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viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 13


Priscilla: ¡Zac! -la voz procedía de la oscuridad, tras ellos-. Es peligroso, Zac. Puedo sentirlo. Hay un mal que acecha desde hace mucho tiempo. No entres.

Zac: Gracias, Priscilla, pero confiaré en mi propio juicio. Antes que nada, averiguaré de qué se trata.

George los guiaba a lo largo del muro, en dirección a la sección que no se había quemado, donde un enorme armario se apoyaba contra la piedra.

George: Hemos intentado moverlo, pero es un mueble muy pesado. No lo hemos conseguido entre cuatro.

Zac: ¿Qué crees que oculta? ¿Una puerta, tal vez?

George: De hecho, supongo que hay una puerta oculta en el fondo del armario, pero me temo que el calor ha derretido las bisagras. Solo podremos pasar con un hacha.

Zac: De acuerdo.

Prisciila: ¡Zac!

Se había acercado para mirar el armario. Zac se volvió y le sujetó el codo con la mano.

Zac: ¿Qué sientes exactamente?

En aquella situación, la vidente se volvió insegura.

Priscilla: Algo horrible está encerrado ahí.

Zac: Es posible que tengas razón. Tal vez vayamos a encontrar un cuerpo emparedado. Pero será un esqueleto de varios siglos y esas cosas no me dan miedo. Si la perspectiva te parece desagradable, puedes irte.

Vanessa recordó de pronto la historia de Jessica. De modo que Zac pensaba que era posible que la hubieran emparedado viva. Se estremeció.

Priscilla: No, no lo entiendes. Es un mal más profundo, más espiritual.

Zac: Si hay un mal espiritual en el sótano de mi casa, quiero conocerlo.

Un hacha golpeó a sus espaldas la antigua madera.

Cuando apartaron los tablones, descubrieron una puerta que medía aproximadamente un metro y treinta centímetros de alto por algo menos de un metro de ancho. Detrás todo estaba oscuro. Todos se acercaron, juntándose alrededor de la entrada secreta. La brillante luz de la linterna cayo en un muro, que se encontraba a poca distancia.

George: Ése debe ser el muro original.

Zac cogió otra linterna.

Zac: Vamos a ver si hay huesos -dijo entrando-.

George lo siguió y los dos desaparecieron de su vista. Poco después, los demás empezaron a pasar.

Se trataba de un estrecho pasillo que ocupaba toda la longitud del ala quemada, bajando hacia la colina. Las linternas arrojaban extrañas formas sobre las paredes de piedra.

***: ¡Un pasadizo! -murmuraban todos asombrados- ¡Es un pasadizo secreto!

Jeremy: Eso parece -dijo con el tono de un niño con zapatos nuevos-. Vamos a ver adónde llega.

Zac se volvió hacia los demás y se encogió de hombros. No tenía sentido que intentara mantenerlos al margen. Todos parecían perros que hubieran olfateado su presa.

Cuando Vanessa avanzó para alcanzarlo, pisó algo.

Ness: ¿Qué es esto? ¿Tenéis otra linterna?

***: Sí, yo llevo una -dijo uno de los obreros a su espalda-.

No era muy potente, pero iluminaba lo bastante para ver lo que Vanessa había encontrado. Sobre un altillo grisáceo que parecía de tierra había restos de tejido. Vanessa se agachó.

Ness: Parece un saco de cemento o algo así -comentó-.

Mona, que tenía una vista excelente a pesar de su edad, examinó el sello del fabricante en el saco de arpillera.

Mona: No es cemento -anunció-. Es harina. Recuerdo estos sacos, de antes de la guerra.

Zac y George habían vuelto al oír a Vanessa, pero no tenían mucho que decir sobre un saco de harina, cuando esperaban encontrar huesos humanos.

Zac: Es posible que haya ratas -advirtió-.

Pero a nadie pareció importarle, de modo que todos siguieron. Poco después sintieron una corriente de aire frío a la altura de los tobillos. George y Zac murmuraban algo entre ellos. De repente, bajo la luz de las antorchas, la piedra de los muros pasó a ser roca sin pulir y el pasadizo se convirtió en un túnel.

George: Ahora debemos estar debajo del muro del final de la casa -comentó-.

Jeremy: ¿Qué será esto? ¿Una mina de oro?

Maddie: No seas ridículo -reprochó-. Cualquiera puede ver que es un túnel.

Zac: Supongo que llega hasta la fortaleza. Esperadme aquí o volved. No hay bastante luz y podríamos tener un accidente. Y es posible que haya murciélagos.

