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domingo, 10 de mayo de 2015

Capítulo 9


Era más de medianoche cuando Zac aparcó frente a la caseta. Había pensado pasar la noche en Four Winds. De hecho, Mike les había ofrecido sendas habitaciones tanto a él como a Vanessa. Pero Zac había preferido pasar su última noche en Wolf River en el bosque. Le esperaban tres meses encerrado en un estudio con otros dos hombres, de modo que quería apurar las pocas horas que le quedaban en medio de la naturaleza.

Ness: ¡Qué bonito! -exclamó al ver la luna reflejada en el agua del lago-.

«Tú sí que eres bonita», pensó Zac contemplándola mientras un rayo de luna le iluminaba el perfil de la cara, tapada en parte por varios rizos negros.

Se aguantó las ganas de acariciarla, apretó la mandíbula, salió del camión y lo rodeó para abrirle la puerta. Mientras bajaba, Zac pudo ver buena parte de sus esbeltas piernas... ¡Dios! Iba a ser una noche muy larga.

El olor de las pinos llenaba el aire de la noche y un coro de sapos y grillos resonaba en el lago.

Zac le abrió la puerta a Vanessa, pero ésta denegó con la cabeza, se recostó contra la barandilla del porche y se descalzó.

Ness: Entra tú. Me apetece estar un rato fuera.

Zac: Entonces, buenas noches.

Ness: Buenas noches.

Ness: ¿Zac? -lo llamó después de que él hubiera entrado en la caseta-.

Zac: ¿Qué? -repuso en mal tono-.  

Ness: Gracias por esta noche. Lo he pasado muy bien. Siento haberte causado tantas molestias, pero no me arrepiento de haber venido. Lo repetiría todo de nuevo... salvo lo de verme atada en el baño.

Zac: Ésa ha sido mi parte favorita -contestó sonriente-.

Ness: ¿Ah, sí? -lo amenazó con el tacón de uno de los zapatos-  El  mío fue ver la cara de terror que se te puso cuando te quedaste sujetando los bebés de July. Un hombre tan grande y fuerte como tú, asustado de dos cositas tan dulces. Seguro que los gatitos también te dan miedo.

Zac: Pero menos que las mujeres armadas con una sartén.

Vanessa rió y denegó con la cabeza, pero recordar lo que había sucedido aquella noche hizo que la charla tomara un aspecto diferente.

De pronto parecía como si el aire se hubiera quedado sin oxígeno. Zac sintió algo extraño en el pecho y no podía respirar. Era el momento de marcharse.  

Zac: Buenas noches, morenita.

Ness: Buenas noches, Efron.

Zac fue hacia la entrada, pero se detuvo y se giró para mirarla. Solo pudo ver su silueta bajo la luz de la luna, pero estaba seguro de que lo estaba mirando, esperando...

Se acercó a ella, despacio, hasta quedar a escasos centímetros el uno del otro.

Zac: Vanessa -susurró angustiado-.

Ness: Ya lo sé, Zac.

Zac: Esto no cambiará nada, quiero que lo comprendas.

Ness: Solo bésame -le pidió tras cerrar los ojos-. Por favor...

Su suave súplica lo hizo perder el control. Entonces cuando hundió su boca en la de ella, sintió que el corazón se le escapaba. Vanessa separó los labios y recibió la lengua de Zac mientras lo abrazaba con una pasión incontenible.

Zac profundizó el beso, la rodeó con los brazos y la estrechó, deseoso de sentirla cerca. El contacto con sus pechos hizo que la sangre le revolucionara.

La levantó del suelo y la llevó adentro sin dejar de besarla mientras cerraba la  puerta con una pierna.

Ness: Tócame -le pidió sin aliento-. Necesito sentir tus manos por todo mi cuerpo.

Zac: No te preocupes por eso, cariño -repuso con voz rugosa-.

La subió el vestido, introdujo las manos por debajo y le acarició las medias, los muslos, mientras la apretaba contra la pared. Subió entonces las manos hacia su trasero y notó la textura de sus bragas.

Zac: Rodéame la cintura con las piernas.

Vanessa acató el deseo de éste y, cuerpo contra cuerpo, notó la excitación de Zac. Echó la cabeza hacia atrás y él le lamió una oreja mientras le quitaba de los hombros las finas tiras del vestido.

