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martes, 30 de agosto de 2011

Capítulo 12


Bajo los efectos del sol y de la relajante historia, Vanessa se sumió en un profundo adormecimiento. Estaba adormecida y soñaba con ríos azules y torres resplandecientes.

Se despertó y vio a Zac a su lado. Estaba dormido, boca arriba y con los brazos bajo la cabeza. Lentamente se incorporó y lo miró. Le fascinaban sus formas masculinas, sus líneas y sus curvas. Era un placer que desconocía. Nunca había mirado a un hombre de forma tan directa y ahora sabía la razón: mirar podía significar desear.

Zac llevaba pantalones cortos y una camina de algodón por fuera. Con cuidado, le desabrochó la camisa y se la abrió para poder observar su torso. Se movía despacio, a causa del calor, pero sentía que no había prisa y que podía disfrutar de las sensaciones.

El vello oscuro de Zac se extendía sobre el pecho y bajaba hasta el estómago, invitando a acariciarlo. Pero Vanessa no quería despertarlo. No era delgado ni grueso, su complexión era musculosa y el abdomen estaba bien trabajado. Aunque tenía cuerpo de un deportista, también tenía el de un hombre que monta a caballo y camina para mantenerse en forma, y que come lo que quiere.

Las piernas eran más musculosas, con muslos delgados y fuertes y pantorrillas redondeadas, tobillos fuertes y pies cuidados.

Pensó que le gustaría pintarlo tal como estaba, como si fuera un dios que descansaba en el bosque después de cazar o de mantener una aventura con la hija de los árboles o del río.

Pero no quería pintarlo vestido. Se acercó y le desabrochó un botón de los pantalones, y después, como hipnotizada, le desabrochó otros tres más. Abrió la tela y la echó hacia los lados.

Se sorprendió al ver que no llevaba nada debajo y que estaba excitado. Lo miró a la cara, pero estaba dormido. Pensó que tal vez, como Máximo, estaba soñando con una princesa galesa en un trono dorado.

La fuerza de su virilidad la estremecía y no podía apartar la mirada. Decidió que lo pintaría así, como un dios en una cama de hierba, desnudo y excitado. Se inclinó sobre él, y de la manera más natural, besó aquel miembro.

Sintió que se excitaba más y volvió a besarlo, sonriendo. Entonces recordó el placer que la boca de Zac le había hecho sentir. Abrió los labios y abrazó el pene con suavidad.

Al contacto con la mano pareció cobrar vida propia, presionó los labios contra él y sintió un estremecimiento en la espalda, el abdomen y los muslos.

Vanessa se movía por instinto, intentando recordar lo que Zac había hecho para proporcionarle tanto placer. Descubrió que le agradaba deslizar la lengua y se lo introdujo más en la boca. Después besó sus muslos y su abdomen.

Cuando se arrodilló sobre Zac, sintió una mano en la cabeza, lo miró y descubrió que la estaba mirando, con los ojos entrecerrados por el placer. Sonrió y se acercó para besarlo en la boca, al mismo tiempo que se levantaba la falda del vestido estampado.

Zac la acopló sobre él, de manera que sus sexos estuvieran en contacto. Se quitó el pantalón de algodón para ofrecerle su cuerpo desnudo, y después, la penetró.

Vanessa se quedó inmóvil por un momento. El vestido extendido sobre los dos parecía un manto de flores. Se miraron a los ojos, sonriendo, y ambos se sintieron unidos en un mismo cuerpo.

Vanessa pensó que, de alguna manera, los antiguos dioses habían despertado y contemplaban con aprobación el viejo rito bajo el árbol y la piedra sagrados.

Después se inclinó hacia delante, con las manos apoyadas en los hombros de su amante, y se movió, sintiendo dentro su propia parte de divinidad. El largo cabello le caía y cubría sus rostros, mientras ambos compartían sus mundos. Zac le sujetaba las caderas y se movía a su mismo ritmo.

