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sábado, 17 de septiembre de 2011

Capítulo 2


30 de marzo Poughkeepsie, Nueva York

Meredith: Cariño, ¿estás segura de que no quieres quedarte a dormir en casa? -le preguntó Meredith Hudgens a su hija mientras ambas apuraban su café de última hora de la tarde en el pequeño y acogedor restaurante de comida casera de la ciudad-. Hay más de una hora en coche hasta tu apartamento. Mañana es sábado. Eso quiere decir que tu padre no tiene que impartir sus clases en Vassar y que tu escuela de educación primaria está cerrada. Puedes pasar el fin de semana con nosotros.

Ness: Gracias, mamá, pero tengo que volver.

Vanessa Hudgens le dedicó a su madre una mirada agradecida, a sabiendas de que aquella invitación surgía de algo más que la perspectiva de un tranquilo fin de semana en familia. A Ness no le hacía falta que le insistieran para eso. Disfrutaba yendo a la casa donde había nacido y pasar largas veladas intercambiando anécdotas de alumnos con su padre y debatiendo acerca de todo, desde libros hasta política, pasando por las trampas de la sociedad moderna, con ambos. Pero esta noche el ofrecimiento de su madre no tenía que ver con aquellas tranquilas tertulias. Tenía que ver con levantar el ánimo de Ness. Desgraciadamente, sus esfuerzos no iban a servir de nada.

Meredith: Esa conferencia ha sido agotadora -dijo con dulzura-.

Ness: Eso es un adjetivo moderado -lanzó un suspiro-. Cada semana, cuando entro en ese hospital contigo, me digo a mí misma que nuestras charlas sirven de algo. Luego, oigo informes como los del doctor Garber y me pregunto si todo el asunto no es más que una inútil esperanza, si lo que intentamos es como pretender hervir el océano.

Meredith: Sé que no piensas eso. Además, con suficientes fogones encendidos, incluso el océano acabaría por hervir. Estamos logrando que haya más concienciación. Es un principio.

Ness: Eres mucho más paciente que yo. Y escuchar todas esas estadísticas... duele demasiado.

Ness dejó a un lado su taza de café vacía, recordando la inquietud que se adivinaba en la voz del doctor Garber mientras exponía sus hallazgos a los pocos asistentes a la conferencia. Era un psicólogo de renombre, en activo, y acababa de dirigir un estudio sobre abandono y abusos emocionales en niños. Los resultados eran escalofriantes y no estaban limitados a un grupo cultural, demográfico o socioeconómico en especial. Del mismo modo que existía todo tipo de abusos, había todo tipo de gente que incurría en ellos. Dos educadores habían hablado respaldando el estudio de los casos presentados por el doctor: uno de ellos era un profesor de preescolar, y el otro, un tutor de una escuela de enseñanza media. Sus respectivas historias acerca del deterioro en los rasgos de personalidad de los niños que habían sufrido abusos psicológicos le habían revuelto las tripas a Ness. 

El hecho de que algunos padres violaran físicamente a sus hijos era inconcebible. Casi tanto como el hecho de que gran número de ellos infligían maltratos emocionales a los niños impunemente, ya que no había señales tangibles que poder presentar como evidencias. Por no mencionar que muchos de ellos ni siquiera consideraban que su comportamiento fuera abusivo. ¿Cómo podía alguien no darse cuenta de que el abandono y el maltrato psicológico eran tan destructivos como la agresión física? Y sobre todo cuando las víctimas eran niños pequeños, muy impresionables y sin otro deseo que agradar a sus padres. La sola idea le partía el corazón a Ness. Y, algunas veces, de tal modo que llegaba a preguntarse si poseía la fortaleza suficiente para seguir impartiendo aquellas charlas con su madre. Ésta soportaba mejor los efectos emocionales... quizá porque era enfermera y quizá porque era mayor y más madura y curtida que Ness. No es que Ness se hubiera mantenido al margen de aquellos problemas. Había visto los efectos del abuso con sus propios ojos y a una edad muy temprana. El impacto había dejado una imborrable huella en su mente y su corazón, y había ayudado a definir la dirección de su vida. Pero eso no quería decir que se hubiera inmunizado contra aquellas historias de horror. Fuera como fuera, las conferencias eran necesarias. Alguien tenía que avivar la conciencia de los educadores y los encargados del cuidado de la salud, en cuanto a las formas del abuso emocional a menores y en especial las más sutiles, que fácilmente podían pasar inadvertidas.

Meredith Hudgens se había dedicado a esa tarea durante los últimos cinco años, ofreciendo unos encuentros semanales gratuitos en colaboración con la Sociedad Americana Profesional contra los Abusos a Menores. Ness se había unido a ella justo después de obtener su graduado superior. Licenciada en psicología infantil y también en educación preescolar, aquella era la manera perfecta de ampliar su carrera como maestra y aportar su granito de arena en un área tan cercana a su corazón. Pero el camino parecía interminable...

