien qué era lo que anhelaba.

El coche de Zac estaba aparcado en la entrada. Era inconfundible: un Cadillac descapotable de color amarillo, muy antiguo, que había reparado él mismo. Era grande y rápido, muy capaz de dejar atrás a los vehículos de la policía si Zac se lo proponía.

Zac siempre había tenido afición a arreglar coches. Conducía desde los trece años, y Vanessa ignoraba si por entonces tendría ya carné de conducir. Zac rodeó el coche y se subió de un salto, sin molestarse en abrir la puerta. Y sin molestarse en abrírsela a ella; desde luego.

Vanessa alargó la mano hacia la portezuela trasera, pero Mike se le adelantó.

Mike: Tú te sentarás delante, gatita. Quiero el asiento de atrás para mí y para Rachel.

Le dirigió una sonrisa cautivadora, como de costumbre, y ella fue incapaz de protestar.

Zac: Las cerraduras no funcionan. Tendrás que saltar para subir. Pásame las cervezas.

Vanessa dudó. Aún estaba a tiempo de ir al baile. ¿Qué elegiría, la seguridad o el peligro?

Zac la estaba mirando con ojos retadores. Al fin, Vanessa subió por el costado del coche y se deslizó en el raído asiento de cuero del coche. Zac agarró una lata de cerveza, la abrió y se la colocó entre los muslos, atrayendo de inmediato la atención de Vanessa hacia su entrepierna. Ella retiró los ojos enseguida y miró hacia delante. Seguramente Zac no repararía en el rubor que había aflorado a sus mejillas. No le interesaba.

Conducía deprisa, pero bien. Introdujo una cinta de heavy metal en el reproductor del salpicadero y subió el volumen al máximo. Apuró la cerveza, tiró la lata y abrió otra, sin dirigir una sola mirada a Vanessa.

Ella ignoraba adónde iban, y la leve sensación de excitación que sentía en el estómago se mezcló con el miedo cuando Zac enfiló un camino de tierra, sin aminorar apenas la velocidad. El coche se precipitó por el abrupto camino, internándose en el bosque, hasta que por fin salieron a un claro. En él había aparcada una vieja y veterana camioneta, junto a las mohosas carcasas de otros dos automóviles. Del claro partía un angosto sendero que llegaba hasta una estructura en ruinas apenas visible.

Mike ya se había apeado del asiento trasero.

Mike: Vosotros quedaos aquí, chicos. Le dije a Rachel que se reuniera conmigo en la casa. Voy a por la mercancía y vuelvo enseguida.

Zac paró el motor y se estiró en el asiento del conductor.

Zac: No te des ninguna prisa -dijo perezosamente-. Mi pareja me hará compañía.

¿Era miedo o excitación lo que Vanessa notaba en el estómago? ¿O una mezcla de ambas cosas?

Ness: Debería ir con él... -dijo nerviosa-.

Zac: No lo creo. Rachel y él querrán tener un poco de intimidad. Volverá dentro de un rato.

Ness: ¿Dentro de un rato? -repitió consciente del pánico de su voz-.

Zac: No te asustes tanto, cielo. No muerdo. Bueno, no mucho.

Vanessa se había retirado de él tanto como se lo permitía el ancho asiento delantero del Cadillac. Zac alargó la mano hacia las cervezas, arrancó una lata de la cubierta de plástico y dejó las demás en el suelo. Ya nada se interponía entre ambos.

Zac: Tómate una cerveza.

Vanessa no estaba segura de si era una invitación o una orden.

Ness: No creo que deba...

Zac: Creí que ésta era tu gran noche de rebeldía. Tómate la cerveza, Vanessa.

Ella obedeció.

No era la primera vez que bebía cerveza; simplemente, no le gustaba mucho. Pero estaba tan nerviosa que sentía mariposas en el estómago, y pensó que tal vez la cerveza la calmaría y la ayudaría a relajarse. No quería que Zac pensara que era una idiota integral. Aunque prefirió no pensar por qué motivo su opinión, de repente, le importaba.

La cerveza estaba tibia y sabía a levadura. Vanessa tomó un largo trago. Zac se repantigó contra la portezuela, sin moverse hacia ella, observándola con los ojos entornados.

Zac: Si prefieres la hierba, Mike traerá alguna.

Ness: ¡No! -se apresuró a decir-.

Zac: ¿Ah, no? -se burló-. Apuesto a que dices que no a todo, cielo. ¿Alguna vez dices que sí?

