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martes, 23 de agosto de 2011

Capítulo 10


Más tarde Vanessa descansaba en el sofá, a salvo entre sus brazos. Se estrechó contra su pecho, ligeramente aturdida.

Ness: Nunca lo había hecho.

Zac: Ya me he dado cuenta -dijo no sin cierta sorpresa- ¿Cómo es posible?

Ness: Nunca pensé que alguien pudiera...

Zac esperó la respuesta, pero Vanessa fue incapaz de continuar.

Zac: ¿Que alguien pudiera qué? ¿Desearte? -dijo con incredulidad. Vanessa asintió. Zac se inclinó y la miró-. ¿Cómo puedes creer que alguien pueda no desear a una mujer tan guapa y atractiva como tú? ¿Y cómo es que nadie te lo ha demostrado?

Ella sonrió, sin acabar de creerlo.

Ness: ¿Crees que los otros hombres son como tú?

No estaba segura de haberse explicado bien.

Zac: Si lo que yo piense puede hacerte creer que eres deseable, la respuesta es sí, sin lugar a dudas. Pero no le des muchas vueltas -la rodeó con un brazo-, porque ninguno de ellos te tendrá.

Ness: Drew decía... Bueno, cambió de actitud cuando... -respiró profundamente antes de acabar la frase-. Cuando me vio desnuda.

De repente, la imagen de Drew se convirtió en un recuerdo estúpido. Entonces se dio cuenta de lo tonta que había sido al dejar que un momento desagradable le amargara la vida. Empezó a reír.

Ness: Fíjate, en el instituto era una figura en el deporte. Después consiguió una beca deportiva, se fue a una universidad estadounidense y se licenció en abdominales, o algo parecido.

Vanessa estaba tumbada de espaldas a Zac y la rodeó con los brazos y cubrió sus senos con las manos. De repente, Vanessa empezó a llorar. Por fin se sentía a salvo.

Ness: Gracias. -Al escuchar su voz quebrada por las lágrimas, Zac se inclinó y la besó en la mejilla. Él también tenía los ojos húmedos-. ¿Por qué lloras?

Zac: ¿Estoy llorando, cariño? Supongo que es porque tu explicación no tiene nada que ver con lo que había imaginado.

Ness: ¿Y qué habías imaginado?

Zac: Reaccionaste de una forma tan violenta el otro día en la fortaleza que pensé que alguien, de alguna manera, te había hecho odiar el sexo.

Ness: ¿Creías que me habían violado?

Zac: Algo parecido.

Ness: ¿Y qué pensabas hacer?

Zac: Esperar el tiempo que fuera preciso.

Vanessa supo que era sincero y que siempre podía haberse sentido segura a su lado. Habría estado dispuesto a esperar, sin perder la paciencia.

Zac: Pero me alegro de que no haya sido así -concluyó-.

Por la noche, Vanessa se despertó a su lado. La luna llena iluminaba la cama a través del tragaluz, pero Vanessa sentía que aquella luz provenía de sus propios ojos, como si fueran capaces de ver en la oscuridad. El mundo parecía mágico y distinto y se sentía como si acabara de nacer.

Se levantó de la cama y caminó por la habitación. Hasta entonces, nunca había dormido desnuda, y se deslizó entre la luz y las sombras, sintiendo que la propia luna la había aceptado tal y como era.

La luna aparecía perfectamente enmarcada en el tragaluz e iluminaba todo el salón. Vanessa levantó las manos sobre la cabeza e hizo una pirueta, alzó la cabeza hacia la luna y bailó al compás de una música que oía en su interior.

Escuchó el ulular de un búho y lo comprendió. Entendía a todas las criaturas de la noche, que adoraban como ella a la diosa luna. La noche vivía en su interior. Fue hacia la ventana y contempló la oscuridad, los colores misteriosos y los suaves movimientos de las sombras. Sobre la colina, vio la torre de la fortaleza, que se alzaba inplacable y parecía cobrar vida bajo la luz de la luna. Vanessa permaneció inmóvil durante un momento, casi sin respirar, contemplando aquella visión. Y deseó poder formar parte de la noche, como el búho, el zorro, el rocío que cubría la hierba y el canto de los grillos.

