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viernes, 1 de mayo de 2015

Capítulo 6


No podía dormir.

A las doce tiró las sábanas al suelo, a las doce y media le pegó un puñetazo a la almohada y a la una se incorporó y se sentó a un lado de la cama.

No iba a abrir el maldito paquete.

Vanessa lo había dejado en el asiento delantero del camión cuando él la había acercado a su caseta.

Parecía tan contenta consigo misma que le habían dado ganas de...

Se imaginó tenerla a su lado en esos momentos, en la cama, saboreando las cumbres de sus pechos mientras la apretaba contra el colchón...

Cerró los puños, frustrado, y decidió que era mejor pensar en el paquete que en Vanessa Hudgens.

¿Qué podía contener aquel rectángulo del tamaño de una caja de zapatos? ¿Fotos de personas a las que nunca había conocido? ¿Algún recuerdo de su padre, fallecido antes incluso de que él naciera? ¿O acaso algún regalo para sobornarlo y animarlo a ir a Filadelfia?

Le daba igual lo que pudiera  haber. Él regresaría a Washington el domingo y de ahí se marcharía al Cairo durante al menos tres meses.

Suspiró. Era su tercera misión de alto riesgo en año y  medio. El negocio de telefonía móvil era su tapadera desde que la Agencia lo había contratado hacía diez años... que le parecían toda una vida.

No sabia por qué seguía trabajando de agente secreto. Tenía dinero suficiente para retirase, aunque al principio, le había gustado la emoción de las subidas de adrenalina, tampoco esto lo atraía más.

Se puso unos vaqueros, fue a la cocina y buscó una botella de Johnny Walker que había estado reservando para la cena que July y Mike darían por la noche...

¡Al diablo! Agarró una copa y se sentó en la mesa de la cocina. Luego miró el paquete: parecía inofensivo y el remite estaba escrito a mano por Margaret Muldoon...

Dio un trago de whisky, volvió a mirar el paquete y lo abrió.

Estaba lleno de sobres, de diferentes tamaños y colores, todos enumerados. El primero tenía una tarjeta de felicitación:
 
Para mi nieto Zac, en su primer cumpleaños, donde quiera que estés: Te quiere, tu abuela.

Zac miró la caja asombrado y contó el número de sobres: había treinta; tantos como años tenía él.

Su abuela, una mujer a la que jamás había conocido, ¿le había estado comprando tarjetas de felicitación durante treinta años?, se preguntó estupefacto mientras apuraba la copa de whisky y leía la segunda tarjeta:

Seguro que ya eres muy grande. A menudo me pregunto si eres un niño o unas niña, si tienes los ojos de tu papá, el pelo de tu mamá.. Si sabes que tienes una abuela que te quiere muchísimo...

Cada nota era más larga que la anterior y todas acababan de la misma manera: te quiere mucho, tu abuela. Zac miró aquellos sobres confundido y sintió un pinchazo en el pecho. No entendía cómo era posible que Margaret no hubiese perdido la esperanza de encontrar a un nieto que podía incluso no haber existido.

Tragó saliva y se acordó de otra mujer tan tenaz como Margaret; una bastante más joven y que no había dejado de perturbarlo desde que se habían conocido.

Zac recordó el primer beso que le había dado a Vanessa aquel primer día, para que no gritara, sí... aunque él había sentido algo especial al rozar aquellos labios tan suaves.

¡Maldita fuera! Tiró las tarjetas al suelo de un manotazo y maldijo haber conocido a Vanessa, la única mujer que lo había hecho pasar una noche en vela...

Entonces sonó el teléfono. Tenía que ser Prescott, la cual estaría irritadísima por no haber tenido noticias de él.

Zac: ¡Te digo que me olvides, Prescott! -dijo nada más descolgar el auricular-. Ya te llamaré cuando esté preparado.

Ness: No soy Prescott -susurró, una voz femenina-. Soy Vanessa.

Zac: ¿Vanessa? ¿Te pasa algo? -preguntó alarmado-.

Ness: ¿Puedes acercarte un momento, si no estás muy ocupado? -le pidió-. Creo que alguien está intentando entrar en mi caseta.


Vanessa esperaba con una sartén en la mano. El ruido que había estado oyendo había cesado. Salvo los latidos de su corazón, todo se había quedado en silencio...

De pronto, el pomo de la puerta giró y una silueta negra asomó la cabeza:

**: ¿Vanessa?

Pero ya era demasiado tarde para detenerse. Había iniciado el movimiento y acabó golpeando a Zac con la sartén:

Ness: ¡Dios, lo siento! -exclamó mientras él se echaba las manos a la cabeza-. ¿Estás bien?

Zac: Por supuesto -contestó enfadado-. Casi me partes la cabeza en dos, ¿por qué no iba a estarlo?

Ness: ¿Cómo has llegado tan rápido? Acabo de colgar -preguntó mientras se acercaba a él a tientas-.

Zac: ¿Con qué demonios me has dado? -repuso dolorido-.

