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jueves, 4 de agosto de 2011

Capítulo 2


Zac: Yo le mostraré la habitación de Llewelyn -dijo a la recepcionista, inclinándose para coger el caballete y dos de las maletas-. Después envía a Molly, ¿de acuerdo?

Si no hubiera tenido equipaje, le habría resultado más fácil irse. Pero cuando vio, desolada, que Zac Efron cogía la llave y abandonaba el vestíbulo, pensó que ella misma se había metido en aquel lío. Había bajado todo el equipaje antes de tocar el timbre de recepción, siguiendo una maniobra psicológica que Alex le había enseñado. Pero su truco se había vuelto contra ella.

Intentó negarse, pero entonces sintió algo extraño. Una inmovilidad, una especie de aturdimiento que le impedía irse de aquel lugar, como si una parte oculta de su mente estuviera determinada a enfrentarse al peligro. Aunque no comprendía el motivo. Parecía tener los labios sellados y sentía el cuerpo más pesado, impidiéndole cualquier intento de resistir.

Norah: La habitación de Llewelyn -dijo con aprobación la empleada-. No la de Llewelyn ap Gruffydd, por supuesto. Ésa es demasiado antigua.

Vanessa apartó la mirada de Zac Efron, que ya desaparecía.

Ness: ¿De verdad? -preguntó, aunque no había escuchado nada-. ¿Puedo usar el teléfono?

Quería hablar con Alex, convencida de que si le explicaba lo que ocurría le ordenaría que volviera

Norah: Está ahí encima -le indicó-.

El antiguo teléfono de color negro, sin disco para marcar, estaba sobre una mesita entre dos sofás, cerca de la puerta. Vanessa se desanimó al verlo.

Norah: Tengo que marcar yo el número desde la oficina. Es un sistema un poco anticuado -Le sonrió. Pareció notar la vacilación de Vanessa-. Pero será mejor que siga a Zac y vea su habitación -continuó-. La cena estará enseguida. Le diré a Jane que hay una persona más.

Vanessa cogió el bolso y la caja de pinturas y siguió a Zac Efron hasta la habitación.

El ascensor parecía propio de una película inglesa de los años treinta, y no pudo evitar sentirse cautivada por su encantador aspecto. Le encantaban las películas de aquella época. Ashley tenía una enorme colección de películas de video, y Vanessa veía siempre las que estaban en blanco y negro. Zac Efron dejó las maletas en el suelo para abrirle la puerta, y cuando ambos entraron y la puerta volvió a cerrarse, Vanessa se dio cuenta de lo pequeño que resultaba. Lo habían construido en el hueco de la escalera y tenía el tamaño aproximado de dos ataúdes.

Zac: ¿Es usted pintora?

Tenía la voz suave y profunda típica de los galeses, pero sin el mismo acento musical.

Vanessa asintió, agradeciendo poder decir la verdad. Le daba la impresión de que aquel hombre era capaz de descubrir en pocos minutos si alguien le mentía. Ya había pulsado el botón, pero parecía que el ascensor tardaba algún tiempo en ponerse en marcha.

Ness: Así es -dijo con cierta torpeza-.

Se sentía intimidada al estar tan cerca de él, y le costó hablar.

Con un repentino estruendo, el ascensor empezó a subir.

Zac: Aquí encontrará muchas cosas que pintar. Pero supongo que ya lo sabrá, o de lo contrario no habría venido. ¿Había estado antes en el White Lady?

Sólo quería entablar conversación pero ella sentía que el corazón le iba a estallar. Podía notar el sudor en la frente y bajo los brazos. Se encontraba incluso mareada. Pero se dijo que aquélla era una reacción ridícula, ya que era imposible que él supiera por qué estaba allí.

Se echó hacia atrás un mechón de pelo.

Ness: No -respondió-.

El sonrió y se giró cuando el ascensor chirrió, antes de detenerse.