Meredith: Yo no soy paciente, soy práctica -decía-. Y, a tu manera, tú también lo eres. Solo que eres más emocional que yo... al menos, exteriormente. -Estrechó la mano de su hija-. ¿Por qué no vienes a casa conmigo? Solo para pasar la noche, si no quieres quedarte todo el fin de semana.

Ness: No puedo, de veras, mamá. -Se apresuró a añadir otras frases para eliminar los miedos de su madre-: No me estoy haciendo la mártir... de verdad. Es solo que espero una llamada de Andrew esta noche. Sobre unas entradas para el teatro. Y Brian juega en el partido de la Liga Infantil a primera hora de la mañana. Es el que abre la temporada. Y Brian estará de lanzador. No puedo perdérmelo.

Meredith: No, claro que no. -La sonrisa de su madre estaba llena de afecto-. Odio pensar qué sucederá cuando Brian Efron pase a la escuela de grado medio. Luego, cuando lo pienso otra vez, ya sé lo que pasará. Se dejará caer por tus clases una vez a la semana para presentarte a sus amigos y tú irás hasta su escuela cada sábado de la temporada de deportes de la primavera para vitorearlo durante todo el partido.

Por primera vez en toda la velada, Ness esbozó una sonrisa de medio lado.

Ness: Probablemente. Hay una parte de mí que odia que el padre de Brian se presente a Senador del Estado. Sobre todo porque estoy segura de que ganará. Es un excelente alcalde. Y será igualmente bueno como senador. Tan solo espero que no tenga la intención de mudarse a una zona más cercana a Albany. Yo echaría terriblemente de menos a Brian... a pesar incluso de que él ya no estará en mi clase por entonces. Ya habrá pasado a tercer grado.

Meredith: ¿Desde cuándo lo ha detenido el hecho de no estar en tu clase? -le preguntó con otra sonrisa-. Brian ha sido un fijo en tu aula desde que iba a la guardería, empezando por aquella semana de septiembre cuando tú le enseñaste a lanzar una pelota en línea curva durante el recreo. Desde entonces, siempre ha sido un verdadero y leal amigo para ti.

Ness: Brian es un chico muy especial. Es cariñoso, abierto y sensible, por no mencionar su inteligencia y madurez. Algún día hará algo importante. Bien sabe Dios que necesitamos más gente como él. -Se esforzó por hablar en un tono más animado-. En cuanto a su fidelidad, es más de lo que puedo decir de la mayoría de hombres. Aparte de papá, claro.

Meredith: ¿Qué hay de Andrew? -inquirió con cautela. Aunque ella y Ness estaban muy unidas, intentaba respetar la privacidad de su hija de veintitrés años. Aun así, ese aspecto en particular de la vida de Ness, con o sin motivos, la preocupaba-. ¿Encaja Andrew en esa categoría, o le has dado una oportunidad?

Ness se encogió de hombros, lo que provocó que su sedosa melena de ébano resbalara por sus hombros.

Ness: No es cuestión de darle una oportunidad -repuso con una evasiva-. Lo cierto es que no conozco realmente a Andrew tan a fondo aún. Tan solo llevamos saliendo un mes. Lo que, en nuestro caso, significa seis citas. Está más ocupado que yo, incluso. Yo estoy al frente de una clase. Él está al frente de una ciudad... no políticamente, pero sí en las facetas organizativa y financiera. Está completamente atrapado por el trabajo.

Meredith: En ese caso, entre vosotros no hay química.

Ness miró con sorpresa a su madre.

Ness: Yo no he dicho eso.

Meredith: No te ha hecho falta. -Ladeó la cabeza. Tenía los cabellos del mismo tono brillante y oscuro que los de su hija, solo que llevaba un peinado distinto, corto y liso-. No soy un vejestorio. Recuerdo lo que es la atracción. Aparece en mucho menos de un mes y no espera que la provoques o la apruebes. Simplemente, sucede, y a veces de una manera que no parece tener ningún sentido. De todos modos, me parece que ya sabes de qué hablo, ¿verdad? -Una pausa incómoda-. Ness, la vida está llena de sorpresas. En algunas ocasiones, te apartan del camino que has escogido. Eso puede significar correr algún riesgo. Los riesgos no son siempre malos, son tan solo inquietantes... en especial cuando asumirlos contradice un plan previo que crees correcto con toda seguridad. Sigue tu instinto. No dejes que el miedo se interponga en tu camino.

Una pausa incómoda.

Ness: No hay nada que se interponga en mi camino, mamá. Nada excepto el trabajo.

Meredith: Si tú lo dices...

Otra pausa.

Ness: Tengo que irme ya.