Los poetas hablaban del día de la creación, del despertar de la luz en la oscuridad. Para Vanessa aquella era la primera noche. Estaba segura de que el creador que había originado la luz, también había originado la oscuridad, ya que la noche no podía existir sin la ausencia del día.

Se dirigió hacia la chimenea y miró el sofá. Los recuerdos la asaltaron. Vio el rostro de Zac, su mirada profunda y apasionada y se estremeció. Pasó la mano por el brazo del sofá, con suavidad, y cerró los ojos, reviviendo las sensaciones de unas horas antes.

El búho volvió a ulular.

Ness: Gracias -susurró, en respuesta-. Gracias.

Cuando se volvió se fijó en la estantería, junto a la cual otra mujer, en otra vida, había estado arrodillada aquella tarde. Se acercó, sonriendo. Pensaba en la forma en que el amor había transformado a aquella mujer. La luna iluminaba la estantería y descubrió una sombra en el lugar en el que había colocado apresuradamente uno de los libros, justo cuando Zac llegó para cambiarle la vida.

Al colocar el libro debía haberlo empujado demasiado. Se inclinó y lo sacó. Heridas que sangran con profusión, de Taliesin. Abrió el libro y le quitó la cubierta de papel. Se quedó mirando la parte trasera frunciendo el ceño. La luz de la luna a veces engañaba.

Encendió la lámpara que estaba junto a la estantería para verlo mejor. No era un efecto de la luna. Sobre el nombre del autor, Taliesin, había una fotografía de Zac.

Cuando volvió a la cama, la luna había desaparecido. Se deslizó bajo las sábanas y se acercó a Zac. A pesar de la cálida noche, se había quedado helada, y se estrechó junto a él.

Zac: Mmm -murmuró, adormecido. La rodeó con los brazos-.

Ness: Nada.

Zac: Mmm.

Pensó que era maravilloso poder sentir su cuerpo cálido junto a ella. Se apretó más contra él y sonrió. Zac se revolvió como si de repente recuperara la consciencia.

Zac: ¿No puedes dormir?

Ness: No. ¿Zac?

Zac: ¿Sí?

Ness: ¿Tú eres Taliesin?, ¿el escritor?

Zac: Mmm.

Zac bostezó y se estrechó contra ella.

Ness: ¿Por qué no me lo dijiste?

Volvió a bostezar.

Zac: Supongo que lo iba a hacer en cualquier momento.

Ness: Eres famoso, ¿verdad?

Zac abrió los ojos y le rodeó la cintura.

Zac: No exactamente. ¿Te supone algún problema?

Ness: Claro que no.

Zac: Pensaba decírtelo mañana, si esto ocurría. He tenido una idea.

Ness: Cuéntamela.

Bostezó una vez más.

Zac: No. Ahora vamos a dormir.

Vanessa se abrazó a él, con la nariz a la altura de su cuello. Sintió el agradable aroma de su cuerpo y se recostó en su hombro.

Ness: ¿Qué idea has tenido?

Zac tenía los ojos entrecerrados y una sonrisa se perfiló en sus labios.

Zac: ¿Qué?

Ness: ¿Qué estás pensando? -repitió-.

Zac: ¿Ahora?

Ness: Sí.

Zac: La verdad es que estoy pensando en lo mucho que me gustaría volver a hacer el amor contigo y me preguntaba si tu cuerpo podría soportarlo. ¿Qué me dices?

Levantó la cabeza y le acarició el hombro y el brazo.

Ness: Estoy dolorida -admitió, sorprendida-. Hacer el amor es doloroso, ¿verdad?

Zac: Sólo la primera vez, cariño.

Ness: Ah.

Zac continuaba masajeándola y sus caricias le hacían temblar.

Zac: Siento que estés tan incómoda. -Se apoyó sobre el codo y la miró, mientras le apartaba el pelo de la cara. Vanessa lo miró y él sonrió-. ¿Si te beso el sitio que te duele te encontrarás mejor?

Aquella proposición la sobresaltó. Se mordió un labio.

