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martes, 28 de abril de 2015

Capítulo 5


Pasó las siguientes veinticuatro horas en apacible silencio, pescando, leyendo y pensando en las musarañas, tal como quería...

¿Por qué, entonces, estaba tan irritable? No se debía a la noticia que Vanessa le había dado hacía dos noches. Eso iba a tardar un tiempo en encajarlo; todavía no sabía ni qué sentía al respecto... si es que sentía algo en absoluto.

Además, tampoco terminaba de creérselo, de modo que había decidido no pensar mucho en el tema.

Pero Vanessa Hudgens era tema aparte. También había decidido olvidarse de ella; sin embargo, en este caso, no lo había conseguido.

Maldita mujer. Miró por la ventana de la cocina, con la esperanza de descubrirla espiándolo, pero no estaba allí...

¿Dónde estaría? ¿Y por qué no podía quitársela de la cabeza?

Porque no confiaba en ella, trató de convencerse. Esperaba verla aparecer en cualquier momento, con esos ojos sonrientes y esa boquita que lo había dejado en vela toda la noche.

Por suerte para ella, le había hecho caso el día anterior, cuando le había advertido que se fuera de la caseta. De haberla encontrado al volver del lago, la habría arrastrado a la cama y... se mesó el cabello, malhumorado.

¿Qué demonios le ocurría? Podía entender que quisiera acostarse con esa mujer, pero lo que no comprendía era que invadiera sus pensamientos continuamente. Ni siquiera era su tipo, se dijo enojado. Era cierto que era guapa y que tenía buen cuerpo, pero Washington estaba lleno de mujeres como ella, pensó mientras salía de la caseta y montaba en el camión que Will le había prestado.

Había quedado con éste y con Mike para que les ajustaran los trajes de esmoquin que se iban a poner en la boda... Will se las pagaría: ir de esmoquin no solo le resultaba incómodo, encima le parecía de lo más ridículo.

Escogió el camino que pasaba por delante de la caseta de Vanessa, porque era el que llevaba directo a la carretera principal, se dijo. No encontró el jeep de ella, de modo que igual se había vuelto a Filadelfia.

Se incorporo a la carretera de la montaña, puso una emisora de rock duro y subió el volumen de la radio. Quizá la música lograra hacerlo olvidar a aquella mujer.

A pesar de las ganas que tenía de pisar el acelerador, condujo despacio, por miedo a atropellar a alguno de los ciervos que con frecuencia cruzaban por allí.

Al girar por una de las curvas más elevadas de la montaña, piso los frenos a fondo...

Vanessa. Estaba arrodillada junto a una de las ruedas traseras del jeep, el cual ocupaba la cuneta y parte de la calzada. Al oír el camión de Zac, alzó la vista y se levantó.

Llevaba una camiseta rosa, manchada de grasa a la altura de los pechos. Parecía débil e indefensa, una faceta de ella que desconocía. Vanessa esbozó una sonrisa, vacilante pero amistosa. Tenia las mejillas encendidas y el pelo le caía ondulado sobre los hombros.

Estaba irresistible, pensó Zac a su pesar.

Ness: Buenos días -lo saludó-.

Zac: ¿Qué pasa?

Ness: Iba un poco rápido y me fallaron los frenos cuando quise reducir para tornar la curva -explicó-. Por suerte no ha pasado nada, pero los frenos de atrás siguen bloqueados -añadió mientras se agachaba a la altura de una de las ruedas-.

Zac miro la caída de la que se había librado Vanessa. Solo de pensar en lo que podría haberle sucedido le entró un escalofrío. Se puso de rodillas, junto a ella y aspiró la fragancia de su piel.

Zac: Voy a sacarlo de la carretera. Entra en el jeep y dirige el volante.

Vanessa ocupó el asiento del conductor y él empezó a empujar, justo cuando ya había desbloqueado el paso, un Ford Fiesta negro se abalanzó sobre ellos... frenó en el último instante.

 **: ¡Casi os atropellamos! -exclamó el conductor tras bajar del coche, todavía sin reponerse del susto-.¿Estáis bien?

Zac: Sí -murmuró mientras el acompañante del conductor, un rubio de veinticinco años, salía del Ford-.

**: ¿Está averiado? -preguntó el primero de los dos hombres-.

Ness: No funcionan los frenos.