Vanessa no respondió, ni él parecía esperar que lo hiciese. Se recostó en el asiento, clavando los ojos en el oscurecido cielo, totalmente relajado, mientras Vanessa permanecía sentada a miles de kilómetros de distancia, en el otro extremo del asiento, aferrando la lata de cerveza.

Zac era la fantasía secreta de toda joven, pensó. Un James Dean moderno, un chico malo con una sonrisa arrebatadora y una boca capaz de tentar a una monja. Y ella no era ninguna monja.

Ness: ¿Quieres besarme? -preguntó de pronto-.

Él se giró para mirarla, lenta, perezosamente.

Zac: ¿Es una invitación?

Ella se removió, incómoda.

Ness: Bueno, si es cierto que soy tu pareja...

Zac: No lo eres. Aunque agradezco la oferta de una virgen, creo que de momento paso. Yo no besuqueo.

Ella bebió otro sorbo de cerveza. Casi la había apurado, y se preguntó si Zac le ofrecería otra. Probablemente no.

Ness: ¿No? ¿No te gustan las chicas?

La sonrisa de él fue lo más peligroso que Vanessa había visto en toda su vida.

Zac: Me gustan mucho las chicas. Pero no las besuqueo, no me divierto simplemente dándoles besos.

Ness: ¿Entonces qué haces?

Zac: Me las tiro.

A Vanessa se le atragantó el último sorbo de cerveza.

Ness: ¿Cómo dices?

Zac: Lo que has oído. Me las tiro. No beso a las mujeres a no ser que quiera tirármelas. Y, desde luego, no beso a jovencitas como tú a menos que sea un polvo seguro. Y no creo que estés dispuesta a quitarte los pantalones por mí. ¿Me equivoco?

Ella se quedó mirándolo. Caía la noche y la brisa soplaba con algo más de fuerza, recorriendo el pelo castaño de Zac como la caricia de un amante.

Ness: No -respondió con un hilo de voz-.

Él esbozó una sonrisa leve y burlona.

Zac: Eso me parecía. No hay más que ver cómo te aprietas contra tu lado del asiento. No te preocupes, pequeña. No te tocaré -volvió la cabeza para escrutar la creciente oscuridad-. Mike no tardará mucho. No tiene mucho aguante.

Ness: ¿Aguante? ¿De qué estás hablando?

Zac: Rachel y él están echando un polvo. Mike prefiere la cantidad antes que la calidad, y Rachel le va bien. Dentro de unos minutos, saldrán oliendo a sexo y medio colocados. Por el polvo y por el hachís que Mike fue a buscar.

Ness: ¿De quién es esa casa?

Zac: Mía.

Ness: ¿La droga es tuya?

Zac: Sí.

Vanessa guardó silencio. Había asistido a todas las clases obligatorias de educación en materia de droga, de modo que conocía todos los peligros. Había estado lo bastante cerca de la marihuana como para reconocer su olor, había visto cómo la gente se ponía contenta fumándola y luego se colocaba.

Ness: ¿Eres un camello?

Zac: ¿Por qué? ¿Quieres mercancía?

Ness: No. Era simple curiosidad.

Zac: Me parece que deberías reprimir esa curiosidad, cielo -Echó una ojeada al reloj y soltó un taco-. Quizá Mike está siendo más creativo que de costumbre -la miró pensativo-. Creo que he cambiado de idea.

Ness: ¿Qué? -dijo con una vocecita chillona-.

Zac: Ven aquí.




Oh, oh... =S
Zac de joven era mucho más que un busca líos... ¡Da miedito!
Y Vanessa, como de costumbre, es tan tonta de irse con ese par de impresentables.

De cada vez habrá más misterios...

¡Thank you por los coments!
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¡Un besi!


3 comentarios:

Unknown dijo...

Woooooo!!! La violó? Naa no creo! Pero qué estúpida, por Dios!!!
los dos son un peligro.. y cómo es posible adorar a un hermano como Mike??? Debería cuidarla, no llevarla por allí..

Ahh... y odio que Zac sea un drogadicto aquí, es obvio el porqué.. :'(

Síguela pronto... está buenísima!!! :D

Unknown dijo...

Me parece que en el pasado paso algo entre vane y zac... la verdad que me encanto mucho el capi.
Aunque me da un poco de miedo que zac sea algo peligroso!



Sube pronto

Maria jose dijo...

Jajaja muy buen capitulo
Ya quiero saber más de su pasado
Espero que zac cambie y no
Sea tan machista jajajaja
Sube pronto!!!

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