Antes de que dijera nada, Zac se deslizó bajo la sábana, con las manos en sus muslos. Vanessa sintió la dulce presión de sus manos al separarle las piernas, y después otra presión diferente, como el roce de una pluma, que despertó todos sus sentidos. Gimió, disfrutando del placer que Zac le proporcionaba.


Ness: ¿Por qué escribes bajo un pseudónimo? -preguntó por la mañana-.

Se habían levantando temprano, y habían tomado la senda que llevaba a Pontdewi, con intención de desayunar allí. La noche anterior no habían cenado, y por la mañana, llegaron tarde para el desayuno. Aquello podría levantar sospechas entre los huéspedes del hotel, pero Vanessa era tan feliz que no le preocupaba.

Zac: Así que ¿no puedo ser un personaje anónimo?

Ness: ¿Alguna vez has publicado algo con tu propio nombre?

Zac: Nunca.

Ness: ¿Y no te gustaría?

Zac se dio la vuelta para mirarla.

Zac: Cuando tenía veinte años creía que si era famoso tendría más éxito con las mujeres.

Se reía tanto de sí mismo como de Vanessa, pero ella no pudo unirse a la broma. Aun así, creía que tras aquel tono bromista, había algo que no era tan divertido.

Le resultaba extraño. Ella nunca podría pintar bajo otro nombre. Pensaba que la vida era muy corta y que si podía hacer alguna contribución al mundo del arte, quería que se le reconociera. Pero el sol brillaba entre los árboles y aquel paisaje era demasiado bonito para pensar en algo tan fugaz como la fama y la inmortalidad.

Ness: ¿Por qué escogiste ese nombre?

Zac: Es el nombre de un poeta galés del siglo seis. Tal vez resulte un poco presuntuoso, pero tenía sólo veintidos años cuando lo elegí.

Llegaron al bar y pidieron un desayuno abundante: huevos, panceta ahumada, salchichas, tomate frito, champiñones y tostadas. Vanessa solía tener buen apetito, pero no tanto como para desayunar frituras. Sin embargo, aquella mañana estaba hambrienta.

Ness: Sabes cómo abrir el apetito a una chica. -Devoró su desayuno en un tiempo récord y miró la mesa en busca de algo más-. ¿Te vas a comer eso?

Zac rió.

Zac: Sírvete. -Pidió otra taza de café y se recostó en el respaldo de la silla-. ¿Te importa si te hago una proposición mientras comes?

Vanessa lo miró, sorprendida.

Ness: Adelante. ¿Tiene algo que ver con lo que dijiste anoche?

Zac: ¿Has leído el Mabinogion?

Ness: Aún no.

Vanessa hizo una mueca. Zac le había dejado un ejemplar, pero lo único que había leído era El Sueño de Rhonabwy.

Zac: Me gustaría que lo leyeras, avísame cuando lo termines. Quiero que me digas si te resultaría interesante pintarlo. Algunas escenas de cada cuen­to del Mabinobion. Ya te dije que quería escribir un libro. Creo que podríamos hacerlo jun­tos. Yo me encargaría del texto y tú de las ilus­traciones. ¿Qué te parece?

Vanessa respiró profundamente, emocionada. Aquél era un proyecto fascinante, y el argumento de El Sueño de Rhonabwy merecía la pena. Había algo que la atraía en la sencillez de la historia y en la descripción de los trajes. Podía tratarse de su trabajo más importante, la oportunidad de desarrollar un tema en varios cuadros.

Ness: Me encantaría hacerlo. ¿Puede haber alguien interesado? ¿Tendremos posibilidades de publicarlo?

Zac sonrió, le tomó la mano y la besó.

Zac: Creo que te lo puedo garantizar.

Por la tarde dieron un largo paseo y visitaron unos yacimientos romanos y una iglesia del siglo doce. Después volvieron al hotel. Norah salió de la oficina, donde estaba viendo la televisión.

Norah: Ha tenido una llamada -le dijo a Vanessa-.

Ness: ¿Ashley?

Era la única amiga a la que había dado el número del White Lady.

Norah miró a Zac.

Norah: No. Era un hombre, Alex. Quiere que le devuelva la llamada.