Algunos miembros de la expedición contuvieron un estremecimiento.

Jeremy: A los cinco no les dan miedo unas cuantas ratas voladoras -dijo decepcionado-.

Zac: De todas formas, prefiero que no sigáis.

George y Zac empezaron a bajar por el túnel, mientras los demás se quedaban reunidos alrededor de la pobre iluminación de la linterna.

Ness: ¿Conocías este pasadizo? -preguntó a Mona-.

Mona: No. Ni siquiera creo que mi padre supiera que estaba. No creo que tuviera ningún motivo para ocultármelo.

Priscilla: Es posible que no se haya usado en varios siglos -comentó-.

Mona: Ese saco de harina no debe ser tan antiguo -señaló-. Desde luego, es de este siglo.

Jeremy: Me encanta esto. Este verano los cinco van a estar bastante ocupados investigando.

Maddie: Puede ser muy peligroso. Me sorprende que Zac nos haya dejado llegar hasta aquí. Por supuesto, él sería el responsable si a alguien le ocurriera algo.

Priscilla: Ya se lo advertí -dijo con voz siniestra-.

Ness: Algún día alguien tendrá que explicarme quiénes son los cinco -intervino para aliviar el ambiente-. Tengo la impresión de que me he perdido algo.

Maddie: Son los protagonistas de una serie de libros infantiles, de Enyd Blyton -dijo en tono de desaprobación-. ­Actualmente, se consideran racistas y esnobs, entre otras cosas.

Mona: Pero a los niños les encantaban. La verdad es que cuando salieron esos libros yo ya no estaba en edad de leerlos, pero mis hermanas pequeñas disfrutaban mucho con su lectura. Y la escritora no era más racista o sexista que el resto de la gente de su época. No es justo culpar a una persona por los pecados de su entorno.

Jeremy: Piensa en todos los escritores del siglo veinte que serán condenados en el futuro por despreciar la homosexualidad -pactó-. Pero ahora mismo eso no llama demasiado la atención.

Entre Mona y Jeremy consiguieron acallar a Madeleine. A Vanessa le habría encantado ver su rostro, porque sabía que no le hacía mucha gracia que pusieran sus opiniones en duda.

De repente, la luz que había en la distancia se reflejó en una piedra.

Maddie: Han alcanzado el final del túnel -anunció-.

Zac y George se detuvieron y el murmullo de sus voces llegó del túnel. Después se volvieron y caminaron hacia el grupo. Los demás los espe­raron en silencio.

Zac: Parece que hubo un desprendimiento de rocas. Es inaccesible.

Priscilla: ¿Quieres decir que es más largo aún?

Ness: ¿Crees que conducía a la fortaleza? -intervino-.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Puede ser. No sé muy bien cuándo se cons­truyó. Vamos.

Vanessa notó que no estaba concentrado en lo que decía. Estaba pensando en otra cosa, algo que lo preocupaba.

Todos volvieron sobre sus pasos. Cuando se acercaban a la puerta, las luces de las linternas iluminaron otra cosa. El pasadizo se extendía en los dos sentidos. Habían avanzado hacia la izquier­da, pero ahora veían que también podían haber tomado la derecha.

En aquella dirección, sólo medía unos metros y llegaba a un muro de piedra. Pero no era aquello lo que les interesaba. Junto a las dos paredes había un montón de cajas y sacos, en avanzado estado de descomposición.

Zac: Parece que es un almacén olvidado. Alguien debía estar esperando un ataque.

Jeremy: ¿De quién? Esto parece interesante. Los alimentos parecen demasiado modernos como para pensar en Owen Glendower.

Todos guardaron silencio durante un momento. Mona fue la primera en hablar.

Mona: De los alemanes, por supuesto. Esto debe estar aquí desde la guerra. El último descendiente de la familia que poseía el castillo murió en 1942, y después de la guerra, el estado se lo vendió a tu padre. Supongo que estas cosas se guardarían antes de que llegara el racionamiento, y cuando el dueño murió, nadie supo de su existencia.

Cuando volvieron, todos estaban llenos de polvo. Molly se desesperó al ver que estaban esparciéndolo por todas partes.

Se quitaron los zapatos y subieron con precau­ción a sus habitaciones, como niños traviesos.

En el piso de Zac, Vanessa fue la primera en usar el baño. Se miró en el espejo. Tenía la ropa muy manchada, pero suponía que no era nada que no pudiera arreglar el detergente.

Se desnudó, se duchó y después salió envuelta en una toalla para meter la ropa en la lavadora. Zac se había desnudado en la cocina. Mientras se duchaba, Vanessa puso en marcha el aparato y se puso un vestido de algodón.