Ness: Con una sartén -cerró la puerta y lo llevó hasta el sofá del salón-. Creo que está rota.

Zac: ¿Mi cabeza o la sartén? -gruñó-. ¿Dónde está mi pistola? -añadió-.

Ness: ¿Has traído una pistola? -preguntó asustada, mientras encendía una lámpara-.

Zac: Pues claro que he traído una pistola -repuso acariciándose la cabeza-. Decías que alguien estaba intentando entrar.

Ness: No sabía que tuvieras una, nada más -contestó al tiempo que divisaba el revólver en el suelo-. ¿Está cargada?

Zac: Son más efectivas llegado el  momento de disparar -respondió con sarcasmo-.

Ness: Déjame que vea tu cabeza.

Zac: No hace falta. Ya has hecho suficiente por esta noche -se resistió, apartándose de ella-.

Ness: No seas niño, Zac.

Zac: ¿Qué no sea niño? ¿Yo? Te recuerdo que eras tú la que tenía miedo.

Ness: Yo no tenía miedo -mintió-. Tenia la situación bajo control; solo quería avisarte por si necesitaba refuerzos.

Zac: Estabas asustada -insistió-. Reconócelo, Hudgens.

Ness: Está bien -cedió a regañadientes-. Puede que estuviera un poco asustada. Podía haber habido un oso, o algún loco de un manicomio.

Zac: Bueno, al menos habríais tenido algo en común -la provocó-. ¡Ay! -se quejó cuando ella comenzó a explorarle la cabeza en busca de alguna herida-.

Ness: En cualquier caso, ¿cómo has llegado tan rápido? ¡Ah, sí ! -dijo con dulzura-. Olvidaba que estoy hablando con Rayo. Espero que no en todos las situaciones, Efron… -añadió con picaría-.

Zac trató de incorporarse, pero ella le agarro la cara y lo obligo a permanecer quieto. El roce de su barba le produjo una descarga eléctrica que la disgustó. Tenía razón, estaba loca: tan pronto le pegaba un sartenazo coma deseaba fundirse en sus huesos.

Zac: ¡Ay! -protestó, reposada su mejilla derecha sobre los muslos de Vanessa, cuando ésta le palpó un lateral de la cabeza-.

Ness: Tengo dos noticias. La buena es que no te he hecho sangre; la mala es que este chichón se te va a poner del tamaño del Himalaya.

Zac: ¡Qué raro! ¡Si solo me has pegado un sartenazo! -bromeó con buen humor, relajado sobre las piernas de ella-.

Vanessa sabía que debía retirarse. Los dos estaban medio desnudos, juntos en un sofá, casi a oscuras...

Ness: ¿Viste a alguien afuera? -se obligó a preguntarle-.

Zac: No -murmuró mientras se dejaba acariciar con los ojos cerrarlos-.

Vanessa aprovechó tal circunstancia para mirarlo a la cara y vio que tenía una cicatriz sobre el ojo izquierdo y otra bajo la barbilla. Pero era su voluptuosa boca lo que de veras la atraía peligrosamente…

Ness: Había algo ahí fuera -aseguró-. O alguien. No ha sido una invención mía.

Zac: Bueno, pues fuera lo que fuese, ha desaparecido. A diferencia del chichón de mi cabeza -le recordó-.

Ness: Voy por hielo.

Zac: No -la retuvo con firmeza, el cual le lanzó una mirada tan intensa que la sobrecogió y excitó al mismo tiempo-.

Ness: Zac -jadeó mientras él le lamía las muñecas-. No creo que esto sea una buena idea.

Zac: No lo es.

Zac colocó las manos de ella sobre su pecho y después agachó la cabeza hasta situar la boca frente al ombligo de Vanessa, cubierto solo por una fina blusa.

Se tomó su tiempo para prepararla. El calor de su boca le estaba hirviendo la sangre. Vanessa le acarició el cuello, los hombros, respiró agitada...

Nunca había experimentado algo así; una pasión que la consumiera de esa manera. Hasta entonces había dado por sentado que el sexo podía ser agradable, pero no estremecedor. Nunca tan devastador…

Zac le arrancó la blusa con los dientes y comenzó a ascender por su piel mientras Vanessa se derretía y sus huesos se aflojaban indefensos.

Introdujo las manos bajo su sujetador y le pellizcó los pezones mientras Vanessa le mesaba el pelo, abandonada a tan extasiada sensación.

Zac acercó los labios y probo uno de sus pechos con la boca, lameteando su punta hasta hacerla doblarse de placer y dolor.

Tenía que tocarlo. Era absolutamente necesario. Deslizó las manos por los brazos de Zac por sus hombros de acero y se dejó arrastrar por la corriente de pasión que los había sorprendido.

Ness: Zac... -susurró con la respiración entrecortada mientras él colmaba su otro seno con las mismas deliciosas atenciones-.

Se sentía como si estuviera ardiendo. Lo necesitaba más cerca, más apretados. Colocó las manos en su cabeza... y él se retiró.

Aturdida por el calor que la consumía, tardó unos segundos en comprender que acababa de clavarle las uñas justo donde le había pegado con la sartén.

