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domingo, 21 de agosto de 2011

Capítulo 9


Zac: Hola -dijo sonriendo-. ¿Has disfrutado de la ducha?

Ness: Sí. Me he olvidado el peine -fue la primera excusa que se le ocurrió-.

Tenía la toalla en la mano, y el cabello revuelto le caía sobre la espalda. Zac se interponía en el camino hacia la puerta. Vanessa sonrió nerviosa mientras caminaba hacia él.

Zac la rodeó con un brazo y le hizo dar media vuelta.

Zac: Vamos, puedes usar el mío, quédate un rato a hacerme compañía. -Le quitó la toalla de las manos y la arrojó sobre un taburete de madera cercano a la chimenea-. ¿Estás tomando algo?

Ness: Un jerez.

Vanessa sentía la sangre hervir y estaba a punto de desfallecer. Un escalofrío le recorría la piel. Parecía como si no le llegara el oxígeno suficiente para que la mente funcionara.

Zac empezó a desabrocharse la camisa.

Zac: ¿Me pones un whisky? Voy a buscar el peine.

Entró en el cuarto de baño. Vanessa lo miró y vio que cerraba la puerta. Por alguna razón, la imagen de aquella habitación se le había grabado en la mente, y estaba segura de poder pintarla sin verla. Se dirigió hacia el mueble bar y comprobó que no había hielo. Fue hasta el frigorífico y cogió unos cubitos. Después se detuvo, y su mente empezó a despejarse. No tenía que esperar sólo porque él se lo dijera. Podía irse cuando ella lo decidiera.

Zac salió del cuarto de baño. Llevaba un albornoz largo y negro. Era la clase de regalo que haría una amante agradecida. Vanessa estaba inmóvil, con un vaso lleno cubos de hielo en la mano.

Ness: Zac -dijo dudando-.

Zac: Sí.

Lo dijo como si estuviera contestando a una pregunta, en lugar de formularla. Y por la forma en que la miraba, Vanessa pensó que cualquier mujer podría pensar que él era la respuesta a cualquier pregunta.

Ness: ¿Quieres hielo en el whisky? -preguntó débilmente-.

Zac: Sí, gracias.

Volvió a desaparecer en el cuarto de baño, al cabo de un momento, se oyó el ruido de la ducha. Vanessa echó unos cubos de hielo en un vaso y sirvió el whisky. Entonces la asaltó la visión de Zac en la ducha: el pelo negro, la piel pálida en contraste con la piedra oscura de las paredes, el agua cayéndole sobre la cara y los ojos cerrados al recibirla, la curva del cuello y su cuerpo firme y musculoso. Pensó en sus manos deslizándose por el cuello, el pecho, las axilas y los muslos; el jabón cubriéndole el pecho, las caderas y el abdomen.

El gato maulló y se apoyó en sus pies para lamer el suelo. Entonces Vanessa se dio cuenta de que había vertido media botella de whisky. El vaso se había desbordado, el mueble bar estaba empapado y el gato había decido probar el líquido que había caído en el suelo. Vanessa dejó la botella medio vacía y buscó un trapo.

Había una toalla sobre la cubitera y la cogió para limpiar la mesa. Después la metió en la cubitera y la llevó a la cocina. Lo dejó todo en el fregadero y cogió una esponja y un cubo.

Cuando volvió a la habitación, el gato se había acabado la mayoría del líquido vertido en el suelo y se estaba lamiendo una pata. Vanessa se preguntó cómo iba a explicar a Zac que el gato estaba empapado de whisky.

Ness: Hueles como una bodega -lo acusó-.

El gato parpadeó confundido y se volvió a tumbar boca arriba, ofreciéndole la barriga. Maulló, animado.

Vanessa sacó con cuidado los cubos de hielo del vaso y el whisky bajó de nivel. Después se sentó e intentó volver a echarlo en la botella. Observó que era whisky de malta escocés de quince años. El gato, probablemente, se habría bebido el valor de diez libras. Tomó un sorbo y se sintió confortada.

Había conseguido introducir la mitad del whisky del vaso en la botella, pero la otra mitad empapó la etiqueta y cayó sobre el mueble. La ducha dejó de sonar. Vanessa dejó el vaso y limpió el resto del líquido derramado. Después volvió a echar los cubos de hielo en el vaso.

Cuando Zac salió del cuarto de baño, envuelto en una nube de vapor, con el albornoz y una toalla en la cabeza, Vanessa estaba sentada en un sillón al lado de la chimenea, con otra copa de jerez. El vaso de whisky estaba sobre una mesa de madera, entre su sillón y el brazo del sofá.