Cuando Zac salió del baño, Vanessa estaba deseo­sa por hablar de su hallazgo.

Ness: ¿Qué piensas? ¿Crees que el pasadizo estaba ahí desde que se construyó la fortaleza? ¿Quién lo haría? -preguntó cuando se sentaron a acabar la comida que habían dejado dos horas atrás-.

Zac: Supongo que el pasadizo se debió construir junto con esa parte de la casa, o poco tiempo des­pués. Pero me encantaría saber el motivo. También me pregunto si el túnel pertenecería al edificio original.

Ness: Por lo menos, ahora sabemos cómo entró Jes­sica en la casa.

Zac mordió un trozo de pan y la miro.

Zac: Por supuesto. Además, eso resuelve otro pro­blema. Ya sabemos de dónde salió la gasolina que originó el incendio. Pero eso deja una pregunta sin respuesta. ¿Quién sacó las latas del pasadizo? ¿Y para qué querrían quemar el castillo?


Ness: ¿Qué? -gritó-.

Alex maldijo.

Alex: Has estado a punto de dejarme sordo. Ya me has oído. Los peritos dicen que el tapiz no se quemó.

Ness: Eso es imposible. Además, ¿cómo lo saben?

Alex: Se puede averiguar mucho a partir del tejido. Había restos en el lugar que ocupaba el tapiz, pero las muestras que tomaron resultaron ser de algo­dón, del siglo veinte.

Ness: ¿Quieres decir que el tapiz se salvó del fuego y que Zac miente?

Alex: Me parece más probable que lo retirasen antes de provocar el incendio.

Aquello inculpaba directamente a Zac. Nadie más habría tenido la oportunidad de quitar el tapiz.

Ness: No lo creo. Lo más probable es que el perito extrajera muestras del tejido incorrecto. Supongo que tendrían el tapiz colgado delante de un paño, para protegerlo de la pared.

Se hizo una breve pausa. Después, Alex se aclaró la garganta.

Alex: No te estarás involucrando personalmente en el asunto, ¿verdad? -preguntó incómodo-.

Ness: Bueno, vivo aquí. Naturalmente, tengo que relacionarme con todos ellos. Pero no se trata de eso. No me han nublado el juicio, si es lo que insinúas.

Alex: Eso era lo que insinuaba, en efecto.

Ness: En cualquier caso, si el tapiz no se quemó, ¿por qué no lo dicen los del seguro? Lo único que tienen que hacer es negarse a abonar su valor. Eso no demuestra que el incendio fuera provocado, ni que el resto no se haya destruido.

Alex suspiró.

Alex: Eso demuestra -explicó con paciencia- que alguien sabía que iba a haber un incendio. Y cuando un incendio ha sido previsto, eso significa que ha sido provocado.

Ness: ¡Venga! El tapiz podría haber sido retirado por miles de razones. Para limpiarlo, para restaurarlo, para tasarlo, para colgarlo en otro lugar. Las coincidencias existen.

Pero su corazón se encogió, porque cualquiera de aquellas explicaciones significaba que Zac esta­ba involucrado en un fraude, incluso en el caso de que no hubiera provocado el incendio. Y ella trabajaba para la empresa a la que había intentado estafar.

En efecto, la respuesta de Alex fue la esperada.

Alex: Pero reclamó su valor de todas formas, ¿no? A lo mejor se le olvidó que lo había llevado al tinte.

Ness: Hay otra explicación. Debió quemarse. El peri­to ha cometido un error.

Alex: Mira -dijo su jefe con amabilidad- éste no es el único motivo que tienen para desconfiar. Te aseguro que aquí ha habido un incendio provocado y un fraude, y el propietario es culpable de ambas cosas. -Vanessa se quedó sin palabras-. ¿Tienes algo que decirme?

Ness: Madeleine y Priscilla son de un pueblo cercano a Godalming. Es lo único que he podido averiguar.

Alex: Muy bien. ¿Qué más?

Se detuvo. No sabía si decírselo. Había decidido no hablarle del descubrimiento del pasadizo, para que fuese Zac quien lo dijera. Sabía que algo lo preocupaba.

Alex: Venga -Insistió-. Suéltalo.

Cuando tomó aquella decisión, Vanessa estaba convencida de la inocencia de Zac y pensaba que en cualquier momento la compañía de seguros admitiría su error y pagaría.

