topbella

martes, 6 de septiembre de 2011

Capítulo 15


Mudpie se estiraba con sensualidad en el sol, restregándose contra la alfombra. Cuando Vanessa abrió la puerta, la gata se enderezó y la miró con reproche.

Zac, que estaba sentado en el escritorio, se volvió a mirarla y sonrió.

Zac: Vaya -dijo entrecerrando los ojos-. Parece que te has estado divirtiendo.

Vanessa se había limitado a lavarse la cara, pero aún llevaba la ropa manchada de negro.

Ness: He vuelto a bajar al túnel -anunció-.

Zac: ¿Tú sola? ¿Estás loca? Eso puede ser muy peligroso. ¿Qué habría pasado sí te hubieras caído y te hubieras roto una pierna?

Ness: Bueno, la verdad es que me caí, pero sólo rompí la linterna. Pero he descubierto una cosa. El pasadizo no se bloqueó con el desprendimiento. Hay una salida a un lado.

Zac: Y por supuesto la has encontrado.

Zac no parecía sorprendido.

Ness: ¿Tú también la viste? -Él asintió. Después rodeó su cintura con los brazos y apoyó la cabeza en su cadera-. Se me rompió la lámpara antes de que pudiera verlo todo. ¿Qué crees que es? ¿Una mina?

Zac: Probablemente, pero no parece muy reciente. Hay unos cuantos artefactos de madera y unos cuantos picos. Parecen romanos.

Ness: ¿De qué crees que sería la mina? ¿De plomo?

Zac se encogió de hombros.

Zac: O de oro, o de hierro. Los romanos extraían las tres cosas en Gales. No sé demasiado sobre las características geológicas de esta zona.

Ness: ¿Tiene más salidas?

Zac: Sí. Va a parar a la fortaleza. Justo al pozo que está protegido con barrotes -se puso en pie-. Aún no has comido, ¿verdad?

Vanessa negó con la cabeza y lo siguió a la cocina.

Ness: Esto es muy emocionante -dijo buscando inspiración en la nevera-. ¿Tú no estás intrigado?

Zac sacó una lechuga, queso y un par de huevos.

Zac: Creo que menos que tú.

Ness: ¿Es que no te das cuenta de que fue por ahí por donde entraron?

Zac: ¿Quiénes?

Ness: Las personas que provocaron el incendio, por supuesto. Sea quien sea quien ro... -Se contuvo justo a tiempo. Había estado a punto de mencionar el robo del tapiz-. Sea quien sea quien incendió la casa -continuó-, encontró la gasolina en el pasadizo, la sacó al sótano y después volvió a huir por el túnel. ¿No te das cuenta?

Zac estaba batiendo los huevos.

Zac: Sí. Lo que no puedo entender es quién fue. Ni por qué lo hizo.

Vanessa se quedó mirándolo. Aquélla era la pregunta. Y ella tendría que encontrar la respuesta.


Maddie: Hola, Vanessa, perdona que te moleste.

Ness: Tranquila. No estaba trabajando.

Era cierto. Estaba en su cama, leyendo el Mabinogion, y se había quedado dormida. Madeleine la había despertado al llamar a su puerta y ella había abierto sin pensárselo dos veces. Recordó demasiado tarde que aún tenía en el caballete el cuadro que representaba el hotel en llamas y la habitación estaba llena de bocetos. No le importaba quién viera su trabajo una vez terminado, pero le molestaba que la gente mirase sus cuadros inacabados. Sobre todo si se trataba de alguien como Madeleine.

Ness: Siéntate -dijo abriendo su carpeta-.

Se apresuró a guardar el cuadro del incendio en el compartimiento especial para los óleos frescos.

Maddie: ¿Te has recuperado de tu caída?

Ness: Sí, no ha sido nada grave. No me he torcido un tobillo, ni nada parecido.

Maddie: Supongo que volviste a bajar por el túnel.

Si lo reconocía, era posible que a los otros clientes les diera por hacer lo mismo que ella y no quería que todo el mundo averiguara que no se acababa al llegar al desprendimiento.

Ness: No. Estaba fuera, buscando algo que pintar, y ...

Maddie: ¡Dios mío! -gritó-. -Vanessa miró rápidamente la cabeza hacia el lugar al que apuntaban los ojos de la vidente. Pero allí estaban sólo los bocetos del Mabinogion-. ¡Qué interesante! -dijo con un tono que parecía de horror-.