Zac: Te deseo desde la primera vez que te vi -reconoció-. Creía que me volvería loco si no lograba tenerte.

Ness: Me tienes -jadeó mientras le mesaba el pelo y él bajaba la boca hacia sus pechos-. Me tienes.

Dado que pensar era imposible, Vanessa se abandonó a sus sentimientos. La tensión entre sus piernas aumentaba por segundos, tanto, que Vanessa se preguntó si no se moriría del deseo que la estaba consumiendo. Cuando Zac le bajó un poco más el vestido y abarcó sus pechos, cubiertos todavía por el sostén, Vanessa gimió, convencida de que sí podía morirse de placer.

Ness: Zac, por favor... -lo apresuró. Éste la sujetó con fuerza y la llevó al dormitorio. Cayeron juntos a la cama y rodaran hasta quedar él debajo de Vanessa-. Por fin te tengo donde quiero, Efron -lo provocó-. No te atrevas a moverte.

Se sentó a horcajadas sobre él, se echó la mano a la espalda y se bajó la cremallera del vestido sin dejar de mirarlo. Se lo sacó lentamente por encima de la cabeza y lo dejo caer a los pies de la cama.

Zac: Suéltate el pelo -murmuró-.

Vanessa se quitó las horquillas y dejó que el cabello le cayera sobre los hombros. Luego se deshizo del sujetador y lo tiró junto al vestido. El pecho de Zac se hinchó al contemplarla. Intentó incorporarse, pero ella se lo impidió.

Ness: ¿No te he dicho que no te muevas? -lo regañó-. Quédate quieto.

Entonces comenzó a desabrocharle la camisa, botón a botón, hasta llegar a los pantalones. Colocó las manos sobre el duro abdomen de Zac y al tomar conciencia de que éste era todo suyo, sintió un poder que jamás antes había experimentado.

Zac apretó los puños con fuerza cuando ella le besó el pecho, pero aguantó quieto. Vanessa fue moviendo la boca hacia abajo, tratando de concentrarse en dar placer, más que en recibirlo, aunque ambas circunstancias estaban tan estrechamente ligadas, que la sangre comenzó a hervirle.

Se dio cuenta de que tenía cicatrices en el pecho. Pero no era el momento de preguntarle. Fuera lo que fuera lo que hubiese hecho antes, lo que hubiera sucedido, no quería saberlo. Solo existía el presente...

Zac se estremeció cuando ella le besó una cicatriz del ombligo. Sacó la lengua y siguió el rumbo de la herida, por debajo incluso de la cintura. Le desabrochó los pantalones, le bajó la cremallera... y, de pronto, era ella la que estaba debajo.

Apenas tuvo tiempo de respirar antes de que Zac se quitara la camisa, los zapatos y los calzoncillos, hasta haberse desnudado por completo.

Luego le acarició las piernas, hasta el final de las medias, luego se las quitó, surcando un reguero de besos por el interior de sus muslos, primero hacia abajo y luego hacia arriba, su boca ascendió hacia la cintura, por el hueco de su estómago, bajo sus pechos. Vanessa se mordió el labio inferior para evitar gritar, pero no logró contenerse cuando Zac le lamió uno de los pezones. Su lengua se demoró en aquella deliciosa tortura y Vanessa notó un dolor entre las piernas, un placer insoportable...

Se desplazó al otro pecho y repitió la misma delicada operación, al tiempo que acariciaba el estómago con una mano. La deslizó bajo las bragas de ella y acarició el triángulo de rizado pubis antes de introducir un dedo más hondo, en las simas sensitivas de su cuerpo, frotándola con placer sin dejar de besarle los senos.

Ness: Zac -jadeó-. Por favor -añadió tras clavarle las uñas en los hombros-.

No necesitó más incentivos, Zac le bajó las bragas, le separó las piernas y se colocó sobre ella. Su entrada fue veloz y dura. Vanessa arqueó las caderas para acogerlo por completo y Zac emitió un gruñido animal y se movió dentro de ella.

El clímax llegó como una explosión. Vanessa sintió una cadena de espasmos extasiados, mientras él seguía arremetiendo con fuerza, una y otra vez, hasta que por fin, también se desbordó en su interior.