Abrió la puerta de la cabina telefónica y respiro profundamente. Se apoyó el auricular en el pecho y dijo al aire:

Ness: Lo siento. Ahora mismo termino. -Después volvió a colocarse el auricular para hablar con Alex-. Perdona. Alguien quiere usar el teléfono. De momento no hay nada más. Mañana volveré a llamarte.

Colgó antes de que su jefe pudiera protestar y salió de la cabina telefónica. Estaba cubierta de sudor. Se frotó la frente con una mano. Después se dirigió al bar, confundida. Probablemente, nece­sitaba tomar algo.

Era posible que necesitara un golpe así para reaccionar y reconocer la verdad: estaba enamo­rada de Zac.

Gwen: Hola -dijo al verla-. ¿Ya has hecho tu llamada?

Ness: Sí -respondió de forma automática-.

Se lo había buscado ella misma. El sentido común la había prevenido contra aquel hombre. Su trabajo consistía en descubrir los fraudes y no debía involucrarse demasiado con los sospechosos.

Gwen: ¿Quieres un café?

Ness: Sí, por favor.

Zac había provocado un incendio en el que podían haber muerto varias personas. La tempo­rada alta no había empezado aún, por lo que el hotel estaba lleno, pero Mona le había comentado que dos personas habían tenido suerte de salir con vida. Se preguntaba si Zac sería capaz de arriesgar las vidas de otras personas por dinero. No sabía nada de él. Su corazón le había dicho que era inocente y no había investigado más. Pero también recordó que nada más verlo había tenido la sensación de que era culpable. Se había convencido de que no era así engañándose a sí misma, porque se sentía muy atraída por él. Pero en realidad, no sabía absolutamente nada.

Gwen: Aquí tienes tu café. Has tenido malas noticias, ¿no?

Vanessa parpadeó para volver al presente.

Ness: ¿Cómo?

Gwen: Tu llamada telefónica. Parece que las noticias no han sido muy buenas.

De repente, Vanessa se dio cuenta de que Gwenn le había preguntado al verla entrar si había hecho su llamada. Al parecer, todo el pueblo controlaba cada una de sus acciones.

Pero era lógico. El sentido común también debería habérselo advertido. El hecho de que una persona que se alojaba en el hotel bajara al pueblo casi todos los días para llamar por teléfono desde la cabina no podía pasar inadvertido.

Sabía con certeza que Zac acabaría por averiguar algo que despertara sus sospechas. Y al darse cuenta de aquello, se dio cuenta de una cosa más: la reacción que tendría Zac al darse cuenta de lo que estaba haciendo. Ninguna explicación podría ocultar el hecho de que mientras estaba con él llevaba una doble vida.

Había sentido la tentación de confesárselo todo varias veces y ahora deseaba haberlo hecho. Pero ya no tenía sentido. Si Zac había provocado el incendio, ella no podría soportar que empezara a contarle mentiras.

De pronto se dio cuenta de que estaba en una carrera contra reloj. Debía averiguar si Zac había tenido algo que ver en el incendio antes de que él se enterase de que era una farsante.


El desconocido llegó al día siguiente, a la hora de la comida, con sus maletas y sus disculpas, y nada más verlo, Vanessa supo que debería haber sospechado que ocurriría algo así. Los huéspedes y los trabajadores estaban en las mesas del jardín, comiendo la ensalada y los bocadillos que Mona y Jeremy habían preparado. El restaurante estaba cerrado a los externos mientras las reparaciones tuvieran lugar y Jane se había tomado la mañana libre.

Vanessa los había visto desde la colina, donde estaba aprovechando la mañana soleada para pintar y había bajado a su encuentro. Zac había llegado unos minutos después. Vanessa suponía que había estado trabajando en su estudio, pero no estaba segura, ya que la noche anterior había dormido sola. Había pasado en vela la mayor parte de la noche, pero no había llegado a ninguna conclusión. Había dos posibilidades: Zac podía ser culpable o inocente. Sí era inocente, ella era la persona indicada para demostrarlo. Si dejaba su trabajo ahora y se marchaba, la compañía de seguros enviaría a otra persona, que estaría predispuesta contra Zac. Algunos investigadores parecían creer que su trabajo consistía en demostrar la culpabilidad de los sospechosos, en vez de averiguar si eran o no culpables.

Por otro lado, si se quedaba, aumentaría el riesgo de que Zac la descubriera. Pero no podía marcharse y tampoco podía renunciar al trabajo, porque no podía correr con los gastos del alojamiento en un hotel tan caro si Alex no pagaba su factura.