Ness: Lo... siento... -se disculpo azorada-. No pensaba...

Zac: Yo tampoco -cortó-.

Ness: Te traigo un poco de hielo -se dispuso a levantarse, pero de nuevo, Zac la sujetó-.

Zac: Vanessa -dijo con suavidad-, he abierto el paquete.

Ness: ¿El paquete? ¡El paquete! -No había pensado en él desde que le había dado aquel sartenazo. Le temblaba el cuerpo entero y le costaba concentrarse...-. Así que al final caíste -consiguió decir en tono ligero-. ¿Cuánto tiempo has resistido?

Zac: ¿Sabías lo que había dentro?

Ness: Margaret no me lo dijo -respondió mientras se volvía a cubrir con la blusa, a fin de no sentirse tan vulnerable-.

Zac: Eran tarjetas de cumpleaños.

Ness: ¿Tarjetas de cumpleaños?

Zac: Las había comprado para mí desde el primer año hasta ahora.

Ness: Pero ella no podía estar segura de que existieras -comentó-.

Zac: No sabía mi nombre, ni si era un chico o una chica, pero creía que yo... que su nieto estaba vivo.

Casi se le saltaron las lágrimas. Todos esos años sin pruebas de que su nieto estuviera vivo y Margaret, sin embargo, no había perdido la esperanza.

Ness: Zac... -arrancó con delicadeza- eres el nieto de Margaret. ¿Es que no ves lo importante que eres para ella? ¿No comprendes que necesita verte, aunque solo sea una vez?

Zac: Si voy, querrá volver a verme. Y luego me llamará en Navidad y querrá hablar conmigo por teléfono los domingos. Y que la acompañe durante las vacaciones... Yo no puedo ofrecerle eso, Vanessa. Y si solo voy una vez, le causaré mas dolor que alivio.

Era la primera vez que hablaba como si el tema lo afectara un poco, al menos. Vanessa suspiró. Sabía que no le iba a gustar nada oír lo que iba a decirle, pero eso no la había detenido nunca, y no lo iba a hacer entonces.

Ness: Te da miedo, ¿verdad?

Zac: ¿De qué demonios hablas?

Ness: Te da miedo que no sea solo Margaret la que quiera establecer una relación. Te da miedo quererla tú también.

Zac: Estás loca.

Ness: Ahora mismo te sientes a salvo -prosiguió-. No tienes compromisos, solo un par de amigos con los que te juntas de vez en cuando. Pero tener una abuela es totalmente diferente. Podrías encariñarte con ella, preocuparte por su salud, quererla incluso, y eso, Zachary Efron Muldoon, te aterra -sentenció-.

Zac: ¿Era todo una estrategia? ¿Primero me llamas a medianoche y luego me seduces para conseguir que te acompañe a Filadelfia? Algunas chicas harían cualquier cosa por veinte dólares -espetó-.

Ness: Te pido disculpas por haberte llamado y por haberte golpeado -repuso herida en su orgullo-. Lo que ha sucedido después ha sido muy poco profesional por mi parte y te aseguro que no volverá a ocurrir -zanjó ofendida-.

Zac: Vanessa, yo...

Ness: Te agradecería que te marcharas -lo interrumpió-. Ahora -se levantó y abrió la puerta de la caseta-.

Zac se levantó, recogió la pistola del suelo, se acercó a Vanessa y al ver que ésta levantaba la barbilla desafiantemente, la miró con una mezcla de ira y frustración y salió malhumorado.

Le costó un tremendo esfuerzo no cerrar de un portazo; pero lo logró. Luego se apoyó contra la puerta y trató de convencerse de que no merecía la pena llorar por un hombre así…

Luego miró el pomo de la puerta y frunció el ceño. Zac había entrado sin problemas, pero ella estaba segura de que había echado el cerrojo antes de acostarse, ¿no?

Aunque lo más normal era que se le hubiera olvidado, distraída como andaba, pensando en Zac en todo momento. Y después de lo que había ocurrido esa noche, tendría suerte si recordaba cómo atarse los zapatos siquiera.

Suspiró, echó el cerrojo y regresó a la cama. Sin la menor esperanza de pegar ojo en toda la noche.




Qué pena, con lo bien que iba todo. Y qué miedo lo de Ness, si es que es verdad que alguien rondaba su casa =S

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2 comentarios:

Unknown dijo...

Ay que capitulo.
Todo parece ir bien, hasta que los planes cambian y van para mal.
Espero que no le pase nada a Ness, no se quien sera que anda por ahí a la vuelta, pero espero que Zac siempre este para ella.
Me encanto mucho el capi.


Sube prontoooo

Maria jose dijo...

Noooo!!! No quiero que se peleen
Quiero que ellos se amen jajaja
Muy bueno el capítulo
Quien le quiere hacer daño a Vanessa?
Eso me deja muy intrigada
Espero que zac y Vanessa se reconcilien
Y espero que a Vanessa no le pase nada
Sube pronto, la novela es muy buena


Besos

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