Zac: Resulta más conveniente no coger el ascensor, a menos que se lleve equipaje.

Le abrió la puerta y volvió a coger el equipaje, después la guió a lo largo de un vestíbulo revestido en madera, hasta la habitación que se encontraba al final.

Al entrar, Vanessa creyó encontrarse en otro siglo. Las paredes eran de piedra, y estaban cubiertas por tapices bordados. El suelo era de madera oscura y había un par de alfombras pequeñas; unos preciosos retratos al óleo del siglo diecisiete adornaban las paredes; había un antiguo baúl con cajones, un espejo de cuerpo entero con el pie de madera de roble, y un pequeño baúl del mismo material, a los pies de la cama. La cama estaba instalada contra la única pared revestida de madera, y la colcha, en tonos verdes, hacía juego con las cortinas y la tela del dosel. En las paredes exteriores, de al menos dos metros de grosor, había dos ventanas curvadas, con cristales soldados, y una pequeña chimenea que parecía mantenerse intacta desde hacía cientos de años. Vanessa se quedó boquiabierta al contemplar la habitación.

Ness: ¡Es preciosa! -dijo, casi sin aliento-.

Le encantaban las cosas antiguas, y aquella habitación desprendía la paz que, aun sin ser consciente, necesitaba.

Zac: Sí -asintió-. Esta habitación la hemos restaurado. El resto aún no está del todo modernizado. No me gusta trabajar con varias habitaciones a la vez.

Dejó las maletas en el suelo y cruzó la habitación para descorrer las cortinas. Frente a ellos apareció el valle, cubierto de nubes que oscurecían el cielo. Más allá se veía un reflejo de luces azules y rosadas que indicaban que el sol comenzaba a ocultarse.

Abrió una de las ventanas. De inmediato, el viento les llevó el canto de un mirlo y el balido de una oveja, que parecía demasiado cercano para proceder del valle. Durante un momento contempló el paisaje, sin hacer caso de las gotas de lluvia que caían sobre él, Después se dio la vuelta.

Zac: Cadair Idris -anunció-.

Sonrió, invitando a Vanessa a acercarse a la ventana.

Aquello era más de lo que ella podía soportar, de modo que fingió no haberse dado cuenta. Fue hacia la otra ventana y la abrió. Contempló las montañas más allá del valle, apenas visibles con la niebla. Las pocas zonas que se distinguían era de una oscura tonalidad púrpura.

Ness: ¿Dónde?

Enseguida deseó no haberlo hecho, porque él se acercó para indicarle el lugar exacto, pasando el brazo por encima de su hombro.

Zac: Aquella forma alargada, la cima está completamente cubierta.

No la había rozado, aunque se sentía como si lo hubiera hecho, Un hormigueo le recorrió la piel.

Ness: No parece muy alta -dijo sin pensarlo-.

Era cierto. Pensó que las montañas galesas no eran muy altas, al menos en comparación con las de su país. Pero se decía que tenían proporciones tan perfectas que era imposible denominarlas de otro modo que no fuera «montañas».

Él la miró.

Zac: No -asintió-. Se podría llegar a la cima en un par de horas. ¿Le gusta caminar?

Ness: No tanto como a los ingleses.

Por el tono de su voz daba la impresión de que había querido hacer un comentario despreciativo. Parecía una canadiense intolerante y hostil que sólo apreciaba las virtudes de su país.

Zac: Las vistas desde la cima son espectaculares. En un día despejado, claro -añadió con una mueca-.

Ness: ¿De verdad?

Odiaba tener que actuar de aquella manera. Estaba deseando que Zac Efron desapareciera. Le habría gustado empujarlo, pero no se atrevía ni a acercarse a él.

Zac: Pero procure no pasar toda la noche con él.

Vanessa lo miró.

Ness: ¿Qué? ¿Con quién?