Zac se acercó a la mesa y cogió el vaso, lo miró y después se volvió hacia Vanessa, sonriendo.

Zac: ¿Quieres emborracharme?

Aquella risa embriagó sus sentidos tanto como el whisky al gato.

Se mordió los labios, bajó la mirada y sacudió la cabeza.

Ness: ¿Te he puesto demasiado?

Antes de que pudiera contestar, el gato empezó a correr por la habitación, chocó con los tobillos de Zac, se dio la vuelta y empezó a morderle y arañarle el albornoz, como si se tratara de un ratón.

Zac: ¡Ay! -se quejó al sentir las uñas-.

Apartó la pierna y el gato se tumbó en el suelo, con las orejas hacia atrás y un brillo salvaje en los ojos.

Zac: ¿Qué te pasa, Mudpie? -Se inclinó y le acarició la cabeza. Mudpie volvió a salir corriendo, desenfrenado, y se llevó por delante una pequeña alfombra-. ¿Qué demonios pasa?

Ness: ¿Tu gato se llama Mudpie? ¿Pastel de barro?

Zac: Yo no tengo ningún gato. Mudpie es una gata.

Ness: Pues tu gata es una borracha -le informó-.

Zac hizo una mueca.

Zac: Ya veo que lo has descubierto.

Vanessa asintió, con seriedad.

Ness: Sí.

Zac: ¿Cuándo empezó a darle a la botella?

Ness: Hace unos diez minutos. Mientras estabas en la ducha. Parece que tuvo una necesidad inevitable de probar tu mejor whisky.

Zac fue hacia el mueble bar y cogió la botella medio vacía.

Zac: Vaya -exclamó-.

Miró en la dirección en que la gata se había ido.

Ness: ¿Sobrevivirá?

Zac: Supongo que sí. No se lo ha bebido todo. Utilizó el resto para revolcarse.

Ness: Qué sensata.

Zac fue hacia el sofá y se sentó, riendo. De alguna manera, aquella situación divertida sólo había servido para que Vanessa se pusiera más nerviosa.

Se levantó del sillón y caminó hacia el taburete en el que Zac había dejado la toalla. La recogió y se pasó los dedos por el cabello. A su espalda se encendió una leve luz.

Zac: Ven aquí.

Se lo pidió con dulzura, amablemente, no como una orden. Aun así, había algo en su entonación que la obligó a quedarse donde estaba, y sintió un escalofrío que le recorría la espalda. Se volvió, incapaz de resistir el impulso, y lo miró por encima del hombro.

Estaba sonriendo. Sus ojos parecían más cálidos bajo la luz de la lámpara, y los párpados le caían ligeramente.

Zac: Siéntate aquí -señaló el sofá que estaba a su lado. Llevaba un peine plateado-. Deja que te desenrede el pelo.

Vanessa sabía que si se sentaba a su lado estaría perdida. Fue hacia él, se volvió y se sentó con las piernas cruzadas, frente a sus rodillas. Zac le puso las manos sobre los hombros para que se echara hacia atrás, y abrió las piernas para que ella se acomodara. Le pasó las manos por la cabeza y empezó a deslizar el peine por su cabello, hasta bajar por la espalda, Vanessa sintió sus dedos electrizantes. Era como si recibiera una descarga sobre la cara y el cuello, la espalda y los hombros, a través del pecho, el estómago y la piernas. Lo podía sentir hasta en las pestañas. Se cambió de postura, nerviosa, y extendió las piernas.

Llevaba unas mallas marrones de algodón y un jersey del mismo material, color crema, y estaba descalza. Mientras Zac pasaba el peine por el pelo mojado, Vanessa encogió los pies. La luz de la lámpara parecía envolverlos, mientras el sol se ocultaba tras las montañas y las sombras invadían el resto de la habitación.

Tenía los pies de Zac a ambos lados. Eran fuertes y musculosos, y sus tobillos estaban cubiertos de un vello oscuro. Sentada entre sus piernas, se sentía pequeña y a salvo, lo que no le ocurría desde hacía años. Se preguntó si Zac sería tan sensible a su contacto como ella al suyo.

Se dio cuenta demasiado tarde de que Zac podía encontrar la pequeña marca de la oreja. En aquel momento, él se detuvo para beber un sorbo y después se inclinó para alcanzarle su copa de coñac. Ella la cogió, agradecida, feliz de saber qué hacer con las manos. Dejó que sus sentimientos concurrieran, animada por el alcohol.