Vanessa se apresuró a recoger los bocetos y dejó el montón boca abajo.

Ness: Lo siento, pero no me gusta que nadie vea mis trabajos antes de que los termine. Es una manía.

Maddie: ¿No podrías enseñarme...? Bueno, lo entiendo. En fin, había venido a preguntarte si podemos contar con tus dotes culinarias esta noche. Recuerda que es lunes.


Ness: ¿Se puede saber qué estáis haciendo? -preguntó en la puerta de la cocina-.

Zac estaba delante de la cocina, con el delantal de Jane puesto y una espumadera en la mano, mirando fijamente una sartén. Jeremy parecía estar amasando algo, junto a la encimera. Mona, con la cara llena de harina, batía huevos con energía. Mudpie y Bill olfateaban el suelo, con la esperanza de encontrar algo comestible.

Zac: ¿Insinúas que esto es un desastre? -preguntó con aire bromista-.

Jeremy: ¿Sabes cómo se puede recoger la harina del suelo? ¿Crees que hay forma de recuperar ese altillo?

Ness: Espero que no pretendas que nos lo comamos -dijo con ironía-.

Jeremy: Es todo lo que quedaba en el paquete -replicó mirando con preocupación el montón de harina-.

Mona: Dios mío -dijo alzando la vista al techo-.

Mudpie estaba arañando el suelo, como si quisiera enterrar todo aquello, mientras que Bill estaba sentado, mirando a Vanessa. Movía con alegría el rabo, esparciendo la harina por todas partes.

Jeremy se encogió de hombros. No parecía aceptar el juicio de Vanessa ni de Mona, pero al parecer acabó por ceder al ver lo que hacían los animales.

Ness: ¿Sabes si hay más harina, Zac?

Zac: Prueba en el sótano, pero no te recomiendo que uses la del pasadizo.

Todos se miraron entre sí y rieron la broma. Habían pensado en lo mismo, al mismo tiempo.

Mona: Supongo que alguien usaría el pasadizo secreto durante la guerra -comentó-.

Jeremy se limpió las manos y dijo:

Jeremy: Vaya desastre.

Ness: Yo me encargaré de arreglarlo si tú sigues cocinando -intervino-.

Jeremy le dio las gracias y se marchó por las escaleras. Vanessa cogió un trapo y sujetó a Bill para limpiarle la harina que tenía por todo el cuerpo.

Ness: Tus animales parecen tener la costumbre de sentarse en los peores sitios -comentó a Zac-.

Zac: En Bill es normal. Pero Mudpie se dejaba guiar por un instinto muy femenino.

Ness: ¿Cual?

Zac: Embadurnarse de cualquier cosa que huela bien.

Vanessa rió mientras seguía limpiando. Al aspirar se le metió un poco de harina en la nariz y no pudo evitar un estornudo.

Ness: ¿Whisky como perfume? -preguntó con incredulidad-.

Zac: No era un whisky normal y corriente, sino mi mejor whisky de malta escocés.

Cuando terminó de limpiar, le preguntó:

Ness: ¿Qué puedo hacer ahora?

Zac: Siéntate a charlar con nosotros. Tres cocineros son demasiados. Ya verás cómo lo estropeamos todo.

Ness: Madeleine dijo que me necesitabais aquí.

Zac: Pues Jeremy se te ha adelantado.

Por alguna razón, Vanessa recordó en aquel momento el comentario que había hecho Alex. Según su jefe, Jeremy estaba gastándose su fortuna a toda velocidad y no le duraría más de tres o cuatro años. Se preguntó si tendría los contactos necesarios para vender el tapiz de manera discreta.

La pregunta consistía en quién necesitaba más el dinero. Una cuestión que odiaba preguntarse. Mona no lo necesitaba, puesto que su trato con Zac le permitía quedarse allí toda la vida. Aunque hubiera robado el tapiz, no habría hecho algo tan estúpido como quemar su propia casa para que no la descubrieran.

Pensó en Madeleine y en la escena que se había desarrollado en su habitación. Algo la sorprendía y la empujaba a sospechar. Vanessa recordó que, justo en el instante en que había apartado el cuadro que representaba el incendio, la parapsicóloga había tenido aquella extraña reacción. No comprendía que se hubiera asustado tanto. Solo era pura invención.