Se sentó en una mesa de la terraza y cogió un bocadillo. Saludó a los demás mientras Zac avanzaba hacia ella, por el jardín. Inocente o culpable, se pondría furioso si empezara a sospechar de ella. Pero si era inocente y ella lo demostraba, era posible que tuviera una oportunidad de obtener su perdón.

Si era culpable, nada importaba.

Zac: Hola. ¿Te encuentras mejor?

La noche anterior había dicho que prefería estar sola porque le dolía mucho la cabeza.

Ness: Sí, gracias.

Sin embargo, el ceño fruncido de Zac indicaba que no la creía.

Zac: Deberías ponerte un sombrero para trabajar al sol.

En aquel momento llegó el coche y se detuvo en el camino, frente a las mesas. Un hombre se bajó, saludó y entró en el hotel. Zac levantó una ceja al verlo, pero no dijo nada.

Maddie: ¿Quién será?

Zac negó con la cabeza.

Mona: Tal vez un cliente potencial.

Norah apareció en la entrada. Parecía agitada.

Norah: Zac -gritó-, ¿puedes venir?

Jeremy emitió un sonido de sospecha.

Ness: ¿Qué pasa? -le preguntó volviéndose-. ¿Quién crees que es?

Jeremy se encogió de hombros.

Jeremy: No tengo ni idea.

Ness: Entonces, ¿por qué has dicho eso?

Jeremy: Bueno, es evidente que hay algún problema, ¿no? Tal vez su visita tenga algo que ver con el túnel que descubrimos ayer.

Cuando Zac volvió, el hombre iba con él.

Zac: Ahora no hay ruido -explicaba-. porque los obreros están comiendo. Pero estamos de obras y el hotel no resulta muy relajante.

***: Eso es cierto -decía el hombre-.

Zac lo acompañó a las mesas.

Zac: Les presento a Brian Arthur -anunció-.

Mona: ¿Se va a alojar aquí? -preguntó tendiéndole su elegante mano-.

Zac se encogió de hombros.

Zac: Al parecer, hemos perdido otra reserva. Es posible que se extraviara algún registro con el lío del incendio.

Vanessa sintió que su garganta se cerraba.

Ness: ¿Va a quedarse aquí?

Nadie sabía mejor que ella que no se había per­dido ninguna reserva a causa del incendio. Pero al parecer, alguien se había enterado ya de que aquella excusa funcionaba para conseguir una habitación. Además, aquel hombre le recordaba a alguien.

Brian: Si no tiene inconveniente -respondió estrechando su mano-.

Vanessa intentó en vano localizar su acento.

Zac terminó con las presentaciones, se apoyó en una mesa y cogió un bocadillo.

Zac: Brian es uno de los voluntarios del ferrocarril y se va a quedar aquí dos semanas.

Priscilla: ¿De verdad? ¿Está trabajando en el ferrocarril de Talyllyn?

Brian: Exactamente. ¿Ha montado ya?

Zac le sirvió una copa de vino, mientras Priscilla asentía.

Priscilla: ¿Qué trabajo ocupa en el ferrocarril?

Brian: Este año soy bombero.

Jeremy: Es un tren precioso -comentó-. Yo no he montado, pero tengo entendido que está muy bien.

Brian: En efecto -respondió volviéndose hacia Vanessa-. ¿Y usted? ¿Ha montado ya en el tren?

Vanessa negó con la cabeza. Había visto el folleto, pero no lo había leído. Al parecer, unos cuantos trabajadores voluntarios estaban restaurando una antigua línea de ferrocarril.

Mona: Deberías ir. Es una preciosidad, y todo el mundo lo pasa muy bien. Los amantes del ferrocarril de toda Gran Bretaña vienen a pasar las vacaciones haciendo de ingenieros, conductores y expendedores de billetes.

Tal vez fuera así, pensó Vanessa. Pero el hombre que acababa de pedir una habitación en el White Lady no se encontraba entre ellos.

De repente se dio cuenta de que la persona que le recordaba era Alex Pettyfer. Si Brian Arthur no era otro detective, estaba dispuesta a comerse la mesa además de los bocadillos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

caromix27:
=O =o!
un pasadizo secreto!!
Y efron estas frito u.u espero q no seas tu!
Ojala y descubran al verdadero culpable!
tkm ali!
sigan comentando chicas!

LaLii AleXaNDra dijo...

Hay Zac estas metido en lios...
sera que si es el??
y ahora vanessa como podra ayudarlo, si todas las pruebas van en contra de el??
siguela
esta super..
;)

Natasha dijo...

Adoro esta nove!!
aunque por ahora no puedo leerla agusto...
pero sabes que soy una fiel lectora xD
siguela pronto...
=)

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