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lunes, 8 de agosto de 2011

Capítulo 4


Maddie: Está otra vez aquí -anunció-.

Jeremy: ¿Quién? -dijo mientras bostezaba. No le gustaba levantarse temprano, pero al haber disminuido el número de huéspedes del hotel, el personal también era más reducido, y en consecuencia, nadie le llevaría el desayuno a la cama a hurtadillas. Molly no se dejaba impresionar por sus lazos familiares-.

Maddie: Esa mujer, el fantasma -explicó a Vanessa, mientras removía su café-. Esta mañana, en mi habitación, me cayó hollín de la chimenea en la cara. Te lo digo yo, es maligna.

Priscilla asintió con énfasis, pero tenía la boca demasiado llena de tostada con mantequilla y mermelada como para hablar.

Jeremy cogió la cafetera.

Jeremy: ¿Y qué estabas haciendo en la chimenea? -preguntó con falsa sorpresa-.

Vanessa se atragantó con una miga y empezó a toser.

Maddie: Me pareció oír a un pájaro que se había quedado atrapado y fui a ver.

Ness: Tal vez el pájaro le echó el hollín -sugirió-.

A Madeleine le desagradaba tanto que alguien pudiera poner en duda la existencia del fantasma que desechaba cualquier explicación racional. Irritada, sacudió la cabeza.

Maddie: ¿Por qué le preocupa tanto el fantasma?, ¿tiene miedo?

Priscilla se tragó el trozo de tostada que estaba masticando.

Priscilla: Mire, querida, yo estoy convencida de que el fantasma provocó el incendio. Y tenemos miedo de que ocurra otro incidente que pueda ser fatal. Gracias a Dios, esta vez no ha muerto nadie.

Vanessa ya había conectado la grabadora hacía rato. De modo que arqueó las cejas y preguntó:

Ness: ¿Cree que fue el fantasma? ¿Es posible?

Priscilla: Por supuesto. Si un fantasma es capaz de pasar a un plano físico, deja de ser un mero fenómeno extraño. Se convierte en algo diferente, mucho más completo de lo que el término implica. Y esos son los fantasmas que corren el riesgo de transformarse.

Le llegó el turno de servirse a Vanessa.

Ness: ¿Es usted médium, Priscilla?

Priscilla: Creí que se había dado cuenta. Querida, soy psíquica. Puedo captar la presencia de los espíritus.

Ness: Como Madame Arcati.

Priscilla: ¿Cómo dice?

Ness: Ya sabe, aquella película estupenda de Margaret Rutherford.

Priscilla: Ya sé quien es Madame Arcati -dijo con frialdad-. Yo no soy médium.

Ness: Tengo una compañera de piso que es una entusiasta del cine. -Se aclaró la garganta, consciente de que había estado a punto de hablar demasiado-. Tiene una enorme colección de videos -continuó-. Yo siento debilidad por las películas de los años treinta y cuarenta. Me encanta Margaret Rutherford, en especial en Blithe Spirit. ¿A usted no?

Priscilla: Jeremy, ¿puedes pasarme la mantequilla?

Vanessa se dio cuenta de que la había ofendido.

Ness: Bueno, es una comedia, claro -dijo débilmente-. Pero no queda en mal lugar. Quiero decir que hizo un buen trabajo, ya que consiguió que la esposa volviera.

Después recordó que no había sido así exactamente. Tal vez había sido la doncella, que tenía poderes sin saberlo.

Priscilla: Ya.

Maddie: Mi hermana se toma muy en serio su trabajo -le aclaró-.

Ness: ¿Es usted profesional? Entonces, ¿Zac la llamó para pedirle consejo?

Priscilla parecía necesitar tiempo para recobrarse y contestó Madeleine en su lugar.

Maddie: No. Vinimos hace unos años a La Dama Blanca, de vacaciones y por pura casualidad, y entonces oímos hablar del fantasma. El año pasado volvimos, Solemos pasar el verano en Gales y esta zona nos gusta especialmente. Entonces mí hermana no dijo nada, pero le preocupaban algunos cambios que había observado en el fantasma. Pero era pronto para prevenir a nadie, sobre todo teniendo en cuenta que aún no sabían que era una profesional. Por supuesto, no solemos hablar de esto.

Ness: Claro.

Vanessa pensó divertida que, desde que la había conocido, no había tenido ningún reparo en hablar del tema.

Maddie: Este año hemos vuelto -continuó-, porque mi hermana está investigando para escribir un libro sobre los fantasmas de Gran Bretaña. Quería incluir éste, y para ello tenía que comprobar si se iba a manifestar los cambios que esperaba. En efecto el fantasma se ha transformado. Vinimos y encontramos el hotel casi en ruinas.

