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lunes, 1 de agosto de 2011

Capítulo 1


El pueblo estaba situado en la desembocadura de un río, cerca del puente Pontdewi, del que tomaba su nombre. La carretera principal pasaba sobre el puente en dirección hacia el mar, que se encontraba a dieciséis kilómetros. Vanessa tomó la única desviación del pueblo, un camino estrecho que llevaba al sur, siguiendo el curso del río.

De repente se encontró en otro mundo, ascendiendo por la garganta de un viejo y musgoso río, rodeado por hayas y robles. Más abajo, y a la derecha, se oía el discurrir del agua sobre las rocas y entre los árboles. A la izquierda, aparecían diminutos campos verdes cercados con vallas de piedra, que se extendían hacia el bosque. El blanco de las ovejas contrastaba con el color de la hierba, y se podían ver árboles esparcidos por todas partes. El bosque estaba invadido por plantas forasteras, hileras de oscuros abetos bajo el nubloso cielo. Pero en el margen derecho, aparecían los viejos robles, fresnos y hayas, propios del lugar. Pronto desaparecieron las plantaciones de abetos y se encontró conduciendo a través de un mundo verde y fantástico.

Las ramas de los árboles se extendían sobre la carretera, cubriéndola. La ligera luz que se filtraba entre ellas parecía transportar a Vanessa a un lugar fuera del tiempo, como si de repente pudieran aparecer Arturo y sus caballeros cabalgando hacia ella por la estrecha y empinada carretera. Otro coche se cruzó con ella, y pensó que tal vez pudiera pintar aquel paisaje: un pequeño coche rojo en la carretera, ajeno a la presencia de Arturo y los caballeros medievales entre los árboles, y la bandera del rey Arturo ondeando en lo alto.

Apenas acababa el desvío, aparecía un sucio camino cerrado por unas puertas con un pequeño letrero que decía Cas Carreg. Debajo había otro que indicaba el hotel White Lady, y debajo ponía Y Dynes Wen. El camino bajaba hacia la parte más estrecha del río y lo cruzaba por un puente de piedra envuelto en la niebla. Después, volvía a subir, y de repente, el bosque desaparecía en el margen izquierdo. Vanessa se encontró en una colina, desde la que se divisaba un frondoso y bello valle. Las ovejas y las vacas pastaban sobre los verdes pastos, y el paisaje estaba surcado por granjas y campos cercados por vallas de piedra. A lo lejos se alzaban unas oscuras colinas cubiertas de brezos, cuyas cimas se perdían en la niebla.

Hechizada ante aquella visión, Vanessa disminuyó la velocidad, concentrada tanto en el camino como en el sereno y asombroso paisaje que se extendía hacia lo lejos. En el lado opuesto, el viejo bosque empezaba a desaparecer, dando paso a una espesa vegetación con rocas cubiertas de musgo. A partir de ahí, el camino se desviaba, y entonces, desde lo alto, pudo divisar la casa, en la ladera de la colina.

Era una sólida construcción de piedra y cemento, con chimeneas altas y cuadradas que parecían almenas. Las dos alas del tejado formaban un ángulo recto. Una era más larga y quedaba a poca altura, y la otra era mas alta y cuadrada. La casa estaba situada sobre el valle, como un vigilante. Tras ella, más allá de la colina y a través de los árboles, Vanessa podía ver lo que se suponía que eran unas ruinas. A la izquierda, un poco más lejos, estaban las construcciones accesorias.

Cubierta con una espesa hiedra, que se veía casi negra a través de la niebla, la casa parecía antigua, acogedora e imponente. Vanessa tuvo que abrir otra puerta que cruzaba el camino, y cerrarla a su paso. Antes de hacerlo se detuvo un momento, rodeada por la ligera niebla, respirando la paz del lugar. Lo único que se escuchaba era el lejano balar de una oveja, y el viento que estremecía las hojas de los árboles. Cerca de las ruinas, vio un jinete sobre un caballo negro, que galopaba por la cresta de la colina.