Ness se levantó, apresurada, evitando la sagaz mirada de su madre. Lo último que deseaba era mantener aquella discusión en particular. Estos últimos días, Ness no sabía con certeza dónde acababa la ideología y dónde empezaba una inquietante conciencia. Y no tenía ganas de averiguarlo. Recogió su bolso y sus notas.

Ness: Gracias por el café. Y por animarme con la charla sobre Brian. Tu medicina maternal funciona. Me siento mucho mejor. -De pie, se inclinó para besar a su madre en la mejilla-. Dale un abrazo de mi parte a papá. Os llamaré durante la semana.

Meredith: Procura cumplir con esa promesa. -Su tono era desenfadado, aunque ella continuaba escrutando la expresión de su hija, como si tuviera mucho más que decirle pero se abstuviera sabiamente de hacerlo-. Quiero saber quién gana ese primer partido de la temporada.

Ness: Lo sabrás.

Ness salió del local y cruzó la calle hasta el lugar donde había aparcado su Volkswagen Escarabajo. Se detuvo un instante y echó una mirada alrededor, a las calles donde había crecido, tan familiares. Sintió una repentina punzada de pérdida, de vacío, al recordar la absoluta confianza que había conocido allí cuando era pequeña... una confianza que no todos los niños tenían la suerte de conocer. Estaba decidida a cambiar aquello, a garantizar que más y más menores recibieran la sólida base que merecían. Quizás era una meta idealista, pero era lo que impulsaba a Ness. Aún, se dijo, absorta, pensando en los resultados de la conferencia de aquella tarde. A veces, se hacía más y más difícil seguir aferrada al idealismo. Pero ella no lo soltaría.


Andrew: Vaya. ¿Estás seguro de que la jugada es clara? -Andrew Matthews estiró sus largas piernas ante él. Recostado en el sillón abatible de cuero de su salón, sujetaba con fuerza el teléfono, escuchando atentamente la información que le llegaba desde el otro lado del hilo-. Eso es justo lo que esperaba oír. Envíalos hacia aquí ahora mismo. Sí... esta noche. Necesitaré todo lo que pueda irme a favor para la cita de mañana.

Colgó mientras estudiaba la mejor estrategia para su inminente entrevista a la hora del desayuno. Normalmente, en su agenda no programaba reuniones de negocios los domingos. Pero en aquella ocasión no tenía más remedio. Si las cosas iban según lo previsto, valdría totalmente la pena. Y él ya pondría el asunto en marcha el lunes. Una póliza de seguros... que se convertiría en una sólida inversión para la ciudad y también para él mismo. Mirándolo bien, se sentía satisfecho. Por fin su vida profesional iba directa hacia el éxito. Y ya era hora de que su vida personal siguiera los mismos pasos. Pensativo, se puso en pie y se volvió para echar un vistazo al reloj de pared. Eran las nueve y media. Y Ness todavía no estaba en casa. Él le había dejado dos mensajes en el contestador, después de la cena. Sin respuesta. Eso significaba que ella aún no había vuelto de Poughkeepsie. Andrew esperaba que Ness no hubiera decidido pasar la noche en casa de sus padres. Tenía entradas para ir al teatro, a Broadway, la noche siguiente. Se las había dado en el último minuto un hombre de negocios de la ciudad. Andrew se lo había comentado a Ness cuando habían hablado, unas horas antes. Y ella le había prometido reservar la noche del sábado para él. El problema era que Ness había respondido en un tono que parecía precipitado y preocupado. Sin duda, estaba pensando ya en la conferencia que iba a dar aquella tarde. Así que Andrew no confiaba demasiado en que ella recordara la cita. Esperaría hasta las diez. Entonces, la llamaría de nuevo. Vanessa Hudgens era una magnífica bocanada de aire fresco. Él no tenía la intención de dejarla escapar. Y mucho menos ahora.


4 comentarios:

Alice dijo...

¡Quiero ver más coments chicas!
3 o 4 sin contar el mío, al menos.
Bueno, si os habéis fijado y si no, fijaos ahora, no se dice nada del accidente de Ness porque eso sucedió en una fecha y este cap empezó con otra fecha.
En esta nove, por lo visto, las fechas y las horas son importantes, así que no las paséis por alto.
¡Comentadme mucho!
Se pondrá muy interesante, ya veréis.
¡Bye!
¡Kisses!

Anónimo dijo...

Caromix27:
Se nota muy interesante
Y q bueno q quiere tanto al niño
espero q pongas el otro cap pronto
tkm mi ali! <3
PD: Ahora si se quien coño es Brian :D

Natasha dijo...

esta interesante!
bueno me pareció interesante cuando me aclaraste lo de las fechas.. no te daré mi opinión porque aun no tengo idea de lo que leo... pero confío en ti para las noves xD

Así que solo diré.. síguela..Y sácame de dudas =)

LaLii AleXaNDra dijo...

no estoy bien segura que pasa..
pero se que es interesante..
siguela pronto..
estare pendiente de las fechas
:)

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