**: Bill Tucker -se presentó el hombre-. Mi hijo Derek y yo estamos alquilando una de las casetas del lago... Creo que te vimos en la oficina de alquileres -añadió, dirigiéndose sonriente a Vanessa-.

Esta le devolvió la sonrisa, mientras Zac se fijaba en Derek, el cual estaba mirando a Vanessa con enorme descaro.

Bill: ¿Te acercamos a algún lado? -prosiguió-. Íbamos al centro a por provisiones.

Zac: Gracias -intervino- no será necesario.

Notó que Vanessa lo estaba mirando, pero aunque solo fuera por una vez, la mujer supo que debía permanecer callada. Luego, después incluso de que los dos hombres se marcharan, enarcó una ceja como pidiéndole explicaciones.

Zac: ¿Qué pasa?

Ness: Era la oportunidad perfecta para librarte de mí y no la has aprovechado -repuso esbozando una sonrisa capaz de excitar a un muerto-.

Zac: No hagas que me arrepienta -dijo mientras se dirigía al camión-.


**: Tendrán que mandarlas de Dallas, pero si ordeno las piezas ahora:.. -le dijo uno de los mecánicos de Gibson Automotive-, es posible que lo tenga listo para mañana por la tarde. Para pasado mañana a más tardar.

«¿Para mañana por la tarde?» Repitió Vanessa para sus adentros. «¿Para pasado mañana?» Zac la había dejado en el taller y se había marchado a su cita con Mike y Will. La grúa había tardado una hora en remolcar el jeep desde la montaña y la agencia que se lo había alquilado estaba dispuesta a pagar la reparación, pero no podía ofrecerle otro vehículo hasta dos días más tarde.

«Me parece que no te vas a poder librar de mi, Efron» pensó Vanessa, sin saber si reír o ponerse a gritar.

Ness: ¿Hay alguna oficina de correos cerca? -preguntó resignada tras aceptar la factura que Walt acababa de firmar-. ¿Y algún sitio donde pueda comer?

Walt: La oficina de correos está al final de esta manzana, y a la vuelta de la esquina tienes Papa Pete, con las mejores hamburguesas de Mississippi -aseguró-. Dile a Helen que vas de mi parte y te regalará un helado de chocolate.

La oficina de correos estaba cerrada. El funcionario había salido a comer y había dejado una notita en la que avisaba de la hora a la que regresaría. Vanessa pensó en el follón que se armaría si cerraran correos en Filadelfia para comer y descubrió que empezaba a gustarle aquel ritmo de vida pausado de Wolf River. No para vivir, en absoluto, pero resultaba agradable para variar.

Antes incluso de abrir la puerta de Papa Pete ya podía oler el delicioso aroma de las hamburguesas. El restaurante estaba decorada con muebles de los años cincuenta, atestado de clientes habituales. Al entrar, Vanessa comprendió cómo debía de sentirse un gusano bajo la lente de un microscopio.

**: Helen -se presentó una mujer grandona mientras los comensales miraban a la desconocida-. ¿Esperas a alguien, cariño? -añadió sonriente mientras llevaba a Vanessa a una mesa-.

Ness: No, estoy sola.

El salón, ruidoso hasta hacía unos segundos, se había quedado en silencio de repente.

Helen: ¿No eres la chica que tiene alquilada una caseta en el lago? -le preguntó mientras le ofrecía el menú-. Estuviste en la ciudad hace unos días, en el mercado. Tracy me dijo que compraste melocotones y que te llamas Tessa.

El encanto de la pequeña ciudad tenía sus límites, pensó Vanessa, consciente de que debía de andar con cuidado si no quería convertirse en el centro de atención más todavía.

Ness: No es Tessa, sino Vanessa -corrigió sonriente-. Vanessa Hudgens. Walt, el del taller, me dijo que preparabas las mejores hamburguesas.

Helen: Bueno, solo lo dice para agradarme -coqueteó con modestia-.

**: A todos nos gustaría agradarte -intervino un jovencito, para dirigirse a Vanessa acto seguido-. ¿Cómo esta, señorita? Soy Luke Sanders -se presentó-.

Helen: Cuidado con estos vaqueros. No te puedes fiar de ellos -le advirtió en broma-.

*: Pero tú te sabes defender solita -terció un hombre desde la barra, dirigiéndose a la dueña-. La última vez que Dave Johnson intentó meterte mano lo sacaste a patadas del restaurante.

Helen: Y si sigues metiéndote donde no te importa, tú vas a ser el siguiente, Lance.