En siglos pasados, los granjeros debían subir desde el valle para protegerse en la fortaleza ahora en ruinas, siempre que se vieran amenazados por un ataque. Podía imaginarlos arrastrando sus preciosas posesiones mientras trepaban por la colina. Las mujeres con la falda algo subida, con las piernas sucias de barro y un pañuelo sobre los hombros; los llantos de los niños, los animales jadeantes y aterrorizados, luchando contra la presión de las cuerdas anudadas en sus cuellos. Podía ver la enorme y oscura fortaleza en el horizonte.

Ash: ¿Estoy despierta? -había preguntado con un lamento-. ¿Has dicho Gales?

El cabello rubio rodeaba su cabeza formando un aura de rayos de sol. Se sentó y parpadeó ante la luz del día que se deslizaba por la bandeja del desayuno como si fuera una extraña forma de vida. Se sobresaltó al escuchar la risa de su amiga.

Ness: Gales -confirmó-.

Dejó de reír, pero no podía evitar mantener la sonrisa.

Ash: ¿Por qué? -preguntó asombrada-.

Gales sólo se encontraba a unas horas de camino, hacia el este, pero a juzgar por la reacción de Ashley, parecía que estuviera en el otro extremo de la civilización.

Ash: De acuerdo, es muy bonito -prosiguió-. Pero, ¿a qué viene tanta prisa? Y, ¿por qué a primera hora de la mañana? ¿Has encontrado unos primos lejanos o algo parecido?

Ness: No, me voy por Alex.

Vanessa se echó el cabello negro hacia atrás y sirvió el café. No podía dejar de sonreír. Al contrario que a la actriz con la que compartía piso, a Vanessa le gustaban las mañanas. Cuando Ashley no actuaba, o «descansaba», como se decía en Londres, trabajaba en un club nocturno. El trabajo temporal de Vanessa era, por lo general, de nueve a cinco.

Las dos canadienses compartían un piso desde que se graduaron en dos prestigiosas escuelas de Londres, Ashley en la escuela de actores RADA, y Vanessa en la escuela de arte Slade. Durante los dieciocho meses que llevaban juntas, Ashley había ofrecido varias veces a Vanessa trabajo en el club, como camarera.

Ash: Si trabajaras por la noche, podrías pintar durante el día. Y ganarías más dinero -le decía siempre-. Ven y habla con Drake.

Tenía razón en lo que decía, y al principio, Vanessa se había sentido tentada. No podía pasar el día pintando si tenía que buscar un trabajo para vivir. Pero cuando vio el traje con el que Ashley trabajaba, cambió de idea. Nunca confesó a su amiga la verdadera razón, y Ashley se reía comentando con sus amigos que Vanessa era muy reservada. No era cierto, y el vestido no resultaba demasiado vulgar. Pero era excesivamente escotado y sabía que ningún gerente de un club nocturno la contrataría para que llevase un vestido así. Y no veía razón para someterse a la humillación de tener que escucharlo en boca de Drake.

De manera que consiguió algunos trabajos temporales de oficina, que sólo le permitían pintar los fines de semana. Hasta que un día tuvo suerte. La agencia la había enviado dos semanas con un detective privado llamado Alex Pettyfer. Él la encontró tan inteligente y despierta que, después de la primera semana, le dijo que estaba perdiendo el tiempo escribiendo a máquina y archivando, y le preguntó si estaría interesada en intentar trabajar como investigadora secreta.

Uno de sus clientes, un fabricante de ropa, tenía entre sus empleados un ladrón que había robado parte de sus existencias.

La idea era que Vanessa empezara a trabajar para el cliente, haciéndose pasar por secretaria temporal, y descubriera lo que estaba ocurriendo.

Alex le ofrecía más del doble de lo que la agencia la pagaba, y Vanessa aprovechó la oportunidad. El ladrón, que había tomado tantas precauciones para que sus jefes no lo descubrieran, no se preocupó por una secretaria suplente, y ella lo desenmascaró enseguida.

Aquél había sido uno de los primeros trabajos importantes que había desempeñado para Alex. Desde entonces, nunca tuvo que volver a trabajar a jornada completa. Trabajaba dos semanas al mes por término medio, y conseguía pagar las facturas gracias a su nueva ocupación y a las ganancias que obtenía de sus cuadros, que aún en plena crisis económica, aumentaban a medida que iba adquiriendo fama. De forma que tenía mucho tiempo para pintar. Pero el último trabajo era el mejor de todos. Estaba entusiasmada, y arrastró a su somñolienta compañera de la cama para contarle las nuevas noticias.