Cuando se desplomó sobre ella, con la respiración entrecortada y el corazón acelerado, Vanessa sonrió y le rodeó el cuello con cariño.

No tenía ni idea de que decir. Jamás le había ocurrido algo así en la vida. Nunca sé había sentido tan fuera de control, tan perdido y satisfecho.

Ness: Quieto -susurró cuando Zac hizo gesto de separarse-.
 
Zac: Eso fue lo que dijiste antes y mira lo que ha pasado -la provocó-.

Ness: Lo sé -repuso con ojos titilantes-.

Zac: Eres una mujer perversa, Vanessa Hudgens. Me das miedo.

Ness: Bien.

Y era verdad que lo asustaba, pensó Zac, cautivado por aquella mujer. Todavía tenía los ojos encendidos de pasión, los labios hinchados por los besos. Zac le rozó la boca con suavidad, le mordió con delicadeza el labio inferior y rodó hasta ponerse de lado, sin soltarla.

Ness: Podrías haberme avisado -dijo sorprendida por aquel movimiento tan brusco-.

Zac: Estaba probando tus reflejos. Y has sacado muy buena nota... Esta claro que tienes grandes reflejos, grandes piernas, grandes brazos, un gran trasero y tienes unas grandes...

Ness: Ya capto la idea -lo interrumpió-. Tú tampoco estás mal del todo.

Zac: ¿Ah, no? -pregunto con coquetería-.

Ness: No, tienes una nariz bonita.

Zac: ¿Cómo?

Ness: Y bonitas orejas.

Zac: Ni que fuera un perrillo. ¿Eso es todo en lo que te has fijado? -preguntó con el ceño fruncido-. Quizá no seas tan buena con los detalles como te crees. ¿Qué te parece si hacernos otra prueba, a ver si te fijas en más cosas? -añadió sonriente justo antes de volver a penetrarla-.

 
Todavía era de noche cuando despertó, aunque la mañana no tardaría en llegar. Estiró los brazos, se giró y descubrió que estaba sola en la cama. Entonces, tras un momento de pánico, vio la maleta de Zac sobre el suelo.

No se había marchado. Al menos no todavía. Bostezó, se incorporó y se mesó el cabello. No había dormido mucho la noche anterior. Claro que a cambio, había tenido la experiencia más gloriosa de su vida. Y sabia que jamás se repetiría; que en cuanto se despidieran y ella regresara a Filadelfia no volverían a verse.

Había sido una idiota enamorándose de Zachary Efron. No solo había defraudado a Margaret, pensó apesadumbrada, sino que volvería con el corazón roto.

Se alegraba de que sus hermanos no pudieran verla en ese instante. Todos se compadecerían de ella. La compadecerían y luego, irían a darle una paliza a Zac.

Idea que la hizo animarse.

Se vistió a todo correr y salió a buscarlo...

La caseta estaba vacía. Miró por la ventana y vio el camión aparcado, luego lo divisó en el lago, de pie junto a la orilla.

Se acercó al porche y lo contempló desde la barandilla. El sol era apenas una bola naranja al otro lado de las montañas. El aire era tan puro como frío... Iba a echar de menos la belleza y la paz de aquel sitio, comprendió Vanessa.

Zac se giró de pronto, como si hubiera intuido la presencia de ella. La miró con expresión sombría, elevó una mano para saludarla y se acercó a Vanessa.

También esta fue hacia él. Agarró el brazo que Zac le ofreció justo antes de que la besara profundamente. Sabía que era un beso de despedida; y por eso se lo devolvió con todo el amor y la pasión de su corazón.

Cuando se separaron, la miró con los ojos oscurecidos. Vanessa le acarició una mejilla y sonrió.

Ness: Cuéntame cómo acabaste en el reformatorio -le pidió por sorpresa-.

Zac suspiró, la estrechó entre los brazos y miró hacia el lago.

Zac: Le pegué un puñetazo a Hank Thompson, mi profesor de historia -respondió con calma-. Era un bocazas y no paraba de meter mano a sus alumnas.

Ness: ¿Y ellas no se quejaban?

Zac: Él sabía de quién abusar, sabía cómo conseguir que las chicas tímidas guardaran silencio. Algunos profesores lo sabían, pero preferían no darse por enterados.