Lentamente, parecían seguir el ritmo de la creación. Después aceleraron, hasta sentir los latidos de la madre tierra y de su amante, el cielo. El cielo despertó y ofreció su bendición a los adoradores, y la madre los acogió en su pecho. Después, aquel ritmo grandioso los arrastró y vibraron al sentir el más profundo misterio del mundo. Sus pulsos se aceleraron. La piel de Vanessa resplandecía y pareció que su rostro se transformaba en el de una diosa que obtenía placer de su amante terrenal.

El cielo abrió sus tesoros y los derramó sobre los amantes, la hierba y los árboles. Y la diosa tierra los aceptó, porque era el ritual de la fertilidad.

Entonces ambos gritaron, al sentir que formaban parte de la creación. Pero, como eran humanos, no podían mantenerse en unidad durante mucho tiempo, y el ritmo se quebró. Sus cuerpos se estremecieron conscientes de lo que habían perdido.

Zac la rodeó con los brazos, y Vanessa, de nuevo humana, se recostó junto a él, inmóvil.

Los dioses habían sido satisfechos. Sonreían y aplaudían.

Ness: ¿Eso ha sido un trueno? ¡Dios mío!, pero si está lloviendo.

Zac rió.

Zac: ¿Ahora te das cuenta?

Mientras hacían el amor había levantado la cabeza para beber de la lluvia, como otra contribución a su rito sensual.

Ness: No, claro que no. Pero no noté que fuera tan fuerte. Nos vamos a empapar.

Zac: Es estimulante. Si nos quedamos debajo del árbol estaremos más protegidos.

Colocaron la manta y el resto de las cosas bajo las ramas de árbol y acabaron el vino mientras esperaban a que cesara. Cayeron algunos relámpagos sobre el valle y se escucharon varios truenos, pero por fin dejó de llover, el cielo se despejó y volvió a brillar el sol.


Zac: Vanessa, te presento a Theresa Kouloudos, mi representante.
Theresa, Vanessa Hudgens. Se va a encargar del trabajo artístico.

Ness: Encantada.

Vanessa saludó a una rubia delgada y vestida con elegancia, que parecía saber moverse en el peligro.

Theresa: ¿Cómo estás? -le devolvió el saludo y se sentó. Estaban en el piso de Zac-. ¿Eres canadiense?, por el apellido se diría que eres de Gales.

Ness: Bueno, algo parecido. Mi bisabuelo nació aquí.

Theresa asintió. Aceptó el whisky con hielo que Zac le ofrecía y bebió un trago que a Vanessa le hubiera hecho ver doble.

Theresa: Mmm -asintió, pensativa-. Sí, eso funcionará. Volver a tus raíces y todo lo demás. ¿Hay algo de especial interés en tus ancestros?

Todo parecía ir muy deprisa.

Ness: Bueno, quería obtener información en la biblioteca de Aberystwyh, pero aún no he podido ir.

Theresa: Bien. Podemos poner a alguien a trabajar en tu árbol genealógico, si es necesario. Mientras tanto, ¿podrías escribirme tus datos, incluyendo todos los detalles que conozcas sobre tus orígenes galeses?

Transcurrió media hora antes de que le pidiera ver sus cuadros, y en aquel tiempo, discutieron el proyecto desde todas las perspectivas posibles. Theresa era inteligente y conocía bien su trabajo, pero también resultaba muy exigente. A medida que pasaba el tiempo Vanessa estaba más nerviosa, convencida de que su trabajo no encajaría en la mentalidad de una agente comercial y de que, si lo aceptaba, era sólo por hacerle un favor a Zac.

Theresa: Muy bien -dijo por fin-. ¿Puedes enseñarme algo que hayas pensado para el libro?