Ash: Por la mañana siempre estás animada -se quejó observando la taza de café con desconfianza-. No me acosté hasta las cuatro.

Vanessa rió y se pasó una mano sobre el espeso cabello y después se acarició la mejilla izquierda, en un gesto característico. Un joven artista que trabajaba la madera, le había dicho que su pelo tenía el mismo color que la caoba de ebano. Con la luz del sol, los reflejos negros resaltaban en el radiante cabello que le caía sobre la espalda como diamantes en una nebulosa.

Ness: Lo siento, pero tengo que despertarte. Me voy dentro de una hora y no sé cuanto tiempo voy a pasar fuera. Y además, tengo que decirte algo increíble. ¡Voy a hacerme pasar por artista!

En el rostro de su compañera apareció una pequeña sonrisa.

Ash: ¿De verdad? ¿Qué clase de asunto es?, ¿cocaína escondida en tubos de blanco de titanio? Ya me gustaría a mí que alguien me enviara a un teatro de West End, a hacerme pasar por actriz -añadió en tono lastimero-.

Ness: Es una sospecha de incendio premeditado -dijo untando de mantequilla una tostada-. Alex dice que se trata de un hotel cerca del Parque Nacional de Snowdonia. -Mordió la tostada y después, se quitó un trozo de mantequilla del labio y se chupó el dedo-. Tengo que conseguir una habitación en el hotel. Voy a hacerme pasar por una artista que quiere pintar las montañas -sonrió otra vez y por un momento sus profundos ojos marrones parecían distantes-. Y las verdes colinas cubiertas de gordas y lanudas ovejas; los robles del bosque y cielo; las antiguas fortalezas celtas; los menhires y...

Ash: ¡Hola! -dijo agitando una mano frente a los ojos de su amiga-. Si han quemado el hotel, ¿cómo vas a conseguir una habitación? Y si no lo han quemado, ¿dónde ha sido el incendio?

Ness: Buena pregunta. Yo me pregunté lo mismo. -Masticó un momento y después tragó-. Alex dice que se ha quemado un ala del hotel. El resto está intacto. La gente todavía está alojada en el ala que no ha sufrido daños.

De repente tembló.

Ash: ¿Qué te pasa? ¿Qué ocurre?

Ashley la miró, preocupada.

Vanessa se encogió de hombros y sacudió la cabeza.

Ness: Nada. Es algo que se me ha ocurrido.

Pero había perdido el apetito. Dejó la tostada y alcanzó el café.

Ash: ¿Ha habido víctimas? ¿Es eso?

Ashley sabía que su compañera había perdido a sus padres en un incendio, bastantes años atrás. También sabía que le ocultaba algo al respecto, pero no le gustaba presionar a la gente para que confiara en ella.

Vanessa se dio cuenta de que no había preguntado a Alex si había muerto alguien en el incendio, o si habría algún herido. Ahora le preocupaba que su jefe no hubiera tocado un tema tan importante.

Ness: No lo sé. No le pregunté -contestó-.

Miró a Ashley, sin darse cuenta de la expresión de sus ojos.

Ashley se mordió el labio.

Ash: ¿De quién sospechan? ¿De los nacionalistas galeses?

Todo el mundo sabía que los nacionalistas galeses utilizaban los incendios como medio de protesta, pero siempre recurrían a casas de verano vacías, en ausencia de los propietarios ingleses, que eran el punto de mira de sus ataques.

Vanessa negó con la cabeza.

Ness: No, según Alex es por un asunto de un seguro. Sospecha del dueño, que se llama... -se detuvo y cogió el bloc de notas en el que apuntaba las instrucciones-. Se llama Zachary Efron. Es un nombre misterioso, ¿verdad? Ni siquiera se pronunciarlo.

Ash: Tienes que acentuar la primera sílaba -dijo ausente-.

Estaba recordando que tiempo atrás había recorrido Gales interpretando Vidas Privadas. No habían tenido mucho éxito, y no dejó de llover durante toda la gira.