Zac: Pareces preocupada esta noche -dijo con suavidad-.

Vanessa regreso a la realidad a tiempo de observar que Zac se había inclinado sobre la silla en la que estaba sentada, sonriendo. Le devolvió la sonrisa. Pero aunque no fuera consciente de ello, frunció el ceño al mismo tiempo.

Zac: ¿Qué sucede? ¿Qué es lo que te preocupa?

Sus emociones se notaban demasiado. Desde luego, no daba la talla de detective fría e impenetrable. Nunca había tenido que esforzarse tanto en un trabajo, ni durante tanto tiempo. Hasta entonces no se había enamorado de ningún sospechoso y le resultaba muy difícil ocultar a Zac sus sentimientos.

Miró a su alrededor. Jeremy se encontraba al otro extremo de la cocina, mezclando algo con la batidora. Mona había desaparecido.

Ness: ¿Se te ha ocurrido pensar que alguien pudo incendiar el edificio para que no descubrieran que había robado el tapiz?

Zac: ¿Cómo? -preguntó, aparentemente sorprendido-. ¿El tapiz robado? ¿Qué te hace pensar tal cosa?

Ness: Que no encuentro otro motivo más claro.

Zac: Pues yo no encuentro nada claro en este asunto. A menos que... ¿Qué te hace pensar que el tapiz no se quemó?

Vanessa quería decirle la verdad, pero no podía.

Ness: No lo sé. El fuego empezó debajo de aquella habitación, ¿no es cierto?

Él frunció el ceño y consideró lo que había dicho. Después, hizo un gesto de negación con la cabeza.

Zac: No puede ser. El perito de la compañía de seguros examinó los restos de tejido. De no haber sido el tapiz, lo habrían descubierto -declaró, mirándola-. Pueden saber la edad de la tela, aunque esté quemada.

Ness: ¿Te lo dijo el perito?

Zac: No era necesario. Es algo que casi todo el mundo sabe. Además, es el tipo de cosas que los arqueólogos conocen.

Ahora sabía que Zac era inocente del robo del tapiz. Con sus conocimientos, no habría cometido la estupidez de intentar engañar a la compañía de seguros con un truco tan vulgar.

Ness: Pues no han dicho nada de...

Vanessa dejó de hablar cuando Jeremy apagó la batidora.

Jeremy: Bueno, bueno, aquí está la masa -dijo, acercándose con un gran bol-.

Ness: ¿Qué vamos a comer?

Jeremy: Crepes. Al parecer, la especialidad olvidada de Zac.

Todos se sentaron en la mesa redonda una vez más, siguiendo la costumbre de los lunes. Aquél era el cuarto lunes para Vanessa, lo que significaba que llevaba tres semanas allí. Le maravillaba observar que la vida podía cambiar tanto y tan profundamente en tan poco tiempo.

Aquella noche, Zac estaba sentado a su lado. Recordó que la primera noche se había sentido muy aliviada al no tener que sentarse junto a él. Estaba nerviosa, pensaba que era peligroso, pero no podía adivinar que lo único peligroso que tenía era que la atraía poderosamente. Al mirarlo, estuvo a punto de reír. Había sido una estúpida. Zac era muy atractivo, encantador, maravilloso, y sus ojos estaban llenos de promesas cuando la miraba. Estaba segura de que lo había notado de forma subliminal, aunque no consciente.

Ahora sabía que resultaba ridículo sospechar de él. Para empezar, si hubiera tenido alguna razón para intentar quemar su hotel, no habría puesto en peligro la vida de las personas que vivían en él. Tal vez lo había dudado en algún momento, pero ahora estaba segura.

Debía ser otra persona, y por otra razón. Fuera cual fuera la lógica de la situación, que apuntaba hacia Zac como principal sospechoso, era incorrecta. Había algo que todavía no habían descubierto, simplemente.

Sonrió a Zac y empezó a comer. De pronto tomó una decisión. Era posible que Alex la despidiera si lo averiguaba, pero no le importaba. Aquella noche se lo confesaría todo. Era posible que estuviera en posesión de información que ella desconocía. Si contrastaban sus datos, podían descubrir algo.

Brian: ¿Así que los huéspedes nos turnamos para preparar la cena de los lunes? -Preguntó cuando terminaron-. No soy muy buen cocinero, pero sé preparar algunas cosas.