Zac: Con el gigante de la montaña. Se llama Idris. Cadair ­significa silla en galés. La montaña es la silla de Idris. Es un alma solitaria, pero según la tradición, el que pase una noche allí, por la mañana bajará convertido en loco o en poeta.

Aquella historia parecía encantadora.

Ness: ¿De verdad? ¿Usted lo ha hecho? ¿Ha pasado una noche en la montaña?

Él dudó un momento, y después la miró con un brillo en los ojos, invitándose a unirse a la broma con él.

Zac: Lo hice cuando era un joven intrépido.

Ness: ¿Una especie de reto?

Volvió a dudar antes de responder.

Zac: No exactamente.

Vanessa no pudo evitar seguir preguntando.

Ness: ¿Y se volvió loco?

Zac: Espero que no.

Ness: Entonces, es usted un poeta.

***: Norah dice que tenemos una nueva invitada y necesita sábanas limpias, Zac. ¿Es aquí donde hay que traerlas?

Vanessa se sobresaltó al oír aquella voz. Entonces se dio cuenta de que se estaba dejando fascinar. Miró a Efron, asustada, pero él se había vuelto hacia la joven que esperaba en la puerta, llevando las sábanas y las toallas.

Zac: Sí, es aquí. Le presento a Molly -le dijo a Vanessa-. Ella se encargará de todo lo que necesite en la habitación. Molly, esta señorita es... -hizo una pausa-. Me temo que no le he preguntado su nombre.

Él mismo parecía sorprendido.

Ness: Vanessa -les dijo a ambos-. Vanessa Hudgens.

Zac: Vanessa -repitió. Hizo gesto de estrecharle la mano pero se echó atrás al ver que ella evitaba el contacto-. ¿Le gustaría bajar y tomar algo antes de cenar? Mientras tanto, Molly le preparará la habitación.

Ness: Antes me gustaría asearme un poco.

Zac: Por supuesto. Molly, indícale dónde está el baño. La veré en el salón cuando esté preparada, y le presentaré a los demás.

Se fue, dejando un curioso vacío a su paso, como si se hubiera llevado consigo toda la energía de la habitación.

La chica dejó las sábanas sobre la silla y la acompañó fuera de la habitación, para indicarle el camino.

Molly: Hudgens -dijo, acentuando las dos sílabas. Pronunciado de aquella forma, su apellido tenía un acento musical., que Vanessa no había oído nunca-. Es un apellido galés. ¿Es usted de Gales?

Ness: Mi bisabuelo nació aquí.

Molly: ¿Y tiene algún familiar más?

Se detuvo y abrió una puerta, pero esperó a que Vanessa la contestara.

Ness: No lo sé. Quisiera creer que sí.

Molly: ¿Era de esta zona?

Ness: No lo sé -dijo de nuevo-.

Molly: Este es el cuarto de baño.

Era un elegante y antiguo cuarto de baño de estilo victoriano, con una bañera blanca y un lavabo empotrado en una encimera de caoba. Aquella habitación también parecía propia de otro siglo.

Ness: Dios mío -dijo sorprendida-.

Sobre la palangana había un enorme y antiguo espejo con marco de caoba. Al reflejarse en él, su suave piel y su cabello negro parecían difuminarse levemente, y daba la impresión de que pertenecían a otro mundo.

Molly: El servicio está en la puerta de al lado -dijo dejando toallas limpias-. Ahora la dejaré sola, ¿de acuerdo?

Todo aquel esplendor la fascinaba.

Ness: ¿Los otros huéspedes suelen cambiarse para cenar? -preguntó a Molly-.

Observó los vaqueros y la arrugada camisa que llevaba puestos desde las nueve de la mañana.

Molly: Mona siempre lo hace, desde luego. Los demás se cambian cuando les apetece -contestó-. Pero esta noche será mejor que no se cambie, porque como hay poca gente, todos comen a la misma hora, y Jane, la cocinera, se enfada cuando alguien llega tarde. En quince minutos estarán todos abajo.