Ness: Ése es el motivo por el que tengo que alojarme en el hotel.

Ashley frunció el ceño.

Ash: A mí me parece un poco peligroso. ¿No crees?

Ness: No más que otros trabajos que he tenido.

Vanessa se encogió de hombros. Pero sabía que no era cierto. Nunca había tenido que mudarse para realizar una investigación. El supuesto pirómano, si lo había, tenía mucho que perder. Y se trataba del dueño.

Ash: ¿Y cómo vas a conseguir una habitación? De entrada, ¿no les parecería sospechoso que intentaras alojarte en un hotel quemado?

Ness: Alex dice que Gales está muy saturado en temporada alta y tal vez pueda fingir que he estado buscando en otros sitios.

Ash: Ten cuidado al hacerlo. En los sitios pequeños todos los hoteles saben quién tiene habitaciones libres y quién no. Oh, me sorprende oírle decir que la señorita Beadle no tiene habitaciones. Precisamente ayer se quejaba de que las tenía vacías esta semana -dijo en tono agudo, imitando una voz de mediana edad con acento londinense-.

Era una buena imitadora. Vanessa rió y sus preocupaciones se alejaron. Se dijo que era una tontería rememorar malos recuerdos que estropearan el presente. Estaba segura de que no correría ningún peligro.

Ness: Muy bien. Lo pensaré con detenimiento.

Ash: Finge que tenías una reserva y se quemó en el incendio -sugirió levantándose para besar a Vanessa en la frente-. Ten cuidado, y recuerda que te echaré de menos. Y no te quedes mucho tiempo buscando pruebas.

Ness: No se me había ocurrido -dijo impresionada-. Si las cosas salen bien, podría pasar meses en Gales pintando. Ya me lo imagino.

Ashley sonrió y se dirigió al cuarto de baño. Vanessa recogió los cacharros del desayuno y los llevó a la amplia y soleada cocina, mientras tarareaba. Era un bonito piso, y lo echaría de menos tanto como a Ashley, sólo un momento más tarde.

Estirando un poco el cuello, se podía ver el Támesis desde una de las esquinas de la ventana del salón. A Ashley, como actriz, le entusiasmaba la idea de vivir en el, un sitio tan elegante como Chelsea, y a Vanessa, como artista, le encantaba estar cerca del pintoresco río londinense. Con frecuencia, cogía el caballete y el maletín de pintura, llegaba a la calle Embankment en diez minutos, y desde allí, paseando por la orilla del río, iba a pintar a la zona donde estaban el convento de Westminster, el Big Ben y la Casa del parlamento.

Vanessa fregó los cacharros del desayuno mientras escuchaba a Ashley, cantando bajo la ducha Vuelvo a Chelsea. Pensó que podría pintar las montañas y valles del Parque Nacional Snowdonia y empezó a respirar con agitación, entusiasmada ante la idea. Le encantaba Londres, pero sin duda el aire contaminado, el tráfico y la suciedad de la calle acababan cansando a cualquiera. Necesitaba aire puro, y Alex le había dicho que el pueblo más cercano estaba a un par de kilómetros. En Canadá no habría supuesto nada, pero en el superpoblado y pequeño Reino Unido, dos kilómetros parecían una distancia abismal.

Había otra razón que la impulsaba a viajar a Gales. Su bisabuelo había nacido allí, más de un siglo atrás. Era todo lo que sabía de él, y siempre había querido descubrir algo más. Tal vez podría aprovechar aquella ocasión. Era una buena razón para aceptar el trabajo, a pesar de sus temores.

Por otro lado, era conveniente enfrentarse al miedo, o al menos todo el mundo lo decía. Incluso cuando se había vivido con él durante veinte años.

Mientras se enjuagaba las manos, frunció el ceño y sacudió la cabeza. De repente tenía la sensación de que había otra razón para hacer aquel viaje, algo que desconocía.


El jinete cambió de dirección y ahora podía ver al caballo bajando la ladera, hacia donde ella se encontraba. Lo observó un momento, como en sueños, y entonces se dio cuenta de que, quienquiera que fuera, no se limitaba a bajar la colina, sino que avanzaba directamente hacia ella.