Vanessa se quedó boquiabierta. Aquello la hizo des­pertar de su sueño y volvió a tomar contacto con la realidad. Se había olvidado por completo de Alex y de su trabajo. Durante las últimas veinte horas, fue como si no existiera. Miró a Norah y se sonrojó. Estaba segura de que creía que tenía una relación con otro hombre y que Zac era solo un entretenimiento. Pero lo que no imaginaba era lo que Zac pensaba. Estaba detrás de ella, sin decir nada.

Ness: Gracias. ¿A qué hora llamó?

Intentó que su voz sonara indiferente.

Norah: A las nueve de la mañana. Molly fue a buscarla a la habitación, pero no estaba.

Ness: No.

Vanessa pensó que lo único que faltaba era poner un anuncio en el periódico que dijera: “Zac y Vanessa Han Pasado La Noche Juntos.

Ness: Gracias. Lo llamaré.

Se preguntó qué querría Alex. Era extraño que llamara.

Norah: Si quiere, puede llamar desde la oficina.

Era evidente que pensaba que Vanessa quería hablar en privado. Pero Norah estaba demasiado interesada como para arriesgarse a llamar desde el hotel. Decidió que bajaría a Pontdewi.

Ness: Gracias. Creo que le llamaré más tarde. No corre prisa.


Alex: ¿Qué demonios pasa, morena? Deberías haber llamado ayer. ¿Qué ocurre?

Ella misma se sorprendió. Había perdido por completo la noción del tiempo.

Ness: Lo siento. Me olvidé. No hay nada nuevo por aquí, Alex. Quiero decir que sigo convencida de que él no lo hizo. De hecho, no creo que nadie provocara el incendio, a menos que fuera el fantasma. Fue un accidente.

Alex: Vaya, estoy deseando decírselo a nuestro cliente -dijo, con ironía-. Mira, me da igual con quién te estés entreteniendo, pero no bajes la guardia, ¿de acuerdo? Los del seguro están decididos a demostrar que el dueño provocó el incendio. Si no consigues encontrar pruebas, me va a resultar muy difícil justificar todo el tiempo que llevas allí. Así que por las noches haz lo que quieras, pero durante el día, quiero que hagas algo que merezca la pena.

Vanessa estaba asombrada. Parecía como si todo el mundo lo supiera.

Ness: No seas estúpido, Alex -se defendió. Pensó que el tono de su voz la traicionaría, descubriendo sus verdaderos sentimientos-. Muy bien, intentaré pensar algo. Tal vez deberíamos centrarnos en los clientes. A fin de cuentas, con excepción de las parapsicólogas, los demás residen aquí de manera permanente y estaban cerca cuando el fuego empezó. Todo el personal es galés. Podrías fingir que creemos que existe una conexión con los nacionalistas.

Alex: No se lo tragarían. ¿Tiene novia?

Ness: ¿Qué? -preguntó, sorprendida-.

Alex: ¿Está liado con alguna clienta?

Ness: No lo sé -contestó dudando-. Creo que no.

Alex: ¿Tal vez en el pueblo? Averígualo. Pon el cerebro en marcha, cariño, y llámame mañana.

Pasó la tarde pintando y no vio a Zac hasta la hora de cenar. No le hizo ningún comentario respecto a la llamada telefónica. A juzgar por la cara de Molly, Zac debió pedirle una botella de un vino muy especial. Después entablaron una conversación sin importancia. Pero el brillo en sus ojos le daba otra impresión. Era como si creciera una llama mientras la observaba, absorbiéndola por completo.

No sabía qué ocurriría, pero de lo que estaba segura era de que Zac pretendía hacer el amor con ella de nuevo y volver a pasar la noche a su lado. Aquella idea la inquietó y estuvo nerviosa durante toda la velada. Sus ojos la trastornaban y temblaba al ver la seguridad con que cogía la copa de vino, y al escuchar aquella voz que despertaba sus instintos.

Zac sonrió con tristeza y sacudió la cabeza. De repente, Vanessa se sobresaltó. Jeremy estaba golpeando su vaso con una cuchara para llamar la atención. Todos los residentes estaban allí y había algunos clientes más. La mayoría de ellos había acabado con el plato principal. Todos guardaron silencio.