No le quedaba tiempo para darse un baño y quitarse toda la suciedad del viaje.

Ness: Muy bien.

Cerró la puerta una vez que Molly se fue.

Se lavó la cara y las manos y volvió a la habitación. Buscó en la maleta y se cambió la arrugada camisa por un jersey de algodón que le llegaba casi hasta las rodillas. Se quitó las zapatillas de deporte y se puso unos mocasines, se peinó y se retocó la línea de los ojos. Fue tan rápida que Molly aún estaba haciendo la cama cuando salió de la habitación. Tan rápida que no volvió a pensar en el hombre que la esperaba en el salón hasta que bajó las escaleras de piedra que rodeaban el ascensor.

De repente se mordió el labio y empezó a caminar más despacio. No era la primera vez que desconfiaba de alguien sin motivo aparente.

Aquel hombre le recordaba a Stephen. Tenía los ojos parecidos, y tenían algunas características en común, aunque tanto en su aspecto en general como en su profesión no tenían nada que ver.

Parecía que un sexto sentido intentaba advertirla de algo, pero no sabía entender el mensaje.

Zac: Aquí está. -Vanessa estaba a unos pasos de la planta principal, y pudo ver, al fondo, su oscura silueta a contraluz-. Ya estamos todos -añadió-.

El recibidor era amplio, pero la ligera luz del exterior, que caía sobre el suelo de piedra gris, apenas lo iluminaba. El techo, en aquella parte de la casa, estaba a la altura del tercer piso, y desde su posición podía dominar toda la escalera. Zac Efron estaba ahora frente a ella, y cuando lo miró, también parecía una sombra del pasado. «Ya nos conocemos», pensó, Vanessa de repente. «Antes también éramos enemigos. Lo hemos sido desde el principio.»

En el fondo de la habitación había una gran chimenea de piedra, en la que parecía que se podría asar un cordero entero, como probablemente habrían hecho en el pasado. Era bonita dentro de su estilo primitivo. Tenía una repisa de roble sobre la cual se alzaba lo que parecía una montaña de piedra. En ambos lados había unos antiguos y oscuros entablados. Owen Glendower, príncipe de Gales, podía haber estado allí con sus guerreros, vestidos con armaduras, dando buena cuenta de una cena a base de carne, pan y vino tinto servido en jarras de estaño. Probablemente, se habría tomado un breve descanso antes de continuar la batalla contra los ingleses.

Había un grupo de gente en los sofás cercanos a la chimenea. Todos la miraron al entrar, y Efron la acompañó hacia donde se encontraban. El resto de la habitación, con excepción de las ventanas con vidrieras, la decepcionó. Las paredes de piedra estaban enyesadas, había una pared interior revestida de papel pintado y una araña de cristal. Todo parecía hecho para disminuir el poder y la fuerza de la decoración original, para amoldarla a los nuevos tiempos y conseguir un aspecto cómodo. Ahora volvía a trasladarse a las películas de los años treinta.

Zac: Les presento a Vanessa Hudgens. Acaba de llegar. Vanessa, Mona Daniels.

Era la persona mas anciana que se encontraba en la habitación. Una mujer de pelo blanco, cubierta de perlas, que vestía una blusa de seda y una falda estrecha de color gris. Estaba sentada en una elegante postura, enseñando hábilmente unas piernas que en otros tiempos debieron ser muy bonitas. Vanessa pensó que aún lo eran. En las piernas, como en la cara, la estructura ósea era muy importante, y Mona Daniels tenía unos tobillos perfectos.

Mona: ¿Cómo está, señorita Hudgens? Estoy encantada de conocerla.

Su cálida voz le recordó a la de Deborah Kerr. Parecía Deborah Kerr, algo entrada en años, interpretando a una condesa.

Ness: Muy bien, gracias. ¿Cómo está usted? -le contestó-.