Abrió ligeramente la boca y tuvo un extraño presentimiento mientras el caballo se acercaba. Se puso tensa y sintió que se le ponía la carne de gallina, De repente, tuvo miedo de lo que podía ocurrir si el jinete la alcanzaba.

Se volvió a toda prisa y entró en el coche. Lo puso en marcha con tanta rapidez que apenas tuvo tiempo de cerrar la puerta. De reojo vio que el jinete giraba y seguía galopando.

El camino rodeaba el edificio. Vanessa comprobó que la mitad de la larga ala no tenía cristal en las ventanas, y que la piedra de algunas zonas estaba negra. La hiedra también era oscura, y otorgaba al lugar un aspecto otoñal como si la muerte del edificio formara parte del ciclo de las estaciones.

Vanessa aparcó el coche y se bajó. La niebla, que le mojaba los labios y la cara, empezaba a convertirse en una lluvia ligera, pero aún así permaneció un momento contemplando el hotel. La piedra gris se oscurecía bajo la lluvia y las nubes se agrupaban ocultando por completo la luz del sol, pero se veía el brillo de unas luces tras las ventanas de la planta baja y sintió una fuerte impresión de ser bien recibida. Se sentía como en casa.

***: ¿Cuánto tiempo hace que envió su cheque?

Ness: Hace meses. Creo que fue en marzo o abril.

Aquélla era la parte que más odiaba de su trabajo: tener que mentir desde el principio.

La pequeña mujer, delgada y de mediana edad, volvió a buscar entre las tarjetas. Llevaba un vestido de flores que le quedaba muy bien.

***: El caso es que si nos hubiera llegado su cheque, le habríamos enviado la confirmación. Aunque después le habríamos enviado una carta para cancelar la reserva. Hemos tenido un incendio, como puede ver.

Tenía un acento muy melodioso, que Vanessa encontró encantador.

Ness: Sí, ya lo he visto. Pero no parece haber afectado a todo el edificio, ¿no es así? ¿No tienen otros clientes? Si fuera posible...

***: Me temo que por el momento no podemos alojarla. Tenemos algunos clientes, pero todos son habituales, gente que ya ha estado aquí antes y nos conoce, o gente que vive aquí de manera permanente.

Ness: Pero ¿tienen habitaciones?

***: Bueno, hay...

Ness: Por favor, deje que me quede -interrumpió-.

Su deseo de quedarse no se debía únicamente a que tenía que cumplir el trabajo que Alex le había encomendado, sino que de alguna manera, se había enamorado de aquel precioso lugar.

Ness: Prometo no reclamar si las cosas no funcionan como de costumbre. Quiero pintar Cadair Idris. -Sabía que la montaña estaba cerca, y de no haber estado cubierta por la niebla, probablemente la habría visto mientras conducía-. Llevo conduciendo todo el día -prosiguió-. No me va a resultar fácil encontrar habitación en otro hotel. Además, es muy tarde.

Lo tenía todo preparado. Resultaba mucho más difícil negar alojamiento a una persona a las siete y media de la tarde que a las cuatro. Y la inesperada lluvia que iba en aumento la favorecía.

La mujer apretó los labios, pensativa.

***: Es usted de Canadá, ¿verdad?

Ness: En efecto. Tiene buen oído para los acentos.

Prefirió no añadir que vivía en Londres.

***: Mi sobrino es de Canadá. Fui a visitarlo allí el año pasado. Es ingeniero civil, y trabaja en Vancouver.

Vanessa se sintió más relajada mientras charlaba con la mujer, sabiendo que se la había ganado.

***: Bueno, voy a preguntar -dijo la empleada al cabo de unos minutos-.

Entró en la oficina e intercambió unas palabras con alguien en un áspero pero extrañamente musical idioma, que a Vanessa le resultaba familiar, como si lo hubiera escuchado en sueños, o en otra vida.

***: Ahora mismo no está -dijo la mujer, apareciendo de nuevo-. La verdad es que no sé...

En aquel momento, se abrió la puerta detrás de Vanessa.

***: Vaya, Zac, llegas justo a tiempo. Esta señorita es de Canadá, y es pintora. Envió un cheque para hacer una reserva y no lo hemos recibido. Quiere saber sí podernos arreglarlo.