Nerviosa, abrió el portafolios. Llevaba varios dibujos y se los entregó uno por uno: la fortaleza, con la multitud que subía por la colina desde el valle; la figura de Excalibur sobre el valle; los hombres de Arturo y el coche en el bosque; y otros más. Solo tenía un dibujo que pertenecía al Mabinogion: el de la bella Elen en el trono dorado; y algunos bocetos de otras historias, como la del tapiz. En el último momento, y tras muchas dudas, había añadido el dibujo de la mujer que observaba el valle. Pero el cuadro del incendio aún no estaba acabado.

Theresa los observó todos con detenimiento. Después los extendió a su alrededor, apoyándolos en la chimenea vacía y en varios taburetes y sillas. Se sentó y los miró otra vez.

Theresa: Mmm -murmuró, después de una angustiosa tardanza. Después miró a Zac-. Sí, ya veo. Son muy sensuales y ricos en detalles -se dirigió a Vanessa-. Muy bien. No habrá problema en incluirlos. Queremos que el producto final sea de alta calidad. Costará una fortuna, pero vale la pena. Conozco un par de editores que estarán interesados en financiarnos. Hablaré con ellos esta semana. -Volvió a mirar los cuadros-. ¿Puedo llevarme alguno? -preguntó a Vanessa-.

Aún no había sonreído. Era como si su cerebro funcionara al máximo y se olvidara de la función de los músculos faciales.

Vanessa asintió.

Ness: Llévate lo que quieras.

Theresa escogió sin dudar tres cuadros, uno tras otro, y después decidió llevarse uno más.

Theresa: Te los devolveré, por supuesto.

Recogió el resto y se lo devolvió a Vanessa. Sólo quedó un cuadro, apoyado en la chimenea.

Era el cuadro de la mujer, cuyo mundo estaba vacío. Era distinto a los demás. Theresa se sentó, con la barbilla apoyada en los dedos, y Vanessa deseó que no le pidiera que pintase algo parecido para el libro.

Por fin, Theresa se movió. Se volvió hacia Vanessa y señaló al cuadro.

Theresa: ¿Me lo venderías? Me gustaría tenerlo en mi piso.


Ness: ¿Qué dices?

La línea no era muy buena, y tenía problemas para escuchar la voz de Alex.

Alex: Que no está relacionado con Althorpe -repitió-. Lo siento. Por Spencer, claro.

Ness: ¿Bill? Bill es un perro -dijo asombrada-.

Alex: ¡Wilkes! -gritó-. Maldita sea, Vanessa.

Ness: Lo siento, no te oigo. ¿Dices que Jeremy no es primo del conde? Entonces, ¿quién és?

Alex: Un actor fracasado de clase media -respondió con brusquedad-.

Un tractor pasó cerca de la cabina y Vanessa se tapó un oído.

Ness: Pero Alex, eso es imposible. ¿De dónde saca el dinero? Él dice que recibe una renta familiar.

Alex: Pues miente. Vive de los intereses de un dinero que heredó.

Ness: Pero, ¿de quién?

El tractor subió por la carretera y por fin, Vanessa pudo oír bien.

Alex: De su pareja, que murió de sida hace dos años. Y está agotando todo su capital. Al paso que va, estará sin fondos en dos o tres años.

Ness: ¿Y es cierto que ha publicado?, ¿tiene un agente?

Alex: Si lo tiene, no lo hemos encontrado. Y si ha publicado algo, tampoco hemos dado con ello.

Ness: Dice que cuando viaja a Londres, va a ver a su agente.

Alex: Sí, aquí tengo la nota de la última vez que hablamos. Avísame la próxima vez que venga. Le seguiré el rastro.

Ness: ¿Algo más?

Alex: La historia de tu amiga, Mona Daniels, también tiene altibajos, por lo que sabemos. No te ha contado nada que no sea cierto, excepto que no consta en ningún registro que llegara a casarse con su novio antes de que él muriera en Arnhem. Adoptó su apellido cuando se trasladó a Gales.