Estrechó la mano que la mujer le ofrecía con elegancia. Tenía la piel muy suave y delicada, pero el apretón fue firme. Vanessa sintió que la tela de sus vaqueros empezaba a quemarle en las pantorrillas. Se había acercado demasiado a la chimenea, en un intento de mantenerse alejada de Zac Efron, aunque por lo general evitaba acercarse al fuego.

Dos mujeres de unos sesenta años se acercaron al sofá.

Zac: Madeleine y Priscilla Emerson.

No parecía muy seguro de saber quién era quién. Vanessa se inclinó para dar la mano a una de ellas.

Ness: Lo siento, usted es... ¿Madeleine?.

Maddie: Correcto -dijo la mujer-.

Era delgada pero fuerte, y caminaba muy derecha.

Estrechó la mano de Vanessa.

Maddie: Ahora ya no tiene emoción, Priscilla. Ha acertado a la primera. Me pregunto si tendrá el Don. ¿Tiene usted el Don, querida?

Unos ojos agudos y exploradores se fijaron en ella, con un distanciamiento que contrastaba de forma muy curiosa con aquellas extrañas palabras. Vanessa, entrando en el juego, inmediatamente la situó en el papel de directora de escuela sin ningún sentido del humor, que interpretaba una de aquellas actrices cuyo nombre no conseguía recordar nunca.

Priscilla: Yo no me sorprendería tanto -comentó antes de que Vanessa pudiera decir una palabra-.

No era tan alta como su hermana y parecía menos agresiva. El frágil cabello se escapaba de las horquillas y formaba una especie de corona alrededor de la cabeza, y su figura era más redonda y corpulenta.

Priscilla: Sentí algo en el momento en que entró en la habitación -continuó, con deliberado dramatismo-.

Vanessa estuvo a punto de echarse a reír. Parecía la propia Margaret Rutherford interpretando a la médium Madame Arcati, en una de sus películas favoritas de todos los tiempos. La observó y se preguntó si se quejaría de que estaba «interrumpiendo sus vibraciones», tal como decía el famoso personaje.

Prscilla: Siempre se sabe cuando otra persona tiene el Don -explicó a todos los demás-. Es como si nuestras mentes pudieran comunicarse entre ellas. ¿Verdad, querida?

Sonrió apremiante a Vanessa, como si la quisiera retar a rechazar el poder del Don.

Pero Vanessa la miro, como pidiéndole disculpas y se encogió de hombros.

Ness: Me temo que no tengo poderes paranormales.

Sonrió. Por nada del mundo les habría hablado de Owen Glendower y sus caballeros.

Priscilla: Yo creo que sí -Madame Arcati se llevó una mano a la sien-. Estoy bastante segura, querida. El hecho de que no lo haya notado no quiere decir que no tenga cierto potencial, aunque no sea consciente de él. Mientras esté aquí, debemos descubrir lo que es capaz de hacer. Yo tengo alguna experiencia en preparar a los, digamos, no iniciados.

Zac Efron sonrió.

Zac: Antes de que entren en contacto telepático, voy a presentarle a otra persona, aunque, si no le importa haré uso del lenguaje hablado -bromeó. Todos rieron con el comentario. Se volvió hacia otra silla, donde un joven de ojos saltones, piel pálida y sonrisa irónica saboreaba un whisky-. Jeremy Wilkes. Nuestro poeta residente. El perro se llama Bill.

A sus pies había un perro labrador de color negro, que alzó los ojos y miró a Zac.

Jeremy: La mayor parte de mi obra está inédita -dijo el poeta al tiempo que Vanessa le extendía la mano. Le sonrió con cierto cansancio atractivo, y con un brillo en los ojos que indicaba que sentía lo que le había ocurrido con las dos mujeres-. Hola. ¿Cómo demonios ha ido a parar a un hotel quemado como éste?

Ella sonrió.