Ness: ¿Nadie las avisó?

Priscilla: Estábamos de viaje -continuó con la historia-. No podían localizarnos de ninguna manera. Cuando llegamos, todavía se sentía el olor del humo -se estremeció-. Fue horrible. Creo que no había estado tan aterrorizada en mi vida. ¡Fue todo tan rápido! Parece increíble que un viejo edificio de piedra pueda arder así. Fue una suerte que no ardiera entero.

Jeremy: Gracias a los esfuerzos de Zac, sobre todo -intervino-. Por supuesto, yo también ayudé. Fue un trabajo realmente duro, hasta que llegaron los bomberos. Yo, personalmente, había perdido las esperanzas de poder contener el fuego.

Ness: ¿Cómo empezó? ¿Cómo puede un fantasma provocar un incendio?

Se llevó la mano a la grabadora para comprobar que seguía en marcha. En una ocasión, había conseguido una conversación incriminatoria y después de dio cuenta de que la grabadora estaba desconectada.

Jeremy: Empezó en el sótano. Bajo el salón. Los peritos de la compañía de seguros estuvieron por aquí intentando descubrir el origen.

Ness: ¿Qué dijeron?

Jeremy: No lo sé con exactitud, pero aún no han pagado. Zac quiere empezar con la reconstrucción cuanto antes, pero mientras no reciba el dinero no podrá.

Ness Entonces, ¿no descubrieron la causa?

Maddie: Al parecer, había un poco de gasolina en la bodega, de la que nadie sabía nada.

Jeremy: Dos latas grandes. Llevaban ahí desde la guerra.

En aquel momento, Mona Daniels entró en la habitación como una bocanada de aire fresco y Vanessa sintió que el ambiente se animaba.

Mona: Buenos días a todos -saludó-. Me temo que me he quedado dormida. -Se sentó junto a Vanessa, y sonrió mientras cogía una taza y un platillo-. Querida, ¿tendría la amabilidad de servirme un poco de café?

Ness: Por supuesto. -Llenó la taza de porcelana y le ofreció leche y azúcar-. Estábamos hablando del incendio. Es sorprendente que esa gasolina llevara allí tanto tiempo.

Mona puso una pequeña cantidad de azúcar en el café y lo agitó vigorosamente.

Mona: Lo sorprendente es cómo llegó hasta allí. Estoy segura de que la gasolina nunca se guardó en el sótano. Al menos no desde la guerra, porque mi padre lo limpió en 1948, cuando compró el edificio -miró a Madeleine y después a Vanessa-. Tal vez no lo sepa, querida. Mi padre compró la casa después de la guerra y la transformó en hotel. Mi marido había muerto en Arnhem, así que me vine aquí con mis padres. Se lo vendí a Zac hace tres años, cuando ya me resultaba muy difícil dirigirlo.

Aquello aclaró algunas cosas que Vanessa no comprendía muy bien.

Ness: ¿Y aún veranea aquí?

Mona: Vivo aquí de forma permanente. Es el único hogar que he tenido en cincuenta años, Zac consintió en dejar que me quedara hasta el día de mi muerte.

Maddie: Tal vez había gasolina y tú no lo sabías -insistió-. Esa parte del sótano es tan pequeña y tan húmeda que supongo que nadie tendría ganas de entrar. A fin de cuentas, los agentes del seguro encontraron las latas, o lo que quedaba de ellas.

Mona: No había latas con gasolina en esa parte del sótano -insistió-.

Madeleine la observó con el ceño fruncido, como si dudase de su cordura.

Maddie: Estaban allí desde el último inventario de 1942.

Es lo que Zac les contó. ¿Cómo demonios se explica eso?

Ness: ¿Usted qué cree que ocurrió, Madeleine?

Maddie: Una de las latas debió empezar a gotear. Creo que el calor o una chispa provocó el incendio.

Priscilla: Y un espíritu es capaz de general calor -añadió-.

Jeremy: Por supuesto. También generan frío. A menudo suelen causar corrientes de aire, y los llamados puntos fríos. Por supuesto, Althorpe tenía un fantasma. Alguna vez lo vi, cuando era pequeño.

Priscilla: Los niños pueden verlos -intervino-.

Vanessa rió para sí, imaginando cómo iba a salvar aquel problema la compañía de seguros. Pero Alex quería un trabajo concienzudo y, si aquello suponía incluir fantasmas, así sería.

Ness: ¿Cree que el fantasma vivió aquí? Quiero decir, mientras vivía.

Priscilla: Sin duda.

Mona: No hay duda de que ésta era su casa -añadió-.

Maddie: Por supuesto.

Ness: Pero, ¿por qué querría quemarla? ¿Adónde iría?

Priscilla pareció ponerse en guardia.