Vanessa contempló intranquila el círculo de mujeres y hombres que rodeó a Helen y Lance. Éstos comenzaron a intercambiarse mofas y, en menos de dos segundos, el local entero estaba muerto de risa. «Como en casa cuando éramos pequeños», pensó Vanessa, sonriente. Luego echó de menos a su familia, al reparar en el tiempo que hacía que no se reunían los cinco hermanos.

Helen acabó marchándose, con la excusa de que tenía que atender un pedido y entonces empezaron las preguntas: ¿cómo decía que se llamaba?, ¿de dónde era?, ¿de verdad había hecho un viaje tan largo para estar en el lago?

Antes de que pudiera darse cuenta, un matrimonio y un par de hombres más se habían sentado en su mesa. El resto estaba atento a su conversación e intervenía en cuanto tenía la oportunidad.

Así fue como la encontró Zac cuando entró en el salón; rodeada de gente de la ciudad, la que él conocía, con la que había crecido, con la que quizá habría tenido algún que otro roce... pensó Vanessa al ver que Zac fruncía el ceño.

Estaba malhumorado. No solo había tenido que probarse el esmoquin, sino que no le había quedado más remedio que soportar todas las preguntas de Will y Mike sobre Vanessa...

Se acercó a la mesa y escuchó la historia que ésta estaba relatando, acerca de un hombre que había estada saliendo con dos mujeres a la vez. Lo que éstas le hicieron al enterarse de la infidelidad de su común novio hizo que los hombres esbozaran una mueca de dolor y que las mujeres aplaudieran.

Tuvo que contenerse loa ganes de sonreír. Debía haber imaginado que una mujer como Vanessa se convertiría en el centro de atención sin dificultad; no solo por su aspecto y porque fuera desconocida, sino porque poseía algo indefinible que llenaba de vida los sitios por los que pasaba.

**: Mira, Tom; es Zac Efron -le dijo Jamie Atkins a su marido, sentados ambos frente a Vanessa-. Creo que has alquilado una de las casetas del lago, ¿No?

Zac sonrió al reconocer a la que había sido su profesora de matemáticas durante el instituto.

Zac: Encantada de verla, señora Atkins -respondió tras asentir con la cabeza-. Señor Atkins.

Jaime: Vanessa también está en el lago -comentó-. ¿Os conocéis?

Zac: Nos cruzamos hace unos días, mientras estaba pescando. Atrapé una buena pieza -añadió con un doble sentido que solo Vanessa comprendió-.

Ness: Los hombres y sus fanfarronadas de siempre. ¿De qué sirve que el pez pique si luego se le escapa?

Zac: Volveremos a vernos. Y la próxima vez, no tendrá tanta suerte.

Ness: Seguro que no es cuestión de suerte. Pero si volvéis a encontraros, apuesto por el pez.

Helen: ¡Zachary Efron! -exclamó mientras servia a Vanessa su hamburguesa y un helado gratis de chocolate-. ¡Ya era  hora de que se te viera el pelo! Empezaba a tomarme tu ausencia como una ofensa personal -añadió mientras le daba un abrazo-.

Lance: Suéltalo ya -imitó desde la  barra-. El chico se está poniendo azul.

Helen: Un ojo morado es lo que te voy a poner yo a ti -reaccionó. Luego se giró hacia Zac-. ¿Hamburguesa doble de queso, medio hecha, con mayonesa y lechuga, sin cebolla, patatas fritas y helado de chocolate?

Zac se quedó asombrado. En Washington, cuando no estaba de viaje, comía cuatro o cinco veces por semana en el mismo restaurante y la camarera ni siquiera se había aprendido si tomaba el café solo o con leche.

Helen hacía catorce años que no lo veía y recordaba al detalle lo que solía pedir.

Ness: Ya veo qué has dejado que esa mujer te espachurrara -se burló cuando Helen se hubo alejado-.

Zac: Nadie discute con Helen -respondió mientras tomaba una patata frita del plato de Vanessa-. No si quieren seguir vivos o volver a comer sus hamburguesas... ¿por qué no me has esperado en el taller? -agregó luego-.

Ness: ¿Y por qué iba a haberte esperado?

Zac: Necesitas que alguien te acerque a tu caseta, ¿no? A no ser que el jeep esté ya arreglado y hayas decidido volver a Filadelfia.