Vanessa empezó a sentirse enferma. Le parecía mal escarbar en el pasado de Mona. Decidió que cuando acabara aquel trabajo, dejaría a Alex para siempre.

Alex: Y lo mismo ocurre con la camarera galesa -continuó-. Si tiene alguna conexión con los nacionalistas, lo oculta muy bien. No hemos descubierto nada más. No hemos encontrado nada sobre las hermanas parapsicólogas. Intenta obtener más información, de dónde vienen, dónde nacieron y cosas parecidas.

Vanessa deseó que hubiera tenido más dificultades para obtener información sobre Mona y no sobre Priscilla. No le importaría descubrir ante todos que Priscilla era una charlatana.

Ness: De todas formas, no estaban aquí cuando el fuego empezó. Pero me gustaría que encontraras algo sobre la autora de esos libros.

Alex: Los imprimieron hace veinte años y ya están descatalogados. La editorial está intentando conseguirnos información, pero llevará tiempo.

Ness: Ponme al corriente cuando sepas algo.

Alex: Lo haré. Y ahora, ¿tienes algo para mí?

Ness: No mucho. Zac ha decidido empezar la restauración del hotel sin el dinero del seguro. Dice que tanto si pagan como si no, está cansado de esperar.

Alex: ¿La compañía lo ha aprobado?

Ness: No lo sé. Pero su perito estuvo aquí hace unas semanas y no le dijo que tuviera que volver. Aunque existiera alguna prueba que se le hubiera pasado por alto, ha estado lloviendo, así que ya se habrá borrado.

Alex: Muy bien, ¿algo más?

Vanessa no tenía más información y le prometió que se emplearía a fondo en el trabajo. Salió de la cabina, aliviada. No le gustaba lo que estaba haciendo, así que decidió no pensar en ello. Ahora tenía una doble personalidad. La Vanessa que pintaba y estaba con Zac era real, pero la otra Vanessa cobraba vida solo en determinados momentos, cuando hacía preguntas supuestamente inocentes a la gente y cuando entraba en la cabina telefónica roja.


Zac salió del estudio y se dirigió a Vanessa. Estaba en el sofá, con las piernas extendidas, absorta en los bocetos del Mabinogion.

Zac: ¿Te apetece comer?

Vanessa asintió, dejó el cuaderno de dibujo y se incorporó.

Ness: Sí, por favor -enseñó un boceto a Zac-. ¿Quién és?

No le importaba que Zac viera los dibujos inacabados.

Zac se acercó, se inclinó para besarla y cogió el boceto. Representaba un jinete que galopaba en un río y arrojaba una cascada de agua a unos hombres que estaban asentados en una pequeña isleta. Uno de aquellos hombres llevaba la espada desenvainada, otro vestía ropas religiosas y el tercero llevaba un gran anillo. Estaban rodeados de tiendas y pabellones.

Zac: Avaon, hijo de Talyessin, arrojando agua sobre Arturo y su obispo. Muy bonito.

Ness: Estupendo.

Se puso de rodillas en el sofá, descansando las manos en la parte de atrás, y le ofreció el rostro a Zac para recibir otro beso.

Zac: Y ahora, ¿qué te parece si comemos?

Ness: ¿Hace mucho calor para una sopa?

Zac: Una ensalada estaría mejor.

Ness: Muy bien, ¿y unos sandwiches?

Cuando estaban comiendo, alguien llamó a la puerta. Zac abrió y entró un hombre corpulento, con la cara y las manos manchadas de hollín.

***: Zac, quiero hablarte de la zona que estamos restaurando.

Vanessa aún estaba sentada a la mesa, pero le dio la impresión de que Zac estaba preocupado.

Zac: Dime -dijo con prisa-.

***: Hemos encontrado algo que creo que te gustaría ver. Creo que deberías venir.

El techo tenía forma de L, como la casa, aunque era más pequeño en extensión. En la parte principal del edificio habían bajado el nivel del suelo, habían revestido las paredes y habían instalado la electricidad. En aquella zona estaban la lavandería y los almacenes del hotel.