Ness: ¿Usted también ha pasado la noche con el gigante?

Él la miró asombrado.

Jeremy: Perdón, ¿cómo dice?

Vanessa se dio cuenta de que era mayor de lo que parecía. Tenía una expresión joven, pero su piel ya estaba surcada de arrugas. Debía estar cerca de los cuarenta años. Pensó que, cuando fuera un anciano, conservaría el aire juvenil.

Ness: Ya sabe, la montaña -le explicó-.

Zac: Le he contado la leyenda de Cadair Idris.

La imaginación de Vanessa no era suficiente para situar en su papel a ningún actor famoso.

Jeremy sacudió la cabeza cuando entendió de qué estaban hablando.

Jeremy: Ah, claro. Tengo que contarle lo que me pasó allí. Creo que, desgraciadamente, yo me volví loco.

Todo el mundo rió y Vanessa se sentó en una silla junto a Jeremy, mientras Zac Efron iba a buscarle algo de beber. El perro se levantó y lo siguió.

Mona: Zac nos estaba diciendo que es usted pintora, señorita Hudgens -dijo con su encantador acento-. Debe ser muy interesante. Envidio a la gente con talento. Díganos, ¿qué pinta?

Vanessa suspiró aliviada. Si alguien le hubiera preguntado el motivo de su viaje a Gales habría tenido que continuar mintiendo, pero no fue así.

Ness: El tipo de pintura que hago se podría denominar como realismo mágico.

Tomó el vaso de vino que Zac le ofrecía. Después, él se apoyó contra el aparador y el perro se tumbó a sus pies.

Madeleine frunció el ceño,

Maddie: Yo pensé que ése era un término literario. Tallesin, el autor de Heridas que sangran con profusión escribe realismo mágico. Igual que Gabriel García Márquez, aunque sus estilos son muy distintos.

Jeremy: Mil años de soledad -señaló asintiendo-. Estupendo libro.

Vanessa asintió también.

Ness: Sí, creo que los pintores hemos tomado prestado el término literario. O más bien, los críticos de arte.

Maddie: Son cien. -Todo el mundo la miró-. Cien años de soledad -explicó-. No mil.

Jeremy: Sí, pero no era lo que yo quería decir. No estaba citando el título original. Cuando dije mil años me refería a lo que el libro inspira. Ya saben, todas esas historias, y toda esa soledad -agitó una mano mientras hablaba-.

Vanessa no había leído el libro y no sabía muy bien de qué hablaban, pero era evidente que Madeleine sí lo sabía.

Maddie: Yo no veo...

Madeleine se detuvo antes de acabar la frase. Observó a Jeremy con el ceño fruncido, examinándolo, como si hubiera llegado a la conclusión de que no valía la pena corregirlo.

Fue Zac quien habló, dando por terminada la cuestión.

Zac: ¿Y qué significa el realismo mágico en la pintura?

Vanessa no se desenvolvía muy bien con la palabras, y el interés de Efron la ponía nerviosa.

Ness: Bueno, si quisiera pintar la chimenea, con todos ustedes aquí sentados, por ejemplo -empezó a explicar- añadiría las figuras de Owen Glendower y sus caballeros, con armadura, como si... -se detuvo, sonrió y se encogió de hombros-. Bueno, creo que me expreso mejor pintando que hablando.

Mona: Es una idea estupenda. Espero que la lleve a cabo. Me encantaría aparecer en un cuadro junto a Owen Glendower. Fue un valiente guerrero y un estupendo general. Supongo que yo lo retrataría con un aspecto muy galés, muy masculino.

Maddie: Ni esta chimenea, ni owen Glendower. Se equivoca de época.

La agresividad de aquel comentario destrozó bruscamente la visión de Vanessa, devolviéndola al extraño recuerdo del que había surgido. Cerró los ojos intentando dominar la rabia que sentía. La culpa era sólo suya, por hablar antes de dar forma a sus ideas. El motivo era que se ponía nerviosa siempre que abandonaba su patrón de comportamiento.