***: ¿Vas a leernos otro poema, Jeremy?

Jeremy se levantó. llevaba una hoja de papel. Hizo una reverencia.

Jeremy: “Cinco años antes del eclipse” -anunció, y después empezó-

«Cinco años antes del eclipse
Mi padre
despertando en la cama
vio la sombra de su futuro en el abigarrado
armario de la vida.
Cinco años antes del eclipse
vio la sombra de la tierra
y su fragilidad.
Lo hizo llorar
por la luna llena que nunca volvería a ver
por su esplendor.
Cinco años antes del eclipse
mi padre sabía
que la vida ya no lo esperaría».

Todo el mundo aplaudió y lo felicitó. Vanessa no había entendido el poema, pero también se sumó a los aplausos.

Ness: No entiendo mucho de poesía -le dijo a Zac. Él se inclinó sobre la mesa-.

Zac: En este caso no necesitas entender nada -su­surró-. Tengo la impresión de que el autor tampoco lo entiende.

Ella rió con ganas.

Ness: ¿Tan malo es?

Zac: Un poco pomposo.

Ness: Ni siquiera sé lo que significa.

Zac sonrió.

Zac: Imagínate un plato de fabada fría.

Vanessa rió con tanta fuerza que algunas personas se volvieron para mirarla.

Ness: ¿Y consigue publicarlo?

Zac: Eso dice. Imagino que lo hará en alguna presumida revista literaria.

Molly llegó con el postre y el café.

Ness: No debería tomar café -dijo una vez que Molly se fue-. Después no podré dormir.

Zac: Si el café no lo consigue, yo me encargaré -le prometió-.

Vanessa era incapaz de explicar el efecto que su voz le causaba. Sentía un nudo en el estómago, se quedaba sin habla y una corriente le recorría el cuerpo. Lo miró, estuvo a punto de hablar un par de veces pero no pudo hacerlo. Zac la miraba a los ojos todo el tiempo.

Ness: ¿De verdad? -dijo por fin-.

Zac sonrió.

Vanessa tomó un sorbo de café.

Ness: Éste sitio es un poco raro, ¿verdad?

Zac: ¿Tú crees?

Ness: Bueno, no es normal que en un restaurante uno de los clientes se levante y recite un poema -se encogió de hombros y sonrió-. ¿Lo hace a menudo?

Zac: Cada dos por tres.

Ness: Me sigue pareciendo extraño.

Zac: Tal vez sea el amor que sienten los galeses por la poesía -sugirió-. La costumbre de recitar poesía está muy arraigada aquí. Se llama eisteddfod.

Vanessa tenía en la habitación un folleto sobre los diferentes certámenes de poesía y música que se celebraban por todo Gales.

Ness: Pero suele hacerse en galés, ¿no?

Zac: Bueno, de vez en cuando usamos el inglés -sonrió-. ¿Te gustaría ir a un certamen de eis­teddfod auténtico?

Ness: ¿Va a haber alguno pronto?

Zac asintió.

Zac: Dentro de dos semanas. Te llevaré.

Aquello la devolvió a la realidad. No podría que­darse una vez que hubiera acabado el trabajo.

Ness: Bueno, no sé si aún estaré aquí -dijo con torpeza-.

Zac la miró, dispuesto a decir algo, pero se contuvo.

Se encogió de hombros.

Zac: Bueno, te llevaré si estás.

Lo dijo como si no le importara demasiado, pero Vanessa presentía que aquello no era lo que sentía.

2 comentarios:

caromix27^^ dijo...

Aww q monos!!
Aunq me dio pena Zac ):
le hace ilu que nessa se quede... ojala y pueda!!
deja ese trabajo y quedate pintando a ese chulazo! ... bueno es una idea xD
Tkm mi ali!! comenten mucho chicas! <3

LaLii AleXaNDra dijo...

Awwwwwwwwwww que lindos...
amor .. amor... amor..
no se debe ir nessa.... ojala se quede con Zac..
siguela..
esta muy buena la nove
;)

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