Priscilla: Bueno...

No continuó la frase.

Mona: No hay razón para que se volviera maligna. Y, desde luego, ella no tenía motivos para quemar la casa. Tiene demasiado sentido del humor como para hacer algo tan estúpido.

Priscilla: Los fantasmas inteligentes son los que tienen más probabilidades de cambiar -dijo nerviosa-.

Era evidente que el sentido común de Mona la incomodaba.

Mona: Creo que eso es muy poco probable. De cualquier forma, ¿cómo lo demostrarías?

Bebió un sorbo de su café, con tranquilidad.

Jeremy: Tal vez Priscilla podría elaborar un test de inteligencia para fantasmas -sugirió-.

Un poco más tarde, y ya en su habitación, Vanessa escuchó la conversación que había grabado. Alex decía a menudo que aquellos aparatos eran estupendos para realizar operaciones secretas. Resultaba muy fácil grabar sin que nadie se diera cuenta.

La grabadora de Vanessa era sencilla y siempre llevaba una cinta de un curso de idiomas. Siempre se encargaba de que la gente supiera que estudiaba italiano, lo cual no resultaba sospechoso en una artista que algún día quería ir a pintar a Italia. Y así, si alguien se daba cuenta de que lo que se oía por sus auriculares eran voces, en vez de música, no se sorprendería.

Pero el aparato tenía espacio para una segunda cinta, que no se veía, y era en ella donde Vanessa grababa las conversaciones.

Siempre que trabajaba para Alex llevaba la grabadora, y solía ir con los auriculares, que ocultaban el micrófono, alrededor del cuello o en las orejas. La gente pensaba que Vanessa era una de aquellas personas que siempre iban pegadas a su aparato, y nadie le daba importancia.

Y se estaba volviendo una experta en italiano.

Tomó algunas notas sobre las conversaciones que habían mantenido durante el desayuno, pero no descubrió nada que pudiera interesar al cliente de Alex. Todos conocían la causa del incendio, y Vanessa no podía imaginar que la compañía de seguros fuera a aceptar la idea de que un fantasma había generado el calor suficiente para prender las latas de gasolina.

Lo más interesante era la insistencia de Mona de que en el sótano no había gasolina. Tal vez por aquel motivo la compañía sospechaba de Zac Efron.

Apuntó la fecha y la hora de la grabación y guardó la cinta en un compartimiento secreta de su maleta. Nunca borraba ninguna cinta antes de que el caso estuviera resuelto, puesto que el comentario más insignificante podía resultar ser una prueba.

Después cogió la cinta en la que había grabado la conversación con Zac. No había nada importante en ella, pero quería escucharla. Anotó la fecha y la hora en una pequeña etiqueta y se la pegó. Después la introdujo en el pequeño aparato y la rebobinó.

Ness: ¿Cómo se llama?

Escuchó su propia voz, más intensa que de costumbre por la cercanía del micrófono.

Zac: Balch.

Se preguntó por qué motivo habría grabado aquella conversación, si en ningún momento había hablado del fuego.

Ness: ¿Como la ciudad?

Aquella voz profunda la estremecía. Decidió apagar la grabadora, puesto que no le apetecía escuchar aquella voz más de lo necesario.


Ness: Parece que han salido todos de una película.

Estaba llamando desde el teléfono de pueblo, ya que en su habitación no tenía, y llamar desde el vestíbulo del hotel no le parecía recomendable.

Alex: ¿De verdad? ¿De cual?

Vanessa rió.

Ness: Eso es lo que estoy intentando imaginar. El título podría ser algo así como El mundo está loco, loco, loco, pero ya existe una película con ese título, y no tiene mucho que ver.

Alex: ¿Qué tienen de raro?

Ness: Son un atajo de excéntricos. Siempre había oído hablar de la excentricidad de los ingleses, pero no imaginé que pudieran colocarlos a todos juntos en el mismo sitio.

Alex: Depende del sitio. Es probable que en el manicomio de Bedlam tengan más de los que les corresponden.

Alex tenía la capacidad de hacerla sentirse mejor. Poseía un agudo sentido del humor, y siempre sabía hacer los comentarios adecuados para tranquilizarla. Vanessa no tenía mucha facilidad de palabra, así que era una cualidad que admiraba en los demás.

Ness: Y hay un fantasma -añadió-. Se llama Jess y creo que tiene ya unos cuantos siglos.

Alex: Bueno, no creo que sea una sospechosa.

Ness: En eso te equivocas.

Le contó la teoría de Priscilla acerca del incendio.

Alex: Está muy bien. Pero no es lo suficientemente sólida. Dudo que podamos demostrar legalmente que un fantasma ha tomado parte en el incendio, aunque sea cierto.