Zac: Hola -dijo con voz profunda-.

Vanessa sintió que un escalofrío le recorría la espalda, consciente de que el hombre que se acercaba a ella era el primer sospechoso.

Él empezó a presentarse, pero cuando Vanessa se volvió, los dos se quedaron inmóviles durante un momento, mirándose fijamente. Después, lentamente, Zachary Efron sonrió. Le tendió la mano, y ella se la estrechó con la misma actitud forzada.

Zac: Soy Zac Efron.

Era más alto que ella. Vanessa estaba acostumbrada a mirar a los hombres directamente a los ojos, pero en aquel caso, tenía que alzar la vista para mirarlo. Aunque de complexión delgada, tenía hombros anchos y brazos musculosos. Estaba ligeramente bronceado, el espeso pelo rubio le caía sobre la frente, y tenía unos profundos ojos azules que parecían traspasarla. Su nariz no muy grande, al igual que su boca, amplia y de finos labios. La clase de boca que sonreía con facilidad a las mujeres. Y la clase de boca que siempre la ponía nerviosa.

Llevaba una camisa gris y unos vaqueros gastados que Vanessa ya había visto antes, aunque no le hacía falta ninguna pista para descubrir que aquél era el hombre del caballo. Lo habría reconocido aunque hubiera cambiado por completo. Sentía la misma impresión de encontrarse en peligro.

Deseaba salir corriendo. Su instinto le decía que no se quedara allí, que se fuera mientras aún estaba a tiempo. El corazón le latía con fuerza y, cuando estrechó la fuerte mano, sintió que su pulso se aceleraba.

De repente, tomó una decisión. No era capaz de intentar llevarse bien con aquel hombre. Podía ser peligroso. Estaba dispuesta a hablar con Alex para que enviara a otra persona. Se iría de allí cuanto antes.

Estaba segura de que Zachary Efron era culpable. Sentía una fuerte desconfianza hacia él. Y nunca, hasta que miró aquellos ojos azules, había sido consciente de las consecuencias que le podía acarrear el hecho de ganarse la confianza de alguien para luego traicionarlo. Zachary Efron parecía un hombre cruel. Le latía el corazón como si se encontrara ante un antiguo y despiadado enemigo. Se sentía atrapada bajo su mirada, como si ya lo hubiera traicionado y él lo supiera.

Se dijo que no era justo que la suerte le fallara de aquel modo.

Zac: Ya ve que ha habido un incendio.

Vanessa respiró aliviada. Parecía que iba a decir que no le podían proporcionar una habitación. Así sería más fácil. Cogería sus cosas y volvería a Londres, o al menos saldría de Gales, antes de que cayera la noche.

Él la miraba fijamente, con el ceño fruncido, como absorto ante lo que estaba contemplando.

Zac: Pero no podemos permitir que se vaya con esta tormenta -continuó-.

Vanessa pensó que no dejaba de tener gracia, porque todos los problemas que pudiera encontrar fuera no eran nada en comparación con lo que la esperaba si se quedaba allí.

Zac: Si no le importa que haya algunas incomodidades, creo que podremos encontrarle una habitación.

Ness: Bueno, no quisiera...

Antes de que pudiera continuar, él la cogió por la muñeca y causó el mismo efecto que si le hubiera tapado la boca. El hombre sonrió y Vanessa sintió una oleada de miedo irracional al comprobar que estaba decidido a no dejarla marchar.

Zac: Insisto.

«Lo sabe», pensó aterrorizada. «Sabe por qué he venido. Y no tiene intención de dejarme escapar.»

3 comentarios:

caromix27^^ dijo...

=O =O
sta nove sta buenisima!!
me da uans ganas de decir "corre ness corre!!"
pero = x Zac q se quede 222 xD
comenten mucho chicas!!
tkm mi ali!!

AnGy dijo...

^.^
esta que se parte el capi
me encantan tus nove amix enserio las amo
byee xoxo ct y plisss siguela lo mas pronto que puedas jajaj

Natalia dijo...

Oh dios, que novela mas interesante.
me encanta, voy a leer los demas capitulos.
por cierto, me gustaria que me ayudaras a publicar mas mi novela de 3msc porfi.
kisses

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