Ness: ¿Te vas a quedar más tiempo? -preguntó con dulzura, desconfiando de la estupidez que tan bien sabía fingir-.

El hombre la miró con la misma expresión que adoptaba Alex cuando pretendía hacerse el tonto.

Brian: Hasta la semana que viene. Tú vives aquí, ¿no?

Ness: Por ahora no.

Brian: ¿Así que trabajas?

Vanessa se dio cuenta de que intentaba obtener información mientras aparentaba mantener una conversación común.

Ness: En efecto -dijo, sonriendo y volviéndose hacia Mona-.

Pero antes de que pudiera pronunciar una palabra más, Brian Arthur preguntó:

Brian: ¿A qué te dedicas normalmente?

Durante un horroroso momento estuvo convencida de que él lo sabía e intentaba destrozar su coartada. Después se dijo que aquello era imposible. Hacía lo mismo que ella: intentaba averiguar sobre la gente que lo rodeaba para buscar pistas.

Ness: Soy pintora. ¿A qué te dedicas tú?

Priscilla se agitó nerviosa en su silla al captar el tono hostil de Vanessa.

Brian: A muchas cosas -respondió con un tono impreciso que enfureció a Vanessa-. ¿Vives de la pintura?

Le llevaba la delantera. Vanessa intentó salir de aquella situación, pero no sabía cómo hacerlo.

Zac se levantó.

Zac: Disculpadme, pero tengo que hacer una llamada -dijo a modo de despedida-.

Apretó el hombro de Vanessa y ella entendió el mensaje: esperaba que más tarde subiera a su piso.

Vanessa sonrió y asintió de forma imperceptible, pero Mona los miraba embelesada. Vanessa sospechaba que todos sabían lo que había entre ellos.

Brian Arthur se despidió poco tiempo después y Vanessa no lo sintió demasiado. No le apetecía seguir enfrentándose a él aquella noche. Todos se levantaron y empezaron a recoger la mesa. Norah salió para llevarse a la cocina el carrito de los platos sucios. Los demás inquilinos empezaron a caminar hacia el salón, pero Vanessa se dirigió a la escalera.

Se detuvo en su habitación unos minutos y después subió al piso de Zac. Mudpie esperaba en la puerta.

Ness: Por mucho que te restriegues contra mis piernas, no estoy dispuesta a darte más whisky. Zac me mataría.

La gata no la creyó, o pensó que no era culpa suya y decidió perdonarla. En cualquier caso, siguió restregándose contra ella.

La luz del salón estaba encendida. Zac ya estaba allí. Vanessa saludó en voz alta, se detuvo para dejar unas cosas en el cuarto de baño, cogió en brazos a la gata y volvió al salón.

De repente frunció el ceño al darse cuenta de que Zac no había respondido a su saludo. Estaba sentado en el sofá, mirando unos papeles.

Ness: ¿Negocios? -preguntó, sonriendo-.

Sabía que, fuera lo que fuera, Zac lo dejaría ahora que había llegado. Era consciente de que prefería estar con ella antes que trabajar, de modo que aquella noche se había acabado el papeleo.

Pero cuando Zac alzó la cabeza para mirarla, con la mandíbula firmemente apretada, se sintió como un niño que estuviera jugando con un tigre. No tenía ningún poder sobre él. Había sido estúpida al pensarlo.

Ness: Zac -dijo casi sin aliento-.

Él se levantó y se quedó mirándola fijamente.

Zac: ¿Conoces a un hombre llamado Alex Pettyfer?

Hablaba con suavidad, pero la expresión de sus ojos la dejó paralizada.

3 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwwww
la pillo???
Nooooo
ella le iba a decir..
y ahora???
no la dejes asi...
:)
siguela ..
gracias por pasarte por la mia ;)

Anónimo dijo...

caromix27:
caromix27:
x enesima vez ¬¬!
dije q Zac lo sabe!
pobrenessa!
ia se hundio!
y puto blogger dejame comentar!!!
jum!!
tkm mi ali!

Alice dijo...

no te metas con blogger!
el no tiene la culpa de ke tu y tu portatil seais pavos! ¬¬
y a mi no me lo borra!!
ah y si tu ordi no te deja comentar, tu ordi, no blogger
pues...
ES UNA MIERDA!!

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