Cuando Zac acabó, le pasó las manos por los hombros y empezó a masajearle el cuello. Vanessa cerró los ojos y echó la cabeza hacia delante, estremecida. Sabía cómo iba a acabar aquello. Pensó que debía irse, pero no fue capaz de hacerlo. Estaba ansiosa por sentir sus caricias, y no podía perder aquella oportunidad.

Zac le masajeó el cuello, los hombros y la parte superior de los brazos, hasta relajarlos por completo. Después Vanessa se volvió, se arrodilló y le rodeó la cintura con los brazos, para recostarse en su regazo.

Apoyó la cabeza sobre su miembro erguido, y se echó hacia atrás, sobresaltada. Parecía verdaderamente sorprendida, pero Zac la sujetó por los brazos.

Zac: Tranquila -dijo con firmeza-. Vanessa, tranquilízate.

Vanessa estaba temblando como una hoja en medio de un huracán. Sin darse cuenta, habían llegado demasiado lejos. Pensaba que Zac no había reparado en la sensualidad de la situación. Qué equivocada estaba. Y eso que Zac sólo le había tocado los hombros, y ella ni siquiera lo había rozado a él.

Él la estrechó contra su pecho y se inclinó para besarla con dulzura.

Zac: Donde la abeja bebe -susurró y volvió a besarla- bebo yo también.

Y aunque no solía comprender las metáforas, entendió que Zac estaba comparando su boca con una flor.

En aquel momento, todo empezó a despertar sus sentidos: las caricias, la voz, las palabras que Zac le decía, e incluso su propio pelo que le caía sobre el cuello. Zac volvió a besarla y ella gimió.

Zac: No haremos nada que no desees -susurró-. Nada para lo que no estés preparada.

Vanessa pensó que toda su resistencia resultaría inútil.

Sin saber cómo, se encontró tumbada en el sofá, con Zac entre sus piernas, la pierna izquierda tras su espalda y la derecha junto a su regazo. Él le acariciaba, ya sin dulzura, los muslos, el estómago, los hombros y los brazos, y Vanessa se estremecía, pidiendo más. Zac le pasó la mano por los muslos, despacio, esperando una protesta, pero Vanessa ya era incapaz de resistirse. Deslizó los dedos bajo el jersey, sobre el estómago y hacia sus senos, y los recorrió una y otra vez, hasta que Vanessa estuvo colmada de sensaciones.

Vanessa sabía que ya no podía echarse atrás, no podía detenerlo ni con un palabra, una mirada o una caricia. Zac deslizó los brazos tras su espalda, la levantó y empezó a subirle el jersey sobre la cabeza.

Lo arrojó al suelo, y entonces se quedó con­templando los ojos entrecerrados y anhelantes de Vanessa. «Vaya, Vanessa, tendrías que haberme avisa­do». Volvió a escuchar las palabras de Drew. Pero no podía hacer ni decir nada, sólo podía esperar a que Zac la tocara.

El se inclinó y besó la garganta de Vanessa, y poco a poco fue bajando hasta el sencillo sujetador que siempre llevaba. Deslizó las manos bajo las hom­breras y Vanessa respiró profundamente.

Ness: Zac -susurró-.

Él se detuvo y ella observó los músculos tensados de su mandíbula.

Zac: ¿Quieres que vaya más despacio? -preguntó suavemente-. ¿Lo dejamos?

Vanessa cerró los ojos, incapaz de hablar, y después volvió a abrirlos. Se encontró con la mirada pro­funda de Zac, y deseó ahogarse en ella,

Ness: Zac -volvió a susurrar-.

Él le desabrochó el sujetador y se lo quitó.

Vanessa sintió un pequeño escalofrío, mezcla del miedo y el deseo. Observó a Zac mientras miraba sus senos desnudos y sólo descubrió deseo en su mirada.

Desesperanzada, se mordió los labios. Zac se inclinó y besó sus senos, Vanessa sintió el calor de su mano sobre el pecho dañado y su boca des­lizándose por él.

Ness: ¿Qué estás haciendo? -gritó. Le resultaba incomprensible que no le importase tocar su seno defectuoso-. ¿Qué estás haciendo? -repitió-.

Zac levantó la cabeza y la miró.

Zac: ¿Qué ocurre, mi amor? -susurró-. ¿No puedo besarte?

Ness: ¡Ahí no! -gritó como una niña-.