Ness: ¿Qué pasó?

Zac: Un día me tuve que quedar castigado, lo cual no era nada extraño. Al  parecer algunos profesores pensaban que ejercía mi derecho a expresarme más de lo debido... El caso es que ese día, mientras estaba castigado, oí un ruido procedente de la clase de Thompson. No sabía lo que era, pero tuve un mal presentimiento. Había cerrado la puerta con llave, de modo que me fui al aula de al lado, que estaba comunicada por otra puerta... y esa sí estaba abierta. Tenía a una compañera de mi clase contra la pared y le había metido las manos bajo la blusa. Ella había cerrado los ojos y estaba llorando. Thompson no me vio llegar. Dicen que le rompí la nariz y la mandíbula -finalizo satisfecho-.

Ness: ¿Le pegaste una paliza a un adulto cuando ibas al colegio? -preguntó con incredulidad-.

Zac: Siempre fui grande para mi edad. Además, estaba muy enfadado.

Ness: ¿Pero por qué te mandaron al reformatorio? Seguro que Mary y sus padres se pusieron de tu parte.

Zac: Mary me suplicó que no le contara a nadie la verdad -se encogió de hombros-. Se sentía demasiado humillada. Y su única familia era un padre borracho que la habría acusado de insinuarse al profesor, y le habría acabado pegando.

Ness: ¿Así que no dijiste nada? ¿Dejaste que te encerraran sin más?

Zac: Me daba igual. La familia que me tenía adoptado entonces se alegró de que me fuera. Además, allí conocí a Will y a Mike, así que salí ganando.

Ness: ¿Y Thompson? ¿Llegaron a castigarlo?

Zac: Sí. Uno de los padres se enteró de lo que había estado haciendo y una tarde lo lincharon a la salida del colegio. Lo encerraron por abuso de menores y aunque nunca admitieron que se habían equivocado, los tribunales me dejaron en libertad a la semana siguiente.

Ness: Gracias a Dios que todavía hay un poco justicia en este mundo -afirmó-. Espero que ese hombre se pudra en la cárcel el resto de su vida.

Una gaviota surcó el cielo y captó la atención de los dos.

Zac: Tenernos que ir preparándonos -dijo con tranquilidad-. Walt debe de estar esperándote con el jeep.

Vanessa suspiró, asintió, lo rodeó por la cintura con un brazo y echó a andar hacia la caseta.

De pronto, Zac se detuvo y miró alrededor, como examinando la zona.

Ness: ¿Qué pasa?

Zac: No sé. Es un presentimiento, aunque no estoy...

Entonces explotó la caseta. Vanessa se sintió como si un gigante la hubiera tirado contra el suelo. Oyó que Zac decía su nombre mientras la protegía con su cuerpo y la arrastraba hacia el camión. Luego, después de que terminaran de caer piezas de madera y cenizas, la abrazó con fuerza.

Zac: ¿Estás bien? -le preguntó mientras veían la casa arder-.

Ness: Cre... creo que sí -contestó aturdida-. Estás herido -añadió al advertir la sangre que manaba de la frente de Zac-.

Zac: No es nada.

La casa seguía consumiéndose en llamas; unas llamas que podían haber acabarlo con la vida de ambos...

Vanessa miró a Zac y vio en sus ojos algo intenso que jamás hasta entonces había notado; algo violento que la estremecía...

Zac: Bueno, cariño -dijo por fin-. Me parece que acabas de ganar veinte dólares.

Ness: ¿A qué te refieres? -preguntó desconcertada-.

Zac: Nos vamos a Filadelfia.




¡Qué miedo! ¡Qué poco ha faltado para que ambos murieran! Gracias a Zac que están bien.

¡Thank you por los coments y las visitas!

Esta vez he tardado un poquito más, es que no he podido publicar antes. Pero el próximo lo pondré igual que siempre.

¡Comentad, please!

¡Un besi!


1 comentarios:

Maria jose dijo...

Woooww zac ya se encariño con Vanessa
Ahora no la quiere dejar ir sola
Este capitulo estuvo muy lindo
Me encanta la relación que ahora tienen ellos
Espero y que la persona que este asustando
A vaness no le haga nada malo
Síguela pronto, espero el siguiente capítulo
Con muchas ansias

Saludos y síguela

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