Pero el espacio bajo el ala más grande, donde tuvo lugar el incendio, estaba a un nivel más bajo, era oscuro y estrecho y no lo habían modernizado. Ambas secciones se comunicaban por un muro grueso de piedra, en el que había unos escalones para acceder al nivel más alto, aunque el techo tenía la misma altura. Se detuvieron, ya todo estaba sucio y oscuro y no tenían electricidad. George encendió una linterna. Las paredes de piedra no se habían modernizado y la estrecha habitación estaba casi vacía. Más adelante, donde el fuego había causado más estragos, el sol se filtraba a través del tejado quemado y otorgaba al lugar un aspecto irreal propio de una fotografía de posguerra,

Vanessa nunca había vuelto a la casa en la que murieron sus padres. Se estremeció y se preguntó si tendría el mismo aspecto que aquel lugar, donde reinaban la destrucción y la desolación.

Por todas partes había tabla, soportes, enchufes y una serie de materiales que demostraban el trabajo que se estaba haciendo. Cuando llegaron Zac, Vanessa y George, encontraron a los trabajadores y a todos los clientes del hotel, que se volvieron en aquel momento para mirarlos.

Zac sacudió la cabeza al verlo.

Zac: ¿Estáis todos locos o qué? ¿Qué demonios hacéis aquí? ¡Esto se os puede derrumbar encima!

Priscilla: Pero, Zac... -dijo débilmente-. Creo que deberías detenerlos. No deben seguir. Por favor, ¡escucha!

Zac miró a George.

George: Te juro que no estaban aquí cuando salí a buscarte -le dijo, y después miró a su ayudante-. Alguien debe haber corrido la voz.

El ayudante empezó a balbucear una disculpa, pero Priscilla lo interrumpió.

Priscilla: ¡No! Nadie nos lo ha dicho. Algo me atrajo, Zac. Sentí el peligro. Por favor, escúchame.

Zac soltó una exclamación.

Zac: Si te mantuvieras alejada, lo comprendería mejor. Ahora quiero que todos los que no estén trabajando se vayan inmediatamente, por favor. Si quieren estar por aquí, manténgase apartados de la zona en obras.

Hablaba despacio, pero con firmeza.

Mona, Priscilla, Madeleine y Jeremy desfilaron entre los escombros hacia un lugar más seguro y allí se quedaron esperando, expectantes como niños. Zac se volvió hacia Vanessa.

Zac: ¿Vas a quedarte aquí?

Vanessa asintió. Había un fuerte olor a quemado. Si había algún peligro no dejaría sólo a Zac. Ya había perdido a sus padres en un incendio.

Zac pareció entender.

Zac: Muy bien. No te alejes de mí. Quiero que estés cerca por si hay algún problema. George, ¿qué posibilidades hay de que esto se derrumbe?

George sacudió la cabeza.

George: No muchas. Hemos estado limpiándolo todo y parece que lo que queda es sólido. Hoy hemos estado comprobando los cimientos. No se encuentran en muy buen estado, como puedes ver.

La luz se filtraba a través de parte de la pared derecha, donde había un gran agujero. Zac frunció el ceño.

Zac: ¿Qué demonios ha causado esto?

George: Bueno, las latas de gasolina estaban justo ahí, así que supongo que la explosión se concentró en ese lugar.

Zac: No pudo ser tan fuerte como para agujerear una pared de piedra.

George asintió.

George: Es lo mismo que yo pensé. Pero lo hemos comprobado y no hay ninguna duda. Detrás, debe de haber una habitación o un pasadizo que no conocíamos.

1 comentarios:

caromix27^^ dijo...

=O!!!!
ha sido el tipo!!
q loco!!
me encanta!!
comenten mucho!!
para q ponga el proximo capi rapido!!
tkm mi ali!!

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