Zac apartó la mano, sorprendido, lo miró y después se volvió hacia ella.

Zac: ¿Por qué?

Ness: Porque es horrible. Está deformado. Soy horri­ble.

La verdad resultaba dolorosa, pero debía enfren­tarse a ella.

Zac se inclinó hacia ella y perdió el control. La besó en los labios con pasión, sin prestar aten­ción a sus palabras. Después la miró, casi enfadado.

Zac: No eres horrible. Eres la mujer más guapa que he conocido. Tus pechos son preciosos y tu cuerpo también lo es. Tu cara es como una flor. Y te deseo.

Ness: ¿Aún? -preguntó, con una voz que no parecía la suya-.

Zac: Siempre. ¿Qué quiere decir ese aún?

Vanessa cedió ante su mirada apasionada.

Ness: Tenía miedo. Pensé que si lo veías... -No pudo continuar. Luchaba por controlar el torbellino de sentimientos que la envolvía-. Me quemé -explicó, al ver que él no decía nada-. Es un injerto.

Zac: ¿Y qué pensabas que haría cuando lo viera?

Vanessa vio un brillo en sus ojos que aún la atemorizaba. Tragó saliva y no le contestó.

Zac la miró y la abrazó. Después se inclinó y Vanessa volvió a sentir el calor de su boca en el pecho. Pero cuando sintió el contacto de su lengua ya no sentía miedo, sino que se dejaba arrastrar por las sensaciones. Se estremeció al descubrir que había recuperado la libertad. Curvó la espalda y gritó, y Zac supo que por fin se entregaba libremente.

De repente, Zac le agarró el brazo con fuerza. Vanessa abrió los ojos y lo miró.

Zac: ¿Eso es todo?

Ness: ¿Todo?

Apenas podía hablar, sumida en el nuevo mundo de sensaciones que estaba experimentando.

Zac: ¿No temes nada más?

Ness: ¿Qué quieres decir?

No sabía de lo que le estaba hablando.

Zac: ¿Ningún hombre te ha hecho daño? ¿No tenías miedo de hacer el amor conmigo?

Vanessa no entendía nada en absoluto.

Ness: Tenía miedo de que cuando lo vieras, no quisieras...

Intentó explicarse, pero fue incapaz. Como si sus palabras le hubieran hecho perder el control, de repente, Zac la rodeó con los brazos y la besó con desmesurada pasión.

Zac: Vanessa -susurró-. Creía que...

Pero entonces volvió a besar su cuello, sus senos y sus brazos y empezó a recorrer de nuevo su cuerpo con los labios.

Vanessa se despojó de las mallas y Zac recorrió con las manos y con la boca sus zonas más íntimas. Ella gritó llevada por la pasión y se sumió en un mundo de sensaciones nuevas y desconocidas.

Perdió la noción del tiempo. Zac estaba desnudo, encima de ella, y tenía un atractivo irresistible que la cautivaba por completo. La alzó para sentarla sobre sí. Vanessa gimió, temerosa de lo que iba a ocurrir y escuchó a Zac pronunciar su nombre como si fuera una palabra secreta y muy preciada.

Ninguna experiencia la guiaba. Él era su único guía, y con toda seguridad, la conduciría a través de un mundo salvaje y desconocido, donde encontraría el placer más insospechado. Zac la levantó, la besó y la acarició hasta hacerle perder el control.

Después la estrechó contra sí, con los brazos alrededor de su cuello y los ojos encendidos por la pasión.

Zac: Bésame -le ordenó-. Bésame, Vanessa.

Ella le acarició el pelo y lo besó con deseo. Recorrió su boca con la lengua y después deslizó los labios por su rostro.

Ness: Zac -susurró-.

Se sentía segura y confiada pronunciando su nombre.

Volvió a besarlo. Zac susurró su nombre. Al escucharlo, Vanessa se vio envuelta en otra oleada de profundas sensaciones, y entonces sintió un placer incontrolable.

3 comentarios:

LaLii AleXaNDra dijo...

O_o waooo
Vanessa se libero..
esta super el capi..
me ultra super..
siguela
:)

caromix27^^ dijo...

Awww q mono zac!
y van a zumbar xD
me encanto el cap!!
comenten mucho chicas!
tkm mi ali!

Natalia dijo...

Al fin ha habido mambooo! jajajaja
que guai esta este capitulo.
siguelo pronto.
y no voy a dejar el bolg, voy a continuarlo, aunque seas mi unica lectora, aunque ahora se ha añadido una mas :D

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