Maddie: No creo que esta casa se construyera antes de 1550, ¿verdad, Zac? Es probable que Glendower ya hubiera muerto en 1416. Si estuvo en esta zona durante las conquistas, imagino que se resguardaría en la antigua fortaleza.

En lugar de adoptar la entonación habitual para una suposición, hablaba con firmeza, como una maestra que estuviera examinando a un alumno.

Zac: Según el registro, esta casa empezó a construirse en 1547. Aún queda algún rastro que demuestra que hubo otra construcción en este mismo lugar, contemporáneo a la fortaleza, y nunca se ha podido determinar la fecha de la chimenea, pero parece más antigua, por lo que es posible que perteneciera al edificio original. En cualquier caso, esta casa está construida con piedras de la fortaleza, de modo que es probable que Owen Glendower haya estado junto a la chimenea. Las piedras son las mismas, aunque hayan cambiado de forma. El Señor de Cas Carreg fue uno de los primeros seguidores que tuvo en estas tierras.

Mientras hablaba sonreía a Vanessa aunque su ojos parecían serios. Ella se dio cuenta de que intentaba devolverle la imagen que un momento atrás se había quebrado en su imaginación. No sabía cómo lo había entendido, pero empezaba a pensar que aquel hombre podía leer su pensamiento.

Zac: Podemos decir, sin temor a equivocarnos, que Owen Glendower durmió aquí -finalizó-.

En aquel momento, el fuego expulsó una bocanada de humo sobre Madeleine, como confirmando las palabras de Efron, y como si las mismas piedras que hubiera cuestionado hubieran protestado por su autenticidad.

Madeleine tosió y se sacó un pañuelo de la manga para limpiarse la cara.

Maddie: ¡Qué estupidez! -gritó-.

Vanessa se mordió el labio, intentando contener una sonrisa, pero el resto de los huéspedes no se reprimió.

Todos estallaron en carcajadas. Bill, se incorporó y empezó a ladrar. Mona se acercó a la chimenea y dijo:

Mona: Hola, querida.

Jeremy: Parece que Jess te ha puesto en tu sitio, Madeleine -dijo divertido-.

Ella volvió a toser y se quitó el hollín de la cara.

Priscilla: Parece que está en contra nuestra, ¿no crees? -murmuró-.

Vanessa miró la chimenea.

Ness: ¿Quién?

En aquel momento se abrió la puerta y apareció Molly, con aspecto disgustado.

Molly: Jane dice que lleva veinte minutos con la cena preparada y que se va a enfriar. Y si no acuden inmediatamente, se irá -dijo con firmeza-.

Zac: Muy bien. Ya vamos -dijo dejando su vaso-.

Todos se dirigieron hacia la habitación contigua.

El perro labrador parecía guiar al grupo. Mona se puso al lado de Vanessa y la cogió por el brazo.

Mona: No pasa nada, querida. Se trataba de nuestro fantasma en acción. Pero no tiene por qué preocuparse. Estoy seguro de que usted le ha caído bien.

Vanessa pensó que, a fin de cuentas, estaba tomando parte en una película. Y estaba deseando conocer el resto del guión.

4 comentarios:

TriiTrii dijo...

wowww!!
esta supeerr el capiii!!
siguelaaa yaa!! :) :)
se esta ponieno buenaa amiixx
bye!!

Anónimo dijo...

caromix 27:
Me gusta la vision de ness
y me gusto q el fantasma apareciera xD
es muy buena y mnuy intersante!!
comenten mucho chicas!!
tkm mi ali!! <3

Natasha dijo...

me encanto pero la ultima parte no la entendi... :S

no importa.. siguela!

Natalia dijo...

que fantasma?
madre mia que interesante.
voy a por el siguiente. jaajja
besoso

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