Ness: Me terno que no, Efron. No hasta que te convenza para que vengas conmigo. Además, ahora tengo otro motivo para quedarme aquí. Walt tenía razón: nunca había probado una hamburguesa tan rica.

Zac: Espera a probar el helado. Llevo catorce años esperando este momento -dijo mientras tomaba una cucharadita de la copa Vanessa-. ¡Ummm! ¡Pero ha merecido la pena! -exclamó entusiasmado-.

Vanessa probó el helado y se relamió de gusto. Era verdad: estaba riquísimo.

Ness: ¿Por qué has tardado tantos años en volver a Wolf River? -le preguntó con naturalidad-. Debes de haber echado de menos a tus amigos.

Zac: Nunca tuve más amigos que Mike y Will -se encogió de hombros-. Y los tres nos desperdigamos al terminar el instituto. Will estaba ocupado con el motociclismo y Mike fundó empresas Hannigan.

Ness: Y tú, tu negocio de telefonía móvil -completó-. ¿Por qué teléfonos móviles?

Zac: Por nada especial -respondió evasivo-. Una forma como otra cualquiera de ganarse la vida.

Ness: Un trabajo debería ser algo más que eso -afirmó con rotundidad-. Tendría que apasionarte, fascinarte. Es como el matrimonio.

Zac: ¿Qué sabes tú del matrimonio? ¿Has estado casada?

Ness: Todavía no. Pero lo estaré cuando llegue el momento -contestó tras dar otro bocado a su hamburguesa-. ¿Y tú? ¿Nunca has querido formar tu propio hogar?

Zac: Me adoptaron en cuatro hogares diferentes a partir de los nueve años y te aseguro que he tenido suficiente hogar para el resto de mi vida.

Ness: ¿Tan mal te fue?

Zac: No, estaba bien -denegó con la cabeza-. Tenía una cama donde dormir, comida en la mesa... todo lo que necesitaba.

En absoluto, pensó Vanessa. El problema era que Zac ni siquiera sabía que se podía esperar más de una familia. Ahora, en cambio, tenía una oportunidad con Margaret.

Ness: Zac, ven conmigo a Filadelfa y conoce a tu abuela -insistió-. Dale una oportunidad, por favor.

Zac: No te rindes nunca, ¿verdad?

Ness: Jamás:

Zac suspiró y luego hizo algo que la sorprendió: Sonrió. Pero no fue una de sus sonrisas sarcásticas, sino una de verdad, afectuosa, que provocó un vuelco en el corazón de Vanessa.

Zac: No voy a ir contigo a Filadelfia, morenita -respondió por fin-.

Ness: Ta apuesto veinte dólares a que sí -lo retó-.

Zac se echó mano al bolsillo y sacó su cartera.

Zac: Te enseño mi billete si tú me enseñas el tuyo.

Vanessa colocó su billete sobre la mesa y al ver cerca a Helen, le entregó los cuarenta dólares.

Ness: Zac y yo hemos hecho una apuesta. ¿Podrías guardarnos el dinero unos días?

Helen: Claro, cariño -aceptó-. ¿Tiene que ver con el pez del que hablabais?

Ness: Más o menos -repuso sonriente-

Helen: Tenéis que decirme quién gana la apuesta -les pidió antes de marcharse a atender un pedido-.

Zac: Te advierto que la boda es el sábado -comentó entonces-. Y yo me voy el domingo. No tienes mucho tiempo para hacerme cambiar de opinión.

Ness: Tengo todo el tiempo del mundo y un poquito más -repuso con chulería-. Por cierto, ¿te importa acompañarme a correos después de comer? Ha llegado un paquete de Margaret para ti.




¿Qué será ese paquete? ¿Querrá verlo Zac? ¿Volverá a picar el pez el anzuelo o se escapará otra vez? XD

¡No os perdáis el próximo capi!


Thank you por los coments y las visitas!
¡Comentad, please!

¡Un besi!


2 comentarios:

Maria jose dijo...

Hooohh esta novela es tan buena!!!!!
Zac ya sonrío por primera vez, eso es buena señal
Espero que Vanessa lo convenza y ellos se lleven mejor
Ya quiero leer el próximo capítulo
Lo estaré esperando con ansias
Sube pronto!!!

Unknown dijo...

Ay que lindo capitulo.
Me encanta que Ness no se de por vencida. Y es tan clara la quimica que hay entre ellos, espero que se den cuenta rápido.
Me encanta esta novelaaa!!

Sube pronto

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