Ness: ¿Saben que Mona era la antigua propietaria? -Dijo de repente-. Está convencida de que en el sótano no había gasolina. ¿Por eso sospechan los del seguro?

Alex: No. No lo han dicho claramente, pero creo que recibieron un soplo.

Era evidente que Zac Efron tenía un enemigo, alguien que quería hacerle daño del modo que fuera.


Por la tarde cogió el caballete y los útiles de pintura y se fue a pintar frente a la fortaleza en ruinas. Se sentó y contempló el White Lady y el valle que se extendía a lo lejos. En el lado opuesto se levantaba la figura de Cadair Idris sobre el cielo. Lo que decían de las montañas galesas era cierto.

No eran muy altas, pero estaban perfectamente proporcionadas.

Pensó que la mujer misteriosa debía haber contemplado aquella misma vista, mientras caminaba junto a las almenas o miraba por la diminuta ventana. Probablemente, el paisaje no había cambiado mucho desde entonces. Se preguntó si también habría ovejas en las laderas de las colinas. Los campos no debían haber estado tan despejados y no habría coníferas, aunque el bosque sería mucho más extenso y abundarían los robles, los fresnos, las hayas, los olmos y los alerces. Casi podía verlos cubriendo el valle.

Imaginó a la mujer entre las almenas, frente a aquel extenso panorama. Las mujeres de aquella época debían esperar semanas, tal vez meses, antes de tener noticias de sus maridos. Aquel hombre podía haber ido a las cruzadas, en cuyo caso pasarían años. Años de espera, ansiando su regreso.

Mientras pintaba recordó que ella misma había esperado durante varias semanas, repitiéndose como una oración: «Dijo que volvería. Lo prometió». Al principio, todo el mundo había sido muy amable con ella. Intentaban convencerla de que no volverían, no porque no quisieran, sino porque era imposible. Ella no quería reconocerlo. Al final, la gente que la rodeaba se asustó, y aquel temor se convirtió en crueldad. Le gritaban que habían muerto, que sus padres habían muerto, y que nunca más volverían a casa.

La mujer de la fortaleza debía presentir la verdad. Pero tal vez no quiso desconfiar de la palabra de quien había prometido que volvería, puesto que el hecho de no regresar significaría que había muerto. Él volvería si tenía oportunidad, y por lo tanto, debía mantener la esperanza y esperar, porque no creer que fuera a cumplir su promesa sería igual que traicionarlo.

Y lo único que podía hacer era esperar. Si él no volvía, la vida no tenía sentido. Vanessa observó el lienzo y se concentró en la silueta de la mujer, que estaba de espaldas, con las manos apoyadas en el alféizar de piedra. Debió haber suplicado a Dios que salvara a su marido.

Escuchó ruido de pasos sobre las piedras y se volvió. Allí estaba, delante de ella, con sus ojos claros y el rostro impenetrable, escudriñándola con la mirada. Y por un momento, creyó que tanto ella como la mujer habían deseado a un tiempo el regreso de su amado.

Zac: ¿Qué quieres?

Su voz sonaba ronca.

Vanessa lo miró, atónita y temblorosa.

Ness: ¡Zac! -susurró-.

Zac: ¿Qué ocurre? Me has llamado, ¿no?

Vanessa estaba confusa. Parecía que el cerebro no le respondía. Miró un momento en dirección al hotel, en la ladera de la colina.

Ness: No. ¿Cómo te iba a llamar?

Se observaron durante unos segundos. A Vanessa le temblaban las manos y dejó caer el pincel. Zac se acercó, y Vanessa tuvo la sensación de que sus destinos estaban unidos a través del tiempo y del espacio. La paleta resbaló al suelo. Zac la recogió, y entonces Vanessa se echó en sus brazos.

Se abrazaron con fuerza y por primera vez se sintió a salvo. Cuando se besaron, un escalofrío recorrió su cuerpo, haciéndola estremecer de la cabeza a los pies.

Sentía la necesidad de escapar de allí, pero al mismo tiempo deseaba entregarse a él. Le ofreció la boca y recorrió su cuerpo con las manos, temblando al sentirlo tan cerca de ella.

Zac le echó la cabeza hacia atrás y la besó en la garganta, y después siguió la línea del cuello hasta el hombro. Vanessa gimió y escuchó su voz, que murmuraba palabras sin sentido en su oído. Volvió a besarla en la boca y la rodeó con los brazos. Entonces la miró y deslizó una mano sobre su rodilla. Un minuto después, todo pareció nublarse. La llevó hasta la hierba, y ambos se tendieron sobre el verde lecho.

1 comentarios:

Natalia dijo...

ui, que extraño final de este capitulo.
como ha llamado